N/A: Buenas, reedité esta historia, simplemente porque me pareció algo desordenada. Tenía la idea fija, ahora que estoy de vacaciones, de convertirme en una máquina de fics, pero la inspiración de la nada desapareció, así que para tratar de "re-inspirarme" me ha dado por "arreglar" mis antiguas historias. En fin espero que la disfruten.


El Vago Recuerdo de lo que Fue


I


La luz entraba con tanta fuerza por el ventanal que lastimó sus ojos. Las largas sombras de sus padres se extendían por el suelo para trepar las paredes como grandes arañas, hablaban en un lenguaje que él no alcanzaba a entender. Aquella luz tan poderosa, a ratos, no le dejaba ver y cuando eso ocurría se veía impedido de moverse o articular vocablo alguno, solo balbuceaba y nadie le prestaba atención; ella parecía sentada ¿Sobre una silla o la cama? Su padre estaba de pie y se cubría el rostro, ahogando en su mano, y como podía, los gemidos que provenían de su boca. Parecía avergonzado y triste.

Era esa luz la que evitaba que viera su rostro y no podía definir ninguna de sus facciones, ver si realmente se él parecía a ella o no. Era obvio que discutían ¿Sobre qué? Jamás lo sabría. De todas maneras les habló, ahora que aquel momento le parecía tan lejano también lo eran sus palabras, las cuales articuló en el mismo e incomprensible vocabulario de ellos. Tenía toda la intención de obstruir aquella discusión y junto con ello llevarse a su madre lejos de de su padre.

Mas, como siempre, escuchó su nombre proveniente del primer piso, alguien le llamaba y aunque sabía que debía, y tenía que quedarse ahí, junto a ellos, fue tras esa voz. Bajó las escaleras y se encontró con un niño un poco mayor que él, tampoco tenía rostro, tampoco lo recordaba.

Llegaron ambos, a la cocina.

¿Qué haces?preguntó.

Tengo hambrecontestó, mientras llenaba un vaso con leche y se llevaba un pan entero embetunado con mantequilla.

Viéndolo, él también quiso, pidió lo mismo y el muchacho no tardó en dárselo. Recordó entonces a sus padres y todo lo que había tratado detener, hizo un mohín de molestia que pronto olvido. Se dijo que debía volver y detenerlo todo, pero no; salió al jardín, asqueado de aquella luz blanquecina y brillante, la que no le dejaba ver, ni hablar o respirar. La que borró para siempre el rostro de su madre y convirtió a su padre en una moustrosa araña. Esa luz, tan blanca, tan molesta.


Entreabrió los ojos, había dormido largas horas desde el día anterior y aun así sus gestos eran cansados y aburridos, al igual que sus movimientos. Se llevó una mano a la frente y tocó con el dorso esperando encontrar la fiebre o algo que le invitara a no asistir a clases aquél día.

No había nada.

El verano terminaba y podía oír como los pájaros trinaban alegremente.

"¿Me despertaron ellos?"

No, hace buenas horas que el sueño le abandonó, pero le gustaba tratar de volver a este, manteniendo los ojos cerrados, con la esperanza de notar algún detalle que le diera un indicio del rostro de la mujer. Siempre trataba de hacerlo. Pero el tiempo le obligó a resignarse, extrañamente no recordaba ningún suceso posterior a ese momento en particular, supuso que era solo eso un sueño; que él muchas veces había confundido con un momento real.

Se levantó y fijó la vista en su radio reloj;06:55 AM. Miró fuera y el sol iluminaba como si fuera medio día, y el calor… el calor era comparable a todos los días que le precedieron. Volteó la cabeza a su habitación y la encontró sucia y desordenada ¿La limpiaría? Tal vez.

Con destreza y sin ganas se fue al baño, ahí escuchó la alarma de su radio, la dejo continuar, no le interesaba, al cabo de diez minutos salió.

Desnudo fue a su armario y ahí encontró su uniforme, limpio y planchado, bajo este su bolso deportivo, del cual sobresalían sus tenis. Debió de haber sido su padre. Recordó el sueño y la rabia que sentía por en ese momento, no era algo traspasable a la realidad claro, pero le molesta evocar aquella idea.

Ya vestido, abrió con fuerza las cortinas de su cuarto, dejando que aquella molesta luz entrase armada a su habitación, ahora no cerraba los ojos, apenas hubo cambio alguno en su rostro cuando las penumbras desaparecieron de golpe. Si se había vuelto así, a veces se preguntaba si era por aquél sueño, en ocasiones desechaba esa idea y entonces el recuerdo le atizaba con especial fuerza, como burlándose de él y su indiferencia.

Ya listo bajo las escaleras, comenzaba su segundo año, y era el primer día de clases, antes de salir, vio en la mesa un vaso de leche y un pan con mantequilla, al lado de estos la nota que decía: "Kaede, la bicicleta funciona perfectamente, nos vemos".


Como siempre lo hicieran, desde que se conocieran, Haruko, Fuji y Matsui, se reunieron dos cuadras antes de llegar a Shohoku, frente a una tienda de ropa que a esas horas aún no iniciaba su día.

