Aqui le dejo mi segundo Fanfic, se desarrolla en AU, espero lo disfruten.
A las afueras de Paris, a media hora de lejanía del ruido y el estrés de la gran capital, existe una villa Francesa ostentosa y decorada con los gustos arquitectónicos más sofisticados que se hayan visto nunca, contrastando divinamente con las bellezas naturales del paisaje.
En lo más alto de una de sus colinas, se encontraba una hermosa edificación rodeada por viñedos y un amplio campo repleto de arboles y toda clase de flores de bellos colores y deliciosos perfumes.
Toda la naturaleza formaba parte del terreno perteneciente a la enorme mansión en la colina, tal vez el lugar más lujoso de toda la exclusiva villa. La mansión era de múltiples alas, de tres pisos, repleta de ventanas y vitrales sobrios y elegantes, y afuera, coronando la entrada a la casa había una fuente inmensa de mármol y granito que embellecía notoriamente la, ya de por si, exuberante "casa".
Por supuesto, el lugar estaba custodiado por rejas y guardias a todo lo largo y ancho del terreno, la seguridad era muy importante en esa vivienda. Al parecer este, sitio fue en otro tiempo el hogar de una familia descendiente de la antigua nobleza francesa, sin embargo, a pesar de que la aristocracia habia pasado a ser algo que solo se recordaba en los libros de historia, la mansión no perdió su estatus político. "La Marseillaise" era el lugar que habitaban el embajador japonés y su familia:
La familia Haruno-Uzumaki.
Si, esta era la residencia que a lo largo de 6 años había sido acogida como un hogar por la familia. La principal razón de su elección distanciada del centro parisino era que al embajador y a su primera esposa les fascinaba la quietud que irradiaba el campo, por lo que desde un comienzo renunciaron a la idea de habitar en el corazón de la capital. Como el político tenía que trabajar en Paris, había escogido una villa cercana para habitar fuera de la capital y que no tuviera problemas con el tiempo de traslado diario. Esta casa era herencia de su antigua señora, por lo que les había parecido perfecta desde el comienzo.
Sin embargo, la característica quietud de la villa había sido opacada por el constante ajetreo que iba en aumento desde hacía ya tres días.
Durante estas últimas 72 horas, decenas de personas y camiones de mudanza se movían de aquí a allá por todo lo largo y ancho de la propiedad, moviendo sin parar un sinfín de cajas, muebles y maletas. Todo debía de estar listo para el día siguiente, el día en que los diplomáticos regresarían a casa, su país natal: Japón.
El jefe de la familia supervisaba y movilizaba ágilmente al ajetreado personal de mudanzas y ayudaba en todo lo que podía; cargaba paquetes, empacaba objetos, movía cargas pesadas, etc. A pesar de su alto rango social, nunca veía a nadie por debajo de él y trataba a todos como un igual.
Sin duda todo el mundo concordaba en que, en un futuro no muy lejano, aquel hombre podría ser el mismísimo Primer Ministro de Japón. Después de todo, el pueblo amaba la personalidad, la inteligencia y las habilidades políticas de Minato Haruno.
Minato se sentó en la vasta orilla de la fuente frente a la entrada de su casa, necesitaba descansar un poco después de todo un día de cargar equipaje.
"En verdad hace demasiado calor para ser otoño" Pensó para sus adentros mientras se secaba el sudor de su frente con el antebrazo.
Su cabello lacio y rubio alborotado (tan característico en él), brillaba ante los dorados rayos del sol, también iluminando sus hermosos ojos azules; por los cuales muchos le atribuían su popularidad entre las votantes femeninas. Su complexión era gruesa y fuerte, era alto y blanco, pero con un ligero y saludable bronceado en la piel. Llevaba unos pantalones de vestir azul marino y una camisa blanca con las largas mangas arremangadas hasta la altura de los codos. En cuanto llegó de hacer los últimos negocios de la mañana, arrojo su corbata al suelo y empezó a ayudar a sus empleados en la mudanza.
EL rubio miraba detalladamente la mansión que se alzaba ante él. Definitivamente extrañaría ese lugar, pero su trabajo en Francia había concluido y no podía negar que la idea de volver a su país lo entusiasmaba profundamente.
Estaba absorto mirando su hogar cuando algo capto su atención. Una figura estaba sentada en el borde de una de las ventanas del segundo piso, una joven que aparentaba tal vez un año menos que sus 17 recién cumplidos. Minato automáticamente dibujo una sonrisa en su rostro y su mirada azulada se lleno de calidez y ternura. Aquella joven era una de las personas que mas amaba en el mundo. Aunque sonara cursi pensarlo, su hija se estaba convirtiendo en toda una mujer y cada vez se parecía más a su madre.
Veía como los sedosos cabellos lacios y rosados de su niña brillaban ante el reflejo del sol en los ventanales y su suave piel blanca resplandecía saludablemente, igual que la de su antigua mujer. Era la viva imagen de ella, refulgiendo gracia y belleza.
La primera esposa del señor Haruno había fallecido de muerte súbita hacia 16 años. Los doctores llegaron a la conclusión de que una Miocardiopatía Hipertrófica no diagnosticada había sido la causa. Nadine nunca había sido fanático de los médicos.
La había amado con toda su alma, y su perdida había sido algo devastador que le tomo tiempo superar. Pero con su hija pequeña a su cuidado, entendió que la vida seguía y debía continuar por ella.
Ahora aquella bella joya, esa joven que le había dejado su entonces esposa, irradiaba una luz que le llenaba de calidez el corazón a cualquiera.
Minato se puso en pie enérgicamente sobre el borde de la fuente y coloco sus manos alrededor de su boca a modo de megáfono.
-¡Sakura!- Gritó con bastante fuerza llamando la atención de la chica. Ella se asomo por la ventana y una sonrisa ilumino su rostro.
-¿Qué sucede padre?- Su voz cantarina respondió en un sedoso grito a aquel llamado.
-¿Por qué no bajas un segundo al jardín? Haz estado encerrada en la casa empacando todo el día.-
-Suena bien, pero todavía no termino y…- Pero su excusa fue interrumpida por un grito más fuerte que el de ellos, el cual se unió abruptamente a la conversación.
-¡SAKURA-CHAN!- Un alegre joven rubio de 19 años venia corriendo desde el portón de la casa hacia la fuente donde estaba su padre para unirse a su coro.
-¡Naruto-kun!- El rostro de la joven se ilumino notoriamente en una amplia sonrisa que apenas cabía en su cara, mientras que sus enormes ojos verdes chispeaban de júbilo.
La chica desapareció del borde de la ventana apresuradamente.
-¡Minato-san!- El adulto rubio voltio detrás de él a tiempo para ver a su hijastro saltarle encima en un acalorado saludo.
-¡Naruto! ¿Qué tal estuvo el viaje? Tu hermana y yo te extrañamos bastante.-Saludo contento.
-¡Estuvo genial Minato-San! Todo en Italia era asombroso, en el canal de…-.
-¡NARUTO! – Antes de que el adolescente pudiera siquiera reaccionar, fue derribado al suelo por una pelirrosa que se había acercado a toda velocidad. En ese fuerte abrazo que lo hizo colisionar contra el suelo, más que molestarse, Naruto comenzó a reír sueltamente.
-¡Sakura-chan! – La abrazo fuertemente – ¡No tienes la menor idea de cuánto te extrañé!
-Pero ni siquiera la mitad de lo que yo a ti, de eso estoy segura.- Respondio entre risas jugeutonas.
-¡Mentira!- Su voz sonaba igual de jubilosa.
-¡Por supuesto que sí! Sin mi molesto hermano mayor por aquí la casa se vuelve bastante aburrida.
-Pues yo en realidad pienso que se vuelve tranquila, casi podría decirse que hasta habitable.- El padre de los chicos se unió a la conversación con una sonrisa juguetona en su cara. Mirándolos desde arriba.
-Pues lo dirás por ti, porque yo en realidad extrañaba ver como estos dos se metían en problemas.- Una hermosa mujer de ojos azul claro apareció frente a ellos sonriendo.
