Bueno quiero aclarar, que esta historia no es mi es de Kate Walker
Espero qe sea del agrado de todos y prometo actualizar rápido, pero quiero saber si la historia es de interés de todos, porque luego no se si la idea stuvo buena ni nada:/ asi qe necesito qe me lo diganxd Bueno gracias y nos leemos abajo
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Capitulo 1
Apoyada contra el muro de la playa, Sakura suspiró con la mirada en el mar y se quitó los zapatos con ayuda de los pies. Los débiles rayos del sol de otoño bañaban su rostro, y la suave arena de la playa acomodaba fácilmente sus pies.
Sentaba tan bienestar finalmente sola, y tranquila…
No se oía ni un ruido, y era maravilloso.
Suspiró de nuevo saboreando y disfrutando de la tranquilidad a su alrededor tras cinco largas y miserables semanas sin parar. Habían sido un infierno, y había sentido la necesidad de escaparse. Ya no había podido aguantar más ser el objeto de atención, de comentarios y cotilleos. Y de desaprobación. Tras el confinamiento en el hospital, el espacio abierto y el aire fresco y limpio resultaban maravillosos. Pero lo mejor de todo era que nadie la observaba. Que allí, al menos por el momento, podía estar sola y ser ella misma.
Y yo que pensaba que ya había pasado todo…, con furia, hundió una mano en la arena para tomar un puñado y apretarlo entre sus dedos y la palma de su mano, mientras pestañeaba persistentemente para mantener las lágrimas que ardían en sus ojos, nublándole la vista. Ése era el día en que debería haber quedado libre. El día en que se tenía que haber firmado todo para poder iniciar una nueva vida. En su lugar, se había visto arrastrada a su vida anterior, sin posibilidades de liberación, sin una luz al final del largo y oscuro túnel que veía frente a ella.
Con un intenso esfuerzo, logró controlarse sacudiendo la cabeza en señal de negativa y desesperación y, lentamente, sus dedos se abrieron dejando que la arena se deslizara entre ellos para caer sobre el sueño. Sólo necesitaba un día, se había dicho. Veinticuatro horas antes de volver a enfrentarse de nuevo a todos. Sabía cuál era su deber, y lo cumpliría. Tan sólo necesitaba un tiempo para respirar.
El sonido de las olas rompiendo en la orilla volvió a centrar la atención de su mirada en el horizonte. El extenso océano, fresco y tentador, le atraía como pocas cosas. Al vivir en la ciudad no había estado en la playa en… ¿Cuánto tiempo? Demasiado. Y no había nadado en el mar desde que era niña. Sasori jamás habría aprobado que se diera el capricho de algo tan indigno y desenfrenado. ¡Pero ahora no había nada que se lo impidiera!
Una nueva ola de entusiasmo invadió sus pensamientos, borrando la tristeza y el cansancio de hacía unos momentos. Con emoción se puso en pie y se dirigió hacia el agua, primero a paso lento, y luego acelerando el paso hasta echar a correr hasta la orilla.
— ¡Ooooh! —el agua estaba fría. Helada. Mucho más fría de lo que habría esperado en un día como aquél. La repentina y punzante sensación de frío hizo que empezara a bailar de forma extraña en la orilla, sacando primero un pie y luego el otro del agua, para a continuación experimentar el puro estremecimiento de tan estimulante sensación.
De repente, fue como si los últimos días, o los últimos meses, no hubieran existido, y como si fuera de nuevo una niña, libre, desinhibida y sonriente. Ante la sensación de libertad, abrió los brazos y levantó el rostro hacia el sol mientras bailaba de pura alegría.
Su rosado cabello flotaba a su alrededor y el agua salada salpicaba los ajustados vaqueros y la camiseta blanca de manga larga que llevaba mientras giraba y giraba sin parar de reír.
No le importaba que pareciera una idiota, ni una loca de remate, porque nadie estaba mirando. La playa estaba totalmente desierta. No había nadie que pudiera verla u oírla.
o.o.o.o
Él no podía dejar de observarla, el hombre alto y pálido, que con las manos en los bolsillos y los ojos entornados por el sol estaba descalzo en el desierto paseo marítimo, no podía quitarle los ojos de encima.
