Ni Dino rey ni sus personajes me pertenecen, es vital informar que en este Epílogo integre la letra del poema número XX de Pablo Neruda del libro "veinte poemas de amor y una canción desesperada".


Epílogo

Un instante.

Eso lo único que se requiere para cambiar la vida de alguien, un segundo, una razón. El cambio es evidente, el cambio es bueno. Algo efímero. Tan efímero como la vida de una mariposa pero tan impactante como la misma. Algo increíble, algo como ser aquel que no cree en el amor, un hombre con alma de niño, alguien que asume que ese sentimiento en particular es ridículo, una debilidad. Las películas románticas: sobreactuadas, la poesía: absurda, las novelas de amor: ridículas, las canciones de amor: patéticas. "Amor" sinónimo de estupidez. Y eso es todo.

Un comienzo inesperado.

Una situación imprevista.

Algo nuevo. Para que se dé un cambio se requiere de algo mínimo pero concreto. Se dice que una crisis se vive cuando hay una mínima alteración en el equilibrio, está de más decir que su efecto es devastador, tan simple como un mínimo cambio cuya repercusión es inmensa, solo que no hay nada de simple en ello.

Zoe.

La confusión se hace presente, el nerviosismo, la ansiedad, y la curiosidad por aquello que nos trastorna. La forma en la que se perciben las cosas se ve alterada. Ella fue ese cambio. Conocerla alteró el equilibrio de mi interior, mi forma de ver el mundo se fracturo por completo. Tanto en el amor como en la muerte todo es igual.

"No la quiero."

La negación entra al juego cuando la verdad sale a la luz, "no puede estar pasándome esto" fue mi mantra en ese entonces.

Y entonces pensaba cuan mal me sentía cuando ella me descubría observándola y me sonreía, porque no es que la observara a ella de todas formas, yo no la quiero. No, no la quiero. Es solo un cariño fraternal. Bueno tal vez, solo tal vez puede que la quiera un poco.

Un cumplido inocente, una sonrisa sincera: etapa superada.

"Esto es ridículo, el amor no existe."

Ira. Ella fue ese cambio. ¿Por qué ella? ¿Por qué yo? ¿Por qué me gusta estar cerca de ella? ¿Por qué a veces siento que me evita? Como sea, los sentimientos son estúpidos y los pensamientos no son útiles. Yo no podía enamorarme, no de ella y menos cuando le sonreía a él de esa manera. ¿Por qué le sonríe a él de aquella manera? ¿Por qué siempre están juntos? No importa, a ella la odio de todas formas, ¿quién se cree que es para venir y perturbarme? Nadie. Ella no tiene derecho. ¿Por qué se queda mirándome fijamente? ¿Por qué hace eso?

Un batir de pestañas casual, miradas furtivas: otra etapa superada.

"No es amor a primera vista ni nada por el estilo, simplemente cuando la vi por primera vez supe que quería estar con ella para siempre. Solo eso."

Negociación. Excusas, de cualquier tipo, justificando cualquier cosa, lo que se hace por un poco de paz mental. "No es que quiera estar con ella, solo quiero ayudarla a estudiar, si ya sé que ella ya tiene tutor, simplemente es que ese torpe no le explica bien." "No es como si me interesara mucho, solo tomo su mano para que no sea imprudente y cruce mal la calle, es mi amiga no quiero que un tren la atropelle o algo así." Pronto las excusas eran cada vez más absurdas, pronto mi paz mental dejo de ser importante, pronto lo único que me importaba era estar con ella.

Un sentimiento cálido, una mirada cómplice: otra etapa superada.

"Está sucediendo, me estoy enamorando de mi mejor amiga."

Depresión. La quiero, pero no solo la quiero como se le quiere a una compañera, ni a una hermana, yo me estoy enamorando de ella y no solo eso, ella nunca me corresponderá. No es como si no lo hubiese esperado, ella nunca me ha visto como más que a un amigo.

Zoe no me quiere de esa forma, pero ¿por qué no? ¿Acaso hay algo mal en mí? Probablemente haya algo mal en mí, estoy casi seguro de que moriré solo.

¿A alguien le importaría si muriera? No, probablemente a todos les daría igual, incluso a ella. Tal vez si muriera todos estaríamos más felices, así ella no se sentiría incomoda cada vez que le regala una sonrisa coqueta a Max y yo estoy cerca. Desearía poder morirme.

"Estoy enamorado de Zoe Drake, pero ella no me corresponde"

Aceptación. No tiene nada de trágico, mucha gente ha padecido de un amor no correspondido. Tal vez fui un poco extremista, sí me duele cuando ella deja en claro de forma sutil que lo prefiere y me siento miserable cada vez que sonríen con complicidad, me ofende que últimamente me dejen a un lado y sé que debería estar feliz por ella, Max es un buen chico y sé que él no la hará sufrir, pero estoy enamorado de ella y es difícil hacerse el tonto.

Ahora si lo miro en retrospectiva me doy cuenta de yo estaba aterrado de la forma en la Zoe que influía en mí, quería siempre estar a su lado, me gustaba verla sonreír, me agradaba ser la persona a la cual ella recurría por cualquier tontería, me gustaba el sonido de su voz y sus ojos tenían algo que nunca volví a distinguir en otra persona.

La realidad puede llegar ser abrumadora y aplastante, todo depende al cien por ciento de ti porque aunque tú no puedas manejar totalmente los eventos que marcan tu vida, tienes las herramientas para enfrentar cada obstáculo y hacerle frente a todo. La realidad que se me presento cuando tenía doce años, mi realidad, fue esta: yo estaba enamorado de Zoe, ella estaba enamorada de Max, por lo que yo solo era un estorbo.

