A los que leen una historia mía por primera vez les digo: "¡Holaa! ¡Disfrútenlo!" Y a los que ya me han leído les digo: "¡Hola otra vez! ¡Disfrútenlo!" ^^

Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto, por lo tanto esto va sin ánimos de lucro, pero sí con el de agradarles con estas ideas xD


Sorpresitas

Cerró la puerta tras de sí apenas los tres canes entraron, tan rápido como pudo, con la esperanza que no se colara ni una ráfaga de viento, que la hacía tiritar de frío. Normalmente no le habría afectado tanto, y de hecho el clima afuera no era tan terrible, pero sospechaba que le iba a dar una molesta gripe y lo que más quería en esos momentos era llegar a su tibia casa. Lo cual, evidentemente ya había hecho. Sintió la reconfortante estancia que se volvía más cálida a medida que llegaban los perros más grandes, y también los más maduros. Su silenciosa bienvenida la hizo sentirse tan a gusto como un apretado abrazo de su madre o de su hermano pequeño. Aunque claro está, de esas bienvenidas no quedaban más que recuerdos, en parte porque su madre últimamente estaba más ocupada, y ¿para qué negarlo? ella también. Y en cuanto a su hermano, ya no era tan pequeño.

Un bostezo la hizo regresar a la realidad, y se le ocurrió que se le antojaba algo caliente para luego ir a acostarse bajo las tibias sábanas, resguardándose de lo que probablemente sería una muy fría noche. Miró a sus acompañantes con cierta tristeza, a medida que éstos se iban retirando a la sala, dispuestos a hacerle compañía si ella se instalaba ahí unos momentitos. De repente sintió los hombros más pesados de lo habitual, aunque quiso convencerse de que se debía a su próxima —o de por sí ya presente— enfermedad. Espantó mentalmente esos pensamientos que amenazaban con invadirla, como quien espanta una mosca. Sin más dilaciones fue a la cocina, sopesando sus posibilidades mientras abría la alacena: té o chocolate. Al ver la lata de este último le invadió una nostalgia: a su hermano le encantaba la leche con chocolate. Con mucha leche y poco chocolate, como recordaba bien. Optó por té, que le haría mejor si es que estaba por resfriarse, después llenó la taza de agua. Suspiró profundamente, porque esos tiempos en que el pequeño se esforzaba por alcanzar la lata en lo alto de la alacena habían pasado hace más años de los que le gustaría admitir. Odiaba admitirlo, pero el chico era tierno en esos momentos, aunque claro está, a su manera, pero ella era su hermana y nadie le iba a quitar esos pensamientos de afecto hacia él. El pitido del microondas que indicaba que su té estaba listo, la sacó de su ensoñación. Sabía que no era la manera más saludable de hacer té, pero sí la más rápida; especialmente cuando la imagen de su cama se le acentuaba cada vez más en la cabeza, y su sensible nariz le rogaba ser abrigada bajo las pesadas mantas. Se sintió un poco extraña, pues pocas veces acababa terminando en Kiba y menos aún recordando su infancia, que tan lejana se le antojaba. Sacó el té del microondas y tomó la humeante taza con cuidado, dirigiéndose a la sala, a estar con sus compañeros caninos para entrar un poco en calor.

Estaba a punto de sorber un trago, cuando sintió algo irregular bajo el sofá en el que se sentaba. Intentó reacomodar su peso, pero eso sólo incrementó la incomodidad. Dejó la taza en la mesa de enfrente y levantó el cojín del sofá. Debajo, había un sostén de copas de encaje negro, y aunque era de un color que no le desagradaba, no lo reconoció como suyo. Sonrió picaronamente. Kiba debía de haberse divertido otra vez. Tomó la prenda de un tirante para que su hermanito tuviera la amabilidad de entregárselo a su dueña, pero apenas lo sostuvo en alto toda pretensión anterior desapareció. Lo tomó de los dos tirantes observando esas copas, e incluso se lo acercó a los pechos pero en ningún momento encajarían, ni en sus pechos ni en unos un poco más pequeños, más bien en unos mucho, mucho más pequeños… Vaya, esta vez tenía que admirar el descaro de su hermano, pues al parecer, por una vez había logrado fijarse en algo más que la belleza exterior. Es decir, si Kiba podía llegar a ver más allá de unos pequeños pechos… Bueno, quizás tuviera salvación. Y con suerte, estaría demasiado enamorado para fijarse en "detallitos". Entonces subió a molestarlo un poco; no sabía cómo (sospechaba que su nariz ya le fallaba), pero estaba segura que Kiba estaba en casa. Fue al llegar al último escalón donde se percató que no estaba solo. Se oía una exagerada respiración, aunque ni quería imaginarse por qué sonaría así… Avanzó con rapidez a través del pasillo hasta llegar a la puerta de su hermano. Antes de abrirla de golpe vio una pierna esbelta y blanca, y entonces lo vio todo con claridad… Lo sabía de antemano, pero nada lo preparó para verlo cubierto sólo con las sábanas, echado de una forma casi bestial sobre su víctima.

—¡Kiba! ¿Qué…?

Su protesta se vio callada cuando la pierna de antes volvió a verse extremadamente pegada a la cintura de Kiba, y detrás de la espalda desnuda de éste aparecía como una criaturita, una coronilla castaña en perfecto orden que luego fue dejando ver el resto de la cabellera y la blanquecina frente, cruzada por un mechón de pelo, para luego aparecer un par de ojos blancos bien abiertos. Hana estaba estupefacta. Kiba le sonrió pícaramente por encima del hombro.

—¡Oye! —Le reprochó— ¡Suelta a esa niña! —soltó a la desesperada—. ¡No violes a esa…! —Entonces Hana se fijó en la "criaturita" que había detrás de Kiba y entonces la reconoció— ¡¿Hanabi-chan?

Quizás había sido la sorpresa la que le había impedido darse cuenta antes, pero la espalda de Kiba estaba siendo rodeada por esos pequeñitos brazos, contrastando su palidez con la piel bronceada de Kiba. Recordó que había pensado en que Kiba estaba enamorado. Vaya estupidez.

—¡No puedes acostarte con cualquiera y jugar con la gente! ¡En especial si son menores de edad!

Hana estaba que echaba chispas, y con la puerta en la mano, la haló rápidamente.

—A mí me gusta jugar —ronroneó una vocecilla amortiguada por detrás de Kiba.

Hana no miró atrás, pero no lo pudo soportar más. Cerró la puerta con un enorme estruendo, totalmente humillada, pero sin la menor intención de delatar a Kiba.


Admito que no es de las mejores cosas que he escrito, y creo que no me ha gustado tanto pero si al menos a un de ustedes les ha gustado, estaré más que complacida, por eso los reviews son tan importantes.

Y recuerden: Kiba y Hanabi tienen cuñadas. El problema es que éstas no saben que lo son. Hana ya lo sabe, pero Hinata aún sigue inocente.

Ja ne!