Disclaimer: Los personajes de este fic no son de mi propiedad, son del grupo CLAMP, yo solo los tomé prestados para esta nueva locura mía, jejeje…

Mi amado pianista

Capitulo I: Tristeza

Llovía. Llovía implacablemente en la cuidad de Tokio. Las gruesas gotas caían y golpeaban sin piedad sobre su ventana. Ella miraba a través de ésta como las gotas de lluvia parecían querer arrasar con cada hoja de los árboles del jardín. Parecía una competencia de la misma naturaleza. De fuerza y resistencia. Algo de lo que ella carecía en ese momento.

No tenia fuerza para sobrellevar todos los acontecimientos que se habían suscitado en su muy joven vida.

No tenía la resistencia necesaria para aguantar más tiempo.

Todo lo perdió de un momento a otro. No se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde. ¿Por qué tenia que sucederle aquello? No se lo explicaba. La realidad era que…se había quedado sola. Sola. Perdida. A sus 18 relucientes años, que no tenían nada de relucientes en ese momento, había perdido aquello que tanto amó y que la habia amado en reciprocidad. Mejor dicho…la habían amado como a nadie. Perdió a sus faros de luz en ese complicado mundo que era aun la adolescencia. Perdió a aquellos seres llenos de magia y amor, que solo habían tenido para ella. Sus guías. Sus amigos. Sus confidentes. Sus amados padres.

Todo lo perdió hace ya seis meses. Seis meses de larga agonía. Seis meses de encierro continuo. Bueno, no tan continuo. Ella solía refugiarse en ese recinto que su madre habia amado tanto. Y en donde su padre habia conocido a su madre. Iba a aquel lugar como si de un templo se tratase. Desde que tiene memoria habia estado ahí. Diariamente. Dando lo mejor de si. Pero ahora…ahora habia perdido la inspiración. Solo acudía a aquel lugar casi por inercia. Sus pies tenían vida propia por así decirlo. Todos los días, a la misma hora la conducían allí. En donde pasaba 6 horas diarias. De lunes a lunes. Sin descanso.

Ya se acercaba la hora. Pronto debería de partir a ese amantísimo lugar. O sea, el proceso era el siguiente: salir de tu lugar de encierro para volver a encerrarse en otro. Sencillo. Ella solo se encerraba en aquellos lugares. Uno era su casa claro está. El otro era…casi un templo de culto para ella.

13:00 hs. la hora de partir. De nuevo. Otra vez. Sus pies se movían solos. Su mente vagaba sin rumbo fijo. Sus azules ojos se encontraban fijos en la nada. Su rostro no reflejaba emoción alguna.

Y la brisa soplaba. Como queriendo barrer sus penas.

Y la lluvia caía. Ya no tan torrencial pero aun con firmeza. Ella caminaba junto con sus dos compañeros de ese momento. Su paraguas y su bolso, en el cual llevaba su uniforme.

Bien podía haber estado viajando en su confortable y calida limosina, solo observando la lluvia caer.

Pero no.

Iba caminando.

Como hace seis mese que lo hacia. Escuchaba la lluvia, su sonido, su música, su magia. Si hubiese estado de mejor ánimo probablemente la hubiesen adormecido. Ahora solo lograba sosegar un poco su dolor. Ayudada por la brisa que se desplegaba esplendorosa y se propagaba por su grácil rostro, junto con algunas gotas atrevidas que se colaban sin permiso en el viento.

Hacia un poco de frió a pesar de que estaban en plena primavera ¿acaso el clima compartía su estado de animo? El cielo estaba cubierto de nubes grises. El viento era frió pero refrescante al mismo tiempo. Y el aguacero caia sin cesar, decaía su fuerza, mas no se detenía.

Un día gris.

Como lo eran para ella hace ya seis meses.

Sus tenis aplastaban los charcos de agua sin compasión alguna. Sus jeans se ajustaban a sus esculturales piernas debido a la presión que comenzaba a ejercer la caminata. La abrigaba su chaqueta favorita de cuero en color azul marino. Cortesía de sus padres en su cumpleaños Nº 14. Debajo de esta se hallaba escondida una delicada y simple camisa en color celeste pastel. Hacia frío si, pero no para ponerse el ropero encima de uno.

Se detuvo de repente.

