Los personajes de Naruto no me pertenecen.


Si pudieras ser como otra persona, si tuvieras las agallas de saltar el muro que es tu personalidad estarías segura que irías corriendo a abrazarlo y confesarle `estoy aquí para apoyarte´ y él solo asentiría.

Pero el muro de tu personalidad o es muy duro y algo fuerte o tu eres demasiado pesimista a la hora de saltarlo.

Frunces los labios y de reojo vez como Hanabi te mira con ligero reproche. Sientes la garganta cerrando paso al aire y cubres con tu mano tu boca, alzas la barbilla hasta mirar a otro lado.

Eres el peor jefe del clan, lo sabes y te carcome también saber que no serás capaz de cambiarlo.

―Hinata-sama. ―llama el anciano del clan, sus ojos lavandas están llenos de incredulidad y una furiosa capa de decepción.

―¿Si? ―interrogas mirándolo con timidez.

El frunce la nariz como si hubiera olido la peor mierda del mundo, a tu lado, en soledad, él empieza a caminar y llevar un pergamino, parece reacio a soltarlo pero con un cabeceo imperceptible lo suelta en tus manos y se aleja un paso, con la nariz aun fruncida.

―Tiene la lealtad de este miembro del clan Hyūga. ―comienza con voz ronca, apretando los puños y dejando ver sus nudillos blancos. ―Tiene mi lealtad Hinata-sama, igual que su padre, Hiashi-sama. ―un dedo largo y casi huesudo es como si hubiera tocado la herida abierta que dejo tu padre, tus ojos revuelan hasta mecerse en la soledad, asientes con los ojos cristalinos y aprietas el pergamino entre tus dedos. ―Esta es mi prueba, los pergaminos que me dejo Hiashi-sama para guardarlo con mi vida, todas las técnicas secretas del clan Hyūga.

Su voz suena modulada, como si hubiera estado practicando para no soltar un comentario como `aunque usted no es digna de tal pergamino, Hinata-sama´ o `Espero que su padre no se cegara solo por ser su hija.´

Aun con la garganta cerrada sientes como mil agujas penetran lo más hondo de ti, tu organismo, tus entrañas.

Hanabi se levanta con agilidad, de reojo mira a todos los miembros, todos de la primera rama, a excepción de Neji que esta a su lado con la vista clavada en la nueva jefa del clan.

Todo lo que salga de tu boca será órdenes para Neji. Ya no habrá más nii-san.

Eres la heredera, eres su jefa. Ya no serás lamentablemente, la hermana que querías ser con Neji.

El kimono blanco con adornos negros y amarillos, hilando unos pajarillos en el filo de las mangas parece asfixiarte.

―Intentare ser un buen jefe del clan, como lo fue mi padre. ―susurras roncamente.

Todos asienten, mientras lo hacen te parece vislumbrar sonrisas burlonas.

….

Te sientas en la cama con calma, empiezas a acariciar tu cuello con tus manos, los dedos de tus pies se contraen y luego te tiras a la cama, rodas por ella y escondes tu rostro en la almohada.

Suspiras con cierto alivio al no sentir más miradas indiscretas, miradas que reprochan tu ser completo.

Aprietas con tu mano derecha el pergamino, con la otra mano frunces la tela del kimono blanco y lo llamas.

Porque él es el único que te calma en esa tempestad que tienes como familia.

….

Quedas sentada en la silla donde era tu padre quien ocupaba, puedes casi visualizarlo. Él mirando a través de sus blancos ojos, las cejas relajadas pero aun con el semblante duro, sus manos moviéndose en la taza de té verde, como respiraba para capturar el olor de los panecillos de arroz.

Que recuerdos. Que recuerdos tan dolorosos.

La silla parece odiarte, es dura, rígida y fría.

Las sirvientas de sirven el desayuno que tu padre tomaba, pero tú no lo tocas.

Es como una prueba maldita.

―Hinata ―te llama Hanabi. Le miras. ―Querría hablar contigo. ―murmura con frialdad, para tener apenas diez años parece madura. Baja la cabeza hasta que sus cabellos cubren gran parte de su rostro delicado, luego sus ojos se abren y te analizan. Si le miras de esa forma es como ver a una pequeña muñeca moverse. ¡Qué raro! ―A solas, si no es inconveniente.

Tragas un poco de saliva y te levantas.

―No, no es inconveniente Hanabi. Vamos.

Ella te sigue, sus pasos apenas son oídos, se mueve como una mariposa, con alas.

Te sientas en la silla, ella te imita y os miráis.

―Eres patética. ―suelta Hanabi con tono serio.

Patética. Patética. Patética. Patétic―

Parece un canto en tu mente.

―Si no querías ser el jefe del clan lo hubieras declinado. Harás el ridículo, hermana. ―Hanabi mueve las cejas, las baja hasta unirlas y te resopla. ―Todo el clan sabe que ahora podrán hacer lo que quieran. ¡Tú sabes que no podrás! ―acusa. ―¡Eres una niña, igual que yo!

Sientes como tu cara empieza a adormecerse y doler por la sonrisa que aun sigue pintada en tus labios.