No me arrepiento de haberme ido en aquel entonces. Todo ocurre por una razón, si yo no hubiese vuelto a ver a mis verdaderos padres, toda mi vida habría seguido pensando que ni mis propios papás me querían y que me habían abandonado, si no me hubiese marchado por miedo a los sentimientos que Zoe despertaba en mí, jamás habría madurado y las cosas serían muy distintas. Todo en mi vida ha ocurrido por una razón, o eso me gusta pensar.

La razón por la cual decidí ser policía fue simple, después de todo lo que había vivido quería ayudar a la gente, estar allí para ellos y apoyarlos, hacer justicia.

Puede que pasar un tiempo en prisión no sea suficiente para muchos, y después de todo, unos cuantos años tras las rejas no justifica la perdida de una vida, sin embargo creo firmemente en que las personas pueden cambiar si así se lo proponen.

—Buenos días, Detective Owen.

Saludo al portero del edificio con amabilidad, mentalmente le agradezco por interrumpir mis pensamientos, se estaban tornando algo peligrosos, como cada vez que pienso en ella. Me dirijo al ascensor, oprimo el botón que me lleva al piso número siete. Me distraigo con el aroma del café que acabo de comprar en el Starbucks de la esquina y que llevo con dificultad, cuatro vasos de café no son fáciles de cargar y ya que mi otra mano está ocupada con un cup cake de vainilla y chispas de chocolate no puedo hacer mucho al respecto, las puertas se abren, camino hasta el departamento con el numero setecientos dos escrito con números dorados en la puerta y antes de intentar timbrar Annie me abre la puerta y me sonríe divertida.

—Buen día oficial, veo que está un poco cargado, creo que puedo ayudarle con ese café —Me saluda con gracia y yo le sonrío.

—Muchas gracias señorita, y le recuerdo que esta tarde a las cinco la esperamos en nuestro humilde hogar —Respondo siguiéndole el juego mientras ella toma una taza de café.

—Por supuesto trataré de llegar, pero discúlpeme si llego tarde, me temo que su hogar es bastante lejos. —Agrega con sarcasmo antes de beber un sorbo de café.

—No se preocupe y antes de que se vaya, podría usted por favor timbrar en mi apartamento, será complicado con las manos ocupadas. —Explicó mientras ella sonríe y recorre el pasillo hasta la puerta de enfrente y timbra.

El teléfono suena dentro de su departamento y Annie se despide con un beso en mi mejilla y cierra la puerta. Recorro el mismo camino que Annie recorrió para timbrar y me quedo mirando fijamente por unos segundos la puerta color caoba y el número setecientos uno dorado inscrito en ella, oigo como quitan el seguro de la puerta y Amy recién levantada me deja pasar, probablemente se acaba de levantar así que me burlo de su pijama de ositos rosados.

— ¡Tan sexy como siempre!—Murmuró alegremente.

Ella me mira con indignación y me golpea el brazo. Entro y dejo el café y el cup cake en la mesa antes de girarme y ver a Amy mirándome aún con recelo, sonrió traviesamente antes de caminar hacia a ella y abrazarla por la cintura.

—No te habrás enfadado conmigo por eso, ¿o sí? —Susurró mordiéndome el labio divertido por la situación.

—Eres un grosero. —Murmura Amy algo adormilada aún pero con tono de reproche.

—Sabes que pienso que eres preciosa, ¿cierto?—Contesto y luego la beso en la frente.

—Lo sé, pero eso no te quita lo grosero—Dice mirándome fijamente con sus expresivos ojos cafés.

—Grosero y todo, pero así me amas— Refuto juguetonamente.

—Rex Owen si no te conociera podría jurar que estás coqueteando conmigo, ¿es acaso eso cierto?—Murmura acariciando mi mejilla delicadamente mientras bate sus pestañas con sutileza.

Sospecho de su sonrisa compradora, pero aun así decido seguirle el juego.

—Tal vez, ¿está funcionando?—Susurró levantando las cejas de forma sugerente.

Ella ríe tontamente y acerca su rostro al mío, siento su aliento sobre mis labios y cuando creó que Amy va a besarme oigo una voz masculina a mis espaldas. Dios, esto no se ve bien.

Me alejo de ella y abro los ojos, puedo ver su sonrisa malvada ante mi expresión vacilante. Me giró y veo a Kyle fulminándome con la mirada.

— ¿Que está pasando aquí?—Exclama él molesto.

—No es lo que parece…—Balbuceó cuando por fin entiendo lo que Amy quería hacer. Luego me golpeó mentalmente, eso es lo que no se debe responder en una situación así.

Él se acerca de forma amenazante y yo terminó el abrazo que mantenía con Amy hasta el momento. Me acercó a Kyle y trato de explicar todo pero no puedo, veo su puño a punto de golpearme el rostro, cierro los ojos y espero. Nada. Cuando vuelvo a abrir los ojos extrañado un coro de risas resuenan por la instancia. Era solo una broma.

—Eso te enseñara a no coquetear con mi novia más. —Exclama Kyle riéndose.

Amy y yo siempre hemos tonteado un poco, nunca ha sido en serio, cuando vives con alguien que no es parte de tu familia y prácticamente ves como esa persona madura y cambia, terminas acercándote a ese alguien mucho, y Amy y yo tenemos esa confianza, es una especie de complicidad que Kyle nunca tendrá con ella, sin importar cuanto lo intente. Cuando ella empezó a salir con él lo dejamos porque Ky es bastante posesivo, además no era muy bonito ver como tu novia no solo vive con un amigo tuyo sino que también coquetea con él. Casi no lo hacemos aunque de vez en cuando volvemos a las viejas costumbres, claro que ella jamás lo engañaría, es muy buena para hacerle eso.

Una voz familiar me sorprende. Me giró y veo a Alex caminando hacia la sala.

