Mordiscos de amor © Rowen Michelle

Naruto © Masashi Kishimoto


Conseguimos salir a la calle, al aíre frío de la noche, antes que por fin dejara de contener la respiración. Supongo que esperaba que Hidan nos persiguiera, aunque para ello tuviera que arrastrar su cuerpo sumamente relajado como lo haría una morsa o una sirena.

Una vez fuera de la Torre CN, Ino revolvió su bolso en busca de un cigarrillo, le pegó una buena calada tras encenderlo y enseguida le dio un ataque de tos.

—No sabía que fumabas —dije.

—No fumo, es de Hidan. Pero no me parece un buen momento para empezar.

Naruto no había dicho ni una sola palabra mientras bajábamos en ascensor, pero no iba a sentirme mal. Yo no tenía la culpa.

Bien, quizá un poco.

—Naruto —Me acerqué a él. Se había sentado en un banco cubierto de nieve—. ¿Estarás bien? —Estaba con la mirada perdida, y moví la mano frente a su cara—. ¿Hay alguien ahí? Mira, sólo hice lo que tenía que hacer para salir de una pieza. Él lo habría descubierto de todos modos. Al final todos lo habrían sabido.

—Tienes razón.

— ¿Ves?, lo sabía.

Me miro enfadado, con los ojos cerrados.

—Lo iban a descubrir, pero lo iban a descubrir porque yo se los iba a contar. No porque tú hicieras de todo esto un chiste.

Sentí como me iba calentando.

— ¿Acaso ves que me ría? A mí no me parece ningún chiste. ¿Y sabes que otra cosa no me hace ni pizca de gracia? Que ayer por la noche salieras a matar vampiros, como si nada de eso te importara. No te convierte en un héroe, Naruto, sino en asesino. No es que te ganes precisamente mi confianza cuando oigo ese tipo de cosas.

Negó con la cabeza. De repente se puso de pie y me dijo en la cara:

—Por si no lo has notado, yo no pedí esto. Cada momento de mi vida ahora es una tortura porque sé que soy una criatura como la que mató a mis padres.

—Tienes que dejar de pensar en eso.

—Pensaré eso si se me da la gana —dijo con los dientes apretados—. Hice lo que tenía que hacer.

—Sí, matar vampiros suena justo lo que tienes que hacer. ¿No podías haberte tomado la noche libre? ¿Es demasiado pedir?

—Lo intenté.

Se dejó caer de nuevo en el banco. Miré a Ino. Mantenía su distancia, le daba al cigarrillo y fingía no estar escuchando. Chica lista.

— ¿Qué quieres decir con que lo intentaste? ¿Intentaste no matar nada durante unas horas?

Al suspirar, Naruto emitió un sonido profundo y entrecortado.

—No sabía que otra cosa hacer.

— ¿Qué estás diciendo?

—Necesitaba la sangre de un vampiro completo. Oí lo que decías la otra noche. Entendí las reglas. Cuando volví a sentir dolor, no supe qué hacer. Quería que pasara. Quería que me matara, pero el instinto de supervivencia ganó. No iba a volver a ver a Sasuke, ni de broma. Pero, maldita sea, necesitaba sangre. Por eso…

A Naruto se le apagó la voz, como si estuviera demasiado indignado consigo mismo para acabar la frase.

Yo lo hice por él.

—Por eso fuiste al asalto —dije— para encontrar un vampiro que te quisiera ayudar.

Suspiró.

—En realidad no me importaba si querían o no. Cuando Hidan y los demás acabaron, tenía mucha sangre de la cual elegir. Me escondí hasta que se marcharon y luego hice lo que debía.

Noté como palidecía.

—Después de que murieran.

—Uno de ellos aún no estaba muerto. Pero, sí. —El rostro de Naruto estaba tenso bajo la luz de la luna—. Cuanto más viejo es el vampiro, menos queda de él. Los más jóvenes se quedan sólidos cuando mueren; los más viejos se desintegran.

Exacto. Sasuke me lo había mencionado. Entonces lo que Naruto trataba de decirme es que el asalto no fue para participar en la matanza de vampiros, si no para alimentarse. Lo miré esperando sentir repugnancia, pero en vez de eso me dio pena. Yo también había estado sola, pero había encontrado a Sasuke. ¿Qué habría hecho yo estando en el lugar de Naruto?

