Hola a todos:
Lamento mucho la tardanza. Han sido meses difíciles y estoy intentando estar mejor, en todos los aspectos de la vida. He dejado de lado muchas cosas, y de a poco estoy retomando el ritmo nuevamente. Gracias a todos por esperarme y por mandarme siempre mensajes de animo y pidiéndome que no abandone mis historias. Retomare de a poco mis fanfic. Por ahora, he decidido que terminare de escribir "No soy travesti" completamente, para luego abocarme 100% a "Different". Esta no es una historia muy larga, a diferencia de la otra, así que la terminare pronto.
Creo que no le dedicaré este capitulo a alguien especifico, sino a todos aquellos que me han esperado y me han mandado mensajes. Aún asi, gracias a naokkix y a gatitarebulera, por los mensajes. Ustedes me dieron el empujoncito final para poder actualizar.
Los quiero mucho y gracias por hacer que esta historia, a pesar de no ser espectacular, tenga 114 comentarios con tal solo 7 capítulos. Los adoro.
Atte.
Lady Sami
PD: como siempre, no he corregido el capitulo y no tengo beta como las escritoras importantes jajaja así que perdón por las faltas de ortografía.
Capitulo 8: Todo por culpa de Potter
A la mañana siguiente desperté con un dolor de cabeza bastante pronunciado. No es como si me hubiese emborrachado con Potter, bebimos solo un par de copas, pero yo no estoy acostumbrado a beber, pese a que trabajo en una discoteque y soy Barwoman. Me quede un rato acostado, pensando en lo extraña que había sido la cita de anoche. Había llegado a la estúpida decisión de que le daría una oportunidad. No del modo romántico, sino que intentaría una amistad. No solo porque Potter era extremadamente insistente, sino porque una parte de mi vio en él la posibilidad de volver. Quizás, en algún momento, Potter y yo seriamos tan amigos que a él no le importaría que Samantha fuera ni más ni menos que el imbécil Draco Malfoy, y me ayudaría a recuperar mi cuerpo. Es cierto, en todos los aspectos Samantha era mejor que Draco. Ser Samantha era más cómodo y fácil que ser Draco. Pero no era suficiente. Escapar había servido por unos años, pero ¿a quien quería engañar? Necesitaba mi vida devuelta, aunque sea difícil, quería a Draco.
Sabiendo que era excesivamente tarde, me levante y me arregle para ir a Glam. Mientras caminaba hacia mi trabajo no podía evitar pensar en Potter. Me gustaba, negarlo seria intentar tapar el sol con un dedo. Había cambiado, estaba más maduro e interesante. Al principio me sentí muy estúpido por esa atracción, pero en algún momento de la cena de ayer me había dado cuenta que en realidad no tenia nada de malo. Apuesto a que medio mundo mágico estaba enamorado de Harry Potter. No era malo ser parte de las masas de vez en cuando, aunque fueran esas mismas masas las que quisieran lincharme. Además, no por admitirme el sentir cierta atracción insana hacia Potter quería decir que caería en sus redes. No, eso era algo que tenía totalmente decidido. Potter podía ser sexy, incluso podía admitir que su aura de héroe sufrido le daba cierto toque especial, pero una cosa es reconocer lo obvio, y otra cosa es contemplar la posibilidad de tener algo con el. No es una cosa de terquedad: es sobrevivencia. ¿Cuántos segundos tardaría en huir Potter cuando bajo mis faldas encuentre la sorpresa inesperada? No más de treinta, eso es obvio, se recuperaría de la impresión y luego "si te he visto, no me acuerdo".
- ¿Cómo estas? – saludo Charlotte con una sonrisa. Ella siempre tenia una sonrisa.
- Cansada – respondí - ¿y tu?
- No me quejo – respondió encogiéndose de hombros – aunque esta mañana me encontré con mi padre.
La miré. Se veía tranquila.
- ¿Paso algo? – pregunté preocupado.
Ella meditó unos segundos.
- Quería que volviera a casa.
El padre de Charlotte era, sin duda, una de las personas más despreciables que pisaba este mundo. Aparte de ser un bueno para nada, ebrio y estúpido, era un malnacido que se aprovechaba de su hija. Charlotte siempre lo justificaba, diciendo que nunca había vuelto a ser el mismo después de la muerte de su madre, pero para mi eso no era excusa. El pretendió que Charlotte ocupara el puesto de su esposa, en todos los sentidos de la palabra, apenas ella cumplió los doce años. Charlotte soportó eso durante mucho tiempo hasta que consiguió trabajo en Glam y pudo escapar de casa mientras su padre dormía borracho en el sofá. Cada cierto tiempo él la buscaba y le rogaba que volviera. Muchas veces incluso se puso violento. Pero ella, siempre fuerte, jamás cedió y a pesar de que su vida en Glam no era espectacular, al menos estaba lejos de esa escoria.
