Declaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen.

Advertencia: Es un AU (Universo Alterno). De momento sólo eso...xD


Amante de Sangre

1. Elegida

Observada. Se sentía fuertemente observada. Pares de ojos, distintos orbes, distintos colores, pero todos con un rasgo en común brillando en sus pupilas: hambrientos de deseo. Por ella. La ponía nerviosa. Su cuerpo temblaba como una hojilla de otoño a punto de caer de su rama, y sin embargo, se trataba de mantener imperturbable, con evidente fracaso. Se removió en la estúpida silla donde se encontraba sentada. Cruzó una pierna, luego la otra. Nada sirvió. La incomodes que sentía iba más allá de la posición adoptada al sentarse, era mental, psicológica. No se sentía a gusto en aquel lugar. Y pensar que las demás creían que era un privilegio estar allí, incluso, lo deseaban. Idiotas, pensó, mientras rodaba los ojos. No tenían ni idea de lo que pedían. Ignorantes.

El salón en el que se hallaba era enorme, majestuoso y elegante, de estilo clásico, techos altos y colores sobrios. La música corría por la cuenta de un piano y un violín, reuniendo las notas en una sinfonía relajante y tranquila, logrando la armonía perfecta. Los cuerpos esbeltos danzaban en medio de la pista al ritmo adecuado. Los vestidos largos de seda fina de las damas se movían al compás, mientras que los caballeros dirigían, con su batuta, cada maniobra, ataviados con sus jocosos trajes negros. Una fiesta de aristócratas. Y, quizás, lo más irónico de toda aquella situación era, precisamente, que era una fiesta de lujo con invitados selectos. Hipócritas vestidos con telas caras y dibujantes expertos de falsas sonrisas sin escrúpulos.

Y allí se encontraba ella, la dulce flor de cerezo, en una esquina de la estancia, acomodada en uno de esos asientos, tal y como dictaban las normas de sociedad de una señorita, con las piernas juntas y la espalda demasiado recta. Sus manos, en su regazo, retorciendo sus dedos con ímpetu y sus grandes ojos de un color verde, casi como dos jades brillantes, expresando su discordancia. No podía evitar darse cuenta de su estratégica colocación, en una especie de fila, junto a las otras, como si la estuvieran exponiendo en un escaparate para ser comprada al mejor postor. ¿Y no era eso lo que realmente hacían? . Sólo que en vez de venderlas, las ofrecían. En vez de pedir dinero, pedían estatus social.

Entonces lo sintió, alguien se acercaba. Un joven que no reconoció, es más, el espanto que sintió su corazón, esa maldita opresión en el pecho que no la dejaba respirar, no le permitió enfocar con exactitud su rostro o facciones. Y rezó. Le pidió a cualquier Dios de turno, que en ese instante, escuchara su plegaría, lo necesitaba. Imploró para que ese hombre se acercara a otra, eligiera a otra. Elegida. No quería ser elegida, ni por él, ni por nadie. Sólo deseaba que la velada acabara lo antes posible, marcharse a su hogar y dormir, dormir y no despertar. Porque sabía que si no era esa noche, sería la siguiente y la siguiente, hasta que, por fin, recibiera el privilegio y la bendición de ser tomada por uno de esos aristócratas.

Cerró los ojos. Sus manos le sudaban de puro nerviosismo y se las restregó frenéticamente contra sus muslos, sobre la suave tela de su coqueto vestido rosa pastel. Al abrir sus orbes distinguió aún más cerca al chico, es más le sonrió, con lo que supuso, quiso ser, una sonrisa seductora que a ella le pareció la más diabólica. Y es que, estaba aterrorizada. Y sin embargo, cuando creyó que todo llegaría a su fin, cuando ya casi sintió la mano masculina tocar la suya fría, él se paró. Todo a su alrededor se detuvo. Las miradas cayeron sobre ellos y, nuevamente, la sensación de incomodes se instaló en ella. La música cesó. Los murmullos se acallaron. Las personas se petrificaron.

Escudriñó el rostro del joven cerca de ella en busca de una respuesta, su palidez la alertó, el reflejo del temor que sentía llegó hasta ella como un balde de agua congelada. Y lo sintió. Dos ojos ónixs tan oscuros como la misma noche se clavaron en Sakura, intimidándola. Un escalofrío recorrió su columna vertebral, logrando que se agitara levemente en la silla. Él. Él era el motivo de la paralización y tensión en la atmósfera de la sala. Un sangre pura.

No era posible. Esto no podía estarle ocurriendo a ella, no a ella. ¡No!, gritó su mente perturbada, incapaz de analizar la situación, rota por el dolor, bloqueada por la aprensión que oprimió su pecho, evitándole respirar con normalidad. La señal. Jadeó, él le indicó con un dedo en alto que acudiera a él, que fuera hasta él. No miraba a otra. La miraba a ella. No señalaba a otra. La señalaba a ella. No eligió a otra. La eligió a ella. Y…mierda. No quería ir.

Su estómago dio un vuelco, amenazándola con devolver la poca comida que hoy había conseguido tragar, al ver el orgullo en el rostro serio de su padre y la sonrisa animada por parte de su madre. Ellos deseaban esto, o mejor dicho, ellos querían que su pequeña fuera escogida, pero, ni en sus mejores sueños imaginaron, que alguien como él, pudiera reclamarla a ella. Él, uno de los más importantes de su raza, un hombre de linaje antiguo y puro, uno de los ancianos, un Uchiha, ¿Por qué tomar a una noble de familia poco afamada entre los suyos, una joven inexperta y extraña? ¿Por qué?

