Sora pasó bastante tiempo de su infancia siendo rechazada por su mejor amigo, Tai. Tantas faltas hicieron explotar a la pequeña pelirroja, que decidió seguir un camino separado. Años después, Taichi se da cuenta de que en su infancia dejó ir a la chica mas bella del mundo, y también que esta dispuesto a recuperarla, pero ¿será tan fácil como se lo imagina? Ahora Taichi lo entiende: No se sabe lo que se tiene hasta que se pierde…


Siempre los mejores días de la semana eran los viernes: La rutina se vuelve más divertida, los dulces no son una limitación, los parques están abarrotados de nuevos amigos que hacer, y la escuela termina. Pero este viernes era el mejor de todos por una sola razón: El verano estaba a punto de comenzar.

Todos los niños del salón de clases miraban el segundero del reloj con sus graciosos ojos, esperando impacientes que la manecilla llegara a su destino, sin escuchar siquiera al pobre profesor que aun seguía con la lectura.

3:30 parecía ser la hora más callada y pacífica de aquel año escolar, puesto que todas las mentes de aquel recinto albergaban un sólo pensamiento, que tenía mucho que ver con el ciclo que se estaba culminando.

Antes de proseguir, el maestro dirigió una última mirada a la pequeña multitud que lo acompañaba entonces. Él también estaba ansioso por irse, pero al menos quería cumplir lo que quedaba.

Casi en el centro de aquel salón, Taichi miraba desde su lugar el reloj cada dos minutos, asegurándose de que este funcionara a la perfección.

Unos escritorios detrás, la pequeña Takenouchi sonreía mientras veía a Tai golpear una y otra vez el suelo con sus zapatos deportivos. Ella también estaba ansiosa por que comenzara el verano… Verano que esperaba compartir con él, como ya se lo había prometido. Sora sólo esperaba que esta vez lo cumpliera.

No lo podía evitar, estar con Tai era lo mas interesante y genial de su vida. Siempre lo seguía y no hacia sino su voluntad, por que era su amigo y ella creía ciegamente en sus razones. Taichi era muy bueno con ella… siempre y cuando no hubiera nadie alrededor. Pero no importaba demasiado, no hacia más daño que un raspón, creía.

La campana estaba a punto de sonar. Pudo ver a Taichi ajustar sus lentes de aviador, preparándose para salir, mientras ella suspiraba contemplándolo. Era tan lindo y gracioso, que creía que no había nadie mejor para ella. De hecho, esperaba con mucha ilusión casarse con él, era como un sueño, su sueño secreto, y quería que Tai lo supiera. La idea de estar juntos era una que la invadía al verlo, e imaginarse que eso sería posible en un futuro le llenaba de esperanza, y también cada vez que le hablaba. Lo admiraba demasiado, era un ejemplo de todo lo que ella deseaba en un niño, y quería hacérselo saber.

Si, la niña pelirroja estaba dispuesta a decirle a Taichi acerca de sus sentimientos. Este podría ser el primer verano que ella pase a su lado, y sería el verano en el que ella le confesara por fin su amor. Sólo rezaba por que Tai en verdad pudiera pasarlo con ella. Estaba muy emocionada, tenía algo importante que hacer.

El tiempo corrió mientas ella divagaba. La campana sonó y al instante libros y hojas volaron alrededor del salón mientras la histeria dominaba a los niños, que gritaban emocionados.

Taichi corrió hacia el pasillo, y la pequeña Sora sacaba de su mochila una hoja de papel decorada con muchos corazones rojos y rosados, y un chocolate con envoltura dorada. Los guardó con cuidado en su bolsillo y también corrió fuera del aula.

Afuera, los autobuses ya estaban llenos de niños que gritaban y se despedían de la escuela de una manera casi eufórica. Los grupos de niñas despidiéndose fervientemente mientras subían al auto de sus padres, y se deseaban un buen viaje, mas promesas que cumplirían tal vez el próximo año escolar. Los chicos fuera con sus patinetas listas para dar vueltas por el parque, y los alumnos de grados mayores despidiéndose de sus novias totalmente despreocupados por los maestros, que esta vez no podían hacer nada sino mirar. Ya no eran su problema..

