Holaa! Cuanto tiempo verdad :$ lo siento, tuve unos cuantos problemitas, pero espero que disfruten del capítulo. Al final del capi escribí los motivos de mi demora, ahora lean y comenten n.n

Prince of tennis no me pertenece, osino Ryoma le robaría un beso en el primer capi a Sakuno


Capitulo 4: Rojo carmesí.

Algunas veces abrir los ojos duele. Con el simple hecho de despertar uno está obligado a abandonar el mundo de ensueño al que solo se nos permite la entrada en las apacibles horas en que nos entregamos a los brazos de Morfeo, pero lamentablemente no es un mundo real.

En ese mundo no existen las preocupaciones ni los problemas, todo es sencillo y puede suceder lo que uno desee, o por lo menos es así la mayoría de las veces. Últimamente, la mujer de mirada carmesí tenía extraños y confusos sueños de los cuales no tenía control ni consciencia.

En esos sueños, o mejor dicho pesadillas, era perseguida por extrañas sombras que clamaban su nombre con una voz ahogada, casi en un susurro. Ella corría y corría, sin destino alguno, huyendo de esas aterrantes criaturas que amenazaban su integridad y justo cuando iba a ser alcanzada por aquellos seres, despertaba. Todas las noches era igual.

Esa mañana había amanecido radiante. La peli rojiza se incorporaba lentamente, algo confundida. Generalmente despertaba cansada y con frío en alguna tienda de campaña, pero esta vez se encontraba en un confortable futon, bajo techo. Una sensación de paz y tranquilidad reinaba en la habitación, pero de alguna manera eso llenaba de incertidumbre a la fémina.

-Ryuzaky-san, voy a pasar.- llamó una voz al otro lado de la puerta, antes de entrar en la habitación.

Era una mujer muy hermosa, dueña de unos expresivos ojos verdes, carnosos labios carmín y larga cabellera de un color negro azabache. Tanta perfección le causaba desconfianza, pero oprimió sus pensamientos y asintió con la cabeza.

-Tengo unos regalos para usted.- agregó la morena con una radiante sonrisa.

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-¿Está seguro, viejo? Hace muchos años que no tenemos contacto alguno con él, sin contar el hecho de que me odio.- dijo un joven hombre, de mirada ambarina penetrante y una sonrisa entre arrogante y divertida.

-¡Dirígete con más respeto hacia tu padre! Y no me importa el pasar del tiempo ni lo mucho que nos odie, es mi hijo. Además, si no lo encuentras tendrás que asumir el puesto de cabeza de familia a mi muerte.- dijo un hombre de aspecto descuidado. Junto a él se encontraban dos vistosas geishas, ataviadas en coloridos kimonos.

-Antes muerto. Casarme sería un desperdicio, dejaría a todas las otras mujeres sin oportunidad de tener un poco de mí.- dijo arrogantemente el hombre joven.

-Además es mi especialidad buscar personas.- agregó

-Solo no tardes demasiado. No tengo mucha paciencia.- dijo el sujeto de aspecto descuidado, bebiendo su sake de un solo trago.

El mayor iba vestido con un kimono informal, de sobrios tonos azules, mientras que el otro llevaba un kimono negro con detalles plateados que iba perfectamente con su arrogante personalidad, heredada de familia.

-Tranquilo, viejo. Yo traeré de vuelta a Chibisuke.- dijo riendo mientras abandonaba la habitación.

-Maldito mocoso.- gruñó para si mismo el hombre de kimono oscuro, tomando otra copa de sake.

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La joven de mirada carmesí iba cargada con tres kimonos y 1 yukata, además del kimono que llevaba puesto, todos regalados por Kaede, la dueña del lugar. Faltaban tan solo un par de minutos para las nueve de la mañana y todo Seigaku se estaba preparando para partir.

Oishi, al ver a la fémina con algunas dificultades para cargar las prendas se acercó a ayudarle, mientras Momoshiro, Inui, Fuji y Tezuka conversaban fuera del edificio, junto a sus caballos.

-¿Estás seguro de eso, Fuji?- preguntó el capitán, con una expresión seria en su rostro, como era habitual en él.

-Claro que si.- dijo con una sonrisa en el rostro- yo nunca me equivoco.- agregó dejando ver una fría mirada celeste.

