Disclaimer: que no, que nada reconocible es mío, que absolutamente todo pertenece a la sensacional JK y bla, bla, bla…

¡Y no! Sé lo que pensabais pero no, no se me ha tragado la tierra ni tampoco me han lanzado un Avada… ¡Sigo vivita y coleando! Ya sabéis… los estudios y tal xD. De verdad, siento la tardanza, pero no me ha sido posible escribir nada en mucho tiempo… ¡Pero al fin he regresado!

Quiero agradecer enormemente a todas aquellas personas que se han tomado la molestia de dejar un comentario con su opinión (ya sea buena o mala). ¡Mil gracias, people!

¡Y ahora... Disfrutad!


Esa mañana se palpa un ambiente de lo más animado. Hogwarts ha amanecido con los nervios a flor de piel y más excitado que Filch con unas cadenas nuevecitas. El colegio entero se prepara para presenciar uno de los combates lícitos más impactantes y sorprendentes del año: el primer partido de quidditch del curso. Un magnífico duelo de quiebros, filigranas y jugadas imposibles que enfrenta a las dos casas más ferozmente enemistadas y competitivas del castillo.

Gryffindor contra Slytherin.

Rojo y Verde. Leones y serpientes.

El Gran Comedor se ha convertido en un auténtico hervidero de griteríos entusiastas e inquietas palmaditas en la espalda de aquellos que visten de color verde o escarlata, de ridículas consignas que pretenden infundir ánimo a los jugadores y de alguna que otra ovación espontánea.

Está clarísimo. Para los habitantes de Hogwarts no existe nada más estimulante que un partido.

Obviamente, la pelirroja Evans no opina igual. Jamás le ha entusiasmado lo más mínimo la idea de asistir a uno de esos bulliciosos partidos atestados de gente borracha de euforia y repletos de atroces codazos. No, ella siempre se ha decantado por permanecer en la Torre de Gryffindor practicando algún tipo de complicado encantamiento o pasear tranquilamente por los extensos terrenos del colegio. Pero ese día nota algo distinto. No sería capaz de explicar de qué se trata, pero algo en su fuero interior, como una fuerza invisible, la impulsa a hacer una pequeña visita al terreno de juego.

Lily escudriña la abarrotada estancia tratando de localizar a sus amigas entre el terrible gentío. Y lo consigue momentos después. Se deja caer pesadamente sobre el banco, junto a Mary, y, tras servirse una generosa ración de gachas de avena, comienza a jalar.

En la mesa de Gryffindor, unos cuantos asientos más allá, se encuentra el equipo de quidditch al completo armando un terrible alboroto y recibiendo las últimas instrucciones del capitán. Lily echa una breve mirada a cada uno de los jugadores y se turba seriamente cuando se descubre a sí misma buscando casi con impaciencia la alocada cabeza de Potter. La pelirroja cierra los ojos y agita la cabeza con disimulo, tratando de desterrar la magnífica sonrisa de ese engreído de su —hasta hacía unos días— racional mente.

Mary arquea una ceja y cruza una mirada de auténtica perplejidad con Savannah, quien, simplemente, se encoge de hombros y sonríe con malicia.

—¿Te pasa algo, Lils? —la aludida alza el rostro y se encuentra directamente con la mirada escéptica de Harley.

Evans estira el cuello levemente para que la comida que acaba de llevarse a la boca se deslice con suavidad por el gaznate.

—Nada, ¿por?

—Detestas las gachas de avena —responde Mary con tranquilidad.

Lily describe una mueca ciertamente indescifrable y aparta el plato de sí con repulsión. Un asqueroso regustillo a avena emponzoña sus papilas gustativas. Alcanza el vaso de Savannah y bebe el zumo de calabaza casi con desesperación. Cierto. Las odia. Se las ha tragado sin apenas ser consciente de ello. Maldito engendro con alergia a los peines.

Y entonces, su voz:

—¡Buenos días, pelirroja! —saluda con jovialidad el recién llegado.

—Lo serán para ti —resopla Lily en actitud desdeñosa.

—Lo cierto es que sí, las condiciones meteorológicas para hoy son ciertamente óptimas para jugar al quidditch. Inmejorables —comenta James, alzando la vista hacia el espléndido cielo azul que ofrece el techo encantado del Gran Comedor—. Y si, además de eso, hoy mostrases ese excitante tanga burdeos de encaje que tanto me gusta y que deja tan poco a la imaginación, el día sería sencillamente perfecto —se jacta, esbozando una sonrisa arrolladora e inclinándose levemente hacia delante para apoyar su brazo sobre la extensa mesa.