—Alex, ¿Qué haces aquí? —Exclamo sorprendido.

Ella me ignora, toma un café y se sienta en el sillón de la sala. Yo la miró con reproche y ella finalmente cede ante nuestra batalla de miradas.

—Bueno, que John y yo nos acabemos de reconciliar no significa que ande detrás de él a cada instante, yo también tengo vida, después de todo ser una de las fotógrafas más importantes de New York no es fácil, ¿has visto alguna vez la ciudad? Definitivamente es una jungla de asfalto. —Explica ella sin modestia alguna y luego toma un sorbo de café yo solo frunzo el ceño, Alex en verdad sabe cómo sacarme de quicio.

—Definitivamente tú y John son tan para cual, siendo tan similares me sorprende que no se hayan asesinado aún. —Opinó Kyle con sinceridad y yo asentí dándole la razón.

Vivir en New York no había sido del todo fácil y menos cuando Kyle y Alexandra aparecieron un día cualquiera en la puerta de mi casa porque deliberadamente decidieron que la New York del siglo XXIV era un asco y querían iniciar una emocionante vida pre histórica según ellos. Alexandra se había llevado muy mal con John sus personalidades eran similares y por lo tanto se enfrascaban en discusiones estúpidas frecuentemente, cuando nos hablaron de su relación nadie se sorprendió, de alguna forma todos lo veíamos venir.

—No nos hemos asesinado porque cada vez que discutimos terminamos teniendo una sesión de sexo desenfrenado. —Murmuró Alex sonriendo de forma maliciosa —Lastima que tú y Blanca Nieves no puedan decir lo mismo, pelirrojo.

La cara de Kyle se tornó del mismo color que su cabello y Amy quien hace unos minutos se había sentado entre las piernas de su novio se encontraba en la misma situación, yo simple negué con la cabeza y tome mi café, el cup cake y un vaso con jugo de naranja.

—Bueno mientras ustedes hablan de sexo, yo me voy a ver a mi princesa, trío de degenerados. —Interrumpo la discusión antes de que se vuelva un verdadero problema. Luego subo las escaleras del pent house.

Obvié el desagradable comentario de Alexandra sobre mi aparente frustración sexual y camine por el pasillo de la planta superior, después de pasar dos puertas color blanco marfil giré y me detuve frente a la puerta que se encontraba enfrente mío, una E mayúscula color rosado adornaba la puerta, gire el pomo y abrí la puerta con lentitud.

La habitación era grande, tenía el tapiz de color azul. En las paredes habían varias repisas blancas llenas de juguetes, el closet daba contra una de las paredes laterales, varios juguetes se encontraban en el suelo y algunos rayos de sol se filtraban entre las cortinas azules e iluminaban el rostro de una niña rubia de aproximadamente unos seis años que se encontraba profundamente dormida en una cama individual que se encontraba en centro de la habitación. Caminé procurando no hacer mucho ruido, deje el cup cake y el jugo de naranja en la mesita de noche, me arrodille y acaricié el cabello de la niña mirándola con adoración. Ella se despertó y me miró con sus ojitos cafés antes de esbozar una sonrisa y sentarse en la cama.

—Buenos días, princesa —La salude sonriendo.

—Buenos días, papi — Saludo ella bostezando.

—Tengo algo para ti —Susurré ofreciéndole el jugo y el cup cake.

Ella encantada termino de comer y me pidió que jugáramos con sus muñecos. Yo le sonreí y acepte, hoy era su día especial y no podría negarle nada aunque quisiera.


Después de que todos se arreglaran fuimos al zoológico, la tome de la mano y me adelante con ella y Annie, no quería que viera a Amy y Kyle besuquearse cada cinco minutos sin poder controlarse como dos adolescentes calenturientos, ni quería que escuchara a Alex y John burlándose de las personas que estaban en el zoológico o de los pobres animales.

Después de una media hora nos separamos, todos fueron al apartamento a terminar de planear los detalles de la mini-fiesta sorpresa, mientras que la niña y yo fuimos a comer helado y a dar un paseo en Central Park. Nos sentamos en una banca del parque mientras ella se acababa de comer el cono de vainilla que había pedido.

—Papi, ¿a qué saben los sueños? —Me preguntó ella mirándome fijamente después de unos segundos en silencio.

—No lo sé, cariño, cuando lo descubra te lo digo. —Respondí confundido. Las preguntas que hacían los niños no eran tontas en lo absoluto, más bien eran difíciles de responder.

— ¿Tú crees que las princesas existen? —Cuestiono algo decepcionada por mi respuesta.

— Si, tú eres una princesa, eres mi princesa —Contesté con una sonrisa y acariciándole el cabello con delicadeza.

— ¿Por qué crees que soy una princesa? —Susurró mirándome a los ojos sorprendida. —Es decir, siempre me llamas así, pero es por cariño ¿no?

—Porque cada vez que te miro a los ojos veo pureza, alegría y bondad, y todas las princesas de los cuentos de hadas comparten esas características. —Murmuré sintiéndome ligeramente nostálgico, cada vez que hablaba de princesas y cuentos de hadas me acordaba de Zoe.

Habían pasado siete años desde que la había visto por última vez, la última vez que habíamos hablado había sido hace tres años, ella se encontraba ocupada con la universidad y yo me mantenía entre el trabajo y Elizabeth, la hija de Amy.

Durante esos tres años mantuve una que otra relación, al fin y al cabo no podía privarme de vivir mi vida sentimental hasta que Zoe volviera y un día cualquiera me canse de esperar a que ella apareciera mágicamente en la puerta de mi departamento. Max y yo hablábamos con frecuencia y nunca habíamos perdido contacto, las pocas cosas que sabía de Zoe habían sido gracias a él.

