Sinopsis: Post HBP. Ron y Harry están a la caza de los Horrocruxes y Hermione se ha quedado en Hogwarts para ayudar a la Orden a hacerlo seguro para los demás estudiantes. Draco es forzado por Snape a permanecer en Hogwarts para su propia protección, pero no puede salir de la habitación que le han asignado; la habitación de Granger. Hermione es a la única estudiante que se le ha confiado esa información, por lo que ella y Malfoy comparten ese pequeño espacio y Draco intentará evitar la demencia a medida que pasa más tiempo aislado con tan sólo la compañía de la sangre sucia. Algo surgirá…

Contenido y temas maduros, además de lenguaje explícito.

Disclaimer: Nada es de mi propiedad… revisen mi bolso… ¡Genial, un murciélago!

Escritora original; Bex–chan
Nombre original: Isolation
Traducción/adaptación; Ashamed Kawaii

Reedición: Albaa y Sunset82

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AISLAMIENTO

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Capítulo 1:Refugio

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La gente a menudo dice que en tiempos turbulentos, se aprende a apreciar las pequeñas cosas. Conceptos poéticos y caprichosos como las puestas de sol, el sonido de los pájaros y los variados colores de las delicadas flores.

Bueno, Hermione podía decirle a esa gente que todo eran tonterías.

Chorradas. Chorradas. Chorradas.

Las puestas de sol eran prácticamente las mismas todos los días, el graznido de las aves era realmente muy molesto, provocándole dolor de cabeza y verdaderamente no podía importarle menos el tono y sombreado de las flores. Todas morirían de todos modos; todas se marchitarían de manera horrible. Especialmente cuando el invierno estaba empezando a estrangular la vida del mundo.

No, cuando los tiempos eran malos, y realmente lo eran, te distraía de todo lo demás. El resto era irrelevante y quedaba distorsionado, nublado por la gravedad de la oscuridad. Hermione notaba que incluso las clases habían perdido sentido y, lo peor, era que todos parecían sentir lo mismo.

Los estudiantes de Hogwarts se estaban ahogando en la melancolía. Todos ellos.

Bueno, a los que se les había permitido regresar.

Había averiguado que eran poco más de la cuarta parte del número habitual de alumnos y todos tenían miedo; se movían por los solitarios pasillos en susurros y con rostros sombríos. Pero las clases todavía se llevaban a cabo, al igual que los partidos de Quidditch y otros eventos, aunque era obvio que la mayoría de estudiantes habían perdido la voluntad de competir, socializar e incluso aprender.

McGonagall hacía todo lo posible por mantener las cosas lo más familiar y coherentes posible, pero era inútil. Ahora, Hogwarts era un pseudo-colegio; tan sólo una cáscara de antiguas paredes, que en algún momento se pensó que eran seguras. Pero, por supuesto, eso también eran tonterías.

Era el primero de octubre, lo que significaba que Hermione no llevaba más de dos semanas en el colegio, pero parecía mucho más tiempo. Lo que también significaba que Dumbledore había muerto hacía exactamente cinco meses. No, definitivamente Hogwarts no era seguro y todo el mundo lo sabía. Los Mortífagos habían irrumpido en el colegio, todo gracias a Draco jodido Malfoy y, después, Snape asesinó al hombre más brillante que jamás conocería.

Voldemort había vuelto. Bueno, había vuelto hacía unos años, pero la maldición de su regreso se hacía más fuerte y amenazante con cada día que pasaba. Estaba petrificada. Así era. Al diablo los estereotipos que venían con los colores de Gryffindor, a veces, era racional tener miedo.

Ciertamente no ayudaba que sus dos supuestos mejores amigos la hubieran dejado ahí sola. Sí, Harry y Ron estaban viajando por todo el país en busca de Horrocruxes. Sin ella. No estaba segura del razonamiento de esa decisión, pero había sido sugerencia de Lupin. Amaba a sus amigos, pero si estaba en lo cierto, probablemente Harry estaría sufriendo una crisis mental cada hora y seguramente Ron se tropezaría con sus propios pies. Sabía que no había sido decisión de ellos, pero no podía evitar el resentimiento que se había incrustado en su cerebro. Al menos se tenían el uno al otro.

