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Nota: ¡He vuelto! ¡Paren los festejos, eu, que volví, que no me fui! Bueno, no es que me agrade mucho subir dos "songfics" seguidos, pero cuando la inspiración llama la puerta hay que atenderla porque después la muy desgraciada se va y no vuelve en siglos. Estaba viendo West Side Story y, por alguna razón, pensé en Lily en una escena determinada. Llegado el caso de que quieran, pueden buscar la canción "I feel pretty" de esa misma película.

Dedicatoria: Dedicado a mi linda compañera de rol, Alex, que me trajo de nuevo a este fandom.

Linda

Imaginen un castillo. Uno muy grande. Ahora imaginen una habitación. Imaginen que esa habitación estaba tenuemente iluminada por la luz que se filtraba por las gruesas cortinas, de color rojo oscuro, y por la única vela que se mantenía prendida desde hacía varias horas. Imaginen que en esa habitación había cinco camas, una puerta que daba a un pequeño pero acogedor baño, un espejo y una vanidad del mismo tono de madera oscura que el resto de los muebles. Imaginen que en esa habitación solían dormir cinco chicas, de las cuales ninguna sobrevivió… pero eso es otra historia.

En esa habitación, esa tarde, en aquel momento, había cuatro chicas de diecisiete años. Dos de ellas, sentadas en la misma cama, revisaban con el ceño fruncido un libro y levantaban la cabeza de vez en vez, mirando hacia la vanidad. La tercera, que prefería no fingir interés por otra cuestión, se apoyaba contra la ventana y miraba directamente hacia donde miraban las otras.

La cuarta, pelirroja, sentada frente a la vanidad, tomaba los adornos para el cabello que se encontraban esparcidos frente a ella, se los probaba y los descartaba. Creaba otros con la varita y los hacía desaparecer con la misma facilidad. Reía de a momentos, dando saltitos pequeños en la silla, inquieta. Hurgaba en el fondo de un pocillo y se untaba su contenido en los labios, que quedaban brillantes al instante…

Porque si las mujeres eran un misterio, Lily Evans era una enciclopedia extendida, ilustrada y dividida en tomos de esos. No existía quienes conocieran más sobre ella que sus compañeras de habitación, que sin embargo, la miraban con extrañeza.

Pero cuando se puso un bonito sombrero amplio de color morado y empezó a hacerle gestos al espejo de la vanidad, la que estaba apoyada contra la ventana rompió el silencio.

– Seriamente. Seria y sinceramente. ¿Qué mierda le hizo Potter? – preguntó Mary, adelantándose, mirando a sus compañeras con frustración pura.

Por unos segundos pareció que Lily, sumergida en su mundo de ensoñaciones, no la había escuchado. Las tres amigas miraban a la pelirroja, expectantes. Ella entornó ligeramente la mirada sin moverse de donde estaba, y habló con tono suave.

– ¿Potter? ¿Por qué Potter? – preguntó, sin quitarle los ojos de encima a su reflejo en el espejo.

– Quizás se está poniendo toda bonita para nosotras. Gracias, querida – siseó Marlene, una de las que estaban sentadas en la cama, con cierta ironía, acentuando la última frase al decirla en correcto español. Se levantó y se cruzó de brazos, demandante. Lily tenía que entender a la perfección a qué se referían cuando nombraban a su flamante novio.

La pelirroja pareció reaccionar de golpe, pero algo les decía a las demás que no tenía que ver con ellas sino con alguna epifanía personal. Corrió hasta tomarlas de la mano y arrastrarlas hasta el centro de la habitación con ella. Pasaba el peso de la punta de los pies al talón, como una infante nerviosa.

– Mary… Marlene… Mis adorables amigas… – dijo, con solemnidad, como si comenzara a dar un importante discurso – ¿Pueden guardarme un secreto?