Mientras el tráfico se hacia mas tardío por las salidas de los profesores y la llegada de mas padres, los chicos aprovechaban el tiempo para hacer planes.

-¡Vamos al nuevo parque! Escuché que tienen una montaña que podemos trepar.

-Mejor vamos al cine, antes de que se agoten las entradas para la película de la temporada.

La emoción apenas comenzaba. Taichi pensaba en mil y un maneras para divertirse en un sólo día, aprovechando cada instante de su valioso verano.

-¿Qué opinas, Tai? ¿Parque o cinema?

El pequeño castaño mordió su labio; la película era buena, pero el parque sonaba tentador. Justo antes de que pudiera decir su elección, escuchó la voz de Sora, que estaba llamándole.

Tai supo inmediatamente que no podía ser bueno. Otro chico, Ishigo, codeó a su compañero de al lado, con una mueca de burla que dejaba claras sus intenciones. –Ahí viene tu novia, Tai. Tal vez quiera un beso de despedida.

Todos comenzaron a reír de aquello, y Tai no podía estar más avergonzado. A su edad, las chicas no eran más que una molestia, así que fingió no haberla escuchado.

-El parque se oye bien, vámonos ya –Apresuró a sus compañeros que encontraban divertido seguirlo molestando.

-¡Tai!

Ella lo llamó de nuevo, y esta vez un amigo se lo hizo saber a Tai para que no tuviera salida.

-Yagami –Ishigo tomó al castaño por la camisa, deteniéndolo para enfrentar a la pelirroja. -, sé un buen novio, parece que Takenouchi tiene algo importante que decirte –Entonces lo abandonó en una situación de la que difícilmente saldría rápido.

Sora estaba completamente sonrojada por escuchar que todos suponían que Tai era su novio, pero sonrió por que no consideraba que fuera nada malo.

-Invitemos a Yamato –Escuchó Tai mencionar a su archienemigo por parte de Ishigo. Chasqueó la lengua molesto y dirigió su mirada hacia Sora.

-¿Qué pasa?

La pequeña jugaba con sus manos nerviosa, indecisa si decirle o no.

-¿Sora? –La voz de Tai sonaba impaciente.

-Es que… quería darte algo… Algo que hice yo misma, con mucho…

-¡Apresúrate, Taichi! –Gritaron sus amigos igual de ansiosos. – ¡Sólo bésala!

Detestaba escuchar sus risas, y detestaba aquel momento. Suspiró para calmarse. -¿No puedes esperar otro día?

Sora negó con su cabeza de manera inocente. –Quiero dártelo ahora.

-¿Qué es?- preguntó con prisa.

Sora, aun apenada, sacó la carta y el chocolate de su bolsillo lentamente. Los miró detenidamente antes de ofrecérselos, entonces cerró sus ojos con una enorme sonrisa atravesando su rostro.

Taichi sólo estaba ahí inmóvil, como si no entendiera lo que estaba pasando. Sora abrió un ojo para comprobar que él aun siguiera ahí, y en efecto lo estaba, pero no tomaba su obsequio.

-Es para ti, Tai.

El chico, aun sorprendido, no tenia idea de que hacer. –… En verdad, no tenías que hacerlo –dijo finalmente con molestia.

-Es que quería mostrarte que te quiero mucho.

-¡Taichi, nos vamos!

Entre esas emociones en un día había llegado a sus límites de paciencia. No estaba procesando nada como debía. –Dámelo otro día.

Sora estaba confundida. – ¿Pero por que no mejor te lo llevas?

-No puedo.

-¿Puedo ir contigo? Dijiste que pasarías conmigo este verano.

-Ahora no.

-¿Por qué?

-No puedes venir, eres una niña.

-Entonces ven tú conmigo.

-¡Tai!