Haruko se mostraba alegre y cordial, el ánimo de Matsui era más tranquilo y aburrido, mientras que Fuji siempre había sido callada y tímida. Todas extendieron sus manos al saludarse. A diferencia de otras amigas, ellas se vieron durante todo el verano, así que no existían temas pendientes como para iniciar una conversación que no se centrara en la pasión de Haruko y actual pasatiempo de sus amigas.

Ahora que era ayudante de Ayako, no existía para ella otro tema que no fuera el baloncesto, en cuya terminología sus amigas se estaban entendiendo. Por iniciativa de Haruko ambas comenzaron a acompañarla en sus entrenamientos matutinos como una simple forma de pasar el tiempo.

A Matsui le causaba cierta indiferencia el juego, a pesar de mostrarse más que hábil en el. Por otro lado admitía que aquello le terminó ayudado a relacionarse con más gente de su misma edad. Así entendió que existía un mundo completamente diferente al de las salas de clase en donde sus compañeros de su instituto pudieran ser jóvenes serios y dedicados. Para Fuji, significaba un poco más, algo de místico aparecía junto a los jugadores cuando tomaban sus posiciones en la cancha ¡Aquellas milagrosas jugadas en las cuales todos perdían el aliento! Eran tan diferentes a los muchachos que conociera en la preparatoria, y aún así eran los mismos. Para ella, de comunes pasaban a convertirse en semidioses de aquél olimpo del baloncesto, de lo cual solo se podía admirar. No tenía la experiencia de Haruko ni la habilidad de Matsui, solo sabía que era buena corriendo, pero una completa nulidad en lo que el manejo del balón respectaba. De todas maneras era ahí conde ella veía pasión y era eso y no otra cosa lo que encendía su corazón cada vez que algunos de esos mastodontes saltaban o corrían.

La llegada a Shohoku, fue para ellas como la de cualquier día, aunque existía cierto relajo general, vieron a Ayako caminar presurosa a ellas sonriéndoles.

— ¡Ah... Haruko...! — dijo alzando el brazo, esta le sonrió —…justo pensaba en ti — sin darle tiempo de responder le entregó una gruesa capa de varios papeles.

— ¿Son estás las…? — dijo observando el papel.

— Si... las solicitudes de ingreso al equipo, esperaba que me ayudaras a entregarlas…— Haruko asintió casi honrada. Hecho esto, Ayako las dejó disculpándose ya que debía tratar asuntos con el nuevo capitán. La chica mostró las solicitudes a cada una de sus amigas, quienes también se comprometieron a ayudarle.

Pronto la mirada de Haruko se perdió cuando vio llegar a Kaede Rukawa montado en su bicicleta, una oleada de ansiedad se vino a colar en la garganta de la muchacha, había esperado verle nuevamente durante todo el verano, más conociendo que no tendría el valor para decirle nada, no fue capaz de buscarle. Trató de fijar en él la vista para notar algún cambio, pero Rukawa lucía tal cual el año anterior y nada en él parecía haber sufrido alguna mutación que pudiera calificarse como llana y simple maduración física. Pronto las miradas de ambos se cruzaron, cosa que hizo enrojecer a Haruko, tragó saliva nerviosa y sintió como el corazón se le aceleraba, a diferencia de otras ocasiones Kaede respondió aquél gesto con un frío saludo, lo que hinchó su corazón, al dar por entendido que ya no le resultaba indiferente, ella alzó la mano, contestando nerviosa y viendo las solicitudes en sus manos, su cerebro le ordenó hablarle, era obvio, ahora tenía una verdadera excusa para hacerlo.

— ¡Rukawa! — exclamó nerviosa, sin tratar de pensar mucho en ello, causando la expectación de sus compañeras, así como las del fan club de Kaede -que le observaban atentamente-. Este volteó, mirándole por sobre el hombro.

— ¿Qué quieres? — habló con tono impasible.

— Eh… debes, debes tener una de estas…— dijo con acopio extendiéndole una de las solicitudes, aunque la voz le temblaba. Rukawa prácticamente le arrancó de las manos el papel y le hecho una ojeada.

— Gracias — finalizó antes de darle la espalda y continuar su camino, Haruko no supo si sentirse desolada o triste, mas todo lo solucionó como lo hacía siempre; Kaede Rukawa era un miembro ocupadísimo del equipo, no podía darse el lujo de perder su tiempo con ella.

No pudo evitar entonces; el divagar en los recuerdos que le unieran aquél muchacho, muy pocos en verdad.

— ¿Has sabido algo de Sakuragi? — le interrumpió Fuji, nuevamente Haruko enrojeció recordando los momentos compartidos con el vivaz pelirrojo, eran muchos más si lo comparaba con Rukawa, incluso de los que ella esperaba y aquello le confundía, sus amigas no sabían que ella y Sakuragi compartieron correspondencia durante el verano y ahora que lo recordaba él no había contestado sus últimas misivas. Aquello le llenó de un sentimiento frío que le confundió aún más, de pronto notó que llevaba muchos segundos en silencio, debía de contestar ya.

— Nada, mi hermano habla muy poco de él – solo en eso quedó. Sus amigas no sospecharon de su reacción, aliviada sonrió y les invitó a entrar a clases.