Las tres chicas se acercaron a la pelirroja de golpe, como si mágicamente les hubieran puesto cohetes o algún insecto desagradable en su ropa interior. Ella las miró por unos segundos, como si se debatiera con alguna voz interna. Luego de unos instantes, en su rostro se dibujó una sonrisa pícara y con un gesto rápido, le puso el bonito sombrero morado a Mary en la cabeza.

– No. No les diré. Cambié de opinión.

Habiendo dicho esto, retrocedió hasta la ventana, riendo y moviendo los pies como si bailara. Sus tres compañeras se miraron entre sí con incredulidad, como si se dieran el espacio a ver cuál de ellas podía sacar una teoría lógica de todo aquello.

Mary se quitó el sombrero con un suspiro apesadumbrado y extendió los brazos a los lados, en un gesto de plena frustración.

– ¡Ya está! ¡La perdimos! – soltó, tirando la prenda encima de la cama – Lily simplemente perdió la cabeza.

Esto pareció divertir a la pelirroja, que se inclinó hacia adelante, apoyando los brazos en el borde de la ventana. Algunos bucles rojos escaparon de detrás de su oreja y le cayeron con gracia en el rostro.

– De hecho, sí. – dijo, acercando una mano a su boca, que abrió ligeramente para morder con sutileza una de sus falanges – Enloquecí.

Marlene bufó con exasperación, mirándola.

– Si no está loca, le faltan cinco minutos – terció, y el resto de sus amigas asintieron.

Lily, sin prestarles la más mínima atención, tocó con la varita una vasija repleta de flores, que al contacto con la magia saltaron de donde estaban y se transformaron en un tocado de rosas. Se lo puso en la cabeza, divertida, y caminó hasta el espejo grande para observarse. Parecía conforme con lo que veía… y el resto de sus amigas no pudo ignorar aquello. Estaba radiante. Emanaba luz. No era la Lily de siempre.

– Creo que se ve… Diferente – murmuró Marlene, exteriorizando lo que las tres pensaban, suavizando a la vez el gesto.

– ¿Tú crees? – preguntó Lily, arqueando una ceja y entornando ligeramente el rostro para verla.

– Y también creo que trama algo.

– ¿Tú piensas…? – respondió, risueña.

Superada por la situación, Mary apoyó las manos en su cadera, mirándola fijamente.

– "Tú crees", "Tú piensas"… ¡ya habla como un loro! – dijo, bufando – ¡Enloqueció, escuchen lo que les digo, simplemente enloqueció! ¡Salir con Potter le frió el cerebro!

La susodicha, que había entrado nuevamente en su fortaleza mental personal, tomó la bufanda con los colores de Gryffindor de su propia cama, donde estaba pulcramente doblada, y se la puso a modo de chal, como si fuera una estrella de Hollywood.

– ¿… Qué es lo que te ocurre, Lily? – preguntó Marlene, suspirando.

Lily volteó y las miró como si lo que le pasaba fuera algo tremendamente obvio.

– Me siento… linda. – confesó, sin el menor atisbo de vergüenza – Linda de verdad.

Marlene tuvo que darse un golpecito en la mandíbula para cerrarla. Mary habló con velocidad, casi sin dejar espacio entre las palabras.

– ¿Y eso debería suponer una novedad? – cuestionó, pasando el peso de una pierna a la otra – El profeta, extra extra... ¡El colegio entero lo sabe, pelirroja! Si te hacen falta anteojos-

– No me entiendes. – la cortó Lily, acomodando el chal con los ojos entrecerrados, como diva – Hermosa. Muy linda.

Mary se dio vuelta en un gesto rápido para enfrentarse a sus amigas, e hizo una ligera reverencia con una sonrisa de autosuficiencia que sus compañeras entendieron como un 'Si les faltaban pruebas, esto demuestra que Lily ya pasó a la etapa de internación, está loca de remate'.

– Me da pena toda chica que no sea… yo. – habló de nuevo y se miró al espejo con incredulidad, como si fuera la primera vez que se encontrara con su reflejo.

