Capítulo 4
-Ejem... -se escuchó un carraspeo proveniente de la melena de Kagome- Lamento interrumpir la escenita, chicos, pero alguien se acerca -dijo la voz del anciano Miyoga.
Inuyasha y Kagome abrieron los ojos de repente, y se miraron fijamente durante unos segundos, sorprendidos. Inuyasha se levantó sobre sus rodillas y Kagome se reincorporó sobre sus codos, quedando en una postura bastante comprometedora. Pero eso no fue lo que más les importó. Aún estaban consternados porque lo que casi acababa de suceder. Inuyasha se serenó y agudizó el oído, corroborando, como había dicho la pulga, que alguien se acercaba. Podía oír los crujidos de la hierba bajo los pies de dicho individuo.
Se levantó completamente y ayudó a Kagome a hacerlo también, la cual se ocupó de ponerse de nuevo su calzado. Los pasos cada vez se oían más nítidamente, pudiéndolos oír incluso Kagome. Provenían del bosque que tenía justo al lado. Aguardaron expectantes a que los pasos llegaran junto a ellos, y entre los árboles apareció un anciano.
-¿Os habéis perdido, muchachos?
Segundos de silencio.
-No exactamente -contestó Kagome, dubitativa.
Inuyasha, desconfiado como el que más, se situó frente a ella en gesto de protección.
-Podéis quedaros en mi pueblo si el vuestro se encuentra lejos, el mío está muy cerca -ofreció, sonriendo hospitalariamente.
Ambos muchachos se miraron durante unos segundos, y decidieron hacer caso al hombre. Después de hablarlo, pensaron que lo mejor sería descansar en un pueblo cercano y ya mañana volverían tranquilamente a la aldea de Kaede.
Separados por un metro de distancia, ambos muchachos siguieron al anciano hasta la aldea más cercana. A Kagome le costaba andar, y cojeaba, e Inuyasha insistió en cogerla en brazos más de una vez, pero ella se negó completamente. Aún notaba su corazón bombear como loco después del momento en la roca. Si no llega a ser por Miyoga, ¡se hubiesen besado!
Al llegar a la aldea vieron que, pese a ser de noche, había mucha vida en la calle. Estaban de fiesta, y en el centro del pueblo había una gran fogata, al rededor de la cual se encontraba mucha gente de la aldea. Inuyasha se acercó a ella para no perderla de vista ni un segundo, y junto al hombre, se acercaron a la fogata. Pero volvió a pasar lo mismo que en la mañana... Todas las mujeres clavaron su vista en Inuyasha, y algunas incluso se acercaron para coquetearle. Hasta que llegó el momento en que todas comenzaron a pelear por acercarse a él.
Esto los había pillado completamente por sorpresa. A ambos. Inuyasha ya había hablado con Kikyo, ¡se supone que esto ya no debe estar pasando!
-¿Por qué? -murmuró Kagome débilmente. Dejándose caer al suelo.
Inuyasha la agarró en brazos y comenzó a correr de vuelta al río.
-No lo entiendo -murmuró Inuyasha, dando vueltas de un lado al otro frente al árbol en el que había recostado a Kagome.
-Esto no es normal, ¡tú ya te declaraste a Kikyo y ella te besó! ¿¡Por qué no se rompió la maldición!
Inuyasha le daba la razón. Pero luego comenzó a pensar detenidamente las palabras de ella...
-Bueno, quizá es que Kikyo no es la mujer a la que realmente ama el señorito Inuyasha -comentó Miyoga desde la clavícula de Kagome.
Un silencio sepulcral se cernió sobre ellos, de nuevo. Miyoga, que ya estaba contento con lo que había soltado, aprovechó el momento para huir, dejando solos a los dos muchachos.
-Kagome... ¿tú cómo sabes... que fue Kikyo quien me besó? -preguntó varios minutos más tarde.
Kagome alzó el rostro para mirarlo sorprendida. La había pillado. Y en respuesta no se le ocurrió otra cosa que bajar la mirada y esconderla bajo su flequillo. Esa fue la contestación más clara para él.
-Nos viste... -y no fue una pregunta.
Kagome asintió tímidamente.