A ella la habían dejado ahí para que ayudara a McGonagall a convertir Hogwarts en un refugio. Un lugar seguro. También había otros miembros de la Orden como Seamus, Dean y Ginny, que también ayudaban junto al resto de profesores. La pequeña de los Weasley era bastante agradable, pero no estaba cerca de llenar el hueco que habían dejado los chicos. En su mayoría, Hermione se sentía significativamente sola.

Le habían dado el título de Premio Anual, por supuesto, posiblemente para tener su propia habitación y ayudar a los planes de la Orden. O tal vez para poder tener libertad de encerrarse en la biblioteca durante las noches con la esperanza de ayudar a la causa. O simplemente porque era la infame mejor amiga de Harry Potter y se suponía que podía proporcionar algún símbolo de esperanza a las miserables almas que albergaba Hogwarts. Fuera por lo que fuese, estaba contenta de poder ayudar, pero hubiera preferido irse con Ron y Harry.

Michael Corner era el otro Premio Anual, aunque todavía no había descubierto por qué lo habían elegido. Probablemente sólo lo habían hecho porque había sido Prefecto y miembro del Ejército de Dumbledore, pero dudaba que estuviera haciendo mucho por prepararse para la Orden. Podría haberle preguntado, por supuesto, o incluso haber intentado conversar con cualquiera de los demás estudiantes, pero la única persona con la que realmente hablaba esos últimos días era McGonagall. Estaba demasiado ocupada… inmersa en la desesperación por ayudar.

El dormitorio de Premio Anual se sentía vacío. Hueco.

Estaba cerca de la Torre de Gryffindor, tenía su recamara, con una pequeña cocina, una pequeña sala de estar, un baño y otro dormitorio. Habitación que probablemente hubiera ocupado Harry si lo hubieran elegido como Premio Anual. Corner tenía su propio dormitorio cerca de la Torre de Ravenclaw y estaba agradecida por ello. Si iba a estar enfadada y ansiosa por el estado del mundo, no quería que nadie más que Harry y Ron lo supieran.

Pero, como había señalado ya tantas veces, ellos no estaban ahí. Le enviaban una carta cada quince días sin utilizar lechuzas en caso de que eso pudiera alertar a Voldemort de la caza de los Horrocruxes.

Así que, sí. Las cosas estaban mal. Extraordinariamente mal.

Tan mal que las palabras frente a ella se deslizaban de su mente, escapándose a su comprensión. Acababa de pasar la medianoche cuando se dirigió a la biblioteca para investigar los Horrocruxes de nuevo, impulsada por su apasionado insomnio.

Fácilmente debían ser las dos de la mañana en ese momento. El lugar estaba obviamente vacío y sólo el tenue resplandor de un Lumos daba alguna indicación de vida entre el laberinto de estanterías. Se frotó los ojos privados de sueño e intentó concentrarse en las borrosas letras y formas, pero era difícil.

—Bien. —Murmuró para sí misma, arrastrando la yema de los dedos bajo la frase para mantener la mirada fija —El primer mago conocido en crear un Horrocrux fue Herpo el Sucio, y sólo pueden ser…

Joder…

Ya había leído esa frase dos veces.

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—Estás demente. —le espetó con dureza, deteniéndose en seco. ѿNo sé cuál de tus disparatadas pociones te has tomado, pero no hay manera de que vuelva allí.

—¿Y supongo que tienes una mejor idea? —Snape se volvió lentamente para hacer frente a su acompañante, mirando al joven con impaciencia.

—¿Has olvidado lo que hicimos allí? —preguntó, alzando una de sus furiosas y temblorosas manos señalando el colegio débilmente iluminado —¡Me mataran si pongo un pie en ese maldito lugar!

—No tenemos tiempo para esos argumentos, Draco. —exclamó el ex-profesor, agarrando la parte posterior del cuello del mago más joven. —Hice un Juramento Inquebrantable para protegerte y este es el único lugar en el que estarás a salvo…

—¡Suéltame! —siseó, luchando contra el agarre mientras Snape marchaba hacia Hogwarts. Intentó clavar los talones en el suelo y apartar las manos del hombre, pero fue inútil —¡Traidor a la sangre! ¡Escoria!

