BIEN, DESPUÉS DE TANTO TIEMPO AL FIN PUEDO DARLE EL FINAL QUE SE MERECE A ESTA HISTORIA. MUCHOS DE LOS QUE ME HAN LEÍDO SABEN QUE LA INCLUSIÓN DE 6 O 7 CAPITULOS ESTABAN RESUMIDOS EN 3 EN
PIDO DISCULPAS POR ESO, SÉ QUE SE MERECÍAN LEER UN BUEN FINAL Y ESPERO ESTE SEA DE SU AGRADO. MUCHAS GRACIAS A TODOS Y ESPERANDO POR LO NUEVO QUE VIENE EN CAMINO, NO ME QUEDA MÁS QUE DESPEDIRME Y AGRADECER POR LA COMPAÑÍA EN ESTA GRAN TRAVESÍA QUE FUE "BAJO LA LLUVIA"
Bajo la Lluvia
La arena se sentía suave bajo sus pies, algo fría por el agua del mar, pero muy relajante. Ella amó cada momento a solas con el gigantesco océano, cada momento allí tenía un porqué y un motivo. Una sonrisa se formó en sus labios cuando consiguió lo que estaba buscando, cuando tenía que pensar, ese era el lugar indicado.
Suspiró cerrando sus ojos y se dejó abrazar por la suave brisa de la tarde, no había mucho sol ya que se avecinaba una tormenta, pero eso no le quitaba belleza al paisaje. De pronto, gotas saladas golpearon sutilmente su rostro y no pudo evitar sonreír. Sus hijas no se cansarían de molestarla, de intentar hacerla rabiar o simplemente de llamar su atención, y lo habían conseguido.
-Eso es todo, mamá está molesta –chillidos emocionados se escucharon de parte de ambas niñas y ella adoraba eso, mucho.
-Corre, mami viene por nosotras –gritó la rubia de cabellos alborotados.
La castaña solo se limitó a reír y correr mientras era alcanzada por su madre, ambas rodaron por la arena antes de que ella la atacara con besos y cosquillas.
-No… mami… basta –gritó entre risas la castaña.
Por otro lado, a pocos metros de distancia, se encontraba un grupo de personas reunidas en una cabaña. Todos observaban sonrientes la escena, era muy común en estos tiempos verla comportarse de forma diferente. Sin embargo, algo había cambiado y no sabían precisar que.
-Tienes una familia hermosa –susurró Jen acariciando su creciente vientre, era el segundo hijo que traían al mundo. Muchos criticaron el posible riesgo de estar embarazada a su edad, a ella no le importaba, quería tener a su hijo.
-Lo sé… -suspiró Freddie dibujando una sonrisa ladeada.
-¿Eres feliz? –preguntó Jen después de un minuto de silencio.
-Desde que llegó a mi vida, con peleas y maltratos, con sus locuras y malos modales… ahora nada queda de esa chica de la cual me enamoré… ella es una mujer diferente y amo cada una de sus facetas, no cambiaría nada de lo que ha pasado –susurró el castaño suspirando.
-Eso es excelente. Puedo decirte que nada queda de ese jovencito que llegó a mi oficina borracho e insultándome por haberle robado a su Sam –comentó la pelinegra divertida.
-¿Borracho? ¿Te insultó? –Ella asintió sonriente ante la pregunta de Spencer y Freddie le correspondía.
-Cuando Sam decidió que no quería ver a nadie por los insultos de Carly… -la aludida se sonrojo y bajo la cabeza. –Sabes que eso quedó en el pasado Gibson, no tienes que reaccionar así –comentó Freddie antes de proseguir-. Me sentía tan desesperado que busqué refugió en otras personas, me ofrecieron drogas e infinidades de cosas, pero lo único que acepté fue la bebida… una tarde fui a reclamarle por todo y ella comenzó a atender.
Freddie suspiró ante los recuerdos, Sam y él habían pasado por tantas cosas que era imposible no sentirse bendecido.
-Si me disculpan, debo ir a buscarlas, está a punto de llover –informó antes de salir.
Las buscó en la orilla y logró dar con ellas a pocos metros de la cabaña. Entonces, allí estaban, dos niñas idénticas que corrían por la playa seguida por su madre rubia, Sam. Las tres reían y jugaba entre ellas, las niñas buscaban caracolas en la orilla o simplemente hacían castillos de arena. A pesar de ser tan pequeñas eran muy inteligentes, se parecían tanto a él y a la vez estaban tan llenas de energía.
