V
-¿Te gusta, Harry?
Harry podía hablar, ya que le había preguntado directamente, pero no sabía qué decir. Todo aquello le excitaba y le aterrorizaba a la vez.
-Es impresionante –contestó al fin, casi forzando las palabras.
Draco lo miró desde arriba.
-Estás asustado… No vamos a utilizarlo todo hoy, tranquilo.
Entonces usó la varita para atraer el cepo, un movimiento que dejó a Harry con la boca tensa y su polla agitándose con interés. El cepo tenía un metro de altura y aún antes de colocarse en él, Harry supo que le obligaría a estar más o menos en la misma posición en la que estaba ahora, a cuatro patas. Draco abrió el cepo y le ordenó que colocara el cuello y las muñecas en el sitio correspondiente. Harry se obligó a obedecer y se mordió los labios para contener su nerviosismo cuando Draco bajó la parte superior del cepo y lo dejó allí atrapado. Después, Harry oyó ruidos a sus espaldas y supuso que estaba abriendo el baúl. ¿Qué estaría buscando allí dentro? Harry se agitó un poco en el cepo, tratando inconscientemente de sacar una mano y llevársela a su erección, pero naturalmente no podía. Estaba allí atrapado. Su indefensión le obligó a reprimir un gemido de placer.
Draco se acercó a él de nuevo.
-Abre las piernas –ordenó, con voz autoritaria. Harry obedeció y aunque no podía ver lo que estaba pasando, supo de qué se trataba en cuanto notó cómo Draco le levantaba uno y otro pie para depositarlos en algo que ya no era el suelo-. ¿Sabes qué es esto, Harry?
-El… el cepo para las piernas.
Se oyó un click y Harry notó que sus tobillos habían quedado atrapados también, forzándole a mantener las piernas abiertas. La elevación del cepo respecto al suelo hacía que sus pies quedaran algo levantados y para conservar el equilibrio tenía que inclinar un poco el cuerpo hacia delante, así que su culo sobresalía un poco más que si hubiera estado simplemente a gatas.
-Sí, el cepo para las piernas. ¿Te gusta, Harry? Expuesto como si estuvieras en un escaparate, listo para que todo el mundo vea ese hambriento agujero tuyo. -Entonces Harry notó sus manos colocando algo alrededor de su polla y gimió de nuevo por la sensación y el desespero. Era un anillo; de nuevo tendría que sufrir hasta conseguir el orgasmo. Si lo conseguía-. Así, perfecto.
Harry volvió a forcejear sin saber por qué, quizás porque le gustaba comprobar que estaba inmovilizado, para regocijarse en su cautiverio. Un momento después, Draco estaba ante él; apenas pudo ver las perneras de sus pantalones antes de que Draco se arrodillara frente a él, con una sabrosa erección asomando entre la bragueta desabrochada.
-Abre la boca y chupa.
Harry obedeció de buena gana, abriendo la boca para tragársela entera. El olor a sexo inundó sus fosas nasales y mandó chispas de electricidad hacia su propia polla. Era delicioso. Harry se la sacó de la boca sólo para recorrer con la lengua la vena que iba de la base hasta el glande y luego lamió la salada abertura de la punta. Draco gruñó con aprobación y Harry se sintió más excitado aún. Sus manos se abrían y cerraban en el aire en un gesto de impotencia, ansiando tocarle, tocarse a sí mismo. Pero sólo podía usar la boca y lo hizo con entusiasmo, gimiendo cuando las manos de Draco se aferraron a su pelo. Tan bueno…
Draco la sacó de su boca y empezó a sacudírsela rápidamente frente a la cara de Harry, que apenas tuvo tiempo de cerrar los ojos antes de verse salpicado por ardientes chorros de semen. Cayó sobre su pelo, sus mejillas, sus labios… Draco jadeó, apoyándose un momento en el cepo y después con los dedos recogió el semen que goteaba en su cara y le hizo chuparlo. Harry lo hizo, deseoso de que Draco estuviera complacido con él y le recompensara.
