Disclaimer:
Severus no nos pertenece (si nos perteneciera no le hubiéramos hecho sufrir tanto, pobrecillo…) y el resto de personajes, tampoco. Son de una señora inglesa que se ha hecho rica maltratándoles…
Muchas gracias a Jey, Pandora0000, Evangeline Snape, Kuruki86, Araceli, NatWizard, LupitaSnape, valitos, Seika, Amia Snape, Agnes Malfoy Granger, Sayuri Hasekura, Ariana Dumbledore, DeathEaterBlood, Miam Snape y Hatake Nabiki por sus comentarios, y a todos los demás también por leernos :)
Nota de autoras:
Queridas niñas, tal como anunciábamos la semana pasada, lamentamos decir que esta es nuestra última nota conjunta, y nosotras sabemos lo mucho que os gustan nuestras notas de autora y lo mucho que las vais a echar de menos. Ah, sí bueno, eso también significa que hemos llegado al final de esta historia.
Ha sido un placer compartirla con vosotras, como siempre, y leer vuestros entusiastas comentarios semana tras semana :)
Ay, es el sino de toda madre… los hijos crecen y se emancipan, y para nosotras este fic, como todos, es como un hijito pequeño que ha crecido en muy poco tiempo. Siempre es demasiado poco tiempo :(
Pero, ¿¡será posible! ¿Qué hacemos nosotras poniéndonos tristes? Ya nos callamos, así que, sin más, os dejamos que leáis la conclusión de este inverosímil trío, que al final del último capítulo Hermione se quedó bastante carente de atenciones...
Capítulo 9. Lección aprendida
Snape soltó una carcajada, todavía envuelto en el firme abrazo de la joven.
-Creo que antes de ponerme en marcha de nuevo, Hermione, necesitaré un pequeño tiempo de descanso… –dijo al fin, ante la mirada confusa de la chica. Hermione chasqueó la lengua, irritada, pero el hombre siguió hablando– eso no quiere decir que no podamos hacer nada por ti, por supuesto. No vamos a dejarte tan… hambrienta después de haberte mostrado tan solícita con nosotros, ¿verdad, Harry?
El aludido miró al hombre con expresión algo confundida. Todavía no se había recuperado de lo que acababa de experimentar y no se sentía con fuerzas para hablar. Había permitido que Snape le poseyera… no, no era eso, había deseado y consentido que su ex-profesor le poseyera, y había gritado como un loco mientras se corría en la boca de su mejor amiga. Creía merecer un poco de tiempo para asimilarlo todo. Sin embargo, Snape no parecía dispuesto a dárselo.
-Vamos, Harry, incorpórate, tenemos trabajo que hacer –le instó, y el chico cambió de posición hasta quedar sentado en la alfombra, con las piernas flexionadas y la mente todavía nublada.
Con un pequeño movimiento de varita, los brazos de Hermione se desenredaron del cuello del hombre y se elevaron en el aire, sujetos por unas cuerdas invisibles que mantuvieron sus muñecas juntas y la hicieron quedar suspendida como si colgara del techo.
-¡Hey! –Protestó la chica, que deseaba seguir sintiendo el cálido y firme cuerpo de su ex-profesor contra el suyo– ¿Por qué haces esto? Ahora me toca a mí…
-Lo sé –contestó el hombre, poniéndose en pie y acariciando con un dedo la areola de su pecho izquierdo, que seguía con el sujetador puesto y con la tela desplazada a los costados para dejar ambos senos a la vista–, pero para ti, Hermione, tengo reservado algo especial…
Sostuvo su pecho izquierdo en una mano y lo elevó un poco para jugar conel pequeño y oscuro pezón. Rodeó el montículo de carne con su lengua, lamiéndolo y provocándolo sensualmente hasta que se volvió duro y firme, y después lo dejó libre con un ligero sonido de succión. Repitió la misma operación con el seno derecho, y después se dio la vuelta, se dirigió al cofre plateado y, dándole a la joven una espléndida visión de sus delgadas y prietas nalgas, se agachó sobre él para extraer algo de dentro.
Cuando se giró, portando un objeto pequeño y alargado, Harry y Hermione se lo quedaron mirando con los ojos como platos.
-¿Eso es…? –Preguntó Harry.
-¿Cómo lo has…? –Empezó Hermione, pero no pudo acabar la frase, porque Harry estalló en una sonora carcajada.
Impasible, el hombre lanzó un hechizo al objeto para que recuperara su tamaño original, y en un abrir y cerrar de ojos se encontró sosteniendo entre sus manos el inconfundible bastón con empuñadura de nácar de Lucius Malfoy.
Harry dejó de reír de golpe cuando se le ocurrió para qué podía querer el bastón.
-Un momento… –dijo entonces– no me dirás que vas a usar… eso.
Snape se acercó a Hermione con aire práctico, como el profesional que está concentrado en un trabajo sumamente importante. Conjuró otro hechizo que convocó más cuerdas invisibles que mantuvieron las piernas de la joven algo separadas, y dirigió el bastón a su palpitante sexo en posición horizontal, deslizándolo adelante y atrás contra la tela de sus braguitas. La chica gimió y se mordió el labio inferior.
