Título: Personas Peligrosas

Género: Acción y Romance

Advertencia: Todos los personajes son humanos por lo tanto hay mucho OOC, también es justo advertir que algunas descripciones físicas pueden no coincidir del todo con las caracterizaciones de los personajes en las recientes estrenadas peliculas, eso sí para su tranquilidad he procurado mantenerme fiel a todas las descripciones que ha hecho la Meyer en sus libros, pero aún así (habiendo requeteleido los cuatro libros) no soy infalible así que si me equivoco, os pido su perdón y agradeceré que no me maten (sino ¿Cómo actualizare? xd) a cambio prometo cambiarlo tan pronto advierta el error. ^^ Los avisos, consejos y las criticas siempre son bien recibidas en la medida que sean hechas con respeto y sin anonimato.

Diclaimer: Crepusculo no me pertenece, yo sólo me divierto con ellos.

Actualizaciones: Espero que una vez a la semana.

Nota de la Autora: Para ser completamente honesta con ustedes estoy ejercitando mi narración con voz omnisciente, no soy perfecta, jamás he pensado que lo sea por lo tanto puede que no sea completamente un narrador omnisciente pero en todo caso eso no debe inquietarlas, ya hablando más honestamente esta es mi manera de retomar las otras historias inconclusas. Es como dirian los técnicos en el futboll el calentamiento y he aquí el resultado... fueron muchos meses sin escribir sobre Twilight, así que la idea no es para nada original pero ya me conocen los giros imprevistos y las emociones estan garantizadas XD. No creo que sea un fic largo y aunque sé que no me he portado muy bien que digamos con ustedes, sin embargo apreciaría que dejaran sus comentarios, criticas y demases luego que terminen de leer. Sip es oficial ¡I'm back! y eso significa que comenzaré a actualizar el resto de mis historias, sin presión por favor porque tendré que reformular algunas. Muchas gracias por leerme, cariños desde un lluvioso y relampagueante Chile, Liz.


1. Bella

Para la mitad de las personas que están al interior de la estación del tren subterráneo de Baltimore, era sólo un miércoles más pero no para Bella, ella sabe que la han seguido desde que salió de su departamento en aquel horrendo y viejo edificio ubicado en la mitad más alejada de la ciudad y que aquello definitivamente no es una coincidencia ni tampoco es producto del azar. La vigilancia no le sorprende, de hecho la esperaba, pero hubiera agradecido que se tomaran la molestia de hacerlo menos evidente.

Hasta ahora hizo el mismo recorrido que hace siempre: caminó por las mismas calles, tomó el mismo viejo autobús que la dejó justo fuera de la estación donde ahora se encuentra. Bajó no sin antes contemplar en el espejo que adorna de pared a pared el pasadizo por el que transita antes de llegar a la boletaría de la estación, el rostro de su acosador: un chico de piel tostada y de rasgos gruesos, de unos setenta kilos repartidos en un metro con ochenta centímetros de humanidad. Cuando llega al interior de la boletería hace tiempo. Su objetivo ahora es cerciorarse de manera innegable que en verdad la están siguiendo y no, que se trata de otras tantas persecuciones imaginarias que ha venido teniendo desde que llegó a la ciudad. Aunque en normales circunstancias una persona pensaría que la paranoia es síntoma de alguna clase de desorden mental para Bella, sólo era parte de un mal hábito heredado de su antigua vida, cuando desconfiar de todo y de cada una de las personas que la rodeaban significaba supervivencia.

