Disclaimer: Todos los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia es una adaptación de Elizabeth Bevarly.


Summary:

Para Alice Swan, la vida sería perfecta si tuviera un hijo. No un matrimonio ni un marido, sólo un hijo. Naturalmente, necesitaba de la colaboración voluntaria de un hombre para ese "pequeño" favor, un hombre que no deseara formar una familia. Por suerte, conocía al candidato perfecto.

Soltero recalcitrante, Jasper Whitlock hubiera hecho cualquier cosa por su amiga. Pero lo que Alice pedía iba mucho más allá de lo que consideraba un favor. ¿Cómo podía conformarse con ser el padre de su hijo y continuar siendo "solamente amigos" cuando él quería mucho más.


Prólogo

—Muy bien, Simón. Hazle caso a tía Alice y todo saldrá bien.

Alice Swan abrió mucho los ojos y asintió vehementemente mientras acercaba la cucharada de puré de zanahorias a la boca de su sobrino de ocho meses. Se pasó una mano por el pelo negro y corto y notó que algo pringoso goteaba. Al retirar la mano vio que sus dedos estaban cubiertos de puré. Sonriendo con indulgencia, dejó la cuchara en el plato y tomó una servilleta para limpiar lo que fuera posible.

—Anda que has puesto buena a tu tía, ¿eh, sinvergüenza?

Simón chilló de risa y se retorció encantado en su sillita. Isabella Cullen, hermana de Alice y madre del pequeño, alzó los ojos de la ensalada que estaba preparando.

—Te dije que era arriesgado darle de comer y también te dije que no lo hicieras con la ropa de trabajo. ¿Me has hecho caso? No, qué va. Eres peor que él.

Rosalie Hale, una compañera de trabajo de Isabella que completaba el trío de amigas que se reunían a comer un sábado de cada mes, se echó a reír.

—Bonito jersey —dijo mirando el cardigan rojo hecho a mano de Alice—. ¿Cuánto te costó?

—Lo compré en unas rebajas, ¿de acuerdo? Y la comida para bebés es orgánica. Un buen lavado en seco podrá quitar las manchas, ¿verdad, Bella?

La expresión de Isabella no era nada halagüeña.

—La verdad es que no estoy muy segura de qué está hecha la comida para niños. Pero sea lo que sea, no se parece en absoluto a la verdadera comida.

—Eso —intervino Rosalie—. Y creo que hay un laboratorio de lo más secreto en un lugar llamado Traposucio, Dakota del Sur, donde proyectan bioquímicamente una comida para bebés para que tenga un sabor asqueroso y que manche lo más posible.

—Algo de eso he oído —confirmó Isabella.

Alice las miró con recelo. Las dos trabajaban de enfermeras en la maternidad de un hospital, Rosalie en las incubadoras y Bella en obstetricia. Lanzó a Simón una mirada de sospecha. Simón se la devolvió. Pero entonces le sonrió con dos dientecillos, revelando sus hoyuelos y Alice le perdonó todas sus ofensas.

—¿Creéis que alguna vez le crecerá el pelo? —preguntó fijándose en el cráneo mondo con el que había nacido.

Isabella sacudió la cabeza haciendo que sus bucles negros se agitaran.

—¿Quién sabe? A estas alturas estoy tan acostumbrada a verle pelón que no sé si le reconocería de otra manera.

—Cada día está más guapo —dijo Rosalie—. Deberías apuntarle en una agencia de publicidad. Podría convertirse en un ejemplo del «antes» en uno de esos anuncios de madrugada para calvos.

Alice dejó escapar una risilla.

—Bueno, creo que la tía Alice va a tener que ensayar una táctica nueva si quiere darle de comer a este sinvergüenza.

Volvió a levantar la cuchara e hizo vibrar los labios simulando el zumbido de un motor. Simón le sonrió intrigado. Alice le devolvió la sonrisa, quizá pudiera conseguir algo.

—Cooperación, chico. Esa es la palabra de hoy. Ahora, abre la boca y deja que aterrice el señor avión.

