Hi, everyone!. Primero que todo, quisiera darles las gracias por tomarse la molestia de leer este fanfic. Es el primero que subo aquí, así que por favor, sean amables, se les agradecería mucho en verdad ^^. Aquí habrán muchos personajes OC. Quizás varios de ustedes se lleguen a dar cuenta que el fanfic se parece a To Aru kagaku no railgun, pero puedo asegurarles que eso es todo, solo se parecen, y es que debo admitir que me inspiré en la serie (la vi una vez y esa noche soñé con ella XD, típico), y quizás se paresca un tanto a una que otra serie, pero solo en parecido, el resto es sólo mi imaginación ^^. Trataré de seguir la personalidad de los personajes de Katekyo todo lo posible, se los prometo, aunque quizás agregue características originales en uno que otro, pero nada muy drástico. La mayoría de los capítulos están contados desde el punto de vista de la prota, me gusta meter a los lectores en la piel de esta.

Creo que sería bueno advertirles desde ya, soy muy descriptiva, o por lo menos trato de serlo, así que para algunas escenas fuertes será mejor que mantengan una palangana o una bolsa al lado, y es que debo admitir que cuando cree la historia no pensé que me quedaría tan. . .fuerte. No soy muy fan de Kyoko, así que quizás se lleguen a dar cuenta a lo largo del fic que no la menciono mucho por no hacerme mala sangre (soy pro TsunaxHaru, vamos, admitamos que la chica al menos si se esfuerza por ayudar y se ve más involucrada en los problemas de los chicos).

Advertencias (Dios, por qué rayos solo se pueden escoger dos?): gore, violencia, fantasía, romance, terror, acción, humor y probablemente lemon, todo depende de lo que salga de esta mierdecilla de mente enferma que tengo.

Ya han sido advertidos. Me encantaría que dejasen reviews, así sabré si realmente les gusta el fic, además, me ayudan a continuar, cualquier comentario se acepta, pero como ya dije, por favor, sean amables, es mi primera vez (no, no me refería a eso ¬¬U). Disfruten el fiiiic!


Suspiró. Cansada. Ya eran las 17:15, si no llegaba a casa a las 17:30 quién sabía qué escándalo iba a armar su madre. No quería llegar, pero no tenía ningún otro sitio al cual ir, ni siquiera tenía un amigo cerca al cual acudir, y sabía a la vez que cuanto más se atrasara peor sería la reprimenda. Sentía las miradas de la gente a su alrededor, examinándola de pies a cabeza, como si fuese un bicho raro, pero bueno, no era algo de lo cual se les pudiera culpar realmente, al fin y al cabo, estaba consciente que normal no era, nunca lo había sido.

Pasó por enfrente de una tienda de espejos, en cuyo escaparate habían varios modelos, y al medio de todos, estaba el más hermoso de todos, con un precioso y trabajado marco dorado,. Se detuvo frente a éste, y se miró por completo; cualquiera juraría que era un clásico fantasma japonés, y no era nada raro, de hecho estaba segura que eso precisamente pensaba el resto de la gente a su alrededor, ni siquiera ella misma se sentía totalmente humana, su cabello largo y negro, hasta un poco más arriba de la mitad de la espalda, con un flequillo escalonado que cubría su frente y apenas si dejaba un tanto de piel a la vista, estaba opaco, como si le faltara fuerza, consecuencia de no poder usar ni siquiera su propio baño; su piel era blanca, demasiado aún para su propio gusto, y, aunque odiara admitirlo, tenía una apariencia débil y enfermiza, un tanto demacrada, pero no desordenada, ella misma se preocupaba de, aunque fuera un poco, estar más o menos presentable, después de todo era consciente de ser una chica de 15 años, y para completar todo, y lo que acentuaba más todavía su apariencia de espíritu, eran esas vendas en sus piernas, brazos, manos, cuello, cabeza y torso, pero no era como si ella deseara usarlas, era porque eran necesarias, no quería que las heridas se infectaran después de todo. Sólo había una cosa que la sacaba del retrato de chica japonesa normal, y era, aparte de las vendas, sus grandes y opacos ojos azules, pero no cualquier azul, de hecho, era el tipo de azul que no verías en ningún otro lugar, menos en los ojos de alguien; eran azul rey.

