Notas del autor: Ni siquiera yo misma sé qué hago aquí, pero espero que con el tiempo podamos superar este obstáculo: 3
Este sería sólo el prólogo ;P
Disclaimer: Ni Vampire Knight ni el inicio de poema 85 de Catulo me pertencen.
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Quotidie Morimur
(Morimos cada día)
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Odi et amo. Quare id faciam, fortasse requiris. Nescio, sed fieri sentio et excrucior.
(Odio y amo. Por qué hago esto, podrías preguntarte. Lo ignoro, pero así me siento y me torturo.)
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Tanta sangre había sido derramada que tan sólo la idea de seguir batallando estaba impregnada de ella. Ni el consejo de ancianos, ni la asamblea de cazadores habían podido contra este nuevo y fiero enemigo común, y ahora, después de dos años de bajas innecesarias de ambos bandos, estaban empezando a considerar la posibilidad de juntar fuerzas.
Ahora, que el enemigo se había ido fortaleciendo, y que ellos estaban casi a portas de una derrota total y humillante. Ahora, era tarde.
Se suponía que se habían reunido para llegar a una especia de acuerdo, pero ya no había segundas opciones, ya sólo les quedaba un solo camino, el más largo, empedrado y difícil, para llegar a Roma. Si es que todavía les quedaban las fuerzas para si quiera intentarlo.
La cabeza de los Kuran tuvo razón desde el principio, si hubieran juntado fuerzas no estarían en esa situación tan delicada, tan suicida.
Los gritos de los "caballeros" presentes iban y venían de un lado a otro de la larga mesa en la que se habían reunido. Susurros, sospechas se escuchaban en los rincones más recónditos "los vampiros terminarán asesinándonos" "no se puede confiar en quién nos ha estado eliminando durante miles de años" "Son nuestros enemigos naturales, ¡por favor!" "¿Dónde se ha visto que el león llegue a algún acuerdo con la gacela?"
La princesa Kuran, fuera de todo este griterío esperaba detrás de la puerta a que su hermano dijera algo lo suficientemente convincente como para dar vuelta toda esta situación.
- ¡Mis queridas Damas! – sin embargo la voz que se escucho fue la de un hombre mucho mayor que Kuran, un alto hombre, de cabello negro, enlazado en una cola que le llegaba casi hasta la cintura. – siento interrumpir su interesante cháchara, pero ya es hora de dejar el crochet a un lado y ponernos serios – sabía perfectamente que la mayor parte de los presentes eran hombres, pero le daba igual. – He estado en la línea de fuego por dos años, y si queremos ser exactos dos años y 5 meses, he visto morir a muchos de mis condiscípulos, y creo que a muchos de los presentes les ha ocurrido algo parecido.
Un crudo silencio se hizo presente. A todos se les vino la imagen de alguien a la mente, ya no había distinción entre presa y cazador, entre víctima y victimario, todos los allí presente habían perdido a alguien en el camino.
- Es hora que nos metamos el orgullo en… dónde más nos quepa y unamos nuestras fuerzas en un último esfuerzo, ya después volveremos a nuestra convivencia tradicional. Por mi parte, espero volver a cazar sanguijuelas.
A él mismo le había sido muy difícil llegar a esa avasallante conclusión, pero era lo único que les quedaba, dejando aparte, por supuesto, la posibilidad de rendirse.
- Y yo por mi parte, espero volver a beber sangre humana. – dijo una voz que nadie supo exactamente de quién provenía. Pero al menos así, los bandos estaban equilibrados.
Después de unas pocas frases más, estaba decidido. El primer escuadrón compuesto tanto de cazadores como de vampiros partiría mañana al amanecer.
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Cross, devolvía lentamente a unas cuántas maletas, la ropa y artículos personales con los que había llegado a esa antigua construcción, con la idea de hacer la convivencia de unos seres un poco más tranquila.
Ya no podía seguir viviendo allí, no si no quería morir. El frente había avanzado peligrosamente, y ya sólo estaba a un par de kilómetros, si no fuera por ser el cazador legendario, jamás le hubieran permitido sacar sus cosas.
Se llevaría lo más esencial, nada de ollas, cuadros, mesas, sillas, paños, muebles, llantos. Se llevaría los mejores recuerdos, las pocas y casi inexistentes fotos "familiares" que poseía. Y sin querer ese lugar le recordó el día en que Togari Yoga le llevó un pequeño niño de ojos violáceos, que no tenía hogar ni padres, para que le diera, un techo, un hogar, y su corazón. Ni tampoco cuándo llegó una pequeña niña, en medio de un terrible vendaval, pálida del susto, con sus hermosos ojos chocolates perdidos en la nada.
Y también como poco a poco su familia se había desmoronado, ya casi no tenía oportunidad de hablar con Yuuki; y a Zero, lo había perdido para siempre.
Subió a su cuarto, a empacar unos cuántos cambios de ropa, sólo para conservar la esperanza de que volviera, al fin y al cabo no habían encontrado su cuerpo. Y a él, un cazador experimentado, eso le significaba una sospecha irreprochable de que podía seguir vivo.
Por más que hubiese sido sujetado por el cuello y tirado contra un árbol en frente de muchos testigos, y por más que después de eso hubiera sido rodeado por una cortina de fuego.
- Aquí estabas.- Toga, sabía que más que a un tipo que podría tirársele a llorar en los brazos, en estos momentos estaba hablando con el cazador legendario. – Por mucho que respete tu apodo, ya es hora de irse, no eres el único que corre peligro aquí.
- Me gustaría que todo volviera a ser cómo era aquí. – le mostro una foto, que al parecer, y para su sorpresa, Zero guardaba entre sus ropas; en ella estaban los tres, Yuki en un tierno disfraz de vaquita sonriéndole a la cámara, mientras que él se peleaba con Zero para ponerle su traje de pingüino.
-Yo tampoco lo creo. – su voz era grave.
- ¿Eh?
- Yo tampoco creo que esté muerto. - Sus miradas se encontraron. – Por eso debes vivir, para volver a verlo.
- Siempre has tenido el poder de leer en mí, Toga. – se dirigió hacia la salida de la habitación. Tratando de no mirarlo a los ojos.
-Después de todo es mi alumno, y no lo entrené para que diera su vida tan fácilmente. – el director ya no lo escuchaba. Estaba demasiado ocupado en sus cavilaciones, tal vez si los hubiese traicionado, si hubiese traicionado a quién en verdad le entregó a sus hijos, el presente hubiera sido, aunque sea un poco, diferente.
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- ¡Onii-sama! – una castaña corría para alcanzar a su hermano, el que retrasó el paso, para que pudiera alcanzarlo, finalmente sintió un apretón en su brazo derecho.
- ¿Qué sucede, Yuki? –le sonrio como tan sólo él sabía hacerlo.
- No puedes. – el agarre comenzó a flaquear y sendas lágrimas descendían por sus mejillas.
- Lo siento, pero debo hacerlo.
- Puedes enviar a alguien en tu lugar.
Acarició su mejillas con el torso de su mano, - Si quieres que todo salga bien, debes hacerlo por ti mismo, lo siento. – en la estancia se sintió el eco de sus últimas palabras.
- Ya perdí a Zero…ahora…¡Ahora no quiero perderte! – se tiró a sus brazos.
Pero al mayor, no le quedaba más que repetir dos palabras al oído de su hermana.
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Continuará….