"He vuelto" – pensaba mientras una nostálgica sonrisa se posaba en su bello rostro. Mas pálido de lo normal debido a la falta de alimento. Miraba el gran cartel que anunciaba aquel viejo y gran edificio.

ACADEMIA DE ARTES MIXTAS

Y

ORIENTACION ARTISTICA

"BE YOURSELF"

Curioso. Justo lo que ella no era en ese momento.

Una débil sonrisa mezclada con tristeza e ironía se clavó en esos labios rosados pálidos.

13:20 hs. Hora de ingresar y cambiarse esa ropa casual y vestir en su lugar con su uniforme. Tenía 10 minutos para hacerlo.

Empujó las puertas de cristal y caminaba solemnemente por la recepción.

-Buenas tardes señorita Ryuuzaki – saludó amablemente la recepcionista.

-Buenas tardes Alanis – le ofreció una delicada sonrisa pero que jamás llegó a sus ojos. Alanis la observó con tristeza infinita. Esa chica ya no era la misma de hace seis meses. Claro, todo el mundo en la academia sabia la razón. Esa clase de noticias, más cuando son tan desgraciadas se corren a la velocidad de la luz. Alanis era como una consejera extra oficial en la vida de Marina. Pero hace ya tanto tiempo que no acudía a ella. En realidad no lo habia hecho con nadie. Y eso la preocupaba. Tanto dolor guardado definitivamente nunca traía nada bueno.

Después de haber saludado a Alanis se dirigió a unas grandes puertas de caoba oscuro. Mientras las habría lentamente se iban colando en el silencioso ambiente de la recepción los sonidos que se esconden detrás de aquella puerta. Especialmente diseñada para esa clase de establecimientos.

Luz.

Risas.

Chicos.

Chicas.

Música.

Gritos.

Si. Nadie, solo los afortunados que tienen el privilegio de ingresar a aquel sagrado recinto de las artes, conoce lo que hay detrás de aquellas grandes y protectoras puertas. La casa de los grandes aspirantes a artistas de Tokio. Templo de actores, músicos, directores de cine, pintores, escultores, cantantes. Todo aquel que tenga vocación para dedicarse al arte, cualquiera de sus ramas, ansiará pasar sus horas en aquella gloriosa academia, costosa y dedicada academia. Habia que pagar unas grandes cantidades de dinero para poder estudiar allí. U obtener alguna de las escasas becas que se brindaban por año. Pero habia que tener mucha suerte para conseguir una.

Marina no tenia problemas a lo que económicamente hablando podríamos referirnos. Su padre era dueño de una de las más prestigiosas empresas en todo el continente Asiático, dedicado a la invención y comercialización de electrodomésticos y aparatos electrónicos: televisores, estéreos, radiograbadores, heladeras, computadoras, celulares y toda la gama completa de aparatos eléctricos e inalámbricos. Pero, al fallecer su padre, todo a lo que negocios concierne, cayó en las manos de su única heredera: Marina Ryuuzaki. Ella tenía los conocimientos, pues su padre la habia estado entrenando en el arte de las negociaciones desde los 12 inocentes años. Alexander Ryuuzaki era todo un hombre de negocios. Padre amoroso. Esposo dedicado. Hombre de principios. Tenía la leve esperanza de que su princesa se convirtiera en una flamante empresaria, como lo era su padre. Pero el también pasó por su etapa artísticamente hablando. A los 15 años ingresó a Be Yourself para perfeccionar su tecnica de tocar el piano. Ahí conoció a Allegra Mishima. La bailarina más prospera de la academia. Y la más dulce y hermosa a los ojos del joven pianista. Y todo se dio como debió darse: se conocieron, se hablaban con frecuencia, se hicieron amigos, traspasaron la barrera de la amistad en cuanto se dieron cuenta de lo que sucedía entre ambos ya no era eso, se habia convertido en amor, profundo y sincero. Se casaron. Al año tuvieron una hermosa y perfecta bebé de ojos azules y cabellos celestes. La llamaron Marina, porque definitivamente les recordaba al enorme y ancho mar. Por alguna extraña razón ya no pudieron concebir más hijos, pero no les importaba, su pequeña lo era todo para ellos. La mimaron mucho, pero no en exceso. Siempre inculcándole que las cosas materiales carecían de importancia, aun que también diciéndole que tampoco se come del amor. Solo tenia que apreciar las cosas necesarias para poder llevar una vida digna. Que ella habia nacido con suerte de nacer en un ambiente con tantos privilegios, pero que también habia gente que no, asó que no tenia que sentirse superior a nadie, pero al mismo tiempo tampoco debía dejarse pisotear por nadie sin hacer alarde de su status y de su fortuna. Y ella, confundida en un principio, siempre llevó a fuego grabado en su mente cada palabra y consejo de sus amados padres. Ella era la jovencita que era hoy solo por sus enseñanzas. Aunque hoy era solo la cáscara de lo que era.