- Mierda- masculló entre dientes para sí, siguiendo su caminar a casa con su mochila de la escuela y su bolsa de compras.

Odiaba sus ojos, se odiaba entera, pero más que nada sus ojos, los cuales, en más de una ocasión, habían sido la causa de conflicto en su vida. Sabía que su madre tenía antepasados ingleses, pero venga, ¿por qué mierda le tocó precisamente a ella el tener los ojos de color?, ambos, su padre y su madre tenían los ojos de color normal, cafés, lo suyo, o fue pura mala suerte, o realmente el encargado de crear el destino la odiaba.

Tenía un corte en la mejilla izquierda, y una bandita que la cubría, esa era la herida más pequeña que su cuerpo presentaba, su uniforme estaba sucio, con barro, harina y un poco de pintura, un "regalo de despedida" de sus compañeros de curso, pero en realidad eso ya no debía preocuparle, al fin y al cabo, la habían vuelto a echar, ya no tendría que volver a usarlo. Era la tercera vez que la suspendían de una escuela, ¡y ni siquiera era culpa de ella!, pero lo cierto es que no le molestaba por lo que fuera a decir su madre, eso era lo de menos, al fin y al cabo, igualmente había postulado para otra escuela, y había quedado, ese lunes empezaba sus clases, y debía prepararse. Ya quedaba poco para su casa, solo debía seguir el canal un trecho más y llegaría a su barrio, pero debía apresurarse.

De pronto, algo la detuvo; un pequeño quejido de dolor que provenía de al lado del canal. Miró con más detención, y se fijo que dos chicos que parecían de tercero estaban golpeando a un muchacho flacucho de primero. El chiquillo, con un ojo morado y el labio roto y con sangre, estaba sentado en el suelo, demasiado asustado para pararse mientras trataba inútilmente de cubrirse con sus bracitos, mientras tanto, los otros dos estaban parados, uno de ellos, con el típico peinado de yankee americano, con un uniforme de secundaria un tanto desarreglado de color negro, estaba de brazos cruzados, viendo como su compañero golpeaba al menor con lo que parecían. . .¿unas tonfas?, ¿acaso eso seguía usándose?

Suspiró, viendo por el rabillo del ojo como el poco resto de la gente que pasaba veía lo que estaba pasando, pero preferían no involucrarse con eso y hacer la vista gorda, ni siquiera se molestaban en llamar a la policía. Bueno, no era como si fuese problema de ellos, tampoco debía interesarle a ella, era mejor no involucrarse, no era su asunto al fin y al cabo, y con esto en mente, decidió seguir su camino ignorando los quejidos del muchacho y los sonidos de los golpes. Pero apenas si había continuado tres pasos cuando de pronto su cuerpo se detuvo por su propia cuenta, y miró nuevamente hacia el lugar de la pelea. "Debo estar loca" pensó mientras corría colina abajo y se ponía frente al chico justo cuando venía una tonfa a golpear nuevamente, su mano izquierda, durante fracción de segundos brillo con un hermoso fulgor celeste, y con esa misma dio un manotón al arma que la mandó a volar dos metros más allá. El joven, alto y de cabello negro, miró asombrado por un segundo el arma mientras ésta caía un trecho más allá, y cuando volteó, se encontró con la misma mano del manotón estrellándose sonoramente con su rostro, y obligándolo a retroceder tres pasos. La muchacha miró enojada al sujeto, el cual aún tenía su segunda tonfa en mano, y con la mano que tenía libre y un rostro de estupefacción, se llevó la palma a la mejilla afectada, la cual comenzaba a ponerse roja.

El muchacho herido había salido corriendo en cuanto tuvo la oportunidad, algo que no le criticaba, cualquiera más débil que el adversario lo hubiese hecho. Fue allí, aún con ambos chicos con la boca abierta y sin asimilar aún lo que había pasado, que ella recordó lo que estaba haciendo antes y miró al instante su reloj de pulsera, y no pudo evitar abrir los ojos horrorizada; las 17:26, ¡su madre la iba a matar!

