CODE NAME: FATE-CHAN

File One

18.30 horas. En algún lugar del mundo

Fate Testarossa era, con diferencia, una de las mejores agentes jóvenes de La Agencia; desde su más tierna infancia había sido educada y entrenada por los mejores maestros en los diferentes campos que todo buen agente debía dominar; era inteligente, rápida, ágil, muy hábil y sabía manejarse en cualquier tipo de situación, incluso las más desesperadas. Todos los superiores bajo cuyo mando había estado no hacían más que alabar su buen trabajo, no había ningún informe negativo sobre ella, ni una mácula en su impoluto expediente tras cuatro años de servicio activo. Siempre cumplía sus órdenes y todas sus misiones habían terminado en éxito. Fate Testarossa era una de las mejores y ella lo sabía. Por eso no entendía por qué le estaban adjudicando aquella misión, cuya información preliminar estaba leyendo en ese mismo momento, sentada frente a su Jefa de Sección, en el despacho de ésta.

—¿Niñera? —inquirió la joven agente enarcando una ceja—. ¿Me enviáis a hacer de niñera?

—Te enviamos a una misión de protección —corrigió la mujer que tenía frente a ella al otro lado de la mesa.

—Llámalo como quieras —gruñó Fate echando un rápido vistazo por el informe—. ¿Infiltrarme en una universidad? —Su jefa asintió—. ¿Tengo que hacerme pasar por estudiante?

—No creo que eso te resulte complicado, ¿no? Al menos tienes la edad adecuada.

—No lo entiendo, ¿es que he hecho algo mal?

—¿Por qué crees que esto es un castigo?

—Porque es la primera vez que me mandáis a una misión de este tipo. A hacer de niñeras se dedican otros agentes.

—Esta misión es importante, Testarossa. La persona a quien debes proteger está bajo una seria amenaza, ha contado siempre con guardaespaldas gracias a la posición que ocupa su padre en la alta sociedad. Pero no es suficiente. Necesitamos que un agente encubierto se acerque todo lo posible a ella para poder protegerla. Tú eres uno de nuestros mejores agentes, por eso te hemos elegido. No es ningún castigo.

Durante unos segundos Fate mantuvo la mirada con su superior, tratando de averiguar si lo que le estaba diciendo iba en serio o era sólo para que no protestara más. Tras un quedo suspiro, apartó los ojos, como siempre, aquella mujer mostraba un rostro frío e inexpresivo cuando trataban temas de trabajo. La gente solía llamarlo profesionalidad, se recordó la joven.

—Muy bien, ¿qué tiene esta… —buscó un momento en el informe—… esta Nanoha Takamachi que la hace tan importante?

—Eso lo sabrás a su debido tiempo.

—¿Qué? Información a medias —espetó incrédula.

—No es algo que necesites saber por el momento.

—Si tengo que acercarme a ella y convertirme en su sombra, debería saber…

—No es necesario —la cortó su superior secamente y Fate supo que no debía insistir más en el asunto, pues no iba a conseguir nada.

—De acuerdo —apagó la pantalla de su tablet y se levantó de la silla—. ¿Cuándo comenzaré la misión?

—En un par de semanas, cuando recomience el curso tras las vacaciones de verano. Entrarás en su clase como una estudiante transferida del extranjero, nos hemos asegurado de que asistas a las mismas asignaturas que ella. A partir de ahí todo depende de ti. Toda la documentación y credenciales que necesitarás están preparándose ya.

—Muy bien, entonces empezaré a prepararme de inmediato.

Fate saludó con un gesto de cabeza y se volvió para salir del despacho, su ceño se frunció, era una de las mejores y la mandaban a hacer de niñera.

Tras la marcha de la joven agente, el teléfono de la Jefa de Sección sonó y ella lo descolgó sabiendo perfectamente quién se encontraba al otro lado de la línea, a fin de cuentas, había estado monitorizando toda la conversación.

—No parece que se lo haya tomado muy bien —dijo una voz de mujer.

—Era de esperar, todo este tiempo ha estado cumpliendo misiones que ella considera más acordes con su entrenamiento. Una misión de protección es algo que siente como una degradación.

—Jaja, supongo que en parte es culpa nuestra, ¿no crees, Lindy?

—Sí, estoy de acuerdo.