Contenta con lo que veía, dio unas volteretas por la habitación y se paró frente a Mary, que no pudo evitar sonreír ante el espectáculo que estaba dando.

– Me siento jodidamente encantadora. – explicó, con una media sonrisa en el rostro que les sacó risotadas al resto – Cautivadora a niveles alarmantes.

Se inclinó hasta quedar a pocos centímetros del rostro de Mary, como si quisiera decirle un secreto.

– De verdad... Es que de tan hermosa y encantadora, no me puedo creer que soy real.

Levantó la cabeza con altivez, y con un suave movimiento de su mano, se corrió el pelo a un lado, en un exagerado gesto dramático. Mary se cubrió la boca con la palma de su mano para evitar soltar una nueva carcajada, y Marlene estiró las manos para atrapar a su pelirroja amiga que se escabulló de su agarre.

Meciendo su oscura cabellera roja, caminó hasta el gran espejo y se miró detenidamente. Mary la siguió, y miró al reflejo de ambas como si quisiera entender, como si quisiera mirar todo tras los ojos de esa extrañamente divertida Lily. Ella, por su parte, le señaló al espejo, entretenida.

– ¿Ves a esa preciosura? ¿Ahí, en el espejo?

– Si no te hubiera visto todo el día y supiera que no tomaste una gota de alcohol, juraría que estás completamente borracha, Evans.

– ¿Quién puede ser ASÍ de linda? – preguntó Lily, ignorando la ocurrencia de Mary, y dio un pasito de ballet para pararse más cerca del espejo – Un rostro tan hermoso… Unas vestiduras tan elegantes…

Diciendo esto, volvió a acomodarse la bufanda-chal, dándole énfasis a su relato.

– Una sonrisa tan bella… – abrió grandes los ojos – Oh, momento. ¡Soy yo!

Se puso las manos en el pecho y miró al resto como si hubieran sido todas testigos de un enorme descubrimiento de la ciencia. Estas, al ver que Lily avanzaba moviendo los brazos como si fuese una bailarina, le dejaron paso. Reían a carcajadas, como hacía mucho tiempo no lo hacían. Lo que en algún momento fue miedo por un posible episodio de insania se había transformado en un completo espectáculo.

– Alguien le dio poción de amor y lo primero que vio fue su propio reflejo. – dijo Ruby, la tercera en la habitación, con gesto de haber presentado la teoría correcta.

La pelirroja dio unas cuantas volteretas de pura felicidad e, inflando el pecho con orgullo, volvió a hablar.

– ¡Me siento la cosa más deslumbrante que pisó Hogwarts alguna vez! – su última voltereta la mareó, lo que hizo que se apoyara con cuidado contra la puerta hasta que el piso dejara de moverse en círculos.

Aquello no la desanimó. De hecho, parecía más divertida que nunca. Miró hacia la puerta, con añoranza, como si quisiera ver tras ella, y se mordió el labio inferior. Las chicas sabían que Lily reservaba ese gesto para las situaciones que la alteraban de verdad, tanto para bien como para mal. Últimamente había llegado hasta a lastimarse, ya que se debatió por semanas entre si aceptar de buena vez la invitación de Potter o no. Llevaba un mes con él, y todos los días volvía a la habitación con el corazón en la boca y con el labio fuertemente apretado entre sus dientes porque él, nuevamente, había hecho algo hermoso/irresistible/adorable/principesco/etc.

– Quiero correr. Quiero bailar… encima del escritorio de Dumbledore. Quiero cantar el himno en el despacho de Slughorn. – confesó, dejando que su cuerpo se deslice lentamente por la puerta hasta quedar sentada en el piso – De pura felicidad. Estoy… estoy muy… Feliz.

Sus tres compañeras sonrieron al verla. El cabello alborotado, los labios entreabiertos, la mirada perdida, el ligero rubor en sus mejillas… Lily estaba estúpida de amor por James Potter. En años anteriores, las tres habrían dado sus riñones izquierdos a que era una broma si alguien del futuro les decía que aquello iba a suceder… pero allí estaba ella.