-Shhhhh, eso no debería importar demasiado, además falta poco para llegar a nuestro destino y después de eso podremos liberarnos de esta carga.- dijo Kaido, quitándole importancia al asunto.

-Callate mamushi.- gruñó Momo.- No pensé que fueras así.- agregó con falsa decepción en la voz.

-Dime una cosa. ¿Desde cuando nos preocupamos por las demás personas?- dijo Kaido frunciendo el seño.

-También me gustaría saber la respuesta a eso.- dijo Inui, rompiendo su silencio. Momo se quedó pensativo, sin responder.

-Dejen esta estúpida pelea.- ordenó con voz autoritaria el capitán.

-Haii.- dijeron todos al unísono, a excepción de Fuji.

-Capitán, ¿Cree que sería conveniente hablar de esto directamente con la mujer?- preguntó Fuji.

-Aun no es el momento. Ah! No la trates de "la mujer", tiene un nombre. Deberías decírselo también a Echizen.- dijo Tezuka, antes de montar en su caballo.- ¡Nos vamos!- agregó en un grito.

-¿De que hablaban?- preguntó Eiji montando de un salto en su caballo.

-Nada importante.- dijo Momo antes de montas su caballo.

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El sol ya estaba a escasos minutos de ocultarse, pero desde esa mañana el escuadrón Seigaku no se había detenido a descansar en ningún momento. Si bien la mayor parte del tiempo esos excéntricos samuráis se veían animados e incluso alegres, desde el medio día sus rostros lucían serios y alertas.

Para la fémina este extraño comportamiento de parte de sus acompañantes la llenaba de dudas, pero cada vez que intentó saber si algo les ocurría era ignorada. La única respuesta que obtuvo fue un descortés "Cállate mujer". Después de eso dejó de insistir.

-¿Fuji-san va a regresar pronto?- preguntó la peli rojiza, soltando un poco el agarre con el que se mantenía firmemente sujeta a Momo.

Fuji hace aproximadamente una hora que se había separado del grupo sin decir palabra alguna, solo dedicándole una breve mirada a su capitán. Sakuno no sentía un interés especial por ese misterioso sujeto, pero se sentía incomoda con toda la situación en general, además le pareció le pareció una buena forma para romper el silencio.

-Cállate mujer.- soltó Ryoma sin siquiera mirar a la aludida, que frunció el seño al escuchar esas palabras.

-No es necesario hablarle así a una dama, Echizen.- dijo a su vez Oishi.

-¿No podemos descansar un poco? Me duele… hm, la entrepierna.- sijo la fémina, completamente sonrojada. Lo peor fue que Momo volteó la cabeza un momento y le dedicó una extraña mirada que la hizo ponerse alerta.

Nadie se dignó a contestarle, por lo que Sakuno tuvo que desistir nuevamente en su intento de recibir algo de información por parte de Seigaku. La luna ya se encontraba en el punto más alto cuando de improviso volvió Fuji, quién se acercó inmediatamente a su capitán.

-Capitán, todo está despejado. Al parecer esos idiotas por fin han comprendido que les es imposible alcanzarnos con caballos comunes y corrientes como los suyos, aunque son buenos para esconderse. No logré encontrarlos, o quizá los dejamos atrás hace mucho tiempo.- informó Fuji rápidamente, sin divagar en detalles.

-Entiendo. Acamparemos aquí, deténganse.- ordenó con su voz autoritaria, deteniéndose bruscamente, al igual que todos los otros.

Rápidamente desmontaron sus caballos y levantaron las tiendas en apenas un par de minutos. Eiji y Kaido se encargaron de hacer una fogata y recolectar agua. Fuji junto a Momo salieron a buscar algo para comer y el resto de los integrantes de Seigaku se encargó de diversas tareas. Sakuno fue la única que quedó sin hacer nada y de alguna manera se sentía impotente por eso.

Ella había intentado aceptar su nueva forma de vida, tratando de ver todo de la forma más positiva que le fuera posible, pero temía que sus días se transformaran en rutina, de la cual aunque quisiera no podría escapar. Lo único que hacía desde hace ya más de una semana era cabalgar la mayor parte del día, comer y dormir. Si no fuera por las infantiles payasadas de Eiji y las continuas peleas entre los miembros del grupo, su vida volvería a ser monótona.

