Disclaimer!
No me pertenece ningún personaje, ni de Naruto, ni de la novela que estoy adaptando ya que pertenece a Margaret Pargeter y se llama "No me dejes ir"
Los personajes se encuentran en el Reino Unido (por tanto no alteraré los lugares que se mencionan) y fui reemplazándolos en la historia a según sus personalidades para que no sufriera mayores modificaciones.
Sin más que decir, espero que disfruten de la lectura de esta historia que al menos a mí me cautivo desde pequeña.
Después de bañarse, Sakura Haruno se encontraba relajada y aspirando el dulce aroma de su esencia favorita que perfumaba el cuarto de baño. De pronto se sobresaltó al oír pasos furtivos en el corredor, pues estaba sola en el apartamento. La joven de hermosos ojos color verde esmeralda, prestó atención recordando que había una tabla suelta en el pasillo que rechinaba cuando la pisaban y en ese momento la escuchó crujir.
-¿Hay alguien ahí? –Preguntó mientras alcanzaba su bata de baño, sintiéndose confundida y preocupada.
El picaporte de la puerta del cuarto de baño estaba estropeado. Como Sakura había regresado de América hacía apenas tres semanas no había recordado que la puerta podía abrirse con un ligero empujón. El apartamento era alquilado y no iban a renovar el contrato. En él vivía su hermana Karin con su nuevo esposo Suigetsu y ellos serían incapaces de asustarla.
Para desaliento de la joven, las pisadas se oyeron cada vez más cerca, y de pronto las escuchó detenerse frente a la puerta. Esto hizo que la chica se estremeciera y el miedo hizo presa de ella. Karin y Suigetsu no vendrían a cenar esa noche, pues habían acordado encontrarse en el West End después del trabajo para ir a algún restaurante. Sin embargo, ¿quién más podría ser sino su hermana? Tal vez había olvidado algo y regreso para buscarlo.
Nadie respondió a su pregunta, pero, con toda seguridad, era su hermana la que estaba ahí.
Karin tenía treinta y cinco años de edad y le llevaba quince a Sakura. Había contraído matrimonio hacía sólo tres meses con Suigetsu, que trabajaba en la embajada norteamericana; era su segundo esposo, pues su primer matrimonio había sido un fracaso que terminó en divorcio. La madre de las muchachas había muerto cuando dio a luz a la más pequeña. Sin embargo, cuando el padre volvió a casarse, Sakura de dieciséis años, vivió con Karin en este apartamento cuando no pasaba una temporada en el extranjero.
Durante los dos últimos años de ausencia, Sakura había estado demasiado ocupada para pensar en tener novio, no obstante le daba gusto que Karin se hubiera casado con Suigetsu, a pesar de lo que en realidad pensaba de él. En el poco tiempo que lo había tratado descubrió que era amistoso sólo cuando se lo proponía. Más no había puesto ninguna objeción cuando Karin invitó a la chica para que los acompañara a Estados Unidos. Karin se lo suplicó y Sakura había accedido con mucho gusto. Pero ahora, cuando la puerta del cuarto del baño se abrió de manera brusca e inesperada, se sintió arrepentida de haberlo hecho.
Sakura adivinó que sería imposible en el preciso instante en que Suigetsu entró en baño, sonriendo con descaro y con mirada ansiosa. Parecía un lobo hambriento dispuesto a atrapar a su presa. La momentánea tranquilidad de Sakura, se desvaneció al mirar a Suigetsu y, a pesar del calor del lugar, no pudo evitar un escalofrío. Lo observó con cautela, sin querer emitir un juicio equivocado, pues podría existir alguna explicación lógica para su comportamiento.
La bata de baño no cubría por completo su cuerpo, y uno de sus hombros estaba descubierto. El lanzó un vistazo a sus seductoras curvas que, en parte, eran las responsables del atractivo sensual que ella ignoraba poseer, pero que Suigetsu no podía resistir. Con un tirón rápido, Sakura se tapó y con voz que denotaba impaciencia, preguntó:
- ¿Necesitas algo, Suigetsu? Pregunté quién andaba por ahí, ¿no me escuchaste? .
El estaba sereno y la sonrisa cínica se convirtió en un gesto distinto. Sus ojos se posaron en el rostro de Sakura, que estaba enmarcado por el cabello corto y rosado. No parecía darse cuenta del temblor que había en sus hermosos y sensuales labios; de pronto afirmó entre dientes.
