Hola mis adoradas Kinky Girls.

Aquí estamos de vuelta para por fin, darles a ustedes y a nuestro Señor, el final que merecen. Sé bien que ha pasado mucho tiempo desde el último capítulo, ¡años!, pero más vale tarde que nunca y ahora que la salud me lo permite vuelvo con todas las ganas para hacerlas pasar por todas las emociones posibles.

Considerando que han pasado varios años, la historia se reeditará magistralmente por nuestra queridísima Jo Ulloa y se irá actualizando desde el capítulo uno; de esta forma volveremos a leer al Señor y recordaremos tantas escenas que nos hicieron llorar, sufrir, reír, soñar, añorar, suplicar, desear y amar, sobre todo a nuestro exigente y guapo protagonista.

Y no se me preocupen que esto que les platico no es un proyecto a futuro sino una realidad tangible y cercana.

Mis nenas, antes de despedirme por el momento, quiero agradecerles todo el apoyo a esta historia y desde luego millones de gracias por preocuparse por la salud de esta humilde servidora.

Bueno mis Kinkys, esperaré con ansias todos sus comentarios y sugerencias.

Y recuerden… tengan mucho cuidado con lo que desean…

Empieza el conteo regresivo…

3…

2…

1…

Besos, Amelie y Jo.

XOXO :)


Summary: Ten cuidado con lo que deseas porque se te puede cumplir. Y ahora que ya estaba bajo el poder del Dom Edward Cullen y estaba cumpliendo todos los sueños de mis novelas eróticas, ¿era feliz con él?


Disclaimer: Los personajes no son de mi autoría sino de la estupenda creadora de la saga, S. Meyer. Por otra parte, la trama, es mía. Esta historia, narra temas controversiales y que pueden causar algún tipo de molestia o incomodidad, por lo tanto, si no tienes criterio formado, te sugiero, no leas.


Capítulo editado por Jo Ulloa


A veces nuestro destino semeja un árbol frutal en invierno. ¿Quién pensaría que esas ramas reverdecerán y florecerán? Mas esperamos que así sea, y sabemos que así será.

Goethe


Sacré Coeur

Me miré en el espejo y me di el último toque en los labios; caminé hasta la cama y me puse el vestido; era negro, sexy, provocador y, para mis fines, era más que perfecto. Tomé mi pequeño bolso, negro también y metí la tarjeta de mi habitación, unos dólares y unos cuántos condones. Las chicas prevenidas valen por dos.

Salí hacia el ascensor y en mi labio superior apareció un ligero temblor. No eran nervios. Era un sentimiento de anticipación, ese que da cuando una está a punto de vivir algo realmente excitante y yo, estaba a punto de hacerlo…

Tendría sexo con un extraño.

Me dirigí al bar del hotel y con cada paso que daba, mi sexo se humedecía por el roce con la seda de mis suaves bragas al igual que mis pezones se ponían duros al frotarse con la tela de mi sujetador, era una sensación exquisita el sentir mi deseo a flor de piel, solo necesitaba encontrar con quien compartirlo.

Entré y observé rápidamente el lugar, la mayoría eran hombres de traje tomándose una copa después de un día de trabajo. Nadie que llamara mi atención. Me tomaría un Apple Martini y luego preguntaría por un bar con más movimiento. Elegí una mesa en un rincón y una mesera se acercó, pedí mi copa y de pronto lo vi. Entró en el bar con confianza, quizá incluso arrogancia en su expresión y en su avance. No tenía duda de que era un hombre que sabía lo que quería... y lo conseguiría.

Era el hombre indicado para mi fantasía.

Estaba vestido todo de negro, desde su camisa hasta sus jeans. ¡Diablos! Me encantaban los hombres de negro, me encantaba la forma en que sus jeans moldeaban su trasero. Lo hacían extremadamente sexy, pues no vestía pantalones flojos como el resto de los hombres del bar. Parecía más duro. Más peligroso.

Emanaba de él un poder sexual que me secaba la boca y hacía latir mi sexo. Mis manos sudaban y el temblor de mi labio había descendido a mis piernas. Sus brazos mostraban unos fuertes músculos trabajados pero sin exagerar, sus caderas eran angostas y esa boca… ya podía sentirla recorriendo cada rincón de mi cuerpo —mi sueño hecho realidad—. Pidió una cerveza al barman y después de darle un buen trago se dio media vuelta para dar una repasada al lugar con una rápida mirada. —¡Que me mire!, ¡que me mire!— rogué, y lo hizo.

