Hola, chicos!
Disculpen por la demora tan grande, la escuela me tiene como zombie e_e pero bueno, ya salí de vacaciones así que tendré más tiempecín
para dedicárselo a Eternity. Gracias por seguir conmigo!

Espero disfruten el capítulo.


"Brisa nostálgica"

Todo se encontraba en silencio. No había nada ni nadie que pudiera culminar con el mismo, porque todo se hallaba en un equilibrio que casi parecía que permanecería así por mucho tiempo sin algún tipo de cambio. La oscuridad rodeaba cada rincón de aquél cuarto y cobijaba en un suave abrazo la misma quietud, permitiendo entonces que una figura solitaria se removiera entre las blancas sábanas que cubrían su cama, incómoda.
Dentro de sus párpados se ocultaba un abismo enorme, vacío de cualquier imagen colorida, y a la vez estaba lleno del sutil susurro que producía su respiración acompasada...pero algo no estaba bien; había algo que sobraba, no tenía idea y le tomó un poco averiguar de qué se trataba, pero antes incluso de que pudiera hacer algo para terminar con "eso" que le perturbaba, un fuerte halo de luz inundó con brusquedad el negro abismo, obligándole a retirarse inmediatamente.
Primero un tímido entreabrir de ojos, luego un parpadeo y después, un claro enfoque a su alrededor: los objetos que había dejado desordenados el día anterior seguían en el mismo lugar pero emitían leves destellos de diferentes tonalidades, al igual que los muebles e inclusive su propio lecho. Miró su piel y notó que ésta se veía más clara, creando el complemento necesario para obtener el ambiente perfecto de lo que sería una cálida mañana...pero algo no estaba bien, algo faltaba y ella sabía lo que era.
Curvando sus labios hacia abajo, se deslizó por entre las sábanas hasta lograr sentarse al borde de la cama y estirarse un poco. Miró hacia atrás, antes de alargar su esbelta figura y levantarse para poder abrir la ventana. Una vez que lo logró, sintió la fresca brisa matutina que solía invadir los enormes campos de Reesembol, alborotando los mechones de su larga cabellera rubia.
Alcanzó a divisar a un par de trabajadores que probablemente se dirigieran hacia el campo abierto para comenzar su jornada, y ya que el sol calentaba la tierra armonizando con los demás seres vivos, esto no sería difícil. Como siempre, el día aparentaba estar lleno de gozo y alegría. Pero a ella, algo le faltaba.
-¡Winry! ¡Winry!-llamó una voz, proveniente de afuera. Miró hacia abajo y descubrió a una anciana mujer que acababa de encender su pipa, a su lado, un perro que daba de vueltas en el pasto para buscar el mejor sitio y dormir un rato.
-¡Buenos días, abuela! ¿Qué pasa?
-El desayuno ya está servido. Vístete y baja antes de que se te enfríe-respondió la aludida con una sonrisa. Al ver que su nieta le devolvía el gesto y se apartaba de la ventana abierta, aquella sonrisa se desvaneció y su mirada se perdió por unos momentos en los prados verdes que se extendían por doquier.
Winry salió deprisa de la ducha matutina, se vistió, y se sentó sobre su pequeño taburete frente al tocador para arreglarse el cabello. El cepillo de suaves cerdas recorría una y otra vez los mechones rubios, perfeccionando su imagen limpia; ella era hermosa, pero para sus ojos, lo que el espejo le mostraba era a una chica de aspecto sombrío, cuya mirada se hallaba apagada porque su alma yacía dormida entre algún recóndito abismo de dolor y soledad. Esa misma mirada, repentinamente se desvió hacia una esquina del tocador, dejó el cepillo y ató su cabello en una coleta antes de extender su mano hacia un pequeño montón de hojas. Ella no solía dejar papeles sueltos por ahí, siempre los guardaba en el cajón del mismo mueble pero cuando observó detenidamente, se encontró con un par de notas escritas por parte de sus amigos y vecinos, además de dos cartas. Recordó en ese momento que hacía unos días, su abuela le había dicho que la mayor parte del correo era para ella y que iba a dejárselo en su cuarto, pero no lo había recordarlo debido a sus constantes distracciones. Lo mejor sería revisar las cartas primero, pensó, por lo que guardó los otros escritos en el cajón y miró el primer sobre. Era una confirmación del dinero que su proveedor había recibido por parte de ella, al venderle ciertas piezas de automail que se necesitaban. De acuerdo, no era tan importante, lo mejor sería desechar esa carta y leer la segunda.
Ésta, era importante puesto que estaba escrita por el puño y letra de aquél chico. Con una pulcra caligrafía-producto de las enseñanzas que había recibido-le expresaba lindas palabras repletas de buenos deseos, pero ella sólo decidió ignorarlas para dirigirse hacia el tema central: su amigo estaba anunciándole una pronta visita, además de una sorpresa que probablemente le encantaría. ¡Qué mentira! Sólo si llevase bajo el brazo algún método para volver en el tiempo, podría sentirse encantada y feliz.
Leyó la fecha en que había escrito esa carta y después miró la que indicaba el día en que la carta había llegado a su destino, lo cual la dejó sin habla: haciendo cálculos, su amigo debería estar bajando del tren en ese preciso momento, o tal vez ya debía estar a tan sólo unos metros de distancia.
Esto no puede estar pasándome...