El pequeño hizo lo que le decía hasta que la cuchara estuvo a unos pocos milímetros de lograr su objetivo. Entonces, cerró la boca con fuerza, cruzó los brazos rollizos por encima del estómago y volvió la cabeza. Alice no pudo evitar echarse a reír al ver su expresión.

—Bueno, Simón. Nadie puede negar que eres un Swan de pies a cabeza. Ni tu mamá ni tu tía hacen nunca algo que no quieren hacer.

—Pero cuando tu tía sí quiere hacer algo, ojo —dijo Isabella—. Porque nada, y quiero decir absolutamente nada, va a hacer que cambie de idea.

—Debe ser algo genético —dijo Rosalie.

Simón balbuceó y gorjeó su acuerdo.

Alice dejó el plato con el puré. El niño había comido tanto como le había tirado encima, lo que significaba que estaba bien alimentado. Lo sacó de su silla alta y le dijo a las otras dos que subían a lavarse ella y el bebé.

Mientras le desabrochaba el velcro de los pañales, pensó que Simón era un niño maravilloso. El la miraba desde la mesa donde le cambiaba, sus pestañas ridículamente largas hacían que sus grandes ojos castaños parecieran aún más grandes. Pataleaba y le tomaba el dedo índice con una manita. Entonces hizo una burbuja en la boca y volvió a sonreírle.

—Es muy guapo, ¿a que sí? —dijo Rosalie por encima de su hombro.

—El niño más guapo del mundo.

—Y el más listo —añadió Isabella, reuniéndose con las demás.

Las tres se le quedaron mirando mientras él las observaba de una en una. Se negó al soltar el dedo de Alice, ella le acarició la piel delicada y cálida de la mejilla con la yema del pulgar. No pretendía sorprender a su hermana y a su amiga con la noticia todavía pero, de repente, la situación parecía apropiada.

—Chicas, tengo que deciros algo. Voy a tener un hijo.

—¿Un hijo? —preguntó Isabella.

—¿Cuándo? —inquirió Rosalie.

—Pronto. Para Navidades, creo. Sería una buena época para tener un niño, ¿no os parece?

—Pero faltan más de once meses para las Navidades —dijo Rosalie—. Creo que te fallan un poco las matemáticas. O puede que seas más boba de lo que pareces.

Alice le hizo una mueca.

—Bueno, ¿no tan lista como aparentas? —insistió Rosalie.

Alice siguió mirándola.

—Pero, ¿no te das cuenta de que sólo hacen falta nueve meses para tener un niño?

—Sí, ya lo sé —aseguró Alice.

—Entonces, no estás... No hay nadie que... Lo que quiero decir es que... —Isabella tomó aliento e intentó empezar otra vez—. Muy bien, hermanita. Si vas a tener un niño, ¿quién es el padre? Aunque sales a menudo y debes tener un montón de tipos entre los que elegir, sé positivamente que nunca has encontrado ninguno interesante, lo bastante interesante como para... bueno, ya sabes. No me digas que había alguien especial todo este tiempo.

Alice sonrió crípticamente.

—Todavía no he decidido quién va a ser el padre.

—No, no tiene fiebre —le dijo a Rosalie poniendo una mano sobre la frente de su hermana—. Debe ser algún trauma psicológico.

—Tampoco —aseguró Alice apartándole la mano—. Voy a tener un hijo a finales de diciembre y todavía no sé quién será el padre.

—En seguida llamo al doctor Clifferman —dijo Rosalie—. Isabella, seguro que le conoces. Es el mejor loquero de la ciudad. Tú mientras busca la camisa de fuerza. Ten cuidado de no hacer movimientos bruscos delante de ella.

—¿Queréis dejarlo de una vez? —dijo Alice—. No estoy loca y tampoco embarazada. Pero pronto lo estaré.

—¿Por qué demonios quieres quedarte embarazada? —preguntó Isabella—. Créeme, sé de lo que hablo. Esos nueve meses no son ninguna excursión ni en las mejores circunstancias, sin contar con que estás soltera y no tienes ni idea de lo que se te viene encima.