-Karin no está.
- Sí, ya lo sé; quedaste en verte con ella y sabes que no deberías estar aquí – Le aseguró con firmeza Sakura. Tenía los nervios de punta y, sin embargo, estaba consciente de que debía manejar ese asunto con delicadeza, pues, de otro modo, podría convertirse en una terrible pesadilla. Debía encontrar alguna forma de salir airosa sin perder la cabeza. Entonces le dirigió una fría mirada e hizo un esfuerzo para sonreír –Si tienes la bondad de salir de aquí, Suigetsu, te alcanzo en un momento para ver en qué puedo ayudarte.
- ¡Puedes ayudarme en mucho, cariño! - El se acercó con la mirada fija en su cuerpo y pronunció las palabras con tono sugestivo.
Sakura adivinó de inmediato cuáles eran sus intenciones y se olvidó de tratarlo con tacto para elevar el tono de voz y hablar con claridad:
- Suigetsu, ¡No seas ridículo! Te dije que me esperaras afuera.
- ¿Y si me niego? – Inquirió Suigetsu con obstinación – Eres muy observadora, mi amor. Algunas veces quisiera haberte conocido a ti primero, pero todavía nos podemos divertir.
Durante un momento Sakura sintió disgusto en vez de temor y observó incrédula al hombre. ¿Acaso Suigetsu se había vuelto loco? ¿No sabía que Karin era muy celosa? Si él amaba a su esposa, ¡no iba a cometer la locura de poner en peligro su futuro conyugal y la relación de las dos hermanas! Si Karin se enterara de lo ocurrido, no creería que Sakura no lo había provocado. La tensión nerviosa y la desilusión hicieron presa de la joven y pensó que todos los hombres eran iguales.
- Si das un paso más. - Amenazó con frialdad mientras sus ojos esmeraldas brillaban con intensidad. – Yo misma le contaré a Karin lo sucedido.
- ¡Debes estar bromeando!. – Hubo un momento de silencio, que Suigetsu rompió – Vamos, cariño, hasta ahora no habías puesto ninguna objeción.
- ¿Qué diablos quieres decir?.
- Bueno. . . ¡tú sabes lo que digo, mi amor!. – Suigetsu se humedeció los labios. –Desde que regresaste, nos has seguido a Karin y a mí a todas partes, por lo que me dí cuenta de que intereso.
- ¿Qué me interesas?. –Sakura se llenó de indignación. –Suigetsu. –Le dijo tratando de aclarar las cosas. –Estás equivocado. Ni siquiera se me había ocurrido lo que estás diciendo. Si he estado con ustedes es porque ambos insistieron mucho y pensé que Karin se sentiría herida si me negaba. Empezabas a agradarme, pero me malinterpretaste.
- Cariño. –Le respondió Suigetsu. –No creo haberte malinterpretado. Soy un hombre atractivo. . . y un poco más joven que tu hermana.
Sakura retrocedió poco a poco, pues esa escena tenía todas las características para convertirse en algo más peligroso, por lo que era posible que ella necesitara de algo más sólido que su sensatez. Tocó con los dedos un candelero de mármol que adornaba el cuarto de baño.
- Mi amor. . . . –De repente se acercó demasiado. –Creo que una chica necesita un hombre, ¿por qué no puedo ser yo, nena? Eres muy hermosa. . . -
En el momento en que él la agarró, Sakura levantó el candelero, pero antes de que pudiera hacer algo con él, Karin emitió un grito desde la puerta. Durante mucho tiempo ese grito iba a permanecer en los oídos de la chica.
- Óyeme, muchachita fácil!. –Grito Karin. .¿Qué crees que estás haciendo? ¡Cómo te atreves a provocar al pobre de Suigetsu!.
- ¿Qué yo provoqué a Suigetsu?. –Sakura miró con sorpresa a su hermana, pues no había hecho tal cosa. Estaba segura de ello y Karin lo sabía; sin embargo, no había esperado a descubrir la verdad. No obstante, en esa fracción de segundo de silencio, Sakura se dio cuenta de que era la única solución.
