Aclaraciones del capitulo:

Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenece, pero que buenos ratos con ellos jejeje.

Advertencia: La vida es como una caja de bombones. Nunca sabes que te va a tocar. NON-CON, un poco, no mucho, pero en advertencias no viene la posibilidad y al menos aviso por aquí. Si alguien más se lee estas cosas.

Empecé esta historia poco después de escribir Defensa perfecta, hará como dos años y siete meses. Uff. Me encanta Defensa perfecta, fue un "parto" fácil XD. Me vino la idea y salió sola en una tarde (dos para pasarla a limpio), creo que es lo que más me ha gustado de todo lo que he escrito. Aún no me convence hacer una segunda parte, pero bueno… me gustan los finales felices. Solo que me cuesta llegar a ellos.

Cuando la escribí la "guerra" aún no había empezado en el manga y apenas habíamos vislumbrado a un par de Kages. En un principio pensé en una historia larga de capítulos cortos, y mira como ha terminado. El final… bueno, ya lo veras si llegas hasta el.

Espero que no te aburra mucho el camino.


Desierto

Por A_Nonima

Gai fue a buscar a su discípulo favorito tras días sin noticias de él, encontrando una persona muy distinta de la que había visto partir. Desde entonces había permanecido a su lado. Contrariamente a su conducta natural no intentó darle ánimos ni imponerle ningún desafío. Simplemente se sentó al lado de su cama y esperó en silencio.

Un día tras otro. Hasta que Lee reparó en él.

Lee observó al hombre que había sido fuente de inspiración toda su vida.

Su maestro, su guía. Su amigo.

No importaba lo que opinara el resto del mundo sobre su forma de entrenar o de vivir. Nadie le había amado tanto como él. Y nunca nadie se había preocupado tanto por él. Se dio cuenta que quería… necesitaba… ser como ese hombre. Que estuviera orgulloso de él.

Se limpió las lágrimas de la cara con la manga de su, sucio y arrugado, uniforme verde y se levantó de la cama para ir al baño. Al pasar junto a una ventana miró al exterior. Ya no llovía, fuera los niños jugaban y los adultos caminaban ocupados en sus quehaceres. El sol brillaba alto en el cielo y todo estaba en orden. A pesar de todo el dolor que cargaba en su corazón, fuera la vida continuaba sin ser consciente de su pena. El mundo seguía, la primavera de su juventud había acabado, pero la vida seguía su rumbo. No se detendría por un corazón roto. Las risas, la diversión y la alegría no habían desaparecido.

-Estoy listo para la misión, maestro- sonrió, hablando con una voz ronca y extraña tras días sin utilizarla- ¡Si llego tarde recorreré todo el camino sobre mis manos!- Cuadró los hombros notando el calor del sol en la piel, lo agradable que era. Sin amor solo le quedaba el orgullo, su misión y su fuerza. Se ducharía, se vestiría y comería. Vería a sus amigos e iría de misiones. Sonreiría para no preocuparles.

Sufría, sí. Pero no era la primera vez, y bien sabía que no sería la última. Sólo era otra prueba a superar.


Mucho tiempo después…

Una extensión de terreno, árido y desértico, se abría camino allá donde abarcaba su vista.

Hizo sombra con una mano tratando de ver lo más lejos posible, atento ante la más mínima señal de amenaza. El desierto podía ser traicionero, y él había aprendido mejor que nadie a no confiar en nada que encontrara en él. A lo lejos sólo veía dunas de arena, todas idénticas, el único indicio de vida eran escorpiones en busca de una presa.

Suspiró colocándose el pañuelo que lo protegía del sol abrasador y dejó a su equipo una señal avisando que la zona era segura antes de continuar.

Dios, ¡cómo aborrecía los desiertos!…

La planicie empezó a hacerse más escarpada, formaciones rocosas salpicaron el paisaje indicándole que había llegado. Percibió movimiento por el rabillo del ojo y aminoró su marcha, dejando en claro que sus intenciones no eran hostiles. Cuando un par de las presencias se hicieron visibles se detuvo a la espera.

- Estás entrando en territorio de la Arena - habló uno de ellos- Los extraños no son bien recibidos.

Qué hospitalarios. Por lo visto, las cosas no cambiaban con el tiempo.

- ¿Acaso la Arena no reconoce a sus aliados?

A sus flancos se dejaron ver varias figuras, e intuía que un número mayor se apostaba oculto a sus sentidos. Habían aumentado el número de shinobis que vigilaban la frontera, lo que sólo podía significar una cosa.

Guerra.

- Identifícate- ordenó la voz de un ninja de pelo canoso y rostro curtido por el sol.

Llevó la mano a uno de los bolsillos de su chaleco muy lentamente. Las armas de los chünin brillaron bajo el sol del desierto, esperando una señal de su líder. Abrió el bolsillo evitando movimientos bruscos y sacó su identificación, lanzándosela al ninja más cercano.

- Rock Lee…- leyó éste causando una pequeña conmoción a sus espaldas. Un murmullo se alzó entre las filas de los Chünin de la Arena, un par de los más jóvenes incluso estiraron el cuello tratando de ver el rostro del recién llegado. Ajeno a la reacción, Lee procedió a quitarse el pañuelo que le tapaba rostro y hombros, mostrando un enmarañado pelo negro con corte de tazón y unas enormes cejas.

-¡Cejotas!

Formó una sonrisa al ver a Naruto aparecer y saltar a su lado desde su escondrijo, tomando la mano que le ofrecía en saludo. Tras él apareció Kankuro, y si bien su sonrisa desapareció, respondió educado su saludo.

- Mi equipo viene varias leguas detrás- les explicó antes que Naruto los ahogara con cientos de preguntas-. Maito Gai y Ten-Ten resultaron heridos en una emboscada cuando partíamos del país de la Niebla, me adelanté por si nos hubieran preparado más trampas.

- Enviaré a varios de mis hombres para que los escolten hasta aquí- ofreció el marionetista, haciendo una seña a los shinobis, que partieron raudos.