En ese momento, mis ojos quedaron atrapados por los suyos. Una fuerte corriente golpeó mi cuerpo desde mi pecho hasta el centro de mi sexo, haciéndome abrir la boca y mis labios incitantes. El desconocido me escudriñó con la mirada y yo, decidida y tragándome el nudo que se había formado en mi garganta, se la sostuve mientras mis dedos resbalaban de arriba abajo por el tallo de mi copa de Martini. Se volteó, pagó y tomó la botella para ponerse de pie y dirigirse a mí, sin despegar los ojos de los míos. Estaba segura de que podía escuchar el acelerado ritmo de mis latidos y que también era capaz de oler mi excitación, al igual que mi sonrojo, no le pasaría inadvertido. Lo sabía. Se acercó y sin preguntar jaló una silla deslizándose en ella; se inclinó hacia mí con todo su cuerpo quedando muy cerca de mi boca. Me sobresalté ligeramente al sentir su rodilla rozando mi muslo. Mi respiración se agitaba.

Hola —dije con voz delicada y suave—, soy…

Shhh —me cortó y me sonrió—. No me importa tu nombre, mejor dime qué haces tan sola.

Bueno, yo…

Sin pena, no muerdo… muy fuerte —rozó sus labios con los míos—. ¿Cuál es tu más profundo y oscuro deseo? ¿Qué es lo que quieres más que nada en este momento?

Yo… quiero ser follada por un… extraño.

¿Por un extraño?

Yo… quiero ser follada por ti.

Me gusta la honestidad.

Quiero saber algo de ti… ¿Cómo te llamas? ¿A qué te dedicas?

Ni mi nombre ni lo que hago influirán en cómo te voy a hacer gozar.

Pero…

Sin peros —dijo con firmeza—, quítate las bragas.

¿Estás loco? —dije alarmada, no estaría hablando en serio. Él enarcó una ceja en un claro desafío y después de unos interminables segundos en los que no me moví, se empujó en su asiento con toda la intención de levantarse—. ¡No!

Con disimulo miré a mi alrededor, asegurándome que nadie me prestaba atención, subí mis manos hasta mis caderas por debajo de mi vestido y discretamente comencé a bajar mis mojadas bragas.

¡Mírame preciosa, no apartes la mirada de nuevo!

Lo obedecí para distraer un poco el nerviosismo que se apoderaba de mí, me incliné un poco y las bragas pasaron por mis rodillas cayendo finalmente hasta mis tobillos.

Dámelas.

Encerré la pequeña prenda en mi puño y la coloqué en la palma de su mano, que descansaba abierta sobre la mesa. Él la llevó hasta su nariz y aspiró profundamente.

Tu excitación es el olor más maravilloso que he conocido, estás mojada por mí, ¿no es cierto? Estás lista… —Estaba tan cerca de mí, que su lengua lamió mis labios excitándome más y haciéndome sentir un gran charco entre las piernas—. Voy a follarte aquí mismo con mis dedos y vas a disfrutarlo mucho, de ti depende que todos se enteren o no.

Su voz grave me hipnotizó al mismo tiempo en el que su mano se metía entre mis muslos, llegando a mis pliegues empapados y entrando con sus dedos hasta tocar mi clítoris. Con la habilidad de un experto lo manipuló arrancándome suspiros, se dedicó a el y recorrió mi sexo de norte a sur, deslizándose por mi lubricada zona.

Concéntrate en mí —Me pidió al mismo tiempo que continuaba con la gloriosa labor de darme mucho placer—. Mírame mientras mis dedos te follan. —Y los enterró en mí.

Me encontraba flotando en una realidad alterna, yo no podía estar viviendo eso. ¡No ahí! Mordí mis labios para ahogar mis gemidos y bajo su intensa mirada mis sensaciones se iban acumulando, llevándome al borde del éxtasis. Mis sentidos no respondían, me sentía desubicada como una brújula que había perdido el rumbo, solo podía obedecer a esa mágica e hipnotizante voz, de pronto un pellizco en mi clítoris y su orden…

¡Córrete, córrete ahora!"

—¡Corran!

Las campanas se escucharon a lo lejos anunciando la hora de la cena y con toda la rapidez de la que fuimos capaces, apagamos los cigarrillos, recogimos los libros que llevábamos para disimular y distraer al enemigo, así como la manta dónde estábamos recostadas, nos pusimos las horrendas calcetas blancas hasta debajo de la rodilla, los zapatos, nos abotonamos las blusas ocultando nuestros delicados y sexys brassieres que nos habíamos comprado en la tienda de lencería de la ciudad y, lo más importante de todo, escondimos bajo el feo uniforme del internado nuestro gran tesoro: nuestra novela erótica.

Esta vez fue el turno de Alice. La verdad, casi siempre le tocaba hacerlo, era la mejor de las tres para hacerlo pasar desapercibido entre su blusa y soportar toda la cena con el libro pegado a la espalda como si nada; Rosalie y yo estuvimos a punto de delatarnos varias veces, además tampoco teníamos el don de Alice para actuar tan fríamente.

