Capitulo 1: Merry Christmas, Darling

Y todo comenzó un día de navidad. Me había preparado especialmente para la ocasión. Chocolate caliente, la chimenea, dos mantas y una película. Sería una perfecta velada. Finn, Carol y Papá habían decidió ir a visitar a la tía Mildred y, realmente no estaba muy deseoso de ir. Seguro más de uno pensara mal de mí pues, en teoría, navidad es un día para compartir con la familia. Pero el hecho es que, cuando uno tiene fiebre alta y un condenado resfrió, no tiene muchas ganas de salir al frió invernal y soportar a sus parientes estirándole las mejillas, emocionándose por lo mucho que uno ha crecido. No es que haya crecido demasiado, no al menos físicamente. Aunque es cierto que, este año muchos cambios importantes en mi vida han ocurrido. Muchas emociones juntas. Aun no comprendo como no exploté.

Volviendo al tema principal, unas horas antes, yo esperaba pasar la navidad solo en casa. Para mi fortuna, él se ofreció a hacerme compañía. ¡Diablos que ese chico hizo de mi vida algo maravilloso! Si no fuera por él, no hubiera podido soportarlo. Nunca antes había conocido alguien tan semejante a mí y realmente gozar del privilegio de su compañía era fantástico. Era un grandioso amigo y un ejemplo a seguir y mi mayor confidente, claro, luego de Mercedes.

El timbre sonó y con mucho esfuerzo me aproximé a abrir la puerta. Allí estaba él, saludándome con una gentil y elegante sonrisa. Y allí estaba yo, con un aspecto de enfermo, totalmente deplorable.

-¿Sabes? me recuerdas a Rudolph- Me dijo riéndose de mi resfriada y colorada nariz. Era increíble como su risa también era tan estilizada, tan elegante. Ese chico despedía elegancia por todos lados.

-Pasa Blaine- lo invite adentro. Dejó su chaqueta negra sobre el sofá y tomó asiento en el sillón. Me senté a su lado y me tapé con una de las mantas. Realmente me sentía pésimo.

-¿Seguro que estas en condiciones de ver una película?- Me preguntó. Juraría que sonó preocupado.

-Estoy bien- le dije. Intenté pararme para colocar la película pero Blaine me sentó.

-Deja que me encargue de eso, señor enfermo.

Me colocó la segunda manta encima para asegurarse de que estuviera lo suficientemente abrigado. Me acercó el chocolate y se encargó él mismo de colocar la película. Me sentía un pésimo anfitrión y Blaine se comportaba como un caballero. La película comenzó y Blaine se sentó al lado mió.

Titanic: Una película que podría ver quinientas veces sin cansarme de llorar. Aunque quizás, en este caso, Blaine tenía toda la razón pues, empezaba a ver borrosa la imagen de Leonardo Di Caprio. A la media hora de empezada la película, a la cual, no estaba prestando en absoluto atención debido a mi malestar, mi cuerpo comenzó a temblar estrepitosamente. Fue bastante raro pues estaba increíblemente abrigado y tenía dos calidas mantas encima de mi cuerpo. Blaine posó sus ojos en mí y me sonrió. Acto seguido se me aproximó y me rodeó con sus brazos para hacerme entrar en calor. Inmediatamente, mi cuerpo dejo de temblar. Pero, eso si, mi corazón, se agitó de una forma sobrenatural. No comprendía por qué estaba tan nervioso. Bueno, de hecho si. El contacto tan estrecho con el cuerpo de Blaine me avergonzaba completamente. Debo agradecer de haber estado tan enfermo pues si no, se hubiera dado cuenta de que mis mejillas estaban completamente coloradas. Lo más extraño de todo era que, a la vez me sentía inmensamente cómodo. Era una sensación familiar y a la vez completamente nueva. No sabría describirla por mucho que lo intentara. A pesar de estar enfermo y de que mis sentidos me fallaran, podía sentir el calor del cuerpo de Blaine, y escuchar su respiración. Una respiración pausada, tranquila y realmente relajante.

Fue bastante el tiempo que permanecimos así hasta que decidió soltarme.

-¿Mejor? – me preguntó

- Si… gracias- dije intentando esquivar su mirada.

Me sentía un completo tonto. No podía verlo a los ojos sin que mis mejillas se tiñeran por completo. Y no terminaba de comprender si era debido a la gripe o si realmente me estaba avergonzando.

Continuamos viendo la película, mejor dicho, él continuó viendo la película. Mi mente no estaba funcionando en absoluto. Al parecer, por lo que pude distinguir entre los gritos y las figuras borrosa en movimiento, estaba comenzando a hundirse el barco. Mi cabeza me estaba matando, era realmente insoportable. Intenté disimular lo mejor que pude pues, no quería preocupar a Blaine y menos interrumpirle la película. Al parecer mis intentos fueron completamente vanos, pues paró la película y se quedó mirándome. Acercó su mano a mi frente para medirme la temperatura.

-Dios santo Kurt, estas hirviendo- exclamó- ¿Por qué no dijiste nada? Dime que tienes algo contra la gripe

-Si, esta en el botiquín del baño, iré a bus…

-Oh no, tú no te mueves de aquí. Indícame donde esta y yo lo traeré.

