En el momento en el que las cosas comienzan a cambiar es curioso mirar hacia el pasado.
Rin y Len. Dos nombres que se complementaban al igual que el apellido que compartían, ambos el reflejo del otro al momento de nacer, con la única diferencia de sus respectivos géneros. Sus padres murieron al poco tiempo de su llegada, por lo que los gemelos crecieron sin nunca conocerlos, más allá de una vieja fotografía familiar.
Pasaron su infancia en la mansión de su tutor, una mujer de cabellos cortos y castaños que vestía predominantemente de color rojo. A la llegada de estos pequeños, el recinto sólo poseía una habitación de huéspedes, aislada en lo alto del ala oeste de la gigantesca mansión, la cual se convirtió en la habitación de los gemelos. Aquella habitación poseía una vasta cama, originalmente para uso de los huéspedes, que les quedaba un poco grande a los pequeños hermanos; y también poseía un baño propio, evidencia del aislamiento y privacidad que supone una habitación de invitados.
Como la mansión en la cual vivían los hermanos Kagamine era tan amplia no faltaban los lugares en donde jugar, en especial en el enorme jardín vestido de hermosas rosas. Jugaban a que el valiente caballero rescataba a la hermosa princesa. Eran el compañero del otro, compartían un vínculo que sólo aquel que hubiese compartido el vientre materno podría llegar comprender.
Hacían todo juntos, jugaban juntos, comían juntos, leían cuentos juntos, dormían juntos y se bañaban juntos... hasta cierto día de invierno. De forma repentina Rin decidió bañarse antes que Len, sola. Len se dio cuenta de esto cuando la vio salir del baño con su pijama y frotándose su húmedo cabello rubio con una toalla. Esto lo extrañó y decidió preguntarle al respecto una vez acostados en su cama para dormir.
—Rin... ¿Estás dormida? —preguntó Len en un susurro.
—No. ¿Qué sucede? —respondió ella también en un susurro.
—Es que hoy... te bañaste sin mí, tan sólo me preguntaba... si te ocurrió algo, o si te enojaste conmigo... por si hice algo que te molestara...
—¡N-No es nada! —respondió rápidamente Rin con un sonrojo en su rostro— De verdad no te preocupes... no estoy enojada ni nada, es sólo que... creo que a partir de ahora debo bañarme sola.
Len estaba extrañado, durante sus once años de vida nunca había visto a Rin tratando de hacer cosas por su cuenta, sintió como si su lazo especial se hubiese debilitado un poco. Esa noche no enlazaron sus manos al dormir.
Pero la razón de esta repentina decisión era algo que Len desconocía, y era el rojo tinte que manchó la ropa interior de su hermana ese día, y que lo haría cada mes el resto de su vida.
Los días comenzaron a pasar cada vez más rápido. Ya no jugaban los juegos que solían jugar, ya no leían historias infantiles, las comidas comenzaron a hacerse más silenciosas, pero aún compartían aquella cama que ya no se les hacia tan grande.
Cierta noche Rin y Len dormían juntos, como era de costumbre. Ya poseían 13 años de edad. Len padecía de un ligero insomnio, tan sólo observaba a su hermana dormir, la cual se volvía cada día más bella. Su cuerpo estaba distinto, sus manos ya no calzaban con las suyas, sus caderas se habían comenzado a formar y sus pechos... se sonrojo un poco al mirarlos, habían comenzado a crecer. Escuchaba su suave respiración que provenía de sus labios entreabiertos, aquellos labios rosas que brillaban a la luz de la luna. Predominaba un silencio absoluto en la habitación, por lo que escuchaba con claridad sus propios latidos, los cuales comenzaban a latir cada vez más fuerte sobre su pecho. Acarició con suavidad los rubios cabellos que se asomaban sobre el rostro de Rin, y colocó su mano sobre su mejilla. Se quedó unos segundos observándola mientras que lentamente acercaba su rostro al de ella, colocando sus labios a pocos centímetros de los de ella, rozando sus alientos. Rin se encontraba completamente dormida, hecho que incentivó a Len a unir lentamente sus labios con los de ella en un tímido beso. Aquel beso comenzó a hacerse más intenso cuando sintió las manos de Rin entrelazarse en su cabello, agitándose sus respiraciones, aumentando su pulso. Len comenzó a bajar su mano, pasando por el cuello, los hombros, llegando hasta el tirante de la camisa de dormir de Rin, que comenzó a deslizar por su suave piel, a punto de descubrir sus pechos... Cuando despierta violentamente sudado, con los cabellos alborotados, y con un gran problema en su entrepierna. Rin despertó alarmada en reacción al movimiento causado por Len, quién despertó de golpe.
—Mmm... ¿Len? ¿Qué sucede? ¿Estás bien? ¿Tuviste una pesadilla?
—Sí... eso creo —mintió el joven, con el rostro sonrojado—. No te preocupes, vuelve a dormir, Rin.
Esa noche Len no pudo seguir durmiendo.
foto rin y len bañandose juntos n_n (ignoren a kaito en la ventana ¬.¬) .
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(borren los espacios)