Riota Miyagi desempolvó las cortinas y abrió las ventanas. Las últimas dos semanas se dedicó a descansar en la casa de sus abuelos en Hokkaido por lo tanto poco y nada se enteró de lo que ocurría en Kanagawa y con Shohoku. En esos últimos días de vacaciones Ayako no había salido de su cabeza y si bien se encontraba a gusto con su familia, le urgía que el tiempo trascurriera con mayor velocidad. Sin tener nada que hacer todo podría volverse tedioso y muy aburrido.

Sin embargo, ahora que sus responsabilidades eran mayores, una idea algo dolorosa parecía haber calado en su interior, principalmente basándose en los deseos propios de su edad y en cómo estos se relacionaban con la chica, tenía la fija idea de que el no verla había afectado profundamente su ánimo. Con aquello en la cabeza, entendía que para ser el hombre que ella merecía debía, finalmente, tomarse las cosas en serio. Ahora parecía por primera vez entender la posición del capitán Akagi, si quería repetir el logro del año anterior -cosa que ya se esperaba de él- tendría que volverse tan estricto como lo fuera el Gori.

Mas, de momento, su pensamiento estaba fijo en sacar a los insectos y huéspedes que se adueñaron de los rincones del lugar, aún era temprano tendría tiempo de sobra para sacar ese olor a sudor y humedad. Una limpieza profunda, no era tan necesaria solo bastaba con ventilar lo más posible, así como pasar limpiador por las ventanas y especialmente en las duchas, barrer sobre los casilleros del equipo y desempolvar los estantes junto a la mesita que usaran como cualquier cosa que necesitaran, sería una actividad relativamente rápida, hasta que pasó la escoba sobre los casilleros, el polvo acumulado atacó de inmediato su uniforme blanco y limpio, exclusivo del primer día de clases. No quería llegar convertido en un pordiosero a su salón y que Ayako le viera así; se sacó su camisa y la dejó en su propio casillero, luego miro la sudadera blanca que usara bajo esta y le pareció adecuado hacer lo mismo, su bien formado abdomen quedó al descubierto justo en el momento en que Ayako hacía ingreso a los camerinos buscando al nuevo capitán.

En cuanto ella le vio, supo que tenía que esconderse.

La muchacha hacía esfuerzos por calmar su respiración, así como intentaba bajar el rubor de su cara. No lo entendía, no había razón alguna para reaccionar, así, al menos no con Miyagi…

Las palabras tan bien preparadas que tenía para él se esfumaron de su cabeza, y su boca solo parecía balbucear algo sin sentido, mientras intentaba calmarse le escuchaba mover el mobiliario del cuarto así como maldecirlo a este y sus compañeros por lo desordenados y sucios que eran. No pudo evitar reír y sintió como sus colores bajaban y su corazón se tranquilizaba, solo entonces se vio capaz de golpear la puerta con fuerza para darse a escuchar.

— ¡Adelante! — dijo él, Ayako asomó la cabeza y como no le vio de inmediato llegó a la obvia conclusión de que Miyagi se encontraba limpiando las duchas, además que el fuerte olor cloruro se lo indicaba. Alzó la voz para alertar a Riota, no lo admitía pero si le veía nuevamente con el torso desnudo enrojecería.

— ¡Miyagi!... ¿Dónde estás? — Riota sintió la voz de la muchacha, al momento en que un frío escalofriante le indicó que se escondiera, su ropa se mantenía en su casillero, no podría ir y tomarla, ya había cometido muchas estupideces frente a ella y aunque odiara admitirlo, la verdad es que no le conocía muy bien, así que no podría descifrar si es que a ella le ofendería o no verle semi desnudo.

No, no podía permitirse ser un asno, debía de mantenerse serio de una vez.

— Eh… ¡En las duchas..! — contestó, casi escondido se agachó y asomó la cabeza por el borde de una pared de loza que separaba las duchas del resto del lugar. Ayako estaba ahí, observando sin mucho interés el desorden que provocó al mover los muebles de su lugar.

— ¿Te estás duchando? — Riota enrojeció y rápidamente contestó;

— ¡No!... solo limpio este lugar…

— Oh… ¿Necesitas ayuda?

— ¡No! — gritó, Ayako dio un respingo de la sorpresa, miró a su alrededor y dijo:

— Yo diría que si… — Riota maldijo por lo bajo.

— No… en serio… Ayako, no la necesito.

— Pero llegarás tarde a clases…

— No… te preocupes por eso – La chica recorrió el lugar con la mirada, Riota seguía oculto de su vista, observándole. Esta se encogió de hombros, si bien no lo demostraba, entendía la negativa del muchacho, había querido parecer natural y lo consiguió, suspiro cosa que Riota vio, tomó su bolso y tal cual lo hiciera con Haruko, dejó un fajo de solicitudes de ingreso al club de baloncesto, sobre la mesita del lugar.

— Te dejaré las solicitudes para el equipo — Riota se extraño.

— ¿No las entregaras tú? — Ayako sonrió.