-No quiero molestarte Blaine.

-No es ninguna molestia.- dijo sonriendo- recuéstate y dime donde esta.

-En el primer cajón a la derecha.- le dije ya sin oponerme.

Blaine me colocó un cojín para que me acostara en el sofá y me cubrió con todas las mantas. Acto seguido desapareció por unos quince minutos. Realmente me sentía muy mal por él. Siendo víspera de navidad, se dedicaba a cuidarme en vez de festejar con su familia. Eso desencadenó en mí una pregunta ¿Por que rayos había decidido venir aquí en vez de estar con sus parientes? Volvió aparecer portando un baso con agua, un té, un paño mojado y la medicina. Era realmente un servicio de lujo. Más de lo que podría desear.

-Me tomé el permiso de pasar por tu cocina. Lo siento- dijo

-Eres increíble- le confesé- Quien debería sentirlo soy yo. Estoy épicamente arruinando tu navidad y para colmo, privándote de "Titanic"

-De hecho, me la estoy pasando muy bien- dijo sonriendo. ¿Por qué era tan increíblemente encantador?

-No te comprendo. ¿Qué te llevo a querer acompañarme hoy? – le pregunté.

-Las navidades en casa no son muy familiares.- me confesó- suelen ser gigantescas, con muchos invitados y cantidades exuberantes de comida. Realmente es lo mismo que pasarla solo. Quería alejarme un poco de ese entorno, es un poco molesto.

-Tus padres deben ser muy sociables.- fue lo más inteligente que pude acatar.

-Mi abuela.- me corrigió- mis padres fallecieron hace unos años en un accidente.

-Lo lamento- me disculpe. Ahora si me sentía como un completo idiota, y más cuando él, sonreía tan amablemente.

-Descuida.- me intentó calmar- Digamos que para mi abuela no es muy difícil socializar. Después de todo, es la cabeza de una gran corporación, además, claro, de tener el titulo de duquesa.

Lo miré atónito. No me había equivocado. En verdad era un príncipe.

-Vaya- exclamé casi sin habla- me figuraba que eras un aristócrata, después de todo, tienes todo el comportamiento de uno. Debe ser genial.

Blaine rió a carcajadas.

-No del todo, si eres el heredero gay de la fortuna familiar.- su sonrisa ahora se veía amarga y sus ojos reflejaban cierta tristeza. Me sentí muy mal de haber tocado el tema.- No todos son como tu padre Kurt. Es lamentable, pero es cierto.

-Blaine…-intenté levantarme con mis escasas fuerzas y tomé su mano- Lo siento, encima de todo, ahora lo único que hago es entristecerte. No debí tocar el tema.

-Ya te he dicho. Me la estoy pasando verdaderamente bien.- Me sonrió nuevamente. Esta vez sus ojos reflejaban calma, y, juraría, gratitud.- Además, hace bien poder desahogarse un poco. Más con alguien como tu Kurt.

Nos quedamos en silencio unos segundos mirándonos fijamente. No podía apartarme de sus ojos. Creo que esa fue la primera vez, que vi verdaderamente a Blaine. A pesar de ser un chico tan amable, tan comprensivo y tan servicial, en el fondo él lidiaba con su propio destino. Nunca me había pedido ayuda, nunca me había hablado de esa forma de si mismo. Yo tampoco le di pie para hacerlo. Siempre con mis problemas con Karofky, con el colegio.

En ese momento me percaté, todavía seguía sosteniendo su mano. Inmediatamente lo solté. Él dio una risita y me miro nuevamente. Colocó sobre mi frente el paño mojado

- Anda, toma tu remedio y tu té – me pidió.

Comenzamos a hablar de temas triviales mientras esperábamos las doce. La fiebre comenzaba a bajarme y de a poco, pude incorporarme. Gozaba plenamente de la compañía de Blaine. Podría decir incluso, que fue una de mis mejores navidades.

Pasaba el tiempo y ya casi estaban por dar las doce. En eso, Blaine fue a la cocina a buscar dos copas de Champagne.

-4…3…2…1…- hicimos a unísono la cuenta regresiva.

Finalmente, dieron las doce y el 25 de diciembre llegó. Ambos chocamos nuestras copas y bebimos un poco. Para el momento ya me sentía mucho mejor. En eso mi teléfono sonó. Era papá llamando para saludarme y verificar que estuviera bien.

-Feliz navidad papá- lo saludé

-¿Todo bien por allí?- me preguntó.

-Si, Blaine esta aquí conmigo y me siento mucho mejor- le dije.

-Estaremos un par de horas más aquí, cualquier cosa que necesites avísame ¿De acuerdo?

-Claro

-Adiós hijo

-Te quiero.- acto seguido corté el teléfono.

Blaine se quedó mirándome sonriente.

-Bueno, es hora de que Santa Blaine entregué sus regalos- dijo con una voz graciosa

-¿Me trajiste un regalo?- Lo miré sorprendido. Ahora si me sentía pésimo. No había comprado absolutamente nada para él.