-¡Kushina-san! – La pelirrosa se levanto de encima de su hermano y fue a abrazar a su madrastra.- ¡A ti también te extrañe mucho!
-Me lo imagino. Tu padre no podría tener nunca la menor idea del trato que se le debe dar a una señorita- Le contesto bromeando a la ojijade mientras le devolvía el abrazo.
-¡Hey! Merezco más crédito, después de todo soy su padre y la conozco mejor que nadie.- Contesto defendiéndose el rubio mayor acercándose a ellas.
Sakura se separo de Kushina para que Minato pudiera darle la bienvenida a su esposa. La pelirrosa se acerco felizmente a Naruto, quien rodeo sus hombros con un brazo y ambos vieron alegres y enternecidos como sus padres se miraban intensamente, con ninguna otra cosa que no fuera amor brillando en sus pupilas.
-Ya me hacías falta- Susurro Minato a su mujer, mientras la rodeaba con sus brazos y apoyaba su frente en la de ella.
-Y tu a mi amor.- Susurro ella dulcemente. Y sin más preámbulo el rubio mayor acerco su rostro al de ella y ambos fundieron sus labios en un beso cargado de anhelo, amor y pasión.
Así fue cerca de dos minutos, hasta que fueron interrumpidos por el joven rubio.
-¡Agh! Tapa tus ojos Saku-chan - coloco sus manos sobre los ojos verdes de su hermanita exagerando el comentario- hazlo a menos de que quieras quedar traumada de por vida.
-En verdad no sabes lo difícil que es estar a solas con Naruto.- Comento la mujer con una sonrisa de agotamiento en su rostro.
-¡Hey! ¡Eso no es verdad mamá!- Se defendió el rubio, a lo que Sakura ahogo una risita.
-Eso lo dices porque no estuviste solo con una iracunda chica adolescente durante un mes completo.- Contesto también su padre con la misma cara de divertido cansancio.
-¡Hey! ¡Yo no soy iracunda padre!- Naruto comenzó a reír ante el comentario y la reacción violenta, por lo que recibió un codazo por parte de su hermanastra.
-¡Ouch! Saku-chan… definitivamente: volví a casa- Dijo con una melodramático gesto de pesadumbre.
Después de eso todos comenzaron a reír y se dirigieron hacia el auto para bajar las maletas, aunque solo serian para llenarlas de más equipaje del que traían.
….
(Unas horas después, en la noche)
Sakura y Naruto estaban terminando de empacar las cosas en el cuarto del rubio, lo único que quedaba intacto era la cama en la que dormiría esa noche. La pelirrosa agotada se acostó sobre esta y su hermano después de unos momentos imitó el gesto acomodándose por un lado.
En verdad esos dos se amaban con toda el alma, como si fueran verdaderos hermanos de sangre. Sus padres se habían casado hace 12 años y desde entonces Naruto había jurado que protegería a Sakura de todo y la amaría más que a nada como un buen hermano mayor. Ella era su mejor amiga y la persona en la que mas confiaba: era su adorada hermana pequeña.
Él era el único hijo de Kushina Uzumaki, nunca supo quien fue su padre. Para Naruto ese hombre solo era un ser despreciable que los abandono a él y a su madre cuando está fue consciente de su embarazo. Para él, su único padre siempre seria Minato Haruno, el padre de Sakura, a quien le tenía sumo amor y respeto.
Sakura solo guardaba recuerdos vagos de su madre, pues murió cuando ella rondaba los tres años de vida. Pero su padre siempre la había llenado de tal forma que nunca se había sentido incompleta. Y a Kushina la quería como a una segunda mamá, pues era divertida y bondadosa, y lo que más quería de ella era ver la fuerza con la que amaba a su padre.
Los dos jóvenes no podían pedir una mejor familia que la que tenían desde hacía ya 12 años.
Además, el volverse hermanos no fue para nada un cambio extraño. Ellos eran compañeros de juegos en Japón junto con otro amigo, con el que formaban el famoso trió del aula 7 en preescolar. De hecho, aun seguían siendo amigos de él, solo que Sakura no lo veía desde hacía 5 años. En cambio Naruto había pasado todo el último mes con el joven en cuestión tomando un curso de verano en Italia. El rubio comenzó la conversación de su viaje hablando de él.
-¿Sabes que fue lo primero que hizo el idiota de Sasuke cuando me vio? – Pregunto a su hermana con el ceño fruncido.
-No me imagino que tan grave habrá sido como para que lo llames idiota. – Contesto la aludida con la mirada en el techo igual que su hermano.
-Lo primero que me pregunto fue si ibas a venir al viaje. Y al decirle que te habías quedado en Francia con Minato se molesto conmigo por no haberte convencido de ir y no me hablo durante un buen rato. Siempre hace lo mismo, el muy idiota.- Respondió Naruto.
-¿Qué es lo que siempre hace? – Pregunto Sakura curiosa intentando disimular su corazón acelerado.
-Pues eso. Preguntar por ti. Ya sabe que te gusta quedarte con Minato en vacaciones de verano, pero creo que siempre alberga la esperanza de que cambies de opinión y nos acompañes en los viajes. El imbécil por más frio que sea no puede disimular ni un poco que le gustas.- Esto lo escupió ligeramente irritado. Naruto era un hermano mayor muy sobreprotector.
-¡Cállate Naruto! Sabes que eso no es verdad. Además, ¿por qué se fijaría en mí? Tenemos 5 años sin vernos.- La chica se había sonrojado ante el comentario de su hermano.
-¡Sabes que todo lo que te digo es verdad! Y por lo mismo me molesta Saku-chan. Tú no lo conoces tan bien como yo, aunque sea tu amigo. Sasuke es un mujeriego y siempre consigue a quien quiera sin hacer el mínimo esfuerzo. Cuando salimos a los clubes nocturnos en los viajes, más de una chica se le insinúa y no hace mucho esfuerzo en rechazarla. Tal vez si no fuera de esa manera, no me molestara que de todas las chicas, la que traiga dentro de la cabeza como premio mayor de su cacería sea mi hermanita.-
-Ya basta Naruto. Sé muy bien como es Sasuke, también yo lo conozco. Pero… ¿no te parece que exageras un poco?- La chica no podía ocultar que sentía una ligera atracción por el chico blanco de ojos profundos y negros.
El problema era que su hermano tenía toda la razón, el joven era un completo mujeriego aunque le doliera admitirlo, por eso siempre lo había rechazado. Pero parecía que entre más le rechazaba Sakura, mas le insistía Sasuke.
-Se que lo quieres Sakura, yo también aprecio al imbécil, después de todo es mi mejor amigo. Pero por lo mismo se como es en verdad, y tú no puedes negarlo. Me preocupa que intente hacer algo ahora que volveremos a vivir en la misma ciudad que él.- Agrego el rubio apretando los puños.
"Traducción: Si el muy idiota intenta acercarse a ti le muelo la cara a golpes.'" Pensó la chica, leyendo las verdaderas intensiones de su hermano.
-Bueno, hablando de eso ¿Cómo te sientes por lo de la mudanza?- Pregunto más seria la joven, intentando cambiar disimuladamente de tema.
-La verdad, estoy muy emocionado. ¡Me muero por experimentar de nuevo la vida en Tokio!- El entusiasmo resplandecía en los ojos azules de Naruto.
-Bien, al menos uno de los dos está feliz.- Susurro melancólicamente la pelirrosa.
-Eh, Saku-chan ¿acaso no quieres mudarte?- El rubio había alcanzado a escucharla y notó el abatimiento de su hermana.
-No es que no quiera, es que, dicen que la vida en Japón es TAN diferente a Europa…-
-No puedo creer que en verdad no recuerdes nada de Tokio. Si ya éramos bastante grandes cuando nos mudamos para acá.- Comento el rubio.
-Dirás que TÚ eras bastante grande. Yo solo tenía 5 años cuando venimos a vivir a Francia, tu tenias 7; es bastante diferencia cuando se es niño. Además, aprovechas cada temporada de vacaciones para irte a Asia a visitar a Sasuke y a Sai. Es imposible que olvides un lugar que en verdad nunca abandonaste.- Puntualizo la chica.