Lee inclinó la cabeza en gesto de gratitud, relajándose por primera vez en varias semanas, desde que iniciaron su misión. Apuró agradecido la mitad de la cantimplora que Naruto le ofreció y vertió el resto del agua sobre su cabeza, aliviando el calor y lavando parte del polvo acumulado durante el viaje con ella.

- ¿Qué haces aquí Naruto?- preguntó pasando los dedos por el revuelto cabello.

- Escolto a Oba-chan, ella y el consejo se han reunido con los demás Kages para discutir la situación.

- La guerra es inminente pues- afirmó mirando al rubio. Por primera vez se dio cuenta de las líneas de tensión ocultas bajo su expresión despreocupada. Por unos momentos no aparentó el Naruto de siempre, sino alguien más mayor… consumido y macilento. La sonrisa del rubio se agrandó borrando el angustiante descubrimiento.

- Eso parece…

- Será mejor que partamos hacia Suna- intervino Kankuro, que hasta entonces había permanecido en un segundo plano observando la interacción entre ambos amigos- Querrán que les expliques la situación, saber qué ha pasado…

Lee asintió poniéndose en pie, adelantándole. Conocía el camino de sobra.

- …y Gaara querrá verte.

Gaara…

Finalmente tendría que enfrentarlo. Apretó los puños mirando al frente.

Realmente aborrecía el lugar.


Desierto

Por A_nonima

Nada más llegar le condujeron hasta la sala donde los Kages estaban reunidos, y se vio obligado a narrar una y otra vez los pormenores de su misión y contestar las mismas preguntas. Mantenía la vista al frente, negándose a mirar a nadie que no fuera Tsunade.

Cuando parecieron satisfechos con sus explicaciones lo dejaron marchar, ordenándole estar preparado para volver a ser convocado en cuanto el resto de su equipo llegara. Tras una inclinación se marchó de la sala. En el pasillo frente a él, de otra puerta situada varios metros a su derecha, el Kazekage de la Arena apareció al mismo tiempo.

Aún dolía verle.

Parecía haber pasado una vida desde que viniera a visitarlo y encontrara a su amante con otra persona, y mucho tiempo más desde que se marchara al extremo más alejado del mundo en un intento de olvidarle.

- Lee- pronunció su nombre, tras esos años, la misma voz profunda y cavernosa que él una vez había venerado.

- ¿Si, Kazekage-sama?- preguntó respetuoso, mirando un punto en la pared sobre el hombro del pelirrojo.

- Quisiera hablar contigo.

- ¿Tiene alguna duda respecto a mi informe?

- Lee…

- Porque eso es lo único de lo que se me ocurre que podríamos hablar, Kazekage-sama.

De la puerta que había salido Gaara surgió Baki, quien tras una breve vacilación al verlos a ambos parados en mitad del pasillo, se dirigió al pelirrojo avisándole que los demás Kages requerían su presencia. Aprovechando la interrupción Lee se marchó.

La calabaza vibró a espaldas de Gaara al verlo partir, la arena removiéndose inquieta en su interior.

Lo percibía, ella también reaccionaba a la presencia del moreno. Ella también recordaba.

En las calles de Suna las madres llamaron a sus hijos para que regresaran a sus hogares. Una tormenta empezaba a formarse.


El agua de la ducha caía directamente en su cuello y hombros, llevándose parte de la tensión que se había formado en ellos. Gimió apoyando las manos en los azulejos de la pared y levantó la cara para que cayera sobre ésta. Después de un par de minutos inmóvil cerró el grifo y salió.

Desnudo caminó por la habitación hasta el ventanal, pero ante el mal tiempo decidió no abrirlo. Cerró la contraventana y se cubrió con una toalla, sentándose en la cama para coger una muda limpia. Metió la mano en la mochila y una fracción de segundo más tarde giraba sobre sí mismo y lanzaba un Kunai hacia el techo.

Acertó de lleno en el ojo que le espiaba.

Con otra arma a mano vio como se deshacía y la arena que lo formaba caía al suelo y huía por el mínimo resquicio entre la puerta y este.

Maldita arena.


Al ser descubierto deshizo el sello y llamó de regreso a su arena. Temari le codeó disimuladamente devolviendo su atención a la reunión, pero su cabeza estaba demasiado llena de pensamientos del moreno como para centrarse en otra cosa.

Oía las noticias de las demás aldeas, sabía que el problema de las incursiones en los poblados era preocupante, pero su mente estaba llena de imágenes de Lee.

Del cuerpo desnudo de Lee en la ducha.

La separación le había sentado bien. Muy bien. Más cicatrices recorrían su cuerpo, que seguía siendo alto y desgarbado, pero su rostro había madurado de manera exquisita. Lee nunca sería considerado apuesto por nadie, pero el magnetismo y atractivo que emanaba seguía tentándolo más que cualquier otra cosa. Y los dedos le picaban por la necesidad de hundirlos entre los lacios y suaves cabellos negros.

Seguía siendo su Lee.

Al principio de su separación había tomado amantes sin moderación; amantes más serviciales que el maestro del Taijutsu, cuerpos hermosos y entregados, ávidos por cumplir sus más mínimos deseos, pero ninguno se le podía comparar. Después de un tiempo se dio cuenta de que ningún amante llegaba al vacío en su interior. Más de uno había terminado en el hospital a causa de una reacción instintiva de la arena al percibir su miedo. Sólo Lee era aceptado por esa parte de sí mismo, sólo él colmaba ese anhelo…

Y se le escapó. Él lo dejó escapar.

Pero ahora había vuelto, directo a su aldea, donde su palabra era ley.

Apoyó una mano en la calabaza, que había dejado en el suelo a su diestra, y la acarició como si se tratara de una mascota.

"Pronto" musitó en el silencio de su mente a la arena, que se agitó en respuesta, "Pronto volverá a ser nuestro"


La climatología empeoró los días siguientes.

Era prácticamente imposible caminar por las calles de Suna, algunas casas quedaron enterradas por la arena, y la violencia del viento. Las reuniones de los Kages se sucedían sin descanso, pero tras pasar la novedad de los primeros días el equipo de Maito Gai no volvió a ser requerido en su presencia de nuevo. Se les fue concedido permiso para regresar, pero la terrible violencia de la tormenta les obligó a posponer el viaje. Siendo hombres de acción y, estando acostumbrados a los verdes follajes de los bosques y a no permanecer mucho tiempo en el mismo lugar, el obligado auto-encierro volvió a los ninjas de Konoha algo irascibles. Naruto era quien peor lo llevaba, paseándose arriba y abajo y revolviéndose como un animal enjaulado.

