Disclaimer: los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y la historia es de pattyrose, yo solo la traduzco.
Canciones recomendadas por la autora:
-Because you loved me de Celine Dion
-Wind Beneath my wings de Bette Midler
Epílogo 3: Dedicación
MPOV
Veintiún años después de la boda de Edward y Bella Cullen:
Madisen Cullen camina hacia el centro del escenario, taconeando contra los azulejos fríos del suelo. El sonido resuena con fuerza en todo el gran auditorio y en sus oídos, y Maddie puede sentir todos los ojos en ella, pero eso no significa necesariamente que le pongan nerviosa. Después de todo, ella es hija de Edward y Bella Cullen, ella más o menos había crecido en los ojos del público y con eso eras observado. Sin embargo, ella siente un ligero enrojecimiento en las mejillas, pero su tono de piel acaramelado esconde la mayor parte de su rubor. Cuando llega al micrófono, se ajusta el pie y lo levanta un poco. La última chica en el escenario era pequeña, y con metro setenta, Maddie era alta para la mayoría de las medidas.
Ella mira a la audiencia reunida hoy, una mezcla de familias jóvenes y ancianas, madres y padres, esposas y esposos, novias y novios, hermanos y amigos. Sus ojos por fin localizan a su propia familia, y su rostro estalla en una enorme sonrisa. Todo el mundo ha acudido hoy, incluso sus abuelos, sus tíos y tías y sus primos. Deja que sus ojos caminen rápidamente al rostro de todos y de cada uno, hasta llegar a los que ella está buscando. En el final de la fila, unos ojos de color esmeralda brillan hacia ella alentadores, como la han estado mirando desde que tiene memoria, y ella le sonríe con ternura.
Ella sonríe y se aclara la garganta. Lo tiene todo escrito, pero tiene la sensación de que no será necesaria su nota.
"Muchas personas no tienen la suerte de poder decir esto, pero recuerdo la primera vez que conocí a mi padre".
Sonrisas aparecen a través de la multitud, porque todos saben quién es el padre de Madisen Cullen. Él y su familia habían fascinado al mundo durante décadas.
"Aunque la memoria es sin duda un poco borrosa, recuerdo mirar a un hombre alto, con el pelo color bronce y con la sonrisa de un ángel" - todo el mundo se ríe porque están de acuerdo, las sonrisas de Edward Cullen rivalizaban con cualquier ser celestial- "que luego se arrodilló delante de mí y los rayos del sol le golpearon por detrás, y yo estaba como '¡Whoa! ¡Realmente es un ángel!' ".
Se escuchan risas y Maddie se ríe con ellas. El ángel con el pelo de color bronce del que habla se ríe entre dientes, mirando a su esposa con una de las sonrisas antes mencionadas. Coge la mano de ella y la aprieta con fuerza.
"Creo que yo creí que mi padre era un ángel por un largo tiempo. Es decir, hasta que me di cuenta de que era mucho más que eso. Él era mi padre".
Edward suspira, un suspiro de inestabilidad emocional. Sólo su familia, sentados alrededor de él, pueden ver el aspecto vidrioso de sus ojos verdes.
Maddie recuerda un día de primavera, más de veintiún años atrás, junto al lago en el Central Park. Sus brazos estaban envueltos alrededor del cuello de su padre, y ella se deleitaba en lo cálida y segura que se sentía en sus brazos. Era un sentimiento que se quedaría con ella para siempre:
'¿Papá va a decíme que ahoa soy una Cullen? ¿Es eso lo que me quiee decí?'
'¿Quiees decí que ahoa soy Maddie Gwace Cullen?', recuerda respirando con esperanza.
Él le dijo que sí, que ahora era una Cullen y Maddie sabía que eso significaba algo especial, ya que el apellido de Juliana era el mismo que el de su papá y ahora ella tendría el del suyo. Él empezó a explicarle las cosas con cuidado, con palabras que él sabía que ella entendería a su corta edad. Él la llamaba su princesa, como había hecho desde la primera vez que la vio. Y ella lo llamaba papá, porque se dio cuenta unas semanas atrás que se hacía cargo de ella, que le cantaba, le leía sus cuentos, le hacía sentir mejor cuando ella estaba mal y la llevaba al parque, le daba besos a su mamá y quería a su mamá .