Apretó sus puños harto. Miró la carta que reposaba en las manos de Sora, y miró a su grupo de amigos. Era capaz de entender que Sora estaba alegre por ese verano, pero él también tenía derecho a disfrutarlo. Negó con su cabeza delicadamente.

-Lo siento, Sora. –Entonces apartó las manos de la pelirroja mientras se iba para no regresar.

Rechazó todo lo que tenía que ver con ella, en pocas palabras.

Sora se quedó ahí, paralizada. No es que fuera la primera vez que Tai quería fingir que ella no existía, sino que él jamás fue tan sincero y frío al respecto. Eso dolió demasiado.

Volteó mecánicamente hacia el grupo de chicos que se alejaban entre risas. Y a Tai… abandonándola de nuevo. Estaba incrédula, y esto era lo más triste del caso, que no lo vio venir.

Tal vez no se había esforzado lo suficiente, quería creer en razones que no tuvieran que ver con que Tai era el problema, porque era mucha coincidencia que el problema siempre fuera ella.

Coincidencia que Tai se avergonzara de ella frente a sus amigos, cuando él juraba que no era así, o cuando él intentaba evitarla con las mismas excusas de siempre. Cuando le decía que podían hablar donde fuera, excepto en la escuela, donde tenía que conformarse con mirarlo solamente, y ahora, que se había armado de valor… Pero esta vez tuvo la agudeza para comprobarlo por si misma. No estaba siendo justo, nunca lo fue realmente.

Las lágrimas no se demoraron mucho tiempo. Ya estaba cansada de nunca ser suficientemente importante para tener el tiempo de Tai por sobre alguien mas. No entendía por que él quería evitar a toda costa que el mundo supiera de su amistad. ¿Qué tenía de malo? Era tan atento con ella cuando estaban solos, tanto que llegó a enamorarse. ¿Por qué las cosas cambiaban al estar alguien presente? Por eso muchas veces deseaba que sólo fueran ellos dos en todo el mundo, que su burbuja no se reventara cuando había alguien más. Pero eso nunca pasaría, lo sabía y era hora de aceptarlo.

Arrugó ligeramente su carta sin destinatario con sus puños. Ahora sólo podía ver como sus lágrimas caían en el sobre cruelmente, cuando lo que esperaba era verla en manos de su amigo. Pero se equivocó. Taichi Yagami no era su amigo, y ese sobre no tenía razón por la cual existir.

Entonces esa tristeza se convirtió en enojo, y ese enojo en un pésimo inicio de verano. Pero si algo quedaba claro es que Taichi ya no significaba nada en su vida… ya no lo merecía…


La frescura de aquella mañana daba un aspecto limpio y perfecto para iniciar un día, que cualquiera podía predecir que sería uno bueno, sin duda. Las cosas marchaban como deberían, y para él eso era una lástima. La rutina comenzaba, el verano se acabó.

Aunque debía admitir que estaba emocionado, es decir, lo peor de ese día fue levantarse tan temprano, y además, no sólo entraría de nuevo a clases, sino a una nueva escuela, un nuevo nivel en la secundaria de Odaiba.

Sabía que sería genial sólo al principio; como no todos los años se cambia de escuela al menos aprovecharía todo lo que esta tuviera, y la idea que mas le emocionaba era la de entrar al equipo de futbol, claro.

El tren paró su marcha en la estación que estaba esperando. Suspiró deseando que el tiempo fuera tan lento como él.

Con la dificultad que representaba bajar del tren, Taichi se dirigía a las escaleras que lo sacarían de ese túnel. En el transcurso distinguió pequeños grupos de estudiantes que también comenzarían el nuevo año.

Afuera el clima era genial, tanto como para tener algo mejor que hacer que ir a la escuela, pero bien no podía decir que había desperdiciado sus vacaciones. Generalmente son de lo mejor cuando las pasa con amigos, los cuales ya esperaba ver después del descanso.

Entonces realizó lo cerca que estaba ya del recinto, así parecía mas grande. Dio un respingo al ver a todos esos estudiantes con el uniforme de chaqueta verde, puesto que no le agradaba mucho.