De repente, al mirar a su alrededor notó que se encontraba sola y no parecía como que nadie estuviera cerca. Una sensación de inquietud y nerviosismo se apoderó de ella, haciéndola temblar involuntariamente. A lo lejos escuchó el sonido de los cascos de un caballo que se acercaba rápidamente a ella. Algo le decía que el que venía hacia ella no era de Seigaku, pero al mismo tiempo su intuición femenina no le anunciaba peligro y eso la desconcertaba.

Una silueta comenzó a divisarse a la distancia. Era al parecer un solo jinete, hombre y de cabellos rojos como la sangre. Al percatarse de la presencia de la fémina disminuyó un poco la velocidad, como dudando, pero sin detenerse. Cuando estaba a unos 40 metros, Sakuno se percató de que el hombre que se acercaba estaba mal herido, pues sangraba de diversas partes de su cuerpo. Casi sin pensarlo, le hizo señas al extraño para que se acercara y fue en busca de las medicinas y las vendas.

"Podré ser útil" pensó casi infantilmente la fémina, mientras se preparaba para recibir al pelirrojo que la miraba fijamente, incrédulo de sus actos. Apresuró un poco la marcha de su caballo y se detuvo junto a ella. De cerca se veía que ese sujeto estaba seriamente herido, incluso era un poco increíble que no callera desmayado a causa de las heridas y la pérdida de sangre. Sakuno se quedó mirándolo por un momento sin decir palabra alguna, antes de romper su silencio.

-E-eto, ¿Se encuentra bien?- dijo con timidez la fémina al notar el gran atractivo físico del hombre que tenía al frente. A pesar de las heridas, se veía una permanente sonrisa infantil en su rostro, una mirada cálida y un cuerpo esbelto.

-He estado peor, te lo puedo asegurar.- dijo el pelirrojo, riendo levemente.- Aunque me siento algo cansado…- dijo en apenas un susurro antes de caer desmayado en el suelo.

-Hey, señor, resista por favor. ¿Puede escucharme? Heey!- decía desesperada la fémina, tratando por todos los medios que el hombre recuperara la consciencia.- ¿Y donde se metieron todos?- se preguntó a si misma, antes de comenzar a curar el cuerpo del hombre.

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-Eiji, Oishi, desvíense tres kilómetros hacia la derecha y sigan derecho. Kaido, Momoshiro, hagan lo mismo hacia la derecha.- ordenó en un grito el capitán.

-¡Entendido!- respondieron los aludidos, separándose del grupo rápidamente.

-Inui, a cuanta distancia aproximas están los sujetos.- preguntó Tezuka en voz alta, mirando siempre hacia delante.

-No lo podría asegurar, pues le perdimos el rastro hace bastante, pero estimo que son 2 y entán ak norte en un radio de diez kilómetros.- respondió seriamente Inui.

-Maldición, nos estamos quedando atrás…- murmuró para si mismo el capitán, enfadado.

-Eto, Tezuka ¡-san, puede no ser el mejor momento, pero ¿Quién se quedó en el campamento con Ryuzaki-san?- preguntó Kawamura, acercándose a su capitán.

Por un par de segundos el único ruido que se escuchó fue el causado por el trote de los caballos. Tezuka, que parecía nunca perder la calma, estaba haciendo todo lo posible para no salirse de sus casillas, pero le estaba costando demasiado.

-¡Maldita sea!- gritó de repente Tezuka.- Echizen te devuelves, eres el más rápido.- ordenó a Ryoma, que no se lo esperaba venir. A veces su capitán era un poco impredecible.

-¿Y por qué tengo que hacer de niñera?- bramó fastidiado el de mirada ambarina, pero al ver la gélida mirada de parte de su capitán, guardó sus comentarios y se puso en marcha de regreso al campamento.

-Deberías calmarte un poco, Tezuka-san.- dijo tranquilamente Fuji, pero no recibió respuesta alguna, aunque tampoco esperaba recibir una.