-Buen chico… -dijo, acariciándole la mejilla.
Harry descubrió que empezaban a gustarle esas palabras. Draco se levantó, se arregló la ropa y se movió hasta quedar fuera de su vista. Harry, que estaba listo para correrse, le oyó rondar el baúl y se preguntó si podría conseguir su orgasmo pronto. Después Draco se acercó de nuevo a él y Harry se tensó ligeramente con expectación. ¿Qué iría a hacer? Durante unos segundos no sucedió nada y Harry tuvo que morderse los labios para no protestar. Luego, notó unos dedos alrededor de uno de sus pezones y a continuación, Draco le colocó algo que parecía una pequeña y fría pinza. No era muy doloroso, pero la sensación era incómoda y le hizo agitarse un poco. Draco le dedicó a su otro pezón el mismo tratamiento y Harry se quedó allí, apretando los labios para no protestar.
-Bien, vamos a ocuparnos de tu culo…
Aquellas palabras abrían un sinfín de posibilidades y Harry no sabía cuál deseaba más. Draco le pellizcó las nalgas, murmurando por lo bajo algo sobre los moratones. Después, Harry notó una sensación fría y resbaladiza en su ano. Oh, ¿se lo iba a follar? Harry gimió cuando Draco le penetró con algo redondo que acabó metido por completo en su cuerpo. Estaba a punto de quejarse cuando notó una segunda bola entrando en su interior. La sensación era estremecedora.
-Draco…
-Has hablado –dijo Draco, metiéndole una tercera bola-. Y me has llamado Draco. No tenías permiso para hacer ninguna de las dos cosas.
Harry cerró los ojos, maldiciendo para sus adentros.
-¿Lo siento?
-Lo sentirás –prometió, ocupándose de la cuarta bola.
Draco no se detuvo hasta que le metió ocho de esas malditas bolas. Harry se sentía a punto de explotar en más de un sentido. No sabía qué pretendía hacer con eso, pero no quería preguntar y molestarlo aún más.
-Creo que si te quitara el anillo te correrías al instante, Potter –dijo, con esa voz ligeramente burlona que hacía que su sangre volara a la vez hacia su polla y sus mejillas-. ¿Te gustaría eso?
-Sí, sí.
-Sí… Pero por desgracia has sido un chico muy malo, desobedeciendo mis órdenes. No creo que hoy vayas a correrte.
-No, por favor, no volveré a desobedecerte, lo juro.
-Has vuelto a hablar sin permiso, Potter –señaló Draco-. ¿Ves? Necesitas un castigo.
Harry gimió sin palabras para expresar su miseria. No creía que pudiera aguantar mucho más sin correrse, sentía los huevos pesados como piedras. Pero Draco le ignoró.
-Estás absolutamente arrebatador así, Potter, eso tengo que admitirlo. Aunque estarás aún mejor cuando tengas el culo rojo.
Entonces Draco se colocó frente a él y le enseñó lo que tenía en la mano, una especie de látigo con tiras de cuero. Oh, Dios, oh, Dios… Harry tragó saliva, asustado, nada convencido de que eso fuera a gustarle. Pero Draco no le dio demasiado tiempo para sentir miedo, porque al momento se puso detrás de él y empezó a azotarlo. La sensación era diferente a la de la otra vez, los golpes no eran tan contundentes, sino secos y picantes. Las tiras de cuero rodeaban su culo y sus caderas al caer. Y no tenía el tablero de la mesa para poder recostarse en él y aguantar el equilibrio; su postura era más precaria esta vez y de algún modo eso lo volvía aún todo mejor.
-Estos son los diez que te debía de la otra mañana –anunció Draco-. Ahora vienen los que te has ganado por desobedecerme.