—Lo siento —le dije al final—. Nadie debería haber pasado lo que tú has pasado. Y ahora, encima te han descubierto.

Negó con la cabeza.

—Cómo has dicho, lo iban a averiguar tarde o temprano. Me estaba engañando a mí mismo si pensaba que podría fingir que nada me había pasado.

— ¿Y ahora qué?

No me contuve más y me acerqué a Naruto para darle un fuerte abrazo. De verdad estaba pasando por una situación difícil. Tuve el impulso de decirle que todo saldría bien, pero me detuve. Sobre todo porque no estaba segura de que saldría bien. Para ninguno de los dos.

—No sé. No sé.

—Si necesitas algo, no dudes en pedirlo— dije mientras deshacía el abrazo.

—Sí —dijo—. Bueno. Me voy ya. Ustedes dos tampoco deberían quedarse mucho tiempo por aquí. Hidan vendrá por ustedes.

—Parece muy testarudo, ¿no?

—Me contó algo mientras estaban en el lavabo y yo… no iba a decir nada, pero…

— ¿Qué?

—Dice que está pasando algo muy importante. Que antes de marcharse este año, habrán acabado con casi todos los vampiros de la ciudad.

—Creí que ese era su plan desde el principio —dije—. El rollo ese de la temporada de caza que consiste en matar a todos los vampiros posibles y luego irse a beber cerveza a Clancy's para ceebrarlo.

Naruto frunció el ceño y negó con la cabeza.

—No, Hidan hablaba de algo diferente. Nosotros…. —Hizo una pausa—. Ellos intentan eliminar a todos los que pueden, normalmente en la calle, pero nunca ha habido una matanza absoluta en un radio de ciento cincuenta kilómetros. Esto es más grande que cualquier otra cosa que haya oído antes.

Me quedé sin respiración.

— ¿Crees que sólo estaba fanfarroneando? ¿No se estaría dando aires de macho?

—Yo también lo pensé, pero siguió hablando un buen rato de eso. Como si tuvieran un plan magistral para este año. algo de lo que no tengo idea, aunque no me sorprende porque Danzou siempre ha sido muy reservado con sus planes. Pero creo que esto va enserio. Hidan me dijo que tienen un infiltrado.

— ¿Y eso qué significa?

—Que tienen un informador. Por lo visto podría ser un vampiro el que le da los nombres y la ubicación.

Un vampiro traidor estaba vendiendo a sus iguales. Qué horrible. Ésa debía ser la razón por la que habían atacado algunos locales ese año. Por lo que yo sabía, Konoha podía ser el siguiente en la lista. Y Hinata había dicho que abrirían esa noche como siempre. Tenía que decirle a Sasuke que tuviera cuidado.

Miré a Naruto.

— ¿Estará bien?

—Sí, muy bien —contestó—. Cuídate, Sakura.

Nos miramos a los ojos unos instantes y luego se dio la vuelta para marcharse.

—Adiós, Naruto —se despidió Ino—. Me ha alegrado verte otra vez.

—Deberías irte a casa —le dije a Ino.

Me sonrió.

—Sí, como si fuera a hacerte caso. ¿Y ahora a dónde vamos?

—No te voy a llevar a ningún lado.

Arrugó el entrecejo.

— ¿Cuándo te has vuelto tan seria?

—Las situaciones serias requieren ponerse seria. Vete a casa, Ino.

—No.

Mi amiga se cruzó de brazos.

—Vete a casa o te muerdo.

Dejó su cuello al descubierto.

—Bien, me gustaría ver como lo intentas.

Arrugué la nariz.

— ¡Qué asco! Muy bien, tú sigue así. Ven conmigo, pero prométeme que estarás callada y te portarás bien. No digas nada y pon cara de mala.

—Sí señora.

Tomamos el primer taxi que pasó y le di la dirección del solárium. No quería ir. No quería volver a ver a Sasuke después de nuestra discusión de aquella tarde, pero debía hacerlo. Tenía que hacerlo. Entraría y le diría lo que Naruto me había contado. Una vez acabado el trabajo, me marcharía y nunca más le volvería a ver. Parecía bastante sencillo.