Había conseguido dejarla de pensar cada día desde que me levantaba hasta que me acostaba a dormir, sin embargo jamás deje de amarla y una parte de mí nunca se cansó de esperarla, por eso en este momento me encontraba soltero mi última relación amorosa había sido con Annie y al final los dos habíamos decidido que lo mejor era continuar como amigos.

Annie era profesora de literatura y licenciada en artes, en todo el tiempo que llevábamos conociéndonos nunca perdió el encanto y la ingenuidad que la caracterizo cuando la conocí a los dieciséis años, me gustaba tanto que estoy seguro que podría enamorarme de ella si quisiera, era cariñosa, respetuosa, detallista, sexy, honesta y en otras palabras perfecta, el problema es que ella no era Zoe, no sé con certeza si amaba a Zoe o si la odiaba por haberme arruinado la vida, por su culpa ninguna de las relaciones en la que había estado, tal vez no era del todo su culpa, pero no había podido evitar pensar que tan diferentes serían las cosas si no la hubiera conocido.

Desde entonces me había dedicado únicamente al trabajo y a Elizabeth, en un inicio Kyle y Alex apoyaron que mi vida se centrara en eso, y les era conveniente ya que no necesitaban buscar niñero cuando querían irse de fiesta, pero después empezaron a quejarse sobre mi inexistente vida sentimental y a aconsejarme que mejor me olvidara de Zoe y una parte de mi sabía que ellos tenían razón pero aunque trate de dejarme llevar, ella aún tenía mi corazón en sus manos.

No les hice caso, no estaba realmente preparado para estar con alguien, creo que en el fondo al fracasar con alguien como Annie, me di cuenta de que no estaba preparado para estar con alguien que no fuera Zoe. No me arrepiento de tomar esa decisión, puede que hubiese conocido a alguien más pero en este momento me sentía satisfecho con mi vida, tenía una anormal familia que a pesar de todo me apoyaban, tenía el trabajo de mis sueños, un hogar, podría decirse que nada me faltaba. Estaba agradecido.

Sentí la pequeña mano de Beth sobre mi mano y me di cuenta de que me había perdido en mis pensamientos. Entrelace nuestros dedos y le sonreí cuando ella levanto el rostro para mirarme.

—A mí también me gustan tus ojos, pero son bastantes tristes, siempre estas sonriendo para mí pero cuando te miro a los ojos me doy cuenta de que es una sonrisa triste. Hoy es mi cumpleaños y cuando sople las velas voy a pedir como deseo que seas feliz, papi —Susurró ella sonriéndome, yo me sentí conmovido, no quise darme el lujo de llorar, no necesitaba que Elizabeth me viera llorando el día de su cumpleaños.

"Puedo escribir los versos más tristes esta noche."

Hoy a pesar de ser su cumpleaños no era un buen día para mí, hoy hace siete años tuve que despedirme del amor de mi vida en la mitad de un aeropuerto.

Hoy hace siete años que deje la mitad de mi corazón con Zoe, la otra mitad era de mi princesa, de mi amada Elizabeth.

Ella no era mi hija y Beth lo sabía, pero siempre me había llamado "papá" o "papi" sin importar que todos le aclararan que yo no era su padre y para disgusto de Kyle ella siempre me había preferido, yo era su papá favorito decía y le sacaba la lengua a Kyle mientras este suspiraba frustrado. Yo en cambio la llamaba princesa, cariño, amor, cielo o Beth, sabía que era mala idea llamarla hija porque no quería confundirla ni hacer enojar a Kyle.

—Gracias, cariño, ahora vamos a casa, tu mamá nos espera.

Al llegar Elizabeth se sorprendió con la fiesta y después de cantar Happy Birthday y soplar las velas, Beth se dedicó a jugar con John y a molestar a Kyle. Todos estaban entretenidos hablando, subí a mi habitación y tome el regalo que le había comprado, una bicicleta nueva, baje con la bicicleta y la escondí en el armario de utensilios, en la sala todos se encontraban bastante callados.

—Bien, hora de los regalos. —Exclamé mientras Beth corría a mis brazos, la alcé y divertido le di vueltas, el hecho de que todos se mantenían en silencio observándonos me inquietó, así que baje a Beth —Encuentra tu regalo. Una pista Detective Beth: Es algo grande.

Escribir por ejemplo:" La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos"

Habían pasado tantas noches sin Zoe, que era duro de asimilar. Hoy estaba más melancólico que de costumbre, de pronto todos esos recuerdos de cada cosa que ella me dijo o que hizo venían a mi memoria. Traté de ignorarlo y enfocarme en el ahora. Y ahora ella no estaba conmigo.

Apenas Beth salió corriendo y subió las escaleras me dirigí a ellos mirándolos. Nadie pronunciaba palabra alguna y después de dar un vistazo supe la razón. Era alta, esbelta, de tez blanca, labios tentadores, cabello rosa y los ojos más hermosos que yo había visto nunca, lucía un vestido negro ceñido a la cintura y me miraba sonriente: era Zoe.

"El viento de la noche gira en el cielo y canta".

Pude jurar que el tiempo se detenía nuevamente, abrí la boca tratando de pronunciar alguna palabra pero quede en blanco, había planeado tantas veces este momento en mi cabeza que habían en mi cerebro por los menos treinta formas diferentes de reaccionar, sin embargo me quede allí inmóvil sin ser capaz de mover ni un solo músculo.

Max salió de algún lado y me abrazo de improviso sacándome de mi mutismo, lo salude feliz y después de eso todo el mundo aparentemente volvió a sus conversaciones. Hable con Max diez minutos y aunque oía lo que me decía no estaba escuchando toda mi atención la tenía Zoe quien entablaba una interesante conversación con Amy y Kyle en este momento.

