Naruto pertenece a Masashi Kishimoto.


Resumen:

Sasuke soltó el humo del cigarro mientras observaba, apoyado en su moto, su próxima víctima: tenía el pelo rosa, los ojos verdes y era niña de papá. 'Las niñas ricas con unas normas impuestas por su padre eran por las que él se sentía atraído'.


La disyuntiva


Capítulo 3: Conversación apetecible

Sakura se metió una golosina en la boca y la dejó dentro de ésta, acaparando todo el sabor en sus papilas gustativas. Soltó un suspiro de placer. Estaba enganchadísima a los caramelos blandos de fresa que estaban rociados en azúcar y tenían un gusto y una fuerza inexplicable que le hacía olvidarse de todos sus problemas en cualquier instante… menos en ese momento, en el que tenía a Hinata hablando por la línea del teléfono.

Su amiga era tímida, pero se sorprendía de lo mucho que parloteaba. Ni siquiera se le agotaba la energía. ¿Sería eso muy bueno para el cuerpo humano? ¿Hablaría también en sueños?

—Sakura…, ¡Sakura! —la pelirrosa abrió los ojos, lamiéndose el labio superior, recogiendo el gusto del caramelo.

—¿Qué? —replicó malhumorada. ¿Acaso no podía degustar de su 'merienda'?

—Vete a la mierda.

—Lo siento, es que el portátil acaba de quedarse bloqueado justo cuando el protagonista va a besar a la chica de la sonrisa blanca —explicó, frunciendo el ceño—. Menuda zorra. Me la encuentro por la calle y le doy una paliza. Es odiosa, encima va de guapa y…

—¿Estás celosa de una chica que va a besar a tu amor platónico?

—No —aunque la mentira se dejó entrever en la negación.

Hinata soltó una risita.

—Al menos yo me enamoro de chicos famosos que no tienen malas pintas —informó la pelirrosa con ganas de meterse con ella y sus gustos por los chicos. Lo consiguió porque enseguida su mejor amiga comenzó a decir incoherencias y, probablemente, a sonrojarse.

—¡N-No estoy enamorada! —exclamó completamente acalorada.

—Te creo.

Sakura llevó la flechita del ordenador a la cruz de la ventana y volvió a bloquearse. ¡Estaba harta de ese ordenador! «Es nuevo» le había dicho su padre. ¡Pues menuda mierda de novedad! Sólo tenía tres meses y ya comenzaba a apagarse solo y a bloquearse de repente, sin que hubiera una sobrecarga de informaciones. Tendría que comprarse otro, pensó en un suspiro.

Enfadada cogió la pantalla y la golpeó contra el teclado, cerrándolo con fuerza. Todo lo que escuchó fue un «crack». Tragó saliva, mirando alrededor de ella, por si algún cotilla la había visto; no, en su habitación estaba ella y el silencio como testigo.

Lejanamente, escuchó la voz de Hinata contarle alguna cosa.

Cerró los ojos y volvió a abrir el portátil. Tenía los párpados apretados con tanta fuerza que le dolían, incluso comenzaban a humedecérseles.

Vamos, Sakura, te has enfrentado a cosas peores…

Lentamente, despegó los ojos y el corazón se le detuvo en el pecho durante un minuto, como mínimo. Una profunda grieta atravesaba, de arriba a bajo, la pantalla del portátil, teniendo como fondo en un bloqueo la imagen de su actor favorito. No todo es malo, se dijo en una sonrisa que quería convertirse en un sollozo.

Como si sus dedos fueran mágicos, acarició la grieta, quizá pensando que se arreglaría con unos poderes espirituales que justo en ese preciso instante saldrían de ella para sanar los daños producidos por su enojo. No sirvió de nada; allí continuaba, desafiante, la fisura que sus propias manos habían hecho.

—Sakura, Sakura, Sakura, Sakura, Sakura, Sakura… —y Hinata continuaba molestando al otro lado del teléfono, dándose cuenta que volvía a ser ignorada por su mejor amiga—… Sakura, Sakura, Sakura…

—¡Joder, Hyuga de mierda! —gritó, pero luego bajó la voz—. Acabo de elaborar mi última obra de arte y tú me estás poniendo la cabeza como un bombo.

—¿Qué ha pasado?

—Acabo de romper el portátil nuevo… Y mi padre me matara…, ¡sino me suicido yo antes!