- Kankuro dice que el mal tiempo no es normal en esta época del año- le comentó el rubio a Lee tomando un sorbo de su refresco. Le habían prohibido terminantemente tomar algo más fuerte; si existía algo peor que un Naruto irritante e impertinente era un Naruto irritante, impertinente y borracho.

- No pasaba desde que… ya sabes, sellaron al Shukaku…-continuó cuidadoso.

Por respuesta Lee asintió sin variar su expresión y prosiguió a comentarle el estado de salud de Ten-Ten. Unas fiebres apenas recuperada de sus heridas la tenían postrada en la cama y el resto del equipo se turnaba para cuidarla.

Esa actitud desconcertaba a Naruto

No la enfermedad de su amiga, ni el cariño, fruto de una larga convivencia, que sus compañeros mostraban por ella, sino el hecho de que Lee no pareciera afectado. Los primeros días todos habían cerrado filas a su alrededor, evitando mencionar al Kazekage de la Arena, e incluso, negándose a permitir que cualquier habitante de la aldea tuviera contacto con él. Pero Lee no tuvo problema alguno en saludar a conocidos de la época en que prácticamente vivía allí. E incluso permanecía serio y tranquilo en los, cualquier ninja de la Hoja lo podía jurar, terriblemente tensos minutos en que Gaara aparecía y trataba de forzar una conversación con el moreno.

Lee actuaba como siempre, educado y respetuoso con todo el mundo. Con su sensei y el Hyüga afloraba su natural personalidad excéntrica. A su lado reía abiertamente y durante sus entrenamientos no era raro verle adoptar sus típicas poses de desafío.

Lo único comparable a la tranquilidad del maestro del Taijutsu era la cada vez más evidente furia de Gaara.

Por mucho que se esforzase, el moreno rehuía todos sus intentos de acercamiento. Con el resto del mundo actuaba normalmente. Incluso se podía apreciar que, lentamente, recuperaba el trato cordial con Kankuro y aceptaba su compañía.

Siempre que éste no mencionara a su hermano.

Neji se sentó con ellos tras pasar la tarde acompañando a Ten-Ten, inclinándose en un momento de la conversación hacia su compañero para hablarle en susurros. Lee rió cansado, negando con la cabeza, y se levantó a buscar una bebida.

Naruto lo observó caminar hacia la barra con el entrecejo fruncido. Sus tripas se removían inquietas provocándole ansiedad, de modo que dejó a un lado el plato de ramen que devoraba dispuesto a entablar conversación con el Hyüga. Las palabras se le atascaron en la garganta al notar la fría mirada que éste le dirigía.

En el exterior el viento rugió con más fuerza acallando las conversaciones. Los ninjas allí reunidos alzaron la vista al techo sintiéndolo temblar a causa de la furia desatada. En cambio Naruto giró instintivamente siguiendo la mirada del Hyüga, que no estaba centrada en él como creyera, alcanzando a ver la espalda de Gaara marchándose.

Un escalofrío le recorrió, sus tripas gruñendo nuevamente.

Únicamente cuando el ruido de las charlas volvió y vio a Lee sentado nuevamente frente a él, junto a Neji, éste último apoyando el brazo despreocupado en el respaldo del asiento de su compañero, comprendió que lo que creía eran sus tripas era en realidad el Kyuubi aullando enfebrecido.

Coreando la tormenta.

Y supo que lo peor estaba por llegar.


Hacía tiempo que algo andaba mal en Gaara.

Las ojeras pronunciadas de su rostro hablaban del regreso de las largas noches de insomnio, en ocasiones a su mirada regresaba el matiz psicótico y desesperado de su adolescencia y continuamente se evadía, observando la lejanía durante horas. Se sumía en silencios introspectivos y solamente salía de ellos por temas relacionados con su deber como Kazekage.

Hasta que Rock Lee regresó.

Sus hermanos notaron el cambio enseguida, comprendiendo el motivo. Si bien se alegraron al ver que su hermano parecía más atento y alerta, internamente rezaron por la pronta marcha del moreno al ver que también regresaba la antigua rabia asesina.

Pero la tormenta se desató y se prolongó por semanas impidiendo su partida. Los más ancianos volvieron sus miradas hacia el Kazekage, estudiándolo silenciosos. Conforme ésta crecía en intensidad y violencia las miradas se convirtieron en susurros y éstos en murmullos. No podían evitar comparar el aumento de la violencia de la misma con el progresivo enojo de Gaara. Y paulatinamente la población llegó al mismo razonamiento.

El consejo se reunió a sus espaldas para debatir el inconveniente que representaba el Kazekage para la actual situación, previa a la guerra.

Por otro lado, la lealtad de los shinobis quedó patente cuando organizaron su propia reunión clandestina, acordando hacer todo lo que estuviera en su mano para asegurar la existencia pacifica por la que tanto habían trabajado. Durante años habían tratado a Gaara como un monstruo para que al final éste acabara redimiéndose y se transformara en el mejor Kazekage que habían tenido en generaciones. Su actual inestabilidad era un peligro para la aldea, sí, pero era su deber velar como mejor pudieran por su felicidad y equilibrio mental de la misma manera que cuidaban su integridad física.

Sólo había que asegurar el problema y resolverlo. Y el problema era Rock Lee.

De modo que ambos grupos encararon la tarea de resolver el problema.

Cada uno a su manera.


Encerrado en su despacho tras la última reunión de Kages Garra rumiaba su amargura como si fuera bilis.

Lee se negaba a hablar con él…

A sus espaldas las ventanas retumbaron cuando una ola de arena golpeó el edificio.

Su habitación estaba sellada contra su tercer ojo como si él fuera un maldito acosador…

El viento rugió con más fuerza haciendo vibrar los cristales de toda la aldea.

Sus consejeros y shinobis se reunían para confabular a sus espaldas…

Los dedos crispados en los reposabrazos astillaron la madera.