Snape detuvo sus largas zancadas y ajustó el agarre en la ropa de Draco para acercar sus rostros. No se notó en sus facciones, pero Malfoy, repentinamente, sintió desconfianza de la peligrosa mirada en los ojos del mago, pero no se estremeció. Era un traidor a la sangre. Eso era un hecho.

Snape y él mismo se habían estado ocultando durante los últimos meses después de…los acontecimientos en la Torre de Astronomía. Draco no era estúpido. Sabía que su fracaso traería consecuencias, pero nunca había imaginado la magnitud de ellas. El Señor Oscuro lo quería muerto.

No había hablado con ninguno de sus padres desde entonces y no tenía ni idea de lo que les había ocurrido. Apenas había salido de la cabaña en Shetland, con su única compañía que consistía en el grasiento y misterioso hombre que actualmente lo estaba torturando con la mirada. Y su cabeza tenía precio. Ambos bandos lo querían muerto. Estupendo.

Después Snape le contó que era un espía; que los había traicionado a todos y que era uno de ellos. Draco había vomitado los trozos apenas digeridos de la comida que habían conseguido ese día y se pasó el resto de la noche intentando escapar de ese escondite escocés.

Pero, ¿dónde se podría ir?

De no ser por el hecho de que Voldemort quería lanzarle un Avada lo antes posible, habría utilizado esa revelación para beneficio personal. Pero ya no tenía lugar entre los Mortífagos, lo que le dejaba profundamente jodido; obligándole a seguir con el traidor a la sangre, quien le había dicho que ya no podía protegerlo.

Una mierda.

Y, entonces, lo había traído hasta Hogwarts.

Había intentado hacer preguntas sobre el grado de participación de Snape con la Orden, pero el muy imbécil, como era habitual, había contado lo mínimo. Draco se preguntó si la locura había, finalmente, alcanzado al hombre; que todo el planteamiento del espionaje no era más que histéricas divagaciones de un hombre medio demente. Había matado a Dumbledore después de todo. Pero, entonces, ¿por qué lo traería a Hogwarts si no tuviera alguna influencia con McGonagall y la Orden?

Todas las preguntas y la ansiedad golpeaban contra su sien, palpitando con un recordatorio que hacía eco en sus oídos. Pero no tenía respuestas. Ni promesas. Nada. Se consumía a fuego lento en un doloroso limbo, preguntándose cuándo se había vuelto todo tan complicado.

Cinco meses en un desvencijado cobertizo en la desolada isla de Shetland, con tan solo el ruido de las ovejas para romper el silencio, lo habían dejado algo más que un poco… tenso. Por supuesto, tener al mago más poderoso de la Tierra a la caza de tu cadáver, no ayudaba.

Semana de mierda. Mes de mierda. Año de mierda.

—Estoy intentando protegerte, Draco —espetó el siniestro hombre, apretando el agarre en la ropa de Draco —Este es el único lugar en el que estarás a salvo.

—Aquí no estaré a salvo —gruñó el rubio, frunciendo los labios con disgusto —Soy su jodido enemigo…

—Ahora eres enemigo de ambos bandos —señaló Snape, reconduciendo sus pasos hacia Hogwarts, tirando del heredero de los Malfoy tras él. —Pero éste es el bando que es menos probable que te mate. La profesora McGonagall ya ha accedido a esto.

—Vieja estúpida —rugió Draco, ganándose un asfixiante tirón de cuello —¿Así que debo confiar mi seguridad a esa bruja loca?

—No tienes elección.

Las protestas se detuvieron.

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Se estremeció.

El otoño se había arrastrado hasta el castillo demasiado rápido, despilfarrando frío por su nuca. El aliento se escapaba de su boca en sedosas brumas y estiró las mangas del jersey para taparse los puños y así proteger sus dedos.

Hermione pegó un salto en su asiento al escuchar que la puerta de la biblioteca se abría, seguido de unos lentos pasos. Agarró su varita, finalizando silenciosamente el encantamiento Lumos y escuchando atentamente los intrusivos golpecitos contra las tablas de madera del suelo. Silenció lo máximo que pudo sus respiraciones, logrando levantarse del asiento sin hacer el menor ruido.

