Capítulo 3
"Un remanso de paz"
"Confusión... Una larga noche sin luna, o eso parecía. Mi cabeza dada vueltas, y un estupor nublaba mis sentidos. No podía pensar, tan siquiera moverme. Sólo mi respiración me insuflaba vida... Pareciera como si ese letargo se fuera a perpetuar para siempre. Quizás mi espíritu yacía a la espera del último gran juicio por mis pecados y mis manos manchadas en sangre, pero ese momento no llegaba. Estaba aturdido. Cuando creía que ese silencio sepulcral parecía que no tendría fin, emergió una extraña melodía... suave y tenue, pero firme en el tiempo. Poco a poco iba cobrando intensidad y fuerza, llenando del todo mis sentidos, como una lluvia dorada. Esa voz... tan cálida... Recordaba haberla oído en algún lugar, pero no lograba retenerla. Mi cuerpo comenzó a reaccionar pesadamente ante su presencia, queriendo ir en pos de ella. Cuando al fin había logrado ponerme en marcha, ese hermoso sonido se detuvo, dejándome de nuevo en plena oscuridad. Me inquieté. Me sentí muy turbado y perdido... Era una sensación aungustiosamente perturbadora, y de nuevo recordé... hace 10 años... los cascos... los gritos... silencio. Todos se fueron. Todo terminó. Mis ojos se volvieron rápidamente, y en un haz de luz, se encontraron. Los abrí suavemente. Un rayo de sol se alzaba alegremente en la mañana, atravesando una ventana de una habitación que me resultaba extrañamente familiar. Me llevé lentamente una mano a mi sien embriagada de sudor frío, era como si alguien hubiera estado martilleando mi cabeza, aún sentía cierto estupor hueco en mi mente. Me sorprendí: mi fiebre había bajado considerablemente. Entonces vino a mi mente los recuerdos de la pasada noche... o así lo creía yo. Me incorporé suavemente, observando alrededor: Mi cuerpo estaba desprovisto de ropajes, y mi hombro estaba totalmente vendado y parecía que la hemorragia se había detenido. Me sentía dolorido, pero ni mucho menos como antes al recibir el impacto frío de la espada. Mi mirada fue algo más allá. Junto a mí, yacía el joven muchacho, completamente dormido, estirado a un lado del lecho, como si se hubiera rendido a una agotadora lucha. Condescendiente y enternecido como no lo había estado en años, tomé una de las mantas que cubría mi cuerpo y la coloqué sobre el pequeño muchacho, para que no se enfermara a causa del frío, pues no dejaba de temblar. No estaba totalmente seguro de qué había ocurrido, pero había cumplido su misión diligentemente, tenía que agradecerle seguir con vida. Justo iba a acariciar uno de sus hermosos mechones dorados, cuando la puerta se deslizó a un lado, apareciendo ante mí un rostro conocido":
-Vaya, parece que al fin despiertas. -Un joven de cabello oscuro y agradable sonrisa se dirigió hacia la cama donde descansaba el herido.
-Muchas gracias por tan estimable ayuda, Hiyama-san- Kamui trató de reverenciarlo, peor debido a las heridas sólo consiguió ladear un poco la cabeza.
-No te tomes demasiados esfuerzos, Gakupo-san- Le recomendó el joven. -Has pasado más de tres días inconsciente. De hecho pensábamos que no podríamos salvarte. Nos fue de muy poco... Tienes mucha suerte de haber venido acompañado. Si has conseguido librarte de las garras de la muerte esta vez, se lo debes todo a este muchachito, que ha permanecido a tu lado en todo momento.
-¿T...tres días? -El herido no salía de su asombro. Después su mirada llena de sorpresa se dirigió al joven que aún dormía pese a las voces. Tres días velando por él, sin descanso...
-Se le veía preocupado, porque no despertabas. Se puso a rezar, a cantar, a sostenerte la mano, nada parecía serle suficiente, sólo nos pedía que no te dejáramos ir, y les rogaba a sus dioses que le llevaran en tu lugar. No sé de dónde lo has sacado, pero sin duda alguna te debe de querer mucho.
El espadachín se ruborizó levemente. Por tan poca cosa... lo que a él le parecía, haber hecho por ese joven, y que temiera tanto por él... Nunca nadie había sufrido tanto por su vida, y los que alguna vez les pudo importar... ya no estaban. Sonrió agradecido, sin saber qué añadir. Dubitativo, se pronunció momentos después...- Lo... encontré en mi última misión... Perdido como yo, quizás. Con su mirada me pidió que lo sacara de donde estaba, y yo fui incapaz de dejarle allí.
-Ay, ¿volviendo a tu vieja etapa de héroe? Creía que lo habías dejado... Pero me alegra de que lo hicieras. Juzgando por su apariencia y sus heridas... Ese chaval lo ha debido de pasar muy mal en un lugar así. Cuídalo mucho, ha sufrido suficiente por años.
El samurái asintió, agradecido.-Prometí convertirlo en mi aprendiz, así que no dejaría que nada malo le pasase. Antes daría mi vida, es el deber de todo maestro. -Se quedó callado, taciturno. El señor Hiyama sonrió y trató de animarle, sonriente y amable como siempre. -Iré a informar al doctor Kaai de que al fin has despertado y te encuentras mejor y de paso prepararé un futón a tu aprendiz y traeré el desayuno. Después de tantos días seguro que te sientes débil, así que tienes que quedarte aquí y reponer fuerzas, ¿vale?
- ¿Cómo puedo agradecerte todo lo que estáis haciendo por nosotros? -Se preocupó el herido.
-Descansando todo lo posible sería un buen comienzo. Siempre haces cosas por nosotros, en algún momento teníamos que agradecerte a ti. Así que estírate y relájate, que ahora todo va a estar bien, déjanoslo todo a nosotros.
Agradecido profundamente, el vagabundo se tendió nuevamente, a la espera de recuperarse pronto y poder seguir el camino hacia su hogar.
-Tres días antes-
Todo había sucedido relativamente deprisa al ofrecerse el hombre a ayudarles. Junto a su esposa, el hombre cincuentón ayudó al niño a levantarse y a cargar con el samurái herido a casa del doctor Kaai. Podían ver las lágrimas brotar en el desconsolado muchacho (señorita, como ambos creyeron en un principio), así que la mujer trataba de calmarle.
Entraron con presteza en la consulta, una modesta casita de madera antigua no muy lejos del mercado, alterando a algún que otro paciente que esperaba. Un joven hombre, de cabello castaño y facciones amables se acercó a los recién llegados, al parecer algo alarmado al ver al herido. Parecía ser que le reconocía. A Len, cuando pudo calmarse le dio esa impresión en todos los que le rodeaban. Los pacientes en espera se apartaron, dejando paso al hombre que cargaba con el samurái, y pasaron junto al otro joven a otra sala, donde se hallaban varios futones extendidos y un anciano de, al parecer avanzada edad, atendía a una joven, vendando su mano. Recostaron al herido en uno de los futones y la esposa del hombre que les había ayudado, intercambiando una mirada con el joven amable, retiró a la mariposa, saliendo con él a otra sala, sin dejarle ver lo que iban a hacer.
Len se resistió a ello, alarmado. Qué iban a hacer? En qué estado se encontraba Kamui? Iba a morir? La angustia se apoderó de él.
-Tranquilo...-la mujer puso una mano en su frente- El doctor sabe lo que hace...van a ayudarle, ahora...-trató de calmarle, pero aquellas palabras evocaron en él un doloroso recuerdo. ''La misma escena...una sala parecida. Una mujer, joven, tosiendo. Oscuridad." Miró a la mujer, todavía con lágrimas en sus ojos.
Dentro de la habitación, el anciano doctor Kaai examinaba la herida, lavándola con abundante agua, ayudado por el otro joven y el hombre cincuentón.
-Kiyoteru...habrá que aplicar y coser. No tiene buena pinta, pero por suerte no está infectado.-explicó el anciano.
-Doctor... entonces, ¿esa fiebre? -Preguntó el joven.
-Agotamiento, quizás. Pérdida de sangre. Ambas cosas. Le inyectaremos un suero de hierbas y le aplicaremos el ungüento. Tú me ayudarás a coser... tu vista es joven todavía.
El otro hombre observaba nervioso. Podían confiar en los médicos, ellos lo salvarían. Disculpándose salió de la sala.
Len estaba sentado en el suelo, con las manos juntas sobre la cabeza, en un pequeño templete a un lado de la sala de espera, orando y orando. Invocaba dioses antiguos, sólo conocidos por quienes se han criado con cuentos de viejas. La señora sonreía con tristeza y comprensión al escuchar tanta devoción por la salud de alguien. El marido se reunió con ella y, despidiéndose del muchacho, salieron.