La puerta de la habitación se azotó de golpe, la chica bajó apresuradamente los escalones y tuvo que saltar los tres últimos en su carrera por llegar hasta el comedor.
-¡Vaya! No pensé que fueras a bajar tan rápido, ¿hoy tienes mucha hambre?-bromeó la anciana, que se encontraba sentada sobre una silla, aún fumando su pipa con toda tranquilidad.
-No es eso, abuela. Lee esto-replicó la ojiazul entregándole la carta, ahora un poco arrugada. Mientras su parentesco leía con la misma serenidad, ella intentó acompasar su respiración poco a poco; por otro lado, el perro la miraba, curioso, sin dejar de mover su cola de un lado al otro. Al terminar de leer, la anciana lanzó un largo suspiro, dejando escapar una voluta de humo y esbozó una pequeña sonrisa.
-Dime, ¿hasta hoy decidiste abrir esta carta?-preguntó, alzando la susodicha para devolvérsela. Winry la tomó y apenada, asintió lentamente-Tienes suerte de que apenas ayer decidimos organizar todas las piezas mecánicas que teníamos esparcidas por la mesa larga. Ahora bien, haciendo cuentas, lo mejor será preparar otro desayuno y después esperar.
-Yo...lo prepararé-declaró la rubia, acariciando la cabeza del animal, que lanzó un ladrido de alegría; entró a la cocina y se dispuso a buscar los ingredientes necesarios para el desayuno.

Era interesante, pese a que ambos hermanos solían ser muy unidos, cada uno tenía diferentes gustos de todo un poco a excepción de la comida: los guisados eran sus preferidos...aunque cuidaban de que uno de ellos no tuviera demasiada leche. Al evocar ese recuerdo, una sonrisa sencilla se dibujó en su rostro porque esa pequeña particularidad lo hacía único de entre todas las personas que conocía y que quería. No, él incluso había ido más allá del significado de la palabra "querer", ya que nadie podría igualar el valor que poseía para sacrificar lo que más anhelaba y todo...todo había sido por amor. Al principio le molestó de sobremanera que él pudiera apartarla de su lado sin preguntarle nada, pero conforme pasó el tiempo llegó a comprenderlo y ahora que eso se había terminado, ¿qué haría a continuación? Así como ella le enseñó lecciones importantes, Edward le había correspondido dándole el ejemplo a seguir...pero se había olvidado de enseñarle cómo vivir sin él. Nadie podría ser capaz de realizar tal labor, por mucho que se esforzaran y eso era por el simple hecho de que no eran él.
¿Sería esa la razón de su frialdad para con la gente que convivía? ¿Estaría molesta con ellas porque no eran lo suficiente para traerla de vuelta de la oscuridad? Sabía que no tenían la culpa de su tragedia, pero ya no estaba segura de lo que podía hacer para perdonar y olvidar.