— Solo la mitad, tendremos mucho trabajo este año… — Ayako tenía razón, dejando de lado la complicada situación de ese momento, el hecho de haber llegado a las semifinales del campeonato el año anterior no haría más que complicar las cosas, en muchos sentidos, este presente año.

— Las dejaré en la mesa…

— ¡Bien! – dicho esto, la chica se retiró, solo entonces respiró con calma, preocupándose de coger su ropa. Rápidamente se colocó que pie y con velocidad aún mayor, se vistió, no fuera que Ayako decidiera volver.

Revisó los papeles con calma y sonrió, esta muchacha hacía todo a la perfección.


La chica miró con cierto recelo a su hermano, no le había parecido para nada el que le forzara a tomar esa decisión, pero ya estaba aceptado, no le quedaba otra opción que cumplir con su palabra. Imaginó todo lo que se perdería y enfadada habló toscamente.

— Si no te apresuras llegaré tarde… — este solo le observó con gesto arrogante, se encogió de hombros dándole a entender que no le importaba en lo absoluto, él mismo ya iba atrasado. Dio una calada a su cigarrillo y extendió dos a la chica, esta los guardó en su bolso al momento en que su hermano se detenía para dejarle un par de calles alejada de la preparatoria Shohoku, la muchacha descendió con rapidez y antes de marcharse dijo:

— Envía mis saludos a Fujima-san

— Ok… – asintió él extendiendo su mano.

Usume lo vio alejarse a gran velocidad, pensó en fumarse uno de los pitillos entregados, pero no le interesaba apestar a humo en su primer día. Sacó los audífonos y se los llevó a los oídos. A pesar de que hacía calor y era verano, llevaba la chaquetilla azul marino del uniforme escolar, claro que abierta; como acostumbraba hizo sobre salir el cuello de su blusa sobre el cuello de esta, las mangas subidas hasta la mitad del brazo, aún llevaba el cabello mojado pero no le importó y se lo amarró en una apretada cola de caballo. Cogió su walkman y dio inició al "play", primero silencio y luego una voz triste y rastrera comenzó a cantar:

"I am the key to the lock in your house…"

Pronto la música se desvaneció entre los pensamientos que rondaran su cabeza, sobre todo la molestia que le generaba el tener que ir a una preparatoria desconocida, de la cual muy poco sabía.

Habían llegado hace solo unas semanas, siendo Soujiro su apoderado no se dedicó mucho en buscar una preparatoria que a ella le pareciera adecuada, finalmente le convenció hablándole del equipo de Shohoku, y de sus logros del año pasado, siendo unos "novatos" en eso de los campeonatos. Usume le preguntó sobre el equipo femenino, a lo cual su hermano le había dado una respuesta positiva, aquello le pareció una mentira más de las cuales Soujiro se valía para hacer… cualquier cosa a su gusto.

Pero cuando lo meditaba con mayor detenimiento, tenía que darle un chance, venía de una carrera fracasada y frustrada en los Estados Unidos, a la cual no podía siquiera asignarla como una falta de voluntad o habilidad, aunque ella no podía hablar de ello, era el secreto de ambos, nadie podía saberlo. Así que el ponerse exquisita por un detalle tan nimio como el baloncesto le resultaba egoísta. De todas maneras hubiera preferido ser enviada a Shojo o Ryonan ¿Pero Shohoku? Suspiro al momento en que la canción terminaba.

Ya conocía las instalaciones, el viernes recién pasado dio un recorrido por estas, había visto su salón, así como la dirección y a algunos de sus miembros. Solo era cosa de adentrarse en aquella floresta de adolescentes y púberes en movimiento. Notó que era observaba, ya fuera porque era una desconocida, o porque su forma de llevar el uniforme era más bien poco ortodoxa –desordenada- y aunque trató de apresurarse llegó tarde a su salón, no importaba, era el primer día.

Tocó tres veces antes de que la puerta se abriera, no pudo evitar sorprenderse antes quién le recibía; era la maestra más joven y bella que nunca hubiera conocido, dio una rápida ojeada a sus nuevos compañeros y todos ellos parecían detenidos sobre esta, solo unos pocos se dignaron a mirarla, lo cual le alivio, siempre prefería pasar algo inadvertida -lo cual entendía era una contradicción debido a su forma de llevar el uniforme- pero consideraba que no era su culpa que los japoneses fueran tan reprimidos.

Ayame Kinoshita, como se había presentado la maestra daba las lecciones de matemáticas, vestía formal y llevaba gafas, lo que le hacía lucir elegante. Con suavidad le indicó que se presentara. Usume no dejaba de mirarla, desde su punto de vista las mujeres y los números no se llevaban en lo absoluto. Sus ideas sin embargo habían cambiado estando en Norteamérica, así que sus prejuicios se basaban principalmente en que encontraba muchos defectos en los japoneses, incluyéndose ella misma. Por otro lado siendo una contradicción a sus propias ideas –nuevamente- a ella no le iba para nada mal en aquellos ramos, le divertía el sobresalir, además de que las exigencias de su hermano no le permitían menos, por ello mismo se había involucrado en el baloncesto, no solo por acompañarlo, si no para ser igual o mejor que él.