– Porque me ama. Porque soy amada… con locura. De verdad. – se abrazó las rodillas con fuerza, con una sonrisa pegada en el rostro que parecía que en cualquier momento le iba a dar un calambre – Y él es asombroso. ¿Les dije que es asombroso?

– Unas quinientas veces, creo.

– ¿Y les dije que me arrepiento de haberlo prejuzgado tanto? ¿aunque técnicamente yo haya tenido razón, y él haya sido un patán grosero hasta hace pocos meses?

– Unas setecientas, pero me olvidé el pergamino en la otra túnica, ahí tengo el número exacto.

Lily se levantó de golpe, y subió de un salto a una de las camas. Desde allí, tirando a un lado el adorno de flores de su cabeza y la bufanda que había adoptado como chal, se puso a bailar sin coordinación alguna.

Mary dio unos pasos hasta volverse a parar en el centro de la habitación, de frente a sus dos amigas y de espalda a la bailarina. Tomó un cobertor de almohada blanco, y se lo ató en torno a su barbilla como si fuese una larga barba blanca.

– ¡Director Dumbledore! – dedujo Ruby, entretenida.

– ¡Quisiera que todos conozcan a nuestra premio anual, prefecta, orgullo de Hogwarts… Lily Evans! – extendió una mano señalando a su compañera que continuaba su danza en la cama – Muchos la conocerán por ser la novia del capitán del equipo de quidditch de Gryffindor, pero, llegado el caso de que no la reconozcan, es esa de ahí, la que está en avanzado estado de shock.

Lily soltó una risita y se dejó caer en la cama, para incorporarse nuevamente apenas al segundo, retomando su danza, tomando su falda y levantándola para enfatizar los pasos.

Marlene tomó varias ropas del piso y las usó para rellenar su sweater, creándose una amplia barriga. Su disfraz se completó con un mechón de su propio pelo, que tomó para emular el bigote del profesor Slughorn.

– Sísí, Lily, mi querida Lily… Es la de ahí, la que salta de enamorada. Porque cree que está enamorada. Pero para mí simplemente se le soltaron todos los tornillos y enloqueció.

La pelirroja soltó una carcajada, y bajó de la cama de un salto, bailándoles alrededor a sus amigas. Ruby sacó de un tirón la sábana de su cama, y se la colocó en la cabeza de la forma en la que la llevaba Madame Pomfrey.

– Evidentemente lo que le afectó el cerebro es el calor. Los grandes calores del verano le nublaron el pensamiento y la hicieron creer que efectivamente, el chico al cual mandó a tirarse por la torre más cercana sin escoba por AÑOS, es una cosa espléndida y adorable y merece sus suspiros cada cinco minutos. Incluso cuando duerme.

Lily rió como una niña, y le hizo grandes reverencias a Mary-Dumbledore, que hizo gesto de solemnidad correspondiente a su disfraz.

– O alguna misteriosa poción de amor pero potenciada... – acotó Marlene, acariciándose el abultado sweater y el bigote, imitando una voz mucho más grave que la suya.

– O comió demasiado. – terció Mary – Panza llena, corazón contento… lo suficientemente contento para ignorar años de rechazos, amenazas de muerte, viajes a la enfermería por revoleo de objetos contundentes, grit—

– Ya. – las cortó Lily con tono duro, pero sin sacar la sonrisa de su rostro, mientras correteaba por la habitación desordenando todo.

Mary, Marlene y Ruby abandonaron sus disfraces improvisados y la persiguieron por la habitación.

– ¡Hay que alejarse de ella! ¡A ver si es contagioso! – dijo una, cubriéndose la nariz y la boca con una mano.

– ¡Llamen a Potter! ¡Él es el culpable! – gritó otra, extendiendo una mano como si guiara una peregrinación de salvataje a Lily. La pelirroja se escondió tras el dosel de su cama ante los comentarios de sus amigas, riendo a carcajadas

– ¡Esta no es la Lily que conocemos…! Una Lily... – acotó la última, parando en seco con las demás, que se miraron.

