Autora: Esta historia me cuesta escribirla y editarla. Muy feliz jajaja.

Advertencias: La mente de Alfred. La mente de Arthur. OBAMA INTIMANDO.

-x-

El molesto ruido de la alarma le taladra los oídos. Se aferra a las sábanas, apretando fuertemente sus párpados. No quiere despertar. No. Está en un pequeño paraíso.

El ruido sigue.

¿Acaso era demasiado pedir unos cinco minutos más? ¿Diez? ¿Media hora?

…¿Todo el día?

Nunca ha odiado tanto la musiquita de Star Wars. Nunca.

Suelta un gruñido y ya con una amplia experiencia matutina, su puño izquierdo cae justo donde está el maldito despertador.

¡Crack!

Perfecto.

Justo en el blanco.

Ahora podría seguir descansando unos minutos con Inglaterra sin que algo los molestase. Unos minutitos de felicidad. Un ratito para aferrarse.

Disfrutar de su patetismo sin que Inglaterra o la realidad se burlen.

Se acurruca donde debería estar el mayor y alza un brazo para abrazarlo. Cuánta sorpresa se llevó cuando el miembro cae directo al colchón. Abre los ojos confundidos y notó con cierta molestia que ya se ha levantado.

Estúpido anciano, desde tiempos inmemoriables jodiéndole los momentos. A veces sospechaba de que Arthur en verdad tenía raíces rusas, porque realmente no entiende su manía para hacerlo infeliz.

Palpa con su mano el lugar donde había estado su dolor de cabeza, acariciando por unos momentos la colcha desarreglada. Sus ojos de repente se iluminaron.

El perfume de Arthur.

El director de "Liberen a Willy" estaría fascinado al ver tal perfecto y gigantesco salto hacia el colchón. El aroma estaba intacto y exquisito. Sonrió emocionado. No lavaría esas sábanas en toda la eternidad. No importaba que tan sucias y pegadas de Ketchup y salsa secreta de Mc Donald's estuviera.

Lástima que justo entrara Arthur para ver tamaño espectáculo.

— ¿P-por qué demonios te estás revolcando en la cama? — Con un severo tic en una de sus cejas lo señala.

Estados Unidos no es una cereza, es un semáforo luminoso y brillante. Si colgaran a Estados Unidos en esos momentos a una antena de teléfonos, sustituiría perfectamente a la luz que avisaba a los aviones.

Alfred maldice el colosal tamaño de su mala suerte que cada día era peor.

Está seguro que Rusia está metido en la hechicería y el mal de ojo. Es un demonio, en verdad no le extraña.

— ¡A-Arthur! ¡No es lo que piensas! Yo…— Estaba seguro que tiene un sensor que le indicaba cada vez que él hacía el ridículo. Tal vez tenía una aplicación en el teléfono que le avisaba cuando Estados Unidos hacía el ridículo o cosas vergonzosas. Tal vez son sus cejas.

Quizá esas fantasiosas hadas (que no existen realmente) le estuvieran diciendo a Arthur cuando él estaba haciendo las peores cosas en el peor momento. Le avisan y el otro viene corriendo para pillarlo.

Malditas hadas. Seguramente si existieran serían rusas.

Hasta puede llegar a sentir las carcajadas de Iván en el infierno, que es en verdad donde vive.

Bueno, las hadas no existen, sólo los extraterrestres. Algo le hizo click en la mente ya sabiendo de quien era la culpa. Entrecerró los ojos fijando su mirada de odio hacia la pared.

Maldito Obama…

Las carcajadas no eran de Rusia, eran del maldito infiltrado ruso de su presidente que se reía torturando a la pobre nación. ¡Seguramente tiene cámaras escondidas en su casa y supervisa todo lo que hace para disfrutar su sufrimiento!

El inglés inhala profundamente. No sabe cuál es su problema y por qué hace todas esas cosas. ¿Acaso estará con terapeuta? Tal vez no le contó a nadie y tiene problemas mentales demasiado severos ¿Esquizofrenia? ¿Alguna patología psicótica?