Hinata solo soltó un «oh», también aterrada. Si alguien conocía la furia del señor Haruno, era Sakura, pero también Hinata. Era un hombre amable, afable y cariñoso, pero tenía un mal humor escondido que salía cada pocos días, y la pelirrosa siempre lo escuchaba gritarle al teléfono. Quizá en la otra línea estaba un socio suyo que, temeroso, había hecho una gran cagada en el trabajo que debería entregar la semana que venía.

Sakura Haruno temía la furia de su padre. Y haber roto el portátil podía ser motivo de desencadenarla.

—Siempre puedes comprar otro…

—Hablamos luego, Hinata —y colgó sin darle tiempo a su amiga para responderle.

Cerró el portátil, lo guardó debajo de la cama y abrió el cajón de su mesita de noche. Tenía dinero suficiente como para comprar tres ordenadores más, pero ella necesitaba uno, pero, ¿cómo lo haría? Su chofer personal iba de amigo, sin embargo era un espía de su padre para sonsacarle cosas a ella y chivárselas al señor Haruno. En esa casa no tenía ni un aliado.

Debería apañárselas para poder ir sin ser descubierta…


.


Sakura bajó las escaleras de su casa con un chándal lila y una camiseta blanca que solo tenía un tirante. Pese a ser ropa de ir por casa, parecía que fuera a salir en cualquier instante. Se dirigió al armario de la entrada y de allí cogió una pelota amarilla, la cual apretó varias veces para ver sino estaba deshinchada.

—¿Va algún lado, señorita? —preguntó su mayordomo.

—A jugar con Kobi —respondió, abriendo la puerta y saliendo a su enorme jardín.

Se metió los dedos en la boca y soltó el silbido que provocó que un perro de raza bóxer corriera hacia ella, pero antes de llegar, Sakura le lanzó la pelota y el perro ladró, siguiéndola como una flecha. La pelirrosa también se puso a correr para hacerle saber a su mascota que no era la única que se cansaba.

Kobi mordió la pelota y la masticó como si fuera un chicle. La chica abrió los ojos como platos e intentó quitársela, justo cuando la rompía y se la daba sin mayor tipo de resistencia. Sakura miró asqueada su mano llena de saliva y luego a su perro ladrar felizmente.

—¡Es la décima que rompes esta semana! —exclamó con el ceño fruncido. Kobi, sin pensar que le estaban riñendo, se puso sobre sus patas traseras y ladró como si se estuviera cachondeando de ella.

Sakura estuvo a punto de reprenderle, pero la voz de su padre llegó desde la entrada.

Se estremeció, convenciéndose de que era imposible que hubiera descubierto su portátil roto.

Corrió hasta donde se encontraba su padre con el primo de Hinata al lado, Neji Hyuga. Le sonrió justo cuando llegó a su lado. En un vago recuerdo de su memoria, recordó a aquel mocoso que obligaba a su prima a contar hasta diez mientras ellos dos se escondían y cómo se las ingeniaba siempre para hacer que descubrieran a Sakura y nunca tener que ser él quien tuviera que atraparlas a ambas.

Entonces se acordó de que juró odiarlo por, aparte de hacerle esa jugarreta en el juego de las escondidas, siempre, pero siempre la dejaba en evidencia, preguntándole alguna cosa que todavía desconocía y diciéndole que era «una niña sin memoria». ¡Eso para ella de pequeña era un insulto! Se sentía como si no fuera digna de ser quien era.

En resumen, Neji había hecho de su infancia un infierno (no tan exagerado, pero en sus momento le dolió muchísimo). Al principio creyó haberse alegrado de verle, pero conforme pasaban los minutos, los recuerdos de su infancia junto a él, iba a peor. ¡Incluso una vez, le tiró un cubo de agua en la cama y luego fue diciendo por ahí que se había meado! Era un niño muy cruel. Demasiado. ¿Por qué? Nunca llegó a descubrir el verdadero motivo de su comportamiento. Quizá era malo, así de simple, puesto que con Hinata hacía exactamente lo mismo…, o peor porque vivían en la misma casa.

—Sakura —dijo su padre—. ¿Te acuerdas de Neji, el primo de Hinata?

—¿Cómo no acordarme? —replicó con una sonrisa, dejando entrever que no se había olvidado de nada. Dejó caer con disimulo la pelota llena de saliva de su perro y la extendió para estrecharla con el chico. Se regodeó en su dicha al ver la cara de fastidio del joven.

Que se aguante, pensó malvadamente.

Lo poco y nada que había logrado escuchar de su padre era algo así como que Neji había acabado la carrera y ahora volví a su lugar de origen para encontrar trabajo. Tampoco le importaba su vida. De hecho, lo que deseaba era correr escaleras arriba, coger el teléfono, marcar el número de Hinata y planear una táctica para devolverle a su primo todas las malas pasadas que le había hecho de pequeñas.