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"Tsk, ¿Qué estará pensando el capitán? Tener que devolverme para hacer de niñera de esa mocosa… Debí haber acabado con ella en cuanto la tuve en frente, ¡Pero no! Tezuka-san tuvo que interferir. No hay ningún sentido en llevarla a Kyoto si a fin de cuentas igual terminará siendo una puta o algo peor. ¡La odio! Pero ni siquiera se el motivo por el cual no puedo soportarla, simplemente me molesta mirarla. Quizá sea por su apariencia frágil y desprotegida, su personalidad tímida y sumisa, o que el color de su cabello y ojos son igual a la sangre. Esa debe ser la principal razón de que me desagrade el verla, o peor aun, sienta la necesidad de acercarme. Es cierto que con el tiempo que he pasado viendo sangre por todos lados y ya soy indiferente a ella, pero de alguna manera esa mujer tan común, simple y ordinaria me hace recordar eventos de mi pasado, que está manchado por todos lados con aquel maldito líquido carmín. En fin, el pasado es el pasado, no sirve de nada vivir atrapado en él, pero estoy seguro de una cosa, nunca soportaré a esa mujer"

Y Ryoma continuó cabalgando en silencio, sin detenerse y a una velocidad poco creíble a la vista de cualquier persona común. Sus cabellos se agitaban por el impacto del viento. Su mirada se había endurecido repentinamente y en sus orbes ámbares solo se percibía una fría determinación. En cuanto viera a la fémina de mirada carmesí, terminaría con su vida y así le quitaría una gran carga a todos.

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La fémina yacía sentada junto al pelirrojo, terminando de colocarle las vendas. Hace un par de minutos el sujeto había recobrado la consciencia y se presentó como Tooyama Kintarou. Parecía un sujeto muy amigable y gentil, pero al verlo llegar con tantas heridas, una katana al cinto y un arco y flechas en la montura de su caballo la peli rojiza no pudo pensar otra cosa que kintarou fuera un samurai, o incluso peor, enemigo de Seigaku. En ese caso habría sido inútil sanar sus herida, pues en menos de un parpadear alguno de ellos acabaría con su vida.

Trató de quitar esas ideas de su cabeza para atender bien al joven, aunque era la primera vez que colocaba vendas y era muy torpe con las manos. Le estaba por aplicar el último toque de desinfectante en una pequeña pero sangrante herida en la frente cuando los expresivos orbes dorados del pelirrojo llamaron su atención. Uno podía decir mucho de una persona con verla a los ojos, por lo que la fémina intentó descifrar el mensaje oculto que esos orbes contenían, pero en ellos solo logró ver una inocencia infantil manchada por un pasado oscuro, o al menos eso creía.

-Tienes lindos ojos.- bromeó el pelirrojo al notar la mirada fija de la fémina, que dio un respingo por la impresión.

-E-eto, arigato, Tooyama-san.- dijo Sakuno, sonrojándose un poco, agachando aun más la cabeza.

Kintarou la observó fijamente por unos momentos antes de hablar.- siempre tienes la mirada hacia abajo, como escondiéndote. Una chica tan linda como tú debería levantar el mentón orgullosa de si misma.

-No se si podría levantar la mirada delante de un hombre, así me educaron.- susurró algo avergonzada la fémina, aun con la mirada clavada en el suelo.

-Como quieras…- dijo el pelirrojo, sin fuerzas suficientes para insistir.

-Dime, Saku-chan.- agregó el pelirrojo, sacándole un gran sonrojo a la fémina.- Hay muchas tiendas de campaña, además están muy bien hechas y con tu poca destreza con las manos.- dijo señalando sus vendajes.- no creo que las hayas hecho tu. ¿Por qué estás sola ahora?- preguntó mientras se incorporaba.

-No se mueva, Tooyama-san, sus heridas se abrirán.- exclamó preocupara la fémina.

-Está bien. Pero con una condición. Llámame por mi nombre.- dijo volviendo a recostarse.

-Hai, Kintarou-kun.- añadió la fémina apenada.

-Y bien, me vas a responder o no. ¿Por qué una mujer tan joven y linda como tu está sola en un lugar tan peligroso como esta y en un campamento como para diez personas?- interrogó el pelirrojo con voz firme y decidida.

La peli rojiza no respondió de inmediato, pensando bien en cuales palabras escoger. Kintarou esperó pacientemente, mirándola a los ojos, sin decir palabra alguna. El silencio se estaba volviendo un poco incómodo cuando Sakuno se dignó a hablar.

-Es… complicado.- susurró con voz desanimada, bajando aun más la cabeza, sin deseos de enfrentar la mirada de l joven recostado en el escuálido futon.

-Tengo algo de tiempo.- bromeó el pelirrojo, guiñando un ojo.

