N/A: Chibi Rukia reportando de nuevo en fanfiction y en el fandom de Fairy Tail con un pequeño drabble NaLu que escribí hace tiempo y que he redescubierto hoy mismo. Otra de las creaciones de las que más orgullosa estoy en este momento =) Espero sinceramente que os guste.

¡Un saludo!

Disclaimer:Fairy Tail, su historia y sus personajes son propiedad de Hiro Mashima. Si fuese de la mía, estos dos haría tiempo ya que se habrían convertido en cannon.


Para Lucy fue toda una sorpresa el día en que se dio cuenta de que Natsu le gustaba, porque no era algo que hubiese vaticinado o esperado. Nunca había sentido mariposas en el estómago, ni habían aparecido corazoncitos flotando alrededor al verle, como había leído en tantos libros, como se había imaginado tantas veces. Simplemente, un día, le había mirado al sonreír y había pensado que tenía una de las sonrisas más bonitas y sinceras que había visto en la vida. Y había sentido ganas de besarle. A él. A Natsu. Al idiota de Natsu. Al idiota emprendedor, estúpidamente noble y leal de Natsu.

Fue tan desconcertante que se quedó unos segundos con la mirada perdida en la nada, y sintió que un nudo se le formaba en el estómago, provocándole temblores por todo el cuerpo.

—¿Lucy?

El susodicho le puso una mano sobre el brazo, y sintió que la palma del muchacho le ardía contra la piel. Sus ojos rasgados se posaron sobre los de ella, y las mejillas comenzaron a quemarle.

—¿Qué…?

—¿Te encuentras bien?

—¡Sí! ¡Perfectamente! ¿Por qué no iba a estarlo?

—Estabas como ida.

—Definitivamente Lucy es una chica rara — dijo Happy con voz burlona, situándose sobre la cabeza de Natsu.

—¡Maldito gato!

El muchacho se echó a reír, sin apartarse de ella, y poniéndole la otra mano en la nuca, unió sus frentes en una caricia suave.

—Es por eso que me gusta tanto. Porque es rara.

Lucy supo perfectamente que no lo decía en el mismo sentido en que ella acababa de pensarlo, pero el corazón se le aceleró, igualmente, y la boca se le secó al tener sus labios tan cerca. Pero se limitó a sonreír e imitar el gesto de Natsu, cerrando los ojos y dejándose inundar por su aroma, tan cálido y masculino, mientras le daba un pequeño cachete en la cara.

—¡Raro lo serás tú, idiota!

Cuanto podía llegar a adorar a Natsu, y cuanto podía él llegar a ignorarlo.