—¿Estás segura de que es lo adecuado?

—Como he dicho, necesitamos a uno de los mejores y ella lo es.

—Lo sé, es una gran agente de campo, por eso me sorprende que la hayas elegido para algo más… calmado. ¿Estudiante? ¿En serio?

—¿Por qué no dejas de dar rodeos y lo preguntas claramente, Leti?

—Vaya, supongo que me has pillado. Está bien, iré al grano, parece que hayas elegido a Testarossa por motivos más personales que profesionales, ¿me equivoco?

La línea quedó en silencio durante unos segundos.

—No, no te equivocas —Lindy se recostó en el respaldo de su silla—. Testarossa ha estado en La Agencia prácticamente desde el día en que nació, su madre era una de nuestras mejores agentes y cuando murió en acto de servicio, se consideró que debíamos hacernos cargo de la niña, protegerla, y ya de paso entrenarla para convertirla en una de los nuestros. Testarossa… Fate no ha tenido realmente una infancia ni una adolescencia como el resto de jóvenes de su edad, ha vivido por y para La Agencia. Creo que esta misión es una oportunidad para que pueda experimentar parte de la vida que no ha podido tener.

—Entiendo… Entonces, ¿realmente es una simple misión de protección? Hace un momento has hecho que sonara más compleja.

—No, no le he mentido en ese aspecto, es cierto que la vida de esa joven, Nanoha Takamachi, está amenazada, pero por el momento hay información que prefiero mantener fuera del conocimiento de Fate.

—Eso puede ser arriesgado.

—Lo sé y la informaré de todo cuando sea oportuno.

—Muy bien, tú la conoces mejor que yo, prácticamente la has criado, así que aceptaré tu juicio al respecto.

—Gracias.

—Pero espero que esa información esté en mi mesa antes de que comience la infiltración de Testarossa. —Y allí estaba aquel tono de Sub-Directora General que no dejaba lugar a contradicciones.

—Por supuesto —asintió Lindy—. Y, por cierto, —dijo con una sonrisa dibujándose en sus labios—, esta noche tendremos una pequeña cena familiar, ¿quieres venir?

—Oh, me encantará.

Niñera, pensó Fate molesta al llegar al pequeño apartamento que ocupaba en las instalaciones en aquella delegación de La Agencia, era algo casi humillante; desde que había entrado al servicio activo, todas sus misiones habían sido, de lejos, más excitantes que vigilar y proteger, en caso necesario, a un objetivo; sacudió la cabeza, no debía pensar en aquella joven como objetivo, sino más bien como… frunció el ceño, ¿cliente?, ¿víctima?, ¿protegida? Ah, qué más daba, la cuestión era que iba a pasarse varios meses siendo su sombra. Resopló mientras se dejaba caer en el sofá de su sobrio salón y encendía de nuevo su tablet para empezar a clasificar toda la información sobre la misión que le habían pasado.

—Ordenador —dijo haciendo que el aparato portátil cobrase vida y su pantalla se encendiera sobre la mesa de té que tenía frente a ella—, crea una carpeta con el nombre "Nanoha Takamachi".

—Por supuesto —le respondió una voz mecánica; había programas para que sonase más humana, pero Fate la prefería así, era mejor no olvidar que era sólo una máquina que respondía a sus comandos de voz, muy sofisticada, pero máquina al fin y al cabo.

La joven conectó su tablet al ordenador mediante una conexión inalámbrica y empezó a pasar la información pertinente a la carpeta que había creado, al mismo tiempo, en un documento de texto, comenzó a tomar algunas notas. Si tenía que acercarse a esa chica tanto como para ser su amiga, necesitaba saber todo cuánto pudiera de ella, cosas que le diesen puntos en los que apoyarse para tratar de entablar una amistad con ella.

Se detuvo al abrir uno de los archivos de imagen, hasta ahora no había visto el rostro de aquella Nanoha Takamachi; ella posaba delante de lo que parecía la puerta de una cafetería, Midori-ya rezaba el letrero sobre el dintel; Fate procesó el nombre y rápidamente lo relacionó con una famosa cadena de cafeterías de Japón que pertenecían a la familia de la muchacha. Nanoha sonría a la cámara, parecía una chica feliz y alegre, largo cabello broncíneo y unos luminosos ojos azules. Era guapa, pensó Fate, seguramente atraía las atenciones de muchos chicos en la universidad.