Puede ver a Alfred arrullando a la lata de cerveza.

— No, no quiero saber. Gracias— Tratando de espantar sus pensamientos de padre sobreprotector. Con una mano disipa las extrañas y retorcidas ideas sobre su ex colonia — Sigue haciéndolo. Por mi integridad, no he visto nada.

Se da media vuelta y vuelve a la cocina caminando lo más rápido, huyendo.

América no estaba loco.

No podía estar loco.

La lata de cerveza…

Los murmullos en una noche de tormenta.

"Todo estará bien, Albert…"

Tal vez sí podía estar. Permítanle a Inglaterra el derecho a la duda.

Porque realmente dudaba que América estuviera bien del coco. Pero si realmente estaba tan loco como el tipo de la película el Resplandor…

Joder.

Su integridad peligraba.

— ¡Pero Inglaterra!

Alfred se queda con una mano estirada a la puerta abierta. Los dedos temblaron unos segundos, pero finalmente se rindieron y cayeron sobre la colcha. Suspira pesadamente.

Con tantos malentendidos, nunca en lo que restaba de su vida (Que seguramente llegarían a hacer siglos, torturantes y largos siglos) se iba a interesar en lo más mínimo en su persona.

Coge por unos segundos sus lentes y luego los dejó en la mesita del velador, mejor se bañaba antes de desayunar. Quizá el agua aclarara sus ideas y le ayudaría a pensar que la situación no era tan radical como él pensaba.

-x-

— ¿Tomas pastillas? ― La situación sí era radical. El café casi sale como el chorro desde su boca pero en el último segundo se controló y el líquido pudo bajar por su garganta.

Inglaterra lo seguía mirando con aquel gesto de "Está bien, dime la verdad que yo haré todo lo posible para ayudarte".

¿Es en serio?

¡Él no tomaba pastillas!

¿Acaso esto era una cámara indiscreta?

¡Obama estaba obligando a Inglaterra a decir un guion para dejarlo en vergüenza!

— ¡No!

— Está bien Alfred, no lo niegues. Todos te podemos ayudar pero confía en mí. Dime que es lo que sucede — Continúa sin escuchar las réplicas de América.

— ¡No me sucede nada! ¿Arthur que hablas? — El nombrado balancea la cabeza con compasión y Alfred se estaba desesperando. ¡Él no era ningún loco!

Si seguía así se iba a terminar matando.

No sabía cómo, pero esta vez sí lograría tirarse desde la Casa Blanca. No importa cuántos guardias pusieran de resguardo a la ventana, se tiraría con ellos si fuese necesario.

— No lo niegues, podremos salir adelante— Le toma de las manos, tratando de infundirle ánimos para que admitiera a su fiel Arthur, su querido ex tutor, aquello tan importante que lo aquejaba y contarle desde cuando decidió ir a sesiones de terapia psicológica.

Alfred ya se estaba enojando.

— ¡Qué no estoy mintiendo! ¿De todos modos tú no tendrías que estar enseñando modales? — Se suelta de las frías manos con molestia. Los ojos verdes de Inglaterra se abren pensativos.

— Tienes razón. A eso vengo— Y cambia de golpe. Sus ojos son brillantes y afilados. Al americano le corre un escalofrío. Son los mismo ojos que ponía cuando él se escapaba de casa para saltarse las clases que le daba Inglaterra cuando era colonia ― Cómo los modales se enseñan y pueden transformar un mono sub desarrollado en un caballero, intentaremos hacer eso contigo. Ponte recto.

Y de forma automática obedece.

Momento ¿Acaso era un perro?

— Los hombros rectos, las manos sobre la mesa ¿No tienes algo que esconder o sí? — Como un dictador, Inglaterra da órdenes a diestra y siniestra. Su acuerda cada vez que hacían cenas y almuerzos con humanos importantes y él tenía que aguantar a un molesto Inglaterra gritándole.

América da un suspiro, uno de los miles que iba a dar. Lo más terrible era que solo comía un plato de cereal.

Se reprendió mentalmente. ¿Por qué mierda tuvo que acordarle a Arthur?

— Y vas a cambiar esa ropa, no te vestirás como un gamberro— Sentencia tajante.

Días libres… Eso indicaba que podrías comer las cochinadas que quisiera, despertarse a la hora que quisiera, hacer las cosas que quisiera y lo más importante vestirse como quisiera.

Parece ser que todo eso se fue a la basura junto a los envoltorios de sus hamburguesas que Inglaterra tiró ayer.

— Bien Alfred. Te convertiremos en el caballero que no eres. Y comenzaremos con….

La sonrisa brillante del inglés le produjo un escalofrío horroroso.

-x-

Hurgaba en el armario con frenesí, buscando lo que necesitaba. Parecía un sicópata o de esas mujeres histéricas que buscan algo que ponerse. América estaba sentado en la cama con un gesto de oscura resignación. Ya había decidido no amargarse y aceptar todas las cosas que Inglaterra le dijera. Tal vez pudiera de alguna forma lograr atraer su atención. Aunque sea en un caso mínimo.

— ¡Perfecto! — El americano voltea a ver qué era lo que buscaba su futuro esposo (Porque siempre existe el secuestro y en Las Vegas se casan personas en estado de dudosa conciencia). Le llega un golpe en la cara.

Arthur le había aventado toda la ropa.

— ¡Iggy! — Lloriquea por el dolor. Arthur tiene una brillante sonrisa emocionada ― ¡Con qué cara me quieres enseñar, animal!

¡Por fin lograría amaestrar a este retardado para que se viera decente!

¡Lo que no pudo hacer en toda su infancia cuando era su tutor, podría hacerlo ahora que América estaba obligado a obedecerle!

Alfred no tenía ni idea de los pensamientos de Arthur, así que cuando vio la gigantesca sonrisa supuso que sonreía por haberle golpeado la cara. Lo fulminó con la mirada. Maldito inglés, lo estaba disfrutando.

— Bien, ahora ve y póntelo. Un caballero debe estar bien vestido no importa que fecha sea— Y América se vio tentado a decirle que caballero no era sinónimo para vestirse como abuelo. Se reprimió y miró la ropa que ahora tenía en sus manos. Un traje negro, una camisa blanca y una corbata.

Se levanta y fue al baño a cambiarse. Tras estar listo, apretado e incómodo, vuelve y se ve en el espejo de cuerpo entero que estaba en su habitación.

— ¡Por amor a la reina, Alfred! Abróchate ese botón.

― ¡No, me está ahorcando! ― Pero le hace caso omiso. Aunque opuso resistencia, Inglaterra estaba decidido. Se puede acordar de la determinación de Francia para que usar ese calzón de elefante. Es la misma intensidad, la misma obsesión.

El de ojos azules se resigna a pensar que si son vecinos, alguna mala costumbre tuvo que adquirir.

Además aunque no supiera, estaba ocupando un truco bastante sucio. Sus rostros estaban muy juntos, por lo que podía ver a la perfección el rostro pálido y atractivo, sin contar esas malditas cejas por dios, lo que fue su K.O. Además de plantearse seriamente si lo besaba ahí mismo.

— Listo, ve a verte al espejo.

Pero no debía, a menos claro, que quisiera que Inglaterra le pusiera una orden de alejamiento. Y con una orden de alejamiento, pues, no podría tener más posibilidades para que Inglaterra descubra lo asombroso que es y por fin pueda enamorarse y tiren como conejos y se casen, adopten a Tony y sean todos felices.

En fin… así es la vida.

Se acerca al espejo que colgaba de su pared. Abre los ojos asombrado.

En esos momentos se sintió como los hombres de negro, sólo le faltaban los anteojos negros y ya podría ser un agente secreto.

¡Genial!

Habría chillado y hecho poses de películas pero tenía a señor vejete a su lado. Inglaterra lo mira atentamente. Alfred teme que su estómago se retuerza por los nervios.