—Pero quiero tener un niño —insistió Alice.

—¿No crees que primero ayudaría que encontraras un padre? —sugirió Rosalie—. ¿Y enamorarte de él, antes que nada? Tradicionalmente, es la manera en que ocurren estas cosas, incluso a las puertas del siglo veintiuno.

—Yo no soy una persona tradicional —dijo Alice.

—Bueno, eso sí que es verdad —admitió su hermana.

—Y tampoco tengo ningún interés en atarme permanentemente a un hombre. No dan sino problemas. Bella, tú más que nadie deberías saberlo.

—Oye, lo que yo sé es que estoy casada con el hombre más maravilloso del mundo y que me muero de ganas de darle a Simón más hermanitos —objetó Isabella levantando una mano para acallar a su hermana—. No voy a negar que cometí más de un error antes de que Eddie entrara en mi vida, pero... más a mi favor para decirte que tiene que haber en algún sitio el hombre perfecto para ti. Dale tiempo y verás.

—Edward es único en un billón —dijo Alice sacudiendo la cabeza—. No hay más como él en todo el mundo. Y, desde luego, no hay un solo hombre en el universo que pueda hacer que cambie de idea respecto a quedarme soltera. Me encanta ser soltera. Pero también me gustaría ser madre. Tener a Simón cerca ha despertado algo dentro de mí que nunca antes había sentido. Es una sensación maravillosa, Bella. En el fondo de mi corazón, estoy absolutamente segura de que mi destino es ser madre. Una buena madre, además. Lo sé, lo presiento.

—No te lo discutimos —dijo Rosalie en tono más suave—. Serás estupenda con tus propios críos. Es el detalle de la paternidad lo que nos preocupa.

—Ya sabes lo que pienso de esto —dijo Isabella—. La situación de mi matrimonio, después de que Simón naciera, basta como para llenar un libro. Tienes que andar con cuidado. Tener un hijo no es algo en lo que te metas de cabeza sin haber sopesado las consecuencias.

—Tú lo hiciste —dijo Alice alzando la barbilla.

—Sí, y fíjate cuántas desdichas me causó.

—Pero todo acabó con un «vivieron felices para siempre», ¿no?

Alice sabía que su hermana no podía rebatirle aquello. Edward y ella eran una de las parejas más felices que Alice conocía. Pero había otra razón, mucho más poderosa, que la impulsaba a ser madre. Mientras lo pensaba, decidió que Isabella y Rosalie tenían derecho a saberla.

—Hay otro motivo por el que quiero ser madre lo antes posible —dijo con voz tranquila— En realidad, no tengo otra alternativa.

—¿Por qué no? —preguntaron Rosalie y Isabella a la vez.

—Fui a la ginecóloga la semana pasada y verificó algo que venía sospechando hace tiempo. La doctora Madison cree que sólo me queda un año de ser fértil. Después, me resultará progresivamente más difícil quedarme embarazada. Si quiero tener un niño, ha de ser ahora. De otro modo, existe la posibilidad de que nunca pueda concebir.

—Alice, tenemos que hablar de esto más despacio —dijo Isabella—. Y tú necesitas pensarlo más aún. Tienes que meditarlo a conciencia antes de tomar una decisión.

—Ya he meditado lo suficiente y ya he tomado mi decisión irrevocable. Mi niño vendrá al mundo en Navidad.

—¿Y el padre? —preguntó Rosalie en un tono que indicaba que la decisión no le hacía mucha más gracia que a Isabella.

Alice sonrió.

—Me quedan dos meses para elegir entre los hombres que conozco quién será el mejor padre.

—Dos meses —repitió Rosalie con una expresión que decía claramente que todo aquello le parecía demencial.

—Dos meses —insistió firmemente Alice—. Eso es todo lo que necesito para encontrar el padre perfecto para mi hijo.


Hemos llegado al segundo libro. El plan es subir un capítulo por día ya que mis clases comenzaron y no tengo tanto tiempo. Espero que les guste la historia. Quise dejar un poco a Edward y Bella de lado porque las otras parejas se merecen buenas historias también :)