Ese Neji Hyuga no sabía en qué se había convertido la dulce Haruno.


.


Al día siguiente, cuando la limusina aparcó frente al colegio, Sakura salió, contenta de sí misma por haberse levantado pronto…, en realidad, durmió poco esa noche, temiendo que su padre entrara de improviso a su habitación y viera el destrozo del portátil. Incluso había tenido una pesadilla con eso. Tenía comprar uno, ya.

Pero ese podía decirse que era el menor de sus problemas. Nada más cerrar la puerta de la limusina, alzó sus ojos verdes y se topó de pleno con los negros del chico malote de la moto. Buscó al rubio, pero no lo encontró por ninguna parte y supuso, intentando sobrepasarse de egocéntrica y equivocarse, que aquel chico había venido expresamente a esa hora temprana de la mañana para verla a ella.

Sasuke insinuó una sonrisa torcida y la pelirrosa dio un zapatazo en el suelo, girando sobre sí misma, cruzó el patio y se metió dentro del instituto.

Gilipollas, fue todo lo que pensó.

Sin embargo, el pelinegro retuvo las ganas de bajarse de la moto, ir tras ella y tomarla allí mismo. Esa chica ni se imaginaba que estaba actuando tal y como le gustaban a él…, siempre y cuando, al final cediera, se acostara con él y si te he visto no me acuerdo. Así era con todas y la chica rica no sería la excepción. Por supuesto que no.

El pelinegro puso en marcha la moto, haciendo sufrir al motor para sentirse dichoso de todas las miradas que aquellas niñas de papá desvirgadas le mandaban, sedientas de hambre.

Oh, sí, nadie se resistía a Sasuke Uchiha.


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—¡Vamos, Sakura, era un niño pequeño! —Hinata, que al parecer se había muy amiga de su primo, le estaba defendiendo. La pelirrosa se llevó una mano al corazón, ofendida, mientras salían a la calle durante la hora del almuerzo. Ventajas de ir a bachillerato; que podías salir a la calle.

—¿Un niño pequeño? ¡¿Un niño pequeño? —exclamó fuera de sí—. ¡Me rompió todas mis muñecas! ¡Me pintó todos mis libros! ¡Y decapitó a mi preciado osito de peluche, Peluquín!

—¿Tu osito se llamaba Peluquín? —preguntó Hinata con media sonrisa.

—¡No te burles! —Sakura se detuvo frente a ella, con las manos en la cintura y el ceño fruncido—. ¡Sufrí mucho por ese peluche! ¡Había muerto a manos de tu primo sediento de hambre! Jamás se lo perdonaré. Todavía tengo pesadillas con su muerte.

Su amiga, en mitad de su explicación sobre su odio incondicional hacia su primo, comenzó a desternillarse como una posesa. Y no ayudó en nada que Sakura comenzara a zarandearla por los hombros, lejos de ayudarla a parar de reír.

—¡Eres mala, Hinata Hyuga! —puso ambas manos en su cara—. No tienes corazón.

—Sakura, ha madurado. Es… mejor persona —dijo, una vez pudo controlar las carcajadas. Ante la mirada sospechosa de su amiga, aclaró—. Le resultas bonita.

Hinata, tal vez, pensó que las mejillas de su amiga se colorearían y comenzaría a jugar con su pie y sus manos, pero Sakura nunca había creído en el amor desde que se dio cuenta de que era una marioneta dirigida por su padre. Y eso lo comprendió a los diez años, así que ningún chico había conseguido atravesar el impenetrable muro que bordeaba su corazoncito, a resguardo de cualquier chico que quisiera hacerle daño.

A veces la Hyuga la envidiaba por eso; Sakura era muy fuerte en cuanto a sus sentimientos y en su futuro veía un marido, pero ningún rastro de amor. En esos momentos, su amiga se preguntaba si la pelirrosa podía ser feliz de ese modo. Sin amor.

—¡…y por eso nunca podré fiarme de los chicos que actúan de ese modo! —Hinata casi se sintió culpable por no haberle prestado atención a sus palabras que despellejaban a insulto limpio, lo más seguro, a su primo. Pero no llegó a sentirse culpable del todo porque ayer por la tarde su querida amiga rosa le hizo lo mismo.

—En resumidas cuentas, ¿todavía le guardas rencor a Neji?

Sakura entrecerró los ojos.

