¡Hola a todos!
Por fin he decidido colocar el epilogo, con algunas modificaciones.
Muchas gracias a todos por sus comentarios y seguir leyendo esta historia hasta él final.
El Último Uchiha
Epílogo
Un par de ojos rojos brillaron en la oscuridad. Su objetivo era rápido, pero no lo suficiente para unos ojos como los suyos.
Podía anticipar cada movimiento como si mirara el futuro. Sonrió de medio lado, mientras el objetivo iba directo a la trampa que su equipo había preparado.
—Posición A, lista —habló en un susurró. Su voz grave no alteró en nada a su víctima que seguía pavoneándose hacía la inminente captura—. El objetivo se dirige al punto de encuentro.
—Posición B, confirma —dijo la voz de una chica por el comunicador—. También lo tengo a la vista.
De repente un fuerte ladrido se escuchó por los comunicadores, retumbando en sus oídos. Un instante después un gran perro saltaba hacia el sendero; y el gato gordo y pardo que habían estado siguiendo, maúllo y corrió en la dirección contraria.
—¡Atrápalo, Minato! —gritó Kenji por el comunicador. El moreno cerró sus ojos con fuerza, sintiendo como su cabeza palpitaba.
Minato saltó al sendero y el gato maúllo, cambiando su rumbo. Minato corrió tras él, Kenji se unió al poco tiempo y escuchó los gritos de Sango llamando a su perro. Salieron del bosque y el agua del río brilló frente a ellos.
El gran gato se detuvo se inmediato; Minato y Kenji saltaron por él, atrapándolo, pero cayendo al agua también.
Sango llegó hasta ellos jadeando y Toboe les ladraba desde la orilla.
—¡Controla a ese maldito perro! —gritó Kenji al salir del agua, completamente arrullado. Minato lo siguió, abrazando al gato que seguía calvándole las uñas en sus brazos
—Misión completada —anuncio por el comunicador.
—Lo he visto —respondió su maestro. Un instante después salía desde el bosque, caminando con pasos tranquilos y su eterna sonrisa—. Pero no han sido nada sigilosos, si estuvieran persiguiendo ninjas, ya estarían muertos.
Volvió a sonreír, en una mueca un tanto espeluznante después de sus palabras.
—Tío Sai —dijo Kenji, soltando un suspiro—. No tienes por qué decirlo así. Según tú, hemos muerto en todas las misiones que nos han asignado —bufó, y cruzo sus brazos sobre su pecho—. Todo fuera diferente sin ese pulgoso —agregó entre dientes. Sin embargo, Sango lo había escuchado y saltó de inmediato defender a su mascota.
—No culpes a Toboe de tu inutilidad.
—La inútil eres tú, que no sabes controlarlo.
Sango lo fulminó con la mirada, pero fue Minato quien intento intervenir.
—Kenji, Toboe es parte del equipo —recordó— y no tienes que hablarle así a Sango.
—Y después dices que no la defiendes —masculló entre dientes, cruzándose de brazos.
—¿Que dijiste? —preguntó Minato.
—Que olvide que no se puede discutir con tu noviecita —gritó enfurecido
Los dos niños se sonrojaron hasta la raíz del cabello, mientras Sai los observaba curiosos. Miró como Minato bajaba su rostro, balbuceando palabras incomprensibles. Sango jugueteaba con sus pies, evitando a los dos chicos, y Kenji fingía ver hacia una lado, mientras que de reojo pasaba su mirada del niño Uchiha a la Inuzuka.
Sonrió levemente, tenía una teoría que deseaba comprobar con ellos tres.
—Será mejor que llevemos el gato a la torre Hokage y acabemos con la misión.
Los tres niños lo siguieron a través de la aldea. Los saludos a Minato no cesaron en las calles más concurridas. Las niñas intentaban retenerlo -como lo habían hecho con su padre cuando este estaba niño-, y él les daba una cálida sonrisa disculpándose. Sango caminaba cada vez más deprisa y Kenji se había rezagado con su amigo, sonriendo y olvidando toda la pelea en el rio.
Finalmente entregaron el reporte de la misión al sexto Hokage, Kakashi Hatake, y los tres niños se despidieron afuera del edificio, sabiendo que esa tarde llegaría Hideto de misión y como era costumbre, irían juntos por dangos.