Harry gemía de dolor y placer bajo los latigazos mientras las primeras lágrimas asomaban por sus ojos. El culo le escocía ya de un modo terrible, pero estaba tan caliente que si le hubieran rozado la polla se habría corrido con o sin anillo. Era demasiada estimulación, su culo lleno con aquellas malditas bolas, las pinzas en los pezones… Y el látigo seguía cayendo a pesar de sus forcejeos, crack, crack, crack. Harry quería que acabara y a la vez habría deseado que no acabara nunca, notaba su mente deslizándose hacia aquel estado en el que todo se reducía al sonido chasqueante de los golpes y a su propia indefensión y a la excitación que lo mareaba con tanta eficacia como el dolor.
-Y estos son sólo porque quiero, Potter –dijo, sin dejar de golpearle, haciendo arder la parte superior de sus muslos-. Y porque es justo lo que necesitas. Deja de luchar, no hay nada que puedas hacer para pararlo.
Nada, nada. Harry sintió cómo se rendía a los azotes y abandonó toda pretensión de lucha. Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas, lágrimas que traían una paz maravillosa. No sabía cuántos latigazos más le cayeron, quizás veinte o treinta. De pronto se detuvieron tan abruptamente como habían empezado. Harry apenas lo notó, sólo podía sollozar; su cuerpo, límpido y sometido. Aun así, cuando sintió algo escapando de su trasero lanzó un gemido de humillación; creía que había perdido el control de sus intestinos. Pero a esa sensación le siguió otra similar y entonces comprendió que Draco estaba sacándole las bolas. Era placentero y en ese estado de excitación, que los golpes no habían aminorado, resultaba insoportable. El dolor de huevos era mil veces peor que el de su culo. Y estaba disfrutando cada segundo.
-Mmm, Harry, no tienes ni idea de lo caliente que me pone verte así. Creo que sería capaz de follarte media docena de veces cada noche. Estás listo, ¿verdad? Nada te gustaría más que te la clavara hasta el fondo y te follara bien duro.
El mero hecho de no poder ni contestar ya era una agonía. Cada vez que una bola de esas abandonaba su cuerpo se sentía empujado hacia el orgasmo. Pero al final la última abandonó su cuerpo, dejándole abierto y tembloroso. Sus caderas se movían casi como si tuvieran vida propia, como si estuviera follando en el aire, pero la única estimulación que tenía ahora era en sus torturados pezones.
Draco se sentó frente a él con las piernas cruzadas y se quedó observándole con expresión satisfecha.
-No te imaginas lo hermoso que estás así, Harry, podría mirarte durante horas.
Harry no podría haberle contestado ni aunque hubiera tenido permitido hablar. Lo que sentía era demasiado intenso.
Una eternidad después, Harry aún seguía en el cepo. Draco no había vuelto a tocarlo ni a estimularlo de ningún modo y el placer se había convertido en un dolor sordo y soportable. Se sentía absolutamente agotado, como si hubiera corrido veinte kilómetros sin descansar.
-Necesitas un baño antes de irte a dormir –dijo Draco de pronto, tocando algo en el cepo que hizo click.
Harry tardó un par de segundos en entender lo que pasaba y no se movió hasta que Draco le ayudó a salir de ahí. Después le quitó el cepo de los pies y las pinzas de los pezones. Harry no pudo evitar gemir de placer al sentirlos libres de la presión e hizo todo lo posible para no llevarse la mano a ellos y frotarlos. Draco le dejó puesto el anillo para el pene, sin embargo, y volvió a colocarle la correa en el collar que llevaba al cuello. Después, con un simple tirón, le indicó que le siguiera.
Tenía todo el cuerpo entumecido y gatear era difícil, pero Draco adoptó un ritmo lento, para darle tiempo a que se acostumbrara. Cuando entraron al baño, incluso le ayudó a ponerse en pie. La bañera ya estaba lista, apetecible y aromática, y Draco, tras desvestirse, se metió en ella con él, dejando ver que tenía una erección. El agua estaba lo bastante caliente como para hacer que le escocieran los golpes de su culo, pero fueron sólo unos segundos y después Harry notó cómo empezaba a relajarse.