—Peluquín nunca me lo perdonaría —dicho esto, giró sobre sus talones y se puso a andar, dejando a una Hinata bastante sorprendida. Sakura era de esas chicas que no entraban en razón ni aunque cayera un meteorito. ¿Cómo podía ser tan madura para unas cosas y tan estrecha para otras?

Pero, de pronto, vio la espalda de la pelirrosa ponerse tensa, apretar los puños y pararse de golpe, como si algo que hubiera visto fuera de aquello más congelante. Hinata, curiosa, se acercó y pronto sonrió tontamente al verle a él.

—¡Hinata-chan! —el rubio pasó por al lado de Sakura, se detuvo frente a la chica y le sonrió con su sonrisa zorruna.

—N-Naruto-kun —murmuró, perdiendo la fuerza con la que hablaba con su amiga.

Sakura escuchó de lejos la conversación que sostenía su amiga con aquel chico rebelde puesto que sus ojos se concentraban en aquel pelinegro que caminaba con aires superiores —y sensuales— hacia ella. Pudo comprobar con miedo que le sacaba una cabeza de altura y su constitución era fuerte y musculosa. Si quisiera hacerle algo malo, lo haría sin poder oponer mucha resistencia.

A pesar de no querer reconocerlo, comprobó que aquel chico estaba como un queso.

Se detuvo a escasos centímetros de su cuerpo y Sakura, oyó como un repiqueteo lejano, su corazón. No recordaba cuándo fue la última vez que escuchó como aquel órgano vital resonaba en su pecho, pero era muy silencioso ese latido…, aunque lo suficiente alto como para que ella se preocupase.

—¿Pensabas que te habías deshecho de mí, Sakura? —Frunció el ceño ante el tono en el cual utilizó para hace uso de su nombre.

—No recuerdo haberte dicho mi nombre.

—Tu amiga se lo dijo a mi amigo. —Estúpida Hinata. ¿Cuánto tiempo había hablado con él?

—Tengo que ir a comprar el almuerzo —alzó el brazo, lo apoyó contra el costado de Sasuke y lo hizo a un lado (consiguió moverlo, más que nada porque él quiso)—. Gracias —y echó a andar, pero al instante supo que no iba sola.

Él la acompañaba.

—Una chica no debe ir sola por las calles de una ciudad peligrosa.

—El peligro más cerca que tengo en estos momentos eres tú.

—Cierto es —aquel chico conseguía ponerle los nervios a flor de piel—. ¿Qué vas a comprar?

—Algo que tú nunca te podrás permitir.

—¿Restregando por la cara el dinero que gana tu papi? —Pensaba que utilizar el dinero como arma para hacerle ver que él era demasiado pobre como para mezclarse con gente de su clase social, le haría daño. Creyó que había causado el efecto contrario.

—¿Por qué no te vas y me dejas en paz? —Sakura le miró de reojo; caminaba con las manos en los bolsillos del pantalón con los hombros ligeramente encorvados, pero se le seguía viendo… guapísimo.

—¿Cómo podéis aguantar tanto tiempo en el instituto sin aburríos? —preguntó, ignorando la invitación de marcharse.

—Porque quiero un futuro…, no como otros —continuaba enviándole pullitas, pero el pelinegro seguía como si le dijera que le encantaba su compañía.

—Sí, hay gente que vive el día a día sin importarle el mañana. —Ese tipo de gente, ¡era él!

Sakura cruzó la calle de repente y entró en una panadería bastante cara con la esperanza de que Sasuke se diera cuenta de que eso no era para él. No se dio cuenta y entró. Y la pelirrosa le odió. Y la dependienta le miró por encima de las gafas, encarando una ceja. Lo que la joven temió fue que aquella mujer mayor, en vez de pensar qué hacía una persona que no podía comprar ni un pan en su tienda, pensara de dónde había salido aquel chico con complejo de dios.

Todo estaba en contra de Sakura, incluso sus pensamientos.

Carraspeó para atraer la atención de la mujer y despegar los ojos del paquete de su acompañante no grato.

—Perdone…, quería ese croissant de chocolate —pidió, notando los ojos negros recorriéndole todo el cuerpo.

Después de pagar, se dio la vuelta y se fue del lugar. ¿Era ella o todo el mundo se sorprendía viéndola con ese… espécimen? Cogió su comida de la bolsita marrón y le dio un gran bocado a su almuerzo. El chocolate era lo único que podía calmarla en esos momentos.

—Como sigas comiendo con esa energía… —Sakura se giró, dando un zapatazo en el suelo y le miró con el ceño fruncido.