Dada la amabilidad del pelirrojo, ella se sintió en confianza y comenzó tímidamente a relatarle todo lo sucedido, aunque sin recaer en detalles, como que había sido Seigaku quien asesinara a sus padre o que pensaban convertirla en geisha.

-¿¡Y vives solamente con hombres!- preguntó alarmado el pelirrojo.

-Si, pero en realidad no son malas personas, además duermo siempre sola en esta tienda… bueno, excepto por una vez.- al decir eso, Kintarou la quedó mirando de manera extraña, que ella tardo en comprender.

-¡No es eso!- gritó de improviso la fémina, al notar el doble significado de sus propias palabras.- Y-yo no, no hmm, e-etoo.- comenzó a soltar la fémina, sonrojada a más no poder.

-No me tienes que explicar nada, puedes hacer lo que quieras con tu vida.- dijo con una sonrisa sincera.

-Pero no quiero que tengas ideas equivocadas, Kintarou-kun. Es que una mañana desperté y estaba a mi lado Eiji-san. Al principio me asusté un montón, pero luego me dijo que en la noche Ryoma-kun lo había echado de la tienda por "intento de asesinato" o algo así, y-y no sabía donde dormir. Fue solo eso, no pasó nada en absoluto.- sentenció la fémina, muy nerviosa.

-¿Y que podría haber pasado?- preguntó maliciosamente el pelirrojo, lanzándole una mirada libidinosa a la fémina. Acto seguido, esta se sonrojó tanto que bien podría haberse confundido con un tomate.

-Era una broma solamente.- agregó para que Sakuno se calmara.

.Ah, si.- dijo aun avergonzada.- voy a buscar un poco de agua, por favor, intente descansar un poco mientras tanto.- dijo levantándose de su lugar para salir de la tienda.

Al salir se dio cuenta de que ya había anochecido y la temperatura comenzaba a decaer. Colocó unas ramas en la ya casi extinta fogata en un vano intento por avivarla, aunque terminó por darse por vencida. Suspiró agotada, levantando los brazos al cielo, en donde las estrellas brillaban espléndidas y la luna lucía majestuosa. Fantaseó un momento pensando que ella esa una de esas estrellas, hermosa e invencible, brillando orgullosa por su propia perfección.

Pero el sonido de los casco de un caballo acercándose la sacó de sus fantasías. Sus instintos le alertaron de un peligro inminente, que debía correr de inmediato, antes de que algo malo ocurriera, pero el terror la paralizó. "Alguno de Seigaku debe ser" se dijo a si misma, pero continuó en modo de alerta. De pronto el sonido se volvió más cercano y vio salir una sombra de entre los árboles. Al observarlo detenidamente se dio cuenta de qie se trataba de Ryoma. Suspiró aliviada, pero sus instintos seguían insistiendo en que había peligro.

-Ryoma-kun…- susurró con una leve sonrisa, que desapareció bruscamente al ver al peli verde desmontar con su katana en la mano.

Carmesí. Ese color terrible nubló sus pensamientos, debilitando así su cuerpo. Ese hombre la mataría, de eso no había duda alguna. Las lágrimas fluían con prisa por las mejillas femeninas mientras se derrumbaba lentamente, cayendo de rodillas, solo esperando el corte que terminaría con su vida.

Desde el primer momento en que vio al sujeto de fría mirada ambarina, supo que él se encargaría de hacerla dar el último suspiro, por lo que se había obligado a odiarlo, pero por más que lo intentaba no lograba hacerlo. Ni cuando vio la sangre de sus padres fluir por la katana del frío hombre lo odió, solo pensó que su hora había llegado.

Ryoma solo se encontraba a un par de pasos de ella, con su katana en alto, mirándola con un profundo odio.

-Será rápido e indoloro si no te resistes mujer.- dijo con frialdad el peli verde.

-Por favor, ayúdeme a llegar rápido junto a mis padres.- susurró más resignada la peli rojiza.

-Eso haré.- dijo Ryoma, moviendo su katana.

La peli rojiza abrió los ojos, para que su último recuerdo fuera esa felina y fría mirada a la cual había terminado por acostumbrarse. "Nunca pude odiarte" fue lo último que pensó la fémina antes de que un profundo rojo cubriera su mirada.

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Un peli verde de mirada confiada y orgullosa mantenía una conversación algo tensa con un sujeto de edad avanzada. Ambos se encontraban en un rincón apartado de un pequeño y desolado salón de té. El peli verde le indicó a la geisha que los acompañaba que le trajera un poco más de sake para poder tener privacidad con su acompañante.