Kinoshita le dejó a solas frente al resto de sus compañeros, muchos le miraban con indiferencia o curiosidad, no le importó.

— Soy Usume Kenta… y vengo de la preparatoria Robert Kennedy en Chicago, Estados Unidos — solo entonces aquellos que no miraban parecieron notarla, se escucho un "Oh" masivo recorrer sigilosamente todo el salón, uno de sus nuevos compañeros alzó rápidamente la mano, Kinoshita asintió indicándole que preguntara.

— ¿Eres de allá?

— No, solo estudie un año y medio allá — otro significativo "Oh". La maestra se le acercó y le tocó el hombro suavemente.

— Puedes sentarte ahí — le dijo, indicándole el último puesto en la fila sujeta a los ventanales del salón. Fuera de aquello, Shohoku parecía una secundaria tan normal como todas las que conociera, aunque aún lamentaba el no verse entre las filas de Shojo o Ryonan.

— ¿Quién es ese muchacho? — escuchó preguntar a la elegante maestra, mas no prestó atención con la vista fija en su puesto, poco le interesaba.

— Kaede Rukawa — escuchó como respuesta.

Un escalofrío comparable a la muerte bajo por su nuca para recorrer su espalda, se giró para ver el rostro del interpelado y confirmó sus momentáneos terrores, vio como la maestra trataba de despertarlo. Era él.

¡No! ¡No podía ser! ¿Acaso Soujiro lo sabía? Trató de calmarse mientras un sentimiento de pánico le urgía para que saliera corriendo. Imperó la razón y a penas se sentó sacó un cuaderno y fingiendo que leía se cubrió el rostro con él.


Kaede entreabrió los ojos molesto, para toparse con la vivaz mirada de su nueva maestra, por alguna razón que no entendió, pensamientos extraños cruzaron su cabeza. Ella le tocaba el brazo suavemente.

— Es importante que prestes atención en clases — le dijo muy calmada para después sonreírle. Rukawa sintió una, aún más extraña, comezón subirle por la garganta para finalizar en su rostro.

Ardor, y una horrible vergüenza al creer que se sonrojaba.

Para su alivio, nadie le observaba, al menos no con atención, Usume seguía con el rostro oculto. Vio alejarse a la maestra y tal cual muchos de sus compañeros no fue capaz de sacarle la vista de encima.


Kenji Fujima caminaba a paso normal; tranquilo y seguro, al tiempo en que procesaba, a una considerable velocidad, todos los datos que su libro entregaba. No necesitaba mirar el camino, lo conocía de memoria. Como muchos a su edad había ingresado sin problema a la universidad de Kanagawa. Mas por sus capacidades académicas que deportivas, aunque en aquel sentido también había ganado una beca.

Ahora, Kenji Fujima era consciente de sus capacidades y realista en cuanto a lo que pudiera lograr con ellas. Japón a un nivel profesional, no era un país ávido de baloncesto o basketball, solo en secundaria y preparatorias corría como un deporte popular, aunque no tanto como el baseball o el soccer. Por otro lado, como un profesional de la matemática o economía tendría muchas más opciones de asegurar su futuro y vivir, así, una vida acomodada, además de que podría dejar tranquilos a sus padres, que si bien le apoyaban no veían su afición por el basket como la pasión que realmente era para él, si no como un simple hobby. Su sueño de ganar el campeonato nacional, se vio duramente truncado en sus últimos dos años, lo que sin poder evitarlo, obviamente, le llenaba de la más tranquila frustración. Suerte para él que no era un muchacho sentimental como lo fuera Sakuragi o Akagi.

Aquella frustración, pronto se convirtió en deseos de reiniciar todo y de hacer cambios drásticos en el manejo de Shojo, lo cual le llevó a ofrecerse como el nuevo director técnico del instituto, era lo que más disfrutaba y lo único que le hacía perder el sueño. De momento si, entendía que debía darle tiempo al tiempo. Irónicamente se había vuelto suplente en la universidad, debido a su estatura, modales y educación se le tomó por un simple novato, tanto el entrenador como los jugadores, y era cierto que el nivel en la universidad aumentaba considerablemente, volviéndose extenuante aun para los físicos acostumbrados al deporte como el suyo. De todas maneras, sorteo con éxito las pruebas que los universitarios le obligaran a realizar, se impuso sobre ellos y estos viéndose superados por un "novato" como le llamaban, prefirieron obviarlo dejándole de lado, además que la elegancia del muchacho los irritaba profundamente. Él entendía todo eso y admitía que era algo infantil, pero qué más daba; los hombres eran infantiles. A toda esa situación, le daba la misma importancia que en aquél segundo le daba al camino que seguía.

Suerte diferente corría Hanagata, con quién también compartía equipo, aunque el muchacho se había decidido por informática, su altura, superior incluso a miembros activos del equipo, le había facilitado en mucho las cosas. Aunque el trato que tenían hacia él no era muy diferente al que daban a Fujima. Aún así ahora se encaminaba a Shojo, a conocer al nuevo equipo. Pues en la universidad solía entrenarse solo al equipo titular, al cual él no pertenecía, mucho de ello propuesto en un afán de fastidiar al tranquilo muchacho.

