Disclaimer: Los personajes pertenecen a Rowling.


Scorpius quiere saber de que color son los ojos extravagantes de Lily. Y estando tan cerca para saberlo, también quiso descubrir si los labios sabrían como el color que tenían; a cereza. "Polos opuestos se atraen..."


. Blue, green and cherry .

Scorpius tenía una gran adicción, y no se trataba del Quidditch, más bien de un par de ojos. Desde chiquito, once años para ser exactos, Scorpius había conocido a Albus Severus Potter; quien, como si fuera imposible, se convirtió en su mejor amigo. Y con eso también conoció a toda la famosa familia Potter. Albus era el menos extravagante de la familia, pero no por eso era menos interesante. Sus padres eran conocidos por todo el mundo mágico, sin excepción, y aunque a Scorpius le doliera saber que su padre, Draco Malfoy, no se llevaba bien con Harry Potter, él pequeño rubio había supuesto que eso no minimizaba en nada la amistad con Albus; supuso bien porque, a pesar de que a duras penas, Draco había aceptado que su hijo fuera a pasar las vacaciones junto a los Potter.

Y ahí conoció a ese par de ojos, a esos cabellos de fuego y sonrisa brillante; Lily Luna Potter era como un pequeño huracán imparable; ni en la escoba, el ajedrez, las carreras o nadando. Scorpius la había odiado, y no solo porque era una niña y las niñas tienen gérmenes, el hecho de que el era un Malfoy y los Malfoy nunca perdían era la verdad por la que había dejado de jugar con la niña. Y como Lily era tan inteligente, se había dado cuenta desde el principio, y por eso se había burlado de Scorpius durante años. Años. Burlándose. De Scorpius. A él le molestaba.

Aunque él no era ningún santo, sabía que Lily podía molestarlo todo el tiempo y siempre terminaría ganando. Cuatro años soportándose las burlas de Lily. Y ella soportando los de él. No es que se odiaran, simplemente no eran... compatibles. Eran tan diferentes. Como dos polos opuestos. Un polo chispeante y el otro apagado. Un polo caliente y el otro polo frío. Polos simplemente opuestos.

Pero, sí señor, Scorpius no era ningún ángel; aunque lo pareciera con ese aspecto de muñeco rubio de varios músculos. Y cuando tubo la edad suficiente para comenzar a ganar a Lily Luna Potter, alias molesta pelirroja, lo hizo. Y también observarla. El era un chico de quince años, y no era exactamente ciego ni santo a la hora de mujeres. Hace mucho tiempo que había dejado de pensar que las niñas tenían gérmenes, para pasar a pensar en que las niñas tenían un buen trasero o buenos pechos. Lo cotidiano de la vida, cuando las hormonas se encienden. Y Lily, aunque para él costara admitirlo, era de esa clase de chicas que encendían las hormonas. Y dejó de ser, en secreto, la molesta pelirroja para convertirse en la chica más bonita que Scorpius haya visto. Y viceversa. Si no fuera porque eran tan polos opuestos...

Y aunque todo parecía seguir siendo igual, nada lo era. Scorpius ya no miraba con los mismos ojos repudiándola; la miraba atento. Ya no sentía solo ganas de apretarle el cuello cuando discutían; le hubiese gustado apretarle otra cosa. Ya no tenía ganas de callarla con gritos; más bien con sus labios. Y viceversa.

Pero seguían sin parecerse en nada.

Solo, tal vez, en que ambos estaban despertando curiosos sentimientos en sus cuerpos y pensamientos. Eso que llaman "pubertad" no era. Era... distinto. Algo que nunca les había pasado a ambos. Y es que Scorpius había tenido tantas parejas, aceptando todas las ofertas, y Lily, al contrario, desechando todas excepto algunas. Pero nunca, jamás, esa fuerte opresión en el pecho, esas ganas de reírse de felicidad o algo parecido como cuando se veían. A pesar de que cinco segundos después se estuvieran gritando incoherencias.

Y una de esas tardes más bonitas de Hogwarts, en el que las risas no faltaban ni tampoco la buena vibra, Scorpius se había puesto en un pensamiento demasiado interesante y al mismo tiempo escalofriante; como todo lo que tenía que ver con ella. Porque el solo podía pensar en ella como molesta, insufrible, buena para nada... otra cosa no.

¿De qué color serían los ojos de Lily? Había tenido que mirarla fijamente en algunas ocasiones; de esas en las que se peleaban y luchaban por quien quitaba la mirada primero. Pero, por más extraño que pareciera, no recordaba el color de los ojos de Lily. Y no tenía nada que ver el hecho de que ella esté sentada, a metros de él, junto a McLaren. Los celos no eran el problema... ¿O sí? Tal vez lo sean; porque Scorpius acababa de partir en dos la pluma que tenía en mano, llamando la atención de Albus al completo.

- ¿Qué te pasa? - casi gruñó, sus ojos verdes fijos en los grises que no le devolvían la mirada. ¿Los ojos de Lily no eran verdes verdad?

- Es solo una pluma - susurró. La tiró a un costado e intensificó más su mirada en la pareja.

- ¡La pluma que me prestó Rose, tarado! - gruñó. El morocho sacó su varita, mientras la arreglaba con magia. Rose tenía los ojos marrones ¿Lily también?