El primer matrimonio de Karin había sido un fracaso y éste no debería correr la misma suerte. La chica pudo leer con claridad los pensamientos de su hermana. Para Karin, el hecho de dar otra interpretación a la sórdida escena que tenía frente a sus ojos, significaba desvanecer sus esperanzas de un futuro lleno de felicidad y sus bien trazados planes. Y también, junto a esa felicidad se encontraba su orgullo herido y su exagerado sentido de dignidad que tenía que preservar a pesar de cualquier cosa.
Pero no fue sólo eso lo que hizo que Sakura se abstuviera de decirle la verdad, sino que en los pocos instantes que tuvo para pensar, recordó la bondad de Karin y su generosidad al ayudarla después de que su padre contrajo matrimonio por segunda ocasión. En unos cuantos segundos podía salvar o destruir el matrimonio de su hermana y no quiso aceptar tal responsabilidad. Así que dijo con desesperación:
- No fue como tú crees, Karin. Estás haciendo conjeturas equivocadas. –A pesar de querer arreglar las cosas pacíficamente, habló con rigidez, pero sus palabras no causaron la impresión que deseaba.
- Supongo que Suigetsu pensó que el baño no estaba ocupado y entró por error. – Karin quiso disculparlo, con frialdad.
- Sí, eso sucedió. . .
- No es cierto. –Suigetsu, que había permanecido en silencio, recuperó el habla y agregó con torpeza a la pesadilla. –Oí gritar a Sakura. Parecía que le pasaba algo, así que entré sin pensarlo.
¡Y ella había creído que no tenía ingenio! Cualquier cosa que ella dijera para defenderse parecía inútil.
- Creo que voy a hacer mi equipaje. –Susurró mientras su rostro palidecía. –Después de todo, no iré a Estados Unidos.
- Claro que no vendrás. –La respuesta furiosa de Karin sacudió a la chica en el momento en que salió del cuarto del baño. Suigetsu fue el último en salir y Karin siguió a su hermana a su habitación. La joven trató de evitarlo cerrando la puerta del dormitorio.
Pero Karin abrió y entró. Parecía como si aún recordara la semi desnuda figura de Sakura y, por primera vez, la veía como una mujer muy atractiva; en eso momentos se desvaneció en su mente la imagen de la niña pequeña que ella había tenido durante tanto tiempo.
- Me doy cuenta de que fue un error pedirte que nos acompañaras. – Continúo en tono frío.
Sakura recuperó el aplomo para poder responder con sensatez:
- Tú me pediste que te acompañara sólo porque no conoces a nadie en Washington, y siempre te ha dado terror estar sola. ¡Me rogaste que te acompañara y accedí porque no quería lastimarte al negarme!.
Karin hizo caso omiso a sus palabras.
- ¡Has cambiado! Y no me había dado cuenta hasta qué grado. Nunca debí dejarte ir con los Randall. Has adquirido malos hábitos.
- Mi estancia con los Randall también fue idea tuya ¡Y lo sabes! Ellos eran amigos tuyos. – Sakura sintió que la cabeza le daba vueltas.
Sintiéndose terriblemente herida, se volvió para evitar el rostro frío y acusador de su hermana. De pronto, como un rayo de luz, surgió el recuerdo de las vivencias de su corta existencia, que había sido dirigida casi por completo por Karin. Su estancia en el internado fue idea de su hermana a pesar de que ella no había asistido a ninguno. Después, cuando se padre se desposó por segunda ocasión, ¿no había sido Karin quien sugirió que Sakura fuera a vivir con ello en su apartamento? Y, dos años más tarde, cuando la chica salió de la escuela, ella le había pedido que fuera a Estados Unidos con los Randall, a quienes había conocido por su trabajo. Ellos buscaban desesperados una muchacha de toda confianza para que cuidara a sus dos niños mientras ambos, que eran científicos, llevaban a cabo un trabajo de investigación en Florida.
- Sólo seré durante seis meses. – Le había dicho Karin en aquella ocasión. – Así tendrás oportunidad de pensar lo que quieres hacer. Además, no me conviene tenerte aquí por ahora, pues estaré muy ocupada.
