Almas encadenadas
1.-Jaque a la princesa
Los verdes ojos de su hermana mayor, clavados en ella con fiereza lograron que una oleada de temor se apoderara de su cuerpo, encogiendose por ello en sí misma, abrazando a su pecho con fuerza aquellos dos miembros que, desde que los hubo obtenido, deseaba arrancarse de una vez y para siempre.
Nunca antes había sentido tanto frío, y jamás antes la tierra le había parecido tan lastimeramente molesta como en ese momento, en que esta se escurria entre sus dedos. Miró a donde los pequeños dedos de, las recientemente adquiridas extremidades, se movían torpemente entre la roca y arena de aquella obscura y húmeda cueva ubicada en la escollera dónde las olas rompían con poderosa intensidad. Le pareció que aquellas masas de carne que ahora formaban parte de ella le causaban una aversión casi nauseabunda; fijaba su mirada en sus piernas, en sus pies y en sus tobillos como si no lograra asimilar aquella realidad que la ataba a un mundo terreno al que ella no deseaba pertenecer en absoluto.
-Ahora si la hiciste buena Kasumi-y aquel comentario mordaz por parte de su hermana fue todo lo que la joven de cabello cuyo color emulaba al fuego-irónicamente-, fijara su vista en aquellos ojos cuya frialdad se mantenía fija en ella.
-¡Eso ya lo sé!-la respuesta dada por la ojiverde se dirigió hacia su hermana mayor con la misma intensidad y tono con que ella había dirigido su primer comentario hacia la menor logró que una sombra de sopresa se posara momentaneamente en los ojos de la rubia.
-Te pido que no me trates como si yo tuviera la culpa.-La voz de la mayor se suavizó un poco sólo para tornarse más fría que en un principio.-He de recordarte que todo esto que ha sucedido ha sido únicamente por tu estupidez.-añadió luego intentando sonar severa e incluso añadiendo un poco de crueldad a su comentario. Una vez más la jóven que repondía al nombre de Kasumi se encogió en si misma mientras volvía a mirar con asco sus -no deseadas-piernas. Otra vez su mirada verde-agua se poso en los ojos de su hermana cuyo tono parecía un espejo de su propio mirar.
-Ya nada puedo hacer para remediar esta situación Sakura, no tienes que restregarme en la cara cuan insensata fui.-
-No te discutiré eso.-la voz de su hermana sonó aún más sombría y lúgubre que cuando había llegado hasta ahí dedicándole aquella mirada de hielo que parecía acusarla duramente de un pecado jamás cometido antes y que ahora ella cargaba pesadamente sobre sus hombros.
-Kasumi.-una voz de dureza excepcional se escuchó en el resonar acústico de aquella cueva.
-¡Padre!-exclamó Sakura con sorpresa para un minuto después hacer una reverencia ante el soberano absoluto del mar.
-Retírate Sakura.-indicó el rey sin siquiera dirigir una mirada a su hija mayor, sin embargo la joven sirena no se molesto en hacer apreciación alguna de aquel gesto indiferente por parte de su progenitor y así, dedicando una nueva reverencia al recién llegado se alejó del lugar sumergiéndose en el agua color azul oscuro unos metros más allá de dónde se desarrollaba la escena dentro de la cueva de la escollera.
-Kasumi.-Nuevamente la contundencia de la voz resonó como un eco rugiente dentro de aquel lugar que servía de refugio a la más pequeña de las princesas marinas.
-¡Padre yo…perdóneme…yo sólo…fue un error…-habló atropelladamente esperando que todas aquellas frases que salieron en tropel de su boca formaran en si una frase coherente que pudiera fungir como escudo ante la mirada iracunda y penetrante de su padre.
-¡Gracias a tu imprudencia todo nuestro reino esta en peligro!-
-¡No pensé que esto trajera consecuencias tan graves!-se animó a levantar un poco más la voz desesperada por alguien que llegará a comprenderla en vez de juzgarla y acusarla de la estupidez más grande.
-¡No me respondas, no te permito que me levantes la voz!-esta vez el tono empleado por el soberano marino.-¡Eres una insolente!-
Nuevamente se encogió en si misma, lo estaba haciendo mucho últimamente, pero era inevitable, mucho más aún si todos llegaban con aquellos prejuicios y la arrolladora acusación culpable apenas la veían, no podía evitar sentirse aún más pequeña e insignificante de lo que nunca antes se había sentido; De lo que nunca antes la habían hecho sentir.
-¡Tu gigantesca estupidez nos ha metido a todos en un lío descomunal!-aseveró nuevamente el padre tomando la palabra, irrumpiendo en aquel silencio que había envuelto por apenas unos segundos la cueva que servía como refugio a la joven de cabello de fuego.
-Padre, jamás fue mi intención que todo el reino estuviese en riesgo…-
-¡Claro!-la acalló el hombre mayor clavando su mirada represiva sobre la frágil postura desde donde su hija lo observaba.-¡Entonces debo suponer que tu acto de completa demencia al provocar a un hechicero fue un simple juego para ti!-
-¡No es de esa manera padre…!, ,¡Es que…ellos…son tan arrogantes que…!-se lanzó hacia adelante en un movimiento brusco para enfrentar al rey del mar, tropezando en el proceso con sus propios pies, y con ello, casi dándose de bruces contra la roca que conformaba el suelo de aquella caverna.
-¡Eso, Kasumi, si ellos son arrogantes o no, es algo que nosotros no tenemos derecho a recriminarles!, ¡¿No has entendido aún qué lugar ocupamos nosotros en este mundo?-
-¡Pero padre…!-
-¡Calla!, ¡No quiero escuchar más necedades tuyas!, veremos que podemos hacer para salir de este embrollo…por lo pronto debes de mantenerte aquí al menos hasta que se nos haya ocurrido algo!-puntualizó el hombre del mar y se alejó de aquel alineamiento de rocas cya función era romper las olas embravecidas de la marea acuática. Y Kasumi lloró, lloró como no se lo había permitido tiempo atrás, lloró como cuando de niña descubrió que su madre no volvería más a su lado, y otra vez (como en aquella ocasión) supo cuán sola se encontraba en ese mundo al que parecía no pertenecer.
Caminaba por la orilla de la playa, bordeaba con increíble precisión el oleaje que parecía arrastrarse hasta sus pies rogando por tocar aunque fuera la suela de sus botas color negro noche que se hundían en la dócil arena de aquel lugar paradisiaco que colindaba con la frontera de su reino. Nunca había reparado en aquel lugar, siempre le pareció lejano, demasiado gris para que valiese la pena siquiera visitarlo, pero ahora caminando en medio de la noche estrellada, el lugar le pareció más vivo que nunca, pacífico e invitante a la reflexión, un lugar que poco y nada tenía de gris, sino que más bien parecía matizarse con los colores del alma; profundo y misterioso, pero lleno de una luminosidad que no se podía encontrar en ningún otro sitio, por más fantástico que este fuera. Satoshi sonrió de lado, no solía reparar tanto en detalles tan mínimos; para él, una playa era una playa, se limitaba a ser agua y un montón de arena cuyo única cualidad era una gama de colores que no sobrepasaban de 3 a 4 combinaciones distintas; Sin embargo, algo de ese lugar era distinto, algo de ese sitio le invitaba a fijar su atención en las nimiedades, a concentrar su vista en lo pequeño, a fijar sus sentidos en lo casi imperceptible, se detuvo un momento y cerró los ojos dejándose envolver por aquella paz que lo rodeaba, luego, los abrió nuevamente y siguió su camino aún sin borrar el amago de sonrisa de su rostro; Fue entonces cuando la vio, caminaba torpemente y se tropezaba cada tres o cuatro pasos, miraba hacia atrás con nerviosa insistencia y luego seguía avanzando con la misma presteza con la que un niño de 10 meses intenta andar de pie, era de una tez tan blanca que podía distinguirse en medio de aquella obscuridad, sin embargo en ningún momento rayó en lo lechoso ni mucho menos, el color de su cabello ardía entre las sombras como una llamarada de fuego implacable en medio de la obscuridad, por lo que el podía observar desde la distancia en la que se encontraba, la hermosa cabellera enmarcaba la figura de la joven hasta la cintura y el resto de su cuerpo desembocaba en unas largas y bien torneadas piernas que parecían estar moviéndose por primera vez en el mundo terrenal; fue entonces cuando pudo notar otro detalle que logró que sus mejillas ardieran y un rojo carmesí inundara su rostro con descarada facilidad; ella…estaba completamente desnuda, su cuerpo se encontraba completamente expuesto a la intemperie, no había prenda que cubriera ni el más mínimo centímetro de piel, su cuerpo cuya complexión parecía la de una verdadera diosa descendida del mismísimo paraíso era, para deleite del hechicero, expuesto con descaro ante su vista sin ningún tabú de por medio que pudiese frenarlo. Nuevamente aquella joven se tropezó entre su tercer y cuarto paso, esta vez reposó en la tierra por largo rato y no volvió a incorporarse; sus pies se movieron por inercia, no recordaba haber ordenado a sus piernas emprender la marcha, sin embargo apenas reflexionó en ello cuando ya se encontraba frente a la joven dispuesto a ofrecer su ayuda.
Kasumi levantó su vista agotada, caminar era más exhaustivo que migrar por los largos mares internacionales, se había tropezado unas veinte veces antes y esta era en definitiva su derrota ante un mundo para el que no estaba hecha, con la fe hecha casi trizas, clavó sus ojos en el cielo sólo para encontrarse con él, con él y esos ojos obscuros cuya profundidad era aún más extasiante que el mismo mar…
Era alto, con una complexión que se podía adivinar ideal aún bajo el cargado traje de noble que portaba, de presencia magnética y poderosa, de facciones varoniles e increíblemente irresistibles, era terriblemente guapo y de un atractivo enérgico y dominante, y sus ojos, esos ojos de profundidad estremecedora que avasallaba sus sentidos y que desbocaba su corazón de una manera que no podía controlar de ninguna manera.
-Permítame ayudarle mi lady.-exclamó el muchacho ofreciendo su mano a la dama que aún permanecía sobre la blanca arena sin haber movido ni un músculo ante la llegada del joven hechicero.
Observo con curiosidad la mano extendida ante ella como si la examinara minuciosamente, frunció el entrecejo no muy convencida de aceptar la ayuda de aquel extraño que había aparecido tan de repente y de la nada.
-No le haré daño mi lady, se lo aseguro.-nuevamente la voz serena y profunda del muchacho llegó hasta sus oídos con una melodiosidad nunca antes escuchada por la joven de ojos verdes, era tan amable y su mirada parecía tan pura y sincera que se preguntó por qué dudaba de él. Con cautelosos ademanes la joven aceptó la mano que aquel desconocido le ofrecía y afianzándose en él logró ponerse de pie tambaleándose.
-Muchas gracias.-murmuró al fin la joven en un murmullo tan bajo que, el pelinegro juraba de no haber estado tan cerca de ella en ese momento lo hubiese confundido con el rumor de la olas que se desvanecían en la orilla de la playa.
-No hay por que…Pero, dime, ¿Qué hace una bella doncella como tú a estas horas de la noche, en este lugar alejado de la civilización y…-carraspeó un poco intentando no dirigir su vista hacia el cuerpo descubierto de la joven y dar con esto la apariencia de un pervertido, decidió que lo mejor era concretarse a terminar la cuestión.-…y en…esas condiciones?- casi juró por un momento que la temperatura había aumentado al menos 10 diez grados sobre la que había percibido apenas llegando a la playa. Kasumi miró con curiosidad al hombre frente a ella, luego enarcando una ceja puntualizó sobre la cuestión última que aquel joven de cabello negro azabache había reparado.
-¿En qué condiciones?-la voz de la pelirroja había tomado un tono intrigado al no entender a que se había referido el caballero que amablemente se había ofrecido a ayudarle; Satoshi se limitó a desviar la mirada con el rostro coloreado de un rojo que hubieran envidiado los tomates más maduros, y luego señalar con el dedo hacia el cuerpo de la joven; esta a su vez dirigió su vista hacia dónde el muchacho señalaba aún sin mirar…
Sintió como un ardor corría por su rostro concentrándose especialmente en sus mejillas, se supuso roja como las brasas ardientes consumidas por el fuego. Luego, tuvo el impulso de abofetearle para después soltarle una sarta de insultos que lo acusaran de pervertido y finalmente salir huyendo de ahí y volver al sitio del cual se le había ordenado no salir y del cual ella había escapado desobedeciendo cualquier precepto que se le hubiese impuesto para quedarse atada a él. Reflexionó después, podía abofetearle excusando que era un depravado y un sinvergüenza, pero era ella la que andaba desnuda paseando por toda la playa como si aquello fuera lo más natural del mundo, podía salir huyendo de ahí, el problema era que apenas y podía dar tres pasos seguidos sin tropezar con sus propias extremidades; apenas en reflexión de todo aquello estaba cuando un nuevo desequilibrio invadió su cuerpo haciendola tambalearse hacia adelante, de no haber sido por el rápido movimiento realizado por el joven de ojos almendrados, ella hubiese caido de bruces sobre la arena, pero ahora estaba sobre el pecho del muchacho, apoyandose en él como si fuese una tabla de salvación o algo parecido, sintió como algo cálido cubría casi la totalidad de su cuerpo y se separó un poco de su salvador para mirarlo a los ojos y luego observar que era lo que fungía como cobertor en ella. Notó que aquel hombre de atractivo irresistible se había despojado de su capa y la había colocado sobre ella guardandola con esto del frío y el pudor, un leve sonrojo adornó las mejillas de la muchacha a la vez que emitía un leve "gracias" al muchacho mientras dirigía su mirada al suelo evitando que una mayor vergüenza la embargara.
-¿Y entonces?-la voz de aquel joven de aspecto noble volvió a llamar su atención.-¿Qué es lo que hace aquí, sola y en estas condiciones?-preguntó él mirandola con profundo interés.
-Disculpe, apenas me estoy acostumbrando a estar fuera del mar, es que...-
-¡¿Eres una sirena?-preguntó el pelinegro sosteniendo a la ojiverde de los hombros y mirandola con una mezcla de sorpresa y decepción; gesto del cuál, la princesa no pudo entender el origen, lo miró sorprendida e intrigada por aquella nueva reacción, apenas se disponía a contestar cuando una nueva voz proviniente del mar la interrumpió...
-Bueno, es evidente lo que está ocurriendo aqui.-
El pelinegro frunció el entrecejo mirando con severidad al soberano del reino marino.
-Y, exactamente, ¿Qué es lo que está ocurriendo?-preguntó el muchacho con voz grave sin despegar la vista del mayor de los seres mítico-acuaticos.
-Usted señor, ha abusado de la inocencia de mi hija menor.-
Con hábil movimiento el hechicero colocó la capa, de la que antes se había desprendido, sobre el cuerpo descubierto de una consternada Kasumi, quién miraba la escena
con una mezcla de sorpresa e ira expresada en su ojos emulantes a las esmeraldas y que ahora, bajo esas emociones brillaban peligrosamente.
-Padre.-intervino la pelirroja antes que Satoshi pudiese emitir objeción alguna.-Nada ha pasado entre el caballero y yo.-
Esta vez la mirada fúrica del rey se dirigió hacia la joven enfrentándola con autoritarismo reflejado en sus facciones.
-¡Nadie te ha pedido que hables Kasumi!-
-¡Pero...padre...!-objetó la muchacha en un débil intento por imponer su opinión sobre la intransigencia de su progenitor.
-¡Callate Kasumi, no lo diré otra vez, no te metas en asuntos de hombres!-
-¡Este asunto particularmente me concierne!-defendió ella dando un paso hacia aquel que ahora la menospreciaba aún siendo su propio padre.
-¡Kasumi!-la voz del hombre mayor ahora había adquirido un tono amenazante, luego lo suavizó para añadir con ironía y desdén.- No puedes meterte en estas cosas, no eres tan inteligente.-
La mirada aguamarina de la joven princesa se hizo más brillante y acuosa, su gesto se había tornado en una mueca de dolor e indignación, apretaba su mandíbula con fuerza tal vez tragándose con ello
todas las palabras que deseaba gritar a la cara de ese Satoshi quién finalmenye intervino en favor de la sirena.
-¡No le hable de esa manera!- retó con evidente molestia al padre de la chica.
-¡No me va a decir como debo tratar a mi hija, menos aún sabiendo que no es lo suficientemente cabal como para darme una satisfacción por su vergonzosa conducta!-bramó el rey del océano respondiendo de la misma forma
al gesto desafiante del joven hechicero.
-¡Ya le dije que entre su hija y yo no ha pasado nada!-farfulló el pelinegro nuevamente, esta vez dando un paso hacia dónde se encontraba el padre de Kasumi y los testigos agregados de aquella escena.
-Su reputación no es muy buena Señor.-indicó el anciano rey mirando esta vez al muchacho con suficiencia.-De hecho, su reputación es una de las peores en los 4 reinos mágicos, me pregunto que opinaría el consejo de hechicería si
se enteraran al fin de su larga lista de amantes...y peor aún si se enterasen que su última "conquista" se ha tratado de una sirena, y no cualquier sirena, sino que ni más ni menos que la menor de las princesas del reino marino.-
-¡Usted no es mas que un maldito!- escupió Satoshi entre dientes sin poder objetar nada más; era verdad, su reputación no era muy buena entre los 4 reinos, tenia una larga lista de amantes en su haber, entre los pueblos se le conocía
con el papel de el patán conquistador, aquel que, abusando del poder que poseía tenía a la mujer que quería con el solo tronar de sus dedos; Su corte real se la vivía al borde del colapso nervioso, escandalizada de su "estilo de vida" y ya hasta habían amenazado
en veces anteriores con hacerle saber al consejo de hechicería sobre su comportamiento cuyos tintes inmorales y libertinos, eran inaceptables; esto, por supuesto, le traería problemas graves, eso sin mencionar la amonestación tan grande que recibiría por parte de el consejo.
pero eso no era lo peor, si el consejo llegaba a enterarse,-con una versión tejiversada por supuesto-, de un encuentro de ese tipo con una sirena sería rapidamente destituído de su trono y después lo condenarían a una muerte tan terrible que ningún hechicero quisiera enfrentar jamás.
Miró nuevamente al soberano de los mares con fuego iracundo chisporrotenado en sus ojos; Aún la sonrisa se mantenía en el anciano que ahora volvía a tomar la palabra:
-¿Un maldito?, ¿yo?, Mi señor, excuseme, pero realmente le estoy ofreciendo un beneficio, algo que nos es conveniente a ambos.- el joven de ojos color chocolate notó toda la ironía en el tono de aquel que ahora estaba fungiendo como negociante de algo que no podía entender muy bien de que se trataba.
-¿Conveniente?-el hechicero entornó los ojos mirando conextrañeza al otro soberano como si no entendiera siquiera el significado de semejante concepto.
-Si señor, pienselo, un matrimonio con mi hija (sin hacer su condición conocida, por supuesto), podría fin a su terrible reputación...-
-Claro.-respondió mordaz el muchacho.-Ese, suponiendolo asi, sería el beneficio para mí, pero, ¿Cuál sería el beneficio para usted?, No creo que haga esto por su buena voluntad hacia mi, ¿Me equivoco?-
El anciano se permitió emitir una sonora carcajada, los ojos de Kasumi recorrieron los rostros de los ahí presentes buscando ayuda en sus hermanas, con gran pesar estas apenas negaron con la cabeza y desviaron la mirada hacia otro lado; la desesperación de la más jóven de las princesas hizo que su mirar se posara
en el joven que ahora se encontraba sólo a un paso de ella y miraba fijamente a su padre, deseó con todas sus fuerzas saber que era lo que pensaba él en esos momentos.
-Protección.-exclamó finalmente el amo del mar cuando hubo sosegado su sardónica risa.-Protección para mi reino es lo que deseo Señor.-
La vista de l principe hechicero se volvió consternada hacia la más joven de las princesas del reino marinoquién, miraba con súplica e interrogación hacia él a la vez que temblaba de arriba a abajo intentando mantener (tanto como pudiese), el quilibrio sobre sus recientemente adquiridas extremidades inferiores,
retrocedió nuevamente hacia donde estaba ella y ofreció su brazo para que ella pudiese mantenerse de pie; La joven enarcó una ceja con molestia visible y luego rechazó diligentemente el apoyo que le era otorgado. El muchacho miró a la joven con aire orgulloso y una sonrisa indescifrable y retiró su brazo pra volver su atención al padre de la joven.
-Piénselo príncipe, usted gana en todos los aspectos.- reafirmó el rey del mundo acuático mostrando una vez más esa sonrisa que Satoshi empezaba a odiar con fervor.
Reflexionó unos segundos y nuevamente su vista se dirigió ante la joven de intepestiva mirada y férrea voluntad, podría ser que el señor de las sirenas y criaturas marinas tuviera razón en una cosa, el matrimonio podría quitarle de encima a la corte real y al tremendo escándalo que amenazaba con llegar a oídos
del consejo de hechiceros.
Una protesta interrumpió abruptamente las cavilaciones del azabache que ahora enfocaba su vista en la escena que para ese momento se desarrollaba frente a él.
Kasumi se inclinaba desafiante hacia el lugar donde estaba su padre, las piernas le temblaban irreflenablemente y sostenía con fuerza la capa que él le había otorgado buscando cubrir casi por completo su desnudez.
-¡Padre, no necesitamos pedirle a un desconocido protección para nuestro pueblo, nosotros somos lo suficientemente fuertes para defendernos!-
-¡Kasumi te ordené que te callaras, tú deberías agradecer a los dioses que un gran señor esté considerando siquiera tomarte como su esposa y además esté corrigiendo tus estupideces!-La joven se encogió en si misma a la vez que se abrazaba con fuerza y se mordia el labio inferior quizás con la intención de evitar que el llanto se soltase de un momento a otro.
Nuevamente la voz de aquel que gobernaba el mundo marino con la misma contundencia que cuando hubo emergido clamando por el honor perdido de su hija.
-¿No le parece entonces mi señor que se llevaría una pieza magnífica a su palacio?-
Satoshi sintió un sabor amargo en la boca, unas nauseas casi incontenibles que contraían su estomago con fuerza y subían con ardorosa persistencia que quemaba su garganta; estaba seguro que de no haber tenido mayor autocontrol habría vomitado. La manera en que aquel tipo trataba a su hija le provocaba jaqueca y una repugnancia terrible, para el gobernante marino
su hija era tan importante como un pedazo de carbón para cualquiera. Enarcó una ceja con escepticismo y luego soltó con contundencia.
-Definitivamente soy yo el más afortunado en este trato.- "No sé que tan beneficioso sea esto para ella pero no la dejaré en absoluto a merced de este sujeto tan asqueroso". Satoshi volvió al lugar que ocupaba anteriormente al lado de una, ya muy agotada Kasumi, quién temblaba aún más vigorosamente que antes luchando por mantenerse en bipedestación, tenía ella una expresión inconforme y con evidente rabia contenida.
-Entonces señor, me he de suponer que ha aceptado mi oferta-exclamó el anciano rey con aquel tono altivo que lograba enervar los nervios del monarca hechicero.
-Por supuesto.-respondió el azabache forzando una sonrisa al volver su mirada fija en el hombre mayor.- Sólo si la dama asi lo desea.-
-¡Yo no quiero casarme!-increpó la muchacha soltando en ello toda su frustración y enojo ante el hecho de ser tratada como cualquier mercancía en venta.
-¡Kasumi!-llamó la atención el padre.-¡Tu estupidez y egoísmo nos puso a todos en riesgo, no puedes portarte como una niña malcriada!-
La joven se silenció en ese momento.
-¡Padre yo no...!-
-¡Te he dicho que no hables, te casarás con el caballero y punto!-
Kasumi sintió el peso de su propia frustración e impotencia como una carga insoportable que aplastaba su alma con potencia avasalladora asfixiando cualquier protesta que pudiese ó sus ojos arder ante la presión ejercida por las lagrimas que se acumulaban en ellos y contra las cuales luchaba para que estas no pudieran escapar frente a todos los espectadores de aquella terrible escena. Miró nuevamente a aquel que se había convertido durante esa noche en su peor condena, sus ojos como filosas espadas de bello color emeralda ahora eran una mezcla de dolor e ira que lograron causar un escalofrío en la espina dorsal del joven príncipe. Luego se escuchó un suspiro resignado y nuevamente, esta vez de manera más suave la joven habló:
-Esta bien, acepto casarme con el caballero esperando con ello complacerlo padre, y beneficiar a mi reino con este trato.-
-Por fin la lucidez ha logrado ascender hasta tu cabeza hija.-exclamó nuevamente el padre de la joven con aquel tono que Satoshi deseaba dejar de escuchar a la brevedad, decidido a sacar a la joven de ahí y evitar la tortura de escuchar las estupideces del viejo la intervención del monarca hechicero no se hizo esperar.
-Debemos irnos, el alba está apunto de alcanzarnos y deseo consolidar este pacto cuanto antes.-
Fue entonces que la ojiverde fue consciente del dolor acalambrante que recorria sus extremidades inferiores con descarado ímpetu, intentó dar un paso hacia el frente pero apenas y pudo deslizar su pie derecho unos cuantos centímetros delante del izquierdo agudizando aún más esa hormigueante sensación y de paso colectando entre sus dedos una gran cantidad de arena que produjo un escozor irritante entre sus hortejos. Apenas a unos cuantos centímetros de ella, un muy divertido Satoshi miraba la escena con una franca sonrisa dibujada en los labios, aquella joven cuyo carácter y voluntad poseían una fuerza equivalente a la del fuego que todo lo arrasaba a su paso, sin embargo( y Satoshi aún no lograba entender muy bien por que), la muchacha lograba provocar en él una ternura que nunca antes había sentido por nadie y qeu le perturbaba de nuevo intento por parte de la joven para dar su siguiente paso y la mueca de dolor expresada en su rostro le indicó al pelinegro que de seguir asi tardarían tal vez días enteros en caminar siquiera 15 metros lejos de la orilla del mar; con una habilidad magistral y una presteza que rayaba en lo artístico el joven hechicero levantó a la sirena en sus brazos, la protesta impetuosa no se hizo esperar por parte de la pelirroja cuyo seño fruncido logró arrancar una leve carcajada por parte del príncipe.
-¡Oye!,¡¿Qué demonios crees que haces?, ¡No te necesito para moverme, puedo hacerlo perfectamente bien yo sola!-
-¿En verdad?-preguntó con divertida ironía el muchacho para luego añadir.-Por que hace un momento apenas y pudiste dar un paso sin perder el equilibrio en el intento.-
-¡Eres un...!-
-Tranquila, ahora que me tienes a mi para cuidarte ya no tienes de que preocuparte..."cariño"-el tono burlesco del muchacho añadiendo especial enfasis en la última palabra sólo logró enervar más a la menor de las princesas quién no espero para increpar nuevamente a su recién adquirido prometido.
-No me llames cariño.-farfulló ella entre dientes, cosa que nuevamente provocó la carcajada del azabache quién comenzó su marcha en ese momento lejos de aquel lugar.
-Como tú ordenes, "amor"-
A punto estaba de salir de los labios de Kasumi una nueva objeción cuando la voz del soberano de los mares se hizo escuchar nuevamente logrando que Satoshi se volviera a verlo con la joven en brazos.
-Señor, ya que nuestra asistencia a su maravilloso enlace nos es imposible de efectuar, supongo que no le molestará que envíe a uno de mis fieles mensajeros.-señalando a las gaviotas apostadas en la escollera cercana a aquel sitio.-para que garantice que ese matrimonio se haya realizado.-
-Por supuesto.-escupió el hechicero con repugnancia dirigiendo su mirada al lugar dónde las aves permanecían inmutables a pesar de las olas marinas que azotaban con fuerza en aquella formación rocosa.-Por mí como que envia a una ballena danzante de testigo.-
Esta vez el gesto complaciente del anciano se endureció con rápidez.
-Vaya imbé...-
-Con su permiso.-cortó Satoshi de tajo, luego dándose media vuelta marcho rápidamente de ahí con una sorprendida Kasumi en brazos.
La protesta de la sirena se prolongo todo el camino que hubieron recorrido hasta perder de vista ellímite que separaba la tierra del el muchacho depositó con suavidad en el suelo sin soltarla por completo, luego emitió un silvido de considerable fuerza que logró una mirada intrigada por parte de la joven de ojos agua-marina.
-¿Qué haces?-preguntó ella intentando comprender la última acción del príncipe, este la miró de lado dedicandole una media sonrisa.
-Buscando un medio de transporte que nos lleve al palacio por supuesto.-contestó finalmente el joven a la vez que un bello caballo alado de color negro aterrizaba justo al frente de ellos, el magnífico animal de porte imponente relinchó a la vez que raspaba su pezuña derecha contra la expresión de horror se dibujó en el rostro de la pelirroja quién hizo un amago por retroceder ante la presencia del animal.
-¡Ah no, no, no, no!, ¡Yo no voy a subirme a un caballo emplumado!, ¡En mis planes no entra despegarme ni un milimetro del suelo!-
Satoshi rió con fuerza ante la reacción expresada por Kasumi ante la idea de montar en un pegaso para transportarse hasta el castillo.
-¿y Entonces cómo planeas llegar?-preguntó el azabache aún entre risas soltandola para dirigirse al animal que permanecía esperando a su amo y a la acompañante de este, fue entonces cuando ella pudo ver como el muchacho extrajo de entre sus ropas un sombrero y se lo colocó en la cabeza.
La joven de bellos ojos aguamarina miró con atención el sombrero que apenas había sido colocado sobre la testa del muchacho;era un sombrero alado, redondeado y de color negro, una cinta azul cruzaba el medio de la prenda y justo al centro de esta había un símbolo extraño, era una especie de circulo rodeado por una extraña estela, aquel símbolo era muy parecido a un cometa, luego reparo en el plumaje ue adornaba la parte trasera del sombrero que ahora era portado por el muchacho; Kasumi entornó los ojos como si desease enfocar mejor aquella figura extraña que cubría la cabeza de aquel al que había sido-prácticamente-vendida; Le parecía reconocer aquella especie de prenda de algún lado, aunque no le quedaba muy claro de dónde, forzó un poco más su memoria buscando encontrar algún momento en el que hubiese visto ese tipo de sombrero antes. El recuerdo de una prenda similar a aquella llego de golpe a su mente, antes la había visto, sí...alguna vez, antes de que toda aquella locura comenzara, la había visto en el cinturon de aquel que la había condenado al exilio de su propio reino,sí, antes lo había visto, ese tipo de sombrero sólo podían poseerlos los hechiceros; La verdad contundente pareció gritar dentro de su mente con una intensidad tan avasalladora que era imposible ignorarla. Abrió la boca con consternación al momento que sus ojos se ensanchaban fijandose en el muchacho quién miraba con extrañesa la transición de gestos que defilaban en las bellas facciones de la muchacha.
-¿Te pasa algo?-se animó a preguntar el joven enarcando una ceja y mirando con curiosidad cuando el gesto de la muchacha se congelo en un hiatus de intriga que el no podía comprender.
-¡Eres un hechicero!-exclamó con furia la pelirroja señalando rígidamente hacia el monarca, quién permanecía inmovil desde su posición inicial a la llegada de su fiel pegaso.
Satoshi frunció el seño con escepticismo sin entender por que el repentino ataque de ira por parte de su acompañante.
-Sí, bueno...Tú eres una sirena.-
Kasumi pareció ignorarlo, y esto se vió confirmado ante las palabras que salieron seguidamente de la boca de ella.
-¡Todos los de tu especie son de lo peor!, ¡Sólo escoria, una burda imitación de lo que se supone debería ser un ente extraordinario!, ¡Asquerosos y viles rastreros!-
Con una firmeza que, por un minuto logró amedrentar su ánimo, el pelinegro se dirigió hasta ella, su mirada fija y severa
, su porte altamente imponente le pareció intimidante, deseó, por un momento, haber evitado aquellas palabras que parecieron desencadenar aquel silencioso enojo que se desprendía por cada poro de la piel del muchacho. Se quedo apenas a unos cuantos centímetros frente a ella sin inmutar su gesto.
-Los de tu especie también son una basura, pero no vamos a entrar en esos detalles tan desagradables...evidentemente no somos la persona favorita el uno del otro pero vas a tener que aguantarte...-
-No veo por que-resopló la pelirroja con fastidio a la vez que desviaba su rostro de la mirada enérgica del hechicero.
¡Por que yo me compré una esposa y te guste o no vas a cumplirme como tal!-exclamó el chico de ojos almendrados alzando la voz a la vez que su gesto adquría matices más sombrí abrió los ojos con sorpresa a la vez que en sus ojos se asomaba la indignación.
-¡No soy ningún objeto!-
-¡Demasiado tarde para notarlo!, ¡Nos vamos!-Dicho esto y sin esperar ninguna respuesta, el soberano se agachó hasta apoyarse sobre una rodilla y luego, de un movimiento ágil dobló por la cintura a la ojiverde sobre su hombro cargandola como si fuera cualquier costal de arena.
-¡¿Qué demonios te pasa idiota?, ¡Suéltame!, ¡Te lo oreno!-A pesar de las múltiples protestas por parte de la joven princesa del mar, el hechicero parecio simplemente ignorarla para, posteriormente montar sobre su animal alado y darle la orden de partir inmediatamente de ahí.
Llegó a palacio prácticamente arrastrandola trás de si mientras ella intentaba oponer resistencia al agarre de él, clavando (tanto como podía) sus inexpertos pies al piso de marmol que recubría el suelo de aquel imponente y lúgubre palacio.
-¡Hoshi!-llamó el señor del castillo deteniendo su marcha en la sala del lugar y obligando a la sirena a que se sentara en uno de los muebles apostados en el centro de aquel inmediatamente apareció el mayordomo al servicio del príncipe y con una reverencia se inclinó ante su amo y la nueva visitante que lo acompañaba.
-A su servicio señor.-indicó el hombre de edad madura y cabello canoso con un gesto sereno y afable.
-Quiero que mandes llamar a toda la servidumbre, tengo algo importante que informarles a todos.-exclamó el pelinegro mirando fijamente a su fiel servidor.
-Enseguida señor.-puntualizó el mayordomo y se retiró de ahí dispuesto a cumplir la encomienda que se le había otorgado. El silencio cayó pesadamente sobre las dos siluetas que se mantenían en posturas rígidas sin siquiera dedicarse una mirada casual. Apenas unos minutos después toda la servidumbre incluido el mayordomo de palacio estaban reunidos en aquel salón frente al hechicero y su bella acopañante.
-Primero que nada...-inició Satoshi dirigiendose a su concurrido público.-Quiero presentarles a Kasumi...mi prometida.-con un ademán de su mano indicó a la joven que permanecia sentada en el gran sillón al lado del dueño de aquel lugar,dirigió su rostro hacia aquel que la habia llevado hasta ahi con un gesto que demostraba total sorpresa ante la reciente declaración del muchacho, este pareció no notarlo pues siguió hablando, a la vez que algunas murmuraciones suspicaces por parte de los sirvientes se hacían escuchar.-A partir de hoy ella fungirá como la señora del castillo y la princesa del reino...y, mañana a primera hora nos casaremos no quiero nada demasiado elaborado, solo que se arregle lo suficiente como para presentar al pueblo a su nueva reina.-
Nuevos murmullos por parte de los ahí presentes y el mayordomo haciendo un ademán para imponer el silencio en la habitación.
-Es todo.-puntualizó el principe hechicero. Los sirvientes hicieron caravana ante los señores y se dirigieron a cumplir sus deberes para la preparación de la boda que se llevaría a cabo al día siguiente.
Satoshi se volvió a Kasumi con el gesto serio que había adquirido después de la discusión sostenida desde la playa y luego nuevamente con un movimiento de agilidad impresionante volvió a tomarla en brazos; una nueva oleada de protestas, golpes e intentos por zafarse del agarre comenzarón por parte de la soberana del óceano; cada uno de esos intentos más inútiles que el anterior, aquello no la llevaba a nada y él no parecía tener niguna intención de dejarla escapar. Cuando arrivaron a una de las numerosas habitaciones del castillo, la joven, aún en brazos del muchacho se mostraba férrea ante el contacto de su "prometido"; Finalmente, el muchacho de ojos color chocolate colocó (tan delicadamente como ella se lo permitió), a la ojiverde sentada sobre la inmensa cama que parecía coronar aquella habitación.
-¡Espero que estés satisfecho!, ¡Gracias por semejante rídiculo allá abajo frente a toda tu servidumbre!-bufó la muchacha fijando su mirada llena de frsutración y enojo sobre el mago.
-¡Pude haberte dejado en un ridículo mayor al no presentarte y fingir que eras sólo mi amante, sin embargo tuve la decencia de presentarte como mi señora!-
-¡¿Y crees que ya con eso has ganado mi favor?, ¡¿Qué nada más por que hiciste eso me arrojaría a tus brazos agradecida y enamorada?, ¡Te equivocaste garrafalmente!-
-No tienes que "arrojarte a mis brazos, ni nada parecido a ello, por que seré yo el que tome lo que por derecho me corresponde.-Las palabras contundentes por parte del hechicero lograron intimidar de sobremanera a la joven recién llegada a palacio, su pánico comenzó a aumentar cuando noto como aquel que se había adjudicado el título de su "Prometido" se había deshecho del chaleco que portaba y comenzaba a desabotonarse la camisa mirandola intensamente, completamente decidido a cumplir su amenaza.
Continuará...
Espero que hayan disfrutado este cap y que posteriormente disfruten este fic. La verdad tengo mucho que agradecer a Sumi-chan por su constante apoyo sobre la creación de este fic y por ser mi beta reader durante todo este tiempo, también tengo demasiado que agradecer a una persona muy especial en mi vida que sabe que esta es mi promesa de amor...