Con pasos lentos se acercó a ella hasta sentarse justo delante.
-Si te dejé sola un poco antes fue porque no quería que volvieras a ver esa escena de nuevo, después de ver como reaccionaste las veces anteriores. Te duele vernos juntos, y no quiero hacerte daño -no supo de donde salió tanta sinceridad, pero, simplemente, salió.
Kagome lo miró boquiabierta. Nunca en su vida había visto a Inuyasha expresándose de esa forma tan sincera y poco orgullosa. Pero al saber que había sido descubierta, no pudo seguir mirándolo a la cara, se moría de la vergüenza. Así que giró el rostro. Inuyasha suspiró pesadamente. Se sentó junto a ella y, agarrándola de mentón, la obligó a mirarlo al rostro. Kagome, tozuda como una mula, cerró los ojos para no verlo.
-Mírame -ordenó-, por favor -pidió después, y cuando consiguió que ella lo viera, habló de nuevo:-. Creo que ya sé porqué no se ha roto aún la maldición -vio como ella lo miraba interrogante-. Miyoga ha planteado la posibilidad de que Kikyo no sea la mujer a la que realmente amo. Y creo que está en lo cierto.
Kagome pegó un bote hacia atrás del susto.
-¿Qué pasa? -le preguntó él, acercándose a ella.
-Tú... ¿sabes la barbaridad que acabas de decir? -preguntó, mirándolo atónita.
Inuyasha se quedó en silencio. Sí, después de todo, sonaba muy descabellado decir que quizá ya no amaba a Kikyo.
-Cuando Kikyo me besó... No sentí nada -Inuyasha había eliminado de si cualquier resquicio de vergüenza. Ahora veía en Kagome a una persona en la que podía confiar, a la que le podía explicar sus pensamientos y sus sospechas libremente, sin miedos- Me besó y me rodeó como antaño lo hacía... Pero no sentí nada. No me puse nervioso, ni sentí ningún cosquilleo en el estómago ni nada de nada.
Kagome lo observó ausente durante unos minutos, y poco a poco se fue acercando a él.
-¿Tú has sentido alguna vez esas sensaciones? -preguntó pausadamente- ¿Sabes... lo que significa sentir eso?-a voz le temblaba.
El chico se tomó su tiempo antes de contestar.
-Dicen que sentir eso es estar enamorado -comentó- Y sí... -un enorme sonrojo tiñó sus mejillas- lo he sentido.
-¿Y con quien lo notaste? -preguntó ansiosa por saber ya quien era la dichosa mujer que podía romper ese maldito hechizo.
Pero Inuyasha no contestó, simplemente la agarró de los hombros y la empujó contra si, para encerrarla entre sus brazos. Kagome no supo cómo reaccionar. Se quedó petrificada entre los brazos de Inuyasha, que la apretujaban delicadamente contra su pecho, en un gesto muy tierno que le hizo temblar las piernas. Poco a poco fue analizando lo sucedido, y se fue acostumbrando a la situación, así que, con sus rodillas, gateó hasta rozar las de Inuyasha y quedar completamente pegados. Y después, sus manos, se posaron en la espalda masculina, dándole a entender a Inuyasha que estaba correspondiendo al abrazo.
-Hace unos días -comenzó-, cuando estuvimos en la escalera del templo, al atardecer, sentí eso. Hace un rato -continuó-, en la roca del río, también lo he sentido... -hizo una pausa para hundir su nariz en la melena azabache- Cuando estuve con Kikyo no sentí absolutamente nada, excepto sorpresa -explicó-, y cuando olí tus lágrimas, fue cuando reaccioné -finalizó, separándose de ella para poder observar su rostro plagado de sorpresa e incredulidad.
Kagome no podía verlo al rostro, definitivamente. Se iba a morir de la vergüenza. Así que al apartarse de él, giró el rostro. Inuyasha, por su lado, suspiró pesadamente al verla reaccionar así. Se la quedó viendo con los hombros caídos, abatido, y estuvo varios minutos pensando qué decir.
-Kagome -la llamó, y al ver que ella no volteaba el rostro, pese a haberlo oído, la agarró de ambas mejillas para obligarla a girar la cabeza- Creo... creo... -genial, ahora que había decidido sincerarse y que llevaba un buen rato soltando prenda, el ego hacía acto de aparición- Que yo...