Y así continuó la mariposa, orando, rezando para que todo resultase bien, para que Kamui sanara o se lo llevasen junto a él o en su lugar. No podía cortar su silencioso llanto.
Finalmente, pasadas largas horas, el doctor y el joven ayudante salieron de la sala, disculpándose con los que esperaban. Len se acercó a ellos casi al instante, trastabilleando por sus pies heridos. Fue sostenido por el joven llamado Kiyoteru.
-Muchacho... -Parecía muy serio al mirarle. Len temió lo peor. Pero el joven sonrió poco después, con la sonrisa más amable que el pequeño había visto en muchos, muchos años.
-Todo estará bien ahora. Se recuperará... muchas gracias por llegar a tiempo.
Y las lágrimas de la mariposa se tornaron entonces lágrimas de alivio, aun y continuar angustiado. -¿Puedo pasar...? -Se aventuró a preguntar con inusitada timidez.
-Espera a que te curemos tus heridas, primero... después podrás verle. Por cierto... permite que me presente, ya que pareces nuevo en el pueblo. Mi nombre es Hiyama... Kiyoteru Hiyama. Soy el ayudante del doctor Kaai. -Señaló al anciano que en aquel momento observaba el cabello de un hombre allí sentado, buscando heridas.
-Encantado... -Murmuró, cortés, reverenciando.-Muchísimas gracias... -Más lágrimas.
Aquella imagen partía el corazón del ayudante.
Una vez le lavaron y aplicaron curas a sus pies heridos, los vendaron de nuevo y dejaron que comiera algo, aunque se negó, insistiendo en que quería ver al samurái.
A su lado sentado permaneció largas horas, en vigilante silencio, solo interrumpido por un incesante susurro, casi como un mantra, un rezo por su recuperación.
A la habitación entró la nieta del doctor, una pequeña de cabello oscuro y ojos vivos, Yuuki. Vestía un pequeño kimono rojo, acorde con su edad y tamaño, y el cabello lo llevaba recogido en dos pequeños odangos. Parecía muy contenta de saber del regreso del samurái, y por eso pasó largo rato con el muchacho. Observó luego obnubilada los ropajes del chico.
-¡Eres muy bonita! -dijo, sonriendo amable, a lo que Len se sonrojó, centrando su atención en ella.-Tú también eres bonita, pequeña.
¿Qué tendría, 8, 10 años? Pero parecía ser una niña muy viva e inteligente.- ¿Eres la novia de Gakupo-san? -Sonrió con la inocencia propia de su edad al preguntar aquello, que hizo que la mariposa enrojeciera hasta la raíz del cabello.
-¡N-no, no lo soy...! Soy...soy su aprendiz, pequeña. -Lo cual era verdad. ¿Por qué se sonrojaba, pues? ¿Por qué sintió aquella vergüenza? Sonrió amable. Ella pareció observar como desilusionada y después de besar la frente del herido, salió despidiéndose de Len.
El joven continuó pues su vigía, tomando la mano de su salvador. Largo y tendido restó sentado, horas a través, retomando su mantra de oración y ruego, hasta comenzar a canturrear una dulce, dulce y melodiosa canción en la que invocaba todos sus deseos, sus ruegos, sentimientos de ánimo para el convaleciente. No se levantó ni comió durante la espera.
Finalmente, al tercer día, su canción cesó cuando su propia consciencia se rindió a un agotamiento infernal, a su pesar, cayendo en una obvia postura incómoda, durmiendo sin remedio, soltando su mano. Y así descansó y descansó, ajeno a su alrededor, con el único pensamiento de ánimos y deseo por la salud del mayor.
No vio como éste despertaba rato después, ni cómo le cubrían el cuerpo con la manta. Sólo durmió, reposando sus ya al límite fuerzas. Nunca había tenido consciencia de haber sido tan fuerte para soportar lo que estaba soportando. Así que, simplemente, siguió durmiendo.
Nuevamente el Ayudante del Doctor Kaai, Hiyama-san entró en la estancia cargado con el voluminoso futón a sus espaldas, tendiéndolo poco después al lado del suyo. -¿Aquí está bien? Si es necesario puedo conseguir un biombo de la consulta...
-No, no será necesario.- Negó el vagabundo que aún seguía yaciendo mientras no quitaba ojo al muchacho que seguía dormido a su lado. - Hemos dormido en lugares inverosímiles estos últimos días en condiciones extremas. Para mí no supone un problema, y creo que para el muchacho tampoco. Desde el principio se ha mostrado reacio a tales prohibiciones decorosas acerca del contacto. Temo conocer el motivo... -Lo contempló condescendiente, mientras la respiración profunda y agotada del jovenzuelo continuaba resonando suavemente en la estancia. Kiyoteru asintió comprendiendo, y con sumo cuidado, alzó y cargó al agotado jovencito en sus brazos, para luego arrodillarse con la misma calma frente al lecho, dejar al muchacho tendido en él, y cubrirlo con las algo usadas pero cálidas mantas. Les echó un último vistazo a los dos y saludó educadamente dirigiéndose a la puerta. -Me estoy encargando del desayuno, cuando lo tenga listo os lo ofreceré. Mientras tanto descansad sin preocupación.
De nuevo, el silencio se adueñó de la pequeña y humilde estancia. Una vez más, el mayor era invitado a esos pensamientos profundos que lo habían abandonado a la inconsciencia por más de tres días. En poco menos de una semana, un tumulto de acontecimientos precipitados había tomado el control de su ajetreada vida de ronin y guerrero a sueldo. Un muchachito había aparecido en su vida de un modo tan peculiar y sorprendente, que le costaba trabajo aún contemplar a su lado y vislumbrar su presencia bajo las mantas. Exhaló aire suavemente, pues aún los gestos bruscos eran capaces de hacer resonar el eco de sus heridas, doblegando su voluntad y su cuerpo a la más estricta quietud. Entre esos pensamientos, retornó la figura de sus captores, y tras ellos las del culpable de todas las desdichas del pequeño acompañante, el dueño de ese antro cochambroso. El sólo recuerdo de su grasiento y envejecido rostro le provocó bastante malestar y rechazo, por no hablar de sus modales a la hora de referirse a sus clientes o al trato con su "objeto más preciado", que indudablemente era la atracción estrella y la fuente de la mayoría de sus ingresos.
No podría negar que ese ataque por parte de sus secuaces no le tomara por sorpresa. Desde que abandonaron el lugar montados a lomos del caballo, vivía con el temor de ser encontrados por él y sus secuaces, aunque no le temiera a la muerte, pues sabían los dioses las veces que había partido a su encuentro con total convencimiento y determinación, sí le alcanzó la preocupación por su joven e inocente acompañante. Le juró protección, y eso es lo que deseaba conseguir a toda costa pese a las numerosas heridas, o los percances que les salieran al paso. También estaba seguro que probablemente, a estas alturas quizás el tabernero comenzara a ponerse nervioso ante la falta de noticias de sus subordinados. Y por lo tanto, era inevitable que se volviera a poner en movimiento en un nuevo ataque seguramente más mortífero y certero que el anterior. Debían ponerse a salvo cuanto antes, también para no involucrar a más inocentes que les habían procurado auxilio, en sus andaduras.
"Molestia"... Esta palabra reapareció nuevamente en sus más profundos pensamientos. Y con ella un sinfín de recuerdos que hacía mucho tiempo se había propuesto a enterrarlos por siempre en el vacío de su espíritu, para no volver a resurgir nunca más.
Sus ojos perdieron momentáneamente su brillo y su rostro se tornó pálido como la cera. Imágenes al principio inconexas como un violento viento huracanado le cruzaron la mente. Pero conforme surcaban su mente, algunas tomaban más fuerza y forma que otras debido a su intensa carga emocional. No... No podía permitir que de nuevo la injusticia aflorara y se escapara por entre sus dedos. Esta vez no, estaba convencido que sería totalmente diferente, aunque esta vez definitivamente le costara la vida que con tanta vergüenza y culpa había arrastrado durante largos años de penurias. Ya no volvería a ser más una "molestia". No volvería a cargar con ese pesar nunca más.
El sol comenzaba a brillar más intensamente por entre los paneles de la pequeña estancia y ya surcaban con su cálida luz las mantas del vagabundo que permanecía divagando entre sus pensamientos y se resistía a abandonarlos, incluso aún y cuando el ayudante Hiyama volvió a hacer acto de presencia y se acercaba con una bandeja con el nutritivo desayuno prometido. Sólo un toque de atención directo por parte de Kiyoteru fue capaz de retornarlo al presente:
-Menudo tajo te llevaste de regalo por ese jovencito. - Acertó agudamente. Kamui se miró su pecho vendado y no pudo evitar sonrojarse ante la evidencia.