-Digamos que mientras mi cuerpo se recupera para una nueva ronda –murmuró Snape–, éste puede resultar un encantador pasatiempo para nuestra compañera de juegos –presionó un poco más la madera del bastón contra ella y Hermione jadeó–. Además, es una buena manera de quitarle de una vez por todas el "trauma" que adquirió cuando vio al señor Malfoy haciendo uso de él.
-Lo habrás limpiado, ¿no? –Preguntó Harry, con una mueca de asco– No querría ni por todo el oro del mundo tocar algo que Draco haya usado… de ese modo.
Snape no se dignó a contestar, y Hermione no pareció tener mucho problema con ello, ya que se removía sinuosamente contra sus ataduras, como una serpiente, intentando sentir esas obscenas caricias de manera más intensa. El hombre miraba a la muchacha con una sonrisa cargada de erotismo, observando con ojos ávidos cada ondulación de su cuerpo, cada muda vocalización de sus labios rogando por más.
-¿Cómo lo has conseguido, de todos modos? –Preguntó Harry– Le has dicho simplemente: oye, Lucius, ¿me dejas tu bastón? Lo necesito para una sesión de sexo salvaje con dos de mis ex-alumn…
-¿Vas a seguir hablando, Potter, o vas a venir aquí para ayudarme a darle placer a Hermione? –Le interrumpió Snape secamente, irritado por la desconsideración del muchacho– Podría contestar a todas tus preguntas, desde luego, pero creo que a ella no le va a gustar mucho que la dejemos aquí colgada y completamente excitada para ponernos a debatir sobre la naturaleza de mi amistad con Lucius Malfoy.
-Harryyy… –jadeó la joven.
-Oh –contestó el interpelado, y se puso en pie, rascándose la nuca avergonzado–, lo siento… esto… ¿qué debo hacer?
Snape reprimió un resoplido impaciente.
-Haz lo que quieras, Harry, pero házselo a ella.
-Vale… ¿le quito el sujetador?
-Sería un buen comienzo, sí.
El chico empezó a desenganchar los corchetes de la prenda mientras Snape seguía deslizando el bastón entre las piernas de Hermione, que notaba cómo su excitación crecía poco a poco y se extendía por todo su cuerpo con una cosquilleante y deliciosa sensación de calor. El hombre acercó su rostro al de la joven y, endiabladamente despacio, recorrió su mejilla con la lengua mientras friccionaba la madera contra su clítoris con más ímpetu, enviando una descarga eléctrica a Hermione que se propagó como la pólvora por sus terminales nerviosas, haciéndola jadear.
-Bien, gatita –dijo en su oído, con voz profunda y suave como el terciopelo–, ahora que te tenemos a nuestra entera disposición, ¿qué crees que deberíamos hacer contigo?
Hermione soltó un gemido lastimero, y Snape recorrió los labios de la joven con uno de sus finos y delicados dedos.
-Quiero… quiero…
La joven sabía perfectamente lo que quería, pero el bastón de Lucius restregándose una y otra vez contra su sexo le impedía hablar con fluidez. Snape hundió despacio el dedo en su boca y ella lo chupó diligentemente, lamiendo la yema con fruición. Entonces el hombre retiró el dedo para metérselo en su propia boca y volverlo a sacar al instante siguiente con un suave chupetón, acariciándose la parte interna del labio inferior con un destello de lascivia en sus ojos. Hermione le miraba extasiada, y él la animó a continuar:
-¿Sí? ¿Qué quieres, gatita?
-Quiero…
Harry se había quedado quieto al encontrarse con una dificultad: no podía quitarle el sujetador a Hermione mientras ella tuviera las muñecas atadas, por más que las cuerdas fueran invisibles. Acababa de abrir la boca para decir esto cuando Snape, antes de que el chico volviera a quebrar la sensualidad del ambiente, hizo desaparecer la prenda con un ligerísimo movimiento de varita, y Harry, viéndose libre del problema, empezó a depositar húmedos besos y suaves caricias por todo lo largo y ancho de la cálida espalda de su amiga.
-Dímelo… –susurró Snape, sumergido entre los rizos y la sensible piel del cuello de Hermione, su mano presionando el bastón cada vez más contra su carne– dime lo que quieres.
-Quiero que me poseas… profesor.
Snape sonrió y se apartó de la joven, cesando con esto el movimiento del bastón, lo que le arrancó un gemido de protesta.
-Pues si eso es lo que quieres, gatita, te lo daré. Pero mientras me recupero un poco para cumplir contigo como mereces, hay muchas otras cosas que Harry y yo podemos hacer por ti para mantenerte entretenida. ¿Te gustaría que probáramos alguna?
—Por favor… profesor… te lo ruego —gimió Hermione.
El hombre dejó caer el bastón a sus pies y llevó ambas manos a los senos de la joven para contornearlos delicadamente con ellas, trazando su forma con las yemas de sus dedos, tomándoles la medida, pellizcando los oscuros pezones con suavidad hasta hacer que se endurecieran.