La había visto en la distancia, al volante de su coche azul, bajando velozmente por la colina que bajaba de la ciudad. La había visto detenerse bruscamente junto al bordillo, apagar el motor y salir del coche con movimientos bruscos. Nada más cerrar la puerta de un portazo y tras echar el seguro, salió casi corriendo para atravesar la acera y los desgastados escalones de madera que llevaban a la playa. Por instante, en ese momento, se alarmó. Parecía tan ensimismada por algo que parecía afectarle, tan cerca de algún abismo, que todos sus instintos habían hecho que se pusiera en alerta, haciendo que todos los músculos de su cuerpo se tensaran, preparados para salir corriendo sin en verdad, como se había termino en un principio, se dirigía hacia el mar.
Soltó el suspiro que, inconscientemente, había estado conteniendo al verla avanzar un par de metros sobre la arena, deslizándose entre su suavidad, para a continuación tirarse al suelo, quitarse los zapatos y apoyarse sobre la espalda con los ojos cerrados. Aun así, no pudo quitarle los ojos de encima, y no sabía por qué. Desde luego, era encantadora, de eso no había duda. Era de estatura y constitución media, fina cintura y curvilíneas caderas, pechos medianos y firmes. Tenía una rara melena rosada pero muy linda, por supuesto bien cuidada, suave y brillante. Muy diferente del estilo y color del pelo de las mujeres de Sicilia, donde vivía.
¿Reflejaría su temperamento el refrescante estilo de su melena? Se quedaría paralizada si se acercara a ella, como si se preguntara: ≪ ¿Te conozco de algo? No nos han presentado≫. No lo sabía, pero iba a averiguarlo. No podía darse media vuelta y alejarse sin haberla conocido. Desde el momento en que la vio, le había llamado la atención. Tenía que conocerla, ver si sus ojos eran verdes o azules, oír su voz…
Pero cuando iba a ponerse en movimiento, ella se había levantado y había echado a correr, de nuevo, hacia la playa. El balanceo de sus pechos y de sus caderas enfundadas en los estrechos vaqueros desgastados hizo que se le queda la boca seca. Sintió un apretón de deseo en lo más profundo de su cuerpo, recordándole lo mucho que había pasado desde que había estado con una mujer.
Cuando llegó a Inglaterra, el romance había ocupado el último lugar en su mente. Había tenido más que suficiente de eso con Karin y el matrimonio en el que casi lo atrapa.
Incluso ahora, el recuerdo de sus intrigas, manipulaciones y mentiras le daba escalofríos.
Aquella estancia en Inglaterra no podía haber llegado en mejor momento. Allí podía olvidarse de ser Sasuke Uchiha y ser él mismo. Y hasta el momento, ser él mismo había excluido tener a una mujer en su vida o en su cama. Así la vida era más fácil, menos complicada… Pero una mirada a aquella mujer lo había cambiado todo. En aquel momento, la idea de una mujer, de aquella mujer en su cama era lo único en su mente.
Corría en la orilla del mar, danzando cuando las frías olas rompían sobre sus pies, y con los brazos en el aire como una niña pequeña. El agua salada había salpicado sus vaqueros y empapado la camiseta blanca, que se pegaba a la curva de sus pechos. Él no pudo evitar sonreír. Pero su sonrisa flaqueó al sentir un ardiente deseo que le incomodaba.
¿Acaso sabía lo desinhibida, salvaje y sexy que estaba así? Desde luego, estaba claro que hacía mucho que no había estado con una mujer. Pero eso iba a cambiar pronto. Apartando de su frente el mechón de pelo negro que la brisa del viento había hecho caer sobre sus ojos, se dirigió hacia las escaleras que llevaban a la playa.
No sabía quién era ella ni qué estaba haciendo allí, pero iba a ser suya esa noche.
o.o.o.o.o.
Era bueno que nadie pudiera verla, pensó Sakura mientras brincaba sobre las olas, esquivando los pequeños remolinos de espuma y sintiendo la arena cubrir sus pies cuando subía el nivel del agua para luego retirarse al retroceder el agua.
No se había sentido tan libre y desinhibida en años. Desde luego desde que había conocido a Akasuna no Sasori, ni en los últimos dieciocho meses. Pero en aquel lugar, parecía como si la carga que la había levantado de sus hombros, dejándola finalmente libre, y como si se hubiera quitado de encima unos cuantos años antes también. No paraba de reírse tontamente al sentir el cosquilleo del agua fría en los dedos de los pies, y en los tobillos al adentrarse un poco más.