—¡Corran!

—¿Cómo carajo no nos fijamos en la hora? —Rose corría con los libros en un brazo y con la otra mano se quitaba algunas hojitas secas de su rubia y bien cuidada cabellera.

—Nuestro caliente desconocido no nos lo permitió —dije mientras bajábamos la colina—, estoy segura que nos ponen un retardo y adiós nuestro fin de semana en la ciudad.

—¡Muevan esos traseros señoritas y démonos prisa si no queremos permanecer recluidas dos días más aquí!

¿Solo dos días?

A nuestros 16 años, ya llevábamos presas en ese internado casi tres años y cada día que pasábamos entre esas paredes era un suplicio para nosotras. No, no podíamos quedarnos ese fin de semana enclaustradas también, había una fiesta y nos moríamos de ganas de ver chicos y, si eran del internado vecino, ¡mejor!

Nuestra prisión era el prestigiado internado del Sacré-Coeur para señoritas. Enclavado en las faldas de los Alpes Suizos, la regia construcción se erigía majestuosa entre verdes colinas. En sus decenas de primorosas habitaciones, albergaba encantadoras princesitas problema exiliadas por sus familias y que eran recluidas en ese antiguo colegio para ser instruidas en múltiples áreas, las básicas claro, como las matemáticas, biología, literatura, química, historia, música, idiomas, etiqueta y buenas costumbres, entre otras más formativas.

También estábamos las que, por alguna u otra razón, nuestros padres pensaban que el distinguido colegio era mejor opción que permanecer con nuestras familias. Como Alice por ejemplo, que sus padres viajaban tanto y siempre estaban de fiesta por algún lugar del mundo y por eso, en vez de dejarla sola en su enorme mansión, habían decidido que aprendiera a ser toda una señorita de buena clase y familia en el renombrado internado. O como Rosalie, que había perdido a sus padres en un accidente y en su testamento estaba estipulado que permaneciera ahí hasta su mayoría de edad y pudiera tomar posesión de su herencia. Finalmente, estábamos las chicas como yo, que mi padre tomó la difícil decisión de llevarme al Sacré-Coeur unos meses después de morir mi madre, víctima de cáncer.

Yo sabía que para mi padre no había sido nada fácil pensar siquiera en la posibilidad de dejarme ahí, pero era un hombre de negocios muy importante y ocupado que lideraba Higgin Steel Group, una empresa dedicada al acero y a la distribución, venta y comercialización de sus productos y derivado. Yo lo entendía muy bien y, aunque me dolió mucho, tuve que aceptar el permanecer en el internado hasta que creciera un poco más y fuera una persona educada, madura y responsable.

Aún recuerdo como si hubiera sido ayer el día que nos despedimos. Mamá cumplía 3 meses de haber fallecido y juntos habíamos prometido en su tumba —antes de volar a Lausanne— no deprimirnos, ser fuertes y salir adelante, tal cual como nos había pedido en su lecho de muerte, y no íbamos a defraudarla. Desde luego, había sido una despedida difícil. Yo quería hacerme la fuerte para no causarle más dolor a papá y él trataba de hacer lo mismo, pero no nos había dado resultado. Lloramos abrazados un buen rato, hasta que llegó una cuarentona con anteojos con fondo de botella y, con unos toquecitos en mi hombro y unas palabras en francés, me dio a entender que tenía que separarme de papá y seguirla.

Me llevó a la habitación que compartiría con otras dos chicas mientras, de mala gana y en un inglés forzado, me enumerada la infinita lista de reglas del internado. Al entrar, un cuerpo delgado y muy bien formado lloraba hecha un ovillo en una de las tres camas de la pieza.

—Miss Rosalie —La llamó sin importarle la pena de la muchacha—, ella es Miss Isabella y será su compañera de cuarto. Enséñele las instalaciones, le hará bien ocuparse en algo —La mujer salió de la habitación y la chica lentamente levantó la cara, tímida, hasta que vio mis ojos hinchados del llanto.

—¿Tú tampoco quieres estar aquí? —preguntó con la voz pesada por llorar y yo negué despacio.

—Nadie quiere estar aquí nenas —dijo una chica que había entrado sin que la escucháramos, era pálida, pequeñita y con el pelo muy negro— pero no tenemos más remedio que soportar a esta apretada y tratar de aprender todos los trucos para atrapar un buen partido, casarnos y ser buenas esposas… Ah y unas putas en la cama, como dice mi sabia prima.