-Imagino que viene por información, ¿No es así, Ryoga-san?- dijo el sujeto de cabello café y mirada oscura.

-¿A qué más podría ser? Según se esa es tu única utilidad.- dijo el peli verde con expresión arrogante.

-Veo que no ha cambiado en nada.- dijo riendo.- Solo ten claro que la información que necesites no te costará barato y ni pienses que te haré una rebaja.- agregó tomando un tono más serio.

-¿Por qué pensaría eso?- dijo Ryoga en su tono habitual.- pagaré lo que sea necesario mientras consigas rápido la información que necesito.- dijo adquiriendo también un tono más serio.

-Muy bien. Ahora dime que es lo que quieres que investigue.- dijo el hombre de mirada oscura.

-¿Conoces a mi hermano menor?- el otro sujeto asintió.- Quiero que lo localices, o al menos me des alguna pista que me ayude a encontrarlo. Tiene que ser pronto, ya sabes que no soy muy paciente.

-El joven Ryoma a sido el blanco de muchos en estos últimos meses, al igual que cualquier miembro de Seigaku, pero sin muy cuidadosos, no dejan pistas y permanecen en constante movimiento. Se sabe muy poco de ellos y será muy difícil conseguir información de ellos.- respondió el de mirada oscura.

-Eso significa que me costará más dinero.- dijo Ryoga sin darle demasiada importancia.

-Y que me tomará más tiempo.- agregó el otro hombre.

-Aoki-san, no estoy tan seguro de eso.- dijo Ryoga depositando una bolsa repleta de dinero sobre la mesa. Sorprendiendo al sujeto llamado Aoki.

-¿Servirá esto para apurar un poco su trabajo?- agregó el peli verde con una sonrisa arrogante.

-Claro que si.- sentenció Aoki, levantándose de la mesa, para irse.- me comunicaré con usted lo antes posible.- agregó antes de marcharse.

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Una estrella, dos estrellas, tres estrellas, cuatro estrellas… hay tantas estrellas en el firmamento, demasiadas quizá. Atobe yacía recostado en el césped en completo silencio, sin moverse en lo más mínimo. Seguramente había tantas estrellas en ese cielo nocturno como brillantes monedas de oro en su bóveda u hombres bajo sus órdenes, pero a pesar de todo el poder que poseía nada estaba ocurriendo como deseaba.

"¿Qué interesa tener tanto oro como estrellas si no puedo tener las estrellas mismas? ¿De qué sirve tener tantos hombres bajo mi mando si no cumplen con mis objetivos? ¿Para qué tener un reloj si no se puede controlar el tiempo?" Pensaba el de cabellos color plata. Un hombre de aspecto joven que llevaba puesto un kimono azul oscuro se acercó ágilmente hacia el que estaba recostado en el césped y luego se reverenció y quedó de rodillas junto a él.

-Atobe-sama, traigo noticias.- Atobe hizo una seña con la mano, indicándole que prosiguiera.- Un escuadrón de rastreo a estado a la siga de Seigaku durante todo el día, pero no han logrado establecer contacto. El último mensaje que mandaron llegó hace un par de minutos en manos del mensajero, que por milagro logró llegar, aunque se desplomó al llegar. En fin, dice lo siguiente.- saca un pergamino y comienza a leer.- "Seigaku notó nuestra presencia en cuanto iniciamos con la persecución. Nos ganan en número, pero aun así no se colocaron a la ofensiva hasta el anochecer. Nos tienen rodeado y no logramos verificar su destino".- El hombre volvió a enrollar el pergamino.

-Maldición…- Bufó en de cabellos plateados, mientras se incorporaba rápidamente.- ¿Eso era todo?- Preguntó ya de pie, mirando hacia abajo a su sirviente.

-No, Atobe-sama, hay algo más.- Inquirió en hombre, aun arrodillado.- Nos hemos contactado con Tachibana-sama, y él…- empezó el sirviente.

-Ya era hora, ¿Y que respondió él?- agregó el de cabellos plateados.

-Eso puedo decírtelo yo.- Dijo un hombre de cabellos negros muy cortos, mientras caminaba con paso decidido hasta Atobe.- Puedes irte.- Agregó mirando al hombre que continuaba arrodillado, que se fue tan rápido como llegó.

