La soledad del arcoíris


Capítulo 2


Una hora de viaje, una flyhoster nada atenta y un taxista muy curioso le habían tocado en su primer día en esa ciudad. Yashamaru ni siquiera se había molestado en ir a recogerlo al aeropuerto. Aunque si hubiera hecho eso hubiera sido muy sospechoso, es decir él no era una persona que lo quisiera "mucho". Gaara siempre sintió por parte suya cierto odio o recelo, no sabía cómo explicarlo; era "raro" con él. Temari y Kankuro solían decirle que era así porque - al igual que su padre - no había llegado a superar la muerte de su hermana - su madre. Pero él no tenía la culpa de eso…por lo menos no toda la culpa. Si hubieran sido buenos padres él jamás se habría escapado y jamás hubiera pasado lo que paso.

– Ya llegamos – le informó el taxista bajándose del auto para ayudarlo a bajar sus maletas.

Gaara bajo cuando el hombre ya había dejado sus dos maletas en la acera y le pagó por su servicio. Él taxi arrancó y desapareció en la esquina sin antes decir "Cuídese". Si supiera que eso era lo último que tenía pensado hacer. Como sea, Yashamaru vivía en una de las mejores zonas de esa ciudad, al parecer le había ido bien como psicólogo. Su casa era grande, no tanto como la suya, pero grande en fin; de color blanco, madera, aluminio negro, un estilo muy minimalista.

Tomó ambas maletas y las arrastro por el sendero que había en medio del jardín hacia la puerta. Aún no había llegado cuando esta se abrió.

– Olvide que llegabas hoy – dijo sorprendido su tío caminando hacia el pelirrojo y tomando sus maletas.

Yashamaru era poco más alto que él, de piel blanca y cabello rubio que tapaba sus orejas. La última vez que lo vio fue hace ocho años en el funeral de su madre, aún estaba en la universidad y era más delgado. No había cambiado mucho.

– Tu habitación está arriba – comento el rubio subiendo las escaleras – al lado de la mía.

– Ah – masculló el más joven sin parar de observar alrededor.

Cuando llegaron por fin a la habitación, el rubio dejo las maletas en el suelo. Gaara entró detrás de él. La cama estaba frente a la puerta y tenía una ventana más larga que ancha sobre la cabecera, a la derecha había un armario el cual se mimetizaba con la pared y a la izquierda, un escritorio con un porta retrato encima. Una foto de su madre ¿Acaso lo hacía por molestar? Tomo el porta retrato y lo tumbo, quedando echado.

– ¿Qué paso? – preguntó Yashamaru, quien solo escucho el ruido.

– ¿Dónde está el baño?

– Al final del pasillo – le indicó el rubio.

El pasillo no era muy largo, por lo que no tardó mucho en llegar al lugar. Entró y cerró con la puerta con seguro ¿Si le pegaba a Yashamaru podría regresar a su casa? Lo más seguro era que lo enviaran a un internado.

Lavo su rostro tratando de calmarse. Tal vez olvido sacar la foto, tal vez la puso adrede, tal vez ni se percató de ello. Secó su rostro, fue a su habitación y se encerró ahí. Camino hacia la que de ahora en adelante sería su cama y dejo caer su cuerpo sobre ella. Debía calmarse, solo sería un par de meses y regresaría a su casa. Solo un par de meses se repitió en su fuero interno.

Giró su rostro hacia la izquierda cuando la falta de aire se hiso notar. De esa posición recién noto la ventana que estaba al lado del escritorio, tapada por una persiana.

Se levantó y abrió la persiana, un poco de aire le haría bien. Lamentablemente había un árbol de copa muy espesa frente a su ventana, estiro un poco su brazo y logro mover una de las ramas. Detrás de ese árbol había otra ventana, la de la casa vecina; y pensó que lo mejor sería dejar la rama tal y como estaba.

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La noche llego rápido. Tan rápido que ni siquiera se percató cuando ceno y se echó a dormir. Aunque dado sus malos hábitos no lograba dormir.