Entró a los jardines frontales de la escuela, donde veía y oía el bullicio perfectamente. Suspiró para dirigirse hacia adentro, para explorar un poco el nuevo plantel.

-Voy a quedarme ciego –Exclamó una voz bastante conocida. Volteó a su derecha y encontró a Ishigo, que lo miraba sorprendido. –Yagami, ¿acaso te duchaste?

Taichi rió mientras llegaba a su lado y golpeaba amistosamente su hombro. –Eso parece. ¿Cómo estuvo tu descanso?

-Maravilloso, fue una locura despertar al día siguiente con la noticia de que tenía que entrar a la escuela, pero no esta tan mal. ¡Mira cuantas lindas chicas!

El castaño miró a su alrededor sin sorprenderse mucho. –Si.

-Dime cual te gusta, y veré si puedo conseguírtela –Anunció el pelinegro con una sonrisa malvada.

-Tal vez después.

Ishigo exhaló. –Yagami, en todos estos años no te he visto interesado en ninguna chica, y espero de todo corazón que eso no tenga nada que ver con lo que me imagino.

-¡Claro que no! –dijo Tai, con el entrecejo fruncido. –Es sólo que acabamos de entrar.

-Si, bueno. Vamos con los demás idiotas, ni siquiera nos han visto.

Ambos se dirigieron detrás de una arboleda que rodeaba el camino de la entrada. Se saludaron mientras hacían el conteo de quien era el que faltaba, y quien era el que se había ido definitivamente.

Entre charlas amenas y sin mucho sentido, repentinamente toda la escuela se silenció mientras la atención se volvía hacia el rubio que apenas se distinguía entre la multitud. El tipo que no necesitaba gritar para ser el centro de atención; de hecho, sólo tenía que aparecerse en cualquier sitio para parar el tráfico.

Portaba el saco verde como cualquier otro estudiante, pero sin embargo, y de alguna manera, lograba destacarse. Ese caminar de chico rebelde ahogaba gritos en las chicas que tan sólo murmuraban entre ellas mientras lo devoraban con la mirada. Y él parecía tan despreocupado que incluso ignoraba todo aquello.

Era patético; las chicas prácticamente babeaban sobre sus cuadernos mientras sus ojos cobraban vida sólo para seguirle el paso a ese chico. Incluso sus amigos sonreían de manera estúpida al verlo aproximarse.

-Ishida es genial –Murmuró un chico que usaba lentes, entre los amigos de Taichi.

El castaño bufó. -¿Qué tiene de especial un tipo rubio que se cree la gran mierda? –Masculló.

-Tal vez porque que es rubio y se cree genial por que lo es –Opinó Ishigo, sorprendiendo a Tai. –No sé por qué lo detestas, ni siquiera lo conoces.

-¿Y tú si?

-Pues obviamente, ¿con quien creías que te reemplazábamos?

Tai se encogió de hombros, fingiendo que no importaba. –Igual no necesito conocerlo.

Los demás siguieron hablando acerca de incluir a Matt en su grupo. Lógicamente el tema era una patada en el hígado para Tai. Sí conoció a Yamato, por eso estaba seguro de lo que decía. Él no era más que un egoísta idiota que no seguía sino sus razones. Siempre él, y lo peor de todo era que el mundo alimentaba su ego; que tonto al pensar que sería diferente en Secundaria, de hecho, era peor. No dudaba que ahora Yamato fuera incluso más egoísta, y no podía hacer nada para que sus amigos dejaran de considerarlo como otro más.

La campana sonó y fue lo que detuvo los pensamientos negativos del castaño. Ishigo apoyo su mano en el hombro de Tai.

-No te pongas celoso, Yagami; nadie te quitara tu fama de "Goleador". Siempre estarás en mi equipo.

Taichi sonrió sin remedio y el grupo se adentró al plantel.

Como se esperaba, el edificio parecía estar a punto de desbordarse por tanta concurrencia; apenas todos podían caminar lo suficiente para llegar a tiempo a sus clases.