Se asomó a través de los huecos de las estanterías, en busca de un atisbo de algo fuera de lugar. Las sombras se entremezclaban en una masa casi totalmente negra, por lo que se concentró en los sonidos. Quienquiera que fuera todavía estaba cerca de la puerta, pero poco a poco iba abriéndose paso en el interior de la biblioteca. Su mano se apretó alrededor de la varita.

—¿Señorita Granger? —preguntó una voz familiar y ella relajó los hombros —¿Está aquí?

Lumos —susurró la bruja, encaminándose hacia el amistoso tono —Estoy aquí, Profesor Slughorn.

—Oh, aquí está —sonrió el hombre con nerviosismo cuando apareció ante sus ojos —Verá, le hemos buscado por todas partes. Realmente no debería salir tan tarde, aunque seas una Premio Anual.

—¿Está todo bien? —preguntó ella, ignorando el comentario.

—La profesora McGonagall quiere hablar con usted —dijo simplemente, conduciéndola hacia la salida de la biblioteca —Está en su despacho.

—¿Sucede algo? —frunció las cejas con preocupación. ¿Por qué iba a necesitarla McGonagall a las dos de la mañana?

—No estoy seguro de lo que pasa, señorita Granger —admitió el hombre con un inocente encogimiento de hombros —De lo que estoy seguro es de que todo está bien, o ya nos habrían informado.

—Supongo que sí —asintió distraídamente, metiendo las manos en los bolsillos. —Simplemente me parece un poco extraño.

—En momentos como estos, señorita Granger, —susurró, denotando lo cansado que estaba el hombre. Todos estaban demasiado cansados —me sorprende que aún pueda encontrar algo que sea extraño.

—Buen punto.

—La acompañaré hasta el despacho —dijo, con una fatigosa voz ronca – ¿Quiere que espere fuera para que pueda volver a su habitación más segura?

—No será necesario —dijo, rechazando el ofrecimiento con un ligero movimiento de cabeza. —Mi habitación está cerca del despacho de McGonagall. Además, parece estar muy cansado, señor.

—Me han despertado bruscamente —confesó, ahogando un bostezo. —Pero usted, estaba leyendo en la biblioteca. ¿Está durmiendo bien, señorita Granger?

—Lo suficiente —mintió.

—¿Puedo recomendarle alguna Poción para dormir sin soñar? —sugirió, dedicándole una significativa mirada —¿Podría prepararle un poco para mañana?

—No, gracias —le dijo con una débil sonrisa —Tengo algunas pastillas Muggles para dormir que puedo tomar si realmente lo necesito, pero estoy bien, profesor. De verdad.

—Si usted lo dice, señorita Granger —él cedió, deteniéndose cuando llegaron a la puerta del pasadizo que la llevaría al despacho de McGonagall —La dejo aquí, entonces.

—Gracias, profesor Slughorn —ella asintió educadamente, esperando hasta que el mago desapareciera por el pasillo antes de murmurar la contraseña —Gato atigrado.

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Draco estaba sentado en una silla de gran tamaño, rechinando los dientes y mordiéndose la lengua. Los dos profesores discutían frente a él y le había llevado cada pedacito de autocontrol no gritarles a ambos. Si McGonagall no estuviera sujetando su varita a la defensiva, probablemente ya los habría hechizado, o al menos, habría lanzado unos cuantos hechizos silenciadores para bloquear el estridente tono.

—Acepté reunirme contigo, Severus —dijo la bruja con dureza —No te prometí que realmente le permitiría quedarse aquí.

—No hay otro lugar —dijo Snape tranquilamente, volviendo sus ojos hacia Draco por un momento. —Si el Señor Oscuro lo encuentra, lo matará, Minerva.

—¿Y quieres poner al resto de los estudiantes en peligro? —espetó ella, su denso acento escocés le recordó a Draco su vil estancia en el Norte. Siempre escondiéndose…

—Intentas proteger a los estudiantes —dijo el hosco mago. —Él necesita protección más que ningún otro…

—¡Ese chico es la razón por la que este lugar fue atacado! —gritó, señalándolo con dedo acusador —Ese chico…

—Es un niño —la interrumpió Snape, ignorando el ofendido gruñido del por demás silencioso adolescente. —Lo engañaron, Minerva.