- Joder, ¡debo irme! – y sin más, agarró su mochila y la bolsa que había tirado al suelo, y se fue corriendo en dirección a casa. No le interesaba aquellos dos hombres, simplemente le había dado el tiempo suficiente a aquel chico para huir, esos tipos no la conocían, y estaba casi segura, de que no los volvería a ver, o por lo menos, eso esperaba.

- ¡Líder! – exclamó un joven con uniforme de secundaria y cabello de yankee de color negro.

El otro joven, quien vestía una camisa blanca y una chaqueta escolar sobre los hombros, seguía con la mano libre en la mejilla, mirando sin poder moverse a donde hace tan solo unos segundos había estado parada una chiquilla extraña. Repasó en su mente lo que había acontecido en ese rato, estaba caminando con Kusakabe de regreso a la escuela para terminar el papeleo pendiente, cuando vieron a un chiquillo botando basura al canal de Namimori. Como era lógico, al menos para él, lo detuvieron, y estaba dispuesto a darle su merecido, nadie, y se refería a NADIE, ensuciaba Namimori, por lo menos no mientras él estuviera presente. Apenas y el chico volteó, él alzó una tonfa y lo mando a volar de un golpe en el estómago, siguió golpeándolo sin sentir la necesidad de usar toda su fuerza, solo jugando con el pobre chiquillo, pero cuando ya se estaba cansando de jugar, decidió terminar con todo eso de un solo golpe, pero cuando estaba por darlo, lo último que vio fue una sombra ponerse frente a él y sin saber como, la tonfa voló de su mano. No se lo creía, ¡¿pero qué rayos?, ¿qué mierda había sido todo eso?, miró por un escaso segundo su arma fugitiva, para luego regresar la vista al frente, y alcanzó a ver unos ojos de un extraño azul y un largo cabello negro. "¿Una chica?", y fue allí donde volvió a voltear el rostro, pero esta vez contra su voluntad, al sentir un potente golpe en la mejilla que, aún para su sorpresa, lo obligó a retroceder unos pasos. Escuchó una voz que decía algo y luego, lo que fuese que fuera, salía corriendo a toda velocidad, y él aún allí, sin asimilar todavía lo ocurrido, pero con una sola idea rondando en su cabeza. Lo golpearon, lo habían golpeado, y peor aún, ¡lo había golpeado una chica!, ¡una chica le había levantado la mano!, ni siquiera su madre lo había golpeado nunca, pero una mujer, y para colmo una muy rara, le había aventado una bofetada que estaba seguro se había escuchado hasta en la otra cuadra. Pero eso no se quedaría así, ¡ah, no, claro que no!, Hibari Kyoya no se iba a quedar con que una chiquilla lo había abofeteado, si la llegaba a encontrar otra vez, la iba a morder hasta la muerte, y eso sí que lo podía asegurar.

- Líder – escuchó que lo llamaba una voz conocida.

Salió de su ensoñación, y miró hacia su mano derecha enfurecido. Al parecer el pobre hombre captó la indirecta de su enrabiada mirada, ya que se tensó y guardó silencio, para después de unos segundos hablar con voz temblorosa.

- Eh. . .uhmm, ¿está usted bien? – preguntó con cuidado.

Hibari Kyoya no respondió, sino que fue y recogió su arma caída del suelo, las guardó, caminó hacia el más alto, lo agarró de la solapa y lo acercó peligrosamente hacia él. El joven, a pesar de ser más grande en porte, se echó a temblar de pies a cabeza al notar su aura asesina, casi palpable.

- Nunca, jamás, te atrevas a mencionar a esto a nadie, o de lo contrario te morderé hasta la muerte, ¿quedó claro, Kusakabe Tetsuya? – amenazó el joven entre dientes.

Kusakabe, apenas con voz, meneó la cabeza en un gesto de afirmación nervioso, y fue soltado violentamente para caer sentado en el pasto, y desde allí vio como su líder camina con paso rápido hacia la escuela de Namimori. Lo conocía desde hacía años, había aprendido a ser prudente cuando se tratara de él, después de todo, no por nada era el presidente y a la vez el peleador más fuerte de todo el Comité Disciplinario, estaba furioso, trataba de disimularlo, pero para alguien que lo conocía del modo en que lo hacía él, era obvio que estaba más que molesto, y lo entendía, después de todo, estaba seguro que había sido un duro golpe para su orgullo el ser golpeado por lo que parecía una chica sucia y recién salida del hospital, eso o con complejo de momia. Lo mejor era dejar que se calmara, y no volver a mencionar lo ocurrido. Vio que ya estaba bastante lejos, así que se paró y corrió tras él.