-¿Qué planes tienes para mañana, Harry?
-No tengo planes –contestó. Solía dedicar los sábados a estudiar, y aunque a veces quedaba por la noche, había supuesto que lo haría con Draco.
-Yo he quedado para almorzar con Pansy y Blaise. ¿Quieres que te avise cuando vuelva y te vienes aquí?
-Sí.
-Estás medio dormido –notó Draco, con humor-. Bueno, no te duermas del todo. Voy a follarte antes de que nos vayamos a la cama.
Harry no tenía ni fuerzas para albergar esperanzas de correrse en aquella ocasión. Total, Draco ya le había dicho que no iba a hacerlo esa noche. Y cuando ya terminaron de lavarse, Draco le hizo colocarse cara a la pared de nuevo y se lo folló sin demasiadas ceremonias, sin prolongarlo ni preocuparse de excitarle a él más o menos. Podría haber sido uno de esos muñecos hinchables, por el caso que le hizo. Pero no se sintió mal por ello, descubrió que le gustaba también esa indiferencia que probaba lo poco que importaban sus propios deseos. Sí, eso le excitaba, que Draco lo usara así.
Cuando Draco se corrió, le dijo que se limpiara y que saliera de la ducha. Harry estaba un poco más excitado que antes de meterse en el agua, pero no era insoportable. El agua caliente le había dejado blando y relajado, pese a todo. Los dos se secaron el cuerpo con toallas calentitas y esponjosas y Draco usó su varita para secarles el pelo a ambos.
-¿Quieres picar algo antes de dormir?
-No.
Draco le dio la mano para conducirle hasta la cama y Harry se metió entre las sábanas con agradecimiento. Seguía llevando el anillo para el pene, ligeramente erecto, pero no le molestaba. Draco se colocó detrás de él, pasándole el brazo por la cintura.
-Buenas noches, Harry.
-Buenas noches.
A la mañana siguiente, Harry regresó a su casa con el culo dolorido por la azotaina del día anterior, el sabor del semen de Draco en su lengua y unas ganas terribles de correrse. Trató de estudiar, pero no podía concentrarse. Sólo podía revivir lo que había sucedido la noche anterior y fantasear por lo que podía pasar cuando Draco regresara de su almuerzo. El tiempo parecía pasar de un modo exasperantemente lento y tuvo que esforzarse para cumplir la norma principal de Draco y no masturbarse.
Pero por fin recibió una llamada suya desde Malfoy manor diciéndole que ya podía ir a su casa. Harry no perdió el tiempo y cinco minutos después ya estaba allí. Un elfo le condujo de nuevo hasta las habitaciones de Draco y cuando Harry entró, tuvo que tragar saliva, pues Draco llevaba sólo un albornoz.
-Hola, Harry, ¿una copa?
-Una cerveza de mantequilla.
-Ya le has oído –le dijo al elfo, quien desapareció al momento y volvió a aparecer con la cerveza antes de que Harry hubiera tomado asiento.
-¿Qué tal tu almuerzo?
-Entretenido. ¿Y tú? ¿Has estudiado mucho?
-No tanto como habría querido.
Draco le dirigió una mirada inocente.
-¿Algo te distraía?
-Ya sabes que sí –dijo haciendo un mohín.
-Yo también he estado pensando en ti –replicó, con su mejor sonrisa-. Bien, desnúdate. Como siempre, llevas demasiada ropa.
Harry obedeció sin perder tiempo y después, a indicación de Draco, gateó hasta llegar hasta él. Draco hizo aparecer una corbata de Slytherin y le ató las manos a la espalda con ella. Después le ordenó que se tumbara en su regazo. Harry lo hizo como pudo, aunque estar maniatado lo complicaba un poco. Su excitación se estaba disparando ya, casi podía sentir la carne de su culo hormigueando con anticipación.