-Algo así... - Confirmó reservadamente el ronin.
-¿Cuántos eran? No sueles venir habitualmente tan herido. Aunque admito que en ocasiones hemos temido por tu vida. -Se sentó sobre sus propias rodillas al lado del futón, asistiendo y ofreciendo el desayuno al herido.
-Tres... No del todo diestros, pero bastante corpulentos. En esto me llevaron ventaja. No porque no supiera reducirlos... Pero admito que no suelo andar con nadie y no necesito proteger mientras me enfrento a mis rivales. Eso y la situación geográfica, un precipicio escarpado, jugaron a su favor. Así que sólo conté con mi destreza natural y mi estrategia. Un poco precipitada por desgracia. Pero no eran tipos que se anduvieran con rodeos. Eso creo que me costó algo caro pero... -Desvió momentáneamente la vista al joven que descansaba por suerte sano y salvo en aquél lugar. Sin ninguna herida de gravedad, razón de más para sentirse aliviado.-... Mereció la pena. -Terminó prácticamente en un susurro, devolviendo la mirada llena de convencimiento al enfermero.
-No lo dudo. Es un gran muchacho, créeme. Has hecho bien de sacarlo del antro que, por lo que deduzco por su porte, maquillaje y ese tipo de ropas tan vistosamente caras y decoradas, debía tratarse de un teatro-burdel de trabajadores (usualmente esclavos) que se dedicaban al espectáculo y a la prostitución, entre ellos los llamados "kagema" como este muchacho parece ser... -Kiyoteru contempló con cierto disgusto y compasión la cabeza rubia que asomaba entre las mantas, ajeno a todo lo que en esos momentos se estaba hablando referente a él en esa estancia.
-Tan despierto como siempre. No esperaba menos para ser sincero. -Respondió el mayor con una sonrisa un poco amarga. - Todo lo mencionado es cierto. Lo encontré cantando con un aura de verdadera tristeza y melancolía en un escenario de dudosa categoría a merced de una jauría de hombres sin honor, sedientos de placer y saciados de alcohol. Su belleza brillaba como el sol ante tanta inmundicia. Y sus lágrimas florecían como el rocío al despuntar el alba. Tan hermosas y plagadas de sentimiento. Esa visión y esa dulce pero desgarradora voz inmediatamente se apoderó de mis sentidos y mi voluntad, y no pude hacer otra cosa más que intentar hacer tratas con el que parecía el dueño del local. Pero evidentemente no pensaba cederme al que consideraba su "joya de su imperio". Al principio pensé en rendirme, pero al ver al muchacho deambular hasta la parte trasera con un porte dubitativo y fatigado, pero lleno de triste determinación, me decidí a seguirlo. Para mi sorpresa lo hallé en el baño a punto de terminar con su miserable vida... Y... que los dioses a los que he ofendido me perdonen, pero no me vi con fuerzas de darle la espalda. Sus ojos clamaban auxilio y misericordia... Esos ojos vacíos sin vida que habían perdido toda esperanza de salvación... No pude simplemente negarle su tal vez única posibilidad de cambiar su destino... Así que me lo llevé lo más rápido que pude, confiando en llegar a mi escondite antes de ser localizados. Pero el muchacho no estaba acostumbrado a caminar largas distancias. Seguramente no había salido de ese lugar en años. Y no pudimos avanzar tanto como hubiera sido necesario. Y sucedió lo inevitable... Pero logré terminar con sus andanzas antes de que fuera demasiado tarde... Aunque a mí casi me costara la vida. Ruego perdón por tantas molestias... -De nuevo esa palabra.
-Entiendo... No hay de qué preocuparse Gakupo-san. Obraste con la virtud. Seguro que él se sentiría orgulloso... Y desde luego sólo ocurre lo que está destinado a suceder: Tú, el vagabundo que había renunciado al camino de la virtud... vuelve a encaminarse con un aprendiz... Una vez más el ciclo se completa.
-No tiene nada que ver...-Sentenció con cierta rudeza Kamui, no sin perder del todo su cortesía. Pero con este tono dejó claro que no deseaba volver a tocar ese tema que tanto le dolía recordar. - Ahora lo único importante a tener en cuenta es nuestra pronta recuperación y abandonar la ciudad lo antes posible para no causar problemas en caso de que ciertos individuos se aparecieran en nuestra busca.
-Tan atento, gentil y prudente como siempre... -Suspiró el de cabello moreno. - No me extraña que todos te tengan tanto aprecio. Aunque yo me sumo a sus sentimientos. Sabes que nunca estás de más, amigo mío. Pero en algo tienes razón. Os deseo de igual modo una pronta recuperación. - Le sonrió con una sinceridad plagada de buenas intenciones, teñida de un cierto cariño que parecía residir desde mucho atrás, en el pasado. - Pero para eso será mejor que te alimentes bien, así que haz todo lo que te digamos y pronto podrás marchar con tu nuevo aprendiz. Tiene mucha suerte de tenerte como maestro, pero no es el único afortunado en esta súbita nueva relación.- Sonrió enigmáticamente, dejando algo confuso al samurái, para luego incorporarse para dejarlo comer tranquilamente.- Iré a asistir a los enfermos de la consulta. Si me necesitáis para algo no dudéis en llamarme.
El de cabello largo sin duda con esta conversación corta pero intensa había acrecentado su mar de dudas e inseguridades. Nunca antes se había visto envuelto en esta situación. Al menos no... En los últimos tiempos, tan largos que no recordaba apenas cuál fue la última vez que había compartido cena o cama con otro ser humano. Contempló su plato de arroz y sopa y vislumbró lejanamente su reflejo totalmente adulto y ya un poco curtido por los duros años vividos: todo a su alrededor había cambiado tanto... pero algo le resultaba infinitamente familiar, sólo que era incapaz de adivinarlo. O quizás... ¿No deseaba recordarlo?
''Música... suave música alrededor. ¿Qué era aquello? El suave sonido de las cítaras me envolvía mientras sentía un fuerte mareo y un dolor en las sienes. Recordaba... aquella música me hacía recordar... podía verlo entonces ante mí, claramente. La casa de Iwao-san... caminaba de su mano, con la vista baja y un terrible miedo. Me sentía pequeño, sí, eso era. Era un niño pequeño... tenía un profundo horror y estaba tremendamente agotado por todo lo que me había sucedido en poco tiempo. Algo que ahora mismo no puedo recordar... Tuve la suerte, pensaba, de que aquel hombre me llevase lejos de aquellos tipos, pues habían unos tipos extraños... Iwao-san, por aquel entonces, era distinto. Pero lo recordaba y veía todo como en un sueño... ¿Era un sueño o un recuerdo? Me detuve en el pasillo y me senté, vi que el hombre se detenía a mi lado y me alzaba justo cuando derrotado me dormí. Pasó tiempo, aunque no podía saber cuánto. ¿Era un sueño o recuerdos encadenados? Esta vez era algo distinto... el mareo era más intenso y en la oscuridad de mi mente escuchaba gritos de terror y olía a humo y muerte. Más tarde abrí los ojos de nuevo. Y ella me sonreía. No fue si no verla de nuevo que me hizo percatarme de cuanto la añoraba... Sí, aquello era un sueño. Ella ya no estaba. Su grácil figura, sus ojos oscuros y piel blanca como la nieve, el suave y amable rostro enmarcado por su cabello azabache. Sayuri-chan... una balsa en medio de la pesadilla. Cuando la vi por primera vez allí pensé que ya no tendría que temer lo que me pasase. Y me sentí seguro por primera vez en muchas horas y muchos días. Iwao-san la adoraba, y ella me enseñó muchas cosas de aquel lugar. De nuevo su imagen se desvaneció y sentí la misma angustia que cuando se marchó de mi lado para siempre. Lo mismo que mucha gente, antes que ella... en aquellos tiempos... tiempo atrás...