Los ojos de Draco se alzaron ante esas palabras, analizando con un cauteloso escepticismo al hombre en quien había confiado. Era extraño y degradante que le defendiera alguien que ahora despreciaba.

—Sabía lo que estaba haciendo —dijo la directora en voz baja, de vuelta a su tono conservador. —Si no hubiera sido tan estúpido, las cosas serían muy diferentes…

—El Señor Oscuro seguiría siendo una amenaza —razonó cuidadosamente —Sabes que Albus…

—¡No te atrevas a intentar sobornarme con su recuerdo! —le advirtió, levantando la voz un decibel más, hostigando hasta sus propios oídos. —No te atrevas, Severus…

—Sabes que estoy en lo cierto —respondió él con una sutil fuerza. —Sabes muy bien lo decidido que estaba de asegurar que Draco no siguiera… ese camino.

El heredero de los Malfoy sintió que se le aflojaba la mandíbula. Inevitables preguntas inundaron su cabeza con demasiada rapidez y dejó escapar el aire entre sus dientes. ¿El vejestorio se había interesado por él? ¿Había querido mantenerlo alejado del camino oscuro? ¿Y Snape lo sabía? Simplemente más secretos; más astillas en su cerebro.

—¿Qué demonios…

—Te advertí que mantuvieras la boca cerrada —dijo Snape deliberadamente, sin siquiera molestarse en mirarlo. —Minerva, sabes que Albus le habría dejado quedarse…

—Bueno, —suspiró ella, masajeándose la frente con la mano arrugada por la edad —la benevolencia de Albus podría considerarse su perdición, junto con su deseo de ver lo bueno en todo el mundo.

Snape soltó un pequeño sonido, estando de acuerdo con sus palabras. —Sea como fuere, —murmuró en voz baja —se me acaba el tiempo. Y él necesita un lugar lejos del Señor Oscuro.

La vieja bruja tensó los labios y desvió su sabia mirada para estudiar al habitante más joven de la sala. Draco intentó mantener el intercambio, pero se encontró desviando la mirada hacia su propio regazo, con los parpados pesados de cansancio. No había podido lograr dormir decentemente toda una noche entera desde el primero de junio, cuatro días antes de su decimoséptimo cumpleaños. Digamos que era el frío que se introducía a través de las grietas de su escondite, o las dolorosas punzadas de hambre que había sufrido durante cinco meses, o tal vez, incluso los débiles restos de su conciencia.

Dormir era un lujo olvidado, como lo era también una comida decente. Una cama. Una ducha. Y la calidez…

—Muy bien —murmuró finalmente McGonagall, elevando ligeramente la cabeza mientras hablaba. —Puede quedarse. Pero tengo condiciones, señor Malfoy, y si incumple alguna de ellas, estará por su cuenta.

Draco levantó lentamente los ojos hacia la mujer con una mirada agitada. ¿Quién era ella para establecer una serie de reglas? Como si le estuviera haciendo un favor. Él no quería estar ahí. No necesitaba su maldita ayuda. Podía meterse su…

—La varita, señor Malfoy —le exigió con tranquilidad, extendiendo la mano.

Él resopló. —Váyase al diablo —murmuró con frialdad, pero sintió que algo a su lado se movía y vio con ojos furiosos como su varita salía de su bolsillo y aterrizaba en la palma de la directora.

—No tendrá permitido asistir a las clases con el resto de estudiantes —le dijo con sequedad. —Y creo que las razones son bastante obvias. Deberá permanecer sin ser visto, aunque de todos modos, estoy segura que no sería bien recibido por los demás.

Él puso los ojos en blanco. Odiaba a las personas que consideraban necesario señalar lo obvio.

No saldrá de la habitación que se le asigne —continuó con dureza y los labios fruncidos por el estrés. —Si pones un pie fuera de Hogwarts sin mi permiso, no se te permitirá regresar. Nunca.

Draco se frotó el mentón y miró a Snape, que lo observaba con esa familiar e impaciente mirada. Quería decirles que se fueran a la mierda; que se ocuparan de sus propios asuntos, pero sabía que esa oferta no era opcional. Se recordó de nuevo que no tenía dónde ir. Así que, ahí estaba. Otro lugar del que no se le permitía marcharse. Otra prisión que drenaría su cordura. Merlín, que alguien le ayudara a mantener la cabeza.