Debería haberse remangado el bajo de los vaqueros para evitar que se empaparan pero, sinceramente, desgastados, casi para tirarlos. Quizá haría eso después de su paseo para la playa, una vez en paz consigo misma y con su vida. Pero por el momento no le importaba empaparse hasta la médula. Saltó salpicando todavía más sus pantalones, riendo al aterrizar con ambos pies en el fondo de nuevo. Era tan divertido… Siguió danzando, salpicando, riendo y dando vueltas, viendo las blancas nubes del cielo girar y girar cada vez más rápido hasta marearse…
— ¡Oh! —un grito de susto y pánico. Más adentrada en el agua de lo que esperaba, no se había dado cuenta de que había una especia de pronunciado escalón en el fondo, tras el que desparecía el suelo. Perdió el equilibrio hundiéndose en el agua—. ¡Ayuda!
Tenía que conseguir incorporarse, poner los pies en tierra. Pero donde estaba, la corriente era más fuerte y la arrastraba hacia dentro. Los vaqueros empapados resultaban pesados, y con el pelo en los ojos, el escozor del agua salada hacía que se le empañara la vista.
— ¡Socorro!
Estaba empezando a sentir verdadero pánico. Sintió la arena bajo sus pies, pero al intentar ponerse en pie, vio otra ola más grande e implacable que amenazante se cernía sobre ella, al tiempo que la marea menguante hacía desaparecer de debajo de sus pies la única esperanza que tenía de aferrarse a algo.
— ¡No! —un gemido de desesperación que fue silenciado bajo el pesado torrente de agua que cubrió su cabeza e inundó su boca.
Jadeante y sin aire, no pudo hacer otra cosa que dejarse llevar por la corriente bajo las olas, primero hacia el fondo y después de nuevo hacia la superficie…
— ¡Socorro! —se iba a ahogar. De nuevo iba para abajo… ¿Qué se decía sobre que la tercera va la…? Dios Santo, por favor… Trató de tomar aire con la esperanza de poder aguantar bajo el agua, pero lo único que consiguió fue volver a tragar más agua salada. No podía ver, no podía oír, no podía…
—Te tengo… —oyó por encima del rugido del agua sobre su cabeza. Creyó imaginarlo, pues no podía haber nadie más allí, nadie que pudiera rescatarla, nadie que… De repente, cuando temía estar a punto de desvanecerse, todo cambió. Sintió cómo unas fuertes manos la agarraban por los brazos y la levantaban hasta sacarla del agua. Abrió la boca todo lo que pudo para inhalar una bocanada de aire puro. La ráfaga de aire en sus pulmones inundados de agua que tanto había intentado no tragar le provocó tos y arcadas. Sus ojos le escocían, la cabeza le daba vueltas y sus piernas no podían aguantar el peso de su cuerpo. La fuerza de la corriente del agua hizo que se tambaleara débilmente de nuevo, pero los fuertes brazos que la agarraban la sujetaron con más fuerza rodeándola por la cintura y el pecho, y apretándola contra algo musculoso y cálido. Bueno, más bien alguien musculoso y cálido. La calidez de ese cuerpo masculino atravesó sus ropas empapadas aliviando su tembloroso cuerpo. No estaba segura de si el latido que oía era el suyo propio o el de la otra persona, pero era fuerte y maravillosamente potente y vivo, cuando había estado a punto de temer lo contrario.
— ¡Madre de Dio! —la voz era áspera y tosca, y el acento casi incomprensible en ese estado de confusión en que se encontraba su cabeza en ese momento—. Temí no llegar a tiempo. ¿Estás bien?
¿Lo estaba? Incapaz aún de abrir sus ojos o de pronunciar palabra coherente, lo único que pudo hacer Sakura fue asentir con la cabeza.
—Bien… —consiguió decir finalmente, pero sabía que no estaba preparada para que la dejara. Sus pies apenas tocaban el fondo del mar, por lo que rezaba para que su rescatador no la soltara, temiendo ser arrastrada de nuevo por la marea y las olas.
Pero no parecía tener la más mínima intención de soltarla. Antes de poder adivinar lo que iba a hacer al en brazos, colocando sus brazos bajos sus piernas.
— ¡Ohhh! —de forma instintiva le rodeó el cuello con los brazos. Sintió cómo se tensaron los músculos de sus hombros con el peso de su cuerpo. Afianzó los pies en el fondo y dándose media vuelta, empezó a caminar lentamente y cuidadosamente hacia la orilla, surcando las olas que rompían contra ellos y les salpicaban.