Ese pedacito de mujer tenía una chispa cautivadora y de inmediato nos hizo olvidar un poco nuestras penas con sus ocurrencias. Desde ese momento dejamos de sentirnos tan solas y nos hicimos más que amigas; fuimos un frente común para toda nuestra vida en el internado. Siempre estábamos juntas, nos defendíamos y cuidábamos de todo aquel que intentara meterse con alguna de nosotras, pero tampoco andábamos de bravuconas, no. Navegábamos con bandera de… buenas e inocentes jovencitas pero de inocentes no teníamos ni las ideas.

No hacíamos travesuras ni éramos mal portadas. No teníamos malas nota, de verdad estudiábamos y nos esforzábamos mucho para gozar de los fines de semana que se nos permitía ir a la ciudad más cercana y ahí, hacíamos valer nuestros pocos momentos de libertad y comprábamos una botella de cerveza que nos tomábamos entre las tres, cajetillas de cigarros, lencería sexy, chocolates, revistas de moda, maquillaje y, lo más importante, que nos hacía tolerar el confinamiento al que nos encontrábamos sometidas y que nos provocaba los ratos más maravillosos fantaseando… nuestras novelas eróticas.

Era nuestro mejor pasatiempo y el que más disfrutábamos. Después de nuestros deberes y antes de la cena, huíamos a las colinas, nos tirábamos en el césped y una de nosotras leía mientras las otras escuchábamos atentas, poniendo atención a todo lo que estaba ahí escrito.

—Eso es lo que en realidad importa en esta vida niñas, aprender el arte de amar, eso las hará mujeres plenas y satisfechas —Nos dijo una de las "grandes" y nos dio un libro antes de dejar el colegio—. Esto les servirá para empezar…

Con miedo lo escondimos y en la madrugada, con una lamparita leímos en susurros nuestra primera lección… "El Deseo la perdió"… ¡Cristo! No era verdad todo lo que leía Alice; Casey buscaba desesperadamente un hombre que le cumpliera todas sus fantasías y mientras lo encontraba, ella sola se daba placer de diferentes formas. Era demasiado para nuestras castas y puras mentes, ojos y oídos. Se nos iban a podrir por leer tal sacrilegio.

"Decepcionada por regresar sola a su casa, Casey se desnudó y, en su cama, decidida a calmar el ardiente furor que sentía entre las piernas, introdujo los dedos entre sus pliegues y los frotó con ritmo acelerado sobre su clítoris, ansioso por sentir esa fricción que la liberaría de todo ese deseo acumulado y que la estaba haciendo perder la razón…"

—¡Cierra ese libro!

—Ay Bella, no seas puritana. ¡Hay que aprender!

—Alice tiene razón, Amanda nos lo dio y debemos aprovecharlo. ¿No te gustaría ser como ella?

—Es segura, sofisticada, sabe de las artes amatorias y por ese pequeñísimo detalle, tiene a todos los chicos de Du Rosey arrastrándose por ella. Definitivamente yo si quiero ser así.

—Es que, Rose, me estoy sofocando con lo que Alice está leyendo.

—Pues yo también pero es normal, nuestras hormonas están gritando que están vivas ¡y que quieren acción!

—Exacto Bella, y para poder darles acción de calidad, debemos aprender a ser buenas amantes. ¿Verdad Rose?

—Por supuesto Alice, así que Bella, cállate y aprende que dentro de unos meses le daremos a nuestras hormonas lo que piden.

Entonces Alice continuó con el relato y mi cuerpo, así como el de mis amigas, pasó por los diferentes grados de calor que nos provocaba dicha excitación.

Como ustedes saben señoritas —decía la Sra. Baumman, directora del internado—, el mes próximo tendremos el baile de cierre de cursos y esta vez la sede será el Colegio "Du Rosey" —Los gritos de todas las chicas no se hicieron esperar, ya que, ese era el internado para varones—. Está de más decirles que esperamos que las alumnas de este colegio dejen el nombre del Sacré-Coeur muy en alto con su impecable conducta, como ha sido a lo largo de tantos años.

—¡Gracias Dios! —Rose dijo emocionada.

—¡Hasta que escuchaste nuestros ruegos! —Alice se golpeaba la frente con las manos entrelazadas.

—¡Al fin dejaremos de ser vírgenes!

—Es verdad Bella, llegó el momento —Alice salió de su trance—, tenemos que comprar nuestros vestidos, tienen que ser dignos de unas princesas que dejaran la castidad.

—Tenemos que vernos hermosas —suspiré.

—Somos hermosas Bella, solo necesitamos un poquito de producción para vernos espectaculares.

—Tienes toda la razón Rose, tengo que dejar sin aliento a Peter.

—¡Cielos Alice! ¿Sigues encaprichada con él? —Le hice una mueca, me desagradaba el chico.