Pero entonces tuve un flashback de cómo me había sentido cuando me besó en mi habitación en Abbotsville. Fue maravilloso, perfecto e increíble. Y luego todo se había ido al carajo en un instante. Cuánta complicación… Lo único que quería era que me tomara en brazos y me dijera que todo había sido una broma. Que no tenía mujer. Que sólo había sido cruel conmigo para averiguar lo que yo sentía por él. Y todo sería perfecto y maravilloso… Iríamos juntos en su magnífico Audi negro, al caer el sol, con las gafas oscuras puestas. Y viviríamos felices para siempre. Pero no era tan estúpida. El "felices para siempre" sólo existía en los cuentos de hadas, y yo nunca había leído uno en el que saliera un vampiro. Eso eran historias de terror y en ellas nadie viviría feliz para siempre.

—Estás muy callada —dijo Ino en asiento trasero del taxi—. ¿Qué te pasa?

—Nada.

Me sequé una lágrima solitaria.

— ¡Sakura! —exclamó—. ¡Dime qué te pasa!

La miré y corregí mi respuesta.

—Todo.

Asintió como si me comprendiera y no siguió atosigándome con más preguntas.

Cuando el taxista nos dejó en el solárium, Ino rebuscó en su bolso para pagar. Parecía confundida por el lugar en el que estábamos, pero me siguió diligentemente hasta la puerta delantera como una buena amiga.

Sai estaba en el mostrador de recepción, vestido con su habitual esmoquin negro. Se puso de pie de un salto y se plantó en medio para bloquear la puerta negra.

—Ah —dijo—estás aquí.

—Sí —afirmé—, y tú ahí. Necesito hablar con Sasuke.

Estuvo a punto de responderme cuando su mirada me pasó de largo y se centró en Ino. Se quedó con la boca abierta y mostró sus colmillos.

Me volví y vi que Ino también tenía la vista clavada en él.

Entonces juro que fue como si hubieran aparecido dos cupidos y les hubieran disparado una flecha al corazón. Extraño, pero cierto: fue amor a primera vista.

Levanté las cejas.

—Tienen que estar bromeando.

Sai prácticamente corrió hacia Ino, le tomó la mano y la besó con delicadeza.

—Me llamo Sai y estoy a tu servicio, encantadora dama.

—Voy a vomitar —dije.

Mi amiga me lanzó una mirada.

—Yo soy Ino—se presentó, ruborizándose de un modo encantador.

—Y pensaba que me iba a poner enferma antes. —No me contestaron—. Vale, da igual. Ustedes dos háganse compañía. No tardaré mucho.

Abrí la puerta de entrada al club. Estaba más concurrido de lo que esperaba. El grupo tocaba y la música estaba casi demasiado alta para entablar conversación. Desde detrás de la barra, Karin me vio entrar y me hizo una sea para que fuera hacia allí.

—Eh —dijo al acercarme, con una sonrisa que mostraba sus colmillos—, hacía tiempo que no te veía.

—Comparado con la eternidad, parece poco.

Me senté desganada en uno de los taburetes libres de la barra y me quedé mirando el local, lleno de gente y humo.

—Estás más filosófica que hace tres días.

Karin me sirvió un trago con sangre. Esperaba que me invitara a casa, pues ya no llevaba dinero encima.

—Supongo que he tenido una semana muy filosófica. Una de esas semanas que te hace plantearte un baño con una tostadora enchufada. Hay mucha gente, ¿no?

Karin echó un vistazo a su alrededor mientras servía otra ronda de bebidas y las colocaba sobre un bandeja.

—No hay muchos locales abiertos estos días, así que los que quedan están abarrotados.

Suigetsu apareció a mi lado y me dedicó una de sus fabulosas sonrisas de caballero demodé.

—Eh, preciosa. Me preocupaba no verte aquí esta noche, después de tu salida dramática esta mañana.

Le devolví la sonrisa. Si estaba trabajando esta noche, significa que se estaba curando rápido.

—Cada vez que vengo, digo que no volveré jamás. Pero aquí estoy de nuevo.

— ¿Quieres que vaya a buscar al que tú sabes?

—Si te refieres a Sasuke lo iré a buscar yo misma. Pero todavía no.

Karin me tomó la mano desde el otro lado de la barra.

—Siento lo de la recién llegada. No tenía ni idea de que nos iba a visitar.

Traté de hacerme la tonta. No era tan difícil.

— ¿A quién te refieres?