Así que, sin protestar, Sakura se había ido con los Randall; pero los seis meses se convirtieron en dos años, durante los cuales ellos se mostraron reacios a que ella partiera. Sin embargo, cuando llegó la carta de su hermana en la que le informaba que se había casado otra vez, la joven meditó en que ya tenía veinte años de edad y que no estaba llevando la vida que quería, así que tuvo el repentino impulso de volver a casa y la inquietud de empezar a estudiar una carrera. Esa fue la razón por la que había regresado a su país negándose a escuchar las súplicas de los Randall.
Por desgracia, su llegada a Londres estuvo opacada por problemas imprevistos. Como su hermana esta casada, pensó en ir a vivir con su padre, de nombre Kakashi, y su madrastra en la granja que él había heredado en Devon; pero, para su sorpresa, Karin no lo permitió.
- No debiste haber regresado, Sakura. –Le reprochó. – Si hieras esperado, podrías habernos alcanzado a Suigetsu y a mí en el Washington. El ya me prometió que te buscará un empleo adecuado; y también podrías haberme ayudado a mí. Ahora tendremos que pagar tu pasaje.
Sakura lo había aceptado todo pues no quería discutir con su hermana; sin embargo, no podía entender sus puntos de vista. Se había casado hacía apenas tres meses, ¿Acaso no les gustaría más a Suigetsu y ella vivir solos? Su esposo podía brindarle toda la compañía que necesitaba y además, ¿por qué le preocupaba tanto la soledad? Pero, para su sorpresa, Suigetsu había unido sus súplicas a las de Karin, y, contra sus propias convicciones, Sakura había accedido.
En realidad era lo único que podía hacer, según le había dicho Karin con determinación. No tenía caso ir a Devon ya que Shizune, su madrastra, no la aceptaría. Su padre siempre estaba muy ocupado, era Shizune la que decía la última palabra.
Sakura no compartía la manera de pensar de su hermana, pero creyó que no tenía objeto negarse. Había pasado dos fines de semana en la granja, poco antes de dejar los estudios. Había llovido a cántaros y su padre pareció preocupado por ello, pero no demostró interés en su hija. Sakura no recordaba muy bien a Shizune.
A pesar de la opinión de su hermana, la chica estaba decidida a ver a su familia antes de irse de viaje otra vez. Pero cuando le anunció a Karin sus intenciones, ésta le explicó que su padre, que era un biólogo famoso, se encontraba en Nepal, cerca de Sikkim, y que Shizune lo acompañaba. No volverían a casa hasta dentro de un mes. Eso había sido hacía casi tres semanas, así que faltaba por lo menos una semana para que regresaran, según los cálculos de la chica.
Aunque eran hermanas, ahora parecía obvio que ella y Karin seguirían caminos distintos, pero antes de irse del apartamento, Sakura quiso dejar una cosa en claro. Rompiendo el largo silencio, exclamó apresurada:
- ¡Los Randall son muy agradables! Tal vez el único mal hábito que tienen es su trabajo. Nunca tuvimos tiempo para algo más.
- ¡No esperaras que te crea!. –Repuso Karin con furia. – ¡Y pensar que confié en ti! Había quedado de encontrarme con Suigetsu y tú lo sabías ¿Qué crees que sentí cuando me dejó plantada?.
Al darse cuenta de que era inútil seguir discutiendo, Sakura tomó un maletín y metió un par de pijamas y algunas otras cosas. Luego se quito la bata y tomó alguna ropa. Mientras se vestía, notó que Karin le dirigía miradas frías y críticas.
- Puedes enviar el resto de mis cosas a Paddington. – Le informó.
- ¡No pretenderás ir con papá!. – Manifestó Karin tratando de saber que se proponía.
Otra vez celosa, pensó Sakura, pero ahora no le importó. Si Karin estaba tan ansiosa de deshacerse de ella, no tenía objeto informarle donde iría. Repuso con tranquilidad:
- Claro que no, él está en Nepal, podré recoger mi equipaje con más facilidad en Paddington, sin importar a donde vaya. Es posible que regrese a trabajar con los Randall.
-¡Dudo que te acepten!
- Tal vez no lo hagan. – Fatigada Sakura dirigió una mirada a su equipaje, listo y etiquetado con dirección a Estados Unidos. – Será mejor que le quites esas etiquetas. - Le sugirió.
- ¡Con mucho gusto!.
Karin no estaba dispuesta a perdonar.
