Buenas! Me muero de la vergüenza gente, en serio :$ Me desaparecí más de un año por asuntos del corazón, lo cual no se justifica, y les debo enormes disculpas por eso. Acá traje el cuarto y último capítulo de mi historia. Hace mucho tiempo lo tenía escrito pero por destiempos y otros impedimentos no fui capaz de cargarlo en la PC y publicarlo. Agradezco a todos los que me hayan seguido, ojalá les guste.
Disclaim:Bleach pertenece a Tite Kubo.
Sus manos extenuadas paseaban en vaivén sobre su blanca espalda y el silencio parecía agazapar en algún punto de la habitación ya resinosa cierto pesar luctuoso. Habían cometido el sano error de ahogar el fracaso de sus amores platónicos en el sudor del otro por culpa de la noche, el despecho y el sabor del alcohol en la boca de ambos. A Ulquiorra no lo inmutó despertar junto a su hermana a mitad de la madrugada, puesto que a falta del calor de Orihime tuvo siempre la certeza de que sería el deseo equívoco de alguna de sus compañeras lo que acudiese en su reemplazo. Lolly había dejado caer su mano errante, sumida en el vano pensamiento de Sousuke porque a él en realidad dedicaba sus más claros y sinceros sentimientos. Su mirada débil y fatigada cayó en el vacío de sus cavilaciones.
Para Ulquiorra y Lolly el momento se había tornado demasiado tenue; el declive de la noche que los unió por única vez en el deseo los empujó a un interminable letargo que inexorablemente terminó por adormecerlos.
Se durmieron con el aliento a vino puro.
"Inoue… Inoue…"
–Kurosaki-kun…
"Inoue… Despierta…"
–Kurosaki…
Orihime se cayó de la cama y a causa del brusco golpe en el hombro despertó. No tardó en comprender que el sonido armónico de la voz de Ichigo había sido parte de un sueño borroso que no recordaba con precisión pero entonces ansió volver a oírla; ansió volver a percibir esa voz pese a la inextricable realidad de la que era protagonista. Al aceptar que ese sueño escurridizo era el fiel reflejo de sus deseos indómitos y ocultos de que su amigo la rescatara no hizo más que volverse nuevamente a la resignación, a la inevitable compañía de Sousuke Aizen, su amante nocturno, quien entonces no la acompañaba. Ya no le quedaban esperanzas, ya no le quedaba amor. Menos felicidad.
Orihime sonrió levemente y, en silencio, una lágrima nimia rodó por su mejilla caliente hasta desvanecerse en el suelo frío.
En algún recinto de Las Noches Gin pensaba en Rangiku. La recordó en la plenitud de sus expresiones lozanas, en la transparencia y fidelidad de su mirada clara, en la honestidad de su voz firme y en la despreocupación de su cuerpo liviano y bello. El corazón le retumbó y la sangre recorrió por su cuerpo entero en un segundo de amor olvidado. Nunca supo si estarían destinados a estar juntos; si tanto respeto y tanto cariño de Rangiku le correspondían verdaderamente a él; nunca supo si su naturaleza reticente avalaría la dedicación propia a la mujer que quería para toda su vida. Y por eso, aquella noche fría y ventosa, se había dejado perder en la nada.
Años después la encontró y le bastó una fracción de segundo para descubrirse enamorado como en la niñez y entorpecido como siempre. Pero siempre la abandonó y a pesar de que ella lo buscó en el recuerdo y en la realidad, el denuedo no acudió en su ayuda. Se alejó una y otra vez.
Gin volvió a sus ocupaciones pendientes seguro de que no faltaba mucho tiempo para permitirse morir por ella.
Arrellanado en su majestuoso trono, Aizen Sousuke anticipaba los próximos sucesos a protagonizar el flamante Shinigami Sustituto y sus compañeros en contra de sus poderosos Arrancar. Por supuesto, el motivo principal de atracción en el Hueco Mundo era la cautiva Inoue Orihime. El ex capitán mandó a llamarla con la resolución de perderla para siempre y con la urgencia de despedirla como la pasión fugaz manda. En cuanto la tuvo a su merced, tímida y titubeante como todas las veces, la desvistió sin paciencia y le hizo el amor con una rapidez tan remota y tan frugal que incluso le pareció haber retrocedido y vuelto en el tiempo sin haberse detenido a observar. Orihime se entregó sin oposición otra vez a ese cuerpo maldito y perfumado al cual no podía decir que no y el sopor la ensordeció, la arrebujó entre el gozo y el miedo.