- Charlotte, te llaman en la mesa siete – llamó Alex.
Charlotte me sonrió y susurro:
- Ya vengo.
El día paso sin mayores sorpresas para mí. Por suerte era lunes y mi turno terminaba a las seis. Pase a comprar algo de ropa al centro comercial y cuando me iba me entretuve mirando una tienda de mascotas. Sucios animales, nunca me habían gustado, pero ese cachorrito blanco y peludo que me intentaba chantajear con esa mirada de perrito huérfano estaba siendo demasiado insistente. Escuche unas risas excesivamente altas atrás de mí. Me volteé para ver a un grupo de amigos, universitarios probablemente, comiendo helados y bromeando. Siempre me sentía muy solo cuando veía gente así. Decidí que quería un helado y con una última mirada al cachorro me acerque a la heladería. Estaba pidiendo mi exquisito helado de coco y chocolate, cuando escuche algo que me dejo paralizado.
- ¡Oh, vamos, Harry! ¡Es solo un helado!
Conocía esa voz, aunque no la hubiese escuchado hace muchos años.
- ¡Pero si acabamos de comer! – respondió la voz que había escuchado por ultima vez en la cena de ayer.
- Bueno, la verdad yo ya tengo hambre – dijo otra voz que también yo conocía.
- Tú siempre tienes hambre, Ronald – afirmó una cuarta voz.
Sentí un pánico invadiendo mi interior. Debía salir de aquí rápido, pero al parecer ya era demasiado tarde, porque de reojo podía ver como Hermione Granger y Ginny Weasley estaban a mi lado hablando de los sabores de los helados. La señora del mostrador me entrego mi helado y cuando iba a ir a pagarlo, choqué con alguien.
- Perdón… - dijo distraídamente Ron Weasley mientras se acercaba más a la vitrina de sabores.
Pero al mirarme abrió la boca como un estúpido. Yo, asustado, pensando que la comadreja me había reconocido quise escapar, pero el idiota me sonrió coqueteándome y me hizo un gesto caballeroso para que yo pudiera ir a pagar mi helado. Al parecer, ese incidente fue suficiente para que el resto del grupo pusiera su atención en mí. Mire a Potter y lo vi tremendamente incomodo, mirándome fijamente y luego deslizar su mirada hacia su noviecita.
Yo, dignamente, pase por su lado ignorándolo. Pague mi helado y me fui del lugar con rapidez. Antes de irme escuche el reclamo de las dos chicas, diciéndoles que eran unos infieles por mirarme demasiado y al imbécil de Weasley preguntándole a Potter si creía que yo era modelo. Escape lo más rápido posible del centro comercial y tire mi helado en el primer basurero que encontré. Cuando llegue a un parque cercano a mi barrio, me senté y escondí la cara entre mis manos. Eso se llamaba tener mala suerte. Sin duda el universo estaba en mi contra. Lo que menos necesitaba era ver a Potter con sus lacayos, felices, mientras yo vivía una vida miserable.
- ¡Eh, preciosa! ¿Por qué tan sola?
Genial, lo único que me faltaba, los delincuentes de mi barrio acercándose a molestarme. Me puse de pie rápidamente para largarme de ahí. Ya el cielo estaba muy oscuro y no era seguro andar por esos lados.
- ¿A dónde vas, preciosa?
Al parecer no iban a ponérmelo tan fácil. Los mire. Eran al menos cinco tipos que se acercaban a toda velocidad hacia mí. Mire a mi alrededor alarmado. No había nadie a quien pedirle ayuda, solo estaba ellos y yo en ese sector del parque.
- No es tu asunto, idiota – respondí enojado.
- Uuuuhhh – exclamaron los imbéciles.
Me puse a caminar para irme de allí, cuando uno de ellos me tomo por la cintura y los demás me rodearon. Jadeé, asustado. Todos debían bordear los veinte años y se notaba que estaban borrachos. El nauseabundo olor a alcohol inundaba mis fosas nasales.
- Suéltame – le grite, tratando de zafarme.
- Yo creo que no – me susurró el tipo que me tenía aprisionada.
Empecé a gritar, pidiendo ayuda, cuando uno de ellos puso su mano en mi boca y me empezaron a llevar detrás de unos matorrales que había en el parque, donde la visión era escaza. Luche con todas mis fuerzas para escapar, pero era imposible. Me tiraron al pasto y comenzaron a tocarme, mientras dos de ellos sujetaban mis brazos y mis piernas. El tipo que estaba tocando mis senos con una mano, tenía la otra presionando mi boca, para evitar que mis gritos se escucharan muy altos.