Después de que Max se aburriera de hablarle a una pared (a mi) se dirigió hacia Annie y se pusieron a conversar, Zoe camino hacia mí y aunque desde hace siete años estaba esperando este momento ahora lo único que me pasaba por la mente era salir corriendo y encerrarme en el baño hasta que todos se fueran.

—Hola — Me saludo mientras me miraba feliz.

—Hola —Respondí con la garganta seca.

"Puedo escribir los versos más tristes está noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso".

Los dos nos quedamos mirándonos un instante sin saber que más decir. Cada uno perdido en sus pensamientos, recordaba como ella me había rechazado después de besarla aquel día, en ese entonces ella eligió a Max, sonreí con tristeza. Ella parecía no saber que decir y yo estaba igual de cohibido, ahora mismo éramos dos extraños que se conocían muy bien. Es verdad que habíamos continuado hablando, pero los dos sabíamos que nunca fue lo mismo y pronto nos cansamos de la situación, ella dejo de mandarme mensajes y luego al ver que no me respondía, lo deje también.

Habían tantas cosas que quería decir pero simplemente no me salían las palabras, hasta que Elizabeth con una armadura dorada y montada en un corcel blanco, vino en mi rescate, o al menos así lo sentí y por armadura dorada pueden entender un vestido amarillo que mis padres le habían regalado la navidad pasada, por corcel blanco entiéndase la bicicleta blanca con azul cielo que le había comprado de regalo y por vino en mi rescate háblese de estrellarse contra mí y hacerme caer aparatosamente. Todos en la sala estallaron en risas, Beth me miraba con una carita de cachorrito para que no la regañara y Zoe me miraba con preocupación.

"En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito".

Al menos el ambiente tenso se había desvanecido y después de que todos dejaran de burlarse y que yo me reincorporara Zoe y yo reíamos con complicidad.

Recordé nuestras piyamadas, desde que teníamos diez años los tres teníamos la tradición de quedarnos despiertos hasta tarde en la casa de Max cada viernes en la noche, nos quedábamos jugando, hablando, o haciendo cualquier cosa divertida hasta que decidíamos ir a dormir.

Me gustaban especialmente las noches en las que veíamos películas de terror, ella se asustaba y ya que Max era igual de asustadizo y terminaba yéndose a la cama de sus padres a la mitad de la película, Zoe buscaba refugio y protección en mis brazos. Recuerdo despertarme siempre para poder observarla dormir antes de que se despertara, trataba de no pensar mucho en lo perturbador que era espiar a alguien dormir mientras me concentraba en sus facciones y en la tranquilidad que emanaba de ella. Cuando se despertaba asustada a la mitad de la noche tras una horrorosa pesadilla, la tomaba entre mis brazos y besaba su cabeza hasta que se tranquilizaba y volvía a caer en los brazos de Morfeo no sin antes susurrar un tímido "gracias".

Volví a la realidad cuando descubrí como ella me sonreía ampliamente al verme distraído en mis pensamientos, "igual que cuando éramos niños", la escuche murmurar, yo me reí entre dientes.

La última vez que habíamos hablado habían sido hace tres años, hace siete años había sido la última vez que la había besado, y sin embargo en lo que llevábamos poniéndonos al día nunca había sentido tantas cosas al mismo tiempo, trataba de controlar mi respiración y el desenfrenado palpitar de mi corazón cuando comento que yo lucía bastante bien, trate de hablar con coherencia cuando rozó mi brazo accidentalmente en la cena, trate de fingir que no me temblaban las piernas y mi rostro no se acaloraba cuando, gracias a su vestido descubierto en la espalda, pude contemplar un tatuaje en la parte baja de su espalda mientras que la seguía del comedor a la sala de estar, cuando la cena finalizó.

Me sentía un maldito adolescente al tener que disimular para poder observarla caminar contoneando de forma sensual las caderas y estuve a punto de escupir el vino que degustaba cuando Zoe se sentó en el sofá y cruzó las piernas haciendo que ese diminuto vestido que llevaba puesto revelara aún más sus piernas.

"Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos."

De inmediato me excuse y me encerré en el baño como había planeado desde el comienzo, verla me estaba afectando terriblemente, era la misma Zoe de la que me había enamorado cuando tenía doce, solo quedaban unos pocos vestigios de la desconfianza y la frialdad de la Zoe que descubrí al volver y sin importar cuantas veces hablamos por Skype, ella estaba muchísimo más bella de lo que me hubiera imaginado jamás.

Recordé aquella vez que me fije en esa princesa. Esa vez no pensé ni un poco en Zoe, después de todo aún no terminaba de descifrar mis sentimientos por ella. En ese momento esa chica era lo único para mí. Zoe fue quien me consoló cuando esa chica me rompió el corazón al besar a Max.

Odie muchas cosas de ella, odiaba por ejemplo que le sonriera a otros compañeros de salón con ese aire de coqueteo, odiaba cuando me veía y murmuraba cosas a sus amigas para que luego se rieran de lo que sea que estaban hablando mientras me miraban, odiaba cuando ella prefería estar con alguien más, cuando no recurría a mí por ayuda sino que confiaba sus problemas a otros, ella me hacía sentir vulnerable y lo odiaba, odiaba que no pudiera dejar de estar pendiente de ella.

Respire profundo y me moje la cara con abundante agua, me seque el rostro y me examiné en el espejo, mi rostro presentaba facciones más maduras, mi piel estaba ligeramente más bronceada, varios mechones de mi cabello rubio caían de forma natural sobre mi rostro, mis cejas no eran muy tupidas, mis ojos azules tenían un brillo que no había visto en siete años, mi nariz era fina y mis labios no eran muy gruesos, eran algo carnosos pero finos, mi masa corporal había aumentado y tenía los músculos marcados, solo había una cosa en mí que no me agradaba, mis cicatrices.