– Modesta.

– Pura.

– Correcta.

– Refinada.

– Bien criada.

– Madura.

Lily salió de su escondite con lo que parecía haber sido el candelabro que sostenía una vela, pero transformado con magia de modo que ahora era un adorno para el cabello que se asemejaba en demasía a una corona.

– ¡… Y completamente loca! – acotó Mary al verla salir.

Marlene, como si una idea la hubiera atravesado cual rayo, comenzó a aplaudir efusivamente.

– ¡Miss Britania!

Las demás comenzaron a corearla, aplaudiendo con entusiasmo a Lily que las saludaba como si fuese la mismísima reina de Inglaterra.

– ¡Pero qué belleza! – gritó Marlene

– ¡Bravo, bravo! – coreó Ruby, tomando su varita para hacer un ramo de flores que le entregó con gesto de solemnidad.

Marlene y Mary ayudaron a Lily a subirse a su propio baúl. La pelirroja extendió la mano para tomar la cortina del dosel que ocultaba su cama, y se la acomodó encima del cuerpo emulando un ajustado y bonito vestido rojo oscuro, mientras con la otra mano sostenía el ramo de flores blancas.

– ¡Discurso, discurso, Miss Britania, por favor! – repitió Mary, aplaudiéndola.

Lily acalló los aplausos con un gesto de agradecimiento y luego de múltiples reverencias y saludos con la mano, habló.

– Quiero agradecer a todos los que me han dado este importante título. Es un gran día para mí, y un gran día para ustedes, ya que creo que mi hermosura es merecedora de la llave de la ciudad. Y del castillo. Y del país.

Las chicas asintieron varias veces y la aplaudieron, mirando hacia arriba para poder apreciar su espectáculo.

– De hecho hasta creo que soy tan bonita que el Ministerio de la Magia debería hacer un comité… para honrarme… A mí.

– Claramente.

– Muy acertada, señorita Evans.

Lily acomodó el ramo de flores pero dejó caer la cortina que estaba usando como vestido. Se arrodilló, quedando a la misma altura que el resto de las chicas. Infló el pecho y suspiró.

– Me siento TAN condenadamente linda que Miss Britania puede presentar en este momento su renuncia.

Sus compañeras rieron y la ayudaron a bajarse del baúl. Las cuatro miraron al frente, y se encontraron con el espejo, que les devolvía el reflejo de sus rostros, sonrojados de tanta risa, divertidos.

– ¿Ahora ven a la chica que les digo, ahí, en el espejo?

– ¿Dónde? – preguntó Mary, rodando los ojos y sonriendo.

– ¿Quién podría ser…? – repreguntó Lily, bajando el tono de voz hasta casi ser un susurro.

– ¿Cuál, en efecto?

Y Lily dio un paso hacia atrás, permitiéndoles a ellas que se miraran. Estuvieron un buen rato observándose. Sólo cambiaron el gesto cuando comprendieron a qué iba Lily con todo aquello.

– La verdad… es que estoy bastante buena. – dijo Marlene, acomodándose algunos mechones de pelo.

– Yo no estoy nada mal. – acotó Mary, apoyándose las manos en la cintura y posando para su propio reflejo.

– Muy linda – se dijo Ruby, acomodándose unos mechones de cabello.

Lily esbozó una sonrisa sincera y se quitó su improvisada corona de la cabeza, dejándola a un lado. Sus amigas cuchicheaban entre ellas, entretenidas con lo que veían en el espejo. La pelirroja se dejó caer en su cama como si sus piernas no pudieran sostenerla más. Miró hacia arriba, al techo de su habitación, y se mordió el labio inferior.

Maldijo por lo bajo a James Potter. Al hermoso y maravilloso James Potter. Y volvió a sonreír.

… sintiéndose la chica más linda de todo el mundo.