–Ésta fue la última vez que tú y yo unimos nuestros cuerpos –dijo Sousuke.
Orihime guardó silencio. La tristeza envenenaba su interior.
–No estés triste –dijo Sousuke–. Si sobrevivo a la guerra que se aproxima iré por ti. Si permaneces a mi lado morirás en mis manos.
Orihime se sobresaltó y aquel temor latente que en los primeros días del secuestro la paralizaba brotó en su corazón como en aquel entonces. Esos sentimientos de compasión, cariño, embeleso y redención total hacia Sousuke se expandieron irremediablemente en todo su cuerpo y se mezclaron con un odio subrepticio, ilegítimo.
–Tú eres el único ser humano al que podría calificar como divino. Eres digna de adoración, princesa –vociferó Sousuke.
La joven escrutó el rostro del hombre con lamentación y no encontró nada nuevo en él. Esa soberbia en las palabras y arrogancia en las decisiones le eran corrientes. Tal vez esos sentimientos que ella creía que el poseía le habían sido atribuídos por su tonta ilusión de amor. En definitiva, con todas las maldades e injusticias que él hacía, no era posible que fuese un ser humano en su totalidad y si en algún momento lo creyó sensible entonces reconoció su imperdonable equivocación. Todo eso que Aizen Sousuke era no estaba al alcance de su juicio.
En la víspera del abandono, Ulquiorra apareció como en una ilusión óptica entre el emperador y la princesa. Esa expresión lánguida y rencorosa en el rostro fue para Orihime un abatimiento más. Ya estaba hastiada del morbo.
–Ya es hora –pronunció Aizen al enmascarado.
–Sí–respondió el Arrancar. Orihime desconcertada, no dijo nada.
–Volverás a tu celda Orihime – Sousuke ordenó.
A Orihime la ofuscación la dejó perpleja.
–No te preocupes –prosiguió el Shinigami–, será por poco tiempo. Haz tu trabajo Ulquiorra.
–Sí.
Y Ulquiorra se la llevó. Orihime regresó a la tenue habitación carcelaria, Ulquiorra dio rienda suelta a sus sentimientos más reprimidos, Sousuke la buscó en la memoria y no la encontró, Ichigo gritó su nombre y la buscó, a diestra y siniestra. Recostada en silencio, Orihime entristeció y lloró durante horas eternas pensando en la mirada apesadumbrada de Ulquiorra, en los ojos vacíos de Aizen, en el desprecio y desdén de Lolly, en la risa contagiosa de Tatsuki, en las palabras lejanas de Sora, en el apoyo incondicional de Rukia, en la sonrisa amable de Ichigo. Así se dio cuenta de lo exigua que había sido la compañía y lo enorme que había sido el desamor de Sousuke. Cerró sus ojos y una sucesión de recuerdos entrelazados de lo que había sido su reposo en la habitación del emperador de Las Noches la acometió. El miedo, la inocencia, la ingenuidad, la primera noche, un té, una charla, una caricia, un golpe de odio, una caridad de afecto… Todo parecía lejano, todo quedó distante. Orihime decidió tirar por la borda la llave de es puerta obscura. Y ante cualquier flojedad, se evadió mediante canciones matinales y tarareos infantiles, hilvanando cosas imposibles que sólo existían en su vasta imaginación fabulosa y que sólo ella podía entender.
Tras la puerta de aquella celda, Ulquiorra custodiaba a la humana y durante largo rato recordó los extravíos de su apócrifo corazón en el baldío corazón de Lolly, el cual estaba lleno de escombros y de mugre.
Como verán este capítulo es más corto que los demás. Si esto les disgustó espero que puedan perdonar :( Hasta pronto y nuevamente gracias por leer!
Saludos, Natali.