Había pasado algún tiempo de servicio ya, casi cuatro años, y una cicatriz de forma irregular en mi frente era la única evidente a primera vista, me la había hecho en mi primera misión como policía, perseguíamos una banda implicada en el asesinato de una abogada, los teníamos acorralados contra un edificio pero no contábamos con que hubiera un carro bomba cerca, recuerdo gritos y mi chaleco antibalas siendo perforado por algo, al bajar la vista descubrí un pedazo de hierro atravesando mi abdomen mientras mi uniforme se empapaba de mi propia sangre, sentí miedo de morir, caí al suelo tras la explosión, un pitido insoportable fue lo único que escuche y después de eso, solo silencio.

Abrí los ojos y solo pude distinguir llamas y destrucción, las cosas se pusieron borrosas, no estaba listo para morir y sentí una angustia espantosa recorrerme por completo, luego todo se volvió oscuro. Me desperté tres semanas después en un hospital.

"Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido".

Respire profundo una vez más, no era algo que me gustara recordar. Después de mi recuperación física y mental volví enseguida tratando de no permitir que mis miedos arruinaran mi vida. Lo logré. Sin embargo en mi cuerpo aún había cicatrices que me recordaban ese día.

A decir verdad ese día mientras sentía que mi vida se escapaba de mis manos, en esos minutos, sintiendo un pitido ensordecedor también pensé en ella. Pensé en que moriría sin volverla en ver, pensé en que la perdería, perdería al amor de mi vida sin siquiera poder despedirme, no de hecho ya la había perdido, la perdí apenas cruce la puerta de abordaje sin atreverme a mirar atrás, no soportaba verla llorando por mi culpa.

Seguí observándome en el espejo, con una sonrisa melancólica dibujada en mis labios. Era tiempo de afrontarlo.

"Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío."

Cada noche la recordaba un poquito, en varias ocasiones no pensaba en ella, después de todo la vida como policía era agobiante, pero siempre hubo algo, alguna pequeña cosa, algo como pedir un café en Starbucks y al ver a la encargada usar una bufanda verde, algo como ir manejando mi BMW y parar de improviso al ver a una pequeña niña comer helado en una banca junto a dos niños de su edad, cosas simples que me la recordaban, que me obligaban a pensar algunas noches que sería de su vida, siendo la incertidumbre un sentimiento que me embargaba cada vez que ella aparecía en mi mente.

Su risa armoniosa me contagio, y reímos a carcajadas, con una complicidad que nunca se había acabado sin importar el tiempo, yo le relataba alguna anécdota de Beth quien descansaba en mis brazos, ella me sonreía entregada a mi relato, habíamos trasladado la conversación al sofá y disfrutábamos de la compañía del otro.

— ¿Hay alguien en tu vida en este momento? —Pregunté después de un silencio por parte de ambos.

De repente sentí mi boca seca, tome un poco de vino tratando de no parecer un desesperado, tratando de restarle importancia, pero una parte de mi vida dependía de su respuesta, sus pupilas se clavaron en las mías y me aterré. No de la pregunta en sí, estaba aterrado de la respuesta, no podría soportar el solo hecho de pensar que el amor de mi vida me había superado porque yo solo había sido un enamoramiento pasajero, durante la mitad de la noche había querido formularle la misma pregunta aunque no me había atrevido hasta que con la privacidad requerida y un poco de presión ejercida por mí mismo finalmente me había atrevido.

"Qué importa que mi amor no hubiera podido guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo."

Recordé nuestro viaje. Al parecer volverla a ver había roto todas mis expectativas y los recuerdos que me había encargado de enterrar para no torturarme se proyectaban libremente en mi mente cada dos por tres.

Coraje. Eso fue lo que sentí cuando ese muchachito estúpido, ese intento de pirata quiso enamorar a Zoe. Ya había descubierto lo que sentía por ella, y las cosas no iban muy bien porque horrorizado pude contemplar como Zoe estuvo de besar a Max al final del día, quise creer que fue porque yo actué con indiferencia, no podía arriesgarme a que ella supiera lo muy enamorado que estaba de ella, pero eso dolió, dolió intensamente, casi hubiese preferido que Seth me hubiera matado con uno de sus dinosaurios a ver esa escena, aun así eso no se comparó en absoluto al dolor de verlos besándose aquel día, cuatro años después en ese salón de clase.

A los doce creí el tiempo me haría olvidar lo que sentía por ella, nunca en mi vida había estado más equivocado.

Ella me veía fijamente y mientras buscaba las palabras para responderme, yo observe a Beth con adoración después de bajar la vista algo nervioso, me aclaré la garganta y preste atención a mi alrededor en un intento por rehuir de su mirada, descubrí a Amy recostada en una pared observándome, todos se habían marchado ya, y con razón, debía ser tardísimo pero el tiempo a su lado siempre me había parecido insuficiente.

"Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A los lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido."

Amy se acercó a nosotros lentamente, era tan elegante y sutil como una sombra en la luz del día.

—Será mejor que la lleve a su habitación—Murmuró mientras la cargaba en sus brazos y antes de desaparecer por el corredor me dirigió una mirada indescifrable.

Durante ese viaje en la máquina los últimos días pasaron lentamente, en ese momento los tres sabíamos que las cosas iban a cambiar cuando lográramos volver, era un secreto a voces, yo quería acercarme a ella y cada vez que lo intentaba Zoe sutilmente me alejaba, estaba dolido y confundido, fue una de las razones por las que me fui, yo era bastante orgulloso y si ella no me quería ver, a pesar de lo mucho que la amaba, no le iba a rogar, me aleje y los deje estar. Orgullo e ignorancia, peligrosa combinación. El resultado: otra mala decisión.