—Pues sí, me encanta y quiero que él sea el primero —Sus ojitos brillaron.

—Yo solo tengo que mandarle un mensajito a Royce y tendrá todo listo. Y tú, Bella, ¿sigue siendo Jake tu candidato?

—Ahh —suspiré tumbándome en la cama—… saben que sí. Desde que lo vi, no he podido dejar de soñar con él y con verme reflejada en sus intensos ojos marrones mientras mi mano acaricia su cabello negro…

—Wow, y yo que creí que tu enajenamiento era pasajero. ¿Quieres que le diga a Royce que le avise? —Comenzó a escribir el mensaje en su móvil.

—Sí por favor, estoy tan nerviosa que no sabría qué escribirle.

—Mmm… necesitamos hacer una lista de todo lo que tenemos que comprar y, después de los vestidos, lo más importante son los condones.

—¿Nosotras los compraremos? —Rose abrió los ojos indignada—. O sea, ellos nos desflorarán y encima les compramos los condones? No me parece justo además, es cero glamoroso.

—¿Nos desflorarán? —Rodé los ojos—. ¿Sigues leyendo a Johanna Lindsey? —Me sacó la lengua.

—Baja de tu nube Rosie, sin globito no hay fiesta, así que si quieres estar tranquila mientras dura tú fiesta, cómprate tus globitos —Como siempre, Alice se llevaba un punto a su favor—. Recuerda que una mujer precavida vale por dos.

—¿Qué se sentirá?

—¿Cómo que qué? —Rose me miró—. Pues lo que hemos leído miles de veces Bella, una fuerza que te llena y se apodera de tus sentidos, un calor que te corre por las venas y tú gritas pidiendo más al sentir su vibrante y poderosa erección colmar tu estrecho e inocente cuerpo, un dolor embriagante que…

—Yo solo espero ver el mundo con otros ojos, más segura de mí misma, más sabía, más mujer…

—¿Dolerá? —Rose preguntó.

—Como un piquete de mosquito, pero solo durará un segundo.

—Ay Alice, debe ser tan mágico… —Volví a suspirar.

Y la cuenta regresiva comenzó. El siguiente fin de semana después del anuncio de la Sra. Baumman, nos llevaron a todas las chicas mayores de 16 años de compras a la ciudad, ya que las menores no asistían a estos bailes. No nos cabía tanta emoción en el cuerpo, habíamos esperado ese día desde que escuchábamos a las mayores hablar de lo magníficos que estos eventos eran y de lo mucho que se divertían en ellos.

También se decía que perder la virginidad con un chico de Du Rosey, era lo mejor que te podía pasar en la vida porque ellos eran, además de guapos, los más experimentados porque llevaban una clase de anatomía y sexualidad. Eran expertos, con ellos no había pierde. Así que muy entusiasmadas, nos compramos unos vestidos de ensueño, lencería, los zapatos, aretes y el ajuar completo para nuestra gran noche, sin faltar lo principal… los condones.

—¿Y cómo sabremos cuál comprar?

—No debe ser muy difícil Rose, digo, qué tan diferentes pueden ser, ¿no?

—Pues desde que hay variedad es que hay diversidad, así que yo creo que tenemos que concentrarnos en las características de nuestros chicos y hacer la elección más acertada.

—Uy, como se lo he visto tantas veces Alice… ¿Cómo vamos a hacer eso?

—Date una idea Rosie.

—¿Puedes darte tú una acerca de la polla de Jake? —Alice me miró maliciosa.

—Pues no, pero me la imagino, yo creo que tendré que comprar extra largo. ¿Han visto como se le marcan los jeans? Debe ser enorme.

—También hay de colores y de sabores —dijo Rose alegre.

—Wow… ¿Piensas darle una mamada a Royce, Rosie?

—¡Alice! —La miré—, no la presiones.

—No la voy a presionar yo, lo hará Royce si esta boba llega con un arcoiris frutal en las manos. Deja que te folle esa linda boca Rosie ¿Te gusta el sabor a fresa o prefieres el plátano?

—¡Mmm! ¡Guacala, qué rico!

—¡Bella! —Rose hizo cara de asco.

—Ya nos contarás Rose, ya nos contarás…

Nos sentamos en una banca en el parque y frente a la farmacia para hacer nuestro análisis. Después de un rato de deliberar, acordamos comprar tamaño estándar sin color ni sabor, ah pero eso sí, pedimos de los ultradelgados, de los que no hacían que se perdiera la sensibilidad.

—Tres cajetillas de cigarros, mentolados light por favor —Me tocó pedirle a la encargada—, dos bolsas grandes de chocolates, sin relleno y cuatro barritas de Smarties.