Estaba agotado, terriblemente cansado... mi mente volvía ahora al presente a pesar de la inconsciencia. Amable vagabundo, honorable salvador... arriesgó su vida para proteger mi mísera existencia. La mía. Un esclavo, una prostituta. A pesar de haber sido liberado de allí... una fuerte angustia, un horrible sentimiento de pertenencia me ligaba a todo aquello. La inconsciencia me rebelaba ahora mis terribles presagios y temores. No era lo mismo que soñar... mi estado ahora no es más que un pensamiento... me veo en sueños como flotando sobre el lecho del río que días atrás habíamos visitado en nuestra huida. Tengo miedo... miedo de que me encuentren. Miedo a que los dioses reclamen a Kamui a su lado. No quiero perderle... no quiero. Una parte de mi llora recordando en secreto silencio sin que mi mente recuerde realmente perdidas olvidadas por el tiempo. Algo en mi sabe que no he estado solo desde siempre, pero esas personas ya no existen. Igual que Sayuri. Los dioses se la llevaron, y no quiero que se lleven a Kamui... no, por favor... ''
Aún en estado de inconsciencia las lágrimas afloraron a los ojos del convaleciente muchacho. Gimoteó y se abrazó a si mismo bajo las sabanas. Permaneció así largo rato mientras las horas pasaban en silencio. El pequeño era completamente ajeno a la conversación entre el samurái y Kiyoteru. Finalmente, al anochecer del primer día que había pasado dormido por el agotamiento, despertó. Volvió en sí como si una fuerza lo obligase a despertar, confuso al principio porque no supo identificar donde se hallaba. Era algo propio después de un shock y un despertar. Pero no fue más que darse cuenta de donde estaba que Len miró alrededor movido por una fuerte angustia, buscando al samurái, deseando verle y comprobar su estado. Quería que estuviera bien, necesitaba que viviera, necesitaba verle recuperado con todo su ser. No pudo evitar sentir un fuerte sonrojo en sus pálidas mejillas al verle descansando en el futón, pero despierto y, al parecer, en buen estado. Y fue entonces cuando el pequeño muchacho se percató de su propia situación, viéndose sentado en un futón y tapado con mantas. Se había movido tan deprisa para ver al samurái que no se había dado cuenta del mundo a su alrededor. Bajó la vista avergonzado, y esperó a que el mayor se percatase de que había despertado. Se sentía confuso a la par que ruborizado. No podía comprender los vagos pensamientos que rondaban su mente, y a su vez, una parte de sí mismo no quería ni siquiera plantearse qué hubiera ocurrido si su salvador y nuevo mentor no hubiera despertado. Sin moverse del sitio restó lo que a él le pareció largo tiempo en silencio y cabizbajo. Sus pensamientos divagaban de nuevo. Desde hacía rato sentía que su corazón latía apresuradamente y le costaba no dirigir la mirada hacia el mayor antes de que le hablase. Cerró finalmente los ojos y esperó, orando agradecidas plegarias de respuesta a los dioses a quien se había encomendado. Después ese mismo agradecimiento lo dirigió en silencio hacia el médico y su ayudante. ¿Qué podría hacer para compensarles?
Las cosas no andaban bien en los dominios de Takeshi Iwao. Hacía prácticamente una semana que había enviado a cuatro de sus mejores hombres a la búsqueda y captura de su hermosa Mariposa y del villano que lo había raptado, pero ninguno de ellos había regresado. La situación comenzaba a ser verdaderamente alarmante y lo peor: se le iba de las manos, cosa que lo enfurecía aún más si esto era aún posible. En sus muchos años de vida nunca o casi nunca nada había escapado a su control, y el hecho de que un simple viajero le hubiera arrebatado su tesoro más preciado de la forma más simple lo combustionaba por dentro. Se lo haría pagar sin duda pero debía adelantarse a su enemigo: cautelosamente tenía que idear un plan de modo que le aventajase sin que lo percibiera, y eso para alguien que domina ciertos contactos no le suponía problema alguno. Movería todos y cada uno de los hilos que tuviera a su alcance por la amplia región, daría con su paradero, y en el momento oportuno le asestaría el golpe fulminante que le conduciría a la perdición más agonizante. Sí... era un plan tan perfecto que no podría salir mal. Antes de lo que nadie sospechara, su Mariposa volvería a su escenario a cantar todas las noches para su público, encandilándolo con su voz y su hermosa belleza juvenil y radiante. Sólo quedaba ultimar unos pequeños detalles... La suerte para su enemigo estaba echada... Y ya no había vuelta atrás... Tan sólo el tiempo que se agotaba para la vida del desdichado que pronto no volvería a ver más amanecer. Nunca más. Y el hombre, Takeshi Iwao, bailaría sobre su tumba, acompañándole en el venenoso delirio de la fatalidad de los infiernos por siempre.
El joven de largos cabellos morados permanecía con los ojos semicerrados, contemplando el devenir del atardecer que con suave serenidad, acariciaba con sus últimos rayos de sol el aterciopelado y mágico firmamento. Una suave brisa crepuscular mecía con un murmullo la copa de un joven árbol, que con fuerza recibía con sus hojas neonatas, la frondosa primavera desde el pequeño jardín de la humilde consulta de esa pequeña villa. Una silenciosa calma que se vio interrumpida por las vibraciones latentes de una presencia muy próxima que con energía, emergía con un gran impulso quizás avivado por una gran conmoción y sorpresa. Su rostro se volvió y sus ojos se posaron sobre la imagen de un tumulto de mantas inerte en medio del futón, que le devolvía la mirada con respeto y humilde timidez.
-Joven Len... -Su voz suave pero que destilada de un entrañable alivio inmenso, el mayor sonrió con sencilla felicidad al pequeño envuelto en mantas. Tranquilizadoramente, se incorporó no sin un cierto esfuerzo, hasta quedar a la altura del muchacho. En un gesto cercano de camaradería por todas las vivencias que los había unido en este viaje inesperado, alzó su brazo y condujo su mano hasta la cabeza del jovenzuelo, destapando con ternura que incluso a sí mismo lo hizo sorprender, dejando caer la suave manta sobre los hombros del kagema, buscó su mirada con simpatía y de nuevo trató de charlar con él en busca de reciprocidad, demostrando más interés en su acompañante que en su propio estado. - ¿Ya has tomado un descanso reparador? ¿Han tratado tus heridas? ¿Y tus pies? -Su vista se deslizó rápidamente a los talones del muchacho en busca de las esperadas curas. Confiaba en el doctor Kaai más que en ningún ser humano en el mundo, pero necesitaba reconfortarse y cerciorarse de algún modo.
Su corazón le latía deprisa a causa de la enorme sorpresa de saber que de momento lo peor parecía haber pasado. Era un pequeño bálsamo de tranquilidad en medio de una guerra. Aún la amenaza les acechaba, no podía estar más seguro. Pero estaban vivos, era un hecho. Aún podían continuar, no habían dicho la última palabra en esa batalla por la libertad. Conduciría a ese muchacho a ella aunque fuera lo último que hiciera. No estaba seguro de por qué esa obsesión con ese joven, pero algo dentro de él se le había revuelto desde que sus vistas se cruzaron por primera vez, y desde entonces protegerle se convirtió en su máxima prioridad, por encima incluso de sí mismo. El joven le devolvía la mirada tímidamente, invadido por un enrojecimiento cautivador que le impregnaba el duro y solitario ser del ronin, ablandando su corazón, y contrariamente a sus creencias, le atisbó un creciente sentimiento y deseo de acariciar su delicado rostro y abrazar su pequeño y suave cuerpo, para sentir su viva calidez y cerciorarse que no estaba soñando. Pero era tal el respeto que sentía por aquél indefenso y melancólico muchacho, que incluso el hecho de sentir la necesidad de abrazarle le pareció la peor de las ofensas. Avergonzado consigo mismo, inclinó levemente la cabeza en señal de respeto, y le ofreció una bandeja de comida que poco antes le propició el señor Hiyama. Quizás estuviera algo frío, pero seguramente le reconfortaría tras tantos días en ayuno. Sonrió educadamente, sin poder ocultar del todo su enorme sensación de gratitud y tranquilidad de haber vivido para contarlo gracias a ese muchacho. Por primera vez en su vida, había huido de la muerte que tanto anhelaba y había regresado para volver a ver amanecer un nuevo día, y todo gracias a un muchacho que apenas conocía. Sin duda su encuentro no podía ser mera casualidad. Ese pequeño de voz virtuosa había obrado en él un cambio asombroso en muy poco tiempo, que en años él mismo se había negado a proceder. Algo misterioso rodeaba a esa grácil mariposa, y él sin duda había caído preso, producto de su influjo. Se volvió a inclinar ante él todo lo que le permitían sus heridas y en un gesto lo más respetuoso y gentil que fue capaz, inclinó su cabeza ante él.- Muchísimas gracias por salvar mi vida, Len. Sin tu ayuda ahora mismo yo no estaría aquí. Has sido un muchacho muy valiente y muy honorable, digno de admiración y respeto. No se me ocurre cómo podría agradecerte tan noble gesto. Puedes solicitarme cualquier cosa a cambio, la cumpliré con total diligencia y entrega. Sea lo que sea lo que anheles. -Esperó pacientemente cualquier gesto de respuesta del rubio, tratando de soportar con una firmeza marcial el cruel dolor de las heridas por tan incómoda e inadecuada postura.