Él era su papá.
"Mi madre y mi padre han estado casados durante veintiún años", Maddie sigue, haciendo suspirar a la audiencia. "En esos años nos han criado a mí, a mi hermano y a mi hermana..."
Los ojos de Maddie se van a su hermana Megan, y Meg le sonríe con orgullo. Las dos hermanas siempre habían estado muy cerca, a pesar de que había seis años de diferencia entre ellas. A los veinte años, Megan era una belleza indiscutible. Bocas se abrían y ojos se salían fuera de sus órbitas cuando caminaba agitando su larga cabellera rubia rojiza, un tono más claro que el de su padre. Ella era muy consciente de su belleza, para disgusto de su padre, pero el ver cómo su padre trataba a su madre le había permitido crecer con un fuerte sentido de autoestima y valía. Ella era pequeña, al igual que su madre, sólo metro sesenta, pero ella compensaba su pequeño tamaño, con su fuerte carácter y por la forma en la que pensaba. Megan Cullen era una fuerza a tener en cuenta, y si con su carrera tenía previsto reunirse con su padre en CCW, cuando se graduara en la Escuela de Negocios Columbia, que Dios ayudara a las otras agencias de publicidad del país.
Y que Dios ayudara a Edward Cullen.
Sentado junto a Meg está su hermano Jace, de dieciocho años. Mientras que Megan y Maddie eran tan cercanas como hermanas, de hecho, eran hermanas, y junto con esa relación aparecían las discusiones y las burlas ocasionales, Jace era el orgullo y la alegría de Maddie, y aunque ella era muy consciente de sus ocasionales… momentos traviesos, él no podía hacer nada malo para sus ojos. Y el sentimiento era mutuo.
Para todos los efectos, Jace Cullen era un clon físico de su padre. Considerando que cada hija tenía algunos pedazos de Edward y de Bella, ya fueran físicos o en la personalidad, Jace era Edward. Alto, delgado pero musculoso, de pelo color bronce como el de su padre, con unos ojos verdes exactamente iguales a los de su padre, con una sonrisa torcida y arrogante que - para gran disgusto de su madre - hacía que todas las chicas a un radio de cien metros se desmayaran, y por arte de magia hacía que un par de bragas se desintegraran. Pero Jace juraba que iba a comportarse bien en el Princeton en septiembre. Él quería estudiar medicina forense y seguir a su abuelo Charlie en cumplimiento de la ley, en el FBI en particular. Él decía que quería ayudar a defender y a proteger su país.
Maddie tenía una fuerte sospecha de que él sabía lo imparable que era con una de sus sonrisas.
Él iba a comportarse, dijo. Maddie tenía la esperanza, pero aún no se fiaba mucho de eso.
Pero a Jace se le había enseñado la importancia de respetar a las mujeres, y aunque podía ser un poco... uhm... coqueto - al igual que Meg y Maddie - sabía algo de lo que le pasó a su madre antes de conocer a su padre. Ninguno de ellos quería tener una relación así.
Maddie continúa. "... y nos han enseñado la importancia del trabajo duro y de la dedicación para alcanzar nuestras metas, así como la necesidad de sacrificarnos a veces, y ayudar a aquellos menos afortunados que nosotros".
Maddie mira a su madre y comparten una tierna sonrisa. Bella Cullen era una de las mujeres más admiradas y respetadas en la ciudad, a pesar de todo lo que ella trataba de mantenerse fuera del ojo público. Maddie sabía que su madre nunca había estado completamente cómoda al estar en el ojo público, pero ella había sacrificado su comodidad para dar a sus hijos una infancia normal, como fuera. Y así fue. Hubo vacaciones en la playa y viajes de esquí, reuniones de padres y madres con maestros, paseos por el Central Park y por alrededor de la ciudad. Bella Cullen lo hizo todo con tal gracia y facilidad que los medios de comunicación rara vez la molestaban. No fruncía el ceño, o peleaba, o hacía escenas en público.
Aunque Bella disfrutaba mucho de su trabajo en CCW, llegó al punto en que sentía que necesitaba más tiempo con sus hijos, y así fue como poco a poco entregó sus cuentas, y finalmente dejó CCW y se unió a Esme en las juntas directivas de varias organizaciones benéficas para recaudar fondos para los menos afortunados, especialmente para las mujeres que se encontraban en relaciones abusivas, ya fueran físicas o emocionales.