—Chicas, el autobús ya está esperando en el parque —Saltamos al oír la suave voz que nos avisó. Era una de las grandes y nos miraba divertida mientras negaba con la cabeza—. Vamos, apúrense si no quieren que las deje —Se llamaba Liz y era una de las chicas más populares del internado, tenía un novio guapísimo que se llamaba Greg y por el cual todas, sin excepción alguna, suspirábamos.

Salimos corriendo hacia el parque y subimos al autobús sin mirar a Liz; jurábamos que nos había cachado haciendo nuestra compra y, aunque sabíamos que no nos delataría, la pena nos hizo esquivarla por todo el internado las siguientes semanas.

La gran fecha se acercaba y las tres nos consumíamos por los nervios. Estábamos muy seguras de lo que haríamos. ¿Cómo no estarlo si nos habíamos pasado más de dos años leyendo libros eróticos? Ahí aprendimos todo lo que era necesario saber, en teoría, ya solo faltaba llevarlo a la práctica. Lo deseábamos, nos sentíamos listas, preparadas para dar ese gran paso que nos haría ver el mundo con otra perspectiva. Una perspectiva de mujeres mayores, seguras y con confianza en sí mismas, para elegir su vida y tomar decisiones inteligentes y brillantes, seríamos mujeres de mundo, capaces de conocer con absoluta certeza todo lo peculiar de la conducta masculina. Todo lo que estaba escrito sobre el gran arte de amar, nosotras ya lo habíamos estudiado. Solo faltaba que la gran noche llegara.

Hola, soy Bella Swan y esta noche perderé la virginidad.

Bufé y me burlé de mí frente al espejo. Sola faltaba que me arrepintiera y saliera corriendo; seguramente Jack no me volvería a dirigir la palabra nunca. Ah… Jake, Jake. Tan guapo. No podía creer que mi príncipe azul me haría el honor de "desflorarme", como decía Rose. Pero sí, él sería y yo estaba brincando en un pie, porque desde el día que lo vi jugando futbol, todos mis tornillos se aflojaron. Era el chico más bello que había visto jamás y además de todo, no era nada engreído, como ese Peter que traía a la pobre Alice arrastrándose por él.

—Empieza a arreglarte Bells, debemos estar listas a las 6, solo tenemos 3 horas —Alice estaba muy pendiente del reloj, así que sin objetar, entré al baño para darme una ducha.

"…Me abrazó y después de un tierno beso, tomó mi mano y me guió hasta su habitación. Pude ver su perfecto perfil iluminado solamente por la luz de la luna.

Una cálida brisa se coló por las puertas del balcón abiertas de par en par, elevando las vaporosas cortinas que flotaban libres al ritmo de la sensual melodía que nos envolvía. Me dejé llevar por él y giramos en una danza cargada de pasión. Me tomó en sus brazos y suavemente me depositó en la cama; con lentitud, mientras me besaba de nuevo, sentí que sus manos subían mi blusa y ésta pasaba con facilidad sobre mi cabeza. Por instinto me llevé las manos al pecho, tratando de ocultar mi desnudez.

No te cubras, permíteme admirarte.

Bajé mis manos y mi tímida mirada evitó la suya. A pesar de que no era pena lo que sentía, no tenía el valor para mirarlo a los ojos.

Nunca te avergüences de tu cuerpo, no sabes lo bella que eres…

Poco a poco, fue quitándome las prendas que aún cubrían mi cuerpo, mi falda, mi sostén y mi tanga. Besó cada parte de mi cuerpo, no dejó un solo rincón sin explorar; me adoró con sus manos y con su boca haciéndome sentir más mujer que ninguna, me preparó para ese mágico momento en el que me haría suya, borrando todas mis dudas y me hizo desear ya por fin unirme a él. Sin poder contenerme, temblaba de anticipación en sus brazos y no de miedo, de amor, de un amor que en breve me haría explotar en una inmensa dicha.

Seré tierno mi amor, lo prometo.

Y dicha su promesa, se posicionó para llenar mi cuerpo con el suyo, arrancándome un grito de júbilo al recibirlo entero, dejando de ser una mitad para complementar un todo, elevándome con la fuerza de un huracán, derribando mis barreras…"

—¡Bella apúrate!

—¡Maldita sea Rose! —respondí al ser vilmente interrumpida en mis idílicos pensamientos dejando el libro a un lado—. En quince minutos salgo.

¡Qué nervios! Y esta rubia deslavada asustándome de ese modo. ¿Estaba asustada? Obviamente sí, no a diario una va por ahí perdiendo la virginidad pero ¿cuál era mi miedo? ¿El dolor? ¿La ruptura de una membranita inservible? ¿Dar el paso? ¿Dejar de ser una niña? ¿Crecer?