Pudo percatarse de la presencia de su hijo, Joe, que asechaba con palabras y juegos bruscos a Pam. Él estaba en una etapa donde ya no era niño, pero tampoco era un adolescente, llamar la atención siempre fue su prioridad, sobre todo desde la llegada de las gemelas. Sin embargo, Joe amaba a sus hermanas, las cuidaba como nunca e intentaba ayudarlas en todo. Pero a veces, los juegos se salían de sus manos y Freddie siempre estaba allí para hacerle ver su error, y guiarlo por el buen camino.
-Mamá… -gritó Melanie con horror. –Ella lo está haciendo de nuevo.
-Melanie… -dijo ella entre risas. -¿Qué está haciendo de nuevo?
-Le está pegando… -gritó tomándola de la mano mientras tiraba de la castaña.
Su esposa caminó hacia sus hijos con una sonrisa en los labios, no podía evitar recordar tantas cosas, ellos tenían un temperamento diferente que chocaban entre sí. A decir verdad, el temperamento de Joe, era una mezcla entre los suyos; él disfrutaba de la lectura y la computación, así como de la comida. En cambio, Melanie era muy parecida a su tía, le hacía honor a su nombre y a toda ella, pero amaba la comida en secreto; Freddie recuerda haberla pillado muchas veces a altas horas de la madrugada, comiendo como lo hacía su madre. Y por último estaba Pam, una niña inteligente y sin miedos, era atrevida y le encantaba mantener sus ojos pegados en un libro, para su edad, poseía atributos muy desarrollados; ella era muy parecida a Freddie, pero su fuerza la heredo de su madre.
-Pam, ¿Qué te he dicho de jugarte así con tu hermano? –su voz fue dulce y a la vez tan autoritaria.
-Lo sé, es que… -la pequeña niña de cabellos castaños comenzó a llorar, era tan sentimental, era única a los ojos de su padre. –Me dijo ñoña… solo porque me gusta leer.
"A qué me recuerda esto" –le susurró Freddie a la nada mientras avanzaba hacia ellos.
-Joe… -le llamó Sam de forma amenazadora.
El rubio avanzó a regañadientes hacia su madre.
-Eres mayor y no puedes estar buscando pleitos, menos a unas niñas…
El rubio iba a replicar cuando su padre lo llamó, automáticamente sus ojos se llenaron de lágrimas y avanzó hacia él con la cabeza gacha. Sam solo pudo suspirar y dibujar una sonrisa en sus labios, de sus tres hijos, Joe, era el más apegado a su padre.
-Lo siento, papá… -susurró el niño con lágrimas en los ojos.
-Está bien, pero debes cuidar y respetar a tus hermanas. Solo tienen seis años y confían en ti para que las cuides no para que te burles de ellas o busques pelea con Pam y mortifiques a Mel… -dijo Freddie con una sonrisa en su rostro.
-Lo haré… discúlpame… -susurró el rubio con pesar.
-No tienes que disculparte, al menos no conmigo… -respondió Freddie dándose por satisfecho.
-Mel, Pam, su hermano quiere decirles algo –las pequeñas se acercaron hacia donde estaban ellos mientras miraban fijamente a su hermano mayor.
-Discúlpenme, yo… las quiero y no quiero hacerles daño… -dijo de forma entrecortada, era difícil admitir un error cuando se era orgulloso, pero la familia era lo primero.
Sam dejo caer su cabeza en el hombro de Freddie, tenía una familia única y los amaba con locura. Él por su parte, tenía tantos pensamientos en su cabeza, ese día se cumplían cinco años de la muerte de su madre y aunque le costara ocultarlo, aun la extrañaba. Sin embargo, él era feliz, tenía once años de casado con su esposa Sam, la cual amaba con locura y tenía tres maravillosos hijos, su madre habría estado orgullosa de ello. Tenía una familia maravillosa.
Aun tiene grabado en su mente lo sucedido el día que se esparcieron sus cenizas en el mar, era de noche y Sam lo enfrentó como nunca lo había hecho.
"La nueva casa se sentía vacía, Freddie no sabía cómo pudo aceptar esa locura. Vivir en el lugar donde estaban esparcidas las cenizas de su madre no era precisamente emocionante. Fijó su mirada en la cocina, donde su esposa preparaba café, sabía de antemano que estaba cansada y cómo no estarlo, sus hijas ocupaban el mayor tiempo disponible y también los preparativos de la ceremonia la tenían agotada.
Él cubrió su rostro y gruñó por lo bajo, no quería ese lugar, ni siquiera podía respirar sin sentirse ahogado a causa del dolor. Pero no podía estar llorando a diestra y siniestra, eso no era lo que quería. Minutos más tarde su esposa había regresado con una taza grande de café, lo necesitaba y mucho. Compartieron ese momento en silencio, Freddie no parecía estar afectado por lo sucedido el día de hoy y Sam no podía evitar sorprenderse, puesto que ella, no había dejado de llorar desde entonces.