Sentado, envuelto entre las mantas sobre el futón, el muchacho escuchaba en silencio las preguntas del samurái. Lo observó de hito en hito, con una amable sonrisa y avergonzada amabilidad. Se sentía henchido de gratitud, con la mente repleta de pensamientos y el corazón confuso por los sentimientos. Le miraba sin mediar palabra, atento a todos sus gestos, sentía y medía el timbre de su voz, se maravilló del color que su mirada lucía tras unos días de reposo, mejorándose de su lamentable percance. Asintió y respondió a sus preguntas y preocupaciones, mostrándole diligentemente sus pies ya tratados, lavados y cuidadosamente vendados, curadas sus heridas. Al igual que él, ya solamente le quedaba el descanso para poder emprender una nueva etapa de la aventura de su viaje de escape. Le miraba embelesado y, finalmente, con una fuerte timidez pero gran coraje, todo el que su corazón pudo reunir mientras latía con tanta fuerza que sentía que podía detenerse en aquel momento, se acercó al mayor y, lentamente, con inusitada delicadeza posó suavemente su fina y blanca mano sobre la mejilla del samurái, en un gesto de infinita gratitud y dulzura, en una mimosa caricia, demasiado intima en significado, pero oculto para las emociones y pensamientos de la mariposa, quien en aquel momento sentía que todo el respeto que poseía por el mayor estaba siendo ominosamente burlado, aunque a su vez no podía apartar la mano, más la dejó reposando en la mejilla, casi temblorosamente. Tenía temor a que el samurái le apartase movido por aquel gesto. Pero mientras cometía aquel acto pensaba a toda velocidad, con la mirada absorta y perdida en el azul de sus ojos. Aquel hombre desconocido se lo había jugado todo por sacarle del infierno donde había estado malviviendo, casi había perdido la vida por su causa. No había lugar a ningún tipo de desconfianza ya. Ya no eran dos almas anónimas. Y si Kamui lo requería, él sería su discípulo, su siervo, lo que él le pidiese, por toda la eternidad. Más aún, deseaba con todas sus fuerzas agradecérselo todo, aunque sabía que todavía no podían cantar victoria, no estaban completamente a salvo. Eso pensaba mientras lo admiraba y observaba en silencio... pero, cuando el mayor profesó aquellas palabras de halago, agradecimiento y entrega, sintió que algo en su pequeño cuerpecito se rompía en mil pedazos. Y no pudo soportarlo más. De nuevo las lágrimas subieron a sus ojos tras varios días, y con un estremecimiento de su cuerpo le abrazó con fuerza pero sumo cuidado, rodeándole el cuello con sus brazos, pegándose a su ser y quebrándose, rompiendo en sollozos tras el cúmulo de tensiones y terrores: -S-señor... K-Kamui... Kamui... n-no te vayas... no te marches de mi lado... no me dejes solo... onegai... te lo suplico... no me dejes... no vuelvas a asustarme así... onegai... -Aquellas palabras salían desconsoladas de sus labios, mientras las lágrimas del menor empapaban sin pretenderlo las vendas y la piel del cuello, en tanto el cuerpecito de la mariposa temblaba por el llanto, un sollozo de alivio a la par de miedo y confusión. Había temido, había temido con todas sus fuerzas, y había rezado. -Si te hubiera perdido... n-no sé qué habría hecho... qué habría sido de mí... -Trató de calmarse, a pesar del torrente de lágrimas que pugnaban por continuar fluyendo de sus ojos, de su corazón. ¿Por qué? ¿Por qué se sentía así por alguien a quien recién conocía? Era cierto, le había salvado la vida... y había arriesgado la suya... ¿aquello bastaba? ¿Había algo más? Estaba tan confuso que simplemente se quedó en aquella posición, llorando, pero a su vez tratando de calmarse. Solo sabía... que pasara lo que pasara, ya no querría separarse de su salvador. Pero tampoco volvería a permitir que lo hirieran así.
Tan absorto estaba en el muchacho y en su estado, que deseaba con todas sus fuerzas verle recuperado, que no predijo ese repentino gesto de acercamiento del menor. Una suave caricia, tan tímida, tan sencilla... pero tan cálida... Hacía demasiado tiempo que nadie le profesaba una muestra tan clara de afecto, que apenas sabía cómo reaccionar. Simplemente se limitaba a devolverle la mirada al muchacho tembloroso, ciertamente sorprendido, pero sumido en una profunda quietud. Ese pequeño muchacho, respetuoso pero receloso, le había tendido su mano tan tierna y sinceramente, que le era incapaz de todo rechazo. Contemplaba en sus ojos muestras de una vida llena de penurias y sufrimientos, de total entrega y esclavitud. Para alguien como ese muchacho, acercarse tanto a una persona, debía ser realmente una prueba de fuego. Valoró gratamente tan noble y valiente gesto, no esperando encontrarse con más. La cercanía a la muerte realmente podía unir a personas muy distintas, eso lo había aprendido de la peor de las maneras en su maltrecha vida. Y presentía que al devolverle la mirada a ese gentil muchacho, similares sentimientos habían entrado en contacto. Ciertamente, ese muchacho le había devuelto un extraño brillo apagado en su ser. Sonrió débilmente, pero para entonces el muchacho se deshacía en llantos, producto de sus halagos anteriormente profesados con total sinceridad. Y justo en el instante en que lentamente alzaba su mano para sofocar de algún modo esas cristalinas lágrimas que recorrían las sonrosadas mejillas de la mariposa, el cuerpo del pequeño se precipitó sobre el suyo, de un modo que no habría podido imaginarlo jamás. Sus azulados ojos se dilataron completamente, incrédulo, y de su rostro comenzaba a emerger un marcado color carmín que se intensificaba con cada latido que su corazón sorprendido y desbocado, clamaba su excitación y sorpresa. Inmediatamente como si de un acto reflejo se tratara, trató de separar el cuerpo del pequeño al suyo, sujetándolo por sus dos delicados brazos, abrumado y cada vez más nervioso. Bien era cierto que había sentido impulsos casi irrefrenables de sostener a esa criatura entre sus brazos, pero inmediatamente los había desechado como acostumbraba a apartar cualquier muestra de afecto a otro ser humano. Pero a pesar de ese impulso instintivo, los sollozos empapando su larga cabellera y su espalda, así como su suave y cálido ser cada vez más junto al de él, reconfortando su alma, su intención se fue debilitando. Su pulso se volvió más inestable a causa de tantas emociones sumadas a ese encuentro inesperado, y sus manos definitivamente, temblorosas, perdieron sus fuerzas y firmeza. El sentimiento tan sincero del menor, y ese llanto plagado de emoción ablandaron su solitario corazón, haciendo que todo su cuerpo entero se estremeciera. Por si esto no fuera suficiente para doblegar la entereza del noble guerrero, las peticiones de aquél por quien casi da su vida, terminaron por deshacer la última de las barreras que pugnaba por mantener erguida. Sus manos ya no sostenían sus brazos, sino que suavemente habían rodeado el cuerpo del pequeño kagema, que entre temblores y sollozos le rogaba que no le abandonase jamás. No sabía cómo había ocurrido, pero se encontró a si mismo acariciando su suave espalda y su dorada cabellera, de un modo tan gentil y tierno, quizás un poco torpe por su falta de contacto, como no lo habría concebido en todos sus años de vida. Aun ciertamente sobrepasado por tantos sentimientos, le respondió como buenamente pudo.- Lo lamento, joven Len... Sólo pretendía protegerte a toda costa. No podía permitir que regresaras a ese oscuro infierno, no quiero que nadie más vuelva a castigarte ni a hacerte daño. Lamento haberte preocupado tantísimo... Prometo no decaer, seguir luchando por protegerte, y quedarme a tu lado si así lo deseas. No estás solo... -Contemplaba el débil movimiento de los hombros, provocado por el incesante sollozo del joven, mientras repetía esa frase, casi como si se la dijera a sí mismo, como un mantra.- No estás solo... ya no... -¿Por qué? ¿Por qué se lo repetía? ¿Por qué sentía esa opresión en su corazón, esa angustiosa sensación de desasosiego al repetir esa frase? Era como si a la vez abriera y sanara sus heridas, indistintamente. "Ya no estás solo"... Esa frase continuó repitiéndose en su mente, aún y cuando sus labios dejaron de pronunciarla. Su mirada se tornó cristalina, vidriosa por unos momentos, vagando en unos remotos recuerdos que ya no volverían. Pero la realidad palpable estaba allí en ese mismo instante, empapando su cuerpo de llantos de alivio y alegría. En ese instante tal vez no era consciente del todo, pero había comenzado a crear un pequeño vínculo creciente con ese jovenzuelo que lo había rescatado de una muerte en vida, desde que una noche sus miradas se cruzaron en un viejo antro en medio de la oscuridad nocturna. No deseaba por si mismo volver a relacionarse con un ser humano desde lo acontecido años atrás, pero ese muchacho... Lo contempló de nuevo, secando suavemente sus lágrimas con esmero, y entonces supo que sería incapaz de apartarlo de su lado, fuera cual fuera el motivo desconocido que lo empujaba a ello. Una sonrisa de aquél pequeño le bastaba para sentirse feliz, como no lo había sido desde que tenía memoria. Y así continuó, a su lado, acariciándole, abrazándole, secando sus lágrimas, permitiendo que el muchacho desahogara todo su horror, sus miedos, su dolor, su alivio en él, calmadamente, sin perder en su rostro una expresión que rozaba entre la humilde benignidad, y su cierto afecto que comenzaba a crecer en él.