—¿Qué te hace tan especial? —le preguntó en un susurro a la foto—. No creo que sea el café —sonrió de medio lado—. Espero que al menos merezca la pena conocerte. Y que no me cuestes mi reputación. En fin, —se aclaró la voz—, ordenador, busca todo lo relacionado con Shiro Takamachi tanto en la Red, como en nuestra base de datos.

Dado que Lindy no quería darle más información por el momento, trataría de buscarla por su cuenta, definitivamente tenía que haber algo más aparte de la cadena de cafeterías por lo que aquel hombre y su familia habían llegado tan alto.

—Buscando —contestó el ordenador.

Fate arrugó la frente pensativa, quizás debería indicarle algunos criterios de búsqueda al ordenador o de lo contrario, podría encontrarse con un número inmanejable de referencias. Dejando la tablet a un lado, tecleó unas rápidas instrucciones en el portátil y éste volvió a reanudar su tarea. Cuando finalizó, Fate tuvo ante sí más de mil entradas relacionadas. Volvió a introducir nuevos criterios y finalmente, redujo la información a algo más de cien documentos. Suspiró, aquello le iba a llevar gran parte de la tarde. Resignada, fue a prepararse una enorme taza de café con la que cargar energías para empezar a revisar todo aquello.

Varias horas y litros de cafeína después, Fate dejó escapar un largo gruñido de frustración; de todo lo encontrado, apenas habían resultado útiles un puñado de documentos y, aun con eso, sabía que no había más que arañado la superficie respecto a aquel hombre.

—Ordenador, ¿no hay nada más en nuestra base de datos respecto a Shiro Takamachi?

—Lo hay, pero no tienes autorización para ese nivel de seguridad.

—¿Qué?

La pregunta, por supuesto, era retórica, pero no pudo evitar que se le escapara de los labios y el ordenador volvió a repetirle la respuesta. Bueno, aquello demostraba que tenía razón, el padre de aquella joven a la que iba a proteger era mucho más de lo que aparentaba. Pero ¿qué era lo que hacía que la información al respecto estuviese tan protegida? Picada por la curiosidad, sopesó la posibilidad de piratear la base de datos de La Agencia, pero acabó desechando tal idea, no era mala hakeando ordenadores, pero su talento no alcanzaba para enfrentarse a los niveles de seguridad que La Agencia imponía en su sistema; quizá lograría pasar las primeras barreras y cortafuegos, pero no tardarían mucho en detectar su intrusión, patearla de la red y recibir una severa llamada de atención al respecto, eso en el mejor de los casos. Sí, era más prudente mantener la curiosidad a parte por el momento.

De repente, una música a ritmo de guitarras eléctricas comenzó a sonar en su móvil, cogió el teléfono y lo hizo callar mirando la hora, las ocho, era momento de prepararse para la cena familiar. Guardó y cerró todos los documentos que tenía abiertos y apagó el ordenador. Iba a tener dos semanas para prepararse a fondo, tiempo más que suficiente para una de las mejores agentes de La Agencia… Aunque ahora le ordenasen hacer de niñera.

. — . — . — .

8.00 horas. Campus de la Universidad de Unimari, Japón

Dos semanas después, Fate caminaba por uno de los muchos senderos que cruzaban los jardines que rodeaban el campus hacia la facultad de magisterio, aquella mañana era fresca, aunque según avanzase el día, el calor apretaría, recordándoles a todos que todavía no había terminado el verano. Aún faltaba media hora para que comenzase la primera clase, pero la joven agente quería llegar al aula con tiempo de sobra; si bien ya se conocía el lugar a la perfección y no corría el riesgo de perderse en aquel pequeño laberinto que era la Universidad de Unimari, le gustaba estudiar el terreno hasta el final y aún no había tenido la oportunidad de visitar el aula donde tendría que pasar la mayor parte del tiempo allí.