Harry, mientras tanto, se concentraba en amasar sus nalgas, fascinado por su consistencia, dura y blanda a un tiempo.
-Hermione –dijo en voz baja–, realmente tienes un culo muy bonito.
La aludida murmuró algo incomprensible y Harry se animó a agacharse tras ella y hundir sus manos entre sus braguitas y la aterciopelada piel de sus cachetes, mientras besaba y lamía con insistencia los dos hoyuelos que se formaban al final de su espalda. En ese preciso momento, Snape se arrodilló, de manera que su rostro quedó justo a la altura del pubis de la joven, que empezó a morderse nerviosamente el labio inferior, sintiendo como la recorría un escalofrío de anticipación al imaginarse lo que el hombre iba a hacer.
Su ex-profesor alzó la mano derecha y recorrió su sexo de arriba abajo con un dedo por encima del blanco algodón de sus bragas, que estaban tan empapadas que se habían adherido a sus labios inferiores como una segunda piel.
-Mmmhhh… –murmuró Snape– tan húmeda… ¿esto es por mí, gatita? ¿Estás así de húmeda esperándome a mí?
Hermione masculló algo que apenas fue un susurro y Snape volvió a recorrer el mismo camino que su dedo había trazado antes, pero ésta vez, con la punta de su nariz, aspirando profundamente durante todo el recorrido.
-Ohmmmhhsssíiii… –jadeó la chica, revolviéndose levemente contra sus ataduras.
-Hueles a excitación y a deseo, gatita –susurró Snape, hablando contra su sexo, dirigiendo el calor de su aliento a la ligeramente temblorosa carne de la joven–. ¿Es por mí?
Harry, mientras tanto, se encontraba ocupado besando la espina dorsal de Hermione vértebra a vértebra, subiendo lentamente hasta llegar a la nuca, donde se demoró por un tiempo. La chica gimió y eso le decidió a dejar de masajear las suaves nalgas femeninas; desplazó sus manos por su cintura hasta rodear su cuerpo con ellas, acariciando su abdomen y su bajo vientre, haciendo que Hermione emitiese un suspiro entrecortado. Entonces empezó a subir lentamente por su piel hasta llegar a sus pechos y los envolvió entre sus palmas desde abajo, sosteniéndolos con suavidad.
Snape se tomó el silencio por un "sí" y volvió a acercar su rostro al sexo de Hermione, pellizcando con sus labios tanto su ropa interior como su carne, arrancándole a la chica un jadeo desesperado.
-Ahhmmff… porf… porfavoooor… –suplicó.
-¿Sí, gatita? –Volvió a atrapar débilmente sus pliegues entre los labios, y Hermione sacudió su cadera, impaciente.
-Por favoorrr… –repitió.
El hombre recorrió de nuevo toda la longitud del sexo de la joven a través de la tela, esta vez con su lengua presionándose contra ella, y Hermione dejó de mover su cadera para sacudir todo su cuerpo con frenesí.
-Está bien –susurró Snape–, sé lo que quieres –con un movimiento de su varita hizo desaparecer las braguitas de la chica y añadió–. Y te lo voy a dar.
Acercó su boca una vez más al sexo de Hermione, enrojecido y brillante a causa de la humedad, y empezó a lamer su clítoris con precisión diabólica, convirtiendo a la joven en una simple muñeca animada hecha de piel y terminaciones nerviosas, arrebatándole todo pensamiento racional de la mente y privándola de la capacidad de hablar, siendo sólo capaz de gemir fuertemente y balbucear incoherencias.
Harry quedó asombrado de la entusiasta reacción de su amiga a lo que le estaba haciendo Snape y, por un momento, se quedó completamente quieto, viendo cómo su cuerpo se retorcía y ondeaba con los simples roces de la lengua del profesor. Tan maravillado estaba, que rodeó a la chica hasta quedar frente a ella, detrás del hombre, que ahora alargaba su mano en busca del bastón, sin dejar de lamer y chupar el pequeño botón del placer de la joven ni un segundo. El joven miró hechizado cómo Snape recorría los pliegues de Hermione con la punta del bastón una y otra vez, lubricándolo bien con su propia humedad y, cuando lo empezó a hundir en ella lentamente, se relamió los labios y avanzó hacia adelante para introducir en su boca el seno izquierdo de su amiga, mientras con la mano derecha pellizcaba el pezón libre, y con la otra acariciaba de nuevo su trasero, recorriendo con un dedo la hendidura entre las nalgas.
A medida que estimulaba su clítoris, Snape inició un rítmico movimiento con el bastón de Malfoy, que entraba y salía del cuerpo de Hermione cada vez más rápido. Los jadeos de la joven se volvieron gradualmente más roncos y apremiantes, sentía las constantes oleadas de placer recorriendo todo su cuerpo sin descanso, arrastrándola poco a poco hasta que llegó más allá del límite, todos sus músculos se tensaron y sintió un intenso orgasmo que la hizo soltar un grito prolongado y liberador, mientras convulsionaba contra sus cuerdas violentamente y aprisionaba el bastón con fuerza en su interior durante todo el tiempo que duró su éxtasis.