Volvamos con nuestra niña de cabellos azules.

Ella recorría el largo pasillo sin expresión en su rostro. Los jóvenes a su alrededor, que iban desde los 15 a los 27 años, no parecían notar el avance de la triste y nostálgica Marina, estaban demasiado enfrascados hablando entre ellos y divirtiéndose antes de entrar cada uno a su respectiva clase. Llegó a los vestidores de damas. Fue hasta su casillero. Apoyó su bolso en una de las bancas de madera. El cuarto estaba a media luz, por lo que se reflejaba solo parte de su perfil. Se desvistió completamente, dejando ver ese aun inmaduro cuerpo de mujer. De su bolso sacó unas medias de nylon rosa pálido, casi blanco, y se las puso con cuidado de no romperlas con sus largas y delicadas uñas, cubriendo así las desnudez de sus piernas y caderas. Luego volvió a sacar otra prenda de aquel bolso: unas mayas de magas cortas en color negro. Cubrió con ellas la desnudez restante de su bello cuerpecito, ajustándose a las armoniosas líneas de sus caderas, cintura y pechos. Luego sacó más prendas que aun constituían aquel traje: do polainas de lana a tono con las medias de nylon, que le llegaba hasta un poco más debajo de las rodillas. Y por último lo más importante: sus adoradas zapatillas, las que su madre alguna vez usó mientras estudiaba allí. Se las calzó tan delicadamente como si fuesen de cristal y temiera que se rompieran. Una vez terminó de vestirse, guardó su ropa casual en aquel ya vacío bolso, y este fue a parar al casillero.

-Buenas… tardes… Marina – dijo entre jadeos una pelirroja a sus espaldas. Aparentemente recién venia llegando.

-Hola Lucy, otra vez tarde? – dijo mientras se arreglaba el largo cabello celeste en forma de rodete y brindándole una diminuta sonrisa.

-Si…el auto de Saturno se descompuso…otra vez – decía mientras a velocidad luz se ponía el mismo traje que usaba Marina. Lucy era una chica muy linda, de encendidos cabellos rojos y vivaces ojos rubíes, era bastante más baja que nuestra peliazul, por lo cual aparentaba tener unos 14 años, a pesar de que ambas tenían la misma edad. La pelirroja era un par de meses menor que Marina. – ya estoy lista, nos vamos, sino madame Caldina se enfadará!

-De acuerdo, vamonos.

Ambas, ni bien salieron de los vestidores, las miradas masculinas se clavaron en ellas, pero sobre todo en la peliazul, por su elegancia al caminar y por su belleza sin igual. Era demasiado bella para la salud de un cardiaco. Y Lucy no se quedaba atrás, también acaparaba muchas miradas por parte de los hombres.

-Rayos! Por qué a Anahís no le pasan estas cosas! – se quejaba la pelirroja.

-Simple mi querida Lucy, Anahís no se anda paseando con ropa que deja poco lugar a la imaginación por entre un mar de hormonados como los de la academia, ella va a la clase de arpa, así que no tiene que andar por ahí con unas mallas ajustadas como nosotras – dijo la peliazul despreocupadamente.

-Si, lo sé, pero no por eso deja de ser menos molesto, pero a Ascot no le molesta las miradas que te echan a ti, hasta en su clase de batería llamas la atención, me extraña que aun no te haya dicho nada.

Por toda respuesta Marina suspiró.

Ascot.