—¿Se quedará aquí? —preguntó Snape, rompiendo el silencio —¿Contigo?

—Tengo demasiadas cosas que hacer para jugar a ser niñera —explicó la bruja en tono cortante —Tengo a alguien en mente para que lo tenga vigilado.

Snape frunció el ceño.

—¿Slughorn? —supuso —¿Alguno de los profesores?

—Sabes de primera mano que no tendrían tiempo para eso —contestó ella con una ceja arqueada. —Teniendo en cuenta las circunstancias, Severus, sólo hay un puñado de gente en la que confíe plenamente y si quieres que el señor Malfoy permanezca oculto, se quedará con la señorita Granger.

Los ojos de Draco se ensancharon considerablemente y se le secó la boca.

—¿La jodida sangre sucia…

—Haría bien en moderar ese lenguaje, señor Malfoy —le amenazó con tono cortante —Creo que he dejado claro que su estancia aquí está condicionada…

—¿Cree que meterme en una habitación con ella me mantendrá a salvo? —le cuestionó con rostro de incredulidad. —Si hay alguien aparte del Señor Oscuro que quiera matarme, esa es la sangre sucia…

—Vas a dejar de usar esa palabra —replicó la bruja con recriminación, apuntándole con un dedo. —Estoy segura que la señorita Granger es capaz de manejar esta… situación con madurez.

Draco soltó una seria carcajada y sacudió la cabeza.

—Ha perdido la maldita cabeza.

—Al parecer sí —ella estaba de acuerdo —Pero si fuera usted, no me animaría a reconsiderar el acuerdo.

Estrechó la mirada y la concentró en Snape con una expresión de absoluto disgusto.

—¿Esta es tu idea de protección? —espetó, mostrando los dientes. —Entregarme a estos idiotas…

—Suficiente —él lo calló tranquilamente, todavía con la mirada fija en McGonagall con una expresión de curiosidad —¿Estás segura de que la señorita Granger es la opción más inteligente, Minerva?

—Es la única opción —respondió ella con firmeza. —Ella es la única estudiante en la que confío plenamente.

—Pero alguno de los profesores probablemente sería más apropiado.

—Los otros profesores ya tienen bastantes complicaciones en mantener un ojo fijo en los demás alumnos —dijo la directora con un borde de impaciencia —La señorita Granger es perfectamente capaz y tiene una habitación libre en las dependencias…

—Esto es una broma —gruñó Draco, arrugando la nariz con desdén. —Me niego a quedarme con esa…

—No volveré a decirte que cierres la boca. —espetó Snape con desprecio, dando un largo paso para golpearlo en la parte posterior de la cabeza.

—Hará lo que se le diga, señor Malfoy —le advirtió la bruja con rigidez. —Sólo tiene una oportunidad por nuestra parte, después estará solo.

Sintió el impulso de desafiar a la bruja en su garganta, haciéndole cosquillas en las amígdalas, pero estaba tan agotado. Hogwarts era mucho más cálido que el cobertizo y el calor era como un sedante. La mullida silla lo estaba absorbiendo, sin importar cuánto le costara ignorarlo. El olor de comida también estaba en el aire, traicionando a su vacío estómago.

—¿Debo entender que su silencio significa que acepta la oferta?

Oferta. Bufó. No le estaba ofreciendo ninguna oferta y todos en la sala lo sabían. Era un ultimátum. Permanecer con el enemigo o arriesgarse a morir. La voluntad de vivir acabó venciendo a su orgullo. Bien, que lo alimentaran y proporcionaran un ancestral techo sobre su cabeza. Sus padres lo estarían buscando. Su padre convencería al Señor Oscuro de que pasara por alto su… accidente. Quizás.

—Acepta —Snape habló en su nombre, dedicándole una severa mirada a su ex-alumno que él se atrevió a protestar.

—Que así sea —McGonagall suspiró, con el temor de haber hecho un pacto con el diablo —¿Tiene alguna pertenencia?