—A Hinata, por supuesto.

—Ah, ella—me obligué a reír—. ¿Por qué iba a molestarme que estuviera aquí?

Karin me observó durante unos segundos.

—Ah, por nada. —Ella y Suigetsu se miraron— Por nada en absoluto.

—Hablando de Hinata… —volví a echar un vistazo al club apenas iluminado—. ¿Ha dicho cuánto tiempo piensa quedarse en la ciudad?

—No se lo he preguntado —contesto Suigetsu— No sé por qué, pero no le gustó mucho. Parece que será indefinido.

— ¿Indefinido el qué, su visita o el hecho que no le gustas? —Karin rió.

—Probablemente las dos cosas.

Sonreí.

—Está bien que haya venido de visita. Tiene pinta de ser una persona muy interesante. Volvieron a mirarse.

—Déjalo ya, Sakura —dijo Karin—. No tienes que fingir con nosotros. Sabemos que tienes unos celos que te mueres.

Me limité a levantar las cejas y a beberme el trago más rápido de lo adecuado.

— ¿Celosa? ¿Por qué iba a estar yo celosa?

Karin echó una mirada a Suigetsu.

—Está muy celosa, pero no la culpo; Sasuke está para morirse. Creéme, si tuviera alguna posibilidad, yo… bueno, no entraré en detalles.

—La verdad es que no me interesan los hombres casados —dije—, y mucho menos los que omiten ese dato sobre sí mismos. Así que te lo puedes quedar, Karin.

—Ah —Karin me sirvió otro trago, esta vez de vodka—. ¿Es imaginación mía o nuestra novatilla cada vez se esconde más detrás de su escudo conforme seguimos hablando de esto?

Me tembló el labio.

—No, pero déjalo ya, ¿vale? No quiero hablar de eso. No quiero hablar de nada. —Dejé escapar un largo suspiro entrecortado—. A menos, claro, que por casualidad sepan algo sobre la cura esa del vampirismo de la que me han hablado.

— ¿Qué cura? —Suigetsu jugaba con el borde salado de una de las bebidas que aún no me había servido—. No me suena de nada.

—Yo sí la conozco—dijo Karin simplemente—. ¿No te lo he mencionado?

Estaba sorprendida.

—Pensaba que bromeabas. Bueno, ¿y qué es? ¿Cómo se puede conseguir? ¿Dónde?

Se rio.

—Pregunta por pregunta, ¿vale? Antes que nada, sí, hay una cura, si es que prefieres llamarla así. Es muy difícil conseguirla y no todo el mundo la conoce. Es algo secreto y experimental.

— ¿Estás segura? —preguntó Suigetsu. — ¿Cómo es que nunca había oído hablar de ella?

—Supongo que porque no te mueves con las personas adecuadas. Cuando llevas tiempo aquí, así como yo, acabas conociendo mucha gente. Y a eso le añades mi vocación actual de camarera explotada y mal pagada y que prácticamente todo el mundo se pelea por contarme cosas—

Estaba asombrada.

— ¿Alguna vez has intentado averiguar algo más? —quise saber.

Karin se encogió de hombros.

— ¿Para qué? No quiero que me curen de nada. Me gusta ser lo que soy. La vida es mucho más interesante así.

— ¿Y a ti? —le pregunté a Suigetsu. — ¿Te gustaría que te curaran?

Lo pensó un momento.

—Tal vez hubo un tiempo en el que te habría dicho que sí, pero ahora no. Bueno, sólo mírame. Si no fuera vampiro, ya tendría ochenta años y estaría encerrado en un asilo rogando que me cambiaran el pañal—

Karin se recargó en la barra.

— ¿Estás diciendo que buscarás la cura?

—A lo mejor. —Fruncí el ceño—. Antes de que existiera, la deseaba; pero ahora sé que de verdad hay una cura. No estoy segura.

—No tendrá nada que ver con que hayas descubierto que Sasuke está casado, ¿no?

—No—respondí enseguida—. Lo único que sé es que antes nadie había intentado matarme ni me llamaban monstruo. Me podía ver en el espejo y mis dientes eran normales, no tenían esta forma puntiaguda. Mi vida era muchísimo menos complicada y segura.

—Una vida sin complicaciones no es divertida—opinó Karin.