Minato suspiró cuando corrió la puerta de entrada a su casa. Se detuvo un instante, antes de quitarse los zapatos y anunciar su llegada.
El olor del almuerzo se colaba desde la cocina, pero no encontró a su madre por ningún lado.
—Bienvenido —anunció una voz masculina. Minato se giró hacia la derecha, observando la puerta que daba al jardín, abierta, y caminó hasta ahí.
Sentado, en la tarima de madera estaba su padre, Sasuke Uchiha, afilando su inseparable katana que no necesitaba realmente más filo, pero era una antigua costumbre del shinobi. Apenas había levantado la vista para verlo y Minato estaba seguro de que se había percatado de cada una de sus heridas.
—¿Siguen atrapando al gato? —preguntó con un poco de burla. El chico sintió sus orejas arder y asintió.
—Sai-sensei piensa que no somos lo suficientemente discretos aun.
Sasuke alzó una ceja. Por la forma en la que sus ropas aún estaban empapadas y llenas de barro, él tampoco creía que lo fueran.
Unos rápidos e irregulares pasos se escucharon, pisando fuerte sobre la madera. Minato se percató como todo el cuerpo de su padre se tensó antes de girarse y ver a su pequeña hermana dar traspiés hacia ellos.
La pequeña niña había dejado a un lado las flores con las que jugaba y se había lanzado en una frenética carrera hacia los dos Uchihas. Se enredó con sus regordetas piernas, que con muchos esfuerzos controlaba, y trastabilló hacia enfrente. Antes de que Minato pudiera incluso pensar, Sasuke se había lanzado a atraparla y la niña reía ahora en brazos de su padre.
El chico sintió algo extraño en su pecho y miró la escena con una pequeña sonrisa.
No podía negar que cuando ella había nacido, hace un poco más de un año, se había sentido completamente desplazado. Además, ver las atenciones de su padre con esa niña le dolían, porque le recordaban que él no las había tenido. Sin embargo, ahora era diferente.
—Hola, Sarada-chan —dijo acercándose.
La niña balbuceó palabras incompletas hacia él y rio, inundando con ese sonido el hogar de los Uchiha. Aun no coordinaba muy bien sus movimientos y su regordeta mano golpeó la cara de su padre en su ajetreo por llegar a los brazos de su hermano.
Sasuke gruñó y Minato rio.
No todo era bello con Sarada; y Sasuke, que había asumido por acuerdo tácito la mayor parte de su cuidado, había aprendido casi todo respecto a los niños.
Aun con muchas cosas que al líder de los Uchiha no le gustaban de los bebes –y no soportaba a otro que no fuera su propia hija-, Sarada era la luz de sus ojos y Minato podía notarlo muy bien.
Toda la emoción de tener una hermana se había esfumado en el segundo que las pláticas entre sus padres habían cambiado a Sarada esto y Sarada lo otro. Él, sus avances en la academia, su buen comportamiento; y luego, su mal comportamiento…, pasaron a segundo plano. A un tema que tocaban y solucionaban con algún castigo o alguna felicitación, pero terminaba tan pronto su hermana llorara o riera.
No obstante, fue Sasuke quien se percató de su actitud y sus formas de hacerse notar por ellos. No lo había notado tan rápido como a él le hubiera gustado, pero las señales les parecieron claras, habiendo vivido una situación similar con su hermano mayor.
Fue el día en que Sarada cumplió seis meses, aprovechando que Sakura la había llevado al hospital; Sasuke llevo a Minato a una corta caminata cerca del antiguo barrio Uchiha.
—Minato —lo llamó en un tono serio, con su mirada clavada en el terreno lleno de casas abandonadas. El niño posos sus ojos verdes en él, temeroso y expectante —Espero que comprendas, que ahora, tienes un deber mucho más grande que cualquier misión. No solo deberás entrenar mucho más fuerte, sino que también deberás cuidar muy bien tú actitud y tienes que saber que siempre estarás bajo una mirada juzgadora.
—La tuya —murmuró el niño, cabizbajo.
—No. La de Sarada —Minato lo miró sin comprender, sorprendido y Sasuke soltó un suspiro
—¿Sarada?