-Tachibana, no recuerdo haberte invitado a venir. A sido muy osado por tu parte el venir sin previo aviso.- Dijo mirando al de cabello negro con desprecio y superioridad.

-Es mejor decir las cosas directamente a la cara, no lo crees, Atobe-sama, además tenemos muchas cosas de que hablar.- Dijo tranquilamente Tachibana, sin darle importancia a la prepotente actitud del de cabellos plateados, que continuaba mirándolo con desprecio.

-Yo no tengo nada que decirte, simplemente encuentra el paradero de Seigaku y me informas de sus acciones, ahora desaparece de mi vista.- Dijo dándole la espalda, sin intenciones de continuar con esa conversación que le parecía inútil.

-Estoy muy feliz de que Atobe-sama confíe tanto en mi escuadrón de rastreo, sin embargo no estamos hablando de un grupo cualquiera. Es bien sabido que Seigaku posee los mejores caballos, además nunca dejan pistas para poder rastrearlos. Necesitaré complementar mi equipo con algunos de tus mejores soldados para poder garantizar que tendré éxito en mi misión. Será más fácil que nos descubran de esa forma, pero si nos llegan a atacar lo mejor es que seamos más los que protejan el mensaje que será entrego a usted.- Explicó rápidamente el de pelo corto, mirando fijamente la espalda de Atobe, que continuaba sin mirar a Tachibana.

-Quiero ver los resultados pronto.- dijo Atoba, sin voltearse.

-Lo más rápido humanamente posible, señor.- Respondió Tachibana, con una media sonrisa, sabiendo de ante mano que esa respuesta no le agradaría a el de cabellos plateados.

-No es suficiente.- dijo volteándose para ve a los ojos a Tachibana.- Si para el amanecer no estás listo, correrá sangre.- Agregó, desafiante.

-No creo que las amenazas sean necesarias.- Atobe le lanzó una mirada envenenada.- Lo siento, lo siento. Iré a preparar mi equipo para que no haya ningún derramamiento de sangre innecesario.- Dijo el de cabello oscuro, yéndose.

El de cabellos color plata se recostó en el húmedo césped, solo que ahora su expresión había cambiado drásticamente. Su rostro, hace unos minutos serio e impaciente, lucía una sonrisa prepotente y triunfadora. "Quizá ahora el destino se ponga de mi lado", pensó estirando su mano hacia el cielo estrellado. "Derrotar a Tezuka sería tan gratificante como alcanzar a esas prepotentes estrellas".

Una suave brisa recorrió el lugar, revolviendo los largos cabellos plateados de Atobe, que se encontraban inusualmente sueltos, ya que la mayor parte del tiempo estaban firmemente amarrados en una cola de caballo, que le daba un aspecto más maduro y refinado, aunque poco le importaban aquellos insignificantes detalles al arrogante hombre. "Yo soy perfecto".

Una estrella fugaz surcó repentinamente el cielo y el de cabellos color plata la siguió desinteresadamente con la mirada. No era tan estúpido como para creer que pidiendo un deseo sus planes se cumplirían. Se levanto de un salto, acomodó su kimono y se dirigió con mirada altiva a su mansión. Aun tenía un par de cosas que hacer antes de irse a dormir.

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-Tezuka-san, uno logró escapar.- Dijo con voz apesadumbrada Inui, cabisbajo, intentando evitar la mirada de su capitán.

Tezuka hoy estaba especialmente molesto. Gritaba órdenes a diestra y siniestra, además si mirada era tan fría que daba miedo verlo a los ojos. Es verdad que los estuvieron siguiendo unos desconocidos durante todo el día, además uno logró escapar, probablemente para dar algún mensaje, pero aun así era poco común ese comportamiento en el capitán.

Probablemente lo que más influenció el humor de Tezuka fue la breve charla que tuvo con Oishi la noche anterior, despertando turbios recuerdos de su pasado, que preferiría olvidar, y lo dicho esa misma mañana por Fuji.

FLASH BACK

El de mirada celeste se acercó silenciosamente hacia su capitán, mientras en su rostro se podía apreciar una sonrisa para nada sincera, más bien parecía sádica o algo por el estilo, que no auguraba nada bueno. Tezuka se encontraba junto a su caballo, preparando las últimas cosas para partir.