-No es nada del otro mundo. El otro día estaba recorriendo unas disquerías y lo encontré y… bueno aquí esta- Blaine me entregó un delgado paquete cuadrado con un listón en él. Al abrirlo, encontré el CD de la banda sonora de "Rent".

-Esto es fantástico- le respondí entusiasmado.- Muchas gracias. Tendrás que perdonarme, no tuve oportunidad de comprarte nada.- dije muerto de vergüenza.

-No hay problema. Después de todo, me diste una estupenda navidad.

Lo mire fijamente. No podía creer lo que me decía. Y lo peor, no había ni una gota de sarcasmo en sus palabras.

-Sobretodo por el hecho de que te hice cuidarme y no te atendí correctamente- dije irónicamente- eres un verdadero caballero Blaine. Perdona por todo lo que te hecho pasar esta noche.

-¿Bromeas? Debo admitirlo, realmente fue atípica. Pero me la he pasado muy bien contigo. Creo que estar contigo fue la mejor decisión que pude haber tomado. – Dijo sonriendo gentilmente. Realmente no pude evitar sonrojarme al oírlo decir esas palabras.

-Bueno pues… - no sabía que decirle. Me había dejado sin habla. Suerte para mí que su celular comenzó a sonar.

-¿Diga?- comenzó a hablar.- Si. Si lo sé. Descuida. Nos vemos.- acto seguido cortó el teléfono y suspiro. – Perdóname Kurt. En verdad no quiero pero debo marcharme. Mi abuela esta bastante enfadada por mi ausencia.

-Por favor, no te disculpes. No quiero robarte más de tu tiempo.- le dije. Debía admitirlo. Me entristecía un poco que se marchara tan pronto.

-Lo digo enserio. La estábamos pasando muy bien y me gustaría quedarme. Pero es mejor no tensar las cosas con mi abuela.- Le creí. Se veía un poco decepcionado. - ¿Estarás bien sin mi?

-Por supuesto. Ya casi me ha bajado la fiebre- le dije.

Lo escolté hasta la puerta. Cuando la abrí realmente me sobresalté. El cielo estaba inundado de fuegos artificiales. Era un espectáculo realmente bello. Los dos nos quedamos parados en la entrada, mirando un rato al cielo. Al parecer él no lo notó, pero me detuve un segundo para contemplar su rostro. Blaine miraba apasionado y con mucho anhelo aquel efímero baile de colores que se producía. No se por que, pero sentí mucha pena por él. Era como si quisiera salir volando y alcanzar el cielo.

En ese momento, no pude evitar reparar en un detalle, que, posiblemente, cambiaria mi vida. No pude evitarlo, pero al verlo, me paralicé completamente y me aterré. Blaine bajo la vista y me miró un poco confundido. Siguió con la vista la misma dirección que a mis ojos tenían absorbidos. No podía no mirar aquel pequeño detalle en el techo de la entrada. Enseguida, el comprendió de que se trataba.

-Muérdago- dijo secamente. Aquella palabra me produjo escalofríos.

Nos miramos mutuamente. No sabía que hacer. No sabía como reaccionar y me estaba muriendo del miedo. Al parecer Blaine pudo leer todo eso es mi ojos. Él suspiro y me sonrío con ternura intentando calmarme. Con delicadeza, me tomó del mentón y me miro fijamente. Recuerdo a la perfección sus ojos brillando. Acto seguido y, con suma delicadeza se acercó a mi rostro y, en un abrir y cerrar de ojos, sus labios rozaron los míos. Lo pude sentir, el contacto de sus húmedos labios con los míos. El tiempo se detuvo completamente para mí. Mi corazón estaba a punto de escaparse de lo rápido que latía. Sentí una explosión interior y una extraña sensación recorrió toda mi espina dorsal dándome escalofríos y volteando mi mundo. Quizás lo más gracioso es que todas estas sensaciones se produjeron en no mas ni menos que en dos segundos. Solamente dos segundos de un beso de Blaine, bastaron para enloquecerme. Sé separó de mí con la misma delicadeza con la que me había besado. Lo miré sin decir nada. Me había quedado completamente congelado.

- Feliz navidad Kurt- me dijo con una sonrisa.

Ahí estaba él. Blaine, alejándose elegantemente de mi casa, subiendo a su elegante coche y abandonando la cuadra. Y ahí estaba yo. Como un bobo, parado frente a la puerta mirando fijamente sin mirar nada en particular. Perdido y absorto en mi confusión. Sentí la fiebre volver nuevamente. ¿Seria realmente la fiebre? No lo sabía. Ante la duda, entré nuevamente a casa. Mi cuerpo temblaba, pero en verdad, me sentía muy acalorado. Todo aquello había sido demasiado peligroso. Demasiado arriesgado. Me recosté sobre el sillón y me sumergí en mis pensamientos. Luego de un rato y, por lo que puedo entender, me quedé sin más, profundamente dormido.

Así fue como todo comenzó, en un día de navidad. En ese momento, realmente no sabía que me depararía el futuro. Ignoraba totalmente, que mi mundo estaba a punto de transformarse completamente.