Cerró, entonces, su libro y se detuvo al pie del semáforo; estaba en rojo. En contra de lo que se pudiera pensar, su actual situación no ocupaba más que un mínimo de su cabeza, a diferencia de su actividad extra programática, en la cual solía visualizarse la mayor parte del día. En aquello estaba cuando de una voz perdida, pero muy familiar escuchó:

— ¡Oye tú!... ¡Sub púber! — hace años que no le llamaban así, cosa que le hizo retroceder de manera instantánea a sus primeros días en Shojo. Volteó cuando el ruido de la bocina de un auto pareció seguir a esa voz llamándole especialmente a él.

No tardó en toparse con la alta figura de Soujiro Kenta, quién extendiendo los brazos le llamaba a acercarse. Una profunda emoción se apoderó de él, forzándole a abrir los ojos con sorpresa. Cruzó la calle y a pesar de no tener muchas palabras para tan repentino reencuentro, supuso, conociendo a Kenta, que no harían falta, y así fue.

Este lo estrechó y alzó en el aire -Fujima era considerablemente más pequeño- Hecho esto, le besó en la cabeza torciéndole en cuello con tal fuerza que Fujima creyó que se la desprendería del cuerpo. No pasó más de un segundo, hasta que Kenji se sintió fastidiado y se separó molesto por lo empalagoso de su amigo.

— ¡Ya basta Kenta! — exclamó en tono dogmático, lo que causo risas en su ex – compañero, contento de verle nuevamente.

— ¿Acaso no me extrañaste? — Fujima asintió en silencio y carraspeando, guiándose por el más estricto protocolo -que consistía en mantener a Kenta lejos-. Nuevamente, esto provocó las risas de su amigo.

— Ven, sube — le ordenó — ¿Dónde vas?

— A Shojo — contestó, Kenta sonrió.

— ¿Repetiste el año? — preguntó burlándose — en tú caso debió de haber sido para tratar de ir al campeonato nacional — Si bien Fujima estaba contento de ver a un antiguo amigo, le molestaba en exceso aquella jocosidad que Kenta siempre ostentaba, este consiente le fastidiaba aún más. Cosa que a su vez Fujima sabía.

— Yo volveré a Shojo — finalizó el muchacho nuevo.

— ¿Volverás? ¿Acaso no deberías de ingresar a la universidad?

— Lo sé, pero es solo un año… no es tan terrible, además perdí todos los papeles que certificaban mi graduación — sonrió, Kenta, cínicamente a su amigo. Kenji podía imaginarlo quemando y destruyendo los mismos. Soujiro sacó un cigarrillo, como siempre lo hiciera le ofreció a Fujima, esté negó.

— ¿Cómo es que tienes permiso de conducir?

— Es falso.

— Oh… que bien… y ¿Si nos detiene la policía?

— Les diremos que soy tú padre — Fujima, nuevamente le miró con gesto aburrido, el que se viera más joven de lo que era, funcionaba como poderoso tema de burla para Soujiro Kenta.

— Mejor hablemos de ti — contraatacó Fujima — dime algo de tus logros en América — por primera vez se vio a Kenta silencioso y molesto, mientras que Fujima sonreía burlescamente. El auto se detuvo bruscamente en medio de la avenida, provocando un gran desorden en el tráfico. Kenji, devastó con la mirada a Kenta, este continuó como si nada hubiese ocurrido.

— Volveré a jugar por Shojo — dijo Kenta quebrando el hielo.

— Me tendrás como director.

— Así es la vida… Oh, por cierto Usume te envía saludos.

— ¿Cómo está ella?

— Fastidiada, quería entrar a Shojo o Ryonan.

— ¿Ryonan?

— Si, su querido Sendoh está ahí — Fujima asintió, como recordándolo todo, incluyendo al muchacho.

— Usume calificaba para ambas ¿Por qué no ha ido a alguna de ellas?

— Yo se lo ordené… la necesito en Shohoku.

— ¿Shohoku? — preguntó Fujima extrañado.

— Si, será mi espía

— Shojo no necesita espías

— No dije Shojo, dije para mí; Soujiro Kenta — si, era el mismo de siempre, caprichoso, irónico e iracundo, además de egoísta.

— Quiero saber de una chica — si, aquello era factible. Fujima estaba casi seguro de que Soujiro Kenta era el único que podía jactarse de haber perdido la virginidad a los diez años.

— Le exiges demasiado — finalizó.

— Ella puede con eso – Fujima suspiró.

— Estuve averiguando sobre el torneo del año pasado — dijo Kenta cambiando de tema — ¿Algo que deba saber?

— Supongo que ya sabes de Kaede Rukawa, así como de Nobunaga Kiota — Kenta asintió.

— Así que Mitsui volvió al ruedo — Fujima asintió.

— Yo no me preocuparía por él.

— ¿Y por quién si lo harías?

— Kaede Rukawa — Kenta frunció el ceño.

— ¿Kaede… Kaede… de que preparatoria es?

— Shohoku.

— ¿No sabes en que secundaria asistía?

— No lo recuerdo — Kenta se encogió de hombros, dejando pasar el tema, si no lo recordaba, no debía de ser importante.