De camino al elegante y moderno edificio de tres plantas, se cruzó con varias personas, en su mayoría estudiantes tan madrugadores como ella, estos iban a lo suyo y no le prestaron la más mínima atención, era una joven más en aquel enorme centro de educación superior. Por dentro, el edificio era diáfano y gracias a las grandes ventanas, estaba lleno de luz y claridad, algo que acentuaban el color claro de sus paredes y suelos; Fate subió por las escaleras hasta la primera planta, donde se encontraban las aulas de los alumnos de primer curso, al que asistía la joven a la que tenía que proteger, y se detuvo frente a la puerta más alejada de las escaleras y los ascensores, al final de un ancho corredor. "Aula 1-108", se podía leer sobre el dintel de la puerta entre abierta.

Fate entró en el aula sin vacilar un segundo y dejó correr su vista por la gran estancia; filas de mesas y bancos corridos en dos columnas llegaban hasta la pared del fondo, donde cinco grandes ventanas dejaban pasar la luz del día. No había nadie allí salvo por una joven de largo cabello broncíneo recogido en una coleta ladeada, que leía una libro sentada hacia la mitad de la primera fila de la derecha. Fate la reconoció enseguida como la chica a la que había venido a proteger; sabía, por lo que había leído en los informes, que era una persona madrugadora y que normalmente llegaba entre unos veinte o treinta minutos antes a clase. Esa era otra de las razones por las que Fate había decidido presentarse allí con tanto tiempo de antelación; quería encontrarse con ella a solas. Esbozando la mejor de sus sonrisas, se acercó hasta ella.

—Buenos días —saludó deteniéndose frente a la joven, que alzó la mirada de su libro.

—Eh… Hola —parecía un poco sobresaltada, quizás no la había oído acercarse.

—Lamento molestar, es… Bueno, es mi primer día aquí y no hay nadie más… ¿Es está la clase 108? —En los informes también se decía que aquella chica siempre estaba dispuesta a ayudar a la gente.

—Sí, esta es —le sonrió ahora más tranquila, una bonita sonrisa—. Perdona, estaba tan metida en el libro, que no me he dado cuenta de que entraba alguien.

—No pasa nada.

—Así que nueva, ¿eh?

—Sí. Ah, no me he presentado. Me llamo Fate Harlown.

—Yo soy Takamachi Nanoha. Un placer.

—¿Te… te importa si me siento contigo? Aún estoy un poco perdida con todo lo del traslado.

—Claro, no hay problema.

Fate sonrió agradecida y fue a sentarse en el asiento a la izquierda de Nanoha, al estar más cerca ahora percibió un suave aroma afrutado, tal vez fuese la colonia o el champú que usaba. Dejó su mochila sobre la mesa y echó un discreto vistazo a la portada del libro que Nanoha estaba leyendo, El Juego de Ender. ¿Le gustaba la ciencia ficción?, eso no lo había visto en los informes, claro que tampoco es que fuesen exhaustivos hasta ese punto.

—Harlown… —oyó decirle—, ese un nombre extranjero, ¿verdad?

—Sí, soy de Inglaterra, he venido a estudiar aquí de intercambio.

—Vaya, ya decía yo que no parecías muy japonesa —bromeó la joven.

—Supongo que no pasaré muy desapercibida —rió Fate.

—No mucho. Pero —Nanoha tomó como si tal cosa un mechón de su pelo entre sus dedos— tienes un cabello muy bonito —y volvió a sonreírle.

—Gra… gracias.

Aquel gesto la había tomado por sorpresa, no se esperaba que una persona que acababa de conocer se tomase esas confianzas con ella ya, tal vez era su forma de ser.

—¿Y por qué Japón?

La pregunta la sacó de sus cavilaciones y le ayudó a centrarse de nuevo.

—Siempre me ha gustado. Primero decidí aprender el idioma cuando estaba en el instituto y luego me decidí a venir a estudiar la carrera aquí. A mis padres no les gustó mucho la idea —torció el gesto—, pero siempre han confiado en mis decisiones y no me costó mucho convencerlos.

—Hm… Qué suerte —suspiró Nanoha—, a mis padres les gustaría meterme dentro de una urna de cristal para que nada me pase. Son del tipo ultra sobreprotector —sonrió de medio lado.

—¿Así que vives aquí en Unimari? —Era una pregunta cuya respuesta ya sabía, pero debía hacerla.

—Sí, vivo en una urbanización del norte de la ciudad. ¿Y tú?

—Tengo un pequeño piso alquilado, nada del otro mundo, pero está bien.

—Ya me gustaría a mí tener tanta independencia.