Permitió que el muchacho continuara con sus sollozos, mientras calmadamente, acariciando su espalda con un ritmo pausado pero constante, lo que harían a partir de ahora.- Ahora deberemos recuperarnos, y una vez estemos los dos totalmente curados, te conduciré a un lugar donde estarás a salvo, donde nadie más podrá lastimarte. -Terminó la frase, enigmáticamente. Era intuible que se trataba de su escondite, su humilde hogar, del cual no deseaba hablar de su localización a viva voz, pues temía que si se diera a conocer por los habitantes del pueblo, forasteros, espías o asesinos como los asaltantes de la otra noche pudieran extorsionar, manipular y maltratar a las sencillas gentes del lugar con tal de dar con él. Su noble espíritu no le permitía poner a nadie en peligro por su causa, así que sólo él conocía el intrincado camino que le conducía a su oculta morada. - Sólo yo conozco el camino, así que no temas, pues nadie podrá encontrarnos. Podrás reposar tranquilo, allí ni siquiera tu viejo amo podrá encontrarte. Pronto no correremos peligro alguno, joven Len. Lo peor ya ha pasado. -Le aseguro, aunque no albergaba una confianza plena en ello, pues todavía era pronto para aventurarse en tales afirmaciones, pero recuperar la fe y la esperanza del muchacho en una posible salvación lo era todo para él.
Lloró larga y amargamente, abrazando el cuerpo del mayor, completamente abandonado a sus sentimientos, sin reparar a pensar en la reacción del samurái, simplemente rogándole. Temía tanto su perdida que tuvo miedo de soltarle antes de cesar el llanto. Escuchó sus amables palabras, como una letanía. ''Ya no estás solo...'' repetía el mayor, lo que embriagaba su alma de una calma sin precedentes. Así pues, finalmente su llanto fue calmándose, por lo que se tornaron simples sollozos y separó temblando sus brazos del cuerpo ajeno, limpiándose las lágrimas, consciente entonces de aquellas suaves caricias a su espalda. Ruborizado, asintió cuando le explicó su siguiente movimiento. Aquello estaba bien, todo iría bien. Saldrían de esta y de tantas otras, y lo mejor, no le abandonaría.
-E-enséñame... q-quiero poder defenderme... y ayudarte... no quiero que te hieran más... por mi culpa...-Hipó entrecortadamente, secándose de nuevo las lágrimas frenéticamente. Le intentó sonreír, francamente, de corazón. Le dolía el pecho, pero no hizo caso de ello.
Le observó luego de nuevo, largo y tendido, sentado demasiado cerca, y tomó las manos que lo acariciaban y rodeaban amablemente y las llevó educadamente, con toda la delicadeza del mundo, a sus labios. Un simple beso en las puntas de sus dedos, un nuevo gesto de agradecimiento, y bajó la vista ruborizado.
-Marcharé contigo allá donde quieras conducirme... mi vida te pertenece desde el instante que me salvaste de aquel lugar... y desde que arriesgaste la tuya por mí... Siempre que me protejas yo querré protegerte... por eso mismo... iré donde me lleves... y si me quieres enseñar, aprenderé... maestro.-Tras esas palabras, le reverenció, con todo su cuerpo rozando el suelo en una máxima muestra de respeto sumiso. Habían tenido ya varias veces esa conversación, habían determinado un destino. Pero la mariposa sentía que nunca sería suficiente para pagarle todo lo que había hecho por él.
Lo cierto era, también, que no quería separarse de Kamui... sentía pavor a quedarse solo, y la presencia del samurái lo sanaba, aunque no podía saber bien porqué.
O tal vez... sí que lo sabía. Lo supo desde la noche del ataque... pero nunca lo diría, no pensaría más en ello.
Se concentraría en hacerse fuerte y se contentaría con sus enseñanzas y su compañía. Con su antigua trayectoria de vida, era mucho, muchísimo más a lo que jamás podría aspirar. Continuó reverenciándole, con sus últimas palabras todavía en sus labios.-''Maestro...''. Le gustó llamarle así. Aunque solamente una vez. Esperaría su respuesta y su recuperación. Una vez más recordó la angustia y los ruegos profesados durante el letargo de Kamui...y se sonrojó para sí mismo, mirando la tela de los futones bajo su rostro reverenciado.
La visión de esa sincera sonrisa rota en sollozos se grabó para siempre en las oscuras pupilas del ronin. Aún más sus ruegos resonaron con un retumbante eco en lo más profundo de su ser. Eran tan desinteresadas y nobles sus palabras, que truncarlas con una rotunda negativa habría sido poco menos que un acto vil y cruel. Era un firme deseo lleno de convicción, los ojos azul mar del muchacho no albergaban duda alguna. Además, había dado su palabra de honor de convertirle en su discípulo desde que estuvieron prácticamente a unas horas de aquél antro lleno de vicios y rosas desfloradas. Y si algo había acompañado la férrea convicción de aquél hombre, era a no faltar a su palabra, contra todo tipo de incidencias y desventuras. Asintió suavemente al pequeño, sintiéndose ciertamente colapsado ante tanta muestra de agradecimiento que no creía menester ni merecer. Enternecido por su sentimiento de culpa, entendió que era momento de calmar su alma.- No te preocupes Joven Len. Te he ayudado por que así lo he querido. Así como expuse mi vida sobre el filo de mi espada para darte la oportunidad de ver amanecer una nueva vida ante tus pies. No sientas dolor ni amargor por el camino que he tomado, pues es para mí el mayor de los regocijos y honores poder poner a tu servicio mi hálito si con ello te puedo dar un futuro. No deseo que te halles atado a esta decisión, ni sientas que devolverla ha de ser tu obligación. Yo he tomado mi camino, es hora de que camines en pos del tuyo. Si permanecer a mi lado es tu objetivo, no seré yo quien me interponga. - Aún sus movimientos tenues de sus manos se deslizaban por la suave seda oscura que cubría el tierno cuerpo del kagema, hasta que sin admitir reproches, el muchacho acalló su discurso con un suave y respetuoso beso que había conducido a esas manos que hasta hacía unos instantes surcaban su espalda con deleite. Tras ese inesperado gesto, que puso en un aprieto al adulto, desacostumbrado a tales atenciones, y por si fuera poco esa exageradísima reverencia que terminó por desbordar su razón por completo, oyó nuevamente las plegarias y promesas tan sentidas y bañadas en la gratitud más absoluta, arrancando de su rostro los más rosados colores que un humano pudiera mostrar en tales circunstancias. -No... No es necesaria tanta gratitud, Joven Len... -El término "Maestro" sin duda le había levantado una herida que ya creía cerrada por siempre. No se percibía maestro de nadie, ni merecedor de tal título. Él era simplemente un vagabundo que luchaba en asuntos harto olvidados por el país, o al menos por los que ahora tomaban el poder. Había llevado esa vida errante por más de diez años, y no entraba en sus planes ser maestro, pese que se había ofrecido al muchacho como tal, por tal de servirle de ayuda para volverse fuerte y hábil. Pero... ¿Maestro? Su sonrojo no tenía parangón, y su alma se dividía entre el honor y la culpa, sentimientos confrontados luchaban por alzarse vencedores en su interior. Maestro... ¿Sería capaz alguien como él poder llegar a ser siquiera la sombra de alguien mucho más superior y lleno de virtud y valor, el cual fuera capaz de transmitir tanto saber olvidado en el tiempo? Pese a su dilema personal, no podía descuidar a la persona que ahora tenía a su cargo, dadas las circunstancias que él mismo había provocado, ahora no podría darle la espalda. El caprichoso destino los había unido con un objetivo. Descubrir cuál, sería trabajo que ambos deberían recorrer y descubrir en sus andanzas futuras. Reaccionando al fin, tomó al joven de sus dos brazos plegados contra el suelo, elevándolos con suavidad.- Es suficiente, Joven Len. Cumpliré con mi palabra, sólo esfuérzate en hacer de ti el hombre que deseas ser. Yo velaré por tus sueños y seré tu guía en tan intrincado viaje. - Lo cierto era que... Ahora que comenzaba a conocerle mejor, le resultaba difícil volver a la soledad a la que tanto estaba acostumbrado. Lo extraño de todo aquello era ¿por qué un jovencito humilde había logrado lo que tantas otras personas distintas habían logrado antes sin éxito? ¿Por qué precisamente él? ¿Qué tenía de especial...? No habría sabido decirlo en aquellos momentos, aunque el futuro incierto se había comenzado a formar entre ellos en ese instante, imperceptible, pero latente y presente.