- Te aconsejo que no le pidas ayuda a papá, ni siquiera a su regreso. Estoy segura de que no te recibirá, después de que oiga lo que tengo que decirle.
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Dos días después, cuando Sakura se encontraba en el tren a Devon, recordaba aún el rostro atormentado y lleno de dolor de su hermana. Todavía le parecía increíble que Karin hubiera permitido que sus acostumbrados celos dominaran su sentido común y la condujeran a pensar lo peor. Había continuado lanzándole insultos hasta que la joven abandonó el apartamento. Suigetsu no había dado la cara. Sakura sabía que nunca regresaría, pues nada ni nadie podrían mejorar la situación. Sólo podía hacer una cosa: Era absolutamente necesario mantenerse alejada de Karin. Aunque su hermana pensara mejor las cosas y tratara de dar con ella. Por el bien de todos, Sakura debería esconderse hasta que Karin y Suigetsu se marcharan.
A pesar de sus resoluciones bien intencionadas, aún quería mucho a su hermana y en nada la ayudaba saber que Karin trataba de ponerse en contacto con ella. Y quizás la buscaba. Sakura se enteró de esto cuando llamó por teléfono a la prima que había trabajado como ama de llaves en su casa, hasta que su padre volvió a casarse. De pronto, la joven sintió la necesidad de verla y había esperado que le brindara alojamiento algún tiempo. Hospedada en un hotel se sentía muy sola.
Por desgracia, su prima vivía con una amiga y no podía ayudarla, pero no pareció sentirse apenada por no poder hacerlo y Sakura supo la razón.
- Karin estuvo aquí. – Le explicó su prima. – Te ha estado buscando por todas partes; me dijo que te fuiste de la casa y no quiero entrometerme en sus conflictos familiares.
Al escuchar lo anterior Sakura colgó el auricular, después de dar las gracias y despedirse de su parienta, miró a su alrededor pues temió que Karin estuviera al acecho. Desde entonces se había sentido aterrorizada. Si Karin la buscaba sería para ofrecerle su perdón y suplicarle que siguieran con los planes que tenían trazados. Sakura no quería regresar a Estados Unidos y mucho menos ahora. Después del chasco que se había llevado con Suigetsu.
No obstante, si su hermana la encontraba, ¿cómo podría explicarle lo sucedido? Durante toda su vida había permitido que la fuerte personalidad de su hermana la dominara. Ahora, aunque no tan dispuesta a dejarse gobernar Sakura no quería enfrentarse con ella, pues tal vez de dicho encuentro y debido a su debilidad de carácter accedería a las sugerencias de Karin.
Sakura se dio cuenta de que existía un solo lugar en el mundo en el que podía ocultarse de ella: ¡Devon! Si su padre no se encontraba en casa, este sería su último lugar en el Karin iría a buscarla. Podría estar ahí sin que nadie se diera cuenta y, dentro de tres o cuatro días, cuando Suigetsu y su hermana se hubieran marchado, ella estaría a salvo. No podrían acusarla por ocultarse en la casa de su padre. Sin detenerse a pensar en la conveniencia de su plan, con precipitación, Sakura llenó un morral, pagó la cuenta de hotel y se apresuro a pagar su billete del tren.
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En el pequeño compartimiento Sakura suspiró. Por primera vez en su vida se sentía en verdad libre. Karin estaba felizmente casada y estaría mucho mejor sin ella. Una vez en Estados Unidos podría adaptarse y hacer nuevas amistades. Karin se enfrascaría en su nueva vida y olvidaría tolo lo relacionado con su hermana menor y ese estúpido incidente ocurrido en el cuarto de baño.
Sakura reflexionó que quedarse sola en la granja Combe era la mejor idea que se le pudo haber ocurrido. Tendría tiempo de decidir con exactitud su siguiente paso. El salario que le había pagado los Randall no había sido muy elevado, aunque la habían tratado como a un miembro de la familia, pero ya sólo le quedaba dinero para vivir hasta encontrar otro empleo, y esto no debería tomarle mucho tiempo.
Descendió del tren en Newton Abbot para tomar un autobús. Por desgracia, cometió el error de bajarse en el pueblo equivocado y tuvo que esperar una hora a que pasara otro autobús.