- Ya vengo - el rubio se levantó sin prestar atención al sermón juvenil de Albus con palabras poco indicadas para alguien tan correcto; si Nott estuviera con ellos diría eso. Los ojos de Nott eran castaños ¿Los de Lily no?

Y el tal McLaren sentado allí junto a ella. Haciéndola reír; Scorpius solo podía hacerla enfadar. Eso creía al menos. Ese niño tonto rubio de mamá. Que rabia le tenía. ¿Envidia no? Tal vez. Y ella reía a cada gesto o palabra de Alan. Y Scorpius apretaba los puños y daba pasos más rápidos; si es que se podía. Cada vez más cerca. Ella sonríe. Cada vez más cerca. Ella ríe. Cada vez más cerca. Ella lo ve, su cara tornándose molesta.

- ¿Qué quieres Malfoy? - gruñó, mientras sus brazos se cruzaban sobre sus pechos. Eso la hacía ver tan sexy... y a Scorpius le encantaría ser los brazos de ella los que la rodeaban allí.

El rubio miró con atención a los ojos de Lily. Aún así no se podía descifrar de que color eran. Hermosos.

- Hablar - tan frío como su mirada - A solas.

Tal como lo pensó Scorpius, McLaren era un niño. El rubio de casi dieciocho años se levantó, mirando a Lily con una sonrisa de promesa. ¿Prometiendo qué? Scorpius apretó la mandíbula. Que impotencia sentía. Si él llegaba a sonreírle así probablemente... no pasaría nada. Porque jamás le sonreiría así. ¿No?

- ¿Y? - preguntó, despectiva, mientras miraba furiosa. Las mejillas estaban rojas por el sol que le daba en el rostro.

- Quiero ver de que color son tus ojos - la indiferencia fue cortada mientras él se sentaba junto a ella, para acercar su rostro. Lily pestañeó sorprendida.

- Aléjate, ya - le ordenó. El sonrió de costado; esas sonrisas llenas de sorna. Lily las odiaba; porque lo hacían ver tan guapo y lograba estremecerla.

- Solo quiero ver tus ojos, Potter - el había dicho burlonamente. A menos de un metro de distancia entre rostros, agarró con sus manos el suave y delicado rostro de ella, para mantenerla quieta.

Ella, extrañamente y extrañada, quedó petrificada. Mirando con absoluta confianza el rostro del rubio; jamás lo había tenido tan cerca. Y se sentía tan... bien. Scorpius había dejado entreabrir sus labios por la sorpresa. Los ojos de Lily eran más bonitos de lo que podían ser. Un pequeño color chocolate en el centro, rodeado de un celeste impresionante y un verde magnífico alineando el final del celeste.

- Tus ojos son grises.

El bajó la vista hasta los labios de ella. Sí, ella había dicho aquello, y su voz había sonado tan ronca y áspera que pensó que alguien más había sido. Ella miraba con atención sus ojos, mientras un pequeño fruncido aparecía en el centro de su pequeña e inmaculada frente.

- Tus ojos son grises - repitió, un susurro y una pequeña sonrisa en la comisura de los labios - Pensé que eran celestes claritos.

- Son grises, como los de mi papá - recalcó. No sacó su mano de la pera de ella. Se sentía... bien.

- Me gustan - susurró.

- Tus ojos son... de mentira - las palabras habían sonado tan frágiles, como si en cualquier momento fueran a romperse. Ningún Malfoy debía verse frágil, y por primera vez a Scorpius no le importó.

- No - contestó ella. Ese brillo que solo algunos chicos le sacaban, y que aparecían cuando ella a él lo miraba. Primera vez que Scorpius pestañea.

El bajó la mirada hacia los labios de ella. Esos deseados, carnosos, sensuales y prohibidos labios.

- ¿Te pintas los labios? - una pequeña inclinación en una de sus rubias y perfectas cejas.

- No - susurra, la mirada clavada en los ojos grises.

"Polos opuestos... polos opuestos..." Lily intenta recordar esa frase tan famosa. Pero no puede hacerlo con Scorpius tan cerca.

- Son muy... rojos - comenta. La voz cargada de ese algo... excitación tal vez.

Scorpius no pudo evitarlo, estando tan cerca para descubrir el color de ojos de Lily, también quería descubrir que sería besar los labios de ella. Se acercó, y ella pareció corresponderle, porque no tardo en acercar su rostro.

"Ah, sí, polos opuestos se atraen" Murmuró su voz, haciendo eco en la cabeza. Antes de que los labios gélidos y firmes del él se posaran en los suyos. Con que eso se sentía ser besada por Scorpius Malfoy.

Era simplemente... maravilloso. Scorpius podía seguir siendo el chico frío y molesto en sus pensamientos. Pero ahora no, ahora estaba siendo el príncipe soñado de los cuentos de princesas.

Su príncipe. El de cabellos rubios brillantes, ojos grises, no celestes, más maravillosos aún, y el egocéntrico príncipe.

Y él, aunque ahora estaba muy ocupado besándola, había descubierto que los ojos de Lily eran más hermosos de cerca, mucho más. Esa mezcla sorprendente de verde, celeste y chocolate. Y los labios de Lily podían tener el color de la cereza. Pero sabía a menta; refrescante y dulce menta. Algo tenían en común.


Sean buenitas con migo y déjenme un review :D. Espero les haya gustado. Para todas las fanáticas del Lilius que escriben historias; gracias a ustedes me enamoré de esta pareja. ¡Saludos! :)