—Supongo que depende de cómo definas "complicaciones"—

Vi que se acercaba a Suigetsu un hombre alto y pálido y le daba unos toques en el hombro.

—Llevamos un buen rato esperando las copas. ¿Quieres propina o qué?

Suigetsu tomó la bandeja llena de bebidas y se la pasó al hombro sin apenas mirarlo.

—Aquí tienes. Te puedes quedar la propina.

El vampiro se quejó sobre lo malísimo que era el servicio, pero se llevó diligentemente la bandeja a su mesa tratando de no derramar nada.

— ¿Ves, cielo? —Suigetsu me rodeó los hombros con un brazo—. Las cosas son tan complicadas como tú permitas que sean.

— ¿Sabes qué? Puede que tengas razón. Estoy haciendo una montaña de un grano de arena. Voy a dejar de preocuparme. Y la próxima vez que un engreído bastardo decida jugar con mis sentimientos, voy a limpiar el suelo con su… —

Me callé. Los rostros de Karin y Suigetsu habían perdido su expresión y ya no me miraban. De hecho, trataban de mirar a cualquier parte menos a mí.

Me di la vuelta despacio. Sasuke estaba justo a mi espalda, con la cabeza inclinada a un lado y la cara inexpresiva, aunque juraría que vi un destello de regocijo detrás de aquellos ojos oscuros.

—Has vuelto—dijo sin exaltarse, como si no hubiera oído ni una palabra de las muchas que acababa de decir en su contra.

—Sí, estoy hasta en la sopa. —Fruncí el entrecejo. ¿De dónde había sacado yo esa expresión? Ni siquiera sabía si la había usado bien.

— ¿Querías verme, Sakura?

—No especialmente. —Estaba recuperando la compostura, que iba y venía. Bueno, estos días más bien se me iba—. Pero tengo que hablar contigo.

—Entonces puede que hubiera bastado con una simple llamada de teléfono—

Suspiré.

—Si otra cosa no me dices, ésa ya la sé. Bueno, ¿podemos hablar?

—Por supuesto.

Sasuke hizo una seña hacia su mesa del rincón y yo negué con la cabeza.

— ¿Podemos ir a tu despacho? Prefiero un sitio un poco más privado. —Levantó una ceja. Yo lo fulminé con la mirada al ver que se divertía con lo que acababa de decirle—. No me refiero a ese tipo de privacidad.

—Por desgracia, mi despacho ahora está ocupado por otro asunto privado—

Entonces decidí que su mesa también serviría. No quería alargar la discusión sobre dónde sentarnos. Hablar con Sasuke me ponía nerviosa, y no precisamente en el buen sentido. Quería que todo aquello pasara cuanto antes mejor, así que me senté en la mesa y el buen Suigetsu nos trajo unas bebidas. Me guiñó el ojo antes de dejarnos solos.

—Bueno—dijo Sasuke después de un rato—, ¿de qué querías hablarme… en privado?

¿Estaba mal que deseara besarlo, incluso después de lo ocurrido? Le daría miles de besos en su bonita cara para luego bajar por el cuello hasta llegar a su camisa de seda negra. ¿Y si le metía el mechón oscuro de pelo suelto detrás de la oreja y le susurraba lo que sentía por él para que no lo oyera nadie más?

Sí, estaba mal. Estaba muy, muy mal.

—Es sobre los cazadores—dije por fin.

— ¿Qué pasa con los cazadores?

Parecía sorprendido, como si hubiera esperado que sacara otro tema. ¿De qué otra cosa iba a hablar con Sasuke Uchiha? Hummm, déjame pensar…

—Este año tienen un plan. Algo importante, es tan importante que creen que pueden matar a todos los vampiros de una ciudad de una tacada—

Frunció los labios.

—Sí, ya lo sabía.

— ¿Ah sí?

Desde luego que lo sabía. Al fin y al cabo era el amo. Seguramente sabía cosas por ósmosis o esa telepatía vampírica que yo tanto estaba esperando.

— ¿Es eso todo, Sakura?

—No, no he acabado. También sé de buena tinta que hay un vampiro que nos está vendiendo al resto, que está proporcionando información a los cazadores—

Sasuke dio un sorbo a su jugo de arándanos rojos y lo volvió a dejar en la mesa sin hacer ruido.

— ¿Y de dónde has sacado tú esa información si se puede saber?