Cuando el último espasmo sacudió el cuerpo de la joven, Snape recuperó su varita con un accio y soltó sus tobillos, pero mientras se alzaba para desatar sus brazos, Hermione rodeó la cintura del hombre con las piernas, empujando sin querer a Harry, que la soltó de inmediato, viendo que repentinamente entre el cuerpo de su amiga y el suyo se situaba el de Snape.
—¡Eh! —Protestó, dando un par de pasos atrás, intentando mantener el equilibrio.
Sus quejas fueron ignoradas y cuando las manos de Hermione quedaron finalmente libres, las utilizó para afianzarse sobre los hombros de Snape, agarrándose a su cuello y lanzándose a besar al hombre con tanta pasión que éste se vio obligado a dar un paso atrás, sorprendido, y acabó cayendo de espaldas sobre la alfombra, que absorbió el impacto con una blanda ondulación de toda su superficie.
-¡Joder! –Volvió a quejarse Harry, que con el movimiento del suelo en que se apoyaba, perdió el equilibrio y cayó sentado junto a ellos, pero ninguno de los dos pareció prestarle atención tampoco esta vez.
-Quiero que me poseas, ¡ahora! –Exigió la joven, cuando se separó del hombre para tomar una muy necesaria bocanada de aire.
-Es curioso –repuso él, alzando una ceja mientras Hermione, a horcajadas sobre su cuerpo, se dedicaba a lamer las gotas de sudor que cubrían su varonil torso–. Por los gritos que has dado hubiera jurado que habías quedado satisfecha con el juego que acabamos de jugar.
-Oh, sí –contestó ella, y chupó unos segundos la suave piel de su cuello–, eso ha sido… –lamió con decisión su nuez de Adán– ciertamente… –mordisqueó su mentón– satisfactorio.
-¿Pero?
Hermione apoyó ambas manos en el pecho del hombre y se impulsó un poco hacia atrás para mirarle a los ojos. Snape se sorprendió de la expresión hambrienta de su rostro y no pudo evitar un jadeo excitado. Realmente, apenas reconocía a la chica, era como si la hubiera poseído una fuerza que la hubiera dejado sedienta de sexo. Y, afortunadamente, él estaba en el lugar y el momento adecuados para disfrutar de ello.
-Pero ahora quiero probar lo verdaderamente bueno. Quiero probarte a ti, profesor –un brillo casi animal iluminó los castaños ojos de la joven, que llevó su mano atrás buscando la entrepierna del hombre. Cuando alcanzó su objetivo, lo sostuvo en su mano con aire victorioso–. Ah, y por lo que veo, ya estás preparado para darme lo que necesito…
Snape volvió a jadear cuando la chica inició un brusco movimiento de vaivén a lo largo de toda su endurecida extensión. Apretó los dientes ante la seca fricción, hubiera sido un detalle por parte de ella que se hubiera untado los dedos con el lubricante que tenían a su lado, pero ahora no iba a andarse con remilgos. Miró extasiado sus cremosos pechos, que se mecían suavemente al ritmo que marcaba su mano, y no pudo evitar levantar las suyas para sostenerlos en las palmas y acariciar su delicada y blanca piel.
Hermione no se lo pensó más, afianzándose en el pecho del hombre con una mano, alzó la cadera y se echó hacia atrás, dirigiendo el miembro de Snape hacia su anhelante entrada. Cuando la cabeza de su erección rozó sus pliegues, soltó un pequeño siseo y cerró los ojos, saboreando el momento. Se inclinó despacio sobre la pulsante polla, disfrutando de la sensación de ser llenada poco a poco por ella.
Desde luego, no tenía nada que ver con el bastón. Su miembro también era duro y firme, pero a la vez aterciopelado y caliente, y se acoplaba a ella mucho mejor que el infame accesorio de Malfoy. Oh, sí, desde luego le gustaba mucho más que el bastón. La polla de Snape era grande, gruesa, y ardiente, podía sentir cada vena, cada rugosidad palpitando contra las paredes de su cavidad de manera deliciosa, y sentía que se le ponía la piel de gallina ante la excitante idea de que el hombre se fuera a correr en su interior.
Cuando quedó completamente empalada en él, volvió a abrir los ojos para clavarlos en las negras pupilas del hombre, que la contemplaban con un inconfundible brillo de lujuria. Y así, con las miradas enlazadas en una invisible cadena de deseo, Hermione empezó a moverse rítmicamente arriba y abajo sobre el cuerpo del profesor, con lentitud, saboreando paso a paso la sensación de verse llena de él para después añorar su presencia cuando se alzaba de nuevo y perdían el contacto sólo un segundo, para volver a sentirle dentro un instante después.
-Merlín… –murmuró la joven, sintiéndose en el paraíso.
Mientras tanto, Harry, que se había puesto de rodillas junto a ellos, parecía sentirse de nuevo fuera de lugar.