Era una costumbre desde el quinto año que él esperara siempre al último momento para entrar a su clase, pero justo a tiempo. La multitud empezaba a dispersarse y a vaciar los pasillos, cosa que Tai contemplaba desde las escaleras donde estaba parado. Cuando fue suficiente tiempo para haber visto su horario y grabarse el número del salón de su primera clase, se dirigió hacia ella sin mayor preocupación.

Jamás había dado un tour por esa escuela antes, de hecho, las únicas veces que la vio sólo fue por fuera. Entonces estaba perdido, y el tiempo seguía corriendo. Maldición, eran las cosas que quería evitar en su primer día.

Sacó de nuevo el papel rosado en el que estaban anotadas sus clases. Apresuradamente miraba los números de los salones esperando encontrar el suyo deprisa. Comenzaba a sentir ansias.

Afortunadamente dio con el número justo cuando la última campanada sonó. Al abrir la puerta aun sintiéndose con todo su derecho, lo primero que encontró fue a uno de sus antiguos profesores, y sin remedio, al que posiblemente más le estorbaba, y que al parecer, le seguiría estorbando.

Al voltear, el señor Fujiyama le dirigió una sonrisa que causó escalofríos en la espina de Taichi.

-Yagami, ¿así comienzas tu secundaria…?

Bueno, tenía la suficiente madurez para entender que él mismo se lo buscó…


En la hora del almuerzo todo mundo se dispersaba por la escuela y ésta parecía menos llena. Eran en verdad pocos estudiantes que preferían comer en la cafetería.

El grupo de amigos inseparables del castaño degustaban sus almuerzos mientras, como de costumbre, alguien debía ser fastidiado para mantener conversación. Y ésta vez era su turno.

-Enserio Yagami, me has superado –Reía Ishigo-. Tu primer día y ya tienes detención. A este paso me muero por saber que mas vas a hacer.

Taichi seguía comiendo sin intenciones de reír. No estaba orgulloso de sus acciones, por lo que el asunto no le hacia nada de gracia.

-¿Lo haces a propósito? –Entró otro chico castaño, Makoto, preguntando inocentemente. –Es decir, Fujiyama busca cualquier escusa para estar tras de ti. ¿Qué le has hecho que no sepamos?

-Es que Yagami no puede superarse, es un caso perdido, y a Fujiyama no le gusta perder –Explicó Ishigo casi convenciendo a los demás. Entonces viró hacia su amigo -. Eso, o le gustas.

Nadie evitó reír. Taichi siempre consideró que sus amigos podían ser algo graciosos a veces, siempre y cuando no fuera él la victima de los arranques reflectivos de Ishigo.

-Lástima que tu ingenio no dé más que eso. Y dices que yo soy un caso perdido.

-Adelante, cuéntale a Fujiyama.

Las risas duraron más de lo que podía soportar. Con esos amigos, hasta Yamato parecía una mejor opción. Al menos ese idiota hablaba muy poco. Cuando pensó que lo mejor era retirarse de esa mesa, Makoto dijo algo más sensato.

-Chicos, vayamos a las listas de deportes a ver si aun hay vacantes para el equipo.

Cierto, lo había olvidado por completo. Secundó a Makoto mientras todos se levantaban de sus asientos en dirección a la entrada principal.

Se habían acercado al mural donde colgaban las hojas con todos los deportes disponibles en el plantel. Parecía que el alumnado apenas si había notado las listas, puesto que las firmas no llenaban ni la mitad de las hojas.

Taichi encontró la que desde un principio buscaba, y esta era la más popular al parecer. Puso su nombre al terminar de leer con quienes compartiría la cancha este año. Después algunos de sus amigos firmaron también.

-Ahora que tengo oportunidad, probaré suerte en béisbol –Anunció un compañero.

Tomi, el más pequeño de aquel grupo, veía con interés la lista de futbol americano. Ishigo lo notó y tenía que opinar al respecto.