- ¡Líder, espere!

Sin que se dieran cuenta, todo esto era observado por lo que parecía ser un bebé con traje negro, sombrero y un chupete amarillo alrededor del cuello, con unos binoculares verdes en mano, que pronto se transformaron en un pequeño camaleón que se posó sobre su sombrero de copa baja. El pequeño sonrió para sí, viendo como Hibari Kyoya y su mano derecha caminaban nuevamente hacia la secundaria Namimori, luego, observó la dirección por la que fue la muchacha, la cual ya había desaparecido en la distancia.

- Al parecer encontramos a alguien interesante, ¿no te parece, León?.

Llegó corriendo a su casa, ya no estaba tan caluroso, y el sol había bajado un tanto, demostración de lo tarde que era, ya casi las seis. El barrio estaba casi vacío, las casas alrededor habían sido desocupadas hacía años, y solo unas cuantas familias permanecían allí por uno u otro motivo, las familias que decidieron partir se fueron a la capital, o simplemente decidieron buscar un sitio más tranquilo en donde vivir. No, no era que ese barrio no fuese tranquilo, de hecho era bastante pacífico, el único motivo por el cual esa gente se fue, era su casa. Su hogar tenía dos pisos, no era muy grande, pero tampoco muy pequeña, quedaba en una esquina, tenía una muralla no muy alta, rayada con garabatos y uno que otro graffiti, la reja, originalmente negra, estaba oxidada y rota, pero no se preocupaba por ello, al fin y al cabo, ningún ladrón con dos dedos de frente entraría en esa casa si es que quería salir bien. Habían bolsas de basura por el piso, papeles, hojas, cartas de cobranza, papeles, cosas inútiles, las paredes de la casa, originalmente de un blanco azuloso, estaban en igual de condiciones que la pared externa, rayadas y sucias, con la pintura desgastada y varias ventanas con polvo y rotas, adentro estaba muy oscuro, aún y cuando las cortinas estaban rotas, nada se veía hacia dentro, solo sombras. El segundo piso estaba un poco mejor que el primero, con una que otra ventana rota, pero por lo menos, se veía habitado. Escuchó un grito desde adentro, y se encaminó con paso tranquilo, pero precavido hacia la puerta principal, dio un profundo suspiro antes de tomar el pomo, y abrió la puerta rápidamente alcanzando a esquivar un plato que fue lanzado en su dirección, el cual se rompió violentamente al chocar contra la pared del patio.

Entró cerrando al instante la puerta tras de sí, sumergiéndose en la cotidiana oscuridad.

Escuchó un sollozo proveniente del salón principal, ubicado a la izquierda y al cual uno ingresaba por una entrada de arco, al lado de esta, estaba la escalera pegada a la pared, a la derecha, la cocina. La casa estaba hecha un desastre, pero no le interesaba ya a esas alturas, al fin y al cabo, sin importar cuantas veces tratara de ordenar, era en vano, volvía a ensuciarse en cosa de segundos. Por el piso vio regados los pedazos de lo que alguna vez fue un florero, pedazos de papel hecho trizas, vidrio trizado, un cuadro familiar hecho añicos, y las cosas en la cocina siendo lanzadas de un lado para otro por unas fuerzas invisibles al ojo humano. Vio una taza estrellarse contra el arco de la cocina y hacerse pedazos, escuchó los gritos de una mujer al final del salón principal, y como golpeaban algo con insistencia, elevó su vista a tiempo a la escalera frente a ella, para ver la figura de un muchacho caer desde la baranda de arriba y romperse el cuello y las piernas contra el piso, luego de unos minutos, el chico se levantaría nuevamente, y subiría la escalera para desaparecer y luego de varias horas, volver a hacer lo mismo. Así era esa casa, demonios, fantasmas, polstergeist, no había día en que uno pudiera pasear tranquilamente por ese lugar, por lo menos no sin encontrarse una desagradable sorpresa, tanto en el primer como en el segundo piso, y todo eso, era su culpa, todo aquello que ocurría en esa casa era su culpa.