—No sé, echo de menos la comida de mi madre y mantener la casa limpia y ordenada es un coñazo.

—Nyahaha —aquella risa le pareció encantadora a Fate—. Suena a como si tu casa fuera un caos desastroso.

—Los viernes parece un campo de batalla —bromeó Fate.

—Ey, Nanoha, ¿quién es tu nueva amiga? —intervino de repente una voz femenina.

Mientras hablaban, había ido llegando gente al aula, hasta el momento, todos los que habían entrado las habían saludado con un simple "hola" o "buenos días", pero Fate había visto cómo una joven castaña se aproximaba hasta ellas. Era una muchacha delgada, con el pelo suelto hasta los hombros y los ojos azul oscuro.

—Hola, Hayate-chan —la saludó Nanoha.

Hayate Yagami, una de las compañeras de Nanoha, según los informes, se conocían desde antes de comenzar el instituto, vivía con varios familiares en la misma urbanización que la pelirroja y era considerada la mejor amiga de la joven. A Fate le interesaba caerle en gracia también.

—Soy Fate Harlwon, me acaban de transferir —se presentó sonriente.

—Oh, ¿en serio?

—Sí, viene desde Inglaterra —añadió Nanoha.

—Sí que vienes de lejos —sonrió la castaña—. Yo soy Yagami Hayate, un placer conocerte —le tendió la mano como era costumbre en occidente.

—Igualmente —Fate la estrecho devolviendo el amable apretón.

Hechas las presentaciones, Hayate se sentó a la derecha de Nanoha, mientras el aula se seguía llenando de gente y de conversaciones, la mayoría parecía estar poniéndose al día tras las vacaciones.

—¿Y vas a poder seguir las clases? —le preguntó Hayate unos minutos después—. Aquí ya llevamos varios meses de clase.

—Lo sé —Fate arrugó el ceño—, espero poder ponerme al día. Hablaré con los profesores para explicarles la situación.

—Ya sé —exclamó Nanoha—, nosotras te podemos ayudar.

—¿Podemos?

—¡Hayate-chan!

—Era broma, era broma —rió la castaña.

—No quisiera ser una molestia… —Ahí estaba su oportunidad.

—No lo serás —sonrió Nanoha.

—Sí, no te preocupes, mujer. Además, cuando a Nanoha se le mete algo en la cabeza, no hay quién la pare.

—Mou, eso no es verdad. —La joven hizo un mohín con los labios y Fate se encontró sonriendo al ver el gesto—. Entonces, ¿qué dices?

—Bueno, no puedo negarme a semejante oferta y la ayuda me vendrá bien.

—Genial. Mañana te traeré todos los apuntes que tengo y cualquier otra cosa que necesites, no dudes en pedirla.

—Muchas gracias.

La conversación acabó en aquel momento, con la llegada del profesor de la primera clase y el silencio que se fue haciendo en el aula. Fate sacó un cuaderno y un bolígrafo, dispuesta a hacerse pasar por una estudiante de intercambio muy aplicada, aunque, sinceramente, esperaba que aquella misión acabase antes de tener que hacer ningún examen.

El resto del día prosiguió normal, Nanoha insistió en que fuera a comer con ellas a una de las cafeterías del campus, al parecer, la mejor comida la servían en la facultad de Historia. Allí, la agente conoció a otro de los amigos de la joven, Yûno Scrya, un amigo de la infancia, hijo de unos respetados arqueólogos, que siempre habían vivido puerta con puerta con los Takamachi y dado el tiempo que pasaban fuera de casa en expediciones, su único hijo se había prácticamente criado con sus vecinos, convirtiéndose en una especie de hermano para Nanoha. Parecía un chico simpático y agradable, que aceptó la nueva presencia de Fate en el grupo sin ningún problema.

Mientras comían y charlaban, para luego volver a clase, Fate no dejó de observar todo cuanto les rodeaba; su misión había comenzado nada más encontrarse con Nanoha Takamachi aquella mañana, su deber era protegerla y para ello, su mente necesitaba casi escindirse, por un lado seguía y mantenía las conversaciones con sus nuevas compañeras y por otro, permanecía atenta a cualquier señal de peligro, a cualquier cosa fuera de lugar. Niñera o no, debía cumplir con sus órdenes de la mejor manera posible, hacer que aquello fuese un éxito más en su ya de por sí meritoria carrera.