-¿Qué pasa, Harry? –Dijo el hombre con voz algo ronca, pero sin dejar de mirar a la joven que le cabalgaba con tortuosa lentitud– ¿No tienes ganas de participar?
-Sí, claro que sí, pero… ¿qué puedo hacer yo mientras vosotros… ehm…? –Preguntó, cohibido, deseando no quedar inactivo mientras ellos dos gozaban el uno del otro.
-Oh, puedes hacer mucho, créeme. Seguro que algo se te ocurrirá –respondió Snape, con una sonrisa ladeada.
Hermione, sobre él, sonrió de un modo muy parecido.
-¿Puedo… puedo hacer cualquier cosa que desee? –Volvió a preguntar el chico, inseguro.
-Lo que sea –contestó el hombre, desviando un segundo la vista de su amazona para observarle, entrecerrando los ojos con curiosidad.
-¿Y tú, Hermione? ¿También estás dispuesta a lo que sea?
Ahora la joven también se giró hacia él, entre molesta e intrigada.
-Haz lo que quieras, pero hazlo ya –contestó en tono imperativo.
Harry exhibió una sonrisa salvaje que ni Snape ni Hermione habían visto nunca en su rostro, pero que les pareció increíblemente erótica.
-Deléitanos con tu osadía, Harry –le animó el hombre.
El Gryffindor fue a situarse a la espalda de su amiga, retiró el cabello de su nuca y empezó a poblar la sensible piel de esa zona con cortos y suaves besos que la hicieron estremecer.
-Oh, Harry… –murmuró Hermione, arqueando la espalda pero sin dejar de moverse.
El chico recorrió su columna vertebral con la punta de los dedos, de arriba abajo, deteniéndose justo en el lugar donde se separaban sus nalgas. La muchacha jadeó y Harry sumergió su mano de lado en la hendidura, como había estado haciendo con un dedo cuando ella estaba de pie y atada por cuerdas invisibles. Sin embargo, en esta ocasión, su índice tanteó el orificio que antes había dejado sin explorar.
-Aaahh… –gimió la joven, inclinándose hacia delante, sobre el cuerpo de Snape, para dejarle mejor ángulo de maniobra.
Snape sintió los duros pezones de la muchacha acariciar su torso a cada movimiento de ella sobre su miembro, y llevó las manos a sus femeninas caderas para ayudarla a impulsarse y obligarla a acelerar el ritmo. Pero Hermione compuso una sonrisa malvada, agarró sus muñecas y las afianzó contra la alfombra junto a su cabeza, limitando su libertad de acción.
-No, profesor, ahora no mandas tú –susurró, y recorrió con su lengua la yugular del hombre, tan pausadamente como el ritmo que llevaba sobre él.
Tras ella, Harry sí pareció acordarse del bote de lubricante, de modo que extendió un poco sobre sus dedos y procedió a hundir la punta del índice en la entrada libre de la joven, que se tensó un segundo y siseó suavemente al notar la intrusión.
Mientras el chico estimulaba el pequeño aro de músculos, Hermione se quedó muy quieta y cerró los ojos, intentando acostumbrarse a la desconocida sensación, completamente consciente de la erecta virilidad de Snape enterrada en sus profundidades, y respirando de manera entrecortada a medida que el dedo de su amigo se hundía más y más en su interior. Ese momento de inmovilidad pareció hacerse eterno, y Snape no parecía muy satisfecho con el cambio.
-Hermione, muévete un poco, por Merlín –masculló entre dientes–. Muévete, me vas a volver loco…
La joven abrió los ojos, asombrada.
-¿Me está suplicando, profesor? –Susurró con una sonrisa complacida.
-Jamás –escupió él, orgulloso.
Hermione ensanchó su sonrisa y siguió sin mover ni un músculo.
-Eso ya lo veremos –murmuró en tono sensual, lamiéndose lentamente los labios, para tormento del profesor, que jadeó debajo de ella.
-No podrás estarte quieta mucho más tiempo –aventuró el hombre, apretando las mandíbulas con fuerza.
-¿Qué te apuestas? –Le provocó ella, inclinándose sobre su pecho para mordisquear su pezón derecho, pero sin mover sus caderas ni un milímetro.
Snape se removió bajo su cuerpo, intentando desesperadamente liberar sus brazos y conseguir algo de fricción para su agonizante polla, pero Hermione no aflojó ni un ápice su agarre y en cambio, complacida con su reacción, cerró más sus dientes sobre el pequeño montículo de carne, provocándole una aguda punzada de dolor que se propagó por todas las terminaciones nerviosas del hombre.
-Aaaahhh… –gimió Snape, incapaz de contenerse, y la joven no pudo menos que experimentar una muy agradable sensación de triunfo por haber conseguido arrebatarle el dominio de sí mismo a su siempre controlado ex-profesor– muévete Hermione, por lo que más quieras, muévete.
-No es eso lo que te quiero oír decir, ¿sabes? –Replicó la chica, manteniéndose tozudamente inmóvil sobre su montura mientras pasaba a martirizar con su lengua el otro pezón del hombre.