Si eso era lo único que quería, crecer y regresar a casa junto a mi padre, dejar ese frío e inhóspito internado y volver al calor de mi hogar. ¿Hogar? ¿Cuál hogar? Mi madre ya no estaba y mi padre vivía viajando ¿A dónde iría cuando llegara la hora de dejar el colegio? ¿Tendría el valor para cumplir mis sueños? Lo sabría al día siguiente, cuando pensara con la mentalidad de una mujer y no de una niña sosa, pero si, casi estaba segura que tendría el valor para eso y más.

—¿No es una preciosidad?

Le pregunté a mis amigas mientras me balanceaba ilusionada frente al espejo. Mi vestido rosa strapless se ajustaba impecablemente a mi busto, parecía que lo habían hecho especialmente para mí; su cintura bordada en plata marcaba mi breve cintura y la falda se abría amplia como una campana en esa tela que daba la apariencia de ser afelpada. Me puse los aretes, una pulsera que mi madre me regaló cuando cumplí doce años y mis Manolos plateados. ¡Qué elegante me veía! Mi pequeño bolso en plata también, ya estaba lleno con los artículos necesarios. Un brillo de labios, unos cuántos cigarros y, en el compartimiento con cierre, los condones.

—Te ves muy bien Bella, cuando Jake te vea va a azotar la quijada derechito al suelo —Rose se paró junto a mí con su vestido azul—.Y yo, ¿cómo me veo?

—¡Espectacular! —dijo Alice poniéndose entre Rose y yo—. ¿Listas "niñas"?

—¡Listas!

Bajamos hasta el enorme hall de la entrada y ya estaba lleno de chicas, todas muy elegantes con lindos vestidos y entusiasmadas por el baile. Para muchas como nosotras, era el primero y podría jurar que se nos notaba a leguas. Ese baile iba a ser legendario, lo sabía. Esa noche varias dejaríamos de ser unas niñas y regresaríamos al colegio hechas todas unas mujeres, deseosas de comernos el mundo de un bocado y podríamos con él.

Subimos al autobús y prácticamente no podíamos permanecer sentadas; la emoción y los nervios nos hacían brincar en los asientos. Ya quería llegar y ver a Jake, quería bailar con él y sentir sus manos rodeando mi cintura, platicar, que me abrazara y me dijera cosas lindas al oído y luego, que me llevara a su habitación y que, lentamente, como a Viviane, la protagonista de una de las tantas novelas, me quitara la ropa, me recostara en su cama y me hiciera suya…

El trayecto al Du Rosey se me hizo eterno pero cuando al fin llegamos, fui la primera en esperar a que se abriera la puerta del autobús. Entramos al edificio y nos llevaron al salón donde se llevaría a cabo el baile. El lugar ya estaba lleno, puesto que no solo nuestro colegio estaba invitado, eran seis en total y nosotras, fuimos las últimas en llegar. Recorrí el lugar con la mirada, como lo hacía una mujer segura de sí y no había señales de Jake. Grandioso.

—¡Oh! ¡Ahí está Peter! Chicas… —Alice daba aplausos pequeñitos—. ¡Suerte! ¡Acabemos con el enemigo!

—¡Suerte Alice! —dijimos Rose y yo al mismo tiempo.

—Hola Rose —Royce ya estaba junto a ella sonriéndole y rápidamente tomó su mano—, hola Bella.

—Hola Royce.

—Nos vemos en un rato Bells —Rose me guiñó un ojo y se fue a la pista a bailar para despistar, ese era el plan. Pasaron un par de minutos y yo me empezaba a desesperar ¿Cómo era posible que Jake me dejara plantada? ¿Estaría con otra chica? Él me había mandado un mensaje de texto diciendo que me esperaría impaciente. ¿Cómo carajo me dejaba plantad…

—Creí que nunca llegarías —Me susurró al oído y su mano rodeó mi cintura—, te ves muy linda Bella.

—¡Jake!

—¿Bailamos?

Definitivamente Rose estuvo equivocada; no fue Jake el que azotó la quijada en el suelo, fui yo. Ver a ese chico tan apuesto con su traje oscuro y de corbata, me aflojó las rodillas y tuve que agarrarme fuerte de su brazo para no derretirme en el piso, ante la mirada de todos.

—¿Estás bien Bella? —Su voz terminó de embrutecer mis sentidos.

—Sí, estoy bien —Me deslumbró con su sonrisa de publicidad dental y me guió hasta la pista. Ahí, aún agarrada de su brazo, comencé a moverme lentamente. Para fortuna de todos, no era un baile anticuado; un DJ se encargaba de tener brincando a los chicos con la mejor música y el juego de luces era increíble. El humo tampoco podía faltar y todos aprovechaban muy bien esos momentos en los cuales las máquinas disparaban la dosis exacta que duraba el tiempo preciso para un beso intenso.