Ese chico le habia puesto el mundo de cabeza hace ya 10 meses. 10 meses que eran novios. Con él su vida se habia vuelto color de rosa. Lo conoció en uno de los tantos pasillos de By Yourself. Chocaron el uno con el otro. Y cuando se miraron la magia se dio. A la semana ya eran novios. Los primeros meses fueron como un sueño hecho realidad. Él era el chico perfecto, divertido, amable, gracioso, muy romántico. Pero al llegar el cuarto mes las cosas se enfriaron bastante, por lo menos de parte de ella. Al morir sus padres ella se habia ensimismado demasiado, solo mantenía contacto con Lucy y Anahís. Pero Ascot era otra historia. Él quería llegar hasta ella, pero ella no se lo permitía, ahí empezaron las discusiones entre ambos, hasta el punto de hacerse normales. Ascot no quería abandonarla, pero tampoco sabia como contenerla, así que no le insistió mas en ese tema. Eso a ella le dolió, porque al final estaba cediendo, y cuando estaba a punto de hacerlo él se aleja, cejándola aun mas sola. Pero bueno. Parte de la culpa era de ella. Pero también lo era de él por rendirse tan fácil. Ahora la situación era un tanto incómoda para ambos. Él la seguía queriendo si, pero cada vez la dejaba mas sola. Y Marina ya no sabía ni que sentir con respecto a ese tema. Seguían siendo novios. Pero no lo eran al mismo tiempo. Era una situación que, si Marina no se sintiera como se siente, ya le habría dado risa.

-Marina? – Lucy la llamaba como por cuarta vez.

-Ehh?

-Diablos, a que rincón de tu gran mentecilla te haz ido esta vez mujer! – decía la pelirroja mientras miraba como hacia el cielo.

-Je, lo siento Lucecita – dijo ella con una pequeña sonrisa.

-Vaya, hace cuanto que no me llamabas así, ya extrañaba el apodo – dijo ella medio divertida.

-Pero si tú odias que te diga así.

-Pero que me vuelvas a llamar así me hace extrañar a la vieja Marina, la que solía burlarse de mi, la que se reía y contagiaba a todo aquel que tenia alrededor con su sonrisa, esa Marina es la que yo quiero, no los restos de lo que alguna vez fue – dijo Lucy con mirándola fijamente con profunda tristeza.

-Lucy…ya no sé si volveré a ser la misma – dijo ella con un semblante medio sombrío.

-Yo sé que si, sé que volveré a ver a mi vieja y fastidiosa Marinita, yo lucharé hasta volver a verla de nuevo, mientras tendré que seguir aguantando a su fantasma, aburrida e insoportable – dijo ella sacando la lengua.

-Jejejejeje – como respuesta al comentario la peliazul soltó una delicada carcajada.

-Eso, así me gusta – dijo la pelirroja palmeando suavemente la espalda de la peliazul.

-Hay Lucy, logras cosas que a veces creo que son imposibles – dijo mirándola con cariño.

-Ese es mi encanto no? – la pelirroja le guiñó un ojo.

-Jejejeje, contigo no se puede.

Al final del pasillo se encontraron con una serie de ascensores, puesto que el edificio era de unos 20 pisos. Ellas tenían que llegar a su salón de danza que quedaba en el 3er. piso, así que, para no atiborrar más esos pobres ascensores, que ya iban colmados de estudiantes, decidieron echar una cerrerita por las escaleras. Mientras subían a la velocidad que le daban las piernas, no notaron que alguien venia descendiendo de ellas, hasta que…

¡PUM!

Una roja cabecita se vio caer al suelo como en cámara lenta, hasta que se estrello de lleno contra el duro suelo. Una cabeza peliazul miraba como todo sucedía lentamente. Una tercera cabeza se sumó al asombro de la peliazul.

-Lucy! – la peliazul fue a auxiliar a su amiga que estaba completamente tendida en el suelo – estas bien?

-Ricky musaraña tejió su telaraña, vino la lluvia y se la llevó… - cantaba una aturdida Lucy rodeada de estrellitas y pajaritos.

-Lo lamento, tu amiga esta bien – preguntó la tercera persona con la cual habia colisionado Lucy.

-Estará bien, creo – dijo para luego levantar la mirada de su amiga y dirigirla hacia aquella persona, encontrándose con un joven de unos 25 años, muy alto, cabello negro y unos penetrantes ojos violetas, vestido con tenis negros, jeans gastados y playera negra. Se agachó para ver si la pelirroja sufrió algún daño.

Lucy despertó y lo primero que vio fueron esos ojos tan bellos, claro según para ella, luego distinguió los demás rasgos del rostro del muchacho, y nunca pensó que, en la vida, pudiese haber un muchacho mas guapo que ese.