Ni puto caso, se dice ella interiormente.

Varias miradas indiscretas se han vuelto hacia los dos jóvenes y, entre murmullos sorprendidos y risitas contenidas, los observan sin perder detalle alguno de la entretenida escena. Algún joven incauto sin aprecio por su vida propia, deja escapar un exasperante "uuuuh", ganándose una mirada poco más que apocalíptica por parte de la prefecta pelirroja.

James, sin embargo, ignora olímpicamente el, para nada saludable, tono colorado que poco a poco está adquiriendo el rostro de Lily. Un indicio inequívoco de peligro. Es sólo cuestión de tiempo que el ciclón Evans desate su implacable furia sobre los infortunados mortales. El chico se revuelve el pelo con elegancia y pregunta:

—¿Quieres venir conmigo a Hogs…

—Ni muerta, capullo —brama Lily con determinación, sin dejar que el insufrible ególatra que tiene frente a ella concluya su soporífera frase.

La estridente risotada de Sirius Black retumba en el Gran Comedor con fuerza y pronto es fielmente secundada por el resto de los Merodeadores.

—¡Levántale la falda, Cornamenta! —exclama el joven Black con arrogancia.

Potter le devuelve la sonrisa desde su posición. La masa escarlata en la que se ha convertido la mesa de Gryffindor estalla en sonoras carcajadas.

James sonríe de medio lado, burlón, y analiza con detenimiento el semblante de Lily. El rostro de la muchacha es como un libro abierto. Fácil de descifrar si sabes cómo leerlo. Simple de interpretar si conoces cada gesto y expresión que efectúa. Y James sabe al milímetro cómo traducir todas y cada una de sus muecas.

E intuye que todavía puede exasperarla un poco más. Sólo un poquito.

—Una cosita, pelirroja —Lily le devuelve una mortífera mirada—, aclárame por qué razón es la decimosexta vez que rechazas una invitación para venir conmigo a Hogsmeade en los tres meses que llevamos de curso. No creo que sea tan insoportable, ¿no?

—Veamos, Potter.

La joven Evans esboza una sonrisita irónica y, con las manos sobre sus caderas en actitud imperativa, se levanta de su asiento para quedar frente a frente con James, que continúa sin borrar esa odiosa sonrisita autosuficiente de la cara, el muy...

—Veamos, Potter —repite, tratando de realzar la dureza de su voz mientras cuenta con los dedos de sus manos de forma sobreactuada— Eres arrogante, altanero, impertinente, maleducado, grosero y sumamente engreído, de manera que… —Lily finge meditarlo unos instantes—, oh, sí, creo que eso te caracteriza como a un tío de lo más insoportable.

—¿Vendrás al menos a verme jugar?

Lily resopla, sofocada. Odia la actitud de Potter, tan inmadura e infantil, porque jamás logra averiguar por dónde va a salir.

—No —miente. Y James lo nota.

—Te dedicaré mi décimo tanto, pelirroja.

El Merodeador se despide de ella con un pícaro guiño de ojo y se rodea para volver a reunirse con su efusivo equipo. Pero antes de que James consiga dar un solo paso, la delicada voz de Lily hace que sus pies se claven sólidamente en el pavimento y se frene en seco:

—¿Sabes, Potter? Dudo seriamente que goces de tanta puntería como presumes.

Él se da la vuelta lentamente.

—¿Cómo dices? —cuestiona con voz ruda, hondamente golpeado en su orgullo.

—Oh, me has oído perfectamente —se pavonea Lily sonriendo con autosuficiencia y deleitándose con el momentáneo estupor que se cierne sobre Potter.

James se aproxima a ella sonriendo de medio lado y se detiene justo cuando sus narices -recta la de él, respingona la de ella-, están a punto de acariciarse. Y cuando él habla, dejando escapar las palabras en un lento susurro, percibe cómo un leve rubor colorea las mejillas de la chica:

—¿Quieres apostar, Lily?

La aludida siente en su interior el vertiginoso aletear de millares de lamparillas cuando los labios de James entonan su nombre de pila con exquisita delicadeza. Y Lily se encuentra confundida. Porque Potter no debe gustarle.

—Está bien —lo desafía ella con su mirada centrada en los ojos almendrados del chico.

—¿ Y puedo pedir lo que yo quiera?