Jake y yo también brincábamos al ritmo de la música pero no quitaba la mano de mi cintura, me gustaba eso, era como decirles a todos que yo era su chica; eso era lo máximo. Bailamos, cantamos, gritamos, nos reímos, pero yo quería mi primer beso, estaba ansiosa por recibirlo y sentir su lengua danzar con la mía despertando mis sentidos, alertándolos, preparándolos para el gran momento. Así era como debía ser, y como si hubiera adivinado qué era lo que quería, Jake me llevó al jardín, donde había infinidad de parejas como él y yo, cobijadas por la tenue luz de la luna. ¿Podía ser todo más romántico?

—¿Está divertido no? —Me recargó contra el barandal de piedra—. Me gusta verte sonreír —acarició mi pelo y los nervios que se habían ido con los brincos mientras bailábamos, regresaron en un instante—. Me gustas mucho Bella —sus manos acunaron mi rostro, lentamente acercó su boca a la mía y cerré mis ojos…

Baila como si nadie te viera y cierra los ojos cuando te besen, decía una de las muchas cadenas que recibía en mi correo electrónico. Levanté un poco mi barbilla ofreciéndole mis labios y de pronto, los suyos rozaron los míos. Fue solo eso, un roce. Su lengua no invadió mi boca y mucho menos hubo una danza entre ellas como un rito de anticipación al acto. Solamente una leve caricia, que poco a poco fue formando un deseo en mi interior. ¡Sí! ¡Ya podía sentirlo! Un deseo que crecía en mi vientre y que bajaba hasta mi sexo. ¡Sí! Y el calor que recorría mi cuerpo queriendo fundirme en el suyo ¡Sí!, ¡sí!, ¡sí!

Sus labios atrapaban los míos juguetones, los jalaba despacito y luego besaba las comisuras de mi boca para volver a jugar con mis labios ansiosos de más caricias. Sus manos me sostenían firmemente de la cintura, como para que no me pudiera escapar ¿Pero quién en sus putos cinco sentidos iba a querer moverse de ahí? ¡Dios! ¡Qué niña tan mal hablada! Pero bueno, eso cambiaría en un rato más, entonces sería ¡qué mujer tan mal hablada! ¡Oh sí señor! Una mujer a la que no le importaría decir todas las palabrotas que se le antojaran, y que me lavaran la boca con jabón, ya me valdría un carajo. ¡Sí! Me valdría un puto carajo con tal de seguir gozando de los besos de Jake y de todo lo que la noche y él me deparaban…

Aspiré sobresaltada cuando su lengua, tocaba mis labios pidiendo permiso para entonces, invadir mi boca y danzar con la mía. El momento se acercaba y mi corazón latía desbocado, lo sentía en mi garganta, a punto de salir disparado por mi boca.

Calma Bella, calma —me repetía una y otra vez—. "No dejes que los nervios te dominen.

No, solo tenía que dejar que mi lengua siguiera los juegos de la suya y entonces perderme en sus besos y en toda la pasión que desbordaría en mí. Sus fuertes brazos pasaron por debajo de los míos que subí alrededor de su cuello; no pude acariciar el cabello suave y sedoso de su nuca, me olvidé por completo de eso, solo me colgué de él para no caer desinflada como un globo al suelo.

—Me gustas Bella, me gustas mucho y yo… ¿Quieres ser mi novia?

No me dio la oportunidad de responderle, sus labios volvieron a posarse sobre los míos pero esta vez Jake fue con todo; su lengua se abrió paso entre mi boca y la tan esperada danza comenzó logrando aniquilar toda mi razón.

—¿Qué dices Bella? ¿Aceptas ser mi novia? —Sus profundos ojos se clavaron en mí, a la espera de mi respuesta. ¡Dios! Estaba sucediendo todo tal cual y una novela de amor. ¡Era maravilloso!

—Jake, sí… ¡Si quiero ser tu novia!*


Mis adoradas Kinky Girls, ¡cuánto tiempo sin leernos!

Pero ya no nos vamos a ir hasta que esto se acabe y nuestro Señor nos regale un final de infarto, como a todo lo que nos tiene acostumbradas.

Nenas, ya está dicho todo y no nos queda más que agradecer lo fieles que le han sido tanto a la historia como a mí. De corazón, ¡MIL GRACIAS!

Recuerden que el Blog también se actualizará a la par que FanFiction y cabe aclarar que las actualizaciones serán constantes.

No se olviden que nos encantan sus comentarios, nos animan a escribir más y mejor.

Con cariño Li y Jo.