—Casi hemos llegado…
Sakura no sabía si esperaba una respuesta, pero no podía dársela. No tenía palabras. Estaba con la cabeza reclinada sobre su pecho, bajo el que podía oír el latido de su corazón. Abriendo los párpados cubiertos por una costra de sal, pudo ver el tono dorado de su piel aceitunada. Con una ligera inclinación de cabeza, pudo ver el cabello que, negro incluso sin estar empapado de agua, cubría la pálida piel blanca de su nuca. Tenía el cabello más largo que la mayoría de los hombres que ella conocía. Rozaba el cuello de su camiseta azul marino, y estaba ligeramente despeinado, un contraste con el cabello corto y perfectamente peinado de Gaara. Pero así era Gaara. Todo tenía que estar bajo control, excepto el alcohol. Cuando bebía desaparecía el hombre controlador y lo sustituía un hombre completamente diferente.
— ¡No! —se le escapó al intentar ahuyentar pensamientos no deseados. Había ido a la playa para escapar de todo aquello, y no iba a estropear su momento de libertad dejando que recuerdos indeseados la importunaran y disgustaran.
— ¿No? —el hombre que la sujetaba la había oído, y su paso decidido se detuvo. Se quedó mirándola. Ella vio el destello de unos impresionantes ojos oscuros, bellos y profundos, ribeteados por unas largas y abundantes pestañas
—Nada. Estoy bien… —no sabía que otra cosa decir. No quería que se detuviera, deseaba permanecer en sus brazos para siempre. O al menos durante el espacio de tiempo que parecía haberse suspendido como una burbuja.
— ¿Estás segura?
—Oh, sí, estoy segura. No me sueltes
¿De verdad había dicho eso? El agua debía de haber alterado su cerebro más de lo que pensaba. Se sentía como si hubiera perdido la noción de la realidad. ¿De verdad acababa de pedirle a aquel hombre, el hombre la había salvado de las olas cuando pensaba que iba a ahogarse, que no la soltara? ¿Qué la sostuviera en sus brazos?
Pero la verdad era que se sentía más segura y protegida que nunca en aquellos brazos. Era como si los brazos que la sujetaban, el pecho sobre el que tenía apoyada la cabeza se hubieran interpuesto entre ella y el mundo, como barrera defensiva frente a las dificultades y desastres que habían ensombrecido su vida en los últimos meses. En aquellos brazos podía, si no olvidarse de los desastres de los que había huido y de los problemas y situaciones que la esperaban al volver, al menos apartarlos temporalmente de su mente.
—Ah. No tengo intención de hacerlo —le aseguró aquella profunda y sonora voz con un acento musical. Sólo la forma en que hablaba aquel hombre hacía que le subiera la temperatura corporal, aliviando el frió del agua del mar—. No hasta que esté seguro de que te puede mantener en pie por ti misma —≪y probablemente ni siquiera entonces≫, pensó Sasuke
Su corazón apenas había dejado de latir con fuerza desde el momento en que la había visto danzar en la orilla con los brazos en el aire y el pelo flotando alrededor de su rostro. Pero entonces había habido un instante paralizador en que, al parecer, había tropezado y las olas la habían hecho desaparecer. Ni siquiera se había dado cuenta de que se había echado a correr hacia la orilla. En algún momento debió de quitarse los zapatos por el camino. Los había seguido su chaqueta. Y en ningún momento había dejado de correr por la arena y el agua…
Una vez en el lugar en el que había visto por última vez, pensó que la había perdido. Pero entonces vio un pálido remolino de pelo y un más pálido rostro. Se sumergió en el agua aguantando el picor de la sal y estirando los brazos hasta agarrarla por los suyos e izarla. De primeras, se temió que fuera demasiado tarde. Su cuerpo estaba fláccido. Pero de repente, empezó a toser sofocada, y aspiró una enorme bocanada de aire. Con su cabeza apoyada sobre su hombro, y el pelo sobre su pecho, todo cambió.
Ella estaba fría y empapada. Y él también. Pero lo que sentía en realidad era el pesado y ardiente latido que recorría casa una de sus venas. El suave peso entre sus brazos hizo que su propio cuerpo se tensara de deseo, deseo por besarla. Pero era el sentido práctico lo que importaba en aquellos momentos. La mujer estaba temblando entre sus brazos. Tenía que llevarla a la orilla y asegurarse de que no hubiera sufrido ningún daño, de modo que, apretando los dientes frente al clamor de sus impulsos, se dio la vuelta y empezó a avanzar hacia la orilla.
—No me sueltes —dijo otra vez—. ¡No me sueltes! ¿Acaso no sabía que ése no era el problema? ¿Qué la idea de soltarla jamás le había cruzado la cabeza? Desde el momento en que la había visto llegar a la playa, se había quedado encandilado, y ahora que la tenía en sus brazos, de ningún modo iba a dejar que se fuera. No sin averiguar qué quería decir todo aquello, sin llevar aquel apasionado encuentro fortuito hasta el límite.