Kagome lo miraba sorprendida y expectante. "Dilo, por favor, dilo" rogaba interiormente. Si Inuyasha se le declaraba...
-Creo que yo... -logró repetir de una sola vez- me he enamorado de ti -soltó al final, viendo como los ojos de ella se abrían a más no poder.
Y sin previo aviso, se acercó a sus labios de un rápido movimiento, y los poseyó con delicadeza, ternura y pasión. Ese gesto pilló completamente desprevenida a la miko, que durante unos instante no supo qué tenía que hacer, hasta que se dio cuenta de cual era la realidad, de lo que realmente estaba pasando, y no pudo por más que corresponder con vehemencia a las caricias que le proporcionaban los labios de su querido hanyou.
Las manos de ella no tardaron nada en enrollarse alrededor del cuello masculino, e Inuyasha soltó las mejillas de la chica para posar las manos en la cintura femenina, creando la unión perfecta.
Los dos sintieron en su interior los síntomas propios del enamoramiento. Mariposas en la tripa, vértigo en la boca del estómago, nerviosismo y un caluroso sonrojo en sus mejillas. Ambos andaban por las nubes entre los brazos del otro.
Cuando los rayos del sol incidieron directamente sobre sus ojos, se obligó a abrirlos, muy lentamente, acostumbrándose a la radiante claridad después de la densa oscuridad. Notó el calor de una tela sobre su piel, y el calidez de un cuerpo fornido junto al suyo, que la rodeaba dulcemente. A su mente acudieron los recuerdos de la noche anterior. Inuyasha se le declaró, se besaron, a ella le entró frío así que Inuyasha encendió una fogata, siguieron besándose y hablando hasta altas horas de la noche, y después ella se quedó dormida entre sus brazos. Tal y como ahora despertaba.
-Buenos días -murmuró Inuyasha, con voz ronca.
Kagome alzó el rostro desde su pecho y lo observó con una tímida sonrisa. Y le sorprendió ver que él le contestó el gesto con otra sonrisa radiante, una sonrisa jamás vista en los labios de Inuyasha. Y no pudo reprimirse. Se acercó a él para besarle suavemente los labios.
-Quiero verte sonreír así más a menudo. Adoro esa sonrisa que acabas de dedicarme -admitió- Te hace ver tan... sexy -comentó, mordiéndose el labio y mirándolo pícaramente.
Inuyasha los hizo reincorporar y la atrapó de la cintura para besarla apasionadamente.
-Tenemos que volver -anunció sin despegar del todo sus labios de los de la chica.
Kagome separó sus labios y escondió el rostro en el pecho masculino.
-¿Qué pasa?
-¿Y si no funciona? -preguntó ella, temerosa.
-¿Cómo?
-¿Y si cuando volvamos Sango sigue loca por ti?
Inuyasha sonrió y la agarró de las mejillas para poder verla bien.
-Eso no va a pasar, tonta -aseguró-. Te amo, y ahora estoy más seguro que nunca. Y tú también me amas, y ayer noche te di más besos de los que pedía el remedio -dijo dándole un pequeño beso- Te aseguro que ya no habrá ninguna mujer más persiguiéndome, yo soy tuyo -la abrazó fuertemente- y tú eres mía -concluyó.
Después de otra prolongada sesión de besos, Kagome se subió a la espalda de Inuyasha y sin mucha prisa se dirigieron de nuevo a la aldea de la anciana Kaede -parando más de una vez bajo un árbol para poder continuar una vez tras otra con sus ansiados besos.
Al llegar allí y entrar a la cabaña, Kagome se aferró aún más a la espalda de Inuyasha, que no la soltó, aún sabiendo que esta vez no tendrían que salir corriendo.
-¿Inuyasha? ¿Kagome? -oyeron la voz de Sango llamarlos.
La exterminadora se levantó de repente y se acercó a ellos de una forma demasiado peligrosa. Inuyasha se preparó, decepcionado, para salir pitando de nuevo. Pero Sango lo frenó con unas palabras.
-Lo siento.