-Creo que en eso no puedo discutirte. Tú no has puesto un pie en Japón desde hace que, ¿8 años?-Preguntó viendo a la joven.
-En realidad en primavera se cumplieron 9.- Puntualizo la joven pensativa.
Naruto Soltó un largo silbido de asombro.
-Vaya, eso es demasiado tiempo. Pero ¡con más razón deberías estar emocionada Saku-chan! Regresaras a tu verdadero hogar.- Intento animarla el joven.
-Supongo… aunque no entiendo porque ciertos europeos tengan debilidad por esa isla.- Respondió no muy animada la chica sonrojándose.
El ojiazul al verla reacción de la pelirrosa frunció nuevamente el entrecejo y la miro molesto.
-No estarás así por miedo de que te busque ese estúpido de…-.
-¡Cállate Naruto! Él no tiene absolutamente nada que ver con esto.- Respondió la chica roja como un tomate al imaginar de quien hablaba.
-Mejor que sea cierto, porque le dije que si lo volvía a ver lo molería a palos. Y creo que hasta Sasuke se uniría conmigo a darle su merecido. – Añadió el rubio.
-Dios Naru-chan ¿Cuándo dejaras de ser un hermano tan celoso?- Sakura soltó con un suspiro cansino, pero enseguida sus ojos brillaron y su rostro dibujo una sonrisa burlona.- A mi no me ves que te diga nada cuando Hinata Hyuga viene a visitarme…-
-N-no sé de qué demonios estás hablando Sakura.- Respondió nervioso el chico.
Pues, es que te mostrabas tan encantador y servicial con ella cuando pasaba alguna estancia en la casa.- La pelirrosa se puso a pensar en algo un momento y agrego.- Tal vez la puedas ver más seguido en Japón, después de todo, su hogar está en la misma zona que el nuestro.
-Lo que hagan o dejen de hacer tus amigas no es problema mío.- Contesto cortante.
La chica comenzó a reir ante la evasión de su hermano, y su risa logro finalmente iluminar su mirada. Por un momento, se olvido de sus problemas, enfocándose en molestar a su hermano.
-Ya ves Naruto, yo incluso te apoyo en las elecciones de tu corazón, pero tu sin embargo no puedes tolerar que ningún chico me dé siquiera la mano. ¿Cuándo me dejaras en paz?- Comento la chica divertida, sin esperar en verdad una respuesta.
Naruto se quedo serio. Después respiro hondo, la miro directo a sus orbes jade y le contesto:
-El día en que me dé cuenta que el tipo que te pretende en verdad Te ama, ese día te dejare tranquila Sakura. No te digo esto solo porque seas mi hermanita, sino porque en verdad eres una gran chica, no hay nadie como tú. Te mereces el mundo y mucho más que eso. –
Sakura estaba a punto de conmoverse con las palabras de su hermano, hasta que este añadió:
- Pero por mientras, si no se te acerca ese hombre, le partiré la cara a golpeas a cualquier ingrato que mire más de lo que debe.-
Y dicho esto, se dio un puñetazo en la palma de la mano de manera amenazante e hizo crujir los nudillos.
"Ay Naruto, nunca cambiaras" Pensó la ojijade.
En eso, sonó la puerta.
-Adelante.- Respondieron los hermanos al unisonó.
-Señorita Haruno, joven Uzumaki, el señor y la señora me enviaron a informales que les esperan en el comedor para cenar.- Un hombre de unos 60 años vestido de traje se dirigía a ellos desde la entrada de la habitación.
-Gracias Watari, enseguida bajamos.- Contesto amablemente la chica.
El mayordomo dio una formal reverencia antes de cerrar la puerta y pasar a retirarse. Ambos jóvenes se quedaron viendo la salida por la que había desaparecido el hombre y sonrieron.
-¿Ya cuántos años tiene Watari sirviendo a tu familia?- Pregunto el rubio a la ojijade.
-Creo que unos 40 años, aproximadamente. Me alegra de que regrese a Japón con nosotros, no me imagino un hogar sin él.- Dijo la chica.
-Lo sé, siempre ha estado ahí. Era él quien nos cuidaba cuando Sasuke y yo íbamos a visitarte a tu casa; antes de que nuestros padres se comprometieran... cuantas bromas no tuvo que soportar de nuestra parte.- Agrego divertido el ojiazul.
- Querrás decir de tu parte ¿No?- Comenzó a reír Sakura recordando todas las veces que su hermano mayor se metía en problemas de pequeño.
-Fingiré demencia hasta que se demuestre lo contrario.- Fue la respuesta del adolescente.
Naruto se levanto de la cama y se giro en dirección a su hermana quien aún seguía sentada en el mueble. Le ofreció su mano caballerosamente para ayudarle a ponerse en pie y le pregunto:
-Tu-veux m'accompagner à la salle à manger?-. (¿Quieres acompañarme al comedor?).
La chica suspiro hondo y sonrió.
-Oui… - Sakura solto un largo suspiro y una sonrisa decaída se dibujo en sus labios.- En verdad extrañare escuchar el francés, más de lo que imaginas.- Y sin decir más, tomo la mano de su hermano, se puso en pie y ambos se fueron al comedor a unirse con sus padres.
(Esa misma noche. En un bar de Osaka, Japón)
El ruido del público resonaba por todo el bar, las ovaciones se hacían escuchar desde todos lados. Aplausos y chiflidos de aprobación se escuchaban por todo el recinto, mientras que varias voces coreaban una y otra vez pidiendo una canción más antes de que la banda se retirara.
La verdad era que el lugar no tenía capacidad ni para más de 300 personas y la banda no estaba formada por ningún personaje celebre, ni siquiera contaban aun con un contrato discográfico. Pero la energía que transmitían en el escenario era tan apasionante que convertía a todo aquel que los escuchara en sus leales seguidores.
Cada acorde en la guitarra o cada golpe en la batería hacia recordar la época en que el Rock dominaba el mundo, y te transportaba con su música a lugares desconocidos de la propia mente, llenando al publico de energía y adrenalina.
Las personas que llegaban a conocer a la agrupación, se daban cuenta al instante de donde provenía esa chispa. Su vocalista era una de las personas más talentosas que se hubiera escuchado en la historia de la música. El escribía las letras y ayudaba a componer la mayor parte de la música. Derramaba creatividad e ingenio de cada poro de su cuerpo.
También contaban con un sequito de fans distinto al resto, que aunque no eran muy amantes de este tipo de género, si lo eran de los miembros de la banda. Pues todo el mundo (hombres y mujeres) concordaban en algo: todos ellos eran los miembros más atractivos que se hubieran visto nunca juntos en el medio.
La canción comenzó a acelerar su ritmo a medida que la gente coreaba las letras, un solo de guitarra, un verso, una última palabra alargada en una nota sostenida... y la canción finalizo en calurosos aplausos.
El vocalista tomo aire y grito con todas las fuerzas que aun rebozaban en su cuerpo:
-¡GRACIAS OSAKA! ¡JODER CON USTEDES SEGUIRIAMOS HASTA EL AMANECER! SIN EMBARGO, ESTO HA LLEGO A SU FIN ¡NOSOTROS SOMOS AKATSUKI! - Los gritos del público se escuchaban fuertemente, apenas haciendo audible la voz del hombre.-FUCK YEAH! GOOD NITE!-.
Y las luces del escenario se apagaron, mientras la gente aun gritaba su nombre.
-¡AKATSUKI! ¡AKATSUKI! ¡AAAKKKAAATTTSSSUUUKKKIII!-.
El sonido de la audiencia los siguió hasta el camerino, donde el ultimo en entrar a la habitación ahogo el sonido azotando la puerta.
-¡Joder! Ese fue un buen espectáculo, detesto la idea de acabar tan temprano.- Se escucho la voz del vocalista, quien se recostó sobre un sillón poniendo lo pies sobre el mueble y comenzando a encender un cigarrillo.
