Sé que no tengo excusa alguna, así que mejor no las dejo, solo que aquí traigo el siguiente. Como ya se habrán dado cuenta soy muy incumplida con las fechas, pero si de algo puedo estar segura es que terminaré esta historia, no la dejaré sin acabar ¡se los prometo!

No hay ninguna advertencia en este capítulo, quizás hasta el siguiente.

Disclaimer: Hetalia y Titanic no me pertenecen.


Sunday 14th April 1902. The Sinking II: Nearer my God to Thee.

La situación iba de mal en peor con cada minuto que pasaba. La gente del barco sentía cada momento de una manera terrible, entrando en pánico a cada segundo, corriendo de aquí para allá, como si no hubiera esperanza.

Esperanza era lo que tenían Lovino y Antonio, quienes corrían en dirección al camarote del primero, esperando encontrarse a los hermanos menores del italiano y así poder correr nuevamente a cubierta para resguardarse.

—¡Lovi! ¿Acaso falta mucho? —preguntó un agitado Antonio, quien apenas le pisaba los talones al que resultó ser veloz italiano.

Lovino no se volteó ni un momento, pero sí se tomó la molestia de responderle. —¡Ya casi llegamos! No seas vago y aguanta. —regañó el italiano, quien recién daría una brusca vuelta a la derecha para finalmente llegar a lo que es el pasillo donde se encontraba su camarote.

Grande fue su sorpresa al ver que la puerta estaba abierta. Entró a echar un vistazo, aunque desde afuera se notaba que estaba vacío. Lovino cambió su expresión rápidamente a una de preocupación, dejando en duda al español quien solo miraba desde afuera.

—Lovi… no hay nadie aquí. —el español soltó y el italiano se giró rápidamente, con una notable molestia. —¿Te acabas de fijar? —salió de un empujón de ese lugar, azotando la puerta. Antonio no abrió la boca y solo lo miró con un poco de temor.

—Espero esos dos torpes hayan ido arriba y no hayan hecho alguna tontería. —tomó de la muñeca al español. —¡Vamos rápido! —y así nuevamente se echaron a correr.


Cassiano y Feliciano corrieron con dirección a la cubierta del barco, pero algo en el camino hizo que Cassiano se detuviese.

Feliciano notó que su hermanito no lo seguía, por lo que retrocedió, topándose de nuevo con el menor. —¡Fratello! ¿Qué pasa? Debemos irnos rápido. —le dijo al menor distraído mientras tiraba de uno de sus brazos, agitándolo.

Cassiano seguía fijo, mirando a unas personas en especial. —Feli, espérame un momento aquí. —dicho esto, se soltó del agarre débil del mayor y se acercó a los divisados anteriormente, dejando a Feliciano aturdido y confundido.

El menor se acercó a tres personas, dos adultos quienes cuidaban a un pequeño niño de cejas grandes. El niño se percató que alguien se acercaba. —¡Oh, Cassiano! —por la exclamación de éste, los dos adultos se voltearon en dirección al italiano.

—Oh, ¡qué bueno verte nuevamente! —exclamó un finlandés de ojos violáceos, quien a pesar de la alegría de su voz, su rostro decía otra cosa; quizás sea cosa de la situación en la que se encontraban. El otro adulto, a quien reconoció como Berwald, el sueco, se quedó callado.

—¿Qué te trae por aquí? Es decir… todos debemos ir a cubierta, es peligroso andar por aquí en estos momentos. —explicó Tino, aún siendo obvia la situación.

—Nada nada, solo los vi por aquí y pensé que… es genial volver a verles, aunque no en una situación muy agradable. —el italiano menor respondió, sintiendo un poco de tristeza por lo último.

Tino le regresó una sonrisa, esperando que el joven italiano se reconfortase.

—Todo estará bien. —soltó Tino.

—¡Oye, Cassi, vámonos a buscar a Lovi! —Feliciano gritó a lo lejos logrando que todos mirasen para allá, incluido el aludido.