Cuando ya estaba colocando la comida sobre la mesa, Den comenzó a ladrar y a agitar su cola, antes de abrir la puerta con su pata mecánica para dirigirse hacia el camino que conducía a la casa, lo cual les señalaba que su invitado ya había llegado. Intercambió una mirada con su abuela y ésta le indicó que se podía adelantar; aún indecisa, se quitó el delantal que había usado para cocinar, colgándolo después sobre un gancho cercano, luego volvió a hacerse la coleta que sujetaba su cabello y miró una última vez la comida sobre la mesa. No estaba nerviosa, pero tampoco emocionada por recibir a un buen amigo que no había visto en un tiempo: era injusto, lo sabía, pero realmente no tenía ganas de verlo...ni a él ni a nadie.
Colocó su mano sobre el borde de la puerta, que estaba entreabierta y salió de la casa. La luz del sol le dio de llenos en sus ojos, por lo que le tomó un rato acostumbrarse a tal resplandor y poder mirar a su alrededor. No le costó trabajo ubicar a la persona que esperaba: casi a la mitad del camino empedrado, se encontraba un chico que trataba de esquivar todos los saltos que Den hacía al intentar lamer su rostro, como muestra de lo contento que estaba de verlo. Delgado, de alta estatura, cabellos castaños y ojos esmeraldas, que no expresaban sino una extraña dulzura y fortaleza combinadas en una profunda amabilidad. Hubo un momento en que el cariñoso animal consiguió su objetivo, tumbando a aquél muchacho al suelo y no fue hasta que terminó de darle una grata bienvenida que éste pudo levantarse. No tardó en reparar en su presencia, por lo que le hizo un ademán y le sonrió, para después tomar su maletín y acercársele con rapidez. Ella se limitó a dar un par de pasos y extenderle sus brazos.
-Winry, me alegra verte de nuevo-repuso el castaño, una vez que pudo abrazarla.
-Alphonse...Bienvenido a casa-contestó la aludida, separándose con delicadeza y haciendo un enorme esfuerzo por mostrarle una sonrisa que pareciera natural.
-Sí, a casa... De nuevo debo darles las gracias por seguirme recibiendo cada vez que vengo por los alrededores.
-No hay necesidad de agradecer nada: este siempre ha sido y será tu hogar.
-Aun así siento que debería darles algo a cambio.
-Con tu visita es más que suficiente-repuso la rubia, sabiendo que le estaba mintiendo. Ante su declaración, el de ojos esmeraldas le sonrió y abrazó de nuevo.
-¿Interrumpo algo?-inquirió una voz y ambos chicos miraron hacia el porche de la casa.
-¡Abuela! ¡También a ti te he echado de menos!-exclamó Alphonse, soltando a su amiga y yendo al encuentro de la anciana, abrazándola también. Winry por otro lado, los miró sonreírse mutuamente, bromear e intercambiar noticias fugaces pero no escuchaba nada excepto la brisa que sacudía sus mechones, trayéndole el dulce-amargo aroma del campo abierto y esto provocaba que en su mente, imaginara que Edward estaba a su lado y que los susurros de las copas de los árboles se volvieran palabras suyas. Cerró los ojos, dejándose llevar unos momentos por su conocida música silenciosa, donde la melancolía se fundía con los gratos recuerdos que conservaba de él.
La mención de su nombre, la forzó a terminar bruscamente con su ensimismamiento y abrir los ojos. Tanto Al como Pinako le miraban un tanto extrañados, pero ella les mostró que nada sucedía y los invitó a pasar adentro.