Lily hace una breve pausa, vacilante, pero se mantiene firme en su decisión.

—Adelante. Lo que quieras.

La sonrisilla autosuficiente que aparece en el rostro de James no augura nada bueno. Ni decente, claro. Clava sus ojos en los verdes de Lily y, sin romper el contacto visual, suelta la bomba. La traca final:

—Un beso. Público. Me besarás delante de todos en el campo de quidditch.

El cerebro de la chica tarda una eternidad en procesar la información que transmite la maldita frasecita. Un beso con James Potter. Y frente a todo el colegio, nada menos. James aprieta los labios con determinación para reprimir reírse frente a Lily, cuyo semblante está pasando lentamente del rojo butano al morado. Cabreada. Está muy cabreada y sus manos tiemblan de pura rabia. La chica permanece en completo silencio y entonces es consciente de que todos a su alrededor han enmudecido también, expectantes. Silencio sepulcral.

—Eres tú quien ha dudado de mi eficacia para marcar goles, ¿no es así?—sigue James, imparable, provocándola—, ¿entonces de qué tienes miedo?

Y Lily reacciona, porque no, Potter, ella no teme a nada:

—Trato hecho.

James sonríe descaradamente alzando los puños al aire, glorioso, y la inmensa marea escarlata estalla en descomunales vítores. El joven está plenamente henchido de júbilo y alegría: Lily Evans acaba de aceptar una proposición cuyo final puede desembocar en un intrigante y húmedo contacto labial.

—No obstante, Potter —Lily continúa sin prestar atención a sus compañeros y el moreno se centra de nuevo en ella—, yo también impongo mis condiciones.

—Es lógico, pelirroja. Desembucha.

Llegados a este punto, ahora es Lily quien se siente grande y poderosa frente al enclenque de Potter. Evans esboza una maliciosa sonrisa y frunce su ceño sutilmente, proyectando una mueca que a James se le antoja de lo más espeluznante. A saber qué diablos estará maquinando su enrevesado cerebro. El joven se revuelve el pelo oscuro en un gesto que manifiesta su creciente turbación, sin embargo, a pesar de la mueca de inquietud que a duras penas logra disimular, James mantiene la compostura de un modo sencillamente asombroso.

—Tú lo has querido —la amenaza implícita que contienen esas simples palabras hace que James se tema lo peor —. Si yo gano, no quiero bromitas pesadas de aquí hasta final de curso ni que vuelvas a llamarme pelirroja, Lily, piernas largas o cualquier otro nombre o apelativo que haga referencia a mi persona. Tampoco quiero ninguna clase de comentario obsceno acerca de cualquier parte de mi anatomía ni estúpidos comentarios sobre un futuro que jamás tendrás el placer de compartir conmigo, ¿queda claro? —James asiente sin más—. En definitiva, Potter, no volverás a dirigirte a mí. Nunca.

Lily le da la espalda al muchacho y hace ademán de sentarse junto a sus amigas, pero un fugaz pensamiento cruza su mente y de inmediato se voltea de nuevo.

—¡Ah, sí! Lo olvidaba… —sorprendido, James aguarda de pie a que Lily prosiga—. El beso… —La muchacha clava una mirada casi homicida sobre los ojos castaños de él, mientras lo apunta amenazadoramente con el dedo índice— nada de lengua, Potter. Hasta donde yo tengo entendido, no eres el Calamar Gigante, así que quiero tus manazas de pulpo cruzadas detrás de la cabeza.

—Como mi pelirroja de piernas largas desee —James pronuncia la frase haciendo especial hincapié en todos y cada uno de los términos.

Lily entorna los ojos hasta convertirlos en dos alfileres, mosqueada por la desvergüenza que muestra Potter. El Merodeador, por su parte, le dedica una arrogante sonrisita y, con un autoritario gesto de brazo, insta a sus jugadores a abandonar el Gran Comedor tras él.


¡Esto es todo, amigos! Ojalá la espera haya merecido la pena.

Antes de nada, quiero anunciar que este capítulo está especialmente dedicado a la gran Erised Black, que cumplió añitos hace pocos días. Con todo mi cariño, para ti, preciosa.

Ah, ¿el título del capi? Pues nada, significa simple y llanamente que os vais a quedar con la intriga de saber qué pasa hasta el próximo capítulo. Waaaaaaaaajajaja, ¡soy mala, malísima! Lo sé xD. Si os ha gustado, dadle al botoncito de aquí abajo ;)

Danna.