1. Involuntario desencadenante.
Había cambiado.
Pese a que hizo todo el uso de su racionalidad (y de su irracionalidad también), llegó un punto en el que todo se volvió insostenible, hasta para alguien como él; en que se dio cuenta de que su actitud hacia aquel imbécil había sufrido una transformación. Obviamente nadie lo había notado, los golpes, burlas e insultos continuaban siendo tan ácidos e ingeniosos como de costumbre, nada para sospechar. El cambio se produjo en el interior de Murdoc, tan desagradable e inesperado, comparable al corazón del Grinch aumentando tres tallas.
En palabras reducidas: le gustaba 2D.
Con gustar se refería a que le resultaba imposible seguir viéndolo como el vocalista de su banda o un simple amigo. 2D era algo más importante y Murdoc deseaba conocer más de él en un nivel más íntimo; el oírle decir idioteces ya no le provocaba sólo enfado, sino que cierta gracia (por no decir ternura). Pasó bastante tiempo ignorando esas señales hasta que se volvieron jodidamente evidentes... Lo que no significaba que iba a dejar de liarse a las chicas más ardientes de Londres porque 2D le llamaba la atención más de lo que merecía, (cuántas mujeres matarían por conseguir eso). Le gustaba, pero nada de devoción cursi o deseo sexual, tal vez probar el gusto de esos labios que pasaron a ser místicos y tentadores.
Parado al lado de la mesa de la cocina, en ropa interior y bebiendo una botella de cerveza, Murdoc no podía parar de pensar en todas esas cosas y taladrarse la cabeza con una simple pregunta: "¿y ahora qué?". Analizando: luego de tortuosas reflexiones y un par de noches sin dormir, sus sentimientos por 2D fueron aceptados, bien; probablemente, si todo continuaba así, le iría gustando más (ojalá no, pero siempre había que estar listo para lo peor), perfecto... ¿Y ahora qué? ¿Aguardar nada como un perfecto idiota? Equivalía a masticar siempre el mismo trozo de carne. ¿Decirle a 2D? Ni de broma.
Murdoc arqueó el cuerpo para atrás y con una mueca de hastío, gruño:
—Por favor, esta mierda no puede ser tan complicada...
—¿Qué cosa, Muds? Quizá puedo ayudar —le respondió una voz.
Murdoc se sobresaltó ante la contestación inesperada de 2D. Sobresaltarse por eso ya comenzó a sacarlo de las casillas, a continuación, tomó al muchacho de la frente, colocó una pierna detrás de las de él y lo empujó al suelo con fuerza. 2D largó un quejido cuando su cabeza impactó directamente contra el suelo, estaba acostumbrado a ese tipo de trato aunque la diferencia entre muchos otros golpes anteriores y éste, era todo el torbellino que se producía en la cabeza de Murdoc.
«¡Estúpido face-ache! ¿Cómo te atreves a aparecer así cuando yo estoy pensando en qué debo hacer contigo? Y no me mires con esa sonrisa de idiota ni me preguntes si puedes ayudarme. ¡Si que eres una patada en el trasero!»
O en el corazón, o en ambos.
—¿Qué dije de malo ahora? —protestó 2D.
—No te metas en donde no te llaman, imbécil.
—Pues no pienses en voz alta —se excusó sobándose la cabeza.
—Al menos pienso, face-ache, una capacidad que tú perdiste con el tiempo o no llegaste a conocer nunca —gruñó terminando su cerveza.
—Bien, como prefieras, Muds —cedió, ladeando la cabeza y dedicándole una sonrisa ingenua mostrando los dientes.
Murdoc rodó los ojos, harto de él y de sí mismo, harto de quedar atrapado en las sucias redes de la cursilería y toda la demás mierda. 2D se dejó caer sobre una de las sillas, colocándose un cigarro en los labios, se tanteó los bolsillos delanteros del jean en busca del encendedor.
Murdoc permaneció donde estaba, observándolo, preguntándose cuál sería la reacción de 2D si le contaba de su conflicto interno. ¿Se reiría?, ¿se asquearía?, ¿le correspondería? Oh, por favor, eso ni sus sueños más retorcidos, él ya se había encargado perfectamente de que 2D no se sintiera con ninguna chance de estar a su lado. ¿Y qué ley decía que sí o sí tenía que estar al lado de alguien que le gustaba? Significaba atarse, comprometerse y Murdoc Niccals no iba a estar atado de la mano de nadie.
—Estoy seguro de que lo tenía conmigo…
Después de diez minutos en los que 2D dio vueltas, repitiendo una, otra y otra vez que tenía el encendedor consigo, Murdoc perdió la paciencia, lo tomó por el cuello de la playera atrayéndolo hacia sí y metió la mano en el bolsillo trasero los jean de 2D, sacando el encendedor y arrojándoselo al rostro.
Aquel acto simple, típico y despistado del muchacho lo llevó al límite, atentando contra su ego. ¿Cómo podía fijarse en una persona tan estúpida?, ¿en un hombre como él?
—¡Eres un retardado mental! —exclamó dándole un fuerte golpe en la nuca.
—Yo sabía que lo tenía a mano —dijo con un gesto de triunfo y encendió el cigarrillo—. Gracias, Muds. —Su sonrisa se desvaneció a medida que la expresión amenazante de Murdoc se acrecentaba. —¿Muds? ¿Estás enfadado? No me di cuenta, pero no es para...
—¡No entiendes nada, face-ache! ¡No puedes ser más idiota, no sé qué mierda te han visto tus ex-novias ni yo!
Silencio. Los ojos de Murdoc abriéndose de par en par, la ceja arqueada de 2D que trataba de asimilar el significado de esa oración, interminables segundos que parecieron horas, el corazón de Murdoc en pausa, presa del horror y la rabia, del pánico, como si se tratara de una horrible pesadilla de la que no podría despertar jamás. Una pesadilla que acababa de iniciar él solito.
2D se pasó la mano por el cabello azul, mientras daba un paso hacia Murdoc.
—Muds... ¿por qué...?
«No pienso darte ninguna explicación…»
—Antes bésame el trasero, idiota —interrumpió recuperando la compostura o disimulando hacerlo, lo último era mostrarse vulnerable, como si hubiese dicho algo importante.
Le dio la espalda y caminó hasta su winnebago, pretendiendo que nada sucedió. 2D no se atrevió a seguirlo, se quedó en la cocina sin saber qué decir.
Abrió la puerta de una patada y la cerró del mismo modo, maldiciendo entre dientes, buscó una caja de cigarrillos y se dejó caer sobre la cama, comenzando a fumar y a llenar con fina cortina grisácea de humo todo el interior del vehículo. Sus opciones se habían reducido bastante, a menos que 2D fuera lo suficientemente idiota como para olvidar lo que había dicho, que en cierta manera no fue nada muy explícito. Quizá había posibilidad de hacer borrón y cuenta nueva.
—Mierda… ¿y ahora qué?