—¡Oh! —se volteó rápido hacia Tino, Peter y Berwald, con intenciones de despedirse. —Bueno, nos vemos arriba, cuídense mucho ¿sí? —miró a Peter en especial. —¡Cuídate mucho en especial tú! ¿vale? —le sonrió al pequeño cejón, quien le devolvió la sonrisa. —¡Vale! —exclamó alegre.

Dicho esto, Cassiano se dio la vuelta y corrió en dirección a su hermano mayor, dejando atrás a una familia que sin saberlo, había tomado una muy dura decisión.


Lovino y Antonio llegaron a la cubierta nuevamente, encontrándose a más personas alteradas, corriendo de un lado al otro, donde pasar de un extremo a otro era casi imposible.

—¿Ahora qué hacemos? —preguntó Lovino, algo enojado.

—Pues, intentar pasar a estas personas y encontrar a tus hermanos, deben de andar por aquí en algún sitio. —le habló tranquilamente y, tomándole de la muñeca, se adentró entre esa multitud para seguir avanzando a un destino no definido.

De pronto, escucharon como alguien que formaba parte de la tripulación del barco, comenzaba a gritar, dando unas órdenes. —¡Mujeres y niños acérquense a los botes, solamente mujeres y niños! ¡Por ahora solo subiremos a mujeres y niños! —y seguía exclamando la misma frase por bastante rato.

La cara de Lovino se puso verde, después miró con preocupación a Antonio.

—¿Eso significa que nos dejarán aquí y nos ahogaremos? —curiosamente, Lovino no gritó ni lloriqueó ni nada, sino que todo lo contrario, estaba convencido de que algo malo pasaría y que nada que hagan hará cambiar el destino.

Aún así, Antonio no iba a decirle lo inevitable, éste sonrió y tomó la mano del italiano apretándola con un poco de fuerza. —Debemos ir a mirar al otro lado del barco a ver si es que hay algún bote disponible, no podemos quedarnos aquí, pero verás que habrá suficiente para todos los pasajeros y nos salvaremos Lovi. —presionó un poco más, ante la impresión del italiano quien lucía más preocupado que antes. —¡Nos salvaremos! —dicho esto, lo abrazó fuertemente y de nueva cuenta se echaron a correr.

En su trayecto se toparon con un grupo de músicos que llevaban tocando durante todo el tiempo ahí, a Antonio le molestó eso pero mucho más a Lovino. —¡Lo que me faltaba! ¡Música para ahogarse!


De entre toda la gente gritando, corriendo y luchando por conseguir un lugar en algún bote salvavidas, sobresalía un grupo de músicos que a pesar de las circunstancias, nunca dejaron de tocar.

—Nadie n-nos está haciendo caso. —habló el más joven del cuarteto, un pequeño muchacho de cabello rubio cenizo. —Será mejor que nos detengamos. —dicho esto dejó su viola y con esto, rompió la música que se armaba con los otros músicos.

Suspiró el mayor de los cuatro, un hombre de anteojos con un lunar en su barbilla. —Bueno, fue un placer tocar, mucha suerte compañeros. —dicho esto, y después de haber iniciado sus despedidas, cada quien tomó su instrumento y se fue por su parte. Excepto Roderich, el antes mencionado se quedó ahí parado, después de todo no podía simplemente resignarse a dejar de tocar.

Comenzó a hacer sonar una melodía melancólica, mostrando de igual forma melancolía en su rostro y haciendo que sus compañeros detuviesen su camino, volteando a ver al hombre de nacionalidad austriaca, conmovidos por completo por su música.

Todos y cada uno de ellos regresó su camino para reunirse nuevamente con él y comenzar la música: Nearer my God to Thee.

Esta canción fue el inicio del fin de muchas historias a bordo del Titanic.


Bueno, hasta aquí el capítulo, de nuevo lamento mucho la asquerosa tardanza... y acerca del siguiente capítulo, pensé mejor reunir todas las historias tristes en el siguiente capítulo, pensaba poner algunas en esta parte (si es que recuerdan la película, más que nada esta escena, ya sabrán a qué me refiero) pero preferí unirlas en el siguiente con una parte esencial de la historia, espero arrancar lágrimas (?) ok no.

Muchísimas gracias por leer, aquí esta fail ffer se los agradece de corazón.