— ¿No me crees?

—No es cuestión de creer o no. Es una acusación muy grave decir que hay un traidor entre nosotros. Simplemente me gustaría saber quién te está diciendo esas cosas y qué pruebas tienen—

Sentí la necesidad de mentir o de inventarme alguna historia inaudita de dónde había oído el rumor. Pero no lo hice.

—Me lo dijo Naruto.

Sasuke se recostó en el banco.

—Naruto.

—Exacto.

—El cazador que ahora es un vampiro.

—Gracias por el resumen. Sí, es él.

— ¿Cuándo te lo contó?

Esta vez fui yo quién le dio un sorbo a la bebida antes de contestar. Suigetsu había tenido la amabilidad de traerme un especial de novato. Me figuré que estaba lista para las bebidas de vampiros expertos.

—Esta noche—contesté después de un rato.

—Esta noche.

—No tienes que repetir todo lo que digo.

—Me ayuda a entenderte mejor. Y cuando viste a Naruto esta noche, ¿dónde estabas? ¿Te buscó para contarte toda esta dudosa información?

—No. —Me esforcé por mantener una cara inexpresiva como la suya—. La verdad es que habíamos quedado.

Su expresión no revelaba nada, aunque tampoco esperaba que lo hiciera. ¿Qué pensaba, que iba a levantarse de su asiento de un salto en un arranque de celos? Ni de broma.

—No sabía que estaban saliendo—

Me encogí de hombros.

—Ya sabes lo que dicen, polos opuestos se atraen.

—Sí, eso es cierto. ¿Y van enserio? No deja de ser una relación de una vampira y un ex –cazador.

—Bueno, no tenemos planeado casarnos ni nada de eso—dije con un énfasis especial en la parte de casarse.

— ¿Y es de confianza ese… Naruto?

Buena pregunta. ¿Confiaba en él? No mucho. ¿Había pensado que me mentía cuando me contó sobre los planes de los cazadores. No, era la verdad. O al menos tenía fe en ello.

—Yo le creo.

—No he preguntado si le crees. He preguntado si confías en él—

Entrecerré los ojos.

—Para serte sincera, Sasuke, puede que esté loca. Pero últimamente me cuesta un poco confiar en la gente.

—Y tenías que comunicarme la noticia. ¿Por qué has venido?

Volví a encogerme de hombros.

—Al parecer eres al que todos hacen preguntas por aquí. Te llaman "amo", por Dios santo. ¿En qué siglo estamos? Da igual, imaginaba que era a ti a quien tenía que informar de algo así. Así que bueno, considérate informado. Yo ya he hecho mi trabajo. No quiero tener nada que ver con todo esto. De hecho, si puedo adelantar mi viaje, estaré fuera de aquí antes de que empeore la situación.

— ¿Estás planeando marcharte del país, no?

—Hace tres meses que tengo comprados los boletos. Ino, que es mi mejor amiga, aunque no creo que te importe… en fin, ella y yo llevábamos planeándolo hace siglos. Estaba pensando en cancelarlo, pero creo que marcharme de esta ciudad es la mejor idea que he tenido nunca.

—Quizá deberías invitar Naruto que te acompañe—

Levanté una ceja.

—Pareces bastante obsesionado con el chisme de que Naruto y yo estamos juntos, ¿eh? Bueno, no puedo culparte. Está buenísimo. Se sexy y peligroso, ¿quién podría resistir?—

La comisura de los labios de Sasuke se elevó hasta convertirse en lo que parecía ser una débil sonrisa.

—Vaya, vaya, parece un buen partido.

—Lo es—dije—. Y oye, encima no es un suicida y no está casado.

Se le tensó la mandíbula.

Vi que Suigetsu se acercaba por mi izquierda.

—Sakura, perdona que te interrumpa, pero tienes una llamada por teléfono.

— ¿Ah sí? Quiero decir, ah, claro. Sí, ahora voy. Gracias, Suigetsu. —Me volví hacia Sasuke—. Bueno, creo que ya he dicho todo lo que tenía que decir y un poco más. Ahora, si me disculpas, tengo que atender una llamada de teléfono importante—

Me di la vuelta ara marcharme.

—Sakura—me llamó Sasuke y me volví.

— ¿Qué?

Nos miramos a los ojos y se me pasaron las ganas de pelear. Se me quedó mirando un buen rato.