-Tezuka-san, me he enterado de algo que podría interesarle.- Dijo Fuji, colocándose cerca de su capitán, aunque sin mirarlo a la cara.

A su vez Tezuka quedó un momento en silencio, observando fijamente a Fuji, como intentando adivinar sus intenciones. En habilidad para luchar, Fuji era casi tan fuerte como él, si es que no lo igualaba, pero su retorcida personalidad provocaba cierta desconfianza a las demás personas, por lo que era frecuentemente menospreciado.

Desde pequeño, a Fuji lo trataron como a un prodigio. Aprendió a caminar con apenas nueve meses y antes de cumplir los cuatro años disparó su primera flecha, dando justo en el blanco. Por mostrar tales habilidades, fue criado en un falso entorno de perfección, donde supuestamente todo era felicidad, por lo que siempre intentaba hacer que las personas a su alrededor sufrieran y así poder ver diferentes emociones, pero fingía ser como todos querían que fuese, un niño calmado y perfecto. Esto marcó un gran punto en su personalidad.

-¿Qué es?- dijo al fin Tezuka, con tomo impaciente, pero al mismo tiempo desinteresado.- Habla rápido.- Agregó al no obtener una respuesta inmediata.

-Es sobre nuestra pequeña amiga, la señorita Ryuzaki-san. Ella se enteró de una cosa que no debería haber escuchado aun.- dijo con una misteriosa sonrisa el de mirada color cielo.

-Y qué es lo que sucede con Ryuzaki-san? De que podría haberse ent…- Tezuka se detuvo de pronto, cayendo en cuenta de lo que decía Fuji. "Esto no puede estar pasando".- No me digas que…- Agregó, sin percatarse de que la conversación era atentamente escuchada por algunos otros miembros de Seigaku.

-Veo que lo comprendiste rápidamente. Como era de esperarse de Tezuka-san.- Dijo con una sonrisa aparentemente amable.- Esa mujer se dio cuenta desde un comienzo a donde nos dirigíamos y ayer pude comprobarlo.- Agregó con frialdad en la voz.

-Debe de ser un infierno para ella saber que cada vez se acerca un poco más a un cruel destino…- Dijo con voz desanimada Tezuka.

-Ya lo creo… aunque pero es morir, ¿No?- respondió Fuji, divertido con la idea.

FIN FLASH BACK

Tezuka dirigió su mirada al cielo, cuando un mal presentimiento lo invadió de improviso, provocándole un escalofrío. "Algo malo va a pasar". Inhaló una gran cantidad de aire y gritó fuerte para que todos lo oyeran.

-¡Nos devolvemos de inmediato! ¡Rápido!- Y echó a correr hacia su campamento, rogando que aun no fuera demasiado tarde, para lo que sea que estuviese ocurriendo.

-¡Ya escucharon al capitán, en marcha!- gritó a su vez la mamá de Seigaku, siguiendo a Tezuka velozmente.

-¡Haii!- Gritaron todos los demás, también dirigiéndose hacia el campamento.

Las estrellas brillaban en el cielo, viéndolos pasa por entre árboles y arbustos, evadiendo obstáculos, con una velocidad y destreza increíbles. El mal presentimiento que había asaltado momentos antes a Tezuka, parecía haber invadido a todos los integrantes de Seigaku, que iban aumentando cada vez su velocidad.

Ninguno sabía con certeza de que se trataba ese presentimiento, esa angustia que sentían, pero ninguno tenía ni la menor idea de que solo unos cuantos kilómetros delante de ellos, la vida de la peli rojiza pendía de un delgado hilo y que probablemente lo lograran llegar a tiempo.

Esa magnífica noche estaba a punto de ser brutalmente manchada de sangre y los únicos testigos serían las estrellas, juzgando en silencio desde la amplitud del firmamento.

"Tengo que llegar pronto o nunca me lo perdonaré" pensó el capitán con evidente preocupación reflejada en el rostro, sin saber el por qué de ese sentimiento…


PERDON A TODAS! En serio, tuve muchos problemas. Se me rompió la pantalla de mi compu y me vi obligada a escribir esto en una libreta (si, a la antigua xD) En fin, espero que les haya agradado… ¿Les adelanto algo? Mejor que no jijijij. Gracias a todos por comentar y seguir la historia, los quiero un montón :D

PD: Donde más escribo es en clase de historia :$