Draco le dio una palmada no muy fuerte.
-Esto te gusta demasiado, Harry. Estoy tentado a usarlo sólo cuando te hayas portado bien. –Draco le dio dos o tres azotes más y Harry notó cómo su polla se endurecía de manera vergonzosa-. Dime, ¿tienes muchas ganas de correrte?
-Sí.
-Ya me lo imagino –dijo, con otra palmada. No era una de sus azotainas habituales, sólo estaba jugando, calentándolo-. Pero vas a tener que ganártelo, ¿sabes?
-¿Cómo?
-Vas a comerme el culo. Si consigues que me corra sólo con eso, tú podrás correrte también. Si no…
Otra palmada. Y él estaba casi salivando ante la idea. Llevaba deseando comerle el culo a Draco desde que se lo había visto.
Draco le hizo levantar y después ordenó que lo siguiera a gatas hasta el dormitorio. Una vez allí, Draco se quitó el albornoz y se sentó en la cama, absolutamente cómodo con su desnudez. Harry subió como pudo a la cama también, deseoso de empezar.
-Vamos a hacer las cosas más divertidas –dijo Draco, abriendo un cajón y sacando un dildo de mediano tamaño-. Inclínate y abre las piernas, Harry.
Harry obedeció y gimió cuando Draco le lanzó un hechizo lubricante y le penetró con aquel dildo. Amaba sentirse así de abierto y era una sensación enloquecedora.
Draco se tumbó boca abajo en la cama con las piernas abiertas y le dijo que empezara. Harry se lamió los labios, se tumbó trabajosamente de manera que su cara quedara a la altura del culo de Draco y se lanzó a ello con decisión.
No podía usar las manos para acceder fácilmente a su agujero, pero aplastó la cara y sacó la lengua todo lo que pudo. La respiración de Draco se agitó al notar el primer lametazo y Harry continuó, lamiendo y chupando, tratando de llegar mejor y penetrarlo del todo con la lengua. Era delicioso. Su ano se cerraba y abría alrededor del dildo, su polla estaba ya dura como una piedra, medio aplastada por el peso de su cuerpo, y el olor y el sabor de Draco lo estaban volviendo loco. La saliva le caía por la barbilla y él seguía chupando; ya había conseguido encontrar el modo de acceder mejor a su objetivo y el agujero de Draco se estaba relajando cada vez más, hasta que Harry pudo meter la lengua del todo y lamer con fruición. Draco gemía mientras le instaba a seguir así y Harry se olvidó de que se estaba jugando su propio orgasmo, sólo quería darle placer a Draco, conseguir que se corriera.
-Sí, chupa, chupa.
Cuando el propio Draco se abrió las nalgas con impaciencia supo que lo estaba haciendo bien y redobló sus esfuerzos. Los gemidos de Draco aumentaron de intensidad y Harry supo que iba a correrse en cuestión de segundos. Y poco después Draco soltó un gruñido desesperado y Harry siguió lamiendo como pudo hasta que Draco se apartó con gesto cansado.
-Buen… buen chico… Oh, dioses… me encanta que me chupen el culo.
Harry sonrió, satisfecho, y se secó la barbilla contra las sábanas.
Draco necesitó un par de minutos para recomponerse y después se levantó de la cama y le ordenó que le siguiera, sin dejar caer el consolador. Harry tensó el culo todo lo que pudo y caminó con cuidado hasta la sala de juegos de Draco, preguntándose qué le habría preparado esa noche y regocijándose en el hecho de que él tendría que hacer lo que Draco le pidiera. En la habitación había algo nuevo, una alta butaca de aspecto sólido y tapizado de color vino.