Él era un hombre alto de 22 años, tenía un cuerpo atlético y bien ejercitado, con cada musculo marcado cuidadosamente como si hubiera sido labrado por un cincel. Por lo general siempre llevaba una camisa blanca en el escenario, pero por ley tenía que tenerla abierta, era de esas personas que no toleraban traer ropa cubriendo su cuerpo en un escenario (cosa que deleitaba a la audiencia femenina), pues el calor del que lo llenaba tanta adrenalina era sofocante. Además, así podía lucir lleno de orgullo su rosario Jashinista: un extraño dije circular con un triangulo volteado de cabeza en el centro. Este símbolo siempre oscilaba en el centro de su pecho, más la razón su devoción a este era un misterio para todos excepto él mismo.
Su piel era blanca, pero con un ligero bronceado, su cabello era entre gris y plateado, lacio y algo largo, por lo general lo llevaba peinado hacia atrás, pero en sus conciertos siempre le resbalaban algunos mechones rebeldes por la frente. Tenía un rostro fuerte y anguloso y una nariz recta y fina. Lo que más volvía loca a las mujeres en ese rostro eran esos ojos amatista tan penetrantes y la sonrisa retadoramente altanera y seductora tatuada permanentemente en su rostro.
-¿¡Pero qué carajo! … ¡Hidan! ¡Apaga esa mierda de cigarrillo! Apenas acabas de terminar un concierto y ya estas empezando a fumar ¡Si sigues así acabaras con tu garganta! – Le ordeno una voz masculina frente al aludido.
Hidan dirigió su mirada a quien le hablaba. Miro a su interlocutor y soltó una risa despectiva.
-¿Oh si no que? ¿Vas a hacer algo al respeto hermafrodita?-. Soltó él burlescamente.
-¡Jodete! ¡Como me cabrea que siempre me andes llamando mujer cretino!-. Soltó el joven.
-¡Carajo! Tal vez si no te comportaras como una perra no te confundiría con una tan fácilmente…- continuo el vocalista.
El chico frente a él estaba a punto de echársele encima a golpes buscando bronca, pero una voz los detuvo.
-Deidara, Hidan: dejen de comportarse como críos.- Los dos hombres que habían estado discutiendo dirigieron la mirada hacia quien había causado la interrupción. Se encontraron con unos profundos ojos negros.
- Y tu Hidan, apaga ese cigarrillo.- Sentenció.
-Mierda Uchiha. – Alegó Hidan mientras tomaba el cigarrillo entre sus dedos y lo hundía en el cenicero- Este es el último que me queda. Cada vez suenas mas como una madre que como un jodido representante.
-Puedes llamarme como quieras mientras eso pueda evitar que te estropees la garganta. Nadie quiere escuchar a un cantante afónico.- Finalizo él mientras guardaba sus lentes obscuros en un bolsillo de su chaqueta.
Itachi Uchiha era el representante de la banda desde que fundó la agrupación. Era un joven de 21 años de complexión atlética y piel morena-clara. Sus ojos eran profundos y negros, aun más penetrantes que los de Hidan, su cabello eran también negro, lacio y largo, siempre lo llevaba agarrado en una coleta. Sus facciones eran masculinas, serias y atractivas, pero siempre tenía unas enormes ojeras marcadas debajo de los ojos. Más que cansancio, eran algo característico en él desde nacimiento.
-No tenias que interrumpirnos Itachi, era la excusa perfecta para por fin cobrárselas todas a este idiota.- Protestó Deidara molesto.
-Bueno, no puedes reclamarle mucho, a fin de cuenta tiene en parte razón: Eres el único hombre que conozco que en verdad se ve bastante femenino con el cabello largo.- Respondió tranquilamente Itachi.
Ante el comentario todos comenzaron a reír y Deidara se limito a cruzarse de brazos molesto.
La verdad era que los chicos exageraban un poco. Deidara era más joven que el resto, tendría unos 19 años, cosa que lo convertía en el protagonista de las bromas de los músicos. Era alto, blanco y tenía un cabello largo sedoso y rubio; este SIEMPRE tenía que taparle un ojo. Lo usaba así para cubrir una cicatriz que le había quedado de secuela por un accidente en auto.
Tenía mucha energía y era muy hiperactivo, amante de las explosiones y las cosas veloces, tocaba la batería en el grupo. Tenía un ritmo y una destreza envidiable con este instrumento. Además era escultor, amaba al arte más que a su vida.
Sus facciones eran finas y bellas, cada línea de su rostro y mandíbula estaban dibujadas delicadamente en su rostro, el cual al final enmarcaba unos ojos azules claros. Esto mas su melena lacia dorada era el detonante para las burlas que el resto de la banda le hacía.
-Bueno, felicidades, la presentación fue un éxito. Aunque aun creo que tendrían que ensayar un poco más antes del siguiente concierto.- Comenzó Itachi.
-¿Y este donde será?- Preguntó una voz de hombre al fondo del camerino.
-Esta vez volveremos a tocar en casa.- Contesto el pelinegro.
-¿A Tokio?- Cuestiono una voz femenina.- Pero hace apenas dos semanas que salimos de ahí. ¿No deberíamos dejar pasar más tiempo antes de volver a tocar en bares locales? Creí que ese era el punto de esta "gira"…
-Bueno Konan, si quieren arreglar otros planes y continuar unos días sin mí, es su decisión-Respondió.- Pero yo tengo unos asuntos que atender en Tokio. No los puedo acompañar a otro destino…
-Iremos a Tokio Uchiha.- Interrumpió Hidan.- No hagas caso de lo que diga la perra idiota de Konan, se pone histérica cada vez que regresamos a la ciudad…
-Ya te he dicho que no la llames así…- Contesto un tipo sentado en una silla cerca de ella.
Konan era una mujer muy atractiva de 22 años. Tenía una cabellera azul lacia, corta y brillante y un piercing debajo de la parte inferior de su labio. Su cuerpo era escultural, esbelto y curvilíneo, le encantaba presumirlo en pantalones de cuero y blusas que dejaran ver su ombligo, espalda o escote (en ocasiones los tres al mismo tiempo). Tenía ese aire seductor y peligroso que transmiten las chicas del rock. Ella era la bajista del grupo.
-Está bien Pein, no es como que importe mucho.- Le respondió la chica de cabello azul a su compañero.
Se puse de pie y camino lenta y felinamente hasta donde estaba sentado el peligris. Se le acerco peligrosamente al rostro y paseo lentamente su dedo índice desde el pecho del hombre hasta su mentón.
-Tengo una idea de cómo puedes calmar tus ansias de fumar.- Dijo seductoramente en un susurro.
Hidan la miro lujuriosamente y su rostro dibujo una sonrisa maliciosa. Sin decir nada la hizo a un lado sin delicadeza alguna para ponerse en pie y salió de la habitación despreocupado, con ella siguiendo sus pasos.
Todos se quedaron viendo la escena incómodos, aunque era algo normal desde hacía meses. Konan deseaba a Hidan con locura, y siempre estaba detrás del hombre. Aunque él no sentía nada por ella (a excepción de un deseo que se limitaba a la lujuria pura), la chica no perdía la esperanza de que atreves de su cuerpo podría llegar a su corazón. Aunque más que amor, Konan parecía querer al peligris porque todas las mujeres lo deseaban, por lo que quería demostrar que solo ELLA lo podía tener cuando se le antojara, aunque la realidad era al revés. La joven confundía fácilmente el egocentrismo con la palabra "amor".
-Pein…- Se escucho la voz de Deidara preocupada.
Él era quien estaba al lado de ella, un hombre de la misma edad que Hidan y Konan. Su cabello era naranja y peinado en picos y su cara estaba cubierta de piercings. Era robusto y fuerte, además de alto. Era un hombre atractivo, aunque se escondía detrás de sus pantalones rotos y sus botas de combate. Su estilo era más punk que el del resto del grupo, pero eso no importaba. Él era el guitarrista líder de Akatsuki, su habilidad en la lira era magistral y potente. Aunque tocaba un género muy diferente al que prefería, no importaba. Solo había una razón por la que hubiera dejado todo lo que era sin pensarlo dos veces, la razón de su existencia, la mujer que amaba, su mejor amiga desde la infancia:
Konan.