-Y yo también lo siento -oyeron tras ellos la voz de la anciana Kaede, que entraba por la puerta de la cabaña.
-Ayer por la noche caímos desmayadas, y al despertarnos, Miroku nos explicó todo lo que habíamos hecho -aclaró Sango- ¿Podéis explicarnos vosotros que es lo que ha pasado?
-Bueno, pues... -comenzó Inuyasha.
-Es una larga historia... -le ayudó Kagome.
Ambos les explicaron lo justo y necesario -mientras Kaede curaba el tobillo herido de Kagome-. Le hablaron de la bruja, de la maldición, de la hermana gemela de la bruja, del remedio para terminar con la maldición... Pero cuando llegó el momento de hablar sobre cómo había concluído la maldición... Fue muy vergonzoso. Demasiado embarazoso para él y ella.
Pero Kaede los felicitó, y Sango se alegró.
-Compañero, explícanos con detalle como fue -pidió alegremente Miroku, situándose junto a Inuyasha y pasando un brazo por sus hombros.
-Miroku... ¡Siéntate! -gritó Sango. Un escalofrío recorrió la columna de Inuyasha, que ya se esperaba terminar en el suelo. Pero no fue así. Por otro lado, Miroku quedó congelado, y como un perro obediente, se sentó junto a Sango.
-Por fin todo ha vuelto a la normalidad -murmuró Shippo, sentándose sobre el regazo de Kagome y abrazándola.
Kagome estaba estirada en el pasto frente a la cabaña de la anciana Kaede con el tobillo envuelto en unas cuantas vendas. La inclinación del terreno le dejaba ver perfectamente como el Sol se escondía, tras las montañas más lejanas, permitiéndole observar uno de los fenómenos naturales más hermosos del planeta. Aquella mezcla de colores, con todas las gamas posibles, la calidez del momento, el ambiente mágico... El atardecer era para ella un momento único y especial.
Y aún lo sería más si Inuyasha estuviera junto a ella.
Y como si el hanyou hubiese leído su mente, apareció enseguida a su vera, sentándose para observar aquel maravilloso paisaje.
Kagome se reincorporó, apoyando su peso sobre sus manos, la cuales situó junto a sus caderas, y miró por unos segundo a Inuyasha, sonriéndole de forma dulce. A la mente de Inuyasha acudieron los recuerdos de aquel atardecer, unos días atrás, en el que había estado a punto de besarla absorto por su belleza.
Se acercó mucho a ella, tanto que su aliento chocaba contra el rostro de la muchacha. Rozó los labios femeninos sin llegar a besarlos, y tanteó el terreno, queriéndola torturar con su cercanía pero sin llegar a complacerla. Kagome lo buscaba desesperadamente, queriendo besarlo ya. Pero Inuyasha le acarició la nariz con la suya propia, y pidió algo.
-Di mi nombre -dijo-. Di mi nombre tal y cómo lo hiciste aquel atardecer, tal y como lo hiciste en el río... -especificó.
Kagome se dejó llevar. Solo quería sentir sus labios, así que sin darse cuenta de lo que hacía, cumplió el deseo que él le pedía.
-Bésame ya -ordenó- Inu... Yasha... -susurró seguidamente, haciendo que ese susurro volviera loco al hanyou, que la besó con pasión y dulzura.
He aquí el final de este corto fic. Me demoré bastante, de veras lo lamento. Muchísimas gracias a todos aquellos que me habéis seguido, los que leéis y comentáis, los que no comentaás, ¡TODOS! Muchas gracias por darme un poco de vuestro tiempo y dedicarlo a leerme, de veras.
Con respecto a mis otros fics... Estoy teniendo serios problemas con el desenlace de "Atrapados...", Polos Opuestos va viento en popa... ¡en mi cabeza! u.u' No sé qué haré. Os pido paciencia -conmigo hay que tenerla-. Además, ahora estoy en la recta final del curso, en el tercer trimestre (estoy comenzando a comprender que no debo hacer promesas que no voy a poder cumplir T-T) y me han quedado algunas, así que tengo que poner las pilas pero bien si quiero pasar un buen verano.
Muchas gracias a todos, y hasta pronto. ¡Os quiero!
Se despide una fiel servidora:
Dark priinCess