— ¿Hanagata está contigo?

— En la universidad no, tenemos carreras diferentes, pero él es titular del equipo, fue aceptado de inmediato.

— ¿Aceptado de inmediato?

— Si, en estos momentos entrenan, yo voy a Shojo para no perder la condición física — Kenta entendió de inmediato y miró a Fujima a los ojos, este le respondió, si había alguna frustración o molestia, la mirada de Kenji no lo traslucía, y lo más probable es que no lo sintiera. Debió de haber ocurrido lo de siempre, le vieron la cara de pendejo y se asustaron de su inteligencia y habilidad. Para asegurarse le dejaron de lado inferiorizándole en un rango que no merecía.

Pero Fujima, impenetrable como siempre, no mostraba nada, aquellos imbéciles debían de parecerse mucho a él. Kenji Fujima en verdad que podía jactarse de ser verdaderamente inteligente.

— ¿Y Maki? — preguntó.

— En la universidad.

— Valla — dijo terminando en un suspiro que llamo la atención de su compañero.

— ¿Qué ocurre?

— Tendré que esperar un año más, para cagarme en él.


Hanamichi recorrió las afueras de Shohoku sin gana alguna de ingresar, ya era tarde así que fácilmente podría irse de pinta, su madre jamás lo sabría y lo más factible es que en Shohoku tampoco nadie se diera cuenta. El Gorila ya no estaba y parecía ser el único interesado en su regreso.

Para entender la melancolía que se hacía presente en el muchacho en aquél momento, práctico sería retroceder y explicar los eventos que habían marcado su actual estado de ánimo.

Si bien una de las últimas noticias recibidas por Haruko le hablaba de sus avances, hubo ciertas situaciones que ensombrecieron su carácter. El haber visto a Rukawa con el uniforme de la selección de Japón se convirtió en una meta a seguir y superar, pero muy en contra de lo que su energía dictaba, Hanamichi salió muy mal en la mayoría de las pruebas que se le realizaran en su alejamiento de Kanagawa. A pesar de todo su optimismo, se vio aplastado las suficientes veces como para hacer mermar su alegría y optimismo, aunque no para hacerlo desaparecer, claro está. Además por mucho que lo deseo y espero jamás tuvo visita alguna que no fuera la de su madre, y bueno a esta jamás le habría dicho nada sobre sus sentimientos a Haruko.

Con ella se enviaron muchas cartas durante el verano, pero todas y cada una de ellas, le daban a entender la tranquila cordialidad que la chica le ofrecía, en sus días más decaídos, esa idea le atizaba con la molestia de la burla. Lo cual terminaba aplastando sus ganas de reencontrase con ella. Aunque a veces se despertaba con todas las ganas de volver y decirle de una vez por todas todos los sentimientos que hacia ella guardaba. Era muy difícil entenderlo, sobre todo para él.

Además se hacía eco el proceso de la maduración, que debido a las circunstancias por las cuales pasaba, tomaba un cariz algo oscuro y pesimista. Por mucho que trataba de que no hicieran mella en él, pero ahí estaba, sutil y tranquilo, esperando ser removido para cobrar fuerza. Finalmente se le dio el alta. Con extrema reticencia, su doctora le recomendó una y otra vez no esforzarse en el juego "solo es un juego" le decía y le declaraba una y otra vez el poco futuro que tendría en el considerando la situación de Japón con respecto al deporte en sí.

Pero para Sakuragi, no era solo un juego, es cierto que había llegado a el, gracias a Haruko, pero debía admitirlo, se había vuelto mucho más importante de lo que él mismo creyera alguna vez, y verse ahora disminuido por algo que no controlaba, era sinceramente una patada en las bolas de parte del destino.

Y pensar que todo había comenzado por aquella chica.

El toparse, en esos momentos con Haruko, más que alegría, le oprimía el corazón al verse aceptado y correspondido solo como un amigo, sobre todo considerando que ese no era el papel que quería cumplir en la vida de la muchacha. Quizás era pedir demasiado, pero tras semejante alejamiento se creía con la posibilidad de pedir mucho más, sobre todo considerando que cada día que paso, no hubo nadie más que ella en su cabeza.

Por otro lado, cuando su verdadero yo, hablaba dentro de él solía preguntarle ¿No lo había aceptado así acaso? ¿Había en algún momento ella guardado para él los sentimientos que Rukawa le generara? Viéndolo así, tonto fue él por hacerse ilusiones inverosímiles con alguien tan lejano. Todo aquello no era más que un berrinche infantil e injustificado, aunque eso no significaba que en algún momento no doliera.

No quería admitirlo, pero si. Estaba amargado y se sentía abandonado.

Cuando llegó a esa idea, suspiró con tranquilidad, al menos ya lo había aceptado, lo mejor ahora era dejar eso de lado, no le gustaba el cariz que sus ideas tomaban, era como si se diera por vencido sin siquiera luchar… ¿O si lo había hecho? Todo aquello servía para confundirle aún más. Lo mejor era dejarlo pasar… por ahora.

Además todas las chicas se enamoraban del zorro ¿Por qué no tendría que hacerlo ella?