―Hermana, te lo ruego. Desiste de esta idea, tú no estás hecha para ser jefe del clan, yo tampoco, aun no. ¿Quién querría hacer caso a una mocosa? Nadie nos tomara en serio. Somos sus títeres. ―la voz de Hanabi empieza a ser insoportable. Te está rogando. Algo que Hanabi Hyūga nunca haría. Tu hermana pequeña estaba humillándose. ―Hinata, mírame hermana, necesitamos ayuda. Tenemos que pedir ayuda, ¿Qué de malo hay en pedir socorro?

Cállate.

―Padre nos dejó a cargo pero sabía que deberíamos pedir ayuda. Hay tantas cosas que aprender hermana, tenemos que tener una infancia normal.

Cállate.

―Hermana, por favor, deja el título, deja de ser la jefa del clan.

¡Cállate!

―Te lastimaran.

―¡Cállate! ―susurras enérgicamente. Hanabi muestra sus orbes lavanda, se irgue hasta inclinar su cuerpo en el escritorio, te agarra del kimono.

―¡Escúchame hermana! Ellos solo esperan un error, un error Hinata y todo será acabado. ¡Un error y el clan Hyūga estará en manos de esos vejestorios! ¡¿Es lo que quieres? ¿Quieres lastimar a padre?

Muerdes tu labio.

―Sabes que ellos están detrás. Ellos mueven el clan entero. Solo somos dos adornos para adornar el pastel.

―Hanabi…

―¡Odio esto, igual que tú, pero necesitamos ayuda!

Hanabi suelta la tela del kimono y cubre con sus pequeñas manos su rostro, empieza a negar frenéticamente antes de mirarte con los ojos empañados en lágrimas.

Hanabi Hyūga nunca llora delante de ella. Nunca.

Abres la boca.

―Nii-san escucho comentarios en la segunda rama, están empezando a moverse, intentan crear una nueva ley, en la que cuando fracases los ancianos tomaran el clan. Es un boicot.

Oh, oh. Sus ojos se cierran y niega débilmente.

―Y cuando eso pase seguramente me meterán a mi como jefe de clan pero serán ellos que tomen las decisiones. Solo será apariencia al exterior, pero seremos igual que el clan Uchiha. Seremos traidores igual que ellos.

Llevas una mano a tu pecho, aprietas el puño y miras por la ventana.

¿Dónde había un héroe en esos momentos? ¿Dónde estaba el poco coraje que tenías para ser un mejor jefe del clan?

¿Dónde estaba Hanabi y sus comentarios sarcásticos en vez de ésta nueva Hanabi destruida como una anciana en la etapa final de su vida?

Oh. Oh.

Empiezas a hiperventilar. Hanabi se mueve hasta tomarte la mano.

―Hermana.

Cierras los ojos.

―Lo siento Hanabi, lo siento. ―susurras. Ella niega, te sonríe apenas.

….

Te sientes frente a la mirada miel fría de la mujer rubia, sus ojos están empañados en incredulidad y desconcierto.

―No. ―apenas balbucea. ―No. ―repite, queriendo pero no pudiendo callar tus palabras. ―¡No pueden hacer eso! ¡No podéis!

Ruge al fin, levantándose y frotándose las sienes.

Tus ojos se abren con sobresalto, te sientes herida, la Hogake acaba de empaquetarte con los demás de tu clan, como si fueras otra aliada en la rebelión que querían hacer tus familiares.

Tsunade parece recién haberse dado cuenta de sus palabras y de tus ojos perlados a punto de soltar lágrimas, suaviza su rostro tenso y se sienta.

―Escúchame, eres el jefe del clan, tu mandas. Tú lideras toda la familia Hyūga y me dirás que ¿No puedes impedirlo?

Relames los labios, niegas a mirarle un segundo antes de negar con suavidad.

―Tsunade-sama, yo solo soy una persona, ellos son más de un centenar.

Tsunade aprieta los labios.

―¡Esto es desesperante! Estamos entrando en guerra y la familia Hyūga está preparando un golpe de estado.

―Tsunade-sama.

―¡Cállate! ―ruge, se irgue como una leona, pega su nariz a tu rostro. ―Mírame a los ojos y dime que tú no lo has incitado. Dímelo Hinata.

Niegas con lentitud y le miras fijamente.

Tsuna suelta un suspiro, angustioso y flojo, antes de dejarse caer en la silla con pesadez.

―¿Qué más sabes?

―Mi abuelo está liderando en clandestinidad un grupo de personas, la mayoría de la primera rama, para el golpe. No sé si sabrá… pero se dice que la familia Uchiha fue un derivado de la familia Hyūga, quizás nosotros no estemos libres de su corrupción, quizás nosotros somos la fuente del problema.

Tsunade muerde el labio. Parece serena pero solo es una capa fina ocultando lo de abajo. Le miras a los ojos con dolor. Ella aprieta los labios.

―Sé nuestra espía Hinata. Sé un infiltrado.

Y, sin proponerlo, casi sin saberlo solo te ves asintiendo y con un singular dolor en el pecho, algo te dice que, todo cambiara.

….

N/A. Sé que os he hecho esperara en demasía por este cortísimo capítulo pero mi falta de tiempo, mi falta de sueño también―tengo dos trabajos―, y entre otras cosas más me es sumamente difícil, pero aun así espero que os gustara, a mi me encantó, tuvo cierto encanto espero que también vosotros lo veáis.

Sin más, saludos.