Todo por esa apuesta
-Entonces la piedra filosofal resulto ser ¿falsa?
-Es tu culpa.
-¿Mi culpa?
-Tú fuiste quien me dijo que el padre Cornello tenía habilidades diferentes y que posiblemente podía ser la piedra.
-Nada más te eche una mano, no es mi culpa que haya sido un fraude.
-… De cualquier forma no se a quien más echarle la culpa así que, ni modo.
-Podrías echarte tú la culpa.
-¿Por qué yo?
-Olvídalo… de cualquier forma, acero, necesito que me entregues el informe acerca de tu viaje a Lior.
-Si, sobre eso… la verdad es que no lo he hecho.
-Como siempre y ¿cuál es tu excusa está vez?
-Vengo cansado del viaje.
-Cada vez te vuelves más sínico –exclamó Roy con burla.
Edward estaba sentado en el sillón con los brazos en su cabeza haciendo una especie de soporte, pero al escuchar lo anterior dirigió su mirada al alquimista de la llama, éste último lo observo petulantemente.
-No creas que has ganado –dijo Ed.
-Es la verdad.
-Déjame pensar y te buscare buenos insultos.
-Para ese entonces habrán conseguido sus cuerpos –siseó Roy obteniendo momentáneamente la victoria a la disputa. Edward se sonrojo y se ofendió.
-O lo lograré para cuando te conviertas en Fuhrer –exclamó Ed con una sonrisa pícara. Ésta vez gano la batalla ya que Roy permaneció callado.
En eso el teléfono junto al pelinegro sonó. El alquimista levantó el auricular y lo colocó en su oído derecho.
-Si, bueno… ¡Hola Michelle!, ¿cómo estás?... ¿Qué pasa? … mmm suena tentador… está bien, pasaré por ti ¿te parece a las 9:30?... perfecto… Estoy bien… aquí cuidando a un niño… -dijo mientras observaba a Edward, el rubio se levantó de su asiento furioso y se acercó al pelinegro al tiempo que preparaba su puño –Michelle tengo que irme, un enano está acercándose… Ja ja ja si lo vieras también lo llamarías enano… está bien, nos vemos, besos.
-¡Maldito coronel!, ¡A QUIÉN LE DICES UN ENANO QUE ES TAN PEQUEÑO QUE DEBE SER CUIDADO POR PERSONAS ALTAS!
-Vamos Ed, solo era una broma.
-¡No tolero que te burles de mí!
-En realidad no toleras nada, aunque déjame confesarte que con esto gano el segundo round.
-¡Maldito!
Mustang comenzó a reír a carcajadas y eso enfureció más al pequeño alquimista de acero. Fue entonces que se acercó al pelinegro, estaba a punto de golpearlo pero se le ocurrió una brillante idea para ganar el desempate.
-¿Así que usas los teléfonos de la milicia para organizar tus pervertidas citas? –insinúo con un rostro inocente. Roy paro de reír –Quizá el jefe deba saber eso… ¡o mejor aún! Que la teniente Hawkeye se entere.
El pelinegro se puso pálido, comenzó a sudar y a moverse nerviosamente mientras se imaginaba a la rubia disparándole con la pistola a su escultural rostro y cuerpo.
-No te creo capaz –dijo con todas las fuerzas del mundo para no sonar desesperado y vencido. Edward arqueó las dos cejas.
-No puedes decirle que hacer a un niño como yo.
Roy lo miró con cierto temor. ¡Demonios, el chico era listo! Pero no iba a darle la satisfacción de ganar.
-Hazlo, no me importa –confesó mientras se ponía de pie para dirigirse a la ventana y de esta manera darle la espalda al rubio ya que, posiblemente, su rostro estaba pálido y quizá mojado por tanto sudar.
-Muy bien… ¡Teniente Hawk…! –gritó con todas su fuerzas pero alguien le tapo la boca descubriendo que se trataba de Roy.
-No lo hagas –dijo en susurro. Ed lo miró con odio he intento quitar su mano de su boca ya que lo estaba asfixiando pero le costo trabajo ya que el pelinegro lo sujeto con fuerza –Está bien, ganaste está vez pero prométeme que no le dirás nada.
Ed accedió con lentitud y entonces el alquimista de la llama lo soltó. El rubio comenzó a jadear.
-Maldito… no tenías porque… asfixiarme… -dijo con constantes pausas.
-No sabía lo que hacía, lo siento –confesó Roy para después dirigirse a su asiento, un poco más relajado.
-Pero en serio, ¿por qué les das a esas mujeres el número de la milicia? –inquirió el pequeño.
-Es algo que no entenderías.
-Pervertido –murmuró. Roy lo escuchó y se levantó enojado.
-¡No me mal interpretes!
-¿Entonces por qué lo haces?
-… Porque todo el día estoy aquí, sería estúpido si les doy el número de mi casa.