—¡¿Qué? —exclamó con la boca llena de croissant.

—Te veo un poco gorda. —Obviamente, mentía, pero a Sakura se le veía una persona bastante contestona y quería saber si con picarla un poco con temas tabús para las chicas, conseguía hacerla saltar.

Lo consiguió. Sasuke Uchiha era un hacha con las mujeres.

—¡Vete a la mierda, gilipollas! —y para ver que Sakura no se avergonzaba de su cuerpo, le dio otro bocado al croissant y masticó con la boca abierta.

Después, dio media vuelta y emprendió el camino hacia su instituto.

—¡No te lo decía a malas! —exclamó el Uchiha, siendo fiel a la verdad. Ni siquiera pensaba que le sobraba algún kilo. Sakura era una mujer muy atractiva…, aunque él pensaba en silencio que quizá ella no lo sabía.

Aún quedaba un tramo bastante largo para llegar a su instituto y Sakura pensó, inocentemente, que lo haría sola. Enseguida escuchó los pasos de aquel grosero que le había dicho gorda a su lado.

—¿Por qué no te vas a paseo?

—Es lo que estoy haciendo: paseo.

Mierda.

—Déjame en paz.

—No te estoy hablando para molestarte —¿Siempre tenía que tener la razón?

Sakura terminó de comerse su croissant de chocolate, feliz, aunque preocupada pensando que quizá si se estaba pasando de comer golosinas. Sacudió la cabeza, ¿ahora le iba a molestar lo que dijera un imbécil descerebrado? Lo más probable es que lo hubiera hecho para molestar… y el problema era que lo había conseguido.

Justo cuando pasaron por al lado de una hermosa moto negra, escuchó la voz de Sasuke a un metro detrás de ella.

—Sakura, yo me quedo aquí —se giró y lo vio apoyado en el sillín—. Ha sido un agradable paseo y espero repetirlo mañana.

—Yo no lo espero para nada —replicó y pronto sus ojos volaron a su moto. ¿Por qué siempre le habían atraído tanto las motos? Ni siquiera ella lo sabía y, sin embargo, le daban miedo.

—¿Quieres que te dé una vuelta? —preguntó con una sonrisa socarrona.

—No, gracias.

—Puedo llevarte a tu instituto para que no te pase nada.

—Antes me subo en el coche de un desconocido.

Sasuke asintió.

—Quizá cuando quieras subirte, ya has perdido tu oportunidad.

—¡Mira cómo lloro! —murmuró, haciendo ver que se apartaba una lágrimas del ojo.

—Entonces, sino quieres que te lleve, ¿por qué aún estás parada delante de mí sin ningún ademán de girarte y caminar hacia tu adorado colegio?

—¡Pero si eres tú, que me está entreteniendo! —exclamó. Sasuke alzó una ceja mientras un intento de sonrisa asomaba en sus labios. Sólo fue un intento.

—De acuerdo —alzó los brazos en señal de paz y se subió a su moto, colocó bien el espejo, puso la lleva en su sitio y volvió sus ojos a Sakura—. ¿Aún estás aquí? Al final pensaré que me quieres violar o algo.

Las mejillas de la pelirrosa se pusieron rojas de vergüenza y le enseñó la lengua infantilmente.

—¡Espero no volverte a ver nunca, imbécil!

—Mañana estaré por aquí a la hora de la salida —anunció.

—¡Vete a la mierda! —entonces, se dio la vuelta y se marchó, pisando fuerte, exhibiendo su cuerpo sin darse cuenta de todas las miradas hambrientas que los hombres le mandaban. Sasuke entre ellos.

El pelinegro suspiró imperceptiblemente; ¡qué vocabulario tenían hoy en día las niñas de papá!

Aceleró la moto, pensando en su 'paseo' con Sakura.

Sí, la conversación había ido por buena camino y había sido apetecible.


¡Holaaaaaa...! ¿Hay alguien ahí? Espero que sí O_O. De ser así..., ¿os ha gustado? Es el primer contacto "real" entre Sasuke y Sakura y podemos comprobar que para Sasuke, que le insulten y que le griten en medio de la calle, es una conversación apetecible y agradable..., ¿alguien puede entenderlo?

No tengo mucho más que añadir, sólo que he hecho una segunda lectura de ese capítulo (corrigiendo algunas faltas que se me habían colado o letras que no había puesto y esas cosas xD) y no sé si habrá algo erróneo por allí perdido.

No les quito más tiempo y si le gustó..., ¡ya saben! Dejen su opinión.

Cuidenseeeeeeeeee!

(:

JenAckles