De pronto sintió cómo algo la agarraba de la cabeza y la aventaba hacia el salón principal, haciendo que se estrellara contra la mesa de centro y se golpeara fuertemente la espalda. Elevó la vista adolorida, pero con la certeza de quien era el culpable de ese acto.

- Mamá – susurró para sí.

Frente a ella estaba una mujer desaliñada, con un vestido negro sucio hasta más debajo de las rodillas, piel muy pálida, como la de un muerto, ojos negros y de cabello largo hasta la cintura, de color blanco y desarreglado. Su rostro estaba demacrado, con grandes ojeras bajo sus ojos, los labios partidos, tenía las manos manchadas de algo rojo, probablemente sangre por haber estado golpeando algo, sus ojos presentaban una mirada enloquecida, todo su rostro se veía enloquecido, y sabía que si no tenía cuidado con lo que decía, probablemente estallaría en rabia.

- ¿Por qué llegaste tan tarde? – preguntó la mujer con respiración agitada.

- . . .

- ¡RESPONDE!

La oji-azul no pudo evitar el dar un pequeño respingón ante el repentino grito. Se incorporó un poco tratando de no alterarla.

- Uhmm. . .yo. . .lo siento.

- ¡CÁLLATEEEE!, -volvió a gritar la mujer comenzando a golpear el sofá desgarrado que estaba al lado con los puños cerrados - ¡cállate, cállate, cállate!, ¡tu voz me exaspera!

- Pero mamá. . .

- ¡Cierra la puta boca, maldito monstruo!, - agarró una bandeja de plata que se encontraba por ahí y la aventó contra la muchacha, quien apenas si pudo cubrirse y recibió el impacto en plena cabeza - ¡tú no eres mi hija, yo no di a luz a un condenado monstruo!, ¡DESAPARECE, MUÉRETE, NO SABES CUANTO TE ODIO!, ¡REGRESA AL INFIERNO DEL CUAL SALISTE!

La pelinegro se paró rápidamente, recogió sus cosas, y salió corriendo escaleras arriba, la mujer la persiguió hasta los pies de esta, pero allí se detuvo y comenzó a arrojar cosas contra ella.

- ¡Púdrete desgraciada, ve a que te jodan maldito demonio!, - escuchaba que le gritaban desde abajo, mientras miles de cosas chocaban contra la pared y varias de estas se rompían en mil pedazos - ¡desaparece, desaparece, desaparece!

Se detuvo ante la puerta de su cuarto al escuchar como los gritos de su madre se detenían, al igual que su lanzamiento de cosas, y puso atención a unos sollozos que provenían del otro lado del pasillo, más específicamente de donde estaba la puerta trampa del ático. Sabía quien era, y a la vez sabía que no debía acercarse, por mucha curiosidad que tuviese, esa era una criatura peligrosa que se debía evitar lo más posible, lo bueno es que ella nunca se acercaba más allá de su rincón, nunca iba por el lado de la escalera, con suerte y se asomaba por la esquina de la pared simplemente para ver lo que el resto hacía, sin embargo, uno no debía dejarse engañar, ya había pasado una vez que se había atrevido a ojear, y por poco pierde una pierna de no ser porque fue lo suficientemente rápida al salir huyendo. Entró a su cuarto, haciendo, como siempre, oídos sordos a los constantes sollozos ya parte de su vida cotidiana. Dejó las cosas sobre el escritorio, agarró unas toallas, su shampoo y bálsamo y fue al baño a lavarse.

Una vez allí comenzó a sacarse la ropa, y ya cuando iba por las vendas, al sacar la última no pudo más que mirarse al espejo de cuerpo completo que había allí. "Ah, que cuerpo más horrible" pensó mientras se veía por completo; varios moratones, rasguños y cortes adornaban su torso, brazos, en su cuello tenía las marcas de los dedos de anteayer, su madre la había agarrado desprevenida y había tratado de ahorcarla, pero logró escaparse a tiempo. Su frente estaba con varios cortes debido a un plato que uno de los polstergeist le tiró hace unos días, la carne aún estaba abierta, su ojo izquierdo presentaba un corte por la ceja, y alrededor tenía morado debido al golpe. Siempre era así, si no eran los fantasmas era su madre, pero había aprendido a vivir de ese modo, después de todo, no había nadie allí para defenderla, su padre se había marchado hace años, además, se lo merecía, ella era la causante de que su madre se comportara de ese modo y que todos esos espíritus se hubieran tomado, lo que alguna vez, fue su hogar. La única cicatriz que tenía y que no era a causa, al menos no directa, de esa casa y sus habitantes, era la que cruzaba todo su estómago de forma vertical, desde un poco más arriba del diafragma, entre los pechos, hasta su bajo abdomen. Cualquiera, fuera médico o no, podía darse cuenta que la herida antecesora a esa cicatriz debió de haber sido muy grande y profunda, y ella podía dar firme certeza de ello.