-Acaso eres mi ángel de la guarda? – preguntó aun medio confundida por el golpe

El chico solo rió muy levemente.

-Bien, creo que ya está bien, ya volvió a decir sus tonterías – la peliazul se burlaba de su amiga.

-Como te llamas? – Preguntó ignorando el comentario de su amiga – yo soy Lucy Shidou – dijo levantándose del suelo y extendiéndole la mano.

-Latis Glowingsword, encantado – dijo levantándose también y estrechando la pequeña mano de la pelirroja con la de él. Al contacto, ambos sintieron una calida sensación recorrer sus cuerpos, y sus miradas no podían apartarse del otro.

-Ehh, disculpen, pero ya vamos llegando tarde, nos van a regañar Lucy – dijo Marina rompiendo así con la atmósfera mágica que se habia creado entre Lucy y Latis.

-Bueno, yo me retiro, nos vemos Lucy – dijo Latis mientras comenzaba a bajar lentamente por las escaleras.

-Hay Marina, por que me haces esto! – lloraba la pelirroja.

-Vamonos – dijo tomando de la mano y arrastrando a su amiga hacia el salón.

-Eres mala Marina.

Ambas terminaron de subir los escalones faltantes para llegar al tercer piso. Luego caminaron un poco por el largo pasillo hasta situarse frente a la puerta del dichoso salón. Antes de entrar se hicieron la señal de la cruz en señal de temor por lo que pudiesen encontrar adentro. Abrieron lentamente la puerta y…

Sintieron la mirada inquisidora de su profesora, un escalofrío las recorrió al ver el rostro desfigurado de la rabia de aquella mujer.

-Bien, como hay algunas a las que les gusta hacerme la contra cuando yo digo que lo que mas desteto es la impuntualidad, las señoritas Shidou y Ryuuzaki me harán el enorme favor de quedarse a limpiar el salón una vez haya terminado la clase, no sin antes hacer dos horas extra de ejercicios cuando la clase de hoy haya terminado, verdad señoritas? – dijo mirando fija y seriamente a las aludidas.

-Pero…pero… - intentó refutar Lucy. Mala decisión.

-Señorita Shidou, si quiere que no se agregue dos horas mas de ejercicios a usted y a su amiga, sugiero entonces que mantenga cerrado su pico – dijo mirando fúrica a la pelirroja.

-Lo sentimos – dijeron ambas mientras agachaban la cabeza

-Bien, acomódense en sus lugares, comenzaremos con el calentamiento.

Las chicas corrieron a acomodarse y así poder empezar de una vez la dichosa clase.

-Muy bien, en sus posiciones, comenzaremos flexionando las rodillas y separando los pies mientras elevamos el brazo derecho al momento de flexionar las rodillas. Luego se incorporan aun con el brazo elevado y se tuercen hacia la derecha junto con su brazo, luego se repite la secuencia desde el principio, quedó claro?

-SI PROFESORAAAA!

-Muy bien, comenzamos en un (aplauso) deux (aplauso) trois (aplauso) quatre (aplauso) un...

Asi pasó toda la tarde muy lentamente, entre ejercicios y ensayos en el salon de danza clasica, con una exigente Caldina que trataba de exprimir cada vez mas a sus estudiantes, sobre todo a las mejores, entre las cuales se hallaban Marina y Lucy, conjunto con otra compañera llamada Aska Wang Lee, de origen chino. Una vez la clase regular terminó, las muchachas se quedaron a hacer las dos fatigosas horas de castigo junto a su profesora, quien se quedó a supervisarlas. Las muchachas terminaron muertas. Y se dijeron que nunca mas en la vida volvian a llegar tarde a clase con esa profesora. No señor.

-Muchachas, todavia no se van ? – una rubia de lentes se habia acercado al salon de sus amigas.

-Buenas noches señorita Hououji – saludó Caldina cordialmente.

-Buenas noches madame Caldina, disculpe, no sabia que aun se encontraba aqui. – se disculpaba la linda ojiverde.

-No se preocupe, ya me retiraba, y ustedes dos espero hayan aprendido la leccion si no quieren que el dia de hoy vuelva a repetirse, les quedó claro?

-Si madame – ambas dijeron avergonzadas.