Sus ojos volvieron a caer hasta su regazo. La simple respuesta era no. No, no tenía ni una maldita cosa que pudiera considerar de su propiedad. Sólo la ropa múltiples veces destrozada y maltratada que llevaba puesta desde esa noche y un conjunto de túnicas que le había dado Snape. Estaba despojado de todos los símbolos de su riqueza; los símbolos que representaban su infame herencia y lo odiaba.

—No —escupió rápidamente, estrechando los ojos.

—Entonces haré que los elfos domésticos le consigan algunas cosas —dijo la directora, el tono no era más suave que antes. —Los enviaré a la habitación de la señorita Granger mañana.

—¿Y la señorita Granger está de acuerdo con esto? —preguntó el viejo mago con tono escéptico.

—Todavía no.

Las cejas doradas de Draco se arquearon sobre su pálida frente. «¿Todavía no?». Esa mujer estaba cavando su tumba más rápido que Voldemort.

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Deslizaba las ansiosas y mordisqueadas puntas de los dedos sobre los viejos ladrillos mientras arrastraba los pies por el pasillo y con la otra mano agarraba la brillante varita que la guiaba. Podía figurarse por qué McGonagall la había convocado a esas horas. Sólo había una posibilidad.

Malas noticias.

Alguien había muerto. O herido. Tal vez el plan de Harry y Ron había sido descubierto. Quizás el colegio estaba bajo otra amenaza. O Voldemort podría haber encontrado el Cuartel General de la Orden.

Había cientos de posibilidades y todas eran malas.

Se lamentaba por su optimismo; deseó que éste no le hubiera sido arrebatado por el oscuro recuerdo de la Torre de Astronomía y que sus mejores pensamientos, tristemente, también le fueran robados esa noche, cuando la voz distorsionada de McGonagall resonó por el pasillo y, justo en el momento que los ecos se apagaron, otra voz se unió a ella. La voz de un hombre.

Apretó el agarre en su varita y aceleró el paso, los golpes de sus pisadas resonaban con fuerza en la acústica del lugar. No podía discernir palabras específicas, ni siquiera si quizás había una tercera voz vibrando a lo largo de las paredes. Con un movimiento de muñeca y susurrando de nuevo la contraseña, la gruesa puerta se abrió de golpe.

Sus ojos se ensancharon salvajemente cuando absorbieron la escena.

Snape. Aquí. En Hogwarts.

Ni siquiera se percató de la presencia de Malfoy.

Tres cabezas se giraron para mirarla, pero ella sólo veía una. Él. La persona que había matado al hombre más grandioso que jamás había conocido. Sintió un estallido de fuego en su pecho.

Usted —siseó, sus rasgos se estiraron con sorpresa por un momento antes de que las líneas enfurecidas arrugaran su rostro. El brazo con el que sostenía la varita se enderezó con un chasquido en el codo y sus ojos castaños se estrecharon en peligrosas rendijas —¡Impedimenta!

El hombre bloqueó el hechizo sin esfuerzo y eso la enfureció aún más. La ira le palpitaba contra los oídos, ahogando la petición de McGonagall para que se relajara. La magia latía contra la punta de sus dedos, preparada para la venganza. Disparó un Desmaius, pero fue desviado igual que su último ataque.

Draco observaba el duelo silenciosamente con sus calculadores ojos, preguntándose por qué Snape estaba participando realmente en eso. Con seguridad, un rápido Petrificus pondría en su lugar a la entrometida sangre sucia. No se había fijado en él, no había apartado ni una vez la mirada del otro mago. Apostaría la fortuna de su familia a que al verlo apenas calmaría la rabieta que estaba teniendo en ese momento.

Snape miró a la chica con calma y lanzó un silencioso hechizo de desarme en su dirección, decidiendo que era mejor terminar con eso antes de que se saliera de control. Arqueó una ceja de manera impresionada cuando no surtió efecto y vaciló cuando otra de las maldiciones de la chica le hizo tropezar. Había estado practicando. ¿Cuándo había aprendido hechizos protectores no verbales?

—¡Suficiente! —McGonagall intentó intervenir, pero los ojos de Hermione apenas se desviaron hacia la mujer —Señorita Granger, cálmese y déjeme explicar…

La joven bruja ni siquiera parpadeó.