Cuando por fin llegó a Ashburton, se dio a la búsqueda de un taxi. Debido al tiempo que había perdido, esa tarde de Noviembre se estaba acabando, y, para su desconsuelo, la chica descubrió que solo recordaba algunos lugares de la campiña desierta, así que era necesario que encontrara un taxi. Con toda premeditación había programado su llegada al anochecer, esperando que a esa hora nadie la notara, pero había olvidado lo terrible que era la oscuridad en el campo. Podría ser absurdo tomar tantas precauciones; pero sabía que en las pequeñas comunidades y en especial durante el invierno, un extraño ocasionaba gran revuelo. Tal vez su hermana, tratando de agotar cualquier posibilidad llamaría a alguna de sus amistades en ese lugar y podría enterarse de su presencia. Decidida a eliminar el menor riesgo, Sakura resolvió tomar todas las precauciones.
El conductor del taxi, notó su apariencia desaliñada y le pareció sospechoso que no llevará mucho equipaje; tan sospechoso que le preguntó dos veces sobre el asunto y, obviamente, no quedó satisfecho con su evasiva respuesta. ¿Cómo decirle que no llevaba equipaje porque su hermana no había enviado su equipaje a Paddington o cualquier otro lugar accesible para ella?.
- No voy muy lejos. –Le informó al chofer cuando subió al vehiculo. A pesar de la humedad de su ropa, le sorprendió darse cuenta que el hombre la confundió con un muchacho, pues se dirigió a ella llamándola "jovencito", error qué, después de pensarlo, Sakura decidió no corregir, ya qué como muchacho podría estar más a salvo de toda sospecha.
- ¡ No puedo imaginarme por qué estás al intemperie en una noche como ésta!. – Gruñó el hombre. - ¿Sabes que hora es?.
- Son apenas las cinco. - Protestó Sakura con rebeldía.
- Las cinco en punto. - Bufó el hombre. – De un día de noviembre en Dartmoor. ¡Va a llover y a nevar! Eso demuestra el poco seso que tienes. Me asombra que un muchacho como tú, no prefiera quedarse en casa.
Sakura se encogió de hombros, con más indiferencia de la que en verdad sentía, tal vez aquel hombre tenía razón, aunque prefería morir antes que admitirlo. El clima era pésimo y ella estaba a punto de congelarse. De repente deseó un baño caliente y luego algo de comer, en su morral llevaba comida suficiente para varios días y una vez en casa, encendería la estufa. Desechó la idea de que la casa estuviera cerrada. Y no pudiera entrar, pues no podría pedirle al conductor que la esperase o la ayudará a abrir el lugar.
En medio del viento y de la nieve, creyó distinguir una señal que anunciaba la granja Combe. No estaba segura, pero cuando le preguntó al conductor, él asintió y ella le pidió que se detuviera.
- Me iré caminando. - Le dijo en el momento en que pagaba la tarifa. – Quizás vaya más lejos. - Su deliberado intento de engañarlo iba a ser su ruina, sólo que ella no supo preverlo en ese momento. Una vez en medio del frío y la oscuridad su escasa confianza, se desvaneció al ver la locura de su plan.
De momento, Sakura permaneció inmóvil hasta que su vista se acostumbro a la oscuridad. Su padre había heredado esa finca después de contraer matrimonio por segunda ocasión y, sin pensarlo vendió su residencia en Londres y se fue a vivir a aquel lugar. Eso había sucedido hacía casi cinco años y ahora Sakura deseaba que todo hubiese sido distinto y que ella se hubiera quedado a vivir con él. No podía culpar a Shizune por interesarse en ella, ya que recordó que nunca había mostrado deseos de conocerla. Sakura suspiró y comenzó a caminar. En los dos fines de semana que había pasado en la finca, Sakura podía recordarla con dificultad y supuso que eso no tenía mucho caso pensar en eso ahora.
La tormenta no pareció afectarla hasta que dobló en el primer recodo del camino, donde el viento soplaba con tanta fuerza que la hizo tambalearse hasta tropezarse y caer en una zanja. Intentó levantarse mientras reía con histeria, al verse en una situación tan difícil; sin embargo sintió que las lágrimas se mezclaban con las gotas de lluvia en su rostro. Se puso de pie con gran esfuerzo, ya que si no se hubiera levantado, era posible que se quedara en ese lugar hasta el amanecer.