Así que sin necesitarlo y sólo para ganar tiempo extra se coloca en la larga fila que se había formado en una de las ventanillas para cargar su tarjeta de transporte, no lo necesita, tenía dinero más que suficiente para ir y venir durante toda la semana, pero espera pacientemente que la atiendan, su rostro tiene la misma sonrisa desenfada pero concentrada del resto de los pasajeros a su alrededor. El muchacho que la seguía ahora está en la misma fila que ella pero casi al final, los profundos ojos negros se deslizan por un periódico que es de ayer. La vestimenta del sujeto negra en su totalidad lo camufla muy bien. Bella no tiene contacto visual directo, para poder verlo directamente debe torcer su cuerpo y mirarlo de soslayo por lo que, aprovechando que al parecer los vidrios de la boletaría están recién pulidos utiliza el reflejo que dan del muchacho para vigilarlo manteniéndose de espaldas. De la apariencia física deduce que el muchacho bordea los veintiséis años, probablemente menos, pero no nunca más de treinta. Su apariencia en realidad podía catalogarse como la del estereotipo de modelo jóvenes para catálogos femeninos, su piel tostada, su mandíbula cuadrada y recta le daban la apariencia irresistiblemente encantadora, impecablemente afeitado, prolijamente peinado pero inocentemente intrigante; su cabello de un impresionante negro azabache hacía que su corte al estilo militar se luciera mucho más de lo habitual. Era un hecho que usaba un buen perfume, no porque Bella pudiera olerlo a esa distancia sino porque ellos se aseguraban que sus "peones" fuera no sólo atractivo sino tentadoramente deseable: tal vez usaba Calvin Klein pero algo le decía que se trataba de una fragancia de Armani. Sexy, pegajosa pero no insoportable: una mezcla entre la dureza de la madera y la fragilidad de una flor. El cazador debía distinguirse del resto y seducir a su presa.

Su turno llego, cuando habían transcurrido unos tres minutos en la fila, el cajero se demoro otros dos en cargar el dinero que ella busco de manera intencional una vez que fue su turno, en frente de él. Le dedico una sonrisa amable y éste le regreso la misma sonrisa cuando le entregó de vuelta el plástico.

Bella estaba a dos segundos de girar su cuerpo, aun sosteniendo su cartera abierta entre las manos cuando sintió el impacto. Algo había colisionado con ella. El pase plástico resbaló de sus manos, el contenido de su cartera se esparció por el suelo...

— Lo siento —la disculpa provino de otro hombre, uno que no había visto hasta ahora.

Más viejo que el primero, este definitivamente tenía más de treinta años pero igual de apuesto. La mirada confiada y desafiante era inusual pero el peligro reflejado en ella lo ponía definitivamente dentro del prototipo. Los ojos, esta vez de un color miel liquido, la escrutaron. A su alrededor rápidamente se formó un pequeño tumulto de personas. Básicamente las personas a su alrededor no se movía de sus posiciones porqué para hacerlo necesitaban ellos dos se alzaran del suelo y los dejaran pasar. La demora de este acto requerido retrasó el normal flujo de avance dentro de la estación.

— Esta bien —tranquilizó finalmente Bella recogiendo rápidamente sus pertenencias esparcidas en el suelo —fue mi culpa, debí tener más cuidado —admitió sin prestarle demasiada atención a este nuevo desconocido.

Tanto Bella como él alzaron sus cuerpos justo a tiempo, el guardia de seguridad que ya venía en su dirección, no alcanzó a llegar al lugar, el tumulto de cuerpos se disperso por completo. Bella retomó el rumbo y dirigió sus pasos hacía el torniquete. Una vez que pago el pasaje, bajó por las escaleras hasta llegar al andén y aunque perdió por un momento de vista al muchacho que la seguía inicialmente, esté reapareció cuando estaban ya ambos esperando por el tren, en la platabanda de embarque.

Sin embargo, a pesar de que estaban ambos a unos cuantos pasos, el muchacho guardo una salva y prudente distancia de ella. Mientras él se quedo atrás apoyado contra la pared, Bella avanzó hasta la línea amarilla que advertía el termino de la platabanda de embarque. Ahora frente a ella estaban los electrificados rieles por donde pasaría el tren. A su mirada fingidamente curiosa no le fue difícil reconocer a otro. Era parecido al primero y estaba tan bien vestido como el segundo. A diferencia de los otros dos, su piel era blanca y su pelo es castaño rizado. Estaba vestido de un impecable y para nada sorprendente negro, sólo su camisa era de un color distinto, aunque su abrigo era más elegante que el de sus compañeros. El corte clásico era inusual para gente como ellos pero ese detalle más que trascendencia era simplemente curioso.