Sin embargo, ella parecía tener ojos solo para el cantante de la agrupación. La rabia en su mirada era altamente perceptible por todos en la habitación. Agarraba el puente de la guitarra con tanta fuerza que parecía que iba a partirlo en dos y sus ojos contemplaban de manera asesina la puerta por la que habían salido los amantes. Odiaba a Hidan por usar así a Konan, pero aun así lo apreciaba por ser su amigo. Era una situación difícil que ya todos conocían, eran como una familia y en todas las familias existen conflictos.
-¿Pein?- Le llamo de nuevo el rubio.
-Ya déjalo Deidara.- Contesto cortante Pein.
Deidara se quedo en silencio dudosos en si debía insistir en el tema o no, hasta que alguien más intervino, relajando el ambiente.
-Bien, ¿y qué asuntos tienes que atender en Tokio Itachi?- Pregunto la misma voz de hombre al fondo de la habitación, voz que le había preguntado el siguiente destino del grupo.
-Sasori-Dana, ¿no le parece que esa es una pregunta algo impertinente?- Cuestiono Deidara.
Sasori era un hombre que se veía de la edad de Itachi, pero lo rebasaba por tres años. Tenía cabello rojo brillante, piel blanca y ojos adormilados color chocolate. Era el mejor amigo de Deidara, se entendían muy bien, ambos se conocieron en un club bohemio hacia años, y aunque tuvieran diferencias artísticas, siempre estaban juntos. Él era el segundo guitarrista del grupo, y tenía una habilidad impresionante al dominar las cuerdas.
-¿Y me podrías decir que tiene de impertinente?- Reviro Sasori.
-Está bien.- Dijo Itachi mirando al rubio. Paso su mirada al pelirrojo y contesto.- Unos amigos de mi familia se mudaran a Tokio, y mi padres me pidieron estar en casa para recibirlos. Además, es algo que hubiera hecho aunque no me lo hubieran siquiera sugerido. La hija de la familia es alguien de suma importancia para mí.
-¿Un amor indiscreto Itachi? ¡Vaya! Hasta los Uchiha tienes deslices…- Acuso de forma picara el ojiazul.
-En verdad te encanta decir tonterías…- susurro el ojinegro.- Pues no, no es lo que tú piensas. A esa joven la amo como a una hermana. De hecho… en ocasiones me gustaría intercambiarla por mi verdadero hermano.-Susurro más bajo.
-Bueno, tus razones fueran buenos o no, aprovechare este viaje. Tengo que comprar algunas cosas que solo venden allá…- Comento mas para él que para los demás el hombre de ojos cafés.
-Y bien Itachi, ¿de dónde es tu amiga?- Continuo muy curioso el rubio.
-Debo añadir que encuentro hilarante que me llamaras impertinente ¿No te escuchas al hablar?- Sasori alzo una ceja divertido mirando a su amigo.
-Lo mío no es impertinencia, solo trato de saber un poco más de la amiga de Itachi, simplemente soy un amigo que quiere conocer mejor a uno de sus camaradas…- Deidara respondió esto como si fuera lo más natural del mundo.
-Eres un bocazas y punto.-
-Pues, nació en Japón, pero desde pequeña a vivido en Francia.- Itachi siguió conversando como si esta pausa no hubiera existido. Era un As ignorando lo que no le importaba.
- Tiene ambas nacionalidades, hasta donde yo sé no se ha decidido por ninguna, sin embargo conociéndola optara por quedarse Francesa cuando el momento de elegir llegue. Además dicen que es el vivo retrato de su madre. Esa mujer si era cien por ciento europea.
-Mmm con que una francesa. Eso es… Sensual.- Comento el rubio con una sonrisa y una mirada cargada de pensamientos no muy buenos.
-Ni siquiera vayas a pensarlo.- Amenazo inmediatamente Itachi al rubio.
-Ok, ok, no hare nada.-Contesto tragando saliva audiblemente el ojiazul al ver a los ojos a su amigo.
No sabían porque, pero siempre que Itachi se enojaba, mostraba un despiadado brillo rojizo en sus ojos. Era muy sutil, pero todos en la banda ya lo conocían. Cuando esa mirada cruzaba por los orbes negros del chico, sabían que lo mejor era cerrar la boca.
-Bien, si no hay más dudas, pueden irse a descansar, el vuelo sale mañana al mediodía. El concierto lo darán hasta la noche siguiente.- Miro un instante a Pein y agregó-. Dieron un gran concierto ahora, no vayan a arruinar el buen sabor de boca haciendo alguna idiotez.-
Pein sonrió maliciosamente mirando a Itachi.
-No te preocupes, el buen sabor de boca se me fue hace rato, no tengo nada que arruinar…-
-Pein…- Pronuncio el Uchiha cargando la voz de seriedad.
-No le hare nada. Sin vocalista, no hay banda. Entiendo.- Contesto serio sin mirarlo, afinando las cuerdas de su guitarra.
Itachi solo asintió y se retiro del lugar cerrando la puerta tras de sí. Iba hacia las bambalinas para revisar que no faltara nada del equipo, cuando un gemido de mujer lo disuadió.
"Dios, al menos podrían intentar esperar al hotel…"
Sin más, suspiro y se fue a hablar con el dueño del bar sobre asuntos monetarios.
(Detrás del escenario).
Estaba todo sumergido en la oscuridad, pero una traviesa y misteriosa luz roja se filtraba a través de las cortinas del escenario, tal vez fuera de algún anuncio de neón de la barra de bebidas, aunque no se podía estar seguro.
Claro que lo que le importaba a Hidan no era descubrir la proveniencia de esa luz, sino como la suave iluminación roja acentuaba seductoramente las curvas de Konan, haciendo más provocativa la suave piel blanca sobre la que paseaban sus manos.
Ya había pasado tiempo desde que la ropa había salido volando, ignoraban en dónde había quedado. Se dejaban llevar por las sensaciones placenteras de unir sus cuerpos, como ya lo habían hecho en innumerables ocasiones.
Ella se encontraba de pie, con su cuerpo pegado a la pared y frente a ella él de Hidan aprisionándola, deleitando sus sentidos, quemándola ásperamente.
Las embestidas eran rápidas y violentas, la peliazul no podía contener sus gemidos para ella, y en verdad; el ser descubiertos no les interesaba en lo más mínimo.
-Hi-Hidaaaan, ¡agh!- Gemía la chica en los brazos de él, arañándole la espalda y clavándole las uñas fuertemente. De entre todos, él era sin duda el mejor hombre con el que se había acostado.
-¡Vuelve a decir mi nombre perra!- Le ordeno el hombre jadeante, mientras la envestía cada vez más agresivamente, dejando rastros de mordidas y rasguños por toda la blanca piel de la bajista.
-¡Ah, ah! Hi-hiidaaan ¡AH!- Lo único que lograba era susurrar el nombre, sus gemidos no la dejaban hablar.
-Anda, dilo…agh… quiero oírte gritarlo.- Le ordeno atragantándose entre cada palabra el hombre, cargado de deseo.
-¡Ah! ¡ Hida… ! AAH! Agh- Era imposible, la joven no podía ni completar una frase.
-¿A eso le llamas …ah… gritar?- Pregunto con voz malévolamente sensual. Ese tono modulado de voz que a Konan amaba escuchar.
El peligris se detuvo una fracción de segundo para salir de ella. Sus cuerpos estaban cubiertos de gruesas gotas de sudor y sus respiraciones y palpitaciones eran deliciosamente aceleradas. Él la miro un instante, ahí, luchando frente a él por recuperar el aliento. Entonces la tomo firmemente de los brazos y la azoto con una brusca fuerza contra la pared, pero esta vez la chica le daba la espalda.
Sin previo aviso y para sorpresa de la ojiazul, sintió de nuevo una fuerte embestida propinada por el cantante. Clavo las uñas en la pared, arrancando pedazos de la pintura gris barata mientras soltaba un gemido más grande aun que los que habían emitido sus labios hasta ahora.