Alphonse comía gustoso el desayuno sobre la mesa y Den lo observaba atentamente, esperando por si el chico decidía darle algún bocadillo. La escena era hasta cierto punto muy tierna, desde la perspectiva de las dos mujeres, que se limitaban a mirarlos, olvidándose por completo del alimento que tenían enfrente. Realmente debía ser agotador tomar un viaje de cuatro días desde Ciudad Central hasta Reesembol, durmiendo y comiendo algún aperitivo de vez en cuando; ambas se alegraron de que él llegara esa misma mañana, de lo contrario hubiera tenido que esperar hasta la tarde para comer algo.
-Y dinos, Al, ¿qué te trae por estos rumbos?-inquirió Pinako, una vez que los tres pudieron terminar con el agradable desayuno. El aludido compuso una sonrisa enigmática y tardó unos momentos en responder, dado que se había levantado para abrir su maletín y buscar algún objeto dentro del mismo.
-Podría haberles enviado una carta, para explicarles la situación, pero preferí darles la noticia en persona, ya que aún tengo tiempo para estas cosas-repuso Al, mientras se giraba y les sonreía nuevamente, esta vez sosteniendo algo. Winry, Pinako y Den le miraron con curiosidad y el chico en respuesta, lentamente fue abriendo el "capullo" que formaban sus manos, para dejar entrever un objeto con cadena de plata, redondo y con una especie de dragón grabada en la tapa.
-¡Alphonse! ¿Acaso tú...?-inquirió la anciana, sorprendida, a lo que el aludido asintió.
-Sí, mis estudios finalmente dieron resultados. Ahora soy un Alquimista Estatal.
-Pero...-dijo Winry, sintiendo cómo su boca comenzaba a quedarse seca-¿No se supone que para obtener el título de Alquimista Estatal debías prepararte con meses de anticipación?
-Así es. Sin embargo, debido a que cinco años atrás ya había realizado gran parte de ese examen, sólo tuve que pasar a la revisión médica y después a las pruebas alquímicas.
-Supongo que ahora eres el segundo Estatal más joven de la historia, ¿cierto?-aventuró Pinako con una sonrisa. Sin poder evitarlo, Winry apretó los puños con fuerza y se mordió el labio para no ponerse en evidencia. No deseaba que la consolaran de nuevo.
-¡Eso es fantástico! Creo que Ed estaría...muy orgulloso de ti-comentó, aunque las últimas palabras parecieron quedarse sofocadas en su garganta.
-Sé que lo estaría-susurró el castaño, sonriendo tristemente. De pronto sacudió su cabeza, como si negara algo-Sí, ahora mi sobrenombre es: El Alquimista Etéreo.
-¿Etéreo?-repitió Pinako extrañada, sosteniendo su pipa antes de llevársela a la boca.
-Correcto. Mi poder alquímico se basa en controlar la sustancia que no puede verse, aquella sustancia que nos mantiene unidos al cuerpo: el alma.
-¿Quieres decir que-?
-Desde que recuperé mi cuerpo, parece que puedo separar mi alma en fragmentos y colocarlas en objetos que puedan moverse, como estatuas...o armaduras.
-¿Y eso no es peligroso?-preguntó la rubia, sin levantar su mirada, que yacía posada en el suelo.
-Conozco los riesgos: uno puede dividir su alma hasta siete u ocho partes, pero eso implicaría la separación de tu propio cuerpo. Por eso yo sólo la divido en cinco-explicó Al, abriendo y cerrando su reloj. Fue en ese momento que Winry finalmente pudo alzar su vista.
-¿Y sólo puedes separar tu alma?
-Tal vez también ser capaz de dividir el alma de otras personas, pero nunca lo he intentado y no pretendo hacerlo. No quiero que nadie sufra lo que es no poder sentir, oler y experimentar todo lo que existe a tu alrededor.
-Entiendo...-musitó la chica, desviando su mirada nuevamente y permitiendo que un incómodo silencio se extendiera por el lugar. Debía haberlo esperado: ya no era posible ver sus ojos una vez más...o tocar por última vez su rostro. Heh, ni siquiera ahora podía reparar su continuamente dañado o destrozado automail.
-¡Ah! Acabo de recordar... ¿Winry?-llamó Al, después de haberse golpeado la frente con la palma de su mano. La mencionada apenas alzó ligeramente su mentón, indicándole que tenía su atención-Antes de que tomara el tren, uno de los amigos del...del General, me dijo que tiene problemas con un aparato de comunicaciones y que era urgente repararlo porque es de suma importancia para su trabajo.
-¿Lo conozco?
-Creo que sí: ¿Kain Fuhery?
-Me suena familiar-repuso la rubia con voz monótona. Tanto Pinako, como Alphonse notaron esto e intercambiaron una mirada fugaz que expresaba la ansiedad de no poder hacerla sonreír ni con lo que más le gustaba hacer.
-Ehhh... ¿De veras? ¡Eso es muy bueno! Entonces te sugeriría que comenzaras a empacar las herramientas necesarias, ya que nos iremos pronto.
-¿Tan rápido piensas irte, Al?-cuestionó la anciana al chico. Aquella propuesta le había tomado por sorpresa.
-Lo siento, abuela, pero sólo me dieron una semana "libre" antes de que pueda comenzar con mis deberes estatales. Ahora estoy retrasado, porque ya he gastado cuatro días en sólo hacer este viaje.
-Al menos quédate a pasar la noche aquí-intervino Winry de pronto. Los otros dos la miraron, extrañados ante esa actitud.-No me parece justo que tengas que gastar cuatro días de tu semana libre en un tren. Además...a Edward nunca le impusieron condiciones en cuanto obtuvo su certificado-añadió, sintiendo una punzada en su pecho cuando mencionó ese nombre. El otro pretendió ignorar aquella réplica.
-No estoy seguro de que pueda hacerlo, Winry. Esta vez mi trabajo es distinto y no sé cuándo tenga que reportarme para mi primera misión y-
-Por favor, Al. Sólo una noche-pidió la chica, interrumpiéndolo. Quería aparentar que deseaba que su mejor amigo se quedara cerca, antes de irse por un buen rato...pero la verdadera razón era obtener un poco de tiempo para poder fingir algún malestar a la mañana siguiente y así tener una buena excusa para no acompañarlo. Verdaderamente su actitud no era la misma: no ansiaba seguir trabajando con automails, ni continuar varios proyectos que tenía en mente, de igual forma no quería la compañía de nadie porque sabía que todos le comunicarían su pesar y tratarían de animarla. Ella no deseaba ser salvada.
Tras insistir muchas veces, logró convencer a Alphonse y pronto entre Pinako y ella le prepararon un cuarto para que dejara su equipaje. Después, el chico les comunicó que iría a visitar a su familia, sin poder ocultar un rostro repleto de amargura, ante esto, abuela y nieta quisieron acompañarlo, pero él suplicó que lo dejaran ir solo. La mañana transcurrió con rapidez hasta llegar al atardecer, y sólo en ese entonces el muchacho regresó a casa, con la explicación de que tras haber ido al cementerio, decidió darse una vuelta por los alrededores y saludar a viejos amigos para después hacer una última parada en los restos de su antiguo hogar.