Sin embargo, se aseguró de que sus hijos supieran que su decisión era sólo un camino posible de muchos.
"Mi madre ha sido el modelo más positivo para mis hermanos y para mí, y sé que sin su apoyo yo no estaría aquí hoy..."
Maddie mira a los ojos de su madre y traga con dificultad.
"... pero... hoy me gustaría hablar de mi padre".
Bella asiente con la cabeza una vez a su hija mayor, porque ya sabe el contenido del discurso. Maddie tuvo su opinión y su consejo, y Bella le aseguró que era perfecto decir eso en ese momento.
Pero Edward no era consciente hasta ahora de cual sería el discurso de su hija. Maddie vuelve la mirada hacia él, y él se ve sorprendido, pero una pequeña sonrisa juega en los bordes de su boca y espera a que su hija continúe.
"Por mucho que le deba a mis padres, y después de pagar por esta escuela, creo que les debo mucho", resopla. Todo el mundo se ríe y asiente con la cabeza. "Estoy aquí hoy, delante de todos ustedes, por mi padre".
Maddie observa a su padre dando una respiración profunda, sus ojos verdes brillan, y exhala fuertemente con los labios entrecerrados. Bella se inclina y le susurra algo al oído, y después Maddie puede ver a su padre descansando por las suaves palabras de su madre.
"Mi padre siempre, siempre, ha puesto a la familia en primer lugar, no importaba qué pasara".
Maddie piensa en regresar a su infancia. Vacaciones de Navidad, viajes de verano, cumpleaños, aniversarios, raspones en las rodillas, recitales, partidos de fútbol, peleas entre hermanos, corazones rotos...
Un verano, hacía casi una década, de vuelta a su casa de verano en Hamptons:
Era el final de la temporada de verano, y Maddie y su familia regresarían a Nueva York a finales de la semana.
Y Jayden se iba a ir a la escuela de derecho en Cambridge a finales de mes.
El corazón de una Maddie de diecisiete años, se estaba rompiendo.
Estaban bajo las estrellas esa noche, ella y Jayden, en una manta entre las altas dunas de arena que estaban en todo el camino hasta el final de la playa, lejos de los turistas y residentes. La arena le hacía cosquillas en los pies donde estaba extendida la manta, y Jayden se frotaba los pies descalzos contra los de ella, quitándose la arena de la parte superior de sus pies. Ella trataba de concentrarse en la forma en la que se sentía, en lo que sentía su piel, porque la mirada de Jayden estaba rozando su corazón.
"Por favor, Maddie, sólo echa un vistazo a los folletos", declaró Jayden. "Es una gran escuela, y... y ellos tienen un programa de escuelas de negocios maravilloso". Él le sostuvo la cara suavemente entre sus manos, sus ojos azules clavados en los oscuros de ella, sus rizos rubios le caían sobre la frente y el olor del mar y de él mezclados en la brisa de la noche le llegaban a ella. "Sé que a mis abuelos les encantaría que vinieras y te quedaras con nosotros". Y entonces pareció que repensó lo que había dicho. "O puedes vivir en las residencias", dijo rápidamente, "si tu padre se sintiera más cómodo con eso".
Maddie le miró a los ojos, con su corazón pidiéndole que dijera que sí. Sí, ella miraría los folletos. Sí, ella se enamoraría de la escuela de negocios de Cambridge, con sus siglos de fama. Sí, por supuesto, ella le seguiría a Inglaterra y a Cambridge.
Pero no podía. Porque si ella estaba siendo sincera consigo misma, la forma en la que sus padres le habían enseñado a ser, no iría por su amor a Cambridge, o por su escuela de negocios. Sería por su amor a Jayden.
Ella rompió sus corazones esa noche bajo las estrellas. E incluso el conocimiento de que estaba tomando la decisión correcta para ella no aliviaba el dolor, no tenía la sensación de los labios de Jayden besándole las lágrimas. Pero ella sabía que se habría arrepentido de renunciar a sus sueños por otra persona.