El chico que, inicialmente, se acercó a ella, se alejó un par de pasos, inseguro. Sakura era el centro de todas las miradas, pero, sin lugar a dudas, la que más recaía sobre ella, la que más la intimidaba y empequeñecía, era la de él. Sasuke. Sasuke se llamaba. Repitió su nombre una y otra vez en su mente, sin saber, exactamente, por qué, sólo lo hizo. Tragó duro, dándose ánimos a sí misma, pidiendo un milagro a cualquier dios que se parara a escucharla, implorando que un gran hueco se abriera en la tierra y simplemente desapareciera. No pasó nada. La hora de la verdad, llegó. Tenía que cumplir con su obligación, con su deber hacía su familia. Vio la impaciencia en su rostro imperturbable. No era bueno enojar a un sangre pura, se dijo.

Las manos y las piernas de Sakura le temblaron como gelatina, pero se obligó a permanecer en pie, se llevó las manos al vestido, tomándolo en dos puños fuertemente apretados, emblanqueciendo sus nudillos. Respiró profundamente, llevando a sus pulmones todo el aire que fue capaz de reunir y levantó el mentón, fingiendo una dignidad y seguridad que no tenía, en ese instante. Lo vio alzar una fina ceja en respuesta, casi como si se burlara de ella. Y maldijo, una y otra vez en su fuero interno. Maldijo a los hipócritas aristócratas, a sus padres, a él y a ella. Él por elegirla, ella por dejarse elegir, por acatar la orden sin rechistar, por no poder hacer nada por impedirlo.

Cuanto más se acercaba a él, atravesando toda la sala, más nerviosa se sentía, su corazón se aceleraba con cada paso que daba, creándole la maldita sensación de que pronto se saldría de su pecho por su boca, mientras escuchaba, a la perfección, su sangre correr como la pólvora por sus venas, haciéndola estallar. Y eso era lo que quería, explotar en mil pedazos y desaparecer. Porque pensó que él no debería ser tan atractivo, o mejor, no debería de verlo tan atractivo. Pero lo era. Y no podía negarlo.

Vestía completamente de negro, con los tres primeros botones de la camisa abiertos casualmente, lucía endemoniadamente sensual. Su cabello azabache peinado de esa forma tan particular, pareciendo no hecho a propósito, sino que era así, alborotado y natural. Por detrás en punta y cayéndole liso por sus sienes. No pudo evitar fijarse en sus manos grandes, rudas y se preguntó si serían suaves, es más, quiso saber si toda su pálida piel lo era. Se regañó a si misma por ese pensamiento traidor y desbocado. Ya casi había llegado a su destino.

Estaba ante él. Sasuke le sonrió torcidamente, con cinismo, recorriéndola completamente, con descaro. Y, maldita fuera ella, pero se sonrojó como una niña estúpida. Sus mejillas adquirieron un encantador color sonrosado, sin embargo, no agachó la cabeza ni bajó la mirada, como era de esperarse. Le hizo otra señal locuaz, indicándole que se sentara en sus rodillas, y tras una pequeña vacilación, se atrevió a aproximarse, aunque no sabía, exactamente, cómo sentarse. Él solucionó rápidamente su duda, la jaló por la cintura con total naturalidad, tomándola desprevenida y por sorpresa, se dejó arrastrar, dejándola sentada sobre él, de lado.

Notó su respiración en el hueco de su clavícula, erizando su bello. Sus dedos finos apartaron sus hebras rosadas, colocándoselo en el otro lado. Estaba en tensión, sus músculos agarrotados, su espalda demasiado recta y sabía que él percibía todo eso, todo ese mar de sensaciones absurdas. Un escalofrío recorrió su columna vertebral cuando su nariz acarició su largo cuello de cisne hasta el lóbulo de su oído, aspirando a su paso su dulce aroma a cerezos.

Cerró los ojos respirando agitadamente, necesitaba relajarse, tenía que tranquilizarse, por su bien mental. Y entonces, lo sintió. Allí, justo donde su pulso latía alocado, dos colmillos se clavaron con un breve pinchazo en su piel. Ladeó el cuello, dándole más accesibilidad, percibiéndolo succionar con avidez su líquido de la vida. Su vista se nubló, su cuerpo languideció. Ya estaba hecho. La marca había sido puesta sobre ella y no había marcha atrás. Ya no volvería a ser la misma Sakura Haruno de siempre. Ahora tenía dueño. La libertad, que nunca le perteneció, ya ni siquiera le era visible antes sus ojos verdes. Porque ya no era dueña de sí misma, él lo era. Porque ahora era como la cortesana de un Rey o la concubina de un hombre. Era la amante de sangre de Sasuke Uchiha.


Vale, no tengo remedio xD Pero esta escena rondaba mi mente desde hace mucho, muchísimo tiempo xD Y ahora no sé que hacer exactamente con esto, si dejarlo en un one-shot o continuarlo...o no sé xD

Ya me dirán que opinan ^^

Nos leemos!