Si este nuevo vigilante tenía un perfume tan o más caro que su compañero supuso que lo averiguaría más temprano que tarde, después de todo, esos dos hombres no estaban siguiéndola sólo por el placer de hacerlo. Ellos tenían una razón para hacerlo y apostaba que en algún minuto de toda esta travesía, cuando no hubieran tantos testigos ambos se le acercarían y tendría la oportunidad no sólo de oler su perfume sino de comprobar sí la apariencia musculosa y fornida de ambos servía para algo más que las apariencias. De improviso giró sobre si misma fingiendo atención al comercial que aparecía en el televisor plano que descansaba sobre su cabeza. Era común que todas las estaciones tuvieran uno. Se utilizaban para advertir a los pasajeros sobre el tráfico de las restantes líneas y de las novedades del servicio. Aunque, en ocasiones, también daban adelantos de películas y publicidad. En un momento deslizó su mirada por la multitud contraria y luego volvió a concentrarse en lo que estaban presentando ahora, la televisión.

Era extraño pero a la vez peligrosamente familiar lo que estaba sucediéndole esta mañana que se sobresalto. Un escalofrío erizó su piel desde nunca hasta la parte baja de su espalda, fue como si de pronto el recuerdo de algo pasado cobrara vida. La sensación era parte de un reflejo, de algo inherente y grabado a fuego en ella, como una marca de nacimiento: ansiedad, la misma que creyó olvidada había reaparecido. Le había tomado seis meses olvidar como era vivir en la incertidumbre, siempre al asecho, esperando, vigilando, en definitiva sobreviviendo que se sintió defraudada y molesta consigo misma al permitir que esa pequeña vigilancia le hubiera hecho sentir otra vez todas esas emociones con facilidad. Ese escalofrío era el mismo que solía sentir cuando la sospecha era su directriz. Se suponía que ella ya no era un peón dentro de un tablero de ajedrez dirigido por burócratas tras un escritorio. Ella ya no era la invisible pero tan necesaria última línea de defensa, no pertenecía al selecto grupo de sombras repartidas por todo el globo haciendo justicia. Esos días habían terminado ahora ella era Bella Sullivan, una simple e inofensiva maestra de ciencias en la prestigiosa escuela primaria Dawson. La instintiva, desconfiada y letal Agente Swan era una personalidad alterna, de una dimensión que ya no existía y que como la personalidad de las voces de los esquizofrénicos estaba en remisión. La agente había muerto cuando un señor bastante mayor, canoso y de rasgos finos pero tan burócrata como aquellos que solían ser sus dueños le había firmado la tan preciada libertad.

El aire que produce la llegada del tren le revuelve los cabellos, lejos de ser fresco es asfixiantemente cálido. Las puertas se abren y la gente baja. Es un mar de personas las que se quedan en esta estación pero también es un mar de personas las empujan deseosas de partir. Bella está entre ellas. La escuela para la que trabaja queda a diez estaciones de distancia, contando desde donde se encuentra ahora, por lo que su viaje es más largo que el del promedio de viajeros que se bajaran en las siguientes dos estaciones. Su cuerpo flaco y aparentemente debilucho lucha con fuerza para hacerse un espacio entre los cuerpos que permanecen en el interior del vagón. Sorprendentemente apretuja a algunos, luego de lo cual logra avanzar hasta el interior, llega a la mitad de atrás donde parece que los cuerpos están más holgados. El muchacho que la seguía desde su apartamento también subió junto a ella, pero quedo lejos de ella, para ser más precisos se encuentra al otro lado de donde se encuentra ahora, Bella. Entre ellos existen aproximadamente veinte cuerpos de distancia, pero el nuevo, del cual se percató en la estación está peligrosamente a su lado. Tiene puesto un par de audífonos, la muchacha puede sentir la música desde el lugar en que esta. Es estridente parecida al heavy metal y por el volumen en que la escucha, al muchacho, Bella le vaticina sordera antes de que llegue a sus cuarentas. Aunque no lo mira directamente sino que a través del reflejo del vidrio, el joven parece ignorarla a propósito.

Tal vez no estén juntos piensa de pronto Bella, analizando la distancia entre ellos. Usualmente cuando se sigue a un "blanco", los "cazadores" utilizan posiciones estratégicas, la idea es mantener bajo control y en constante vigilancia a la "presa" por lo que la posición de ambos la desconcierta. No sólo están demasiado separados para vigilarla a ella sino que además están demasiado separados para cubrirse el uno al otro.

El tren se detiene.

Ahora están en la segunda estación desde que se subió Bella, el recambio de pasajeros es rápido y ella consigue un asiento. Lo toma porqué es justo lo que necesita para mantener vigilado a los dos vigilantes. Sabe que no puede descartar al potencial sordo porque sí algo le ha enseñado la vida es que nada parece ser lo que en realidad es.

Decide luego de abandonar la tercera estación ponerse de pie. Aunque faltan siete estaciones para llegar a destino, aprovecha que una señora que bordea los noventa esta frente a ella para cederle amablemente su asiento. Eso la coloca más lejos del potencial sordo y mucho más lejos del príncipe encantador que la siguió desde su casa. Un par de cuerpos extras la sacan del campo visual de ambos y eso la satisface. Por primera vez desde que comenzó su viaje descubrirá que tan cierta son sus sospechas. Sí él de cabellos rizados hace algún movimiento por acercase a ella, entonces ambos la siguen. Sí se mantiene en su posición, fue sólo el amargo y traicionero recuerdo del pasado.

Sin darse cuenta realmente del cómo, sus narices ya están en la puerta de salida, los vagones están unidos en el interior, por lo que la posición de Bella es en el inmediatamente anterior al que se subió originalmente. Hay menos pasajeros que antes por lo que se gira en redondo y alza la mirada unos cuantos metros hacía el suelo, justo bajo el canto de la puerta contraria a la que ella está. Mira con detenimiento el mapa de las estaciones. Espera y con precaución vuelve a dirigir su mirada hacía el otro lado del vagón, hacía donde estaban sus vigilantes, por sí alguno de los dos hombres ha hecho un movimiento pero ambos parecen no tener intensiones aparentes de hacerlo. El potencial sordo sigue con los audífonos puestos y por el entrecejo fruncido de la anciana a la cual le cedió el asiento, este sigue inmerso en esa destructiva música metalera y el otro al parecer se perdió entre los cuerpos que ahora son más de veinte. Divisa en parte su impecable y engominado pelo, pero nada más así que decide presionar para confirmar su teoría y se baja inesperadamente en la estación a la cual han llegado recién.

El mar de cuerpos que se bajo junto con ella la empuja hacia la salida y aunque trata de mirar atrás no lo logra sino hasta que se encuentra ya subiendo bastante avanzada las escalinatas. No reconoce a ninguno entre las personas que le siguen por lo que confirma en parte su teoría. En realidad nadie la estuvo siguiendo nunca, todo fue producto de traicionera imaginación. Ahora ya más relajada y resuelta vuelve la mirada al camino pensando en cómo va a hacer para llegar a tiempo a su clase. Mira el reloj y son pasada veinte para las once de la mañana. Una vez fuera de la estación en la que se bajó y justo cuando va a caminar hasta la parada del autobús siente una inesperada vibración, la que es acompañada de una desconocida canción. Automáticamente se lleva la mano al bolsillo izquierdo de su abrigo, donde suele guardar su celular pero al sacar el aparato se da cuenta que este jamás sonó. La música sin embargo proviene de la cartera. Cuando se arrincona hacía un costado para hurgar en el interior y descubrir qué es lo que suena, su mirada decanta en un grupo de hombres, tres en total que se bajan rápidamente de un automóvil, dos de ellos se pierden en el interior de un edificio, el tercero cruza la calle y se pierde por un callejón.

Bella comienza a entender lo que sucede. El sonido se hace más claro a medida que sus manos ágilmente apartan el contenido de su bolso, de pronto, lo encuentra: Un celular que no estaba allí cuando salió de su casa y que por supuesto no es de ella. Mientras sus ojos leen la identificación de la llamada —número desconocido —su instinto ya reconoce de quien se trata. Su mirada entonces se dirige al cielo, tal vez para otra persona aquello podría carecer de sentido pero para Bella no. Sabe que no sólo la han seguido, sino que ahora que, momentáneamente se ha perdido alguien está ansioso por volver a encontrarla.