Después de que el día de clases llegara a su fin, a insistencia de Nanoha, fueron a tomar algo a una de las cafeterías del centro de la ciudad; sus nuevos amigos le dejaron decidir a Fate cuál y ella se decantó por un Starbucks enorme, cuyas cristaleras aseguraban una buena vista de la calle principal. Mientras Yûno y Nanoha se ofrecían a ir a comprar los pedidos de todos, Hayate y Fate buscaron una mesa junto a uno de aquellos ventanales.

La rubia se dejó caer sobre uno de los sillones casualmente, aunque había elegido aquel sitio porque le permitiría tener controlado todo el entorno sin demasiado esfuerzo; dejó la mochila junto al brazo del sillón, a mano por si necesitase una de las cosas poco comunes que llevaba en su interior. Hayate se sentó frente a ella.

—Se nota que le has caído bien a Nanoha —comentó observándola.

—¿Si? ¿Por qué?

—Te está arrastrando de un lado para otro como si ya fueras una más del grupo. Y, ahora que lo pienso, tú no te has quejado ni nada —sonrió pícaramente—. ¿También te ha caído ella bien?

A Fate no la consideraban la mejor agente joven de La Agencia por nada, pero no hacían falta años de entrenamiento para captar el doble sentido de aquella pregunta aparentemente inocente.

—Es simpática y agradable —contestó— y está siendo amable conmigo, claro que me cae bien.

—Oh —Hayate parecía un tanto decepcionada de que no hubiese caído en su juego—. Bueno, Nanoha es una buena persona, pero hoy está yendo un poco más lejos de su amabilidad habitual. Seguramente ha visto algo en ti que le ha gustado. O —de nuevo la expresión pícara— quizás sea amor a primera vista.

—Jajaja —rió Fate dispuesta a bromear un poco—, debe haber sido eso, sí. Ha de ser mi encanto natural.

—Bueno, no sé si serás exactamente su tipo, eres guapa, pero Nanoha siempre busca algo más que el exterior de las personas.

Fate se tragó la replica que había estado a punto de soltar, no estaba segura de si Hayate seguía jugando o hablaba en serio; en los informes que había estudiado no se decía nada sobre los gustos de Nanoha, tampoco se mencionaban relaciones pasadas, ni con chicos ni con chicas. Así que lo que atraía o no a la joven universitaria era todo un misterio para la agente, aunque no era algo de lo que debiera preocuparse, eso estaba fuera, muy fuera de los límites de su misión. Sin embargo, Hayate había picado su curiosidad.

—Pero no te lo voy a decir —sonrió divertida la castaña—. Será más entretenido ver si quieres averiguarlo o no.

—¿Averiguar qué? —preguntó Nanoha que, junto a Yûno, llegaba en ese momento y dejaba su bandeja sobre la mesa, para sentarse al lado de Fate.

—El color de tu ropa interior.

—¡Hayate! —exclamó Nanoha, sonrojándose ligeramente.

Fate no pudo evitar reírse en sonoras carcajadas al ver el azoramiento de Nanoha y la mirada asesina que le estaba dirigiendo a la castaña. Yûno también reía divertido.

—Mou, no os riáis —se quejó la joven—. Ahora no te pienso dar tu moca con extra de nata, Hayate-chan.

—Solo bromeaba, en serio —trató de disculparse su amiga, pero la sonrisa burlona hacía difícil crearla.

—No te creo, así que se lo voy a regalar a… —hizo ademán de pasarle el vaso a Fate.

—Lo siento, lo siento —se apresuró a decir Hayate—. De verdad, no lo volveré a hacer.

—Mmm… Seguro que sí, pero aceptaré tus disculpas —sonrió la pelirroja y le tendió su café.

—Gracias —suspiró Hayate.

—Adicta a la cafeína —terció Yûno divertido.

—No, adicta al moca —le sacó la lengua la castaña.

—En fin, parece que tendré que conformarme con mi frapuccino de chocolate —dijo Fate.

—¿No te gusta el café? —le preguntó Nanoha.

—Solo por las mañanas, para despertarme —contestó—. O cuando necesito estar levantada hasta tarde.

—¿Sueles estudiar por las noches?