-¿Puedo saber que pasa contigo? –Preguntó la rubia con el ceño fruncido.
-No me pasa nada –escupió Freddie dejando escapar un gruñido.
-¿No te pasa nada, eh? –Preguntó Sam irónicamente. –Te la pasas como muerto, no pareces estar consciente de tú alrededor y menos de lo importante que es esto para ti, no quisiste decir unas palabras en el bote, lo entiendo. Lo que no termina por cuadrarme es lo siguiente, si tanto amaste y aun amas a tu madre, ¿Por qué esto no te afecta? –Lo último lo preguntó gritando.
-Eso no es tu asunto… -él quiso morderse la lengua casi al mismo tiempo que expulsaba las palabras.
-¿No es mi problema? Eres un idiota, Freddie… claro que es mi problema –escupió con ira. -¿Crees que no me duele verte así? Tan siquiera puedes imaginarte lo mucho que te duele… por Dios, era tu madre, la amabas y aunque tuvieron sus diferencias, la amabas.
Sam había abandonado su posición pasiva y comenzó a caminar en círculos.
-Yo la amaba, aun lo hago y lo sé, ya no está con nosotros… pero nunca la olvidaré –susurró con melancolía, bajó su mirada y negó con la cabeza. –No sé porque intento esto, tú de verdad no terminas por comprender.
Sam dio media vuelta y se perdió en las escaleras. Freddie estaba mudo, ella tenía razón y aun no entendía su empeño en ocultarlo o negarlo. Escuchó como su esposa entraba a la ducha y luego se vestía, apagaba las luces y se acomodaba en la nueva cama. El castaño escondió su rostro entre sus piernas y suspiró antes de levantarse, tenía que hablar con ella.
Se acercó a la cama y comenzó a buscar a tientas, el cuerpo de la rubia, en la oscuridad. Automáticamente, entrelazó sus dedos con los suyos y besó su mano.
-Perdóname, sé que soy un cabeza dura… pero, duele tanto –susurró con voz ahogada. –Pude haber hecho más, como doctor… yo pude haber hecho más, Sam.
Ella lo abrazó con fuerzas y le susurró al oído.
-Hiciste lo que debías hacer, amarla… -susurró atrayéndolo a su cuerpo."
Freddie suspiró ante el recuerdo, era difícil, pero le agradecía a Dios por poner a Sam en su camino, sin ella estaría perdido.
Sam, por su parte, sonreía sutilmente mientras borraba una lágrima de su rostro. Él estaría mintiendo si dijera que no se había dado cuenta, pero a veces, lo mejor era callar y dejar que el momento pasara y cuando ella se sintiera segura para expresar sus sentimientos, él estaría allí para escucharla. Sintió como ella rodeaba su cuerpo y lo abrazaba con fuerza, no pudo evitar suspirar ante ese acto.
A pesar de todo lo malo, habían sucedido cosas buenas como ver a sus hijos crecer, compartir la primera palabras de sus hijas, sonrisas y primeros pasos; la primera "A" de su hijo en literatura, su primera obra y sus conversaciones durante las noches de descanso. Pero, también disfrutaba de los pequeños momentos con ella, no eran muchos porque casi siempre terminaban agotados y algo estresados durante el día, y lo único que necesitaban era dormir. Sin embargo, cuando sucedían, cuando hacían el amor o compartían un momento intimo como el besarse, abrazarse o besarse, eran los más preciados.
Habían pasado tres meses desde su aniversario número once y él no podía sentirse más feliz. No solo había sido la mejor noche de su vida, sino que se confesaron como amantes un amor único e inigualable.
"Estaban bailando bajo la tenue luz de la sala, Carly se había ofrecido a cuidar a sus hijos por esa noche. Todo era parte del plan del demonio rubio que tenía como esposa. Pero le encantaba, pasar el mayor tiempo posible a solas y sin interrupciones, era la gloria. Adoraba a sus hijos, pero a veces quería un poco de `Sam y Freddie`, era difícil, pero cuando lo lograban eran únicos.
-Extrañaba esto… no me malinterpretes, adoro a nuestros hijos, Freddie, pero necesito de ti… -Wow, ella estaba pensando exactamente lo mismo.
-No lo hago, yo pienso igual… -susurró Freddie antes de sumergirse en los rizos dorados de su esposa y buscar a tientas su cuello para besarlo.