Sasuke asintió y dirigió sus oscuros ojos hacía él.
—Serás un héroe para ella, su modelo a seguir, probablemente la persona que más ame en este mundo... Pero también serás su principal obstáculo para destacar e inevitablemente la compararan contigo. Por eso, deberás guiarla en todos sus caminos, especialmente cuando tu madre o yo no podamos hacerlo. Recuerda que algún día tú serás el líder del clan Uchiha y cuando esa responsabilidad recaiga en ti, ella estará ahí para ayudarte. Piensa en la persona que quieres ser para ella.
Minato quiso replicar, quejarse de una responsabilidad que no había pedido y que prefería no tener. Pero, antes de que pudiera hacerlo, Sasuke le sonrió y en un gesto tan espontaneo como cariñoso, le revolvió el cabello, dejando a Minato paralizado.
—Ya es momento que conozca la historia de tu tío, tu verdadero tío. Uchiha Itachi.
Esa tarde, Sasuke conto su historia, la de su clan y la de su amado hermano. Minato supo por fin las razones por las que su padre no había estado, se molestó con él, con su madre y con la aldea entera. Y aunque no lo comprendió en ese momento, sino que mucho tiempo después, se sintió seguro al saber que Sasuke se había quedado por ellos, que había roto la maldición de odio, por el amor a una familia que lo esperaba sin importar quien había sido.
Minato procuro recordar todo, la mirada torturada de su padre le advertía que esa historia no la volvería a escuchar y probablemente terminaría siendo uno de los muchos secretos del Clan.
Sasuke se marchó al atardecer, cuando Sakura y Sarada llegaron; pero Minato se quedó ahí, mirando las ruinas de su clan, con las palabras de Sasuke haciendo eco en su cabeza. Luego regreso a casa, sabiendo quien quería ser para su hermana.
Deseaba que ella hablara de él con tanta devoción como su padre lo hacía de Itachi.
Después de ese día, había comenzado a disfrutar de su hermana. Ver como sus padres confiaban en él para cuidarla, lo hacía sentir bien. Ahora era un hermano mayor y debía comportarse como tal.
—Sarada, no —dijo su padre, regresándolo al presente, y su tono autoritario poco intimidaba a la niña.
Escuchó pasos apresurados bajar la escalera y un segundo después su madre cruzaba el umbral.
—Me debo de ir —dijo con la respiración encontrada—. Shizune me ha llamado. La comida esta lista. ¿Te haces cargo de todo Sasuke-kun? Realmente es una emergencia.
—Hn.
Sakura sonrió y luego sus ojos se desviaron hacia su hijo, sonriendo aún más si es que era posible.
Así como Sarada era la luz de Sasuke; Minato era la de Sakura.
La sonrisa se esfumó en un segundo después y ella se acercó al niño.
—Mira todos esos rasguños —dijo sorprendida—. ¿Por qué no te has curado tú mismo?
Minato se sonrojó y desvió la mirada. Sakura había colocado la palma sobre su pecho, encargándose de cada pequeña herida.
—No es para tanto, mamá —murmuró el niño— y recuerda que eso es un secreto para los exámenes chunnin.
Sakura suspiró.
—Ve a cambiarte esa ropa antes de que cojas un resfriado.
Minato rodó los ojos.
—Pensé que tenías que irte.
Sakura entrecerró sus ojos. Le gustaba culpar a Sasuke por la actitud desafiante que últimamente mostraba su querido niño y que le recordaba demasiado a Sasuke a su edad.
—Sakura —llamó Sasuke —Yo me encargo.
Ella nunca admitiría que a pesar de los siete años que él llevaba con ella, nunca se cansaría de tenerlo ahí. De escuchar esas palabras justo cuando más lo necesitaba, de despertarse junto a él, del terrible alivio que la invadía cada vez que él regresaba a casa después de una misión.
Él siempre regresaba, y eso era lo que la hacía más feliz.
Se giró y le sonrió al su esposo.
Minato miro como su madre se despedía de su hermana y de su padre. Y sonrió lleno de felicidad.
Ya no importaba los años que Sasuke no había estado con él, ni siquiera los recordaba para ser sincero, porque ahora tenía la familia que siempre había soñado.
FIN