- Pero mira la suerte que tenemos, encontrar a una chica tan bonita…
Lograron abrirme la blusa y comenzaron a besar mi vientre y mis senos, deshaciéndose también de mi brazier. No importaba cuanto luchara, eran demasiados, no podía escapar. Estaba aterrorizado. A Draco jamás le hubiese pasado esto, Draco tendría la fuerza suficiente como para darle una buena paliza a estos imbéciles. Sentí que empezaban a abrir mis jeans y los bajaban. Yo ya estaba desesperado. Iban a darse cuenta que yo no era precisamente una mujer, aunque sinceramente lo que menos me importaba en ese momento era ese detalle sobre mi cuerpo. Uno de ellos toco mi entrepierna por encima de la ropa y, confundido, dijo a los demás:
- Mmm… chicos…
- ¡Cállate y desvístela rápido! – lo urgió otro.
- No, es que… algo raro esta pasando aquí…
- ¡Oh, vamos! – lo interrumpió otro bajándome la ropa interior.
En ese momento se hizo el silencio. ¡Merlín! Esperaba que al menos ahora me dejaran en paz. Uno de ellos, al parecer el líder, tiro de mi cabello obligándome a mirarlo.
- ¿Eres un maricón? – preguntó con desprecio.
- Suéltame… - respondí desesperado.
- No nos gustan los maricones – interrumpió – son asquerosos.
Lo siguiente que sentí fue un dolor tremendo en mi estomago. Al parecer, el muy hijo de puta me dio una fuerte patada.
- Vamos a enseñarle a este marica que no nos gustan los desviados, chicos – dijo el tipo.
En algún momento, en medio de todos los golpes y los insultos, pensé que tendría la suerte de morir. Otro pensamiento fue que las cosas serian muy distintas si no estuviera tan solo o si tuviera al menos a una persona en este mundo que se preocupara por mí. Por Samantha, por Draco, por mi vida. Pensé en Charlotte, en lo hermosa que era y en su sonrisa cálida. Apuesto a que ella si me extrañaría. Ella era buena, dulce. No merecía vivir en ese ambiente. Ella merecía lo mejor que los muggles podían ofrecer, ir a la universidad, obtener un buen trabajo y luego casarse con un hombre bueno y rico. No merecía estar encerrada en Glam, siendo insultada, tocada y sirviendo tragos a gente miserable. Si algún día recuperaba mi fortuna y mi cuerpo la ayudaría. Me casaría con ella o al menos me aseguraría de ayudarla económicamente.
Otra persona que vino a mi mente fue Potter, su sonrisa, sus ojos. En este momento odiaba todo de él. Él tenía la culpa de todo esto: él, su novia y sus amigos. Yo jamás hubiese olvidado lo peligroso que era este sector de Londres si mi encuentro con ellos no me hubiese perturbado tanto. Cuando recuperé la conciencia ya era de madrugada. Los tipos que me atacaron ya se habían largado y yo estaba solo tirado en el parque. Intente moverme e inevitablemente empecé a toser, sintiendo como un líquido abundante salía de mi boca: sangre.
Maldición, de seguro tenía un par de costillas rotas. Usando toda mi fuerza de voluntad, intente ponerme de pie, cayendo varias veces en el proceso. Tenia un fuerte dolor en el pie izquierdo y apenas podía sostenerme. Mire mi cuerpo desnudo y encontré muchos hematomas y heridas que cubrían mi blanca piel. Como pude, tome la blusa y el jeans que estaban tirados y me vestí con mucha dificultad y dolor. No había nadie en las calles, debían ser pasadas las cuatro de la madrugada, así que la ida a mi departamento fue tranquila, aunque dolorosa. Caí varias veces producto del dolor y apenas podía moverme, por lo cual tarde bastante en llegar, aunque estaba solo a un par de cuadras. Subir las escaleras al piso veinte fue lo más doloroso del mundo. Mi cuerpo se sentía como si hubiese sufrido mil veces la maldición Cruciatus. Cuando al fin logre llegar a mi departamento, busque mi llave en el bolsillo de mis pantalones y gracias a Merlín estaban allí. Todo lo demás lo había perdido, mis compras y el poco dinero que tenía.
Cuando me deje caer en la cama, sabía que estaba cometiendo un error y que debía curar mis heridas. El dolor era muy grande y, de seguro, varias de ellas eran muy graves. Pero estaba cansado y no era capaz de moverme más. Pensé amargamente porque mi magia no me había ayudado. ¿Dónde esta la magia accidental que ayuda a los magos en los momentos difíciles? Miré hacia la mesita que había en mi cuarto y vi un botiquín de primeros auxilios que compre hace meses. Pensé con todas mis fuerzas en el encantamiento Accio, rogando para que viniera a mí. Fué entonces cuando entendí que no solo yo había dejado el mundo mágico, sino que el mundo mágico me había dejado a mí. Mi mundo, mis padres, mis amigos y Draco, no habían sido los únicos.
Mi magia también me había abandonado.
No tengo moral, pero espero comentarios. Mil gracias por leer.