—No tengo intención de hacerlo —repitió con tal intensidad que hasta él se sorprendió. Trató de enmendarlo añadiendo alguna tontería obre que quería ver si se sostenía en pie primero.
¿Y por qué cuando finalmente llegaron a la orilla no actuó en consonancia? ¿Por qué no lo bajó, sin dejar de agarrarla, para ver si se tenía en pie por sí misma? Porque todo su ser se rebelaba contra esa idea. La tenía donde quería tenerla, y no iba a dejarla escapar.
—Ya estamos aquí —dijo al ver que ella tampoco se movía, ni mostraba signos de querer hacerlo—. Signorina… —aquella palabra llamó su atención. Levantó la cabeza y lo miró con los ojos bien abiertos. Pudo ver que sus ojos eran de un negro profundo como el ónix un brillo sin igual.
— ¡Eres italiano!
—Siciliano.
—Ah… —era lo último que se esperaba Sakura. Cuando cayó en las frías y turbulentas aguas del Canal de la Mancha, en playas británicas, jamás imaginó que el hombre que había acudido en su ayuda, cual caballero al rescate de su dama, no sería un lugareño. Pero al mirarlo a la cara, vio que no podía ser confundido por un indio o algo parecido. La piel blanca y pálida como la nieve que recubría un rostro anguloso de mejillas pronunciadas y los labios sensuales y voluptuosos que le sonreían, revelando unos dientes ultra blancos, no eran lo que solía ver habitualmente.
—Quizá deberíamos presentarnos. Me llamo Sasuke…
—Sakura… —consiguió decir torpemente con el corazón acelerado. Aquellos profundos ojos oscuros provocaron una llamarada en los suyos que consiguieron elevar la temperatura de su piel. Fue como si el solo hubiera salido de repente entre las nubes, casi cegándola, y hubiera tenido que apartar la vista escondiendo el rostro de nuevo en su hombro. Sabía que debería decir gracias. ≪Gracias por rescatarme, y ahora ¿podría dejar que me pusiera en pie?≫. Pero no podía hacerlo. No podía pensar ni decir nada.
Con cada aliento inhalaba el aroma de su piel, que la envolvía como la fuerza de sus brazos. Ningún hombre la había tocado ni la había abrazado en tanto tiempo. Ningunos excepto Gaara, pero sus abrazos nunca le habían conmovido como aquél, ni siquiera al principio. Sus brazos nunca le habían parecido tan fuertes, su piel nunca había despedido un aroma tan intenso e intoxicante como aquél, que conseguía embriagar su mente revolviendo sus pensamientos.
—Sakura… —aquella voz, aquel acento hacían que su nombre sonara de forma totalmente distinta. Eliminando la brusquedad del acento británico que tan acostumbraba estaba a oír, lo transformaba en un sonido cálido y lírico que le alteraba los sentidos, haciendo que enterrara su rostro todavía más entre el cuelo y el hombro de Sasuke.
En su mejilla sintió el calor de su piel, y en la oreja el roce de sus húmedos mechones de pelo, haciendo que suspirara largamente. Y al suspirar, inhaló de nuevo aquel aroma. Abrió los ojos, fijándolos en el punto donde, a escasos milímetros de ella, un fuerte pulso regular latía bajo la piel. La fina película de piel blanca era tan suave, tan tentadora… Si tan sólo moviera la cabeza un poco…
Sólo cuando sus labios tocaron su piel, se dio cuenta de lo que había hecho. Y entonces ya era demasiado tarde. Su sabor era como una droga que hacía que le hirviera la sangre y que algo profundo y ardiente se desencadenara en su vientre, enviando escalofríos a todos sus nervios. No pudo evitar volver a posar los labios sobre aquel pulso y respirar y saborear de nuevo su piel.
—Sakura —dijo Sasuke de nuevo, aunque esa vez con un tono diferente, un tono que reflejaba las sensaciones de su cuerpo y el estruendo en su cabeza.
—Sasuke —susurró ella en su cuello
Lentamente irguió la cabeza para acercarse a él con los labios entreabiertos… y se encontró con un ardiente beso que estremeció cada centímetro de su cuerpo.
CONTINUARA
Espero les haya gustado, preguntas, sugerencias lo qe sea, es bienvenido y sinceramente un gracias por pasarse por mi historia
Nos leemos:B