Y con esa dulce calma reinando el ambiente, los dos nuevos compañeros de viaje se sumieron en una pronta y saludable recuperación, ayudados por los acertados cuidados del señor Kaai, el doctor, su ayudante Hiyama Kiyoteru, y las graciosa intervenciones de la pequeña de la casa, Yuki, que hacía las delicias de todos.
En una de sus estadas, trajo a escondidas un bello ramo de flores que su abuelo cuidaba con esmero en el pequeño jardín, insistiendo en ofrecérselas a Len, que para ella era "el muchacho más hermosa que había conocido, como una princesa". Pero aún fue más oportuna su firme posición de insistir a Kamui en que debía usar la flor más bella del ramillete para adornar la dorada cabellera de su doncella, pues como su abuelo le había contado, era costumbre entre personas que se querían. Y de nada sirvieron las incesantes negativas de que esa relación no era para nada la que les unía, y ante las amenazas de llanto de la pequeña, no tuvieron más remedio que ceder ante sus peticiones un tanto embarazosas.
Al fin llegó el día de partida. Tanto el menor como el adulto reiteraron en varias ocasiones su profunda gratitud y sus buenos deseos a sus salvadores, y con cierto pesar en sus corazones, se despidieron de ellos, deseando volverles a ver en circunstancias más amables.
Cuando las dos singulares figuras cruzaron el umbral del humilde hospital del Doctor Kaai y marcharon a buen ritmo hacia la lejanía, dejando el pequeño pueblo atrás, sus dos hombres siguieron sus pasos con la mirada, permaneciendo expectantes en el umbral de la entrada a la consulta, guardando un solemne silencio hasta que prácticamente los dos viajeros se disiparon en el horizonte como el humo de la chimenea que se aleja con el viento.
-Y ya se fueron...- Pronunció el joven ayudante, con cierto tono de desasosiego teñido de feliz melancolía.- Espero les vaya bien este nuevo viaje.
El anciano Kaai permanecía callado, como sumido en sus más profundas meditaciones, y pareció hablar para sí mismo más que para Hiyama cuando de sus labios surgieron deslizantes las siguientes palabras.- Un joven corazón... tan débil... tan destrozado... tan ávido de venganza... ¿Quién lo diría que... después de tantos años, viviría para volver a ver el antaño candor joven e inocente que parecía marchito y solitario para siempre...? -Estas enigmáticas palabras por un instante confundieron la razón del joven moreno, pero lentamente, comprendiendo asintió en silencio, entendiendo que ese momento no requería de más palabras, sino de recuerdos.
Poco sabían ellos que tan sólo unos días más tarde, esos días de paz y dicha se verían truncados por una visita inesperada y cruel...
Ajenos a este íntimo diálogo, nuestros jóvenes caminantes proseguían la senda que les conduciría hasta el misterioso y tan prometido paraje al que el espadachín llamaba "hogar".
Kamui constantemente se cercioraba de no ser vistos u oídos, esta vez mucho más cautelosamente que la vez anterior, para evitarse ahora sí, cualquier contratiempo. Len le seguía de cerca, seguramente henchido de curiosidad por esa aura secreta que les rodeaba. Ambos cruzaron por entre un espeso bosque que se adentraba cada vez más a la montaña. Cualquier forastero a simple vista no hubiera encontrado más que una gran muralla de rocas escarpadas de la imponente montaña al terminar aquél inusual trayecto, pero para el que ve más allá de los ojos, esa enorme pared se convertía de pronto en un pasadizo oculto entre rocas y maleza, invisible para quien desconociera su paradero. El mayor entró primero, indicando donde pisar al segundo. La completa oscuridad los rodeaba, nadie que hubiera accedido por un descuidado error a aquél lugar, hubiera podido imaginar que tras las estrechas y escarpadas y húmedas cavernas silenciosas que les precedían, hallarían unos centenares, quizás miles de metros en adelante un pequeño haz de luz que inequívocamente conducía al exterior. Más allá de ese dificultoso paso, un extenso valle se extendía ante sus ojos con un riachuelo que sinuosamente recorría alrededor, y sobre una frondosa colina, oculta entre muchas copas de frondosos y ancestrales árboles, se hallaba una cabaña algo abandonada por el tiempo, al acercarse uno podía adivinar sin dificultad que no había estado habitada durante bastante tiempo. Kamui ofreciendo paso a su nuevo invitado, contempló alrededor lo que antaño había sido un cálido hogar. Desde entonces, se había esforzado tanto en olvidar, que apenas le resultaba extraño vivir solo en un ambiente tan sobrio y descuidado, completamente vacío de sentimientos, de alegría, de vida... Quizás en esos instantes con la llegada del nuevo inquilino, había despertado a la verdadera realidad, hacía tiempo que eso no podía considerarse apenas habitable... menos un hogar. Confiaba que con la presencia del joven muchacho ayudara a devolver parte de ese esplendor y candidez que alguna vez habitó felizmente bajo aquellas paredes hoy tan frías. Quizás ese pequeño cambio contribuyera a traer consigo días más amables a esa vida lúgubre que había llevado hasta entonces, durmiendo al raso, sin rumbo fijo, de una punta del país al otro, cometiendo atrocidades. El cauteloso samurái sin dueño cerró las puertas y las aseguró tras los pasos de Len, respirando en paz, creyéndose ya a salvo de todo peligro, no obstante hacía ya un buen rato que una oscura silueta los llevaba siguiendo y observando desde la lejanía, pero lo suficientemente cerca como para no perderles el rastro, y en esos precisos instantes, los espiaba en las inmediaciones de la cabaña, atenta a cada movimiento de sus habitantes, esperando quizás el momento más idóneo para intervenir...
Por desgracia, no eran los únicos en esos instantes que estaban expuestos a un grave peligro pues, mientras tanto, ajenos al pueblo, en él estaba a punto de acontecer una desgracia que conmocionaría a todos sus habitantes. Unos individuos de mirada gélida y sombras aterradoras surcaban la calle principal, causando pavor allá donde un pobre desdichado osara encontrarse con ellos por obra del infortunio. Pero nadie hubiera podido imaginar que entre esas pobres víctimas, se hallara quizás la más vulnerable de todas...
-Señores, llevan ustedes espadas muy largas y afiladas, y hacen daño. ¡No deberían pegar a mis vecinos con ellas! -Les acusó valientemente una niña de nueve años de edad, harto conocida por todos los que allí vivían.
-¡Yuki, vuelve aquí!- El joven aprendiz de médico salió a la calle en busca de la intrépida y temeraria nieta del doctor, pero para entonces uno de esos maleantes la sujetaba fuertemente de un brazo.
-¿¡Qué has dicho, mocosa engreída!? ¡No pienso tolerar que una mequetrefe como tú me dé órdenes!-La zarandeaba como si de una muñeca de trapo se tratase, mientras que la pequeña centraba sus esfuerzos en golpear con su puño fuertemente la mano del bandido, luchando sin mucha suerte por liberarse.
-¡Suéltame burro! -Insistía la pequeña, tratando ahora de patearle los pies a aquél enorme tipo de poderosos brazos.