Y así madame Caldina se fue caminando tan gracilmente que parecía flotar en el aire. Ella era una mujer hermosa con unas curvas exuberantes, para la alegría de los masculinos y la envidia de las femeninas. De piel morena y un bello cabello rosado. Aunque era muy exigente con sus estudiantes. Pocos sabían de la cordialidad fuera de su salón de clases. Era totalmente diferente.

-Bueno chicas, ya se van? – preguntó Anahís.

-Ojala fuera así, aun nos queda limpiar este salón, Saturno va a matarme por llegar tan tarde – decía una resignada Lucy ya imaginándose el discurso que le iba a dar su hermano mayor cuando llegara a su casa.

-Si quieren me quedo a ayudarlas, por mi no hay problema – se ofreció amablemente la rubia ojiverde.

-No Anahís, gracias, Lucy tu puedes ir si quieres, total que no hay mucho que limpiar, solo hay que barrer un poco – dijo la peliazul – además no queremos que Saturno se enoje verdad, anda ve, yo me encargo, no te preocupes.

-Pero Marina… - dijo Lucy con su semblante triste.

-Está bien, no importa, yo de todos modos no tengo a nadie quien me regañe – dijo con una sonrisa llena de melancolía.

-Pero Marina… - intentó refutar esta vez Anahís.

-Ya váyanse si no quieren que me enoje.

-Pero… - Lucy intentó decir, pero vio la determinación en los ojos azules de su amiga – está bien, pero solo porque no quiero exponer mi hermoso cuerpo a tu furia – terminó guiñándole un ojo.

-Jejeje, ya, váyanse, y cuídense, nos vemos mañana.

-Hasta mañana Marina, descansa bien – dijo Lucy dándole un fuerte abrazo a su amiga.

-Adiós Mar, nos veremos mañana entonces – la rubia abrazó también a Marina.

La rubia y la pelirroja se fueron dejando a Marina limpiar tranquilamente el salón, cosa que no le llevó demasiado tiempo.

Cuando concluyó al fin eran casi las 20:30 de la noche y el cielo ya estaba oscuro, acompañado por una hermosa luna llena.

Cerró el salón y se dispuso a bajar las escaleras para llegar al vestidor. Cuando estaba a la altura del segundo piso escuchó algo que llamó su atención. Música. Un piano mas precisamente. Ella quería seguir de largo e ignorar ese bello sonido, pero la curiosidad pudo más que su propio cansancio y calmadamente se dirigió al lugar de donde provenía esa maravillosa música. Los pasillos estaban a oscuras, solo unos pocos rayos lunares le daban un poco de iluminación. Conforme avanzaba se podía escuchar mas claramente aquella dulce melodía. Llegó hasta la puerta del salón de cuerdas, de donde provenía la enigmática música. Abrió con mucho cuidado de no hacer ruido aquella puerta. Y lo que se encontró adentro le quitó por completo la respiración.

Bajo la calida luz de luna que se colaba por la ventana abierta se encontraba un muchacho tocando maravillosamente aquel piano de cola. Sus dedos resbalaban por aquellas teclas con una delicadeza poco común. La figura del muchacho sobresalía por los rayos lunares que bañaban su cuerpo. Una lágrima cayó de aquellos ojos. Marina se entristeció y se enterneció al mismo tiempo. La dulce melodía era la más triste y la mas hermosa que habia escuchado. Y ese muchacho. Ahora lo miraba atentamente. Cabellos lavanda. Vestido con una camisa blanca y unos pantalones de vestir negros. Sus ojos. Parecían que eran la copia de los ojos de Marina. Eran tan azules como los de ella. Y reflejaban una tristeza increíble. De ellos habia escapado aquella lagrima impertinente. Él muchacho parecía un ángel. Era hermoso. Delicado. Si, definitivamente tenia que ser un ángel. Nunca habia visto un muchacho tan apuesto en toda su vida. Y ese muchacho estaba haciendo magia. Magia tocando aquel piano.

De pronto la música cesó.

Y dos pares de ojos azules se encontraron…

Y dos almas sin saber quedaron atadas para siempre….

Y ambos supieron en ese entonces que jamás se olvidarían…

…..

Bien, acá está el primer capi de este fic, mi primer fic de Magic Knight Rayaert, sean condescendientes conmigo, por favor. Espero que les guste. Esperaré sus comentarios. Nos vemos luego, BeSSiToSS.

ANTITO'S