Ella estaba en un estado de ánimo horrible. Peleaba constantemente con una Megan pre-adolescente, que no quería nada más que seguir e imitar a su hermana todo el tiempo. Jace con sus diez años sonreía y se burlaba con esa energía integrada en sus nervios. Su madre intentaba hablar con ella, pero a pesar de que Maddie sabía que tenía razón cuando le habló de su propia experiencia, no quería oír eso. Su padre siempre estaba tratando de levantarle el ánimo, o correr en silencio a su lado durante las mañanas. Pero faltaba algo. Y Maddie no estaba segura de lo que era.
Mirando hacia atrás, Maddie se da cuenta de que eso tenía que suceder un día, y su angustia sobre Jayden era probablemente su catapulta. Ella empezó a cuestionar todo, sus prioridades, su vida, su familia...
Un frío día de invierno, en medio de su último año de la escuela secundaria, Madisen Cullen llamó a Paul Forrester.
Paul vivía en una pequeña ciudad llamada Hoquiam, no lejos de donde Maddie nació, en Forks, Washington, donde vivían el tío Jake y la tía Leah con su familia, y el abuelo Charlie y la abuela Sue, y donde ella y su familia iban un par de veces al año. Paul la invitó a visitarla, y Maddie aceptó.
Bella se puso lívida cuando Maddie informó a sus padres esa noche.
"¿En qué estabas pensando, Maddie? ¡Sé que has estado molesta, pero esto no tiene sentido!".
Edward se sentó en silencio en la mesa con su hija, su expresión era una mezcla de sorpresa y algo más que Maddie no podía leer en ese momento.
Pero Maddie estaba lista para una pelea. Meses de angustia la habían dejado enfadada, y si sus padres trataban de desafiarla ahora, ella pelearía. Tal vez incluso haría ese viaje a Inglaterra, después de todo, porque si no tenía a nadie más, Jayden la entendería...
"Bella, Maddie ya no es una niña, y tenemos que respetar sus decisiones".
Maddie le dio a su padre una mirada de asombro, porque había esperado que él fuera el que reaccionara con más fuerza. Siempre habían sido muy protectores con sus hijos, sobre todo con ella.
"Lo sé, Edward", Bella le respondió, "pero no hay necesidad de que ella vaya a ver a-"
"Mamá, tengo que ir", Maddie declaró con la ira saliendo de repente.
Fue su padre quien fue a través de la mesa y tomó su mano entre las suyas. Maddie miró la mano de su padre y se calmó, fortaleciéndose a la vez. Sus ojos verdes se abrieron por la comprensión.
"Maddie, tu madre y yo no estamos del todo de acuerdo con esta decisión, pero estamos aquí para ti, princesa, no importa qué pase. Si esto es algo que sientes que tienes que hacer, vamos a apoyarte".
Luego su padre miró a su madre, y poco a poco su madre asintió con la cabeza, estando de acuerdo.
Los ojos de su padre la siguieron por todo el camino por la aduana a los pocos días. Cuando Maddie subió al avión, fueron los ojos de su padre los que se quedaron con ella.
Y cuando ella conoció a Paul Forrester, era a su padre a quien ella hubiera querido a su lado, para darle la fuerza y el aliento que siempre le había dado.
La visita de Paul Forrester fue bastante agradable. Él le preguntó todas las preguntas básicas: cómo le iba en la escuela, si tenía novio, qué pensaba hacer con su vida. Sin embargo, Maddie tardó sólo un par de horas para abordar un avión y volar hasta el otro extremo del país para encontrar lo que ya estaba en su propia vida.
¿Donde debía estar?
¿Quién era ella?
¿Quién la amaba?
Ese hombre, quien tenía su color, la forma de sus ojos y su pelo lacio, era un extraño. Él pudo haber tenido algo que ver con ella, pero ella era Madisen Grace Cullen, hija de Edward y de Isabella Cullen.
Ella era una chica que amaba los deportes y la danza, que jugaba al fútbol, que sonreía torcida y abiertamente, que se pasaba la mano por el pelo cuando se sentía frustrada, y que se había corrido un sinfín de kilómetros con su padre en más de una década, kilómetros durante los cuales ella le había abierto su corazón a él, y él la había escuchado, dándole consejos cuando era necesario, sin decir nada cuando no tenía que decirle, haciéndole reír con sus propias historias, y sujetándola en todos los sentidos cuando lo necesitaba.
