Este es mi primer fic Zutara xd espero que os guste. Lo siento sí hay algun error ortografico
Nota de autor: Avatar The Last Airbender o Avatar la leyenda de Aang es propiedad de Mike y Bryan
CÁPITULO I: CAMBIO DE VIDA
El tiempo no acompañaba en aquel gélido día de verano, algo inusual en este tiempo. A lo largo de un paisaje insólito, se alzaban gran glaciares, blancos y impenetrables, que se elevaban sobre las inmensas profundidades del mar frío y oscuro del antártico. Una fuerte tormenta de nieve azotaba sobre la ciudad de hielo. Después de la guerra de los cien años la tribu del agua del Sur se convirtió en una prospera nación gracias a la ayuda del Señor de fuego Zuko, el rey del Reino Tierra y su tribu hermana del norte. Con el tiempo la pequeña aldea de tan solo un par de igloos se fue ampliando, hasta ser una hermosa ciudad muy similar a la de su tribu hermana. En esos momentos, no obstante la bella ciudad no se podía apreciar en su glorioso esplendor. Los pequeños copos de nieve caían como hojas diminutas de un árbol sobre los puentes y canales con una fuerza sorprendente. Las calles de la ciudad se encontraban desiertas, sus habitantes se encontraban en sus respectivos hogares protegidos de la nieve y el hielo que caía en el exterior.
A lo legos de una de las tres calles principales, anchas y adornadas con faroles, que comunicaban con el puerto. Dos siluetas se confundían en la oscuridad de la tempestad, estas se dirigían al puerto donde un barco con destino a la capital de la Nación del fuego las esperaba. Aunque la tempestad hubiera cancelado con todo pronóstico las posibilidades de viajar, este barco era diferente a los demás. Eran uno de los antiguos buques de guerra utilizados por el antiguo Señor del fuego Ozai con fines militares en la guerra. Como la mayoría de transporte destinado a la guerra, ahora servia como medio de transporte de pasajeros y mercancías. Este barco era especial, un rompehielos, un gran buque de hierro de grandes dimensiones, que empezó a funcionar como transporte de personas el año 101 ASC durante el primer año de mandato del Señor de fuego Zuko. Su capacidad era de más de 500 personas y estaba equipado para las más fieras tormentas a alta mar.
Las dos siluetas entraron dentro del barco, la primera corresponda con la de un niño de corta edad con un parka azul oscuro que cubría su cabeza pequeña. La segunda silueta era la de una mujer joven con un parka azul claro. La mujer se acerco hacía el vigilante que permitía la entrada en el barco, un hombre de mediana edad cerca de los cuarenta años, alto, de piel muy pálida, pelo negro recogido en una cola de caballo y ojos castaños.
El hombre dijo: -¿Tienes la documentación disponible para hacer este viaje?
La mujer lo miro y asintió con la cabeza, que llevaba cubierta por la capucha del parka.
-Espere un momento. Dijo el hombre mirando al rostro cubierto de la mujer.
- ¿Sí? Respondió ella
- Mi lady, es usted la hija de Hakoda, usted es lady Katara. Respondió el hombre sorprendido
Katara se quito la capucha y mostró su rostro. Ella había cambiado, su cuerpo y su manera de pensar ya no eran los mismos. Su figura había adoptado las curvas propias de una mujer, sus pechos también habían aumentado, ella no volvería a ser la adolescente que era durante la guerra. Su pelo chocolate ondulado formaba algunos rizos que en forma de cascada hasta su cintura. Su rostro de tez morena era aún más bello que en su adolescencia, sus grandes ojos azules como el mar cautivaban a cualquiera con la mirada. Ella era simplemente perfecta.
- mamá, tengo sueño. Respondió el niño con una voz suave, dándole una mirada somnolienta. Katara sintió ganas de reír y le devolvió una angelical sonrisa.
El tiempo fue pasando día tras día. A la mañana siguiente habrían llegado a la capital. Katara recordó los motivos de su viaje.