Sintió un goteo pesado, y a pesar de que sabía con lo que se iba a encontrar, miró por encima de su hombro con disimulo, encontrándose con el espíritu de la tina; una joven chica se había cortado las venas allí, y su cuerpo, desnudo, estaba entre el agua ensangrentada de la bañera con su muñeca colgando, y manchando el suelo de rojo. Ni siquiera recordaba desde hace cuanto que estaba esa chica allí, debía de tener unos dieciocho años cuando murió, para el resto de la gente, esa debía de ser una tina normal, un poco sucia quizás, pero sin ningún tipo de cadáver allí, y es que ella sabía, con sus años de experiencia, que ese solo era el recuerdo que quedó de la difunta, y a la vez era el motivo por el cual nunca se podía dar un baño normal, el agua de las llaves debías dejarlas correr un rato, ya que en cuanto las abrías el agua que salía era putrefacta, y solo después de unos segundos comenzaba a salir normal, a veces inclusive, aunque solo en el propio baño, comenzaba a salir sangre, como demostración de la criatura que estaba allí.

Juntó algo de agua en una fuentecilla, y allí se lavó, como siempre hacía, tratando esta vez de quedar bien limpia. Era viernes, y el lunes comenzaban sus clases en su nueva escuela, recién estaban comenzando el primer semestre, y sintió que era realmente un defraude personal el haber sido expulsada apenas comenzado el año escolar. Cuando terminó de lavarse, se dirigió a su cuarto, desnuda, no era como si alguien aparte del fantasma de la escalera la fuese a ver, su madre no subía al segundo piso nunca por su terror a ella, y los polstergeist, demonios y demás fantasmas no podían acercarse a esa zona debido a la barrera protectora que ella procuraba mantener activa. Entró a su cuarto, la única habitación en toda la casa que se encontraba lo que uno llamaría decente, sin polvo ni nada de eso, ella misma se preocupaba de tener todo ordenado y limpio, si no podía mantener el completo orden en casa, entonces al menos lo mantendría en su habitación. Se dirigió a la puerta cerrada, viendo detrás de esta el círculo de protección que había grabado con una daga hace años atrás. Se arrodilló, puso las manos sobre el símbolo, y se concentró, al instante, una fuerte onda expansiva removió esa zona del segundo piso, alejando y manteniendo a raya a cualquier criatura que tratara de pasar a su zona. Se incorporó y comenzó a curarse las heridas aún abiertas.

Ella no hacía magia, sabía acerca del tema, conocía los rituales y todo, por algo había estudiado sobre eventos paranormales y cosas sobrenaturales de todo el mundo durante una buena cantidad de años, pero ella no se metía con el lado oscuro, al menos no que ella deseara. Ese círculo lo único que hacía era dirigir su energía a través de la zona que desease proteger, era un escudo, y el único método de mantener a las criaturas de esa casa bajo control. Luego de que terminó miró su reloj de pared, las 18: 30, debía preparar la cena, solo rogaba que la cocina estuviera, aunque sea unos minutos, en calma, y que su madre, por alguna vez, no le tirara los alimentos por encima de la cabeza argumentando que estaban envenenados.

- Será un largo fin de semana – dijo para sí saliendo de su cuarto.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Fin del capítulo - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -


¿Y?, ¿cómo quedó?, ¿latoso?, ¿aburrido?. Les prometo que la historia avanzará más, esta es solo la introducción a lo que se viene. Cualquier duda las iré resolviendo conforme avance el fic, así que, hasta entonces. ¡Matta neeee!