¡Confring…

La varita se alejó de su mano y trasladó la mirada confundida y traicionada hasta la directora. Sintió que unas cuerdas encantadas la rodeaban restringiendo sus movimientos y que unas frustradas lágrimas empezaban a deslizarse por sus mejillas. McGonagall le dirigió una mirada de disculpa antes de sacudir su varita de nuevo y Hermione sintió como sus pies abandonaban el suelo antes de salir volando hacia un armario.

La puerta se cerró detrás de ella con un golpe brusco y permaneció estática en la oscuridad por un aturdido momento antes de empezar a luchar con todo lo que tenía y gritar hasta casi desgarrársela garganta. ¿Por qué le estaba haciendo eso McGonagall? Empezó a toser en un indignado sollozo y se tragó el grito atrapado en la tráquea.

¿Qué demonios estaba pasando?

Al otro lado de la puerta, Draco se hundió en la silla rodando los ojos. Observó a ambos profesores mientras compartían una mirada de escepticismo y resistió el impulso de negar con la cabeza o reírse de su estupidez. ¿Cómo podían, sinceramente, sorprenderse de que ella hubiera reaccionado de esa manera? Realmente estaba rodeado de malditos idiotas.

—Bueno, —comentó, con voz rasposa, pero aun así rica en exceso de sarcasmo. —Eso salió bien.

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Notas de Bex–chan; Y así empieza otra historia… sé que este capítulo fue muy corto, pero les aseguro que los demás serán más largos ¡Espero que con esta introducción haya tenido éxito en captar su atención! En este fic básicamente fastidiaré la cabeza de Draco, y mucho. Y si vamos a eso la de Hermione también. Voy a disfrutar esto… ¡espero que ustedes también! Sé que la idea de que "comparten una habitación" ya ha sido hecha pero no he encontrado un fic que estén confinados a un cuarto y que lentamente pierdan su mente… Esto va a ser un poco oscuro con algunos giros en la trama y temas maduros y un contenido fuerte. Además, lenguaje explicito a lo largo de la misma…

Notas de Ashamed Kawaii: Una vez más aquí estoy… no sé cómo pero me puse otro peso más en la espalda que no me arrepiento, esto en realidad lleva su tiempo (de traducir) prometeré no tardar ya que soy demasiado impulsiva pero no abandonaré. Si alguien desea leer la historia original no dude en decirme que con gusto les pasaré los links correspondientes. Dentro de mi impulsividad afortunadamente soy algo sensata y mi mente sólo se enfoca en tres historias. Dos de traducción y una de mi autoría y sé que así seguirá por bastante tiempo hasta que termine una de las tres (lo cual sería lo más probable la mía) jaja.
Como aclaración, no todas las cosas del mundo de Harry Potter recuerdo en la traducción que se le dio al español (¡son tantas cosas!) pero si mencionaré que el hechizo scourgified es un hechizo para limpiar las cosas, creo que el hechizo en español es fregotego pero no lo recuerdo y no lo indagué, así que prefiero dejarlas a su idioma original (a menos que recuerde la traducción) y cualquier aclaración al final del capítulo :)

*No sé porqué me dio curiosidad de prender mi computadora a la 1 de la mañana (19 de febrero de 2012) y leerme el fic ¡qué horror! Les juro que siempre fui muy cuidadosa en las traducciones pero esto apesta jajaja sepan disculparme ahora veo porqué me decían que traducía todo literal, aunque el inglés británico es otro lar a la hora de traducir y que Bex tiene errores de ortografía en su historia tampoco era para subir estos tipos de capítulos, iré acomodando todos los capítulos XD ¡Qué vergüenza de mi parte! Si fuera mi primer fic de traducción lo entendería pero no es así qué pena, sepan disculparme.

¡NO OLVIDEN DEJAR REVIEWS!

Ashαмєd●

NOTAS DE REEDITORAS: Teniendo en cuenta lo que dijo la traductora en el capítulo original, tanto Albaa como yo, Sunset82, decidimos reeditar los primeros capítulos o volver a traducirlos de cero, para una mejor comprensión. Espero que lo hayan disfrutado y se sumerjan en esta increíble historia.

28 de Mayo de 2017