Maddie se dio cuenta de que ella sabía lo que quería hacer con su vida, y no importaba lo mucho que doliera, ella conocía el camino para que su vida no se fuera a Inglaterra, al menos por ahora. Finalmente había visto la luz al final del túnel y esa luz le tomaba la mano cuando ella se caía, se reía de sus chistes malos, y todavía la llamaba princesa.
Sus padres se reunieron en la puerta del aeropuerto cuando llegó de su viaje de Washington, y Maddie se lanzó a los brazos de su padre, ajena a las miradas y flashes de las cámaras.
"Lo siento, papá", exclamó en su hombro, ya no teniendo que ponerse de puntillas para llegar hasta él. "Lo siento, papá".
Porque ella se había dado cuenta durante ese viaje en el avión, que esa mirada mezclada con sorpresa había estado allí. Había tenido miedo. Había sido herida. Pero él la había escondido de ella, porque como siempre, su padre quería que tomara sus decisiones por sí misma.
"Shh", susurró él, envolviéndola en sus abrazos, esos que siempre le habían hecho sentir tan segura. "No hay nada por lo que disculparse, Maddie. Tú no has hecho nada malo", le aseguró.
Su madre y su padre la llevaron en silencio de nuevo a su coche.
Bella condujo, mientras que Maddie se sentó en la parte de atrás con su padre.
"Te he herido, papá", exclamó Maddie.
Edward se rió en voz baja. "Estoy bien, princesa".
Maddie le miró a los ojos y vio que era cierto. Había vuelto a casa con él, y eso era todo lo que a su padre le preocupaba.
"Siempre serás mi papá", le dijo entonces.
Él le sonrió ampliamente, con sus ojos chispeantes. "Lo sé, princesa. Ya lo sé".
"Yo no estaba segura de quién era yo".
"¿Y lo sabes ahora?"
"Creo que sí".
Se rió entre dientes. "Descubrir eso es un proceso de la vida". Él la miró fijamente. "Es ser quien quieres ser, saber lo que quieres ser, y yo siempre te apoyaré".
Y luego la retuvo contra su hombro y se quedó dormida en sus fuertes brazos, tal como lo había hecho desde que tenía cuatro años.
Con el tiempo recuperó su corazón roto, y un día se despertó y se dio cuenta de que podía respirar de nuevo.
Las peleas con Meg se detuvieron. En su mayor parte.
Las travesuras de Jace con ella se convirtieron de nuevo en diversión. En su mayor parte.
Ella y su madre se miraron a los ojos de nuevo. En su mayor parte.
Y ella y su padre... corrían por la mañana pero ya no en silencio. Y pateaba el culo a todos los demás durante los partidos de fútbol de la familia. En su mayor parte.
Maddie continuó con su discurso...
"Y aun cuando yo no estaba segura de quién era yo, o lo que quería, sabía que no importaba lo que resultara ser, mi padre estaría allí para apoyarme, aunque fuera difícil para él hacerlo".
Maddie se encuentra con la mirada de su padre, y él sonríe con complicidad. Ella, con una sonrisa, cuidadosamente dirige su dedo pulgar sobre el dedo anular de su mano izquierda.
Hace dos años...
Maddie estaba en un breve descanso una tarde, con la noche todavía por delante. La tarde era fresca, una de esas tardes a finales de verano que recordaba que el otoño estaba a la vuelta de la esquina. Ella estaba cruzando a la pequeña tienda en la calle de donde estaba internada, y mientras esperaba a que la luz roja cambiara a verde, ella envolvió su bata de laboratorio a su alrededor con más fuerza, maldiciendo la delgadez de los matorrales de color verde que habían cerca.
"Maddie", oyó desde su derecha, y ella ni siquiera tuvo que mirar para saber a quién pertenecía la voz. Esa voz estaba grabada profundamente en su corazón, desde la primera vez que la había besado en medio de las dunas de arena, cuando ella tenía quince años. Y nueve años y un puñado de novios desde ese primer beso, todavía eran esos ojos azules que había visto en sus sueños.
Azotó la cabeza rápidamente a su alrededor, y aunque sabía lo que iba a encontrar, sus ojos oscuros se abrieron por la sorpresa cuando se encontró con unos ojos azules como el cielo de la mañana.