-¡AHH! ¡HIIDAAAANNN! ¡AHHH!- La chica sentía como un fuego recorría su espina, sentía tanto calor que pensaba que las gotas de traspiración en su piel se evaporarían en cualquier instante.
Por su parte, el músico paseaba por la piel de la chica con una mano, y con la otra se aferraba a su cintura. Ambos experimentaban una sensación electrizante.
-Ahora Joder, a eso llamo gritar.- Le dijo al oído a Konan.
Y así siguieron, durante un buen rato, tocando, gimiendo, gritando y sudando, mientras ignoraban lo que sea que pasara a su alrededor o si pudieran verlos. Entonces, cuando ya sentían sus fuerzas flaquear, llego lo que estaban esperando.
El peligris dio una última estocada y sintió como su cuerpo se liberaba de todo por un instante. Por su parte, ella sentía una vibración en todo su ser. La piel de ambos se erizo, y algo más allá de un escalofrió recorrió sus cuerpos, sus mentes quedaron en blanco y perdieron la noción de todo lo que los rodeaba. Ellos solo disfrutaban del placer del orgasmo antes de que se evaporara.
Una vez alejada la sensación, los dos se derrumbaron en el piso y jadeantes esperaron a que sus ritmos cardiacos volvieran a la normalidad. Konan se acerco al cuerpo de su pareja y recostó la cabeza en su fuerte pecho. Una vez fueron capaces de hablar de nuevo, ella le comento:
-Sabes, podríamos decirle a Itachi que se ahorre mi habitación, porque dormiré contigo.- Dijo esto trazando juguetonamente figuras en los abdominales de Hidan con sus dedos.
Él ni siquiera la miro para responderle.
-¿Y a ti quien carajo te ha invitado a mi habitación?- Su voz sonaba molesta.
Konan paró en seco sus movimientos y frunció el ceño.
-¡¿Me vas a decir que después de todo lo que hemos hecho todos estos meses, no puedes compartir una maldita cama conmigo?- Estaba poniéndose furiosa.
-Exactamente.- Contesto el peligris.
-¡Mierda Hidan! Si eres el único miembro además de mí que duerme en su propio cuarto. No lo comparten contigo porque entre los chicos eres el número impar, y nadie lo comparte conmigo por respetar mi privacidad. ¡Hace meses que para ti ya no tengo nada privado! Podrías compartir la cama conmigo…-
-¡Agh! Detesto cuando te comportas como una perra histérica.- Hidan la empujo bruscamente lejos de él y se puso de pie para buscar sus pantalones y su camisa.
- ¡Hidan te estoy hablando enserio!- La peliazul lo miraba desde el suelo, aun en su traje de nacimiento.
El líder de la banda estaba terminando de abrocharse el pantalón (la camisa ya la traía, desabrochada, pero puesta) y daba la espalda a la mujer.
-Escúchame bien Konan.- Su voz sonaba glacial y rotunda.- No me importa quién te crees que eres, desde un principio no has significado nada para mi más que una gran bajista y una buena cogida. Así que déjate de tus dramas, porque conmigo no tienen ningún sentido. Además…- Voltio a mirarla un instante, su expresión era fría y seria. (Termino de colocarse su rosario en el pecho y volvió a darle la espalda).
-Además, a mi me gusta dormir solo.- Finalizo mientras se retiraba del lugar.
Konan lo vio marcharse, dejándola ahí tirada, desnuda y enfadada.
-Maldito sea el día Hidan en que puse el ojo en ti.- Susurro.
Y llena de rabia comenzó, al igual que hizo su "amante", a buscar su ropa para así poder salir de ese horrendo sitio.
El cantante de Akatsuki caminaba tranquilamente con las manos en los bolsillos por el bar oscuro, ya habían cerrado. Buscaba la salida de emergencia que daba a un callejón solitario por un lado del local.
"Aquí esta" Pensó triunfante para sí. Saco una mano de su pantalón para abrir la puerta, pero una voz surgió de la oscuridad deteniéndolo.
-Sabes Hidan, deberías dejar de hacerlo.-
El aludido voltio hacia el lugar de donde provenía la voz. Entonces la figura del Uchiha salió de entre las sombras que lo escondían. El peligris sonrió burlonamente de medio lado.
-Oy oy, es la perra la que me busco a mí en primer lugar y si por mi fuera la cambiaba por una de las fans sin problema. Pero es una buena bajista (sabes que las músicas me provocan), y ¡Joder! esta como quiere…
-Sabes que eso no es a lo que me refiero.- Lo interrumpió el pelinegro.- Aunque el hecho de que uses a Konan para pasar el rato me parece una de tus mas grandes idioteces, irónicamente ese no es el problema que me preocupa.
-No sé de qué me hablas.- Contesto cortante Hidan, subiendo sus defensas.
-Enséñame lo que tienes en el bolsillo.- Le ordeno Itachi viendo la mano que aun tenía guardada en su pantalón, la cual se tenso al escucharlo.
-No.- Contesto duramente el ojilila.
-Hidan, no puedes seguir como estas. Las drogas no son…-
-Sabes que Itachi, cierra tu jodida boca. ¿Lo quieres? ¡Bien!.- Saco su paquete del bolsillo y se lo arrojo rudamente al pelinegro, quien lo atrapo fácilmente en el aire.- lo que sea por no oír tus malditos sermones de mierda.-
Y sin añadir nada, el peligris salió del local azotando la puerta tras de sí.
Itachi se quedo en silencio por unos instantes, contemplando la salida por la que había "escapado" su amigo. Entonces bajo la vista hacia el pequeño paquete de aluminio en su mano. Lo abrió cuidadosamente, pero aun así su contenido se esparció por el piso. Un polvo blanco parecido a la cal flotaba en el aire y empolvaba sus zapatos negros.
"Con que ahora es esto. Se está yendo por cosas más fuertes…"
EL ojinegro estrujo que papel rabioso y lo arrojo al otro lado del local. Se quedo un momento escuchando el silencio del lugar. Ya casi acababa la noche.
-Itachi.- La voz de Pein lo llamo a sus espaldas.- ¿Se fue?
El Uchiha simplemente se limito a asentir.
-Pues, será mejor que le envíes un mensaje. Dile a qué hora saldrá el vuelo, para asegurarte que este ahí.- Después de esto el guitarrista se iba a retirar pero:
-A pesar de todo… te preocupa ¿verdad?- más que una pregunta, era una afirmación.
Pein sonrió de medio lado y se cruzo de brazos. Cerró sus ojos e inspiro hondo antes de añadir:
-Preocuparse es una palabra muy fuerte Itachi.- Se dio la vuelta y retirándose finalizo.- Pero, él es mi amigo, a pesar de todo…-
El pelinegro se quedo mirándolo mientras se iba, admirando la madurez que presentaba el guitarrista. Cerró los ojos y dio un largo suspiro.
-Sí, es nuestro amigo…- Se dijo para si Itachi cruzando los brazos.- Pero, me pregunto si él sigue pensando lo mismo.
Hecho una preocupada mirada a la salida del bar, como esperanzado de que Hidan recapacitara, entonces rio en su mente por siquiera considerar la idea; como si en verdad Hidan conociera el significado de "recapacitar". Saco el celular de su bolsillo y escribió un rápido mensaje, después de esto se retiro por el mismo camino en el que Pein había desaparecido.
En las calles de Kioto deambulaba sin rumbo fijo un hombre de cabellos claros; el cielo estaba de un color entre gris y un azul que iba gradualmente de oscuro a claro; en parte por los rayos del sol que se colaban impacientes entre las montañas intentando comenzar pronto un nuevo día; en parte porque toda la noche había llovido sin parar y las grises nubes seguían vagando por el cielo, aclarando que ese no sería un día despejado.
Hidan pisaba los charcos de agua en la acera, sin importarle en realidad ensuciarse las botas, o pescar un resfriado por no llevar un abrigo. Hacía mucho tiempo que su cuerpo era frio, el único calor que podía llegar a sentir era el delicioso humo de algún cigarrillo que llenara su pecho. Pensar en el dulce tabaco hizo despertar su deseo por fumar y entonces recordó que Itachi lo había obligado a desasearse del último que le quedaba.