Entonces como golpeado por una revelación entendió que el aceptar eso hablaba mejor de sí mismo, al parecer finalmente estaba madurando. Recordó como de chiquillo pendenciero e irresponsable paso a ser un pseudo héroe deportivo escolar. Aquello significaba respeto, no por su habilidad para partirles la cara, si no por un verdadero merito, de personas que jamás creyó lo tendría, incluso Rukawa le respetaba.

Entonces sonrió. Después de todo eran lo enemigos naturales, en el basket, por el amor de Haruko.

Se encaminó, entonces, directo a su salón y en un afán de tranquilizarse evito el gimnasio, aunque no pudo evitar el pasar por los camarines, ahí fue a su casillero y dejo su bolsa deportiva. Siquiera él mismo sabía si estaba preparado para retomar los entrenamientos pero ¿Qué mal le haría el correr y saltar un poco?

Entraría, descaradamente, con una hora de retraso, tendría que obligatoriamente pasar por los salones de Haruko y Rukawa. Suspiró entendiendo que no podría evitar aquel reencuentro. Pensó mejor en sus amigos, con ellos todo ese conjunto de sensaciones no sería nada que ya no supiera, le fastidiarían y como siempre él les golpearía. Si, era lo mejor.

A medida que avanzaba sintió las voces de chicas que venían en contra. El corazón le salto del pecho al pensar que Haruko venía en aquél grupo, se detuvo sin saber si esconderse o continuar, en menos de lo que esperaba fue presa del nerviosismo, se le anudó la garganta y la ansiedad comenzó a carcomerle el estómago. Creyó oír la voz de la muchacha en el grupo, tragó saliva al notar que a pesar de querer marcharse se había quedado clavado en el suelo, las vio pasar una a una, aliviado de no ver a Haruko entre ellas. Respiro tranquilo y avanzó tres pasos quedando al pie de las escaleras.

Se detuvo en seco, al ver a la más tímida de sus amigas.

— No te preocupes Haruko — dijo esta sin verle — yo lo traeré.

A Hanamichi se le detuvo el corazón.

Fuji se detuvo de golpe, también, al ver a Sakuragi. Se veía alterado aunque pálido. Era extraño, de todas maneras supo que a Haruko le alegraría verle, le sonrío y volteó el rostro para llamar a su amiga.

Al mismo tiempo Hanamichi; recuperando la fuerza de su ánimo, le tapó la boca y arrastró con él hasta el primer piso, en donde la soltó. Fuji temblaba, siempre había temido de Sakuragi, mas viéndole jugar baloncesto le pareció un buen tipo, aunque algo escandaloso, pero nada más. Ahora estaba aterrada y avergonzada, al borde de las lágrimas.

— ¡Ah! Por favor no llores — suplicó el pelirrojo, pero sus expresiones, solo asustaron a la muchacha aún más. Hanamichi, sin saber que hacer, se dispuso a correr, mas no contaba con la inteligencia o compresión de la muchacha, pues esta recordado muchas cosas imagino que llevo a Sakuragi a actuar así.

— ¿N… no… que… querías que Ha… Haruko… te… viera Sakuragi? — aquellas palabras obraron a favor de él, se volteó para verla más repuesta, aunque aún avergonzada. Luego se puso a pensar que si lo admitía, sería una herida a su orgullo, pero si no quedaría como un psicópata ¿Y si usaba su faceta agresiva? No. Fuji le hablaría mal de él a Haruko… ¡Momento! ¿Y si le pedía ayuda a ella? Para conseguirla sería necesario ser honesto.

Esta última idea, era definitivamente la mejor. Miró entonces a la muchacha con decisión y se inclinó en son de disculpa.

— Lo lamento, pero tenías razón no quería que Haruko me viera, por favor no le digas nada — cuando se enderezó Fuji le miraba extrañada y enternecida, notó entonces Hanamichi, como el rubor le subía a la cara, así que para evitar cualquier bochorno miró a otro lado.

Aquella actitud, conmovió a Fuji. Sakuragi no estaba loco, aún con el susto de muerte que le dio, solo era un muchacho tímido e inseguro, cosa en la cual ambos se parecían.

— ¿Ya no lloraras? — Fuji negó.

— Ya no estoy asustada — Hanamichi bajó la cabeza avergonzado, justo ahora que creía que estaba madurando de mandaba semejante numerito. Propio de cualquier cavernícola o chiquillo del jardín de infantes. Suspiró, tendría que trabajar más en su autocontrol. Miró a la muchacha que se sobresaltó al notar la intensidad de sus ojos.

— ¿No le dirás a Haruko? — más atemorizada que nada, Fuji negó, se preguntó cuando le dejaría ir, tenía cosas que hacer y ya comenzaba a demorarse.

— ¿Puedo irme? — preguntó finalmente. Solo entonces Hanamichi notó que ambos estaban bajo las escaleras y que él cubría el paso de la muchacha. ¡Si alguien que fuera cercano a Haruko los viera, ella sospecharía de ellos! Se ruborizo nuevamente y contestó.

— ¡Claro! – él también se dirigiría a su salón. Ya era hora de reencontrarse con todos.