—Sí.

—Como Nanoha —comentó Yûno.

—Mira, ya tenéis algo en común —sonrió Hayate.

—¿Qué quieres decir? —inquirió la pelirroja.

—Nada, Fate me entiende.

Nanoha la miró algo desconcertada, pero Fate simplemente se encogió de hombros, por el momento no quería seguirle el juego a Hayate, además, tampoco tenía muy claro qué era lo que la castaña quería conseguir con todo aquello; seguramente avergonzarlas a ella y a su amiga y divertirse un rato a su costa. Estaba empezando a parecerle una persona un tanto retorcida.

—Mou, Hayate, siempre igual.

—Ya sabes, no tengo remedio.

—Desde luego —asintió Yûno y los tres amigos rieron.

A partir de ahí, la conversación retomó un rumbo más normal, los tres, aunque sobre todo Nanoha, le hicieron preguntas sobre su supuesta vida en Inglaterra, a las que Fate respondió como si realmente hubiese pasado toda su infancia y adolescencia en aquel lejano país; había preparado su papel a conciencia, aunque no todo era una actuación, se dio cuenta más tarde, cuando caminaban hacia sus casas.

Ciertamente, todas las cosas que les había contado mientras estaban en la cafetería, eran mentiras muy elaboradas y bien construidas, sobre las que había estado trabajando las dos semanas anteriores, pero la forma en la que se comportaba, su manera de responder y de ser con ellos eran suyas, nada inventado, ninguna impostura; de alguna forma, su verdadera personalidad era la que estaba interactuando con ellos y lo más curioso de todo, es que apenas había sido consciente de ello. Por la mañana había jugado un pequeño papel de estudiante de intercambio algo perdida, pero según avanzaba el día, había acabado sintiéndose como una más de aquel pequeño grupo. Se preguntó si la cordialidad y amabilidad con que Nanoha la trataba tendrían que ver algo. O simplemente, se debía a estar con gente de su edad en un entorno normal como aquel, algo de lo que nunca había disfrutado. En cualquier caso, no debía perder de vista el verdadero motivo por el que se encontraba allí, por muy a gusto que empezase a sentirse.

Finalmente, al atardecer Fate se encontró despidiéndose de Nanoha, Hayate y Yûno junto al complejo de edificios donde La Agencia le había conseguido un piso; éste estaba a varias calles de la urbanización donde vivían ellos, lo que le aseguraba compartir gran parte del camino de vuelta con Nanoha sin tener que inventar ninguna excusa. Por supuesto, aunque se estaban despidiendo, Fate tenía intención de seguirlos hasta asegurarse de que la pelirroja llegaba a su casa a salvo y aún permanecería un tiempo de observación antes de retirarse. Era su trabajo.

—Mañana te llevaré los apuntes —le recordó Nanoha mientras le decía adiós con la mano.

—De acuerdo. Hasta mañana.

—Nos vemos —se despidieron Hayate y Yûno.

—Hasta mañana… —una ligera vacilación— Fate-chan —dijo finalmente Nanoha con una cálida sonrisa en los labios.

—¿"Fate-chan"? —Repitió para sí la agente sin poder evitar esbozar ella también una sonrisa en respuesta a la de pelirroja.

Quizás eso de ser niñera no fuera tan malo.


Nota de la Autora: Pues sí, heme aquí con un nuevo fanfic NanoFate xD. Hace tiempo que la idea de esta historia comenzó a rondarme por la mente y poco a poco ha dio tomando forma hasta tener este primer capítulo. Como veis es un UA un tanto particular xD y espero que no se alargue demasiado (realmente, no puedo asegurar nada, pero no creo que vaya a tener muchos capítulos). Espero que os guste esta idea de agentes encubiertos y demás ^^ (inspirado en Full Metal Panic y algunas series de espías xD).

Así que aquí os lo dejo. Podéis tomároslo a modo de aperitivo hasta que suba el siguiente capítulo de "La Espada…" ;) (que lamento decir que no creo que pueda publicarlo antes de que acabe la semana, esta a medio camino, pero lo que falta de capítulo es bastante todavía y el jueves me voy de viaje… ¡Mereth! :D)

Las reviews o comentarios serán bienvenidos (que siempre animan a seguir ;D). Gracias por leer ^^.