-¡Mierda! maldito seas Uchiha.- Murmuro muy molesto para sí mismo.- deberías dejar de meter tu jodida nariz donde no te llaman.
Realmente entendía a Itachi. Se preocupaba por él, era su amigo desde hacía años, tal vez una de las dos personas en las que podía confiar (hasta donde él sabía), era natural que se comportara como una niñera fastidiosa. Pero aun así, no podía evitar sentirse molesto por sus continuas intromisiones en su vida privada.
Su vida era solo suya, por lo que a nadie le interesaban sus asuntos más que a él. Hidan jamás sentiría nada por nadie, se sentía conforme viviendo él con su soledad. Era algo que Konan no entendía: ella se acerco a él desde un principio buscando algo entre una aventura y un romance, pero en él no lograba despertar nada a excepción de deseo; y últimamente ni siquiera eso.
Mujeres habían desfilado por su cama y su cuerpo, pero ninguna había logrado romper su escudo, ni jamás lo harían; él nunca lo permitiría. Pero no comprendía por qué. ¿Por qué se negaba tanto a sentir algo? Sabía que su decepción iba a más allá de años, pero ¿eso era motivo suficiente para renunciar a cualquier emoción?
"¡Bah! Los sentimientos son idioteces para dramas televisivos de chiquillas y niños maricas sin tías que tirarse". Se respondió entre sus pensamientos.
-Señor ¿Qué va a llevar?- Una voz femenina lo saco de su ensimismamiento.
Miro a su alrededor, sin darse cuenta sus pies lo guiaron hacia un minisúper de esos que están abiertos 24hrs. Al parecer su cuerpo no perdería la oportunidad de satisfacer el placer sencillo de un vicio.
-Emm si, un paquete de cigarrillos por favor.- Respondió el hombre señalando vagamente un estante en el que se encontraba su marca favorita.
-Aquí tiene. ¿Desea algo más?- Pregunto la empleada de la tienda de una manera poco usual en una vendedora, pero el joven no lo noto. Se limito a negar con la cabeza.
-Bien, aquí están sus cigarros y su ticket. Tenga usted una linda mañana, vuelva pronto.- Hidan solo tomo la cajetilla y se la guardo en el bolsillo, se disponía a salir del lugar cuando la cajera lo llamó.
-Señor, no olvide su ticket.- Esta vez, el músico si noto la insistencia camuflada en su voz.
-Ah, sí claro, gracias.- lo tomó toscamente sin darle importancia y se fue.
El azul del cielo había pasado a ser más claro y ahora con un toque amarillo. Enfrente de la tienda había un pequeño parque con juegos para niños y bancas de metal para sentarse, lLos arboles y pasto daban un enorme contraste con los inmensos edificios que dominaban los alrededores. Un parque tan pequeño y rustico en una zona comercial no era muy común.
El peligris se acerco al lugar para sentarse, pero paso de largo las bancas. Se acomodo en uno de los columpios más alejados de la acera. A lo lejos Hidan podía apreciar la bahía de Osaka y en ella brillaban las luces de una pequeña mancha que el suponía seria el aeropuerto Kansai. Agradecía estar lo suficientemente alejado como para no escuchar los tumultos y ajetreos de los aviones que volaban desde la isla artificial. Detestaba ese aeropuerto por la mancha que representaba en la tranquilidad del océano.
Siguió contemplando el sol que salía tímidamente al momento que reflejaba sus rayos dorados en el mar. A pesar de que ya estaba amaneciendo, un escalofrió le recorrió la espalda. Aun faltarían unas horas antes de que el sol pudiera consolarlo un poco del frio.
Decidió abrir la cajetilla para poder fumar un cigarrillo que lo hiciera entrar en calor. Abrió el paquete con una mano y con esta dio un movimiento rápido que provoco el levantamiento de uno de los pitillos. Lo aprisiono con los labios y se dio a la tarea de sacar con su otra mano el encendedor del bolsillo. Entonces sintió que estrujaba algo extraño en su palma.
Abrió su mano y vio el ticket de compra que la empleada había insistido que se llevara. Unas marcas de escritura resaltaban en la parte baja del papel. Hidan lo extendió y pudo ver que la chica había escrito algo con pluma sobre el total.
"Himura Chiyo 06-6691-1231".
Hidan miro con hastió el papel, lo estrujo y lo arrojo al suelo.
-Hoy en día, todas las mujeres son unas zorras-. Se murmuro para sí mientras sacaba su encendedor y daba fuego a su cigarro.
Por fin, el preciado humo lleno sus pulmones, haciéndole sentir ese confortable calor en su pecho, y el sabor de la nicotina inundo su boca. Cerró los ojos, se relajo y se dejo llevar por la paz que inundaba su cuerpo al entregarlo al vicio.
Se quedo pensando en el número de la chica. En verdad no había notado si era bonita o no. No se había fijado en ella en lo más mínimo. Era cierto que ser un cantante de rock te daba un aire peligroso que les encantaba a las mujeres, pero la clase de mujeres a las que atraía lo tenían harto. Sabía que si llamaba a esa tal Chiyo, seria (al igual que con muchas otras) simplemente para una descarga desenfrenada de sexo salvaje. Y no exactamente por qué fuera él quien lo sugiriera.
"¡Carajo! Es demasiado depresivo pensar que a mis jodidos 22 años me está aburriendo coger"
Al principio esto lo emocionaba, ya que debía admitir que la mayoría de sus fans estaban muy bien físicamente. Pero con el tiempo, terminas agotándote de la banalidad del asunto. Tenía cerca de un mes que solo se acostaba con Konan (omitiendo cerca de 3 ocasiones en que invito a groupies a su cuarto de hotel). Aunque ya también se estaba hartando de la peliazul, que no era muy diferente a las otras, quien lo quería como posesión y por el sexo.
Era raro admitir esto, pero se sentía algo usado.
-Jajaja.- Una limpia carcajada escapo de los labios del chico y su sonrisa socarrona de dibujo en su rostro.- Ya sueno como una perra, después terminaré luciendo tan femenino como Deidara.-
De repente su celular comenzó a sonar. Miro curioso su móvil: un mensaje nuevo del Uchiha.
"¿Y ahora qué demonios quiere? Solo falta que tenga poderes psíquicos que le avisen que estoy fumando". Pensó divertido, bromeando consigo mismo. Leyó el mensaje.
De: Comadreja.
Asunto: Aeropuerto a las 10.
Hoy tomaremos el vuelo de las 12:15 am a Tokio, tienes que llegar dos horas antes, así que más te vale estar ahí a tiempo.
Hidan miro el celular con sutil desprecio, en verdad se comportaba con una molesta madre. Siguió leyendo el resto del texto.
P.D: Por cierto, Apaga ese cigarrillo.
Hidan abrió los ojos como platos y no pudo evitar mirar a su alrededor. Miro de nuevo el mensaje con una gotita resbalando por su sien y cara de espanto.
"En verdad, esa maldita comadreja a veces me da miedo".
Miro su reloj, iban a ser las 7.
-Creo que vagare por los puestos de comida un rato, antes de tomar el jodido tren hacia el aeropuerto.- Decidió.
Dio una larga y ultima bocanada a su cigarrillo antes de tirar la colilla; se guardo el móvil y se levanto de aquel lugar. Se disponía a irse cuando algo le llamo la atención.
Era principio de otoño, casi todos los árboles del parque estaban amarillos o marchitos, pero entre aquella arboleada, uno en especial llamo su atención.
En la orilla del parque, escondido entre los demás se erguía un pequeño y hermoso árbol de cerezo. A diferencia de los demás, aun conservaba sus florecillas rosadas intactas. Hidan se acerco para verlo mejor, pero los otros árboles que lo rodeaban estaban muy juntos y le impedían el paso. Era como si de alguna forma protegieran al cerezo florecido, volviéndolo inalcanzable.