Así no conseguiría nada…

Tomó su calabaza, cargándola a la espalda, y se encaminó en busca del moreno dispuesto a ignorar cualquier intento del otro por evitar un enfrentamiento. Había tratado de darle tiempo para que lo reconsiderara, postergando su encuentro indefinidamente. Se negaba a dejar las cosas como estaban.

Se encaminó en su busca. Le vio sentado en una mesa, comiendo con Naruto y su compañero de equipo. Vio como el Hyüga se inclinaba y le hablaba al oído, vio como Lee sonreía, pero eso no fue lo único que vio. Entre líneas estaba implícita la intimidad…

Finalmente, la rabia se antepuso a la sensatez.


Estaba solo en el amplio salón habilitado para los entrenamientos. Parado en mitad de la sala con el torso descubierto y lleno de sudor, respirando suavemente con los ojos cerrados. Extendió los brazos frente a él, girando la cintura y abriendo las piernas muy lentamente.

Empezó a dar vueltas dibujando formas con las manos, moviéndose al compás de un ritmo que sólo él podía escuchar. Lento, muy lento. Giro, patada, voltereta, salto…

Inspira.

Una patada de revés girado, caída hacia delante amortiguada, media vuelta en el suelo y defensa con los pies. Kunais y armas hicieron aparición. Los combos se sucedían sin descanso uno tras otro ganando velocidad, pronto fue un borrón verde y negro luchando contra un enemigo imaginario.

O no.

Maldito Gaara, maldita misión, maldita arena.

Maldito Neji.

Ya le había advertido que no tonteara en Suna, la ciudad tenía ojos y oídos por todas partes y no quería que su relación fuera tema de chismorreo. Menos cuando ésta se había limitado a un par de encuentros esporádicos y un ofrecimiento de mutuo desahogo.

Tras el último salto aterrizó en el mismo punto donde iniciaba sus ejercicios, dando por terminado el entrenamiento tras realizar una tabla de relajación.

Se acercó a la ventana rezando por que la tormenta amainase lo más pronto posible, pero parecía aún mas violenta que el día anterior. Sintió un escalofrío al ver como de repente la arena se acumulaba en la ventana por donde él miraba. Cerró los postigos y tras recoger su toalla y el resto de su equipo se marchó a su habitación sintiéndose vigilado todo el camino. Ya se había acostumbrado a ello, por muchas veces que descubriese al ojo espía de Gaara este siempre volvía con más. Intentó hablar con la Hokage, pero Tsunade a lo único que accedió fue a colocar una trampa de chakra en su habitación que impidiese que Gaara violase su intimidad. Fuera de ella, no podía sino soportarlo.

Tiró la toalla a la cama y fue a abrir el armario para coger una muda limpia encontrándolo todo cubierto de arena. No importaba que todos los días asegurase las ventanas y limpiase, la maldita siempre encontraba un resquicio por donde entrar.

Ya le parecía tan normal que hasta que no la vio moverse no reparó en su error.

Los muebles empezaron a deshacerse, desbordando cascadas de arena que caían por las paredes y el techo, dejando el cuarto a oscuras. Saltó a tiempo de evitar que su pierna fuera aferrada pero estaba por todas partes, inundándolo todo. Usando sus armas se abrió paso hasta la puerta atacando las extremidades que se formaban y trataban de sujetarlo, arrastrándose entre la marea de arena que parecía querer consumirlo. En un espacio tan pequeño no tenía libertad de movimiento, viéndose obligado a moverse a ciegas, por la oscuridad y los granos que saltaban a su cara.

Debía huir… y pronto.

El pomo desapareció entre sus manos, por mucho que trató no fue capaz de aferrar nada cuando hundió los brazos en una cascada de arena y esta le capturó. Estaba atrapado. Se sintió lanzado hacia la cama, la arena cubriendo su cuerpo, casi impidiéndole respirar.

Se reprendió mentalmente tosiendo y escupiendo arena, forcejeando desesperado para liberarse de ella. En el fondo no podía mostrarse sorprendido, esperaba este momento desde que puso los pies en Suna.

En una de las paredes se dibujó un arco que separó la arena que continuaba cayendo. Abriéndose paso entre el árido elemento emergió Gaara.


- ¡Está cometiendo una agresión Kazekage! – espetó al pelirrojo en cuanto hizo aparición. Trató de mantener un tono normal, de serenarse y no perder la calma para poder razonar con él y que todo se solucionara rápidamente- Si me deja marchar no informaré a Tsunade.

- Quiero hablar contigo.

-¡Suélteme!

-¡NO!

El pelirrojo se situó a los pies de la cama, recorriendo con los ojos el cuerpo tendido en ella. Una perturbadora sonrisa adornó sus labios al ver como su arena lo abrazaba como tantas veces hiciera en el pasado. Tal como debía ser. Fascinado con la imagen largo tiempo esperada subió a la cama, la arena apartándose allá donde sus manos le tocaban.

- ¿Qué está haciendo?- la voz de Lee sonó aguda por el pánico. Esto no podía estar pasándole…

Apoyó la cabeza en el estomago del moreno, oyendo los latidos desbocados de su corazón. Sintió deseos de enroscarse a su costado y dormir junto a él, abrigado por la paz que siempre le transmitía. El suave siseo de la arena le adormilaba, como si cantara una canción de cuna. Había tanto que quería hacer, decirle, y todo al mismo tiempo.

- Te he echado tanto de menos- musitó subiéndose a sus caderas. Delineó las cejas que tanto le gustaban con las yemas de los dedos, el contorno del rostro, las mejillas, los labios. Finalmente volvía a tenerle…

El miedo de Lee dio paso a la rabia. ¿Cómo se atrevía a tocarle?

- Está cometiendo una agresión Kazekage - repitió Lee con un gruñido. Pero el pelirrojo lo ignoró, atrapado en el movimiento de la tentadora boca- No te atrevas- le advirtió al adivinar sus intenciones. No pudo girar la cabeza y evitar el beso, pero mantuvo la boca cerrada tercamente, tragándose la ira ante la impotencia. Gaara le besó con suavidad al principio, repitiendo el recorrido anterior pero con los labios, le cubrió de besos tal como cientos de veces había hecho el moreno con él. Ahogado por la añoranza gimió dulcemente hundiendo una mano entre los sedosos cabellos. En su mente Lee aceptaba todos y cada uno de sus gestos con amor, no estaba sujeto por la arena y ardía de pasión y deseo por él.

- Lee… Lee… Lee…- susurró intercalando besos sobre los labios cerrados. En verdad lo había extrañado tanto… seguía siendo el único capaz de hacerle sentir. Al tratar de profundizar el beso topó con una firme oposición. Lee ni siquiera le miraba, permanecía con los labios apretados y la vista fija en el techo, como si lo que sucedía entre ellos no fuera con él. ¿Dónde estaba el fuego y el entusiasmo del moreno? No entendía porqué en su mirada había tanta apatía…

Le dolían sus rechazos y que le tratara tan fríamente. Si estuviera enfadado o le recriminase por lo menos tendría algo a que agarrarse, algo para saber que seguía siendo importante para él. Pero la educada indiferencia dolía.

- Por favor Kazekage, suélteme…

Escondió el rostro en el cuello del moreno fingiendo no haberle escuchado, aspirando el aroma que desprendía tras el intenso ejercicio. El olor del sudor de Lee estaba asociado siempre a duros e intensos ejercicios…

Oh, si. A Leetodo le gustaba duro e intenso.

- ¿Por qué ya no me llamas Gaara?- preguntó lamiendo las gotas saladas que se acumulaban tras la oreja de Lee. Percibió que el cuerpo bajo él se tensaba y repitió la acción por el simple placer de hacerlo.

-¿Por qué no me hablas? ¿Por qué no me miras?

-Lo hago…- aseguro, añadiendo en un gruñido- apártese.

- No- terco; Gaara se aferró más a él, intentado encontrar consuelo en su calidez ya que en sus palabras no había ninguno- Eres mío.

-No Kazekage, ya no lo soy.

Esas palabras terminaron de romper el precario equilibrio mental de Gaara. El mundo dejo de moverse para él. Los sonidos se detuvieron, el sol dejó de brillar, sólo quedo el susurro de la arena...

-Eres… mío- repitió.


-Te haré daño…

Solía repetirlo a menudo y como siempre él no le dio mayor importancia.

El susurro desapasionado del pelirrojo podría haber atenazado el corazón de hombres más valientes, pero Lee era capaz de percibir la preocupación en los ojos claros. Y quería creer que el amor también.

Mostró esa sonrisa tan suya, confiada y tenaz, reduciendo la distancia que los separaba para besarle. Aún se sorprendía de la suavidad que poseía la pálida piel de Gaara y le maravillaba que el otro le hubiera permitido a él ser quien lo descubriera. Sin romper el beso se dejó caer hacia atrás, arrastrando a Garra consigo hasta que quedó tumbado encima de él.

-No lo harás…- le aseguró sintiendo como la arena bajo él se ablandaba y lo acomodaba. Ese sencillo gesto, un detalle tan simple como que estuviera más cómodo, llenó su alma de dicha. Porque Gaara lo había hecho por él, para él. Suspiró acariciando los cabellos rojizos, que se le antojaron más hermosos que nunca bajo la luz de la luna. Le alegró haber tenido la idea de traerlo ahí, en mitad del desierto, donde imaginó se sentiría relajado y cómodo- Te quiero, y deseo que esto pase.

Durante unos instantes esperó, deseó, que Gaara le contestara que él también lo amaba. Pero era consciente de lo difícil que le resultaba. Antes de que el ambiente cambiara volvió a besarle y acarició la espalda desnuda, que pareció vibrar bajo sus dedos. Sintió la respiración agitada cuando la piel de ambos entró en contacto, el temblor de sus manos al prepararlo y la duda al oír el gemido de dolor.

-No quiero hacerte daño…

Enfocó los ojos nublados por la incomodidad, y pensó que nadie que lo mirase de esa forma podría hacerle sufrir. Guió el miembro del pelirrojo a su interior, las preocupaciones pasando a segundo plano.

No importaba que pasara mañana, más adelante o en un futuro. Gaara que era frío y distante se movía suave y cálido en su interior. Eran inexpertos y el dolor estaba más presente que el placer, pero sus manos le acariciaban con cuidado, bajo él el duro suelo se amoldaba a ambos cuerpos, protector, y aunque no se lo hubiera dicho se sentía amado.

Eso fue entonces.


¿Cuánto tiempo llevaba encerrado en aquella habitación?

En algunos momentos se había dormido, no podían ser más de unas horas, pero la oscuridad absoluta y la falta de sonido del exterior alteraban su percepción. Sentía el rostro húmedo por el sudor y la garganta adolorida. Sintió la arena rodeando su cuerpo, el sonido de succión que emitía Gaara y supo que empezaba de nuevo.

-Lee…

Se arqueó cuando la lengua del pelirrojo siguió el recorrido de las venas de su polla, una y otra vez, esa misma lengua rodeó la cabeza de su miembro lamiéndolo como si fuera un helado, arrancándole gemidos obscenos. Quiso esconder el rostro cuando el sonido de succión regreso con más fuerza, esconder su vergüenza por no poder acallar el tono lascivo de su voz. En su lugar separo más las piernas, moviendo las caderas para hundirse en la calidez de la boca que lo tomaba.

No estaba disfrutando… no podía disfrutarlo…No disfrutaba el áspero roce de la arena en su piel, moviéndose sinuosa, como una caricia al tiempo que lo retenía. Tampoco disfrutaba la tibieza que desprendía la boca que rodeaba su erección.

El sobresalto que lo asaltó no tuvo nada que ver con el placer que sintió por los dedos que se abrieron paso en su interior, haciéndole rozar el orgasmo. Ni la visión fugaz, en la oscuridad, de ojos claros y cabellos llameantes antes que cubrieran su boca. No fue placer lo que sintió cuando el pelirrojo lo besó haciéndole probar su esencia, sus músculos internos no se apretaron deseando absorber esos dedos y llevarlos a su misma alma.