Y ese mismo bandido y sus acompañantes, omitiendo el molesto griterío de la pequeña, bramaron al aire con superioridad.- Buscamos a un vagabundo. De largos cabellos y armado. Porta consigo un joven adornado con ropas estampadas en mariposas doradas. Sabemos que no pueden andar lejos de aquí. Si amáis lo suficiente vuestras vidas y vuestro pueblo, os aconsejo por vuestro bien que nos digáis todo cuanto sepáis, y será mejor que no mintáis - Y mientras pronunciaba estas últimas palabras, apretó un poco más el brazo de la niña, que ya comenzaba a gimotear por culpa del dolor.- O tendréis mucho más que perder...
Todos los aldeanos gritaban el nombre de Yuki ahogadamente, temiéndose lo peor, sintiéndose impotentes por la niña, pero incapaces de ver cómo esos hombres sin honor le despedazaban su pequeño brazo poco a poco. Kiyoteru se debatía entre confesar todo cuanto sabía, aunque eso supondría igualmente el fin: sin Kamui estaban perdidos. Pero antes de que tuviera tiempo para decidirse, Yuki bramaba con dolorosa ira. - ¡CUANDO KAMUI VUELVA OS DARÁ VUESTRO MERECIDO, Y NO DEJARÁ NI VUESTROS HUESOS! - Una mueca macabra se vislumbró ante el cabecilla, que se intensificó cuando su mirada se encontró con la de Kiyoteru, que no pudo ocultar su horror al oír la clara confesión de la niña.-
-Bien... Ya sabéis lo que tenéis que hacer chicos, no os contengáis...
Continuará…
Fin del capítulo 3
Freetalk
¡Hola a todos! Ya ha pasado mucho tiempo desde la última actualización ¿verdad? Sé que resulta tedioso pero hacemos lo que podemos… Y las musas no siempre nos visitan (amén de otros menesteres tales como obligaciones personales…) pero hemos retomado el rumbo de nuevo nwn ¡Y es que nunca nos detenemos! ¡Vamos poco a poco pero con firmeza! Muchas gracias por vuestro apoyo y por todos vuestros mensajes, ¡realmente resultan alentadores y dan ganas de seguir! =D Espero que hayáis disfrutado de este episodio. En él presentamos dos nuevos personajes Vocaloid (poco conocidos pero entrañables): Yuki Kaai y Hiyama Kiyoteru. Deseamos que hayáis disfrutado de su presencia y apoyéis a estos Vocaloid con mucho cariño. Pronto los volveréis a tener con vosotros en la siguiente actualización. ¡Estad atentos! ¡Hasta pronto!
Sin más dilación, ¡pasemos a las contestaciones de reviews!
Mei Lann: ¡Muchas gracias por leernos! ¡No, no te pegamos tranquila! =P Nos hace muy felices que lo hayas disfrutado y esperamos que hayas disfrutado de este también. Lo hacemos con todo nuestro esfuerzo y cariño nwn ¡De nuevo gracias por leernos y tu mensaje! ¡Te queremos! 3
GabrielleduLion: ¡Muchas gracias guapa! ¡Nos complace mucho que lo hayas disfrutado y nos hayas tomado el esfuerzo de leernos! =D Espero que este te haya gustado por igual.
Hikaru Nightray: ¡Nos complace de veras que te haya llenado tanto! Así nos sentimos cuando hacemos un nuevo capítulo. ¡Ponemos todo nuestro esfuerzo y cariño en ello nwn! No es fácil pero ahí seguimos. Esperamos que sigas disfrutando de él como lo hacemos de igual modo al crear cada nuevo capítulo. Muchas gracias por leerlo y hacernos saber tu opinión ¡es realmente gratificante!
Nagisa Michaels: ¡Uah! ¡Muchas gracias! Nos tomó mucho tiempo… Es lo malo de que nos tomemos tan en serio la narrativa en este fic… Pero si es para satisfacerte de este modo ¡definitivamente merece la pena! La verdad yo me encargué de la escena de la lucha y temí no hacerlo lo suficiente intenso… entretenido y dinámico al no haber realizado nunca narrativa de esta índole. Pero me place escuchar esta opinión: no lo he realizado tan mal entonces.
Tienes razón: No quiero presentar a Gakupo como un ser todopoderoso. Es virtuoso pero no deja de ser humano y quería que ese toque de realismo resaltara en la narración. Además de que el toque dramático da más peso a la trama. Sí… No soy o mejor dicho no somos del tipo de personas que nos guste comenzar un encuentros entre dos personas ya enamoradas… No creemos mucho en el amor a primera vista (sí en la atracción… se ha podido ver en el primer episodio… pero el amor es algo más profundo que requiere algo más de tiempo… y más en personas que han vivido épocas tan oscuras en su vida… sería irreal un acercamiento rápido cuando dos corazones están tan heridos…).
Sí… la verdad es que Len definitivamente está muy sorprendido y deslumbrado… desde que tiene memoria nadie lo ha tratado de ese modo y sin conocerle (sobre todo los hombres de los que tan desagradables recuerdos posee). Y bueno mucha gente me preguntó si me había vasado en Kenshin o en otro prototipo de samurái para concebir el carácter de Gakupo… si era cierto que había leído 4 tomos de Kenshin (el final) realmente no fue determinante. Me surgió así en el rol… fui caminando con él y poco a poco se fue dibujando en mi mente. El personaje se dio vida a si mismo =P Y el nombre… bueno es que quedaba raro que casi todos los personajes (incluso los de su edad) se les nombre por el nombre y no tanto por su apellido… así que terminé por nombrar a todos por el nombre de pila… (Eso y que casualmente hay personajes históricos samuráis llamados así y me hizo gracia =P… Se ve que es un nombre bastante tradicional y antiguo).
Y bueno… sí… ha tenido entrenamiento… ya tocaremos esa faceta más tarde de la historia… pero sí te aseguro que para aguantar tales insultos has de tener mucha paciencia… (eso y que admito que he leído el libro de los 5 anillos de Mushashi y unos de los preceptos más importantes de un guerrero es jamás perder el llamado "ánimo"… es decir calma y temple o te encegarás y definitivamente morirás. De ahí que mi idea de guerrero se haya ido por esa rama…). Los villanos cumplieron satisfactoriamente su misión de crear angustia y rechazo a los lectores. No todo puede ser hermoso en esta historia… sin esa dosis de "fealdad" todo se volvería insulso =P ¿Y qué decir del cabello? Para los samuráis su melena/cabello eran harto importantes… representaba honor y estatus social. (Esto lo heredaron de sus vecinos los chinos). Es un modo de insultar gravemente al honor de una persona. Y ah! Te pasó como a todos… Nadie se acuerda de la pequeña Yuki :P Como no tiene abuelo… le creamos un oc para este papel. Realmente no tiene representación Vocaloid… Todos no podrían tenerla y menos para una trama tan densa y amplia como esta ^^U (aún no has visto ni la punta del iceberg jajaja pero te aviso que te va a sorprender y gustar. No diré más para no chafar la sorpresa).
Lo sentimos de veras pero para crear algo así requiere mucho tiempo. No queremos estropear lo que hemos conseguido acelerando mucho el proceso. La magia de este escrito es que está creado con mucha dedicación. De otro modo tememos mermar la calidad… y no quisiéramos eso… ahora que estas tan satisfecha. Comprendemos que es una lata la espera… pero por eso procuramos que la espera merezca la pena. Por ejemplo alargando los capítulos como tú dices =P
Tranquila… las escenas íntimas las disfrutarás… haremos honor a la espera. nwn
¡Wow ya pasó mi cumpleaños hace tiempo pero gracias por felicitarme! =D Me hizo mucha ilusión tus etiquetas en las imágenes de Gakupo y Len (sí aún me acuerdo jejej ^_-) Me las guardé a buen recaudo =P (creo que las compartí en el club gakulen del face…) ¡Muchas gracias de verdad! (Y sí como viste lo seguí… pero desde que actualicé el capítulo 8 no he recibido respuesta de ningún lector nwnU No los descuido pero creo que mis lectores se empiezan a cansar de mí :_D (no tú que conste). ¡Muchas gracias por tu HERMOSO REVIEW! ¡Esperamos de corazón que disfrutes este capítulo! =D
Adeline: Sí todo bien pero he tenido asuntos personales (eso y que dependo de mi co-ayudante que escribe la mitad de lo que podemos ofrecerte en este fic). Y que procuramos que quede una redacción pulida y trabajada para que sigas disfrutándola como siempre… pero requiere tiempo U ¡Siento la tardanza! Espero que te haya gustado la actualización (y por el momento tengo actualizado el otro fic por si gustas leerlo también). ¡Nos vemos muy pronto! ¡Gracias por tu interés y tus reviews! ¡Gracias por los ánimos y muchos besos!