—Nada. Ve a atender la llamada—

Caminé a tientas hacia la barra mientras trataba de deshacer el nudo que se me había formado en la garganta. El teléfono estaba descolgado, cogí el auricular y me lo acerqué a la oreja.

— ¿Hola? —me di cuenta de que tenía la voz rara.

— ¿Sakura? —Dijo Ino— ¿Eres tú? Tienes la voz un poco rara.

Ino y yo siempre estábamos en la misma onda. Bueno, casi siempre.

—Sí, soy yo. ¿Dónde estás?

—Me he marchado. Perdona que no te lo haya dicho antes de irme—

Suspiré.

—Ha sido por Sai, ¿no? ¿Te ha insultado?

—No, nada de eso—se rió como tonta—. Está aquí conmigo.

— ¿Estás con Sai? ¿El rarito de la puerta?

—No seas mala—dijo con voz severa—. Estoy muy contenta de que nos hayas presentado.

—Yo no los he presentado, no me eches la culpa.

—Si no te echo la culpa. ¡Quiero darte las gracias! Pensaba que Hidan era maravilloso, pero Sai es espectacular.

— ¿Espectacular? ¿Estamos hablando del mismo sujeto? ¿Te he drogado o algo así?

—Sakura… —me reprendió—. Tienes que aprender a mirar más allá de la apariencia externa. Eres muy superficial.

—Sí, ésa soy yo. Sakura, la superficial.

—Sabes que nunca he creído en el amor a primera vista, pero, Sakura, tiene unos ojos preciosos. Por poco me da algo.

—Me están dando ganas de vomitar. ¿Dónde estás?

— ¿Qué más da? Me lo estoy pasando muy bien y no quiero que te preocupes por mí—

No tenía ni tiempo ni energía para preocuparme por Ino. Tenía tantos problemas que estaba pensando ordenarlos alfabéticamente.

— ¿Puedes hacerme un favor?

—Sí, lo que sea.

— ¿Le puedes dar a Sai un mensaje de mi parte?

—Espera, buscaré un bolígrafo.

—No hace falta. Sólo dile que si te hace daño, lo mataré.

— ¡No le voy a decir eso! Eres muy mala.

—Yo también te quiero. Que te diviertas.

—Te llamaré. Quizá podamos volver a tener una cita doble—

Hice una pausa.

—Antes prefiero tirarme a una cama de palillos puntiagudos.

— ¡Qué buena idea! La próxima vez iremos a un restaurante chino—

Colgué el teléfono. El nudo de la garganta se había trasladado al estómago. Tal vez debía replantarme la elección de mis mejores amigas.

Decidí marcharme a casa. No tenía motivos para quedarme más rato en el club. Había dicho todo lo que tenía que decir. Pensándolo bien, había dicho un poco más de lo que quería decir. Aunque tampoco importaba.

Con el rabillo del ojo vi unos cabellos oscuros largos. Era Hinata, que iba de mesa en mesa charlando con los clientes. No quería que me viera. Debía haber llegado en aquél momento porque no la había visto antes y costaba mucho no advertir su presencia.

Fui a la otra punta de la barra y giré por el pasillo que terminaba en el despacho de Sasuke. Conseguí que no me viera y solté un lento suspiro de alivio. Podía escabullirme por la puerta trasera. No hacía falta salir por el mismo sitio por el que había entrado.

Justo entonces oí un estrépito. Casi no se oía con la música tan alta. El grupo no se había parado desde que yo estaba en el club. Por un momento me pregunté si los miembros de la banda también serían vampiros. Tenían que serlo, de lo contrario, Sasuke no los habría contratado.

Aquél sonido parecía venir del despacho de Sasuke. Mientras estaba ahí, me esforcé por escuchar algo más. ¿Qué había dicho que estaba haciendo? ¿Un asunto privado?

Se me abrieron los ojos de par en par cuando escuché que alguien gritaba unas palabras, que no entendí, y luego se produjo otro estruendo. Encontré el pomo de la puerta y lo giré. Coloqué la palma de la mano sobre la puerta para abrirla despacio.

¿Saben que la curiosidad mató al gato? Bien, esperaba que esa curiosidad no tuviera estacas de madera en la mano.


Oh sí, feliz 2013.

Besos, Kanade.