El hombre desistió y comenzó a caminar fuera del parque. Cuando sus pies volvieron a la acera, saco otro cigarrillo y se dispuso a encenderlo. Mientras tenía su manos juntas a la altura de su rostro, sucedió algo que lo dejo sin habla.
Un travieso pétalo de Sakura se poso suavemente sobre el dorso de su mano. Hidan se quedo estupefacto mirando la cosita rosa sobre su piel, se había colocado con tanta naturalidad sobre su mano, que parecía que desde un principio pertenecía allí.
Hidan la sujeto delicadamente con la punta de sus dedos y la olio. Tenía la fragancia de la primavera aun en ella. Sonrió, por primera vez en su vida enternecido. Por alguna razón ese pequeño y frágil pétalo lo lleno de paz.
Por el momento no le haría falta fumar.
Guardo la hoja cuidadosamente en el interior de su chaqueta junto con el cigarro que hace un momento estuvo a punto de encender y se fue del lugar, rumbo al centro del distrito comercial.
En verdad, que cosas tan extrañas podían ocurrir.
(En Francia, en la villa de los Haruno).
Aun era de noche. En unas horas la familia abandonaría su hogar, el que dese hacia tantos años llamaba casa, para viajar a otro continente. Un nuevo mundo desconocido y temerario para la joven, quien paseaba entre los jardines de la propiedad.
Sakura caminaba sin rumbo fijo entre las flores y los arboles, dejando que la fresca brisa de la noche inundara sus sentidos. No podía; por más que trataba le era imposible imaginarse a sí misma viviendo en otro lugar que no fuera aquel.
Lo más difícil de todo eso, más allá de abandonar su vida, era que con esa mudanza también estaba renunciando a sus sueños y aspiraciones. El problema era que nadie cercano a ella lo sabía, ni tampoco planeaba hacérselos conocer.
Todo el mundo se había retirado a dormir temprano, pero ella salió bajo la excusa de dar un corto vistazo a la casa antes de acostarse. Ese "corto" vistazo había durado ya dos horas, y las manecillas de su reloj se acercaban lentamente a la medianoche.
"Creo que deben ser cerca de las 8 de la mañana en Tokio. Qué horror, ¡ni el tiempo es igual! ¿Cómo enfrentar un cambio TAN grande? Esta mudanza es todo excepto sutil". Pensó la chica poniendo una mueca de cansada decepción en su rostro.
Se sentó recargada en el tronco de un hermoso roble que descansaba junto a un enorme rosal rojo. Podía ver toda la parte trasera de la mansión iluminada por las estrellas desde ese sitio. Vagamente se recordó a si misma jugando por aquel jardín junto con su padre. Ambos corrían durante largas horas en ese lugar intentando atraparse el uno al otro. También habían plantado (junto con los sirvientes) la mayoría de las flores que adornaban el lugar.
Cerró los ojos y recordó también la primera vez que Naruto la visito junto con su madre, Kushina, Tenia cerca de 3 años. Sakura y Minato se habían mudado de Paris en el 97, después de esa visita, un año después de que falleciera su madre.
Después de un año desde esa mudanza, su padre y Kushina contrajeron matrimonio y se mudaron a su residencia en Francia nuevamente, debido al nombramiento de embajador que le fue otorgado al hombre.
Ese momento fue uno de los más felices de su vida. Ver a su padre radiante de amor y tener oficialmente a Naruto como hermano era más que suficiente para que ella fuera feliz. Aun lo recordaba y sus ojos se inundaban de lágrimas de dicha, ese día su amigo rubio había logrado finalmente conseguir una familia completa.
Asimismo, en esa época fue cuando plantaron la chica y Kushina ese hermoso rosal que se encontraba junto a ella. Las semillas habían sido traídas desde la vieja casa de sus padres en Japón. Las rosas eran las favoritas de la madre de Sakura.
Su padre le había contado que su antes esposa adoraba esta flor; decía que a diferencia de la mayoría de las personas, ella no la veía como una delicadeza, sino que la encontraba fuerte y capaz de superar cualquier adversidad. Superaba el invierno y sus espinas demostraban su dureza. También decía que su color rojo sangre representaba vida y amor. Le atribuía más características masculinas a esa flor que a ninguna otra. Por eso desaprobaba la idea de que a las chicas las llamaran Rose, Sakura era un nombre más femenino.
La joven acerco su rostro a las enormes y hermosas rosas rojas que se extendían a su lado e inhalo su dulce perfume. Cuál fue su sorpresa al encontrar un aroma entre ellas que no era para nada fresco. No era desagradable y era también extrañamente familiar, pero en ese momento no podía identificarlo.
La chica miro perpleja las flores y entorno más la vista entre la oscuridad de los tallos para descubrir que causaba ese olor. Derrotada por la falta de luz de la noche, saco del bolsillo su celular e ilumino el suelo. Vio un pequeño tubito amarillento entre las raíces de las plantas.
Curiosa, lo tomo (cuidadosa de no espinarse la mano con las rosas) y acerco ese objeto a su vista.
Era la colilla de un cigarro.
-¿Pero qué haces tú aquí?- Le pregunto al aire como si la colilla fuera a darle respuesta. Frunció el entrecejo algo molesta. Luego cerró los ojos y se limito a suspirar cansada.
-Bueno, supongo que debería sorprenderme de no encontrar más que una sola colilla. Después de todo hubo montones de trabajadores de mudanzas todos estos días. Sobra quien pudo ponerse a fumar a escondidas.- Dijo para sí mirando con un gesto comprensivo el sobrante del cigarro.
"De alguna forma" Pensó la chica "De alguna forma ese olor a tabaco se conserva aun fuerte en esta colilla, pero no echaba a perder el perfume de las rosas. Creo que, por más extraño que parezca, la aspereza del olor lo acentuaba y se funde de una manera muy agradable…"
Si, no podía ocultarlo, le encantaba el efluvio que impregnaba el aire cuando alguien fumaba. Era en cierta manera cautivante.
La pelirrosa pensó en lo que había razonado una vez más, y una limpia carcajada, fluida como el agua resonó en la noche.
"Si claro Sakura, después podrías hacer un perfume con ese aroma. Printemps de Cigarettes, la nouvelle fragance de Sakura Haruno".
Nuevamente, su suave risa inundo el jardín, llenado el ambiente de la frescura de su alegría.
-Bueno, dudo que se venda mucho.- Dijo para sí. Guardo la colilla en el bolsillo de su pantalón para más tarde desecharlo en el cesto de basura de su casa. No iba a dejar algo así tirado entre las rosas.
Entonces se recargo nuevamente en el roble y contemplo la bóveda celeste que refulgía imponente ante sus ojos. En eso, una estrella en lo más alto del cielo resplandeció divinamente, resaltando entre las demás. Parecía querer llamar la atención de la joven, la cual sonrió.
"Tal vez, te pueda pedir un deseo" pensó mientras miraba a la estrella.
Junto sus manos a manera de plegaria y sonrió cerrando los ojos.
"Por favor, dame alguna señal de que esta mudanza será todo excepto un error. Mejor aún, adviérteme si no debo ir, guíame si lo mejor es quedarme aquí y contarle la verdad a mi padre".
Abrió de nuevo los ojos y sonrió. Que deseo más desesperado. Peor aún: que cursi era hacer tal cosa como pedir un deseo a una estrella; a su edad ya sonaba algo patético.
Alzo la vista nuevamente para contemplar el brillante astro, pero este ya no estaba. Como arte de magia, la estrella había desaparecido, perdida entre el mar de puntos de luz en el firmamento.
Sakura se quedo sin aliento, sorprendía sin saber que pensar. Finalmente, sonrió enternecida y cautivada ante lo que la gente llamaba la magia de la vida. Parecía que aun estaba permitido soñar.
Finalmente las manecillas de su reloj marcaron la medianoche. Se puso de pie y camino hacia la casa, no sin ir pensando en lo que acababa de ocurrir. Nuevamente sonrió divertida, mientras se abrazaba a sí misma para protegerse del frio rocío que comenzaba a caer.
En verdad, que cosas tan extrañas podían ocurrir.