-Lee… Mi Lee…

No era nada de eso. Sólo quería que acabara esa tortura…

-… Basta- suplicó humillado, no por estar siendo violado por Gaara, a pesar de su resentimiento no podía llamar a aquello violación, sino por la traicionera reacción de su cuerpo. Por su debilidad- …Basta ya…

-Solamente mío…

El pelirrojo lo penetró sin miramientos, casi de forma brutal. Como le gustaba a ambos. Apretó los dientes con fuerza para no suplicar por más. Meció las caderas pidiéndole que continuara, restregando las nalgas contra los testículos de Gaara Agradeció estar inmovilizado, de esa forma no podría terminar de humillarse aferrándose a la espalda del pelirrojo para moverse con él. Jadeaba por el esfuerzo cuando Gaara salió completamente para hundirse con más fuerza que antes. Una vez. Y otra. Y otra más.

Más rápido. Más duro.

-Di mi nombre…

Ahogó un gemido cuando Gaara detuvo sus embestidas, permaneciendo en su interior, para estirarse y beber de las mejillas húmedas por las lágrimas. Los suaves dedos del pelirrojo viajaron hasta su entrada, el escalofrío que le provocó casi le hizo terminar. Sintió como le estiraba más, a pesar de creerlo imposible y los dedos se unían al miembro que le invadía.

Joder.

-Llámame…- volvió a exigir con la voz crispada por el esfuerzo de contenerse- di mi nombre…

La arena que reptaba por su cuerpo aflojó la presión en sus muñecas y bajó por su pecho, concentrándose en su entrepierna. Gritó al sentirse masturbado por la arena.

-Dilo, Lee…

Obstinado se mordió los labios, negándose a complacerlo. Uno de los dos acabaría por ceder, pero no sería aún.


-¿Cómo que no puedes llegar su habitación?

Naruto miró al Ninja que Tsunade había enviado a buscar a Lee cuando éste no se presentó a la reunión de la mañana. Era una oportunidad perfecta para que el equipo de Maito Gai partiera y Tsunade iba a informarles acerca de su próxima misión. Lee simplemente no apareció. Las caras de sus amigos mostraban preocupación. El rugido en sus tripas se había acallado hasta un ronroneo pero aún se sentía inquieto. La tormenta también había aflojado su intensidad, pero era una calma siniestra en la que no se percibía ningún ruido.

Reconoció la sensación, era la misma que le provocaban sus encuentros con Sasuke, los instantes previos a la pelea en que solo se miraban uno a otro, esperando ver quien haría el primer movimiento. Era la anticipación.

Algo estaba preparándose.

-El pasillo esta obstruido. No se puede pasar.

-Oba-chan, creo que…

-Calla Naruto. ¿Qué tipo de obstrucción? ¿Una trampa de chakra? ¿Algún jutsu que…?

-Arena- respondió el Ninja- Un muro. Y guardias.

Gai se enderezó convirtiendo las manos en puños apretados, el Byakugan de Neji mostrándose, y en perfecta sincronización ambos se dirigieron hacia la puerta. No llegaron a traspasarla. Temari y Kankuro aparecieron interponiéndose.

-¡Apartad!- exigió el Hyüga.

-Tranquilizaos primero y hablemos.

-¿Cuánto hace que está pasando esto?- preguntó la Hokage dirigiéndose a los hermanos, temiendo lo peor. No habían visto a Lee desde que se marchara a entrenar el día anterior- ¿Lo sabíais?

Un repentino destello de intuición alcanzó a Naruto. Gaara no habría puesto guardias, él confiaba plenamente en su arena para protegerse. Sus hermanos simplemente se aseguraban de que nada le perturbase...

-Si algo le ocurre a uno de mis ninjas por culpa de vuestro loco…

-Cuidado con lo que dice Hokage- intervino un anciano miembro del consejo entrando en el cuarto- No permitiremos, ni siquiera a un aliado, que hable así de nuestro Kage.

-¡Idiotas!- se enfureció la rubia- ¿No habéis notado lo que le pasa a Gaara? ¿Creéis prudente que en su estado mental enfrente a Lee?

-No. Él no le haría daño a Lee -defendió Kankuro a su hermano.

-No volverá a hacérselo querrás decir- dijo Gai a través de sus apretados dientes. Sin poder negarlo Kankuro bajó el rostro al suelo, recordando la expresión perdida de Lee mientras esperaban fuera de la residencia de Garra- No, claro que no. Dejadnos pasar. Dejad que nos lo llevemos y que esto termine.

-No acabará- murmuró Temari- No le dejará ir.

-Eso lo veremos- dijo Naruto antes de que los ninjas de Konoha atacaran.


Un sonido similar a una explosión lejana le despertó.

Abrió los ojos encontrándose libre para sentarse en la cama y trató que sus sentidos se acostumbrasen a la oscuridad. Le tomó unos minutos distinguir el pálido cuerpo desnudo junto a la ventana, mirando la luna que se perfilaba en el cielo. Tantas noches se repetía el mismo sueño; creer despertar y encontrarlo de esa forma, como antaño, que no fue hasta que oyó el siseo de la arena esparcida y reparó en el escozor de su cuerpo que comprendió la realidad.

Unos tentáculos apresaron sus muñecas impidiéndole el movimiento. Gaara se volvió hacia él, tomando un vaso con agua de alguna parte para ofrecérselo. Lee permitió que le ayudara a beber y que le abrazara. No debía perder fuerzas en una lucha inútil.

- Les oigo pelear.

Ante eso el cuerpo de Lee se tensó.

-Ellos quieren llegar a ti y llevarte… pero no les dejarán acercarse.

Como lo conocía supo que hablaba de sus shinobis. En el rostro del pelirrojo se mezclaba la consternación y el asombro, igual que cuando regresó a la vida tras la extracción del bijü para encontrarse con el afecto y respeto de su aldea. Sin duda aún no se acostumbraba al sentimiento.

- Evita esa pelea- pidió el moreno- Habrá heridos, no podemos permitir una disputa entre villas. La guerra…

-No te llevarán.

-Kazekage…

- Dilo. Acéptame y quédate a mí lado y lo evitarás.

La propuesta fue un insulto, una ofensa a su honor y orgullo. A su promesa y su camino como ninja. Verse rebajado al papel de… puta. En ese instante lo odió, y el odio se reflejó en sus ojos. Verlo, la negación, la censura, el rencor, volvió loco a Gaara. Porque era su culpa, lo sabía. Él lo alejó. Lo hirió. Pero no podía perderle… aunque no sabía cómo evitarlo.

Le separó las piernas, excitado ante la primera muestra de sentimiento del moreno hacia él y se introdujo una vez más en la maltratada entrada. Se impulsó en su interior en un obsceno frenesí mientras sus ojos atesoraban la mirada con avidez.

Sentimiento, al fin. Lee era suyo y nadie se lo volvería a quitar.

-No te llevarán…


Karasu, la marioneta de Kankuro atravesó una pared antes de caer como si le hubieran cortado los hilos. A un par de metros de distancia el marionetista perdía la consciencia bajo el ataque de Gai, mientras los clones de Naruto se enfrentaban a los guardias que custodiaban el pasillo lleno de arena y el aire se llenaba del humo de explosiones y destellos de chakra.

- ¡DETENOS!- ordenó Tsunade a sus ninjas. Tras ella el Raikage y la Mizukage observaban atónitos el enfrentamiento entre los shinobis de la arena y de la hoja, ambas partes sin ceder en su empeño.

-Oba-chan no podemos dejar que Lee…

-¡La guerra esta a las puertas de nuestras villas y vosotros iniciáis una estúpida reyerta!

-¡Basta!- ordenó también el anciano del consejo a sus hombres. Los combatientes se observaron con recelo sin bajar las armas. Naruto y sus amigos rodearon a su Hokage exigiendo acudir inmediatamente en ayuda de su amigo. No le pasó por alto a la rubia la concentración con que Neji miraba a través del muro con su Byakugan. La pose rígida y el rencor que exudaba por todos sus poros; y sintió la bilis subir a su garganta.

Si no supusiera un potencial conflicto diplomático estaría intentando atravesar ese muro ella misma.

-¡Dejad de portaos como niños!- gruñó la rubia Hokage ante la actitud de ambos grupos- Solicito una reunión de Kages para un consejo de guerra, inmediatamente. Si el Kazekage no se presenta sus acciones se consideraran como un ataque a mi aldea.

-¡Hokage, debo protestar!- intervino Baki.

-¿Me has oído Gaara?- repitió sin hacerle caso, sabiendo que la información le llegaría al pelirrojo- Si no te presentas y recapacitas determinaremos que tus actos suponen una agresión, serás vetado de la alianza y romperemos todos los pactos con la Arena. Estaréis solos contra Madara y Akatsuki.

-Tsunade- murmuró el viejo Kage, que había acudido ante el alboroto- ¿Consideras prudente organizar un consejo contra Gaara?

-Estamos en tiempos difíciles, no podemos mostrarnos divididos ante el enemigo- se mostró de acuerdo el Raikage- Sabemos que su actitud estos últimos días no ha sido la más sensata, pero no puedes ponernos en peligro a todos porque Gaara haya tenido un calentón y haya decidido tirarse a uno de tus preciosos ninjas. En mi opinión debió hacerlo mucho antes... toda esa frustración acumulada no era buena. Y ese shinobi tuyo, paseándose por sus narices ha puesto en peligro a toda la aldea.

-¡Lee no presenta un peligro para nadie!- chilló Naruto indignado.

-¡Calla Naruto!... El peligro en las actuales circunstancias es el propio Kazekage- suspiró la rubia considerando frustrada sus opciones- Sólo quiero hablar con él antes de que haga algo irreparable- acotó cansada. No podía negar el cariño especial que sentía hacia Lee, de la misma manera que no ocultaba su predilección por Naruto. Ella había operado al moreno cuando Gaara machacó su cuerpo en su primer encuentro. Había visto como Lee luchaba, se recobraba y superaba todas sus expectativas recuperando el completo control de su cuerpo. Había visto también como contribuía a encaminar el camino de la redención de Gaara al perdonarlo de la responsabilidad de sus heridas. Y no había podido hacer nada cuando éste le rompió el corazón y lo destrozó por completo. Maldita fuera si se quedaba cruzada de brazos en esta ocasión.


-...vetado de la alianza y romperemos todos los pactos con la Arena...

La arena le llevó el eco de las palabras de Tsunade. Alzó la cabeza prestando atención, abriendo su mente a lo que ocurría tras el muro que había erigido. Los vio a todos discutir y planear y luego vio el cuerpo de Lee apoyado en su pecho. Sintió el calor de su respiración y el tacto de los suaves cabellos entre los dedos. Buscó su mirada pero estaba oculta tras los párpados. Hubo una vez, tiempo atrás, que solo verse en sus ojos le aportaba tranquilidad.

Se levantó, dejando que la arena acomodara a Lee en la cama, apiñándose a su alrededor. El moreno abrió los ojos, siguiendo su deambular a través del cuarto aunque no hizo intento de liberarse o escapar.

Gaara se inclinó sobre él, dándole un beso. Un beso que el moreno aceptó pero no devolvió.

No podía permitir que su aldea sufriera las consecuencias de sus errores nuevamente. Años atrás se había prometido a sí mismo velar por el bien de todos sus aldeanos, sin importar qué hacer, para ver su dedicación devuelta, como un regalo. Les debía su lealtad. No les dejaría desprotegidos.

Pero tampoco renunciaría a lo que era suyo. Y era tiempo de empezar a dejarlo claro.

Tapó su desnudez y abandonó el cuarto tras una última mirada a la cama. La conexión entre ellos seguía estando ahí, estaba seguro, sólo tenía que encontrarla.

Ocupado en sus tribulaciones no percibió la sombra que se deslizó a su paso, hacia el interior, cuando abrió el camino que le llevó hasta el resto de Kages.


-Estamos aquí porque la Hokage ha solicitado una reunión para un consejo de guerra contra el Kazekage… pongan sus sombreros sobre la mesa…

Todos se despojaron de ellos, depositándolos en la mesa frente a la que se congregaban. Cada uno acompañado por dos shinobis; más como protocolo que a causa de un peligro real, observaron como, en último lugar, Gaara dejaba el suyo sin la menor muestra de inquietud.

-¡Devuélvemelo!- empezó Tsunade pasando por alto todas las muestras de etiqueta. El aludido parpadeó, inclinando la cabeza, y la rubia tuvo la sensación de que prestaba atención a otra voz que nadie más podía escuchar-¿¡Cómo te atreves mocoso! ¿No tuviste bastante con destrozarle dos veces? ¿Tenías que volver a por más? ¡No pienso permitir que vuelvas a ponerle las manos encima!

Aunque por la actitud de relajada satisfacción de Gaara era evidente que esa afirmación era una vacía promesa. Los labios hinchados del pelirrojo se estiraron en una fría sonrisa que únicamente consiguió enfurecerla más.

-Me pertenece.

La escolta de Tsunade tuvo que hacer uso de toda su fuerza para sujetarla y evitar que se abalanzara contra él. Los gritos e insultos no tardaron en hacerse presentes. El resto de los asistentes actuó tomando partido por uno u otro lado. Todo el mundo gritando, proponiendo, exigiendo.

-Baki- entre el tumulto la voz del pelirrojo era ronca y serena. Sin inmutarse- ¿Qué dice la ley en época de guerra?

Convirtiéndose en el centro de todas las miradas el shinobi alzó el rostro y habló en medio del repentino silencio.

-Se aplicará un estatuto de excepción a la aplicación de las normas legales ordinarias por medio del cual se otorgan facultades extraordinarias, que pueden llegar a abarcar desde la administración de justicia hasta el resguardo del orden público- recitó de memoria, un poco innecesariamente puesto que todos los Kages conocían la ley a la perfección- La palabra del Kage es la ley. Sin intermediarios ni discusión

-El shinobi Rock Lee se quedará aquí hasta que lo estime necesario- dijo el pelirrojo- Y mientras lo considere así permanecerá recluido en sus habitaciones prohibiéndosele el contacto con nadie más.

-¡No puede hablar en serio!- exigió Naruto a una Tsunade de rostro pálido- ¡Oba-chan no puedes permitirlo!

-La ley fue ratificada por los primeros Kages- recordó el ayudante a los presentes- Y aprobada por todas las aldeas.

-¡Jodido bastardo!

-¡Naruto!- Tsunade descargó la frustración empujando al rubio tras ella. Tenía que pensar... hallar una manera...- Esa ley no se creó para lo que estas haciendo Gaara, ese abuso de poder... Lee no ha hecho nada para que le apliques esas restricciones y lo mantengas apartado en contra de su voluntad. Le estás dando un trato reservado para traidores y espías. Agresión, secuestro... ¿Qué más habrá que añadir a la lista Gaara?... ¿Violación?- dijo tras una inspiración profunda. Tropezando con la palabra- ¿Asesinato?

La temperatura en la habitación descendió varios grados. Una mueca de desagrado cruzó el hermoso rostro ante la insinuación de que podría hacerle daño a Lee.

-No ha sido contra su voluntad.

-¡Cínico!

Sonrió, mirando a los ninjas de la hoja, incluso a los que no estaban presentes pero seguro espiaban la conversación, casi con satisfacción.

-No luchó. Ni siquiera utilizó su renge o abrió las puertas celestiales para defenderse...


Hundió las manos en el agua formando un cuenco con ellas, y se las llevó a la cara. Al enderezarse observó su reflejo en el espejo, repasando uno por uno los moratones y marcas de dientes que cubrían su cuerpo. No lo soportó mucho tiempo, mirarlos le hacía recordar la forma en que se los había hecho Gaara, en como se había estremecido con cada uno de ellos.

Deseándolo. Deseando que le hiciera más.

Sintió como la arena se rozaba contra él, sinuosa. Moviéndose contra sus tobillos como si quisiera estar segura que continuaba allí y le prestaba atención. Tembló intentando no pensar demasiado en ello, en lo que encontró escurriendo entre sus piernas cuando se limpió.

Semen.

Y arena.

Todo ese tiempo estuvo ciego.

Siempre creyó que la arena era una parte de Gaara, que reaccionaba a sus órdenes y pensamientos gracias a ser el portador del Shukaku, pero había estado equivocado. Todos ellos. La relación simbiótica entre el Kazekage y la arena era mucho más que eso. Cuando, tiempo atrás, le pidió por primera vez a su ex-amante que usara su arena para cubrirle y sentir lo mismo que él fue consciente que existía en ella una entidad propia. Una que creyó proceder de Gaara. Porque la arena es sólo arena... ¿no?

Ahora no estaba tan seguro.

Hasta ese día no se había dado cuenta, pero frente a la actual situación no podía negar lo obvio. La forma en que se movía a su alrededor, en que ceñía su cuerpo. La forma en que se había... oh, por dios... se había deslizado en su interior...

La arena también le deseaba.

Tiritó, apoyando las manos en el lavabo, los vellos de la nuca se le pusieron de punta. Todo su cuerpo entró en tensión.

El primer ataque hizo correr sangre.

Lo esquivó en el último momento, percibiendo una ondulación en la arena que cubría todo el cuarto. Luego se quedó quieta. El costado le ardió y se llevó una mano a él para protegerlo de su atacante.

Evitó los siguientes ataques a fuerza de voluntad. Dos ninjas se materializaron delante de él, atacándolo por los flancos, y en el reducido espacio del baño se encontró hundiendo codos y patadas entre los azulejos, rompiendo cañerías que obraron más en su contra que a favor.

Llevaban máscaras.

Anbus de la arena.

Girando sobre sí mismo en el aire logró encajar una patada en uno de sus oponentes y que ambos atravesaran la pared en una confusión de agua, barro y escombros. Varios ninjas más aguardaban en la habitación. Ubicados uno en cada esquina, las manos de estos se movían con tanta rapidez que apenas podía reconocer el patrón de sellos que hacían, pero al observar la arena impasible en el suelo supo que estaba en problemas. De alguna forma habían roto el control que Gaara ejercía sobre ella y en su condición; desnudo y desarmado, con una herida sangrando en el costado y agotado tras las horas de incómoda pasión estaba en clara desventaja.

Nada a lo que no estuviera acostumbrado.