La presión en su polla era intolerable, se sentía envuelto por el calor y la humedad de las acogedoras paredes de Hermione, pero necesitaba que se moviera, aunque sólo fuera un poquito, porque sino no iba a poder soportarlo por más tiempo. Todo su cuerpo estaba en tensión, del primero al último de sus nervios gritaba en agonía, y la maldita muchacha no dejaba de sobreestimularle los pezones por turnos.
-Mierda… –masculló, se daba perfecta cuenta de que Hermione no lo había hecho expresamente en un principio, pero, tras descubrir lo muy al límite que le ponía esa situación, la leona no dejaría escapar a su presa tan rápido. De hecho, no le iba a liberar hasta conseguir lo que quería– está bien, joder… Hermione, muévete, cabálgame de una puta vez… por favor,
La chica levantó el rostro asombrada, y Snape se maldijo mentalmente porque en ese instante vió con claridad que en realidad ella no había esperado conseguir su propósito, no había creído posible someterle con tanta facilidad. Probablemente hubiera acabado cediendo y se hubiera movido sin necesidad de suplicárselo.
Sin embargo, Snape no hubiera podido aguantar más, de todos modos, y lo sabía, así que se dio unos suaves cabezazos contra la alfombra e intentó ignorar la sonrisa de felicidad que adornó el rostro de la maldita Gryffindor.
-A sus órdenes, profesor –susurró, y poco a poco reinició su lento movimiento de vaivén arriba y abajo del hinchado y palpitante mástil de Snape, arrancándole un gemido prolongado que provenía de lo más profundo de su garganta.
-Merlín… –masculló de nuevo el hombre, arqueándose contra la alfombra.
Justo en ese momento, Harry decidió que con un dedo no era suficiente e introdujo otro más en el ano de su amiga, que siseó como una serpiente al notarlo.
-¿Ahora sabe… hablar pársel… señorita Granger? –Se burló esforzadamente Snape.
Hermione le miró incrédula, incluso en el estado de suma excitación en que se encontraba, y casi sin poder hablar siquiera, el jodido murciélago seguía con ganas de ser sarcástico. Ahora te vas a enterar, pensó, y empezó a contonearse sobre él, ondulando su cuerpo con una elasticidad increíble, mientras apretaba las paredes vaginales en torno al perímetro del miembro de Snape, obligándole a jadear guturalmente.
Harry siguió preparando la entrada de Hermione, mientras con la mano libre atendía su propia excitación, que le reclamaba conquistar aquel delicioso culo cuanto antes y, cuando ya no pudo esperar más, dirigió su glande al ensanchado orificio y empujó con suavidad.
-Aaaahhmmm… –Hermione se inclinó aún más hacia delante, aplastando su pecho contra el de Snape, y aprovechó para lamer con parsimonia las marcadas clavículas del hombre, brillantes por el sudor.
Cuando Harry empezó a avanzar en su interior, sin embargo, una punzada de dolor recorrió su columna vertebral, y tuvo que volver a detenerse para dejar que su cuerpo se acostumbrara a recibir a los dos hombres a la vez.
Snape apretó los dientes de nuevo, esforzándose por soportar con estoicidad la nueva interrupción de los movimientos de la chica, y Harry, dándose cuenta de que Hermione se había puesto muy tensa de repente, intentó entrar más despacio para no lastimarla. Sin embargo, la joven no se quejó ni opuso ninguna resistencia, y pronto se encontró sumergido del todo en sus profundidades, suaves y acogedoras.
-Oh, Dios, Hermione, esto es increíble… –jadeó.
Se aferró a las caderas de la chica y empezó a retirarse poco a poco, para volver a adentrarse en ella, esta vez, algo más rápido. Acompañando a esta segunda embestida, Hermione comenzó a moverse de nuevo adelante y atrás, con cierta dificultad, gimiendo casi de continuo ante la enloquecedora sensación de ser penetrada por los dos al mismo tiempo. Se sentía tan llena que tenía ganas de gritar de placer, y sólo con mucho esfuerzo consiguió evitar hacerlo hasta desgarrarse la garganta.
-Harry más… más rápido… –exigió, incrementando el agarre de sus manos sobre las muñecas de Snape.
Mientras el chico obedecía y aceleraba el ritmo de sus acometidas, Hermione no dejaba de mirar el rostro de Snape, extasiada. Las normalmente duras facciones de su rostro se veían completamente transformadas por el puro deseo y la excitación, y a la joven le resultaba fascinante observar cada uno de sus gestos, cada bocanada de aire que luchaba por conseguir, cada silencioso jadeo, la vena de su cuello latiendo con desenfreno… era una visión exquisita, y eso, combinado con las estocadas de Harry, que además provocaban una enloquecedora fricción de su clítoris contra el pubis de Snape, y el miembro grande y hermoso del hombre enterrado por entero en ella, la llevó a la cúspide del placer con un alarido que intentó ahogar presionando sus labios contra el sudoroso torso del profesor.