Mientras Winry, Al y Pinako cenaban, la primera notó que el castaño no dejaba de observarle y eso se debía a que él sabía perfectamente cuál era su verdadero pesar…estaba en desventaja, ya que no podía engañarlo como a los demás.
En cierta forma lo envidiaba: Al había sido capaz de sobreponerse ante la tragedia y ahora estaba luchando por ser mejor cada día, con el ideal de llegar a ser como su hermano mayor. Ella era justo lo contrario, porque perder a Edward era algo para lo que no estaba lista…era como si una parte de sí misma se hubiese fragmentado, porque él fue la única persona que realmente había amado tanto.

No supo el porqué, pero cuando llegó el momento en que debía preparar sus cosas para el viaje que realizaría a la mañana siguiente, tomó la decisión de acompañar a su amigo a Ciudad Central, aunque tenía la vaga sospecha de que la brisa nostálgica era responsable de ello, debido a que continuamente soplaba sólo para ella.
Al terminar de empacar, se alistó para dormir y se recostó sobre su mullida cama, no sin antes abrir la ventana y dejar que el silencio de ese lugar se fusionara con su necio ímpetu de permanecer oculta en la soledad absoluta. Ante todo esto, no estaba segura de cuan profundo sería el impacto para ella cuando llegara a la ciudad, pero sabía que sólo así podría tener algo más sólido de lo cual aferrarse cuando intentara recordar a su persona especial...a su ahora distante amor.