El sol radiaba en la tribu del agua, los rayos de sol iluminaban las calles, puentes y casas de hielo. El mar estaba en calma y los cazadores salido a cazar focas tortuga, en fin era un día espléndido.
-¡Mira, abuelo, mira tio Sokka y tu también mamá mirar lo que hago! Chillo el niño emocionado. Él encendió una pequeña llama en cada palma de sus dos manos, entonces empezó a hacer malabares con el fuego, en un determinado momento, este se junto en una sola llama y el chiquillo formo un látigo de fuego que hizo derrumbar toda la pared del gran igloo del jefe. El niño empezó a reír cuándo su bisabuela Gran Gran Kanna empezó a regañarle, un brillo pícaro apareció en sus ojos dorados, él estaba tramado algo.
Sokka y Hakoda empezaron a reír felizmente, Suki y Pakku que acababan de llegar los miraron con estupefacción al no saber que había ocurrido, pero todo no era felicidad, el rostro de Katara mostró una gran melancolía. Hakoda vio el rostro de su hija y paro de reír en seco, algo iba mal.
Al caer la noches todos estaban en sus habitaciones, a excepción de Katara que estaba sentada en la cocina, mirando pensativa hacía el fuego de la chimenea.
-¿Te recuerda a él verdad? Respondió Hakoda.
Katara no respondió, continuo mirando el fuego, mientras sus ojos se anegaban de lágrimas. Ella rompió a llorar.
- Papa… él… es como él… yo no sé que…Entonces una puerta se abrió de repente.
- ¡Katara, tu hijo, tiene fiebre! Dijo Kanna alterada.
Con esta ya era la tercera vez en un mes, que él tenía fiebre. Katara fue al cuarto de su hijo que deliraba por la fiebre. Las mejillas de su piel marfil estaban sonrojadas y su pelo azabache totalmente despeinado y húmedo por el sudor, ella puso su fría mano en la frente del niño que se tranquilizo en su sueño al contacto de su mano. Ella paso la noche en vela vigilando el sueño de chiquitín.
Al día siguiente mientras Katara cuidaba del niño, al cual le había bajado la fiebre, y que en esos momentos dormía como un ángel. Katara sonrió al ver su preciosa carita.
En esos momentos alguien abrió la puerta, Hakoda se sentó al lado de su hija y la miro seriamente con su rostro envejecido por los años.
-Katara, el tiene tres años y es un maestro fuego, cuanto más tiempo pase aquí su salud empeorara, sé que él es muy fuerte… su padre lo es. Un hombre que no teme a la propia muerte es una persona admirable, él lo demostró el día del golpe de estado, él lo paró.
- ¡Estaba allí papá, se lo que pasó, él nos salvo a todos, a mi y a su hijo del cuál él no sabe nada! Tuve que renunciar al amor de mi vida por mi hijo y por él, por su seguridad, yo…
Entonces rompió a llorar. Hakoda abrazó calidamente a su hija, el silencio se apodero de la habitación.
-¿Que hubiese hecho mamá? Dijo ella tocándose la joya del collar de su madre.
- No lo se, tan solo se que hubiese echo lo mejor por vosotros. Respondió él.
-Debes de marchar, volver a la Nación del fuego, se que tendrás sentimientos reencontrado al volver, pero hazlo por él. Respondió
- Nunca dejaré que le ocurra algo malo, él es el motivo de seguir viviendo. Dijo ella
-¡Mamá, mamá ya llegamos! dijo el niño.
Katara salio de sus pensamientos y miro a su hijo, que llevaba el mismo peinado que llevaba su padre cuando se unió al Gaang y que mantenía después de la guerra, alegando que quería cambiar y no llevar lo que los otros llevaban antes. En realidad él no quería llevar un estilo que le recordara a su padre.
Katara miró hacía la capital, susurrando nombre al ser al cuál más quería:
-Zuko. Dijo con voz suave casi inaudible
- Sí, mamá. Su hijo respondió automáticamente sin saber que no iba dirigido a él
La vida iba a cambiar, sus vidas iban a cambiar, al llegar aquel lugar en el momento en que los rayos de luz alcanzaban sus miradas.