-¿No encuentras la lista de Ajedrez? Ésta es la de futbol americano –Dijo enfatizando el encabezado de aquella hoja.

-Olvídalo –Opinó Tai. –Tú eres el cerebro; van a asesinarte en ese selectivo.

-Sólo veía –Dijo el pequeño sonrojado.

El tiempo de descanso había acabado, como anunciaba el timbre. La mayoría de los chicos tenían una clase diferente, pero esta vez Ishigo y Taichi compartirían una.

Ambos se dirigían al laboratorio de Química. Ishigo mencionaba todos los atributos de las chicas que se le cruzaban, y Taichi lo ignoraba sutilmente. Cuando por fin llegaron al salón, el profesor los interceptó.

-¿Nombres?

Los chicos respondieron conforme. Taichi miraba alrededor aburrido, y lo único que veía era el salón parcialmente lleno, hasta que sus ojos se detuvieron abruptamente en una sola persona.

Increíble, en verdad lo era. Detrás de la mesa de laboratorio, cerca de la esquina, se encontraba alguien a quien jamás imaginó volver a ver, tanto así que ya se había olvidado de ella, hasta ahora. Por eso fue brutal la coincidencia.

Sora Takenouchi sonreía a su amiga al lado suyo. Si no reconociera ese corto y rojo cabello ni esa sonrisa, juraría que era otra persona. Es decir, lucía femenina y esbelta con su uniforme ajustado, recordaba jamás haberla visto con una falda antes, y no se veía nada mal; notó que su rostro no había cambiado en gran medida, pero aun así era mas bonita de lo que recordaba. Fueron sus ojos los que no habían cambiado en absoluto, los que le dieron la seguridad de estar viendo a la misma persona que imaginaba, pero aún mejor.

Dios, la encontraba irreconociblemente hermosa. Parecía no tener nada que ver con aquella pequeña marimacho que conoció hace años. ¿De verdad alguien podía cambiar a tal extremo?

Hacia años que no compartía un salón con Sora.

-¡Yagami! –La molesta voz de su maestro lo sacó de su encanto. También pudo escuchar a Ishigo reír de nuevo.

-¿Si?

El profesor suspiró. –Tome asiento junto a Okada, mesa ocho –Entonces apuntó a Ishigo con su pluma y le dijo: -. Komamura, mesa cuatro con Takenouchi Sora.

La aludida viró su vista al escuchar su nombre. Taichi no podía creer lo cerca que estuvo.

Entonces sus miradas se encontraron. La pelirroja no daba crédito a sus ojos, pero no pudo pensarlo mucho; su nuevo compañero, Ishigo, se acercaba sonriente y notablemente sorprendido.

-¿La misma Takenouchi? ¡Qué mundo tan pequeño!

Sora intentó sonreír, y difícilmente lograba mantener a sus ojos enfocados en una sola cosa.

–Increíble –Murmuró ella con dificultad.

Taichi tomaba asiento donde le correspondía, sin poder dejar de ver a la pareja que conformaban su mejor amigo… y su ex mejor amiga, la misma que había negado y rechazado.

Cuando la clase ya tenía que comenzar, aún no asimilaba el impacto de aquel encuentro. Y conforme la clase fue avanzando, le comenzaba a molestar el hecho de que Sora no había volteado hacia atrás para nada. ¿Es que no sentía curiosidad, o no estaba sorprendida? Sólo lograba verla reír de vez en cuando por causa de Ishigo, pero parecía haberse olvidado de que él estaba ahí. ¿Qué pasaba? ¿Ya se había olvidado de su amistad?

No pudo concentrarse en casi toda la clase. A mitad de esta, Ishigo volteó hacia atrás, y cerciorándose de que el maestro no estuviera viendo, le lanzó una nota a Tai.

El castaño la recogió del suelo discretamente; estaba ansioso por saber que tenía que decirle. La abrió como si su vida dependiera de eso y la leyó.

Otra sorpresa.

"Espero que ya no estés interesado en Takenouchi. Veamos que fue lo que dejaste ir"