"Jayden".
Siete años habían pasado desde la última vez que lo había visto. Había sido un muchacho de dieciocho años de edad entonces, y Maddie había pasado muchas noches pensando en qué clase de hombre se habría convertido.
Su rostro había madurado, su mandíbula era más cuadrada de lo que recordaba, la suavidad de la juventud se había ido y ahora había una tranquila fuerza en su lugar. Había crecido, y ahora era de la misma altura que su padre, lo que era una buena cosa porque Maddie era tan alta como él. Sus hombros eran más amplios, fuertes y confiados de lo que recordaba. Sus rizos rubios ya no caía sobre su frente, su pelo estaba corto a excepción de la parte delantera donde estaba a pinchos. Pero fueron sus ojos los que la hicieron jadear. La misma suavidad y dulzura en esos ojos azules que tantas veces había visto en sus sueños.
Él la llevó a tomar una taza de café y no ocultó el por qué había ido a buscarla. Él le dijo que nunca se había olvidado de ella, que suspiró de alivio cuando ella le dijo que no estaba actualmente en una relación, y la miró a los ojos marrones con el mismo amor y temor que había estado allí desde que eran niños. Él era un socio menor de un prestigioso bufete de abogados en Londres, pero le faltaba algo. Y en el momento en que su tiempo para el café terminó, dejó claro que sabía exactamente cuál era la pieza que le faltaba.
Dieciocho meses más tarde, Jayden abrió su propio bufete en un pequeño edificio en el centro de Tribeca. Sería mucho trabajo y sacrificio, ya que las carreras de ambos acababan de empezar, pero se tenían el uno al otro.
Fue hace dos meses cuando Maddie estaba una mañana corriendo con su padre, y su silencio le hizo saber que había algo en su mente. Se detuvieron después de un tiempo bajo un sauce llorón al lado del lago, sus ramas largas se reflejaban en las aguas verdes de algas del lago. Los dos estaban jadeando por el esfuerzo, aunque su padre aún podía ir unos pocos kilómetros más. Ella sonrió al ver a dos chicas de veintitantos años corriendo detrás de ellos, estaban estirando el cuello cerca de su padre por el mayor tiempo posible. A sus cuarenta y tantos años, todavía estaba en mejor forma que la mayoría de los hombres que ella conocía a sus veinte, y basándose en todas las miradas que le comían a su padre, Maddie no era la única que pensaba así.
"Jayden vino a la oficina ayer", su padre finalmente dijo, alejando su atención de las chicas que actualmente se lo estaban comiendo con los ojos. Maddie se puso tensa, porque a pesar de que ella podía imaginar para qué era la visita, no sabía que Jayden tenía previsto hablar con su padre. Ella todavía estaba tratando de encontrar la manera de decírselo a sí misma.
"¿Estás segura, Maddie?"
"Sí, papá. Estoy muy segura".
"Pero tú eres tan joven..."
"Papá, yo no soy más joven de lo que era mamá".
"Eran otros tiempos".
Ella levantó las cejas y se echó a reír.
Edward suspiró, un suspiro profundo que vino desde lo más hondo de su pecho. Él llevó sus ojos al lago resplandeciente. "Sí, bueno, no me gustó lo arrogante que pareció. Parecía más un intercambio de información que una petición", dijo en un tono molesto.
Maddie se rió entre dientes, pero no se ofendió por las palabras de su padre o por el tono. Sabía que, a pesar de que tenía veintiséis años, cuando Edward Cullen la miraba, todavía veía a su bebé de cuatro años. Ella lo sabía, porque cuando ella lo miraba, aunque unas cuantas arrugas adornaban ahora su fuerte frente y un par de canas se mezclaban con su color bronce, todavía veía al hermoso ángel con el pelo de color bronce que brillaba por lo rayos del sol de detrás de él.
"Papá, ¿cuántos hombres hoy en día pedirían permiso al padre de su novia?"
"Yo lo hice", respondió en un tono cortante, "y créeme, tu abuelo no me lo puso fácil. Me hizo sudar bastante, en serio".
"¿Cómo tú le has hecho a Jayden?", preguntó ella levantando una ceja.
Por una fracción de segundo pareció arrepentido. Después de un rato añadió a regañadientes: "Supongo que debería estar agradecido de que al menos muestre algo de respeto por la familia".