-Eres… un pervertido.
-No me digas así.
-Es la verdad, solo piensas en las mujeres, eres un adicto.
-Y tú con la alquimia.
-Al menos no es enfermizo.
-Eso es lo que tú crees, pero la verdad es que si lo es… ¿nunca has escuchado el dicho: la adicción no se crea ni se destruye solo se transforma?
-No
-Pues eso ocurre con nosotros, todos tenemos una adicción así que no te molestes.
-Pero la tuya es nauseabunda, ¿tan desesperado estás?
-No, y jamás me comprenderías ya que no lo has experimentado… y a puesto a que todas las chicas te rechazarían.
-Por supuesto que no… de seguro contigo salen sólo por lástima ya que es imposible que les gustes a las mujeres con ese rostro tan feo –exclamó Ed al tiempo que juntaba sus brazos y giraba su cabeza. Mustang abrió la boca de ofensa y después hecho a reír.
-Por favor, mi rostro es una muestra perfecta de la belleza… en cambio tu cara infantil y cachetona ahuyentaría a cualquier dama.
-¡Retráctate de eso!
-No lo haré ya que es la verdad, jamás podrás conquistar a bellas mujeres.
-Ya verás que te lo demostraré… además tú también estás cachetón.
-¿Demostrarme que?
-Que las mujeres prefieren un rostro como el mío
-¿Cuánto estás dispuesto a apostar?
-… 1000 yens.
-¿Tan poco?
-Necesito el dinero para viajar, no que tú solo lo gastas en estúpidas citas y en perfume barato.
-Está bien, está bien, no tienes porque enojarte, 1000 yens son perfectos.
-Bien, ¿cuáles son las reglas?
-Tenemos una semana para demostrar quien es más solicitado.
-Tú tienes más experiencia, no es justo.
-¿Entonces que sugieres?
-… Debemos enamorar a una mujer en una semana.
-Está bien… ¿Te parece si escojo yo a tu futura esposa? –cuestionó con burla. Ed se ruborizó.
-Solo si yo también escojo a la tuya.
-Está bien… debe ser alguien de tu edad –dijo Roy en voz baja. Después dirigió su mano a su barbilla y alzó los ojos, pensaba en un buen partido que consiguiera su victoria segura. Edward no quitaba sus ojos del pensativo Roy y cuando el pelinegro sonrió pareciendo encontrar la solución, el rubio tragó saliva -¿cómo se llama esa amiga tuya?
Edward se ruborizó que inclusive el pelinegro creyó que estaba a punto de estallar de furia. Comenzó a moverse con nerviosismo e intentó evadir la pregunta pero solo le daba ventaja a Mustang ya que este comenzó a molestarlo diciendo que la victoria era suya.
-Se llama… W-Winry –confesó con temor.
-Entonces ella será la afortunada señora Elric –exclamó antes de reír.
El rubio estaba a punto de gritarle sus verdades pero lo interrumpió el sonido de la puerta a la hora de ser abierta dejando ver a Riza Hawkeye.
-Coronel, el Sr. Mike lo está buscando.
-Gracias teniente –dijo el pelinegro, después se puso de pie.
-¡Espera aún no terminamos!
-Apresúrate a elegir, aunque te advierto que el ganador seré yo ya que no hay mujer que no se hinque a mis pies.
Edward silencio y de igual manera coloco su mano de metal a su barbilla, estaba pensando en una buena estrategia así que no escuchó lo último que dijo Mustang ni tampoco a la teniente gritarle al pelinegro por su tardanza… esperen… la teniente, ¡claro! Era perfecta: fría, controladora, poco femenina, lo contrario a lo que Roy busca en una dama. Segundos después Edward mostró un rostro divertido que inclusive hizo sudar a Roy.
-Tendrás que conquistar a la teniente.
-¡¿Qué?
-¿Entonces te rindes?
-… Claro que no, pero… ¿por qué ella?
-Verdad que es tentador, sería una excelente candidata para mejorar tus trucos en el romance.
-Viéndolo de esa manera… pero aún así.
-Piensa que si consigues conquistarla entonces podrás con cualquier otra mujer.
-Eres peor de lo que imaginaba.
-Entonces, ¿es un trato?
-… Muy bien, lo es. Yo lo intentaré con la teniente y tú con tu amiga Winry –exclamó para después acercarse al rubio. Ambos sellaron la apuesta con un saludo de manos.
-¡Vendrá o tendré que sacarlo a la fuerza! –gritó Riza mientras entraba con rudeza a la puerta. Roy se congeló y se puso nervioso, entre tanto Ed comenzó a reírse.
-Ya voy –exclamó Roy. "esto será difícil" pensó antes de salir de la oficina pero antes miró de reojo al rubio, éste no paraba de reír "maldito enano"
-Buena suerte coronel –dijo entre risas. Roy se ruborizó.