Título: My Secret Lover
Fandom: Inuyasha :)
Pareja: Inuyasha/Kagome of course
Género: Romance/Humor.
Rating: T.
Capítulos y estatus: 21/27
Summary: -¿Quién dijo que la edad importa en el amor? Yo te amo, tú me amas, y los seis años que me llevas sólo hacen que te ame cada día más, Inuyasha- Porque apesar de lo que diga tu alrededor, nadie elige de quien enamorarse.
Disclaimer: Inuyasha es propiedad de Rumiko Takahashi, yo solo los tome prestados para esta idea maravillosa.
Warnings: AU y posible OCC.
N/A: Sin palabras, perdón por la demora! Ultimamente he estado con muy poca inspiración y cero ganas de actualizar. Cada vez falta menos para el final y eso me deprime! Disfruten la lectura :)
Capítulo 21: ¿Trabajar juntos?
Me quedé callada esperando a que finalizara, dándome una vaga idea de lo que Izayoi quería decir.
–Vas a ser la nueva secretaria de Inuyasha…
–¿Lo dice en serio? –cuestioné incrédula removiéndome sobre el asiento.
Lo pensé detenidamente unos instantes, la idea de trabajar junto a él no sonaba tan mal, era una forma de conseguir lo que yo quería y que él no se molestara, todos felices y contentos.
–Por supuesto, tu suegro se mostró de acuerdo, en esta empresa faltan asistentes y creo que tú serías una excