Desierto

Por A_nonima

-¿Eso qué significa?

Naruto parecía ser el último en comprender las cosas, pero para el resto estaba claro. Lee no había luchado, no se había resistido, lo que daba espacio a un vacío legal, por el cual aceptaba su reclusión. Los Kages se retiraron, reconociendo la concesión de la ley, aliviados de no tener que amonestar a uno de los suyos. No pondrían en peligro la alianza, debían presentar un frente unido. Aceptando la derrota, Tsunade se sentó con la mirada perdida, los labios reducidos a una tensa rendija.

-¿Y nada más? ¿¡No vais a hacer nada!

-Naruto...

-No me mandes callar, Tsunade- Gaara se removió de repente, cambiando el peso de un pie a otro con el ceño fruncido- Me importan una mierda vuestras leyes y normas, si crees que vas a hacer lo que te de la gana...

-No son sus leyes- lo interrumpió Gai. Cuando se volvió hacia él Naruto pensó que estaba viendo un fantasma. Hundido e impotente presentaba un aspecto que el rubio nunca imaginó ver relacionado con él- Esa ley se aplica a cada aldea y cada Kage. Si rechazamos la soberanía del Kazekage... es como no reconocer el poder de nuestra propia Hokage, Naruto. Sentaríamos bases para un golpe de estado y lo último que necesitamos son rumores sobre una posible guerra civil que medren la moral entre nuestros aliados.

-¿Pero qué pasa con Lee?- Gaara volvió a moverse incómodo. O eso pensó Naruto, tal vez estuviera deseando librarse de todos ellos y regresar junto a Lee. Su atención estaba puesta en otro lugar.

Ninguno respondió su pregunta. En esta ocasión el agudo sentido del honor y el respeto de su amigo moreno por la paz habían obrado en contra de todos ellos. Naruto no era tan estúpido para no imaginar los motivos por los que éste no había luchado contra Gaara. Los mismos que impedían a Tsunade ordenar a sus ninjas que atacaran a los de arena para liberarlo.

-Me retiraré entonces. Harías bien en ponerle el bozal a tus ninjas, Tsunade. Mi gente estará muy nerviosa tras este altercado y no queremos que se produzcan incidentes.

-Quiero ver a Lee.

-No lo considero prudente

-No era una petición. Como Kage mi poder es igual al tuyo, y Lee es uno de mis ninjas, quiero verle y saber como está.

-No compliques las cosas, Tsunade...

Fue una advertencia. Gaara les dio la espalda, encaminándose a paso imperioso hasta la puerta.

-No se rendirá, Gaara, esta vez no te perdonará.

Un temblor sacudió el edificio, la tormenta había vuelvo a levantarse con renovadas fuerzas durante el consejo. Kankuro y Temari miraron nerviosos a su hermano que empezaba a evidenciar su propia incomodidad, algo que en raras ocasiones había mostrado. Algo andaba mal. Acostumbrados a confiar en sus instintos todos percibieron el cambio.

-Lee...- susurró Gaara antes de desaparecer.


La katana cortó el aire donde un segundo antes estaba su cabeza, giró el torso aprovechando el impulso del salto para derribar al primer anbu y desarmarle. Con el mismo movimiento rotatorio atrapó el arma al vuelo, deteniendo la arremetida del segundo enemigo a centímetros del corazón.

Eran asesinos, perfectamente entrenados en la lucha cuerpo a cuerpo. Por suerte el resto parecían terriblemente ocupados en mantener el jutsu que controlaba la arena. Lanzó una patada a su oponente; vigilando al otro, que empezaba a recuperarse, de reojo. Vio como sacaba una bomba de uno de los numerosos bolsillos y apenas tuvo tiempo de parapetarse tras un mueble. Un segundo pergamino explosivo hizo estallar su refugio y parte de una de las paredes. Antes de saber qué pasaba se encontró sepultado bajo una lluvia de escombros.

Algo le golpeó en la cabeza y la cadera. De forma involuntaria el golpe provocó que se mordiera la lengua y probó el sabor metálico de su sangre.

Al demonio con todo.

La energía crepitó por todo su cuerpo al abrir tres puertas, la velocidad y fuerza consiguientes lo llenó cuando se lanzó al ataque. Los anbus no supieron qué los arrolló. El sonido de gritos y huesos rotos rompió la concentración del resto, que se vieron obligados a acudir en ayuda de sus compañeros para abatir al ninja de la hoja.

En cuanto se vio libre del jutsu, la arena se removió furiosa. Alzándose como un escudo ante Lee. Con el apoyo de la misma cubriéndole las espaldas fue rápido y sencillo vencerlos.

-¿Por qué me habéis atacado?- le preguntó, agachándose, a uno de los caídos. Con calma estudió la mascara que llevaba, a pesar de saber que no obtendría respuestas de ninguno, esperaba ganar tiempo para decidir qué hacer a continuación. El sonido de desaprobación de la arena a sus espaldas lo empezaba a poner nervioso, no quería ni imaginar la reacción de Gaara cuando llegara.

No tuvo que esperar mucho.

Con el rostro lívido el Kazekage entró de la misma manera que se marchara, atravesando la pared, que se deshizo a su paso. La visión con que se encontró; Lee con sangre en un costado y en la frente, laceraciones y quemaduras, encendió su rabia. Envió a su arena a separarlo del shinobi herido. A Lee le tomó un instante comprender el peligro y volver a abrir las puertas. Desde el otro lado oía los bramidos de miedo y dolor de sus atacantes. Se impulsó contra la arena que lo aislaba con todas su fuerzas, usando su cuerpo como un ariete, sintiendo el choque en sus resentidos huesos al atravesarla. La escena que halló era un recuerdo dantesco de sus peores pesadillas. La sangre y miembros de sus atacantes pintaba las paredes, algunos aun se movían. El olor le revolvió el estómago, el tenerlo vacío evitó que vomitara. Un único superviviente se asfixiaba lentamente atrapado en el sarcófago de arena de Gaara.

-¿Quién?- exigió, su tono una promesa siniestra.

Con el último aliento el anbu murmuró un nombre.

Por primera vez desde el examen a chünin Lee sintió miedo de él. Su forma de arena ondulaba mientras veía la sangre gotear, formando charcos que eran rápidamente absorbidos, y ésta se mezclaba con la que contenía su calabaza.

-Gaara...- lo llamó, advirtiendo que era la primera vez que pronunciaba su nombre en voz alta desde aquel lejano día.

Quizás porque había bajado la guardia, o porque el enfrentamiento contra los anbus había abierto brechas en los muros, alcanzaba a oír la intensidad de la tormenta en el exterior. El aullido del viento subía en magnitud, por primera vez percibía como se estremecía el edificio bajo sus embates. De nuevo la arena se arremolinaba a su alrededor, sólo que esta vez creía notar cierta actitud lastimera en sus movimientos. A la mente le vino la imagen de un animal herido buscando el consuelo de su amo.

-No debería haber pasado...

-Gaara, mírame.

Experimentar el rechazo de la arena fue un shock para ambos. Fue apenas un instante, lo sujetó por los hombros para que le mirara y sintió el latigazo del golpe en las manos. Eso bastó para avivar el sentimiento de pérdida que creía olvidado. Lee se retiró, recordando aquellas primeras etapas de su relación cuando intentaba acercarse a él y ésta se interponía entre ambos.

Y; oh, sorpresa; dolía igual que entonces.

Dio un paso atrás, queriendo negar que Gaara aún tuviera ese poder sobre él. Que una vez más no era lo suficientemente bueno para tocarlo. Los ojos verdes de Gaara se desenfocaron, luciendo incrédulos y heridos, como si el rechazo lo hubiera recibido él.

-¡NO!- La armadura de Gaara se desmoronó cuando acortó la distancia con el maestro del taijutsu. Se desprendió de su piel cuando cayó arrodillado a los pies del moreno- No me dejes…- susurró angustiado, abrazándose a su cintura. La arena del cuarto empezó a girar, aumentando la velocidad conforme las palabras de Gaara se volvían un susurro desesperado- No me dejes. No me dejes… Es mi culpa- murmuraba el pelirrojo concentrado en sí mismo- Esto nunca debió haber pasado... Su odio nunca debería haberte alcanzado…No volverá a pasar. Los mataré...

-Por dios, Gaara, ¡son tus hombres!- replicó Lee espantado. Las paredes y el suelo empezaron a temblar. Una grieta apareció a la largo de las paredes y acabó bifurcándose en cientos, cubriéndolas por completo. Lentamente restos de ladrillo y argamasa comenzaron a desmoronarse, convirtiéndose en arenisca, y uniéndose al vertiginoso remolino de arena.

-… Mataré a todo el que se interponga entre nosotros…

-¡Ya basta!

-Los mataré a todos… estarás a salvo- repetía una y otra vez como una oración. El cuarto no era capaz de contener la cantidad de chakra que emanaba de Gaara. La barrera formada por la arena empezó a combarse y ya apenas era capaz de distinguir nada en el vórtice que se había creado- A salvo… sólo nosotros… los tres…

Oh, joder.

Entonces todo explotó.


-A la mierda, no esperaremos más.

Concentrando el chakra en su puño Tsunade golpeó el muro, resquebrajándolo. En una estudiada arremetida Naruto añadió su rasengan, antes que éste se recompusiera, varias copias apresurándose a apuntalar la apertura.

-¡Ahora!

Los ninjas de la arena que se interpusieron en su camino no eran rivales para ellos. Temari invocó su abanico repeliéndolos, no obstante, aunque aguantaran hasta que llegaran los refuerzos había pocas posibilidades de que pudieran detener a Naruto. Intentó razonar con Tsunade, pero esta había llegado a un punto que no atendía a razones.

-Aparta a tus ninjas, Temari. O hazlo tú, Kankuro, no retrocederemos. Si tenemos que pelear para llevarnos a Lee que así sea.

-¿¡Tsunade estas loca!- le reprendió el Raikage - ¡Es solo un hombre! ¿Merece la pena hacer peligrar nuestra alianza? Por lo que a mí respecta Gaara puede hacer lo que le venga en gana, la ley…

-¡Olvida la ley! ¿¡No hueles la sangre!

Los hermanos Sabaku no necesitaron más argumentos. Como uno solo giraron, atravesando el túnel abierto como una exhalación con los de la hoja pisándoles los talones. El olor se hacía más fuerte y penetrante conforme avanzaban. Era un olor que conocían bien de su infancia y adolescencia, no existía confusión alguna. Sangre y arena. Habían aprendido a conocerlo y temerlo. Kankuro elevó una oración, rogando que sus acciones no hubieran llevado a su hermano a un punto de quiebre.

Sintió el desplazamiento del aire antes que la arena golpeara. Fue empujado hacía atrás, su cuerpo siendo presionado contra los que venían tras sus pasos, antes que pudieran evitarlo, y más tarde contra sólido muro. Apenas fue consciente de haber usado a sus marionetas para protegerse de lo peor del árido elemento y de lo más duro de los choques cuando atravesó la pared. De repente el viento aulló en sus oídos, al ser expulsado al exterior tuvo un amplio espacio para maniobrar y evitar estrellarse contra el suelo.

A su alrededor oyó el gemido de los heridos y las exclamaciones estupefactas de los que acudían a socorrerlos. Al enfocar la vista localizó a Temari a pocos metros de donde él se hallaba, la pierna derecha llena de sangre, atravesada por lo que parecían restos de una cañería.

Ella no prestaba atención a su herida, tenía el pálido rostro alzado, la mirada horrorizada. El edificio que hiciera las veces de centro de entrenamiento y residencia para shinobis había desaparecido, en su lugar una masa de escombros se alzaba y en su centro una gigantesca esfera de arena ocupaba el lugar. Un trozo de tela llevada por el viento se enredó en sus piernas, la agitó para soltarla y reparó en lo que era. Volviendo a mirar los restos descubrió entre los cascotes lo que parecían restos humanos. Un chaleco... un pedazo de capa... un sombrero ensangrentado...

-¡Que nadie se acerque!- ordenó Temari a sus ninjas imponiendo orden. Repartió órdenes a varios chünin para que acordonaran la zona. Con un simple gesto se pusieron de acuerdo. Deslizándose en la zona derruida Kankuro se encargó de hacer desaparecer las pruebas. Evitó acerarse demasiado a la masa de arena, cuya superficie se sacudía y bombeaba, palpitando como un corazón. La temperatura descendía conforme más próximo a ella estaba, de igual forma que en las noches más heladas el aliento se convertía en vaho ¿Era su imaginación o se había desplazado varios centímetros? ¿Estaba… creciendo?

Terminaba de deshacerse de lo que parecía una túnica de consejero y un brazo amputado cuando oyó ruido a sus espaldas.

-Hemos encontrado a Lee.


El viento se levantó de nuevo. La furia y violencia con que se desplazaba zarandeaba a los ninjas que montaban guardia en el improvisado hospital de campaña, instalado a pocos metros para tratar a los heridos. Afortunadamente la mayoría eran lesiones superficiales, rasguños y algunas contusiones. Por lo que podía ver Temarí había sido la peor parada. La acompañó a la zona apartada donde los Kages se reunían. Al entrar buscó a Tsunade, hallándola inclinada sobre una camilla ocupada por Lee y sintió que el alma le caía a los pies. El moreno estaba inmóvil, una larga herida en su costado sangraba formando un charco en el suelo. El resto de su cuerpo no estaba en mejores condiciones.

-Respira, idiota- dijo la rubia.

Lee obedeció la orden abriendo los ojos al momento, y Kankuro pudo exhalar aliviado. Se miraron y una vez más se vio obligado a apartar la suya. En cuanto le vendaron la herida y curaron las quemaduras, abandonó la camilla que ocupaba para que atendieran a su hermana. Cansado, el marionetista se pasó la mano por la cara.

-¿Cómo de malo es?- preguntó el Raikage

-Varios muertos. Anbus y miembros del consejo… tal vez algún jönin. Me he encargado de los restos.

-Bien, no podemos dejar que nadie se enteré.

-¿Qué no se enteren? ¡Hay una puta bola gigante de arena ahí fuera, por si no te has dado cuenta!- estalló Tsunade, haciendo un gesto airado hacia el exterior- El Kazekage de la arena enloquece atacando a su propia gente. ¿Y tú esperas que nadie haga preguntas? ¿Crees que Akatsuki no tendrá espías tratando de averiguar que pasa? Los rumores que esto generará…

-Los controlaremos- afirmó segura Temari, agradeciendo a Tsunade la cura en su pierna- He colocado varios escuadrones alrededor de la zona para vigilar. Si alguien intenta acercarse será eliminado inmediatamente, sin preguntas. Sabemos que hacer.

-¿Qué lo originó?

Lee se tensó cuando los presentes esperaron su respuesta, sus dedos se demoraron en la cremallera del chaleco al cerrarlo, pero ningún otro gesto evidenció incomodidad al hablar.

-Después de mi entrenamiento me dirigí hacía mis habitaciones, todo aparentaba estar en calma cuando el cuarto se llenó repentinamente de arena. Intenté escapar, pero había tal cantidad que me resultó imposible. Cuando el Kazekage apareció me inmovilizó sobre la cama y…

-No es necesario que entres en detalles- dijo Tsunade, bebiendo directamente de una botella de sake.

Lee tragó saliva, asintiendo con gesto seco y miró de reojo a los hermanos de Gaara. Kankuro, con el maquillaje corrido y lleno de restos de sangre y sudor lo evitó, como venía siendo habitual desde su reencuentro. Temari no obstante nunca lo eludía, pero su expresión siempre parecía turbia e insegura.

-… Estaba trastornado- continuó- Mostraba una actitud posesiva y exigente…

-Lee…

-…y se negaba a dejarme marchar- la ignoró- Su tono sugería que presentaría pelea contra quien intentara apartarme de su lado...

-Ya esta bien, no tienes que seguir- el puño de Tsunade golpeó la mesa, partiéndola por la mitad- Es obvio que Gaara no estaba en sus cabales, deberíamos enviar a…

-Déjalo que termine su informe, Tsunade.

La rubia fulminó al Raikage con la mirada, haciendo dolorosas promesas acerca de su futuro que este ignoro.

-Continua.

-Perdí la consciencia en varias ocasiones, estábamos aislados y no sé cuanto tiempo pasó, pero él parecía consciente de cierto desorden que implicaba un rescate. Entonces se marchó… y al poco aparecieron los anbus…

-¿Anbus?

- Usaron algún tipo de jutsu que rompía el control de Gaara sobre la arena, así que me vi obligado a pelear contra ellos. Estaba interrogando a uno cuando el Kazekage regresó y… los mató.

-¿A que te refieres con que rompieron su control sobre la arena?- preguntó, preocupada, Temari.

-Dejo la arena vigilándome… me seguía por el cuarto o me inmovilizaba si intentaba acercarme a cualquier salida.

-¿Desde cuando puede hacer eso?

-¿Porque motivo te atacaron anbus?- intervino, casi al mismo tiempo, el Raikage.

-Intentaba matarme.

-¿Estas seguro de eso?

-Han intentado hacerlo las suficientes veces como para saber distinguir cuando alguien tiene intenciones asesinas - y eso bastó. Todos ellos tenían la suficiente experiencia como para reconocer la verdad en sus palabras.

-Bueno, eso lo cambia todo…- murmuró.

-¿Reconociste a alguno de ellos?- preguntó nuevamente Temari.

-No alcancé a verles la cara.

-¿Reconocerías el jutsu que hicieron si lo volvieras a ver?

-No soy muy bueno en ninjutsu o genjutsu…- respondió inseguro- pero creo que si.

-¿Es importante?- intervino Tsunade ante el gesto de contrariedad de la Temari.

-Durante años el consejo ha intentado desarrollar jutsus que le permitieran controlar a Gaara. Cuando era contenedor del Shukaku resultaba imposible, dada su naturaleza demoníaca pero ahora…Si han encontrado el modo de anular el control sobre la arena que le protege...

-No sería difícil matarlo- terminó el Raikage- Un problema menos para el consejo y sus putas almas retorcidas. Podemos usar eso a nuestro favor Tsunade.

La rubia asintió, las maquinaciones del consejo no eran bien recibidas entre los shinobis. Un complot... Un intento de asesinato contra el Kazekage crearía un sentimiento de desconfianza mucho más fuerte. Por el contrario, un de golpe de estado, teniéndolo a él como vencedor elevaría la moral entre su gente, que lo verían como un líder poderoso y confiable.

-Encargaos de que sea esa la versión que se extienda- Kankuro abandonó la habitación con sus nuevas órdenes- Ahora solo queda el problema de la masa gigante de arena en mitad de la aldea y como evitar que Akatsuki se entere de la verdad.

-Mis hombres...

-No eres tan crédula como para pensar que evitaran que si quieren entren en tu aldea, ¿verdad?- Temari apretó los labios furiosa, pero no negó que tuviera razón. No pudieron evitar que secuestraran a su hermano años atrás, cuando le extrajeron el Shukaku. Pero desde entonces se habían preparado. Tal vez no podrían vencerlos, pero si detectarlos y retenerlos el tiempo suficiente- No podemos hacer nada por ese lado, solo rezar porque no descubran lo que realmente ha pasado. Lo mejor es centrarnos en lo que esta en nuestras manos- Tsunade miró al Raikage, que asintió dando una orden a uno de sus guardaespaldas-, que es abrir una brecha en esa cosa para sacar a Gaara. Lee, ¿que profundidad y masa de compactación crees que tenga?... ¿Lee?... ¿¡Lee!...


El sonido empezaba a afectar sus nervios.

Con los pies plantados en el suelo Naruto avanzó un paso con deliberada lentitud, acercándose despacio hacia ella. Al percibir sus intenciones el latido que emitía la esfera aceleró y onduló mientras en su superficie aparecieron púas y tentáculos dispuestos para el ataque.

Trazó una línea en el suelo y comprobó la marca anterior que había hecho. En la última media hora la esfera había crecido dos metros, obligándolos a aumentar en sesenta la distancia que ya guardaban. A este paso a mediodía tendría el doble del tamaño de la aldea de Suna. Solo podían dar gracias que estuviera creciendo en dirección al desierto y no hacía el interior de la aldea. Sentía la boca pastosa, y la maldita sensación de incomodidad no se iba. Al contrario no hacía más que aumentar. Esperaba que la Hokage encontrara la forma de deshacerla para sacar a Gaara de esa cosa. Le ponía los pelos de punta.

-¿Como va?

Se giró al reconocer la voz. Lee se agachó a su lado mirando serio las marcas.

-Se muestra agresivo ante cualquier intento de acercarnos. ¿Te ha enviado Tsunade?- supo que no mientras hacía la pregunta, miró el rostro magullado de su compañero y recordó cómo lo encontraron desnudo y lleno de heridas- …No deberías estar aquí.

-Esa parece ser la impresión general hoy- apuntó, señalando a los ninjas de la arena, que no lo perdían de vista.

-Deberían meterse en sus asuntos- dijo Kankuro llegando a su lado junto a varios escuadrones que se apostaron como apoyo de los que esperaban. Su llegada puso fin a las miradas y murmuraciones. Generó una red de hilos de chakra cubriendo la periferia e invocó a sus marionetas en los puntos vulnerables.

-Akatsuki esta aquí…- informó alzando el rostro- Han aparecido un par de shinobis muertos en la puerta oeste.

Lee se puso en pie. El exterior de la esfera tembló cuando el moreno avanzó y traspasó la marca que hiciera Naruto antes, para luego mantener su acompasado latido sin otra muestra de cambios.

-No dejéis que nadie se acerque- ordenó. Sacó una radio del bolsillo, comunicándoles el canal que usaría y fijando el micro en su oído- Os mantendré al corriente todo lo que me sea posible.

-¡No iras solo!- protestó Naruto.

-No tienes que hacer esto- concordó Kankuro- Iré yo, es... es mi hermano y mi Kazekage...

Lee miró al marionetista, recordando aquel lejano día que le acompaño en el tejado mientras esperaba, cuando había dicho esas mismas palabras, lo que significaron. Aquella vez había huido cuando debió enfrentar a Gaara y partirle la cara. Tal vez eso le habría dado algún tipo de satisfacción. Sonrió pensando en lo poco que eso importaba ya.

-Lo traeré de vuelta- dijo pasando el límite de seguridad.

Trataron de alcanzarlo, viéndose repelidos apenas dieron un paso. Un muro de arena se alzó interponiéndose, rodeando el límite que el rubio marcara y extendiéndose hasta formar un círculo que mantuvo a todo el mundo alejado. Lee estaba atrapado entre él y la esfera con solo un camino a seguir. Desechó la radio cuando la estática la volvió inutilizable, así como el resto de armas que portaba. No le servirían de nada y no presentaría pelea contra Gaara.

La arena mantuvo su impasibilidad dejando que se acercará, incluso le pareció que cesaba todo movimiento, invitándolo a hacerlo. Descansó la palma contra la superficie de esta, oyendo el susurro que produjo al hacerlo. Parecía darle la bienvenida.

Tal vez estuviera enloqueciendo.

Tomó aire empujando.

La mano desapareció sin encontrar resistencia y dudó. Echó un vistazo a su espalda intentando distinguir a quienes esperaban tras el muro pero le resultó imposible. Sintió el tirón en la mano, la urgencia de la arena, pero fue suave como el de un niño impaciente que reclamaba atención. Volvió a tomar aire y cerró los ojos, dando un paso hacia ella.

-Llévame hasta él


estaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquí...

estaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquí...

estaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquí...

El eco se repetía una y otra vez. Urgente, imperioso, recordándole algo importante. Algo amado. Algo perdido. Pero solo prestaba atención a la arena y la sangre. Siempre en sus manos, en su vida, en su mente. Llenando el vacío dejado por demonio.

Estaba tan cansado.

estaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquí...

estaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquí...

estaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquíestaaquí...


Siempre que se dejaba cubrir por la arena cerraba los ojos, aterrado de que le entrara por ellos.

Era un reflejo irracional, Gaara le aseguraba que tenía un perfecto dominio y no dejaría que pasara, pero aún así él los cerraba. Como ahora. No le preocupaba como respirar, ser empujado entre la densa masa de arena era sofocante y opresivo pero soportable. El aire que le llenaba los pulmones estaba viciado y si continuaba respirándolo mucho tiempo sabía que se desmayaría, pero lo único que le preocupaba era que no le entrara por los ojos. Cuando el empuje cesó y el aire se hizo maravillosamente limpio y puro los abrió.

Mil trescientos ochenta y cuatro.

Veintitrés minutos y cuatro segundos a una velocidad infernal hasta llegar al centro de la esfera… ¿Qué cantidad de arena había sido necesaria para crear un área compacta de ese tamaño? Tuvo que esperar unos segundos a que su vista se acostumbrara a la oscuridad para ver a Gaara. En la pared frente a él lo encontró semienterrado en la arena, con los ojos abiertos, fijos en los suyos.

-¿Gaara…?

No…

No lo miraba a él, no miraba nada. Se aproximó volviendo a llamarlo sin ninguna reacción. Al acercarse la arena siseó envolviéndose en el cuerpo del pelirrojo, cubriéndolo, hasta que solo la mitad de la cara fue visible.

-Gaara estoy aquí…- intentó de nuevo y su voz acalló el sonido de la arena. El rostro volvió a emerger junto a las manos y parte de un brazo, pero volvieron a ocultarse ante un nuevo intento de acercamiento- Soy Lee, Gaara…Lee- dijo.

...

...

Esta vez no lo imaginó. Su nombre rebotó en las paredes, reproduciéndose una y otra vez, deformado hasta que pareció provenir de otra voz. Aumentado en intensidad o bajando, pero nunca muriendo. Creando la impresión de que era la propia arena quien le llamaba.

Los vellos de todo su cuerpo se erizaron y deseó salir de allí. Se tapó los oídos cuando el eco se hizo insoportable y gritó al ver que la arena empezaba a reptar por sus piernas. Saltó alejándose, tropezando en su nerviosismo y cayendo al suelo. Diminutas olas se levantaron a su alrededor y el eco se volvió lastimero y herido por el rechazo. La arena ondulaba por todas partes, deseando acercarse y alejarse al mismo tiempo, inquieta e igual de peligrosa que un animal a punto de atacar…

-Lee…

En medio de la repetición enfermiza de su propio nombre fue capaz de reconocer la ronca voz.

Gaara continuaba con la mirada perdida y desenfocada en la nada, pero le había llamado. Sus labios se movían sin producir apenas sonido, repitiendo su nombre entre otras palabras que no era capaz de distinguir.

Le llamaba…

Una división apareció ante la mano que Lee extendió hacia él y la arena nuevamente lo ocultó. Dejando solo visible el tatuaje y el ojo bajo el mismo.

La arena que es una con Gaara, había dicho en una ocasión y recordó todo lo que había oído, y creía entender, de su relación simbiótica hasta ahora…

La sangre de mis enemigos se mezcla con mi arena sumando su fuerza a ella…

Cuando vine al mundo, acabé con la vida de mi madre en el proceso. Mi padre imbuyó el espíritu de la arena en mí para convertirme en un poderoso ninja. Hizo de mí un monstruo desde el instante en que nací…

La voluntad de su madre quedó en la arena para protegerle. Incluso después de muerta quiso estar ahí para protegerle…

imbuyó el espíritu de la arena en mí…

¿Y si no se había referido solo al Shukaku?

La arena estaba viva. Era parte de Gaara.

Comprendió ese detalle la primera vez que le pidió que le cubriera con ella. El pelirrojo se mostró reticente y molesto con la idea. Hasta ese instante no había advertido que en realidad se trató de miedo. Miedo a que al descubrirlo, sintiera repulsión y huyera.

Sonrió, relajando el cuerpo, dejando que la impresión de tranquilidad fluyera por todo el. Y funcionó. La reverberación bajó de intensidad y la arena se calmó. Abrió la mano, colocándola en el suelo y esperó. Gaara seguía enterrado y no lo veía, pero la arena era una con él y se lo diría. No lo entendió bien entonces, ni siquiera ahora alcanzaba a lograrlo, pero interiormente lo había intuido desde el principio.

La arena que es una con Gaara.

No puedes tener uno sin tener al otro.

-No voy a huir- dijo- Soy Rock Lee…

Varios granos de arena subieron a su palma y la recorrieron. Lee pensó que parecían gotas de agua. Casi con timidez subieron hasta la muñeca y luego bajaron por los dedos, jugando entre ellos, haciéndole cosquillas.

Veintiocho mil setecientos cuarenta y tres segundos más tarde toda la mano estaba cubierta.


-¿Hay algún cambio?

Naruto negó terminando de comer las bolas de arroz que Temari había traído. La rubia miraba la esfera con insistencia, como si la fuerza de su voluntad fuese capaz de lograr que esta se desmoronase, regresándole a su hermano. Cambió el peso de un pie a otro, clavando las uñas en el abanico que no se había molestado en guardar. La espera la exasperaba, estaba ansiosa por algo de acción, igual que el resto.

-Ninguno desde que Lee entrase. No crece ni evidencia otro cambio. Tampoco se muestra violenta si intentamos acercarnos a ella… aunque ha dejado a un par de shinobis que intentaron pasar el muro exterior magullados- Kankuro estaba girado de forma que no vieran el vendaje que asomaba por el cuello de su camisa y el rubio escondió una mano vendada en el bolsillo del pantalón- Después de ese intento no dejamos que nadie más volviera a acercarse.

-Tranquila, Lee lo traerá de vuelta- dijo Tsunade, apoyando una mano en el hombro de la joven.

Neji llegó caminado hasta ellas, negando con la cabeza cuando la rubia Hokage le miró. Le había encargado rodear el perímetro y localizar un punto débil desde el cual ver lo que ocurría en el interior con su Byakugan, pero el centro estaba demasiado lejos para su visión. Ninguno de los intentos por descubrirlo fructificaban. Confiaba en que Akatsuki encontrara las mismas frustraciones e impedimentos.

-¿Cuánto debemos esperar, Oba-chan?

Tsunade contactó con Katsuyu, a la que había ordenado fragmentarse en cientos de diminutas babosas para controlar la villa. Varias de esas partes espiaban a los miembros de Akatsuki que habían localizado. Y que igual que ellos, estudiaban la esfera a la espera de cualquier cambio.

-Esperaremos el tiempo que sea necesario.


Cien mil cuatrocientos setenta y seis segundos después la arena se movía por todo su cuerpo, pero no le cubría como anteriormente la armadura de arena hiciera y Lee empezaba a exasperarse.

El cansancio de los días pasados le pasaba factura y las tripas le sonaban con fuerza por el hambre. La pared en la que se recostaba tronó en algo que sonó como un eructo, dejando caer en sus manos una cantimplora y varias piezas de fruta. Miró asombrado el botín dudando que fuera real. Las notas del eco subieron agudas, urgiéndole a tomarlo.

-Gracias- dijo- Aunque espero que nadie haya sufrido daño para que yo tenga esto- regañó medio en broma, mordiendo la fruta tras frotarla contra su chaleco. Estaba deliciosa, tomo un sorbo para ayudarla a bajar por la reseca garganta. Le supuso un esfuerzo titánico no acabar con toda al ignorar cuanto estarían en esa situación. Quizás necesitara aguantar varios días más. Si solo hubiera una forma de llegar hasta Gaara y que volviera en sí…

Dilo.

¿Por qué no me llamas?

Dí mi nombre.

¿Por qué no me miras?

Acéptame y quédate

Dilo.

Tras guardar el resto de la fruta se descalzó, poniéndose en pie. Notó el murmullo interrogante que se extendió por la estancia cuando las vendas las siguieron y todo quedó en silencio al quitarse el chaleco. Al dejar el mono junto a lo demás el rostro le ardía por la vergüenza. Se tumbó notando la agitación bajo él, haciéndole cosquillas en las palmas de la mano… en todo el cuerpo. Cientos de diminutos dedos presionaron su espalda en un masaje, en una caricia.

-Gaara…- gimió al sentir la arena cubriendo sus piernas y ascender por ellas. Si. Si. Esto era…

Sentía unas manos tocarle los costados... los pezones. Se lamió los labios estirándose, dejando expuestos todos los rincones a la exploración. Su cuerpo ardía bajo el áspero roce, se abandonó a él. Trató de encontrar algo a lo que aferrarse, pero a su alrededor todo se movía intentando alcanzarlo, convirtiéndose en una fina capa que ondulaba bajo sus dedos. Que se apretaba a su sexo. Cuando empezó a masturbarse no supo si fue él o la arena quien guió la mano hasta su polla. Era excitante y aterrador sentirla empujar contra su entrada… ¿Qué haría si esta iba más allá?...

- Gaara...- volvió a llamar al pelirrojo cuando la arena aumentó la velocidad sobre su cuerpo, provocando una deliciosa fricción, que lejos de ser dolorosa le provocaba pasajeros espasmos de placer.

-¿Lee…?

Jadeante abrió los ojos. Gaara se inclinaba sobre él, mirándolo sin comprender lo que veía. Asió el cinturón del pelirrojo, y tiró hasta que estuvo lo suficientemente cerca para poder besarlo.


Recuperó la conciencia con la certeza de que había perdido el control. El sonido de la arena era más fuerte que nunca, lo que explicaría su debilidad. Apenas le quedaba Chakra, se había autoinducido al letargo para recuperarse.

Y por algún motivo que desconocía se encontraba exultante.

Envió sus sentidos a la arena, que lo sobrecargó con imágenes y sensaciones de Lee.

...

Piel caliente moviéndose entre arenas movedizas. Él conocía esa piel, había bebido de ella… Apenas era capaz de sostenerse por su propio pie pero abandonó el abrazo de la arena que lo protegía durante el trance para comprobarlo por si mismo...

-Gaara...

Lo llamaba en medio de su excitación, retorciéndose, a punto de correrse. Lo llamaba a él... de nuevo...

-¿Lee...?

Noto su mirada fija en él antes de verse empujado a sus brazos, sintió sus labios contra los suyos, lamiéndole, invitándole a separarlos y dejarle saborear el interior de su boca. Los ojos negros abiertos fijos en los suyos.

-Lee...- gimió abrazándolo con las pocas fuerzas que le quedaban. Aspiró el aire de su boca al abrirse a su exploración. El beso le mareaba, no tenía fuerzas para corresponder al arrebato del moreno y tuvo que rendirse a su asalto. Avasallado bajo los ardientes labios apenas fue consciente del momento en que Lee se estremeció y se corrió, empujando su erección contra su vientre. La sensación de humedad duró apenas el instante que tardó la arena en cubrirle y absorberla. La armadura tomó su lugar sobre él, gastando el último resto de Chakra que le quedaba. A punto de desmayarse pensó que él no la había llamado. Lee le paso el brazo por los hombros para sostenerlo al verlo sin fuerzas y advirtió sorprendido que la arena cubría al moreno, y lo había hecho todo el tiempo.

Se desmayó con las mejillas salpicadas de lágrimas.


Una brisa empezó a soplar al principio, ninguno de ellos se dio cuenta del cambio. La esfera se desmoronaba.

Ocurrió paulatinamente, unos granos de arena que se llevaba el viento, que cada vez era más fuerte… Una leve imperfección en la superficie perfectamente circular… Hasta que un lateral se desplomó sorprendiendo a los shinobis que vigilaban el área. Akatsuki hizo su tentativa aprovechando la confusión, siendo eficazmente repelidos por las fuerzas combinadas de la alianza. Solo la presencia de los Kages debería haber bastado para persuadirlos, más estando en inferioridad numérica. Fue un hecho afortunado que no sucediera una masacre.

Atendían a los heridos cuando se desató la tormenta. El viento aumentó y la arena se esparció por todo el lugar cegándoles, no de forma violenta, sino simplemente volviendo a su lugar. Naruto aún estaba agitado por la excitación de la pelea cuando distinguió la silueta de dos personas; pero el primero en llegar a ellas fue Maito Gai, que abrazó aliviado a su alumno, ayudándole a cargar con el peso muerto del Kazekage.

Temari llegó entonces tomando el cuerpo inconsciente de Gaara, murmurando palabras de agradecimiento mientras Kankuro maldecía sin dirigirse a nadie en concreto y se frotaba unos ojos inesperadamente llorosos.

-Eh, cejotas, ¿está todo bien?

Sobre el hombro de Gai, cubierto de suciedad, polvo, arena y con los ojos más viejos de lo que le correspondía el moreno estiró el brazo hacia él, presentándole un puño cerrado y una sonrisa. La sonrisa transformó su rostro, el viejo Lee, el que conociera en el examen a chünin, volvía a estar en esa risa, mostrándose abiertamente. Naruto sintió el escozor incomprensible de las lágrimas y deseó preguntarle donde había estado oculto todo ese tiempo.

-Soy duro como una roca.

Tras una sorprendida pausa Naruto chocó los nudillos con él, devolviéndole la sonrisa. Sin duda ese sería el epitafio del moreno.

Guardando la distancia Tsunade y el resto de Kages observaban como el Kazekage era transportado en una camilla. Shizune llegó junto a ella a informarle del examen superficial al que le había sometido.

-Esta inconsciente por la pérdida de chakra, pero no muestra signos de pelea ni violencia.

-¿Y Lee?

-Únicamente los que ya tenía.

Esperó otra pregunta. Cuando esta no llegó se marchó entendiendo que su presencia no era requerida. Los asuntos de Kage debían tratarse internamente.

-¿Qué haremos ahora con Gaara?- preguntó el Raikage.


De un momento a otro despertó. No tuvo el típico momento de confusión o adormecimiento. Abrió los ojos y se sentó, convocando a su calabaza. Apenas se había puesto en pie cuando el resto de Kages entraron. No le pasó por alto el hecho de que estaban solos. Ningún guardaespaldas ni ayudante los acompañaba. Seguidamente sus hermanos llegaron y se colocaron frente a él, cada uno a un lado.

-¿Cómo de malo ha sido?- preguntó.

-¿Qué recuerdas?

Consideró la respuesta unos segundos. La voz de la arena. Impotencia. Pérdida. Desesperación. Furia. La arena tomando el control y aislándolo de todo. Cansancio. Muerte…

-¿Cuántos muertos?

-Seis anbus, dos miembros del consejo. Quince heridos y varios desaparecidos.

Se pasó la mano por el rostro. Sus cálculos eran erróneos, el número de muertos era mayor, podía sentirlo. Su sangre se mezclaba ahora con la arena de su calabaza, dándole fuerza. Cerró los ojos. Había fallado. Creyó ser capaz de controlarse, ser un buen líder, un hombre honorable que protegía a los suyos. Y una vez más tenía las manos manchadas de sangre.

-Temari y Kankuro serán capaces de llevar el gobierno de la aldea hasta que escojáis un nuevo Kage- los mencionados se miraron sin decir nada.

-¿Porqué habríamos de hacer eso?-cuestionó a Gaara el Raikage- Un Kazekage psicópata es mejor que una aldea sumida en el caos cuando estamos en guerra.

-Podrías ser más diplomático- desaprobó la ninja de la arena.

-No por serlo mis palabras serán menos ciertas.

-¿No habrá represalias?- dijo Gaara

-Si te hace sentir mejor Tsunade estaría encantada de ponerte sobre sus rodillas y darte unos buenos azotes.

La rubia resoplo, pero algo en su mirada convenció a Gaara de que estaría encantada de hacerlo si se presentaba la ocasión.

-He atacado a mis hombres. La aldea…

-¿No has oído los rumores?- Tsunade bebió un sorbo de su copa, mirando por la ventana- La aldea de la arena sufrió un ataque de Akatsuki mientras los kages de las cinco naciones se reunían. El Kazekage descubrió que sus consejeros se habían confabulado con ellos a sus espaldas para derrocarle y hacerse con el poder y tuvo que enfrentarlos. Mostró un portentoso abanico de habilidades en la lucha.

-Nunca había visto nada parecido- concordó el anciano Tsuchikage- Esa técnica nueva fue realmente asombrosa, Gaara. Aunque debemos aconsejarte que no vuelvas a utilizarla en vista del peligro exponencial que supone- Usaban un tono ligero pero sus rostros eran máscaras de gravedad- No me extraña que estés confuso tras esa pérdida de Chakra. Por poco te nos mueres.

-Por poco- coincidió el Mizukage.

-Suerte que Rock Lee estuviera allí.

-Una verdadera suerte.

Gaara tragó saliva.

-¿Lee?

-¿Tampoco recuerdas esa parte? Estabas con él cuando os atacaron. Parece que el complot incluía el asesinato de tu familia- Gaara se envaró, mirando a sus hermanos que parecían confundidos- y tu… amante. Algo lógico ya que su pérdida te desestabilizaría lo suficiente para debilitarte –enunció la explicación lentamente, en un tono ideado para que las palabras no fueran olvidadas. Quiso refutar esa información pero su hermana impidió que hablara poniendo una mano en su hombro. Escucha, ordenó moviendo los labios sin emitir sonido.

-Dijo que los anbus enviados por el consejo habían descubierto una forma de vencer tu control sobre la arena…

-Una lastima que no hayan habido supervivientes, sería interesante descubrir como lograron desarrollar esa técnica.

-¿Ningún superviviente?- dudó Gaara. Entre los retazos de recuerdos que volvían encontró las caras de los consejeros asesinados. Estaba convencido que al menos un par de ellos se habían salvado de su furia.

-Encontramos al resto en la sala del consejo- explicó Tsunade entendiendo su vacilación- Alguien se aseguró de dar una lección con ellos .Estamos buscando a los responsable, pero tal vez nunca sepamos que pasó- su mirada se desvió hacia Kankuro y Temari que mostraban la misma expresión indiferente- Muy conveniente, en realidad. Necesitaras reemplazarlos, por supuesto, pero eso no representa problema alguno. Tienes shinobis competentes y leales.

-Tenemos varias sugerencias para ti, que esperamos consideres seriamente.

Gaara contempló los rostros de los cuatro Kages. Podía ver el razonamiento de esas cuatro grandes mentes. Aceptar los candidatos que les presentaran supondría otorgarles poder sobre su villa. La idea no le hizo gracia, y podía ver por sus poses tensas que a sus hermanos tampoco, pero esperaban su decisión. La elección de un nuevo Kage reavivaría viejas rivalidades entre clanes, que apoyarían a sus propios candidatos. Y una vez elegido el nuevo Kage tendría que trabajar para ganarse la lealtad de los clanes vencidos. Como bien habían dicho un psicópata era mejor que el desorden que provocaría una elección, sobre todo si este era controlado y supervisado. Era un paso atrás en la recuperación de su aldea, en la superación de su propio pasado. Pero eso era ser humano, equivocarse, sufrir y seguir adelante.

-¿Existe algún otro tipo de rumor?

-Bueno se comenta que no es buena idea meterse con el Kazekage, pero ese ya existía mucho antes. Y es más un hecho.

-¿Dónde esta Lee...?

-Se esta recuperando de las heridas del ataque. Solo ha comentado que estabas atrapado en una especia de trampa de arena dentro de esa esfera y sacarte fue fácil… ¿quieres añadir algo más?- Una bola de calor se instaló en su vientre. Lee no había revelado sus secretos, a pesar de todo. Negó deseando poder compensarle por ello. Por todo- Déjame decirte que tu aldea ha adquirido una enorme deuda de gratitud con ese shinobi, Gaara. ¿Continuaras con esa absurda idea de mantenerlo bajo custodia?

Gaara miró a Tsunade, que permanecía con la vista fija en la ventana, en el edificio cercano. El edifico donde Lee le había esperado y observado. Kankuro dejó de hablarle durante semanas y aún a día de hoy veía reproche y remordimientos en su mirada en algunas ocasiones. Había cometido tantos errores.

Déjale marchar.

-Es libre de marcharse si así lo desea.


Despertó pensando que aún permanecía encerrado en la habitación, que el ataque de los anbus y la reclusión de Gaara en su cárcel de arena había sido un sueño. Entonces el viento zarandeó las paredes de tela de su tienda y la oscuridad se aclaró. A los pies de su catre Gaara miraba fijamente la mochila, preparada para el regreso a casa. Nervioso abandonó la cama de un salto, incapaz de permanecer en ella con él presente.

En su vida Lee nunca había sido vengativo o resentido, algunos compañeros malintencionados solían decir que era demasiado estúpido para guardar rencor. Cuando perdía en un entrenamiento se levantaba con una sonrisa para felicitar al ganador antes de empezar a entrenar y repasar que había hecho mal. Pero lo que había pasado en esa habitación estaba demasiado presente.

Demasiados recuerdos para los que no estaba preparado.

Por primera vez en su bizarra relación no tenía a un desconocido frente a él. Ahora entendía las señales. La egoísta necesidad que deseó, pero jamás imaginó, que Gaara sintiera. Pero era tarde.

Se encontró sin saber que decirle.

Las palabras estaban atascadas en su garganta. Palabras de consuelo, de perdón, tan fáciles de pronunciar siempre, ahora se negaban a salir. No podía decirle que todo estaba bien… fingir que podía olvidar los días pasados. Ni podía, ni quería. Ya no era ese joven ingenuo que creía que el esfuerzo podía ayudarle a solventar todos sus problemas. Y la paciencia se le había agotado.

Se sentiría enfadado si no se sintiera tan impotente y dividido. Era muy egoísta por parte de Gaara buscarle, como también era egoísta su necesidad de alejarse de él.

-Te necesito.

Lee cerró los ojos. Él también lo necesitaba, tanto que antepuso esa necesidad a la razón. Pero los errores se cometen para hacernos más sabios. Lo había amado tanto que cuando vio la oportunidad de tenerlo no pensó en las consecuencias. Gaara se lo había advertido, todos lo habían hecho, esa relación nunca llevaría a ninguna parte. Gaara no sería nunca la persona que merecía…

¿Pero entonces quién lo era? Todo su ser se había rebelado. Se esforzó e inició una relación con él en contra de lo que le decía el sentido común. Y se equivocó. Pero a pesar de sus intentos aún ahora vibraba con la cercanía de Gaara, con su callada presencia.

Tal vez estuviera loco, si no podía fiarse de lo que le decía su instinto, ¿entonces de que hacerlo?

-Mañana me marcharé con mi equipo.

Le sorprendió que su voz sonara firme. Gaara dio un paso, acortando la distancia que los separaba, provocando una sensación de claustrofobia en el moreno. Sus labios se curvaron en un amago de sonrisa, y Lee vio, algo que nunca creyó posible, cuando la ternura transformó sus rasgos; el hombre que hubiera sido Gaara si Shukaku nunca hubiese existido.

-Solo quería pasar estas últimas horas contigo.

Tragó el nudo de su garganta cuando nuevamente no encontró que decir, de modo que se sentó en la cama y escuchó como Gaara rompía el incómodo silencio con un informe de lo que pasó en la ultima reunión de Kages. Tras un inicio titubeante charlaron con una confianza que resultaba extrañamente cómoda, como si las amenazas de muerte y el encierro de los días anteriores les hubieran sucedido a otras personas.

La confianza de los viejos amantes.

Aún así ninguno de los dos era lo bastante iluso para pensar que aquello significaría una reconciliación. Cuando el cansancio venció a Lee se acomodó en el estrecho catre, y no vio motivo para impedir que Gaara lo acompañara, tumbándose a su lado. Esa noche no hubo promesas de amor, explicaciones o reproches. Lee habría tomado cualquier intento como un insulto y Gaara... Gaara no sabía expresar lo que sentía. En algún momento antes de dormirse Lee lloró un poco, pegando el pecho contra la espalda de Gaara.

El pelirrojo tuvo que contenerse para no besarle y rogarle que no le dejara. Sostuvo la mano con que Lee abrazaba su cintura hasta que este se durmió y saboreó la intimidad del momento. Una vez compartirla había sido normal en su relación, ahora… era el último regalo que Lee le hacía. En su mente el susurro de la arena había callado, intuyendo quizás la importancia de esa confianza. Sentía el dolor de la pérdida, ya no como una dolorosa punzada, sino con el agridulce sabor de la nostalgia. Poco a poco él también se relajó. La tensión que últimamente sentía cedió, se redujo y desapareció por completo.

Por primera vez en su vida durmió y soñó con días felices, como nunca lo había hecho.


Epílogo…

La partida del equipo de Maito Gai fue rápida y discreta. La aldea de Suna estaba sumida en la reconstrucción y el lamento por la pérdida de los compañeros caídos, y nadie presto atención a los cuatro shinobis que se marcharon al amanecer, acompañados por una escolta.

El tiempo se mantuvo inestable hasta que cruzaron la cordillera que delimitaba con el país vecino. Kankuro solo pudo respirar aliviado cuando la silueta de Lee desapareció en el horizonte. A su regreso acudió inmediatamente al lado de su hermano, encontrándolo en su despacho, vigilado por varios guardaespaldas de los distintos Kages. Parecía sereno y tranquilo, pero con Gaara nunca se podía estar seguro.

-Han cruzado la frontera- informó. Esperó que dijera algo, pero el tiempo pasó y el pelirrojo siguió callado.

Vio como extendió una mano, reuniendo arena de su alrededor, hasta formar una figura en ella. Una copia perfecta de Lee apareció en su palma, en pose de saludo, con un brazo a la espalda y el otro dirigido hacía un invisible atacante. Solo faltaba el verde en su mono, porque podía jurar que el diminuto pecho de la réplica se movía como si respirara.

Olvidando la presencia de su hermano Gaara contemplaba su creación encerrado en sí mismo.

¿Qué hicimos mal?

Gaara no supo como responder a esa pregunta. Shukaku, a pesar de su naturaleza demoníaca, tal vez lo entendería. El demonio comprendía los sentimientos que movían a los seres humanos, porque el también los sentía, aunque deformados por el odio. Pero la arena era fría y no tenía sentimiento alguno…

¿Volverá?

Si, respondió convencido, sí, Lee regresaría.

¿Volverá a ser nuestro?, insistió.

Gaara recordó esa madrugada, cuando despertó y encontró al moreno abandonando la tienda en silencio. Antes de salir se había detenido, y a pesar de todo lo que hizo, le había mirado con afecto y respeto.

Había tratado de matarlo. Casi acaba con su sueño de ser ninja. Abusó de él. Y cada vez Lee se levantó, se sacudió la arena de encima y siguió adelante sin guardarle resentimiento, volviéndose más fuerte. No se conformó con dañarle física, sino también emocionalmente, y no era hasta ahora que reconocía su culpa.

Pero Lee no le culpaba, y ahora comprendía que esa era la fortaleza del moreno. Lee siempre avanzaba. No dejaba que su vida se interrumpiera por una venganza, una guerra, la obsesión de traer de regreso a un compañero o un corazón roto.

Kankuro observaba fascinado el desfile de emociones crudas que asomaban al rostro normalmente impasible de su hermano, se aclaró la garganta antes de hablar.

- Gaara, antes de partir Lee me dijo…

- No – ordenó

-Pero Gaara…

Un trueno retumbó en el exterior, y el sonido de la lluvia atrajo su atención. Solo en raras ocasiones llovía en el desierto, y cada una de ellas se consideraba un presagio de buena fortuna y un milagro. Las calles se llenaron en los escasos diez minutos que estuvo cayendo la ligera llovizna. Observando los maravillados ojos de sus aldeanos Gaara volvió la vista hacia el túmulo que habían erigido en memoria de los caídos. La vida seguía adelante, constató maravillado, los muertos se enterraban y se lloraban, pero la vida continuaba sin ellos. De algún lugar le llego el eco de risas y el ajetreo de la reconstrucción, medio escondidos tras unos escombros una pareja compartía íntimos momentos. La vida seguía y los vivos se enfrentaban a ella.

-No importa que dijera- murmuró Gaara- le traeremos de vuelta.

Tras la lluvia el sol volvió a brillar con más fuerza, llenando de sombras el despacho. Quizás fue un efecto óptico, pero Kankuro casi podía jurar que la réplica en manos de Gaara esbozó una sonrisa, tal como haría el Lee verdadero, aceptando el desafío.

Fin.