¿Tal vez lo haya enamorado de un flechazo al verlo tan varonil? Sus ojos comenzaron a brillar emocionados ¿Podría ser así?

— ¿Estás bien?

Inglaterra sale de su embobamiento y le señala enérgico.

— ¡Te ves tal como un caballero! ¡Así todas las muchachitas pelearán por salir contigo cuando te presente adiestrado a la comida que tengo el domingo! — América pestañeó una vez. Dos. Tres. Se siente de piedra. Helado. Blanco.

Inglaterra lo miraba bobo porque veía como un padre a su hijo que crece y se pone mayor. Tal como antes, cuando le regaló ese traje pesado y costoso. No lo miraba con aquella sonrisa por ser atractivo sino porque sentía que su hijito Alfred estaba creciendo… Además, Inglaterra le dijo que lo estaba adiestrando. Adiestrando. Como si fuera un animal.

Definitivamente, la nación más joven se estaba cabreando.

Vete a la mierda, Arthur Kirkland.

Aunque no sospechaba que a Arthur en esos momentos, la idea de las muchachitas acosándole no le venía en mucha gracia, inexplicablemente.

― Soy un buen instructor. Si no pones resistencia no necesitaré castigarte y puede que te llegue una felicitación de tus superiores ― En la cabecita despeinada, el castigo era esconder los videojuegos.

En la cabeza que tiene a Nantucket, había una imagen de Inglaterra con la camisa desabrochada y lamiendo un látigo mientras le decía con voz sugerente "Eres un mal chico, Alfred. Tendré que castigarte".

"Vamos Alfred, este es tu castigo"

Se golpea contra la pared para tratar de quitar esas imágenes sacadas de cualquier película porno. Jura que si sigue así no se iba a tirar de la casa Blanca, iba a tirarse de ahí mismo para estamparse contra las rosas de Toris. Lo juraba.

Le da exactamente lo mismo si luego Lituania comienza a patear su cadáver, enfurecido por destrozar aquellos rosales que con tanto esmero ha cuidado. Lo que es lo mismo.

Lo único bueno de morir es que podrá joder a su maldito presidente y lo asustaría cogiéndole de los pies mientras dormía tranquilamente.

¡Tiraría todas las cortinas sobre su cabeza cada vez que estuviera intimando con Michelle! ¡Se vengaría!

Se siguió golpeando la pared con el pobre Inglaterra de testigo.

— ¿Estás seguro que no me mientes con lo del sicólogo? — Arthur está pegado a la pared contraria, asustado.

Tarareando una canción de cuna, con las cortinas del baño cubriendo su cabeza. Miraba la luna llena con ojos vacíos, dementes. Acunaba en sus brazos al bebé que no llora y que estaba cubierto por las sábanas de la cama.

Miró con ternura a su pequeño.

"Shh… Toda va a estar bien."

Y lentamente comenzaba a descubrir el rostro de la criatura que era…

Tony.

"Vamos, pequeño. Mamá está aquí…"

— No seas idiota. Te he dicho que no— Recibe un gruñido de alguien ya demasiado enojado. Es normal que a estas alturas se cabreara. ¡Él no estaba mal del coco! ¡Era un inteligente y cuerdo americano! ¡El único loquito de patio era Inglaterra con su demencia senil que alucinaba con bichos que no existían!

— Como sea, arréglate pues te llevaré a comer para ver cómo te va con los cubiertos— Dice antes de dar media vuelta y desaparecer por la puerta.

¿Una cena?

En sus geniales películas siempre los dos enamorados iban a la primera cita a comer y tras eso se declaraban su amor y a los cuatro meses se casaban y cumplían el sueño americano. O por lo menos eran felices hasta que la tipa le cambiaba por el mejor amigo.

Pero como el gran Estados Unidos que era, todo se haría realidad pues él como héroe del mundo merece tener un final feliz. Como no podían tener hijos, adoptarían a Tony. Y tendría un perro que se llamaría Spike y un gato llamado Bigotes.

Esto era perfecto.

Aunque le suena conocido. ¿Lo habrá dicho antes?

De cualquier modo… ¡No importa! ¡Se estaba haciendo su sueño realidad gracias a su lindo Presidentito!

¡Y no, no era bipolar!

Y fiel a sus principios impulsivos, cogió el teléfono y marcó un número que ya se sabía de memoria.

— ¿A-aló?

— ¡Jefe! — Da un grito ensordecedor.

— A-alfred… en estos momentos estoy ocupado— De fondo, se escucha una voz femenina diciendo "Corta el teléfono y ven a darme con el tú ya sabes que…" se escuchó de fondo— Te llamaré yo, chico.

Y tras eso cortó dejando al americano en una pieza.

Había… llamado a su presi cuando estaba… las mejillas se le enrojecieron a causa de la vergüenza… estaba con su mujer… intimando.

De cualquier modo la vergüenza por llamar en esos momentos "delicados" cambió cuando Alfred ofuscado grita a los cuatro vientos.

— ¡POR QUE ELLOS FOLLAN Y YO NO!

Los pájaros del patio volaron despavoridos.

El americano se levanta del piso, no comprendiendo cuando cayó de rodillas. Se levanta con dignidad y sale del cuarto.

"Piensa positivo" se dice "Hoy saldrás con Arthur a comer y mejor aún, él te invitó."

Eso sí. Él no sería el pasivo muerde almohadas.

Los Estados Unidos nunca eran los pasivos muerde almohadas de nadie. Ha dicho.

Tal vez Obama no era tan malo. Tal vez hizo el guion de esa broma de mal gusto con todo el cariño que le tenía a su nación y le quería dar un empujoncito.

Tras pensar eso sonríe bobamente.

Ya podría hacerle cositas malas a Inglaterra.

Y regalarle un juguete sexual a su lindo presi.

-x-

Al apretar el mando a distancia, siente a los segundos una fría mano deteniéndolo. Voltea y ve a Inglaterra mirándole con su típica cara de malas pulgas.

¿Huh?

— Mientras yo esté aquí no te meterás en tus tontos juegos derrite neuronas— Le dice.

— ¿Qué? ¡Pero por qué! ¡Estoy en todo mi derecho como nación indepen…!

— No. No lo tienes. No ahora que yo te estaré cuidando.

Maldito dictador. Igual que en tiempos pasados. Después lloriqueaba preguntándose porque lo abandonó. Aunque bueno, como ni él mismo sospecha, también hubo otras razones más profundas y que le tienen haciendo el ridículo en estos momentos.

— ¡No eres mi niñera! — Le reclama fastidiado América.

— ¡Pero me tendré que comportar como una si tú sigues comportándote como un mocoso! — América se cruza de brazos, golpeando el piso con su pie. Podía estar enamorado de él pero eso no significaba que no lo sacara de quicio. El amor no implica una humillación.

— Madura, Inglaterra. No soy un mocoso, hace tiempo me independicé de ti.

Ouch.

Golpe bajo.

El rostro de la nación europea se contorsionó unos segundos con dolor. Su piel comenzó a colorearse de la cólera y unas lagrimitas salían de sus ojos. Alfred nota que la ha jodido y cuando va a tratar de disculparse un cojín es aventado en su rostro con odio.

— ¡América idiota, ojala te mueras! — Suelta antes de salir de estampía.

Estados Unidos se queda mirando la puerta por donde había salido.

Señor... La ha jodido.

Si seguía así su plan de enamorar a Inglaterra sería tan posible como que Francis se vuelva monja. Y no, no una monja como disfraz para sus perversiones sexuales, sino de esas mujeres adorables que viven encerradas en un convento.

Puso una mano en su frente y suspiró con cansancio. Vaya estupidez.

Pero él era América. No se iba a disculpar. Era una superpotencia, no tenía por qué disculparse. Esta vez Inglaterra, tenía la culpa. Estaba agotando su paciencia con sus órdenes irracionales, aun cuando él se esmeraba en alargarla y no enojarse con Arthur.

Encendió el televisor y se dispuso a seguir con un juego de peleas.