Una decisión apresurada por la cual me lamentaría más de una vez.

Volví mi atención a Zoe que se mordía el labio con nerviosismo. Suspiró y me miró con intensidad mientras yo pasaba saliva. Luego con voz queda susurró cuatro palabras que me arruinaron la vida:

—Me voy a casar.

"Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo".

Mis ojos se aguaron y ella me miró con frustración, yo trataba por todos los medios de no llorar. Acababa de romperme en pedazos. ¿Cómo podía ser más doloroso escuchar cuatro palabras que ser atravesado por una barra de metal? No lo sabía.

Aquel día cuando me reencontré con mi verdadera familia quise acercarme a ella, pero me evitó, me evitó tantas veces ese día, pero yo no me di por vencido. Verla tras una máscara de indiferencia cuando le anuncie que me marchaba me rompió el corazón, la rabia y la frustración me invadieron al no encontrar a la Zoe autentica, a la Zoe sensible y dulce, a la Zoe que me había robado el corazón.

Yo ya la había perdido, la perdí cada vez que coqueteaba con Max, la perdí cada vez que buscaba su rostro y la encontraba dándome la espalda, mi pobre corazón soporto cada indiferencia y desplante, pero ese día se rompió, no fue la primera ni la última vez que eso sucedería.

— ¿Con quién?—Pregunté con la voz temblorosa. —No… solo, no me digas.

"La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos."

Una lagrima escapo y se deslizo por mi mejilla, no había sido capaz de cumplir con mi promesa, ella sería feliz y viviría un cuento de hadas, pero no conmigo. Pase saliva mientras me tomaba sin vacilar lo que quedaba de mi copa de vino.

Tan diferente, ella cambiaba tanto que a veces no la reconocía, tal vez es que nunca llegas a conocer a alguien del todo, pero las cosas se fueron poniendo peores para mi durante la búsqueda de las cartas, habían facetas suyas tan suyas que me resultaban sumamente interesantes y atractivas, pero había momentos en donde la desconocía completamente, era como una completa extraña en el cuerpo de Zoe.

Yo no cambié, pero ella me lo aseguro varias veces, Max lo repitió otras veces más, todos lo notaron, cada vez me veía más melancólico, más perdido, nunca había sentido que pertenecía a algún lugar determinado. No, yo no pertenecía aquí, pronto me volví una sombra de lo que fui, me miraba en el espejo y no me reconocía me sentía tan decaído, tan solo.

¿Qué me paso? La vida fue lo que me paso.

Por suerte la vida fue quien me devolvió las ganas de sonreír y a pesar de que no era gracias a nadie que yo conociera, encontré comprensión y apoyo en la música, en completos extraños que se sentían tan perdidos como yo, en esos extraños que aunque nunca pude conocer me alegraron y consolaron cuando nadie más noto lo mal que estaba, o quizás sí pero aun así les fue indiferente, quizá porque yo no era lo suficientemente importante, quizá porque estaban muy concentrados en lo suyo, no lo sé con certeza.

—Yo…Rex quiero que seas parte de mi vida, nosotros vamos a vivir en San Francisco, no queda tan lejos y…yo realmente te he echado mucho de menos. —Murmuró tristemente Zoe.

"Ya no la quiero, es cierto, pero cuanto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído."

— Lo siento Zoe, pero yo te odio…—Contesté amargamente después de unos minutos en los cuales solo pude escuchar el crepitar del fuego en la chimenea y su respiración acelerada.

Ella me observaba con los ojos llorosos, yo en cambio lloraba desde que me había dicho que se iba a casar—…te odio porque incluso ahora después de todo este tiempo sigo creyendo que eres la mujer más perfecta del mundo, te odio porque nunca he podido amar a nadie tanto como a ti, porque fuiste el amor de mi vida y no quiero verte con otro que no sea yo, te odio por pedirme esto y te odio tanto que en este momento solo quiero besarte y que me digas que esto solo ha sido una estúpida broma.

"De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos."

Pase una mano por mi cabello con frustración. Esto no debía estar pasando y sin embargo estaba ocurriendo y yo no podía evitarlo, de otro. Zoe jamás sería mía y yo en cambio era tan suyo que yo mismo tenía solo tenía migajas de mí.

—Te amo. —Susurró ella sollozando. Yo me giré y la miré incrédulo, tal era mi imaginación.

Pero no lo era, pues después de unos segundos lo repitió dejándome sin habla.

—Vine aquí porque quería verte, quería saber si era verdad que él me había hecho olvidarte como pensaba y apenas te vi…volví a vivir lo que sentí cuando te vi por primera vez hace tantos años. Creí que ya me habías dejado atrás, por eso decidí tratar de seguir con mi vida y fui feliz pero nunca tan feliz como lo fui a tu lado, le quiero, pero a ti te amo Rex. Solo me gustaría haberlo sabido antes.

Zoe lloraba y me miraba fijamente, parecía un ángel herido, me maldije internamente, si tan solo hubiera sido lo suficientemente valiente para ir por ella, en lugar de simplemente esperarla esto no estaría pasando.

La abracé y ella se aferró a mí como un náufrago a un bote, esto no podía estar pasándome. Su celular sonó y nos separamos. Ella contestó mientras recobraba la compostura y trataba de que su voz no sonara tan descompuesta.

—Si cariño, ya bajo.

La escuche decir antes de colgar, me levante y ella me imito mientras nos dirigíamos a la puerta. Nos abrazamos por inercia unos minutos mientras un silencio por parte de ambos que gritaba tantas verdades nos acompañaba, "Good night, Travel well" de The Killers sonaba en el estéreo a un volumen bajo. Me miró con los ojos llenos de tristeza cuando supo que no nos volveríamos a ver, lo leyó en mi mirada.

"Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido."

Cuando una chica de mi clase me beso después de declarárseme, no pensé en Zoe, me centre en ella, tenía cabello café claro y unos magníficos ojos verdes, que con la luz del sol se veían color verde oliva. Tenía trece años y ella me dio mi primer beso. Fue lindo, bastante romántico a decir verdad. Ella se llamaba Dianna y la quise tanto que los siete meses que duro nuestra relación no pensé en Zoe ni una vez. Terminamos porque sus padres e mudaban a Inglaterra, la quise tanto que llore por ella las cinco horas siguientes entre los brazos de Kyle mientras balbuceaba incoherencias.

Inevitablemente recordé a Zoe en ese momento, y no sería la última vez que lloraría por amor porque después de Dianna, llego Jennifer, luego Lucy y finalmente Quinn, estuve con brujas y con reinas, pero eso no evitaba que en cada ruptura sufriera angustiosamente, al parecer Cupido me odiaba.

A pesar de todo me lamentaba por nunca haberla olvidado "Al primer amor nunca se le olvida" escuche decir a alguien y en ese momento me pareció una frase tonta, por alguna ironía de la vida esto parecía ser terriblemente cierto.

Zoe acercó su rostro al mío y me besó, rodeo mis hombros con sus brazos y se sujetó de mi camisa con fuerza, yo con desesperación la acerque a mi tanto como nos era posible, esta vez sí sabía que este sería el último, esta vez mientras la besaba sentía como mi vida se resumía a este simple y hermoso, pero trágico momento, la parte más difícil era no poder hacer nada al respecto, lo más doloroso era haber encontrado a mi alma gemela y tener que dejarla ir, la parte más frustrante era saber que ella me amaba tanto como yo a ella y sin embargo no podíamos estar juntos.

—Pídeme que lo deje. —Susurró jadeando ella cuando nos separamos.

—No puedo hacer eso Zoe. —Contesté mientras negaba con tristeza.

—Dame una razón para que lo deje. —Rogó mientras me miraba a los ojos fijamente.

—Tal vez en otra vida, Zoe, tal vez en otra vida podamos estar juntos para siempre. — Musité mientras que con mi pulgar limpiaba una lágrima que se deslizaba por su mejilla.

—Entonces en otra vida, en otra vida escribirás para nosotros un cuento de hadas… lamentablemente en esta decidiste escribir una obra de Shakespeare. — Repuso Zoe nostálgicamente negando con la cabeza.

—En otra vida—Aseguré con la voz enrarecida por el nudo que sentía en la garganta.

—En otra vida—Repitió ella.

Me miró por última vez con una sonrisa triste dibujada en sus labios y varias lágrimas en su rostro, luego salió por la puerta y la perdí de vista cuando entro al ascensor.

No podía hacerle esto, no era justo, yo había tenido mi oportunidad y la había echado a perder, ahora tenía que afrontar las consecuencias.

Apreté la mandíbula y corrí escaleras arriba, el último piso era la terraza, abrí la puerta y salí al balcón, a los lejos la silueta de Zoe se veía acompañada por la silueta masculina de alguien, él la abrazaba con dulzura por la cintura mientras ella se recostaba en su hombro.

Camine hacia atrás hasta chocar con la puerta, y finalmente me permití llorar, mientras cedí a la presión que sentía en mi pecho y me recostaba dejándome caer, no tenía la fuerza para mantenerme de pie, cerré los ojos y solloce.

—En otra vida Zoe, en otra vida. —Murmuré al viento mientras mi cabello se agitaba, y el viento golpeaba mi rostro.

"Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido".

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Me levante después de un rato, no sabía cuánto tiempo llevaba allí pero ya no importaba, me ardían los ojos de tanto llorar y tenía los músculos lastimados por haberme mantenido en la misma posición tanto tiempo. Baje las escaleras con parsimonia mientas buscaba en los bolsillos de mi pantalón las llaves, pero lo que vi me dejo helado, ella se encontraba allí recostada en la puerta del apartamento con la mirada ausente.

Deje caer por accidente las llaves al suelo y ella enseguida reacciono, en menos de cinco segundos ella recorrió los dos metros que nos separaban y me abrazo, con torpeza correspondí al abrazo, minutos después me aleje de ella, quería saber que hacia ella allí, no, yo necesitaba saber porque estaba allí.

—Lo lamento mucho pero esta vez no puedo esperar otra vida para estar contigo, estar sin ti no es vida y yo quiero vivir, Rex. —Murmuró Zoe mirándome a los ojos.

Quise decirle algo pero no supe qué, así que simplemente la besé tratando de expresar lo que no podía decir con palabras. Porque en este cuento de hadas el sufrimiento había estado tan presente como la alegría, la tristeza y los corazones rotos habían sido los protagonistas tantas veces que una simple palabra era lo único a lo que te podías aferrar para no perder la esperanza, la melancolía y las lágrimas fueron mis únicos aliados mucho tiempo, y no había nada que pudiese hacer ni decir, no había forma de evitar lo inevitable porque a pesar de todos los malos ratos y decepciones, esto era totalmente inevitable, era inevitable que termináramos juntos después de todo: cada cosa sucede por alguna razón.

Este era el comienzo de algo totalmente diferente a lo que estábamos acostumbrados, este era el comienzo de algo que había estado buscando la mitad de mi vida y ahora que lo tenía no lo iba dejar ir, lucharía, en otra vida me rendiría, porque en esta vida estaba dispuesto de apostarlo todo, porque esta vez esto era un "juntos para siempre" que yo mismo iba a convertir en un "vivieron felices para siempre", ella había sido quien me había motivado a luchar cuando yo mismo me había condenado, era hora de cumplir mi promesa.

"Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo."