Era la hora.
Había visto aquel momento tantas veces en sus sueños. Eran imágenes y sensaciones dolorosas que poseían una nitidez tan exacta y vívida, que en numerosas ocasiones la hicieron dudar si en realidad aquello no era real. Inclusive hubo algunas ocasiones en que se planteó la férrea posibilidad de estar perdiendo - por fin - la poca cordura que aún le quedaba.
Sin embargo, ahora todo era real.
Sabía que no volvería a despertar para experimentar el terror y los escalofríos del recuerdo de un mal sueño.
No.
Ella realmente estaba sintiendo la mareante sensación de su cuerpo fatigado y adolorido. Podía percibir el ardor de cada una de sus heridas y la calidez de su sangre deslizándose por su piel; podía sentir el agonizante dolor de sus huesos rotos y la inequívoca sensación de su alma desprendiéndose lentamente de su cuerpo. Pero contrario a lo que pensaba, no tenía el dejo amargo de una batalla perdida. Se sentía satisfecha. Su sacrificio, por muy estúpido que pudiese parecer ante los ojos de otros shinobis, ayudaría en algo. Ella sabía que TODO había valido la pena.
Un escalofrío recorrió su espalda al distinguir como una imagen distorsionada comenzaba a acercarse con lentitud. Su mirada la perforaba de pies a cabeza, examinando su estado deplorable. Aun así, pudo saborear la satisfacción de ver a su enemigo con notorias heridas, señales de una pelea sin tregua.
Ella había demostrado que no era la niña débil de antaño.
Sus ojos comenzaron a empañarse con cada segundo que pasaba. Lentamente dejó de forcejear con aquellas ramas que la mantenían sujeta y que habían impedido una muerte más rápida. Las espinas que la sujetaban se enterraban cuando intentaba moverse, impidiéndole cualquier vía de escapatoria.
Moriría, eso lo sabía bien, siempre lo supo, su destino estaba predicho hacía muchos años desde el momento en que se enteró de la verdad, sin embargo, las razones serían diferentes, había logrado cambiar el rumbo de la historia… pero no así el final.
Sin quererlo una sonrisa amarga adornó sutilmente sus labios, aumentando la sensación de cansancio y resignación que la embargaba. Sus ojos apenas si podían mantenerse abiertos por el cansancio y las lágrimas que tozudamente escapaban sin permiso. Sabía que ya nada conseguía con seguir luchando, no podía salvarse.
Sintió que levantaban su barbilla con brusquedad, encontrándose con la fría mirada del enemigo. Dentro de su lucidez, notó la tensión de su mandíbula y la mezcla de la ira con la frustración en sus ojos.
-Me has decepcionado.-Le escuchó decir.-Teníamos un plan, una salvación para ti.- apretó un poco más su mejilla. Podía escuchar cómo su respiración se hacía más agitada y errática a medida que iba hablando.- ¡Te dije que esto no era necesario! ¡Yo podía salvarte! ¡¿Por qué tuviste que ser tan estúpida?!
La joven pudo forzar una ligera sonrisa.- Sabes que no era a mí a quien deseabas salvar
El hombre aflojó su agarre hasta soltarla, sin dejar de examinar su rostro. Pudo notar que su expresión se suavizaba ligeramente, aun cuando sus ojos mantenían esa capa de hielo impenetrable. - Tienes razón. Pero tu estupidez hizo que desaprovecharas esa oportunidad. – Suspiró - Tuviste que arruinarlo todo.
- No me importa lo que pienses, yo solo hice lo que tenía que hacer. Cumplí con mi tarea.
Una potente carcajada estremeció el lugar. La maldad y la desquicia que cargaba aquella risa era abrumadora.
-Sí, lo hiciste-. Susurró, sujetando el Talismán que minutos antes yacía al interior de su pechi-. Me entregaste la llave para liberar y controlar completamente al Juubi. Buen trabajo.-La mano del hombre se acercó hasta su rostro para acariciarlo. Ya casi no tenía fuerzas para mantenerse despierta, mucho menos la tenía como para revelarse y luchar en esos instantes.-Fue tu decisión morir en vano.
-Cállate.
-Como quieras.
Obito suspiró, ya no podía perder más tiempo, tal como había hecho antes, debía continuar y dejar el pasado atrás. Volteó lentamente para marcharse del lugar y continuar con su plan. Ya no tenía caso que siguiera perdiendo el tiempo allí, ella moriría pronto y no quería estar presente cuando eso sucediera. Casi por reflejo, su mano apretó con fuerza el talismán el cual aún se encontraba bañado con la sangre de su dueña.
-Por fin, la última pieza que faltaba… ahora nadie podrá interferir.
Sus pasos se hicieron cada vez más lejanos a sus oídos, dándole a entender que estaba completamente sola. Su vista se fijó en la tierra que lentamente se teñía de un tono rojizo debido a las gotas de sangre que se deslizaban por las espinosas ramas. A pesar de que no sentía dolor, sabía que su cuerpo estaba malherido y no había manera de que pudiese salvarse.
Los sonidos de los alrededores comenzaron a hacerse lejanos. Su cuerpo comenzó a pesar al igual que sus ojos, indicándole que ya no había más nada que hacer, había llegado la hora.
-Al menos… en algo pude ayudar…
Sus ojos cerraron lentamente, dejándose absorber por la oscuridad. Estaba al borde de la inconsciencia cuando sus oídos se llenaron de una voz lejana que simplemente dijo su nombre…
Sakura…