-Hmm, me parece perfecto… -ronroneó ella enredando entre sus dedos, los cabellos de Freddie.
Cuando sus labios se encontraron, dieron inicio a un beso apasionado y tan necesitado como el aire mismo. No hacían falta palabras para saber que ambos lo deseaban. Entre tropezones, risas y más besos, llegaron a su habitación para luego caer lentamente en la cama. No había acto tan deseado como ese, donde ambos expresaban sus sentimientos en su totalidad. No solo era sexo, estaban haciendo el amor y lo demostraban a cada segundo.
Las ropas comenzaron a desaparecer de sus cuerpos, los jadeos tampoco se hicieron esperar. Freddie amaba a su esposa tanto, cada imperfección la hacía más perfecta ante sus ojos, es que él no se enamoro de su cuerpo sino de su ser completo. Sintió como su esposa ahogo un grito al sentir su boca viajar por su cuerpo, el castaño amaba su cuerpo, sentir la piel suave y tersa entre sus manos lo enloquecía. Cuando atrapó uno de sus pechos en su boca, supo que estaba perdido. Le encantaba escucharla gritar y hoy no sería la excepción.
Las manos del castaño viajaron hasta su vientre y más allá logrando reacciones sorprendentes en ella. Buscó desesperado sus labios y los besó profundizando el beso, creando un ambiente único y difícil de romper.
-No quiero juegos, Freddie… solo hazme tuya –suplicó la rubia logrando un gruñido de parte de su esposo.
Cuando por fin fueron uno, ambos necesitaron un tiempo para calmarse, todo ese sentimiento los tenía abrumado. Habían pasado más de doce años desde su primera vez y ambos tenían la misma reacción siempre, el cumulo de sensaciones era única e inigualable. Abrieron sus ojos y en ningún momento dejaron de verse mientras Freddie se movía en un suave vaivén enloquecedor. Para cuando ambos fueron conscientes de su proximidad, los gemidos, gritos y gruñidos no se hicieron esperar; y entre palabras dulces, se profesaron su amor."
Ese apenas fue el inicio de la noche y de un nuevo año junto a ella.
Sam suspiró mientras cerraba sus ojos, ese había sido un buen año. Sin importar su pasado y todo lo malo que le había pasado no se arrepentía de nada. Si le dijeran en ese momento que podía regresar el tiempo y cambiar todo lo malo diría un "no" rotundo. Se negaría porque de eso aprendió, aprendió que no era fuerte y que nadie sería fuerte en una situación como esa, también aprendió a respetar y valorar su vida y su futuro. Aprendió a amar y a permitir que el amor llegue a su vida.
Gruesas gotas de lluvia cayeron con fuerza en su rostro. Su momento especial había terminado, por ahora.
-Niños, vamos todos a la casa del abuelo Spencer… -gritó Freddie levantándose. La rubia se quedo allí observando cómo sus hijos corrían hasta quedar resguardados de la lluvia. –Vamos amor, no quiero que te resfríes tu también.
-Espera… tengo algo que decirte… -dijo Sam impidiendo que se fuera.
-Te escuchó amor… -dijo Freddie rodeando los brazos en su cintura.
-Han pasado once maravillosos años desde que acepte ser tu esposa, han pasado más de 20 años desde que llegaste a mi vida. Freddie Benson, estoy feliz de ser tu amiga, tu esposa y amante. Te amo con locura y este sentimiento crece cada día más –su voz era ahogada a causa de la emoción.
Freddie la abrazó con fuerza, le encantaba esos pequeños momentos donde su esposa le profesaba tanto amor. Se acercó a sus labios para besarla, pero ella le esquivo dibujando una sonrisa en los labios.
-Aun no. Sé que no estaba en nuestros planes, que puede ser una locura y que es más loco aun no haberte dicho nada, pero quería estar segura… -Sam suspiró esbozando una enorme sonrisa mientras las lagrimas caían por sus mejillas. –Freddie, estoy embarazada…
-Yo… embarazada… ¿Cómo? –el castaño lentamente comenzó a formar una sonrisa en sus labios.
-Hace tres meses que lo sé… será una niña –Freddie frunció el ceño, no entendía porque se había callado-. Quiero que tenga el nombre de su abuela, Marissa.
Freddie quedo sin palabras, ella pudo notar las lagrimas en sus ojos mezclándose con el agua dulce de la lluvia.
-Te amo… te amo… te amo, Samantha Benson… -gritó Freddie tomándola y haciéndola girar en el aire. –Te amo… -susurró antes de besarla en los labios.
¿No es hermoso ver la lluvia caer? Pero lo es aún más cuando lo ves junto a esa persona amada…
Fin