Recordó que algunas personas habían perecido en medio de las tormentas y que a ella le faltaba mucho por recorrer. Con determinación continúo caminando a pesar del cansancio que sentía y corrió, sobreponiéndose a los resbalones en los últimos metros del sendero. Con un esfuerzo final, llegó a la casa. Se sintió aliviada y segura, mientras el corazón le palpitaba con fuerza. Estaba empapada y con un movimiento rápido metió su cabellera debajo de su gorra de lana, cubierta de nieve.
Su chaqueta azul de algodón estaba muy mojada y observó con embeleso la casa que, debido a la oscuridad, apenas podía apreciarse.
La lluvia continuaba y Sakura tenía jaqueca, además de estar empapada. Dio unos cuantos pasos y alumbró con la linterna la fachada de la casa, mientras pensaba que cuanto más pronto se encontrara en su interior, sería mejor, pues de otro modo corría el riesgo de contraer pulmonía.
Era obvio que el lugar estaba desierto y, a pesar de que la muchacha sabía con lo que se iba a encontrar, no pudo evitar sentirse triste al observar como que no había ninguna luz encendida. De pronto le asaltó el pensamiento de que todas las puertas estarías cerradas con seguro. Se apoyó en una de ella y dio un empujón con todas sus fuerzas, pero ésta no se movió. Fue entonces cuando recordó una ventana del desván que siempre había estado abierta, pues Shizune a menudo se quejaba que la lluvia entraba por allí hasta llegar a la habitación de abajo y nadie se había molestado en mandarla a reparar.
¡Su padre no había reparado nada en su vida! Sakura rogó que él no hubiera cambiado su forma de ser.
Algunos minutos más tarde, habiendo inspeccionado la parte posterior de a casa, encontró una escalera, dirigió una mirada llena de esperanza a la ventana y se alegró al encontrarla abierta. A la escasa luz de su linterna, vio el pequeño espacio que había entre la parte superior de la ventana y el marco. Nadie lo habría notado si no supiera de su existencia.
- Gracias a Dios. – Dijo Sakura en voz alta.
La ventana del desván no estaba muy alta, pero sin la ayuda de una escalera le habría sido imposible llegar hasta ella. Había corrido con suerte al encontrar la escalera y deseó que ésta no cambiara.
Con sumo cuidado apoyó la escalera contra la pared. Cuando la probó, pensó que estaba bien asegurada, pero con una luz tan tenue le fue difícil estar del todo segura.
Aseguró el morral con firmeza a su espalda y comenzó a subir los peldaños, temblando de frío, pues su ropa era muy ligera. Si no podía llegar hasta la ventana del desván, trataría de forzar alguna que estuviera a una altura más accesible.
Se concentró por completo en lo que tenía que hacer, por lo que no oyó los pasos. Quizá la alfombra blanca que había tejido la nieve, apagaba los pasos del hombre que se aproximaba. Además todo sonido era inaudible debido al rumor del viento. Estaba tan absorta en su labor que se sobresaltó al escuchar el grito amenazador que resonó en sus oídos, ya que era una voz que parecía tener más fuerza que la tormenta y que exigía una explicación de lo que la chica pretendía.
Más adelante, mucho tiempo después Sakura recordaría divertida palabra por palabra, pero sus recuerdos no estarían llenos del terror y pánico que sintió en ese momento, en el que su corazón le dio un vuelco dentro del pecho y sus manos congeladas perdieron el control.
En una fracción de segundo, cuando se volvió llena de miedo pudo ver al hombre que estaba al pie de la escalera. Iluminado por la luz de un relámpago, parecía muy alto y amenazante, y en su rostro iluminado, descubrió la furia que sentía.
- ¡Bájate de esa escalera!. – Le gritó. - ¡ O te haré bajar a la fuerza!.
El tono frío tuvo un efecto absurdo en la chica, que se puso rígida antes de perder el equilibrio. Al caer, su congelada garganta emitió un grito de desesperación. De repente se golpeó la cabeza contra un saliente del techo y debido a eso quedó inconsciente, por lo que no pudo darse cuenta de los fuertes brazos que la rodearon antes de llegar al suelo.
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Bueno eso es todo por hoy, espero que les guste la historia porque es realmente linda :)
Besos y no olviden dejar un comentario!