– ¿Ya estas durmiendo? – pregunto Yashamaru desde la puerta en voz baja.

– No.

– Bueno – entró el rubio a la habitación – solo vine a dejarte el uniforme.

– ¿Uniforme? –repitió confundido Gaara.

–Sí, mañana vas a la escuela – informó el mayor saliendo de la habitación y cerrando la puerta.

Acababa de fallar su intento de suicidio, estaba en otra ciudad, viviendo con su tío y ahora tendría escuela nueva; era de esperarse, sin embargo igual lo había tomado por sorpresa.

Solo será un par de meses volvió a repetirse.

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La escuela siempre había sido un mejor lugar para dormir que su casa. No sabía por qué, pero el frio suelo del techo le daba más descanso que su cama. Lo único malo era cuando el sol alcanzaba la sombra en la que él reposaba, como ahora. Miró su reloj, aun faltaba una media hora para el final de las clases; había faltado toda la mañana, lo mejor sería ir aunque sea un rato. Solo para hacer acto de presencia.

En el camino a su salón no encontró a nadie que le preguntara porque no estaba en clase o le llamara la atención por ello. Miró por la ventanilla de la puerta y el profesor estaba dentro, así que tuvo que tocar y esperar le hiciera una seña para entrar.

– ¿Qué se le ofrece? – pregunto el profesor desde su escritorio.

– Tengo clase acá – respondió.

– Su nombre es…

– Sabaku No Gaara.

Estaba ansioso, nervioso, enojado. Nunca le había gustado estar entre grandes grupos de personas y ahora todo el salón lo miraba.

– Así que usted es el alumno nuevo – dijo mirando su registro – ¿No cree que es un poco tarde para entrar a clases?

– Estaba en la dirección viendo unos papeles – mintió

– Siéntese allá – mencionó el profesor creyéndole y señalando un asiento al lado de la ventana – Señorita Hyuga, puede continuar con la lectura.

Gaara caminó a su asiento, en tanto el profesor continuaba la clase. Al parecer no le habían avisado de su "pequeño problema" sino no lo hubiera sentado casi al último. Tomó asiento, apoyo su codo sobre la carpeta y la barbilla en su mano, mirando por la ventana; ni siquiera se dio la molestia de sacar sus cosas de la mochila. Total, ya iban a acabar las clases.

La escuela era lo suficientemente espaciosa; tenía dos patios, uno adelante y otro atrás, también contaba con dos edificios cada uno de tres pisos. Él se encontraba en uno de ellos.

Volvió a mirar su reloj, habían pasado veinte minutos. La mano que sostenía su barbilla paso a cubrir sus ojos y apoyarse en su frente. Solo diez minutos más se dijo a sí mismo.

– Señor Sabaku ¿Qué nos puede comentar de la lectura? – pregunto el profesor al notar la distracción del pelirrojo.

Gaara hizo un gesto con hombros y rostro a modo de respuesta.

– Bueno, en vista que ya va a ser la hora de salida, usted se quedara media hora adicional castigado – informó el mayor.

– Sí, lo que diga- respondió el pelirrojo sin ánimos de discutir aquello, volviendo a ocupar su mirada en la ventana mientras una estridente risa en coro se escuchaba en todo el salón.

El profesor cogió la regla de madera que usaba en su labor de enseñar y la hizo chochar estridentemente con la carpeta del muchacho, silenciando a todo el salón y llamando la atención de este.

– Por esta vez se la voy a dejar pasar, pero la próxima lo mando a la dirección – advirtió antes que sonara el timbre de salida – Pueden salir chicos.

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Media hora pasaba rápido cuando te dejaban solo en el salón y te ponías a dormir. Gran castigo. Tomó sus cosas y salió del lugar. Iría caminando a casa de Yashamaru, total no estaba tan lejos y le gustaba hacerlo. Siempre que podía caminar lo hacía, podía hablar con sí mismo y aclarar ciertas ideas que revoloteaban en su cabeza. Como porque su padre no lo quería, aunque esa respuesta era obvia, él no era su hijo. Pero esa no era culpa suya. Si en sus manos hubiera estado la decisión de nacer, no lo habría hecho. Ahora estaba muerto en vida.