Harry siguió clavándose en ella una y otra vez, y Hermione, que no había dejado de moverse, soltó al fin los brazos de Snape para apoyarse bien en la alfombra con las dos manos, ya que empezaba a costarle mantenerse en esa posición sin aplastar al profesor con todo su peso. El hombre aprovechó la ocasión para llevar sus manos, ahora libres, a las nalgas de la muchacha, clavando los dedos en su carne sin piedad, separándoselas y dirigiéndolas arriba y abajo, forzándola a adoptar el ritmo que su hambrienta polla le dictaba.
El chico, sudoroso, sintió los nudillos del hombre chocar con su abdomen a cada embestida contra Hermione y puso sus manos sobre las de él, al tiempo que aceleraba su movimiento de modo desenfrenado.
-Diosss… –repitió Harry– Severus, puedo sentirte al otro lado de ella. Puedo sentirte al otro lado…
Hermione gimió y Snape se sintió al límite, pero se obligó a retrasar el momento tanto como le fuera posible para dejar que Harry acabase primero. Por suerte, no tardó mucho.
Unas furiosas acometidas más, y pronto sus estocadas se volvieron erráticas y casi espasmódicas. Con un gruñido ronco y un último golpe de cadera, Harry se clavó hasta el fondo de una sola vez, su cuerpo se quedó completamente rígido, y se corrió con fuerza dentro de Hermione, que sintió su segundo orgasmo mientras el líquido caliente y espeso inundaba su interior.
El chico, tras unos momentos para recuperarse, se retiró con cuidado, dejando a la joven con una sensación de vacío que Snape se apresuró a hacerle olvidar, ahora que se había librado del peso extra de Harry, elevando su cadera y el cuerpo de ella a un tiempo, consiguiendo llegar de ese modo aún más adentro de la joven, que volvió a gemir al sentirle encajado en ese nuevo ángulo.
Intentando recuperar su respiración, Harry se quedó sentado sobre sus talones tras ellos, mientras les veía avanzar paso a paso hacia un nuevo clímax para Hermione y otro para Snape, cuyo rostro estaba enrojecido por el esfuerzo, los labios húmedos e hinchados, toda la cara perlada de sudor, y el pelo pegado a la frente en lacios mechones, como negras cuchilladas sobre su pálida piel.
La joven le miraba embelesada, incapaz de creer que su cuerpo estuviera, indudablemente, trabajando muy duro para correrse por tercera vez. ¡Tres orgasmos casi consecutivos! ¿Era posible siquiera? Cuando Snape se derramó dentro de ella con un jadeo ahogado y taladrando sus nalgas con sus dedos de hierro, supo que sí. Hermione se volvió a correr con un grito que salió algo afónico esta vez, y cuando la última ola de placer barrió su cuerpo por entero, se derrumbó sobre el hombre, exhausta.
Harry entonces gateó por la alfombra para estirarse de lado junto a Snape, que miraba al techo sin ver, la boca abierta, respirando por ella con dificultad. Hermione tenía el sudoroso rostro girado hacia él, la mejilla derecha apoyada en el hombro del profesor y los ojos cerrados, como si mantenerlos abiertos le supusiera un esfuerzo demasiado grande.
-Merlín, esto ha sido… –musitó la chica, en voz casi inaudible– ha sido glorioso.
Harry observó con asombro cómo Snape tenía suficientes fuerzas como para reírse ante el comentario. Con cada movimiento de su pecho al reír, el cuerpo de Hermione se mecía en consecuencia, y la nuez del hombre también subía y bajaba en su cuello, acompañando al melodioso sonido de su risa.
Le contempló, incapaz de asimilar lo que sentía. No podía entender cómo, de repente, cualquier cosa que hiciera Snape le parecía sumamente erótica. Un cosquilleo recorrió su espina dorsal al verle en esa actitud tan relajada, con Hermione desparramada sobre él como un gato ocupando el regazo de su amo. Parecía tan cómoda que no se movía en absoluto, y todavía tenía los ojos cerrados. Sólo le faltaba ronronear. Harry se preguntó si se habría quedado dormida, pero la pequeña sonrisa de satisfacción la delataba.
Cuando la risa del hombre se apagó, el chico apoyó una mano en el hombro de Snape y se acercó más a él, pegando sus labios a la pálida piel del brazo que se estiraba entre ambos. Cerró los ojos unos segundos, cansado, y supo que podría quedarse dormido en esa posición con suma facilidad.
Pasaron varios minutos en un apacible silencio y la somnolencia se apoderó de los dos jóvenes, hasta que Snape, apartando el cabello del rostro de Hermione con los dedos, murmuró:
-Vamos, no me diréis que os estáis quedando dormidos, ¿verdad? Todavía queda mucha noche por delante…
Hermione levantó su cansado rostro para mirar al hombre con toda la sorpresa que podían transmitir sus ojos tras los pesados párpados.
-¿Mmmmhhh? –Murmuró, adormilada– ¿Qué quieres decir? ¿No hemos acabado ya?