Draco le dijo que fuera a la silla y se sentara en ella, colocando las piernas por encima de los reposabrazos. Harry obedeció, preocupado porque notaba cómo se le estaba deslizando el dildo poco a poco. No quería que Draco se enfadara con él y retirara su promesa de dejarle correrse esa vez. Harry consiguió llegar hasta la silla con éxito, pero cuando fue a sentarse cómo Draco le había indicado no pudo evitar que se deslizara por completo entre sus piernas.
-¡Lo siento!
-No pasa nada –dijo Draco, con indulgencia-. Has aguantado hasta llegar a la silla.
Harry dio un tembloroso suspiro de alivio y se dispuso a sentarse con las piernas abiertas sobre los reposabrazos. Era difícil con las manos en la espalda, pero finalmente lo consiguió. Casi al momento fue consciente de lo expuesto que estaba, era una postura absolutamente indecente. Cuando Draco se acercó a él y clavó los ojos en esa zona, Harry no pudo evitar ponerse rojo.
-Malfoy… -protestó.
-¿Qué? –Parecía divertido-. ¿Te da vergüenza? Es una visión deliciosa, Harry, no debería darte vergüenza. Mira.
Entonces usó su varita para convocar un espejo y le ordenó que mirara. Harry lo hizo, terriblemente abochornado. Podía ver las contusiones de su culo, su polla enrojecida y erecta, su agujero reluciendo por el lubricante que había usado antes con él.
-No apartes la vista –dijo Draco-. Necesitas perder ya todas esas gazmoñerías.
Draco dejó el espejo flotando en el aire, ofreciéndole a Harry su bochornoso reflejo y a él no le quedó más remedio que observarse a sí mismo.
-Tu cuerpo es mío ahora, Harry –dijo, mientras le aseguraba las piernas a los reposabrazos con unas cuerdas mágicas-. Y todo lo que yo tengo es hermoso, así que no hay razón para que te sientas avergonzado. Estás maravilloso así, ofrecido como una fruta madura y jugosa. Me dan ganas de comerte. ¿Puedes ver tu agujero del culo, Harry? Mira cómo se abre y se cierra buscando dueño.
Draco siguió diciéndole todas esas cosas sucias y maravillosas que le ponían completamente a cien y Harry se dio cuenta de que pasados unos minutos ya no le importaba nada estar viéndose así. Era una sensación fantástica, disfrutar del modo en el que su cuerpo se estaba incendiando. Esa sensación se intensificó cuando Draco empezó a retorcerle suavemente los pezones. Harry gimió, echando la cabeza ligeramente hacia atrás.
-Todo no es el orgasmo, Harry. Y debes aprender a perderte en el placer igual que te pierdes en el dolor.
Sí, sí, estaba cerca de ello. Harry se limitó a dejarse llevar, sabiendo que era temprano y que Draco podía tardar horas antes de permitirle correrse. Y Draco realmente se tomó su tiempo, apretando, lamiendo. Harry pronto tuvo la sensación de que sus pezones eran la única parte sólida de su cuerpo y no tardó en estar jadeando y gimiendo, retorciéndose ligeramente sobre la alta butaca.
Después de una eternidad, Draco abandonó sus pezones. Harry lo miró con ojos nublados y apenas pudo asimilar que había usado su varita de nuevo para hacer aparecer la jarra de cerveza de mantequilla hasta que la sintió contra sus labios.
-Bebe, debes tener sed.
Harry obedeció, dándose cuenta de que sí, tenía la boca seca. Draco le lamió la espuma que se le había quedado sobre el labio superior e hizo desaparecer la jarra de nuevo. Después le metió dos dedos en la boca para que se los chupara y sin más, lo penetró con ellos, arrancándole un gemido, metiéndolos y sacándolos con cierta dificultad. Dolía un poco, pero era un dolor magnífico que le hizo estremecerse de placer y que pronto desapareció. Draco no buscaba su próstata, pero aun así la sensación era magnífica y Harry, que estaba terriblemente caliente, se encontró muy pronto aproximándose al orgasmo en caída libre.