Suspiro.

Aun que dijera lo contrario, dichas caminatas solo servían para regañarse, enredar sus ideas y, lejos de calmarlo, lo enfurecían más consigo mismo. Pero no podía controlar su genio, estaba harto de todo ¡Cansado! Esa era la palabra. Estaba cansado de su vida, de él, de aparentar dureza e indiferencia a todo cuando no era así. Y lo que más cansado lo tenía eran estas pequeñas charlas consigo mismo, porque por más que se recriminara de ello hoy, sabía que mañana sería un día igual a los demás. Y él no haría nada por cambiarlo.

El cielo empezaba a cambiar su color naranja por morado y él miraba con tristeza este proceso. En el día no conseguía acabar con su vida y al caer el crepúsculo se deprimía ¡Impotencia! Esa era otra gran palabra. Siguió caminando hasta llegar a la avenida principal. Dos cuadras más y ya estaría en casa de Yashamaru. Paró en la esquina a esperar que cambiara la luz…¿o mejor no?

Con cada paso que daba escuchaba el chirrido de las ruedas de los autos contra el pavimento intentando frenar. Sus ojos se cerraron ni bien piso el asfalto y una tímida sonrisa se apoderó de sus labios. Momentos como este eran lo único que le daban cierta felicidad a su vida, se sentía bien poniéndose en peligro. "Cuidado" "Imbécil" le gritaban algunos. Si, lo era ¿Y? A nadie más que a ellos parecía importarles aquello.

Sus ojos se abrieron ampliamente sorprendidos cuando sintió una mano tomándolo por el brazo y antes de decir nada este halo de él. Producto de esto termino tendido en el suelo del pavimento junto a su salvador o mejor dicho, verdugo.

– ¿Qué crees que haces? – preguntaba histérico un joven de cabellos rubios mientras cogía la mano que una muchacha larga cabellera negra le tendía.

– Caminaba con los ojos cerrados, no viste – respondió socarronamente el pelirrojo mientras se ponía de pie.

– Pe…Qu…Tú… ¿Qué rayos tienes en la cabeza? – Ambos jóvenes no podían comprender lo que oían. Estaban estupefactos ante sus palabras.

– Nada que te interese– dijo el Sabaku tratando de retomar su camino.

– ¡Hey! – Llamó el rubio en tanto tomaba por el brazo al pelirrojo.

Gaara jaló su brazo con una fuerza hasta ahora desconocida por él. Si algo odiaba en ese mundo tanto como su vida, era que lo tocaran ¿Quién se creía él para venir a tocarlo? Una vez estuvo bien, ¿Pero dos? Que tuvieran el mismo uniforme no quería decir que fueran iguales. El mismo brazo que había cogido el rubio ahora era el que lo tomaba por el cuello de su camisa.

– No se te vuelva a ocurrir tocarme – sentencio el pelirrojo, escupiendo las palabras.

– Él solo quería ayudarte – hablo tímidamente por primera vez la muchacha de cabellos negros, en tanto agachaba el rostro al sentir la mirada del Sabaku sobre ella.

–Sí, encima que te …

– Nadie te pidió tu ayuda – dijo Gaara desciendo el agarre y empezando a caminar sin darle importancia lo que dijera el rubio.


"Cuando la vida es una carga para un hombre, la muerte se convierte en la búsqueda de un refugio"

-Herodoto -


Siento mucho la demora. He tenido algunos problemas y bueno, porque no, me daba flojera escribir. Jajaja. Espero que les haya gustado, aunque sé que estuvo algo aburrido. En el próximo capítulo ya habrá una interacción más notoria entre Gaara y Hinata.

Au revoir :)