Maddie volvió a reír, extendió su mano y pasó un brazo alrededor del hombro de su padre, dándole un suave beso en la mejilla. Él apretó los labios, pero pudo sentir sus hombros relajarse.
"Papá, Jayden tiene mucho respeto por la familia. Es una de las razones por las que lo amo. Me recuerda a ti... en muchas maneras".
Era cierto. Su padre era difícil de seguir, pero ella estaba segura de haber encontrado al hombre que podía hacerlo.
Edward resopló. Volvió la cabeza hacia donde la mano de Maddie estaba alrededor de su hombro, poniendo una de sus manos sobre la de ella y apretando los labios mientras tocaba el nuevo anillo en su mano izquierda. Maddie se rió de la expresión petulante en su rostro.
"Yo sabía que ese chico sería un problema desde el primer momento que puse los ojos en él", gruñó, y luego murmuró algo acerca de cómo debería haber vendido la casa de verano de inmediato, pero Maddie estaba riéndose tan fuerte que no lo escuchó bien.
Volvió sus suaves ojos a los de su hija una vez más. "Mientras seas feliz, Maddie, siempre y cuando estés satisfecha con tus decisiones, entonces estaré bien".
"Estoy muy contenta, papá".
Los ojos de Edward se suavizaron, eran más verdes y más claros que las aguas del lago. "Pues bien, creo que es hora de dar la bienvenida a Jayden a la familia".
"¿No más quejas?", ella sonrió.
"No más quejas", prometió.
Y padre e hija miraron hacia el lago, observando cómo las cometas volaban alto, y el sol brillaba sobre el horizonte de la ciudad.
"Mi padre me dijo que no es sólo el destino, sino el camino que tomamos, lo que nos hace quienes somos. Yo podría haber tomado muchos caminos y podría haber terminado en un lugar similar a donde estoy ahora, pero si mis padres me hubieran dicho qué camino tomar, el viaje no se hubiera sentido como algo personal".
Maddie sonríe a Jayden, que está sentado con orgullo al lado de su abuelo Carlisle, y él le devuelve la sonrisa, comprendiendo lo que ella quiere decir. Ella había tomado su propio camino, y él la amaba y la respetaba aún más por ello.
"Yo estoy hoy aquí, ante ustedes, porque durante algunos momentos difíciles mi padre confió en mí como para dejarme tomar mis propias decisiones. Él me dejó elegir mi propio camino, por lo que el viaje ha sido todo mío, y es difícil lamentar un viaje que has hecho por ti misma. Y el día que decidí que no me uniría a él en CCW y le conté lo que realmente quería hacer con mi vida, él simplemente se rió, llamó a mi abuelo Carlisle y le dijo que finalmente había encontrado a alguien para hacerse cargo de la herencia".
Todos ríen, y ella mira al abuelo Carlisle, sigue siendo tan guapo y distinguido como siempre, y absolutamente está fascinado por ella. Está más que dispuesto a dejarle su cargo.
"Así que papá", Maddie dice, mirando hacia abajo con amor a su padre. "Te dedico este día a ti, por darme la fuerza, por permitirme abrir mis alas, por estar allí para sostenerme cuando me caí", su voz se quiebra y Edward rápidamente seca una lágrima de su mejilla. Bella se inclina y le besa en su otra mejilla, "por estar siempre ahí, papá".
Vítores y aplausos estallan, y todos los presentes se ponen de pie para una ovación. Pero nadie aplaude más que Edward Cullen cuando, unos minutos más tarde, la Doctora Madisen Grace Cullen recibe su título de médico.
... ...
Bueno, ya hemos llegado al final de esta increible historia, me da mucha pena, de verdad :(
Muchísimas gracias por haberme seguido desde el principio o desde cuando sea, por haberme comentado y haber hecho que me ilusionara al leeros, me hacía mucha ilusión leer vuestros comentarios, por eso espero que me sigais en el siguiente fic que seguramente empiece a subir la siguiente semana (la del 12 de septiembre) ;)
Por último quería agradecer a Pattyrose por haber escrito este maravilloso e increible fic que nos ha encantado a todas, espero traducir pronto otra historia suya, gracias ;)
... ...
Muchas gracias por comentarme:
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