-¿Acabado? –Snape rió de nuevo, divertido– ¿Acaso pensabas que estaba marcándome un farol cuando dije que íbamos a practicar mucho sexo? En cuanto nos hayamos recuperado un poco, pienso retomar nuestras clases prácticas.
-Pues si vamos a continuar –saltó Harry, levantando la cabeza de golpe–, yo necesito comer algo para reponer fuerzas, sino acabaré desmayado de hambre.
-Por supuesto, ya tenía prevista esa circunstancia –contestó con aire de suficiencia–, así que, si me permites, gatita, necesito incorporarme.
Hermione se apartó, bajando a regañadientes del cálido cuerpo de su ex-profesor para dejarle libertad de movimientos, y Snape se acercó de nuevo al cofre de alpaca. Acordándose del dibujo de la tapa, Harry se inclinó sobre él para mirarlo, y descubrió que se trataba de un grabado de una pareja de amantes retozando en una alfombra. Absurdamente, sintió que sus mejillas se encendían de vergüenza.
-¿Qué pasa, Harry? –Se mofó el hombre– ¿Te incomoda más este dibujo que nuestra propia desnudez?
El chico se rascó la nuca y miró su propio cuerpo, pálido bajo la luz de la luna.
-Es estúpido, ¿verdad? –Preguntó.
-Es tierno –dijo Hermione, que se acababa de situar a su lado, y le besó en la mejilla.
El chico se llevó la mano al lugar donde todavía latía el suave beso contra su piel y la sostuvo allí unos segundos. Cuando volvió a mirar el cofre, éste ya estaba abierto, y en su interior había varias cosas que hicieron rugir sus tripas con ferocidad. Bocadillos, fruta variada, zumos envasados… todo recogido en una rústica cesta de mimbre, junto con varias servilletas de papel.
Snape sacó la cesta y la dejó sobre la alfombra, y Harry eligió uno de los bocadillos y empezó a desenvolverlo de su cubierta de papel. Hermione también cogió otro y se levantó para comérselo frente a la ventana.
-Oh, Dios, esto es precioso –dijo, mirando hacia fuera.
Snape levantó la vista de su propio bocadillo para contemplar la estilizada silueta de la joven que se recortaba contra el firmamento, deleitándose en la magnífica visión de su espalda, su cabello desparramándose por su tersa piel como una cascada de caramelo líquido, la curva de sus caderas, y sus piernas firmes y bien torneadas, y no pudo evitar estar de acuerdo con su afirmación. Pero entonces Harry se levantó y se puso al lado de la chica para ver a qué se refería, y el profesor decidió que la belleza de la imagen se acababa de duplicar sin ningún género de duda.
-Oh… –musitó el joven, admirado por lo que veía.
El cielo estaba completamente negro, a excepción del tajo curvo de la luna creciente y las salpicaduras de luz causadas por las miríadas de estrellas esparcidas a lo largo y ancho de su oscuridad infinita; el mar, envidioso, recogía cada punto de luz y lo multiplicaba por diez con los reflejos danzantes del agua, y sus perezosas olas lamían la orilla dejando su rastro brillante y salado a cada retirada para volver a conquistar la arena al instante siguiente.
Snape dejó su bocadillo a un lado y se puso en pie para unirse a los dos Gryffindors. Rodeó la cintura de ambos con sus brazos y los acercó más a él, deseando sentir el calor de sus jóvenes cuerpos contra el suyo. Observó sus rostros, primero el de Harry y luego el de Hermione; parecían extasiados con el espectáculo de luz y sombra que les ofrecía la naturaleza. Sonrió. Los chicos no se daban cuenta del hermoso espectáculo que eran ellos en sí mismos, pero él sí lo hacía. Y estaba dispuesto a disfrutar todavía mucho más de su inconsciente belleza y de su entrega absoluta.
Al fin y al cabo, la noche sólo acababa de empezar, y aún les quedaban muchos placeres por descubrir entre los tres.
Nota final:
Pues hasta aquí hemos llegado con nuestros chicos. Mejor les dejamos un poco de intimidad en el faro, que sigan haciendo sus cositas tranquilamente, que nosotras ya hemos visto todo lo que queríamos, ¿no? Ah, ¿que no os importaría ver más? Jeje, bueno, quizá en otra ocasión... ;)
Por el momento os informamos de que no os vamos a dejar desamparadas, ya que muy pronto empezaremos a subir una nueva historia conjunta :)
Muchísimas gracias por leernos hasta el final, sois un encanto y lo demostráis con cada uno de vuestros comentarios. Sólo esperamos estar a la altura de lo que vosotras merecéis por vuestra fidelidad :)
Un besazo a todas.
Comentario para Araceli:
Hola guapa, creemos que te equivocaste al subir el último comentario, porque es evidente que no hablabas de nuestro fic :)
Te lo decimos porque seguramente tuviste una confusión. Es una lástima, porque al ser este el último capítulo no podremos contestarte a tu próximo review.
Pero eso no quita para que estemos muy agradecidas por todos los que nos has dejado hasta ahora :)
Un beso y hasta pronto.