-x-

El orgullo, maldito orgullo.

Hacía estragos en su mente la culpabilidad, que nunca iba a confesar que sentía, al no pedir disculpas a Arthur.

Eran las nueve y media.

Arthur había salido furioso a eso del mediodía.

Y todavía no vuelve.

Mierda, estaba preocupado.

¿Qué pasara si al viejo ese le diera un ataque depresivo y se aventara contra un camión? ¿O quisiera morir lenta y dolorosamente comiendo de sus scones radioactivos?

No. Posiblemente hoy se estaría emborrachando en un bar de por ahí.

Se levanta y sale tras tomar las llaves.

La noche cae cerrada, el tiempo sigue agradable por el verano. Al fondo del cielo todavía se veía una luz dorada que moría, ahogándose en el azul líquido. Caminaba a pasos apresurados hasta los bares más cercanos.

El paisaje en estos momentos le importaba una mierda.

Le obligaría a meterse a un grupo de alcohólicos anónimos. Lo juraba por su linda banderita. Aunque ya podía pensar en eso otro día, ahora debe preocuparse en encontrarlo.

-x-

Nada.

Entraba y salía de cuanto bar fuera y no había presencia del tonto inglés. Esto se había tornado una situación tortuosamente desagradable. Camina por los parques maldiciendo lo inmaduro del viejo, quien siempre lo regaña por infantil ¿Y qué hace él? Escaparse. Escaparse como un adolescente rebelde.

No lo encuentra por ninguna parte y se está comenzando a desesperar.

Maldice lo cabezota que es Inglaterra. Y comienza también a golpearse mentalmente por ser tan lengua suelta y no parar a pensar en lo que dice.

A la mierda, ya ni le importa quién tiene la razón, solo quiere encontrarlo.

Sigue caminando angustiado por las calles, no está en ninguna plaza y ya se le están agotando las ideas.

Un parque más y si no está ahí, llama al FBI.

Se sobresalta al recibir una llamada. Toma su iPhone y ve la imagen de Arthur. Lo está llamando. Contesta al instante, aterrado con la idea de que Arthur está en peligro.

— ¿Inglaterra? — Por favor, que esté bien. Por favor que los asaltantes no le hayan hecho nada. Por favor, por favor… si es acaso un secuestro…

— ¿Dónde estás? — La voz monótona y dura de Inglaterra le sorprende.

— ¿Estás bien? ¡Te he estado buscando por toda la maldita ciudad!

— Estoy en tu casa idiota, vuelve ahora.

Y corta.

Y América no sabe si enojarse o aliviarse.

Maldita sea, Inglaterra le hacía sentir un mar de sentimientos.

-x-

Llega a la casa, apurado por verlo. Arthur está de brazos cruzados sentado en el respaldo del sillón.

— ¡Inglaterra! — Sonríe aunque el contrario parecía no estar del mismo modo.

— ¿Qué mierda hacías fuera?

— ¡Pues buscándote! ¿Acaso no era obvio? ¡Eran más de las nueve de la noche!

— Mañana practicaremos el uso de los cubiertos en el restaurante— Se da media vuelta— No necesito que nadie me vaya a buscar, menos tú quien no pareces muy feliz conmigo cerca. Si tanto te molesta llama a tu estúpido presidente y pídele que quite su petición.

Aprieta un puño y lo abre repetidamente buscando tranquilidad.

América pisotea el piso tratando de controlarse, furioso y frustrado. Quiere tomar del cuello a ese imbécil para darle un beso y demostrarle qué tan poco feliz era junto a él como decía.

Maldita sea.

¿Por qué demonios se enamoró de él entre todos los países del mundo? ¡Esto era desquiciante!

Tiene que salir de esto.

Oh.

Una idea cruzó su cabeza. Una interesante idea.

Veamos lo que dirá Inglaterra mañana.

-x-

Notas: Ustedes no se imaginan cuánto me cuesta esta comedia. Ya por lo menos me acordé que venía en el cap 4. Eso es un gran avance.