-Ma… Malfoy… No voy a aguantar…
-Pues vas a tener que hacerlo, Potter. Piensa en Umbridge montándoselo con Filch.
-Oh, Dios… -protestó Harry-. Quizás sea un pervertido… pero no soy… tan pervertido.
-Si puedes hablar así es que aún puedes aguantar, así que aguanta. Quiero que te corras con mi polla dentro de tu culo, no ahora.
Harry intentó pensar en otra cosa, en su último tema de Rastreo, en las probabilidades de que los Cannons ganaran ese año la Liga… Al menos Draco no trataba de provocarle un orgasmo, sólo estaba jugando con él, dándole placer.
Todavía con los dedos dentro de él, Draco se inclinó para besarle posesivamente, hundiendo la lengua en su boca. Harry la recibió con ganas, deliciosamente consciente de que tampoco habría tenido otra posibilidad, no tal y como estaba atado. Draco rompió el beso y bajó hasta su cuello. Harry lanzó un gemido desesperado, no podía más, realmente no podía más.
-Malfoy…
-Sssshtt, aguanta…
-Malfoy, por favor… por favor…
Podía notar cómo sus caderas avanzaban al encuentro de los dedos de Draco y sus huevos… oh, sus huevos, iban a estallarle. Una letanía de súplicas escapó sin control de sus labios, la presión era ya insostenible, el sudor y las lágrimas corrían sin freno por su cara.
De repente, Draco se detuvo, haciendo desaparecer toda la estimulación. Pero Harry ya estaba demasiado lejos como para que eso supusiera una diferencia, todo lo que pudo hacer fue forcejear contra sus ataduras y seguir suplicando para que Draco no lo dejara así. Escuchó a Draco decir algo en voz burlona, pero las palabras atravesaron sus oídos como puro aire, no podía entenderle, sólo quería correrse, necesitaba correrse como nunca en la vida.
-¡Potter! –Harry salió momentáneamente de su trance cuando Draco le sujetó bruscamente del pelo y le gritó en la cara-. Recuerda que no tienes permiso para correrte hasta que yo lo diga.
-Por favor… por favor…-Y entonces, sin saber si habían pasado unos segundos o toda una eternidad, su entrada se abrió a una súbita presión y notó la polla de Draco abriéndole, llenándole-. ¡Sí! ¡Sí!
Draco empezó a follarle con estocadas largas y contundentes, aplastándole aún más contra la silla. Apenas podía moverse ahora, entre las cuerdas y la presión de Draco, pero no quería ir a ningún sitio, sólo quería estar allí y recibir las embestidas de Draco y explotar por fin. El placer, que apenas había disminuido con la brusca penetración de Draco, le tenía de nuevo en carne viva y las súplicas que nunca le habían abandonado del todo salían ahora a gritos.
-Sí… –dijo Draco, pellizcándole los pezones-. Sí, puedes correrte, Harry.
Y no necesitó más. Harry lanzó un grito mientras su semen salía a chorros de su propia polla y su cuerpo se convulsionaba bajo el incesante movimiento de Draco. Apenas fue consciente de cómo Draco se corría sobre él al cabo de sólo unos segundos, estaba perdido en su propio éxtasis.
Durante un rato, los dos se quedaron como estaban, con Draco jadeando sobre Harry, aún dentro de él. Las ligaduras de sus manos volvían a molestarle, pero era por una nueva razón: habría dado cualquier cosa por poder abrazar a Draco y mantenerlo allí para siempre. Pero no podía y después de unos minutos, Draco se movió y se apartó de dónde estaba.
-Mírate, Harry –dijo, con voz ahogada-. Quiero que recuerdes esta imagen para siempre.
Y Harry obedeció y miró su reflejo en el espejo, su cara relajada y manchada de lágrimas, su agujero enrojecido entre sus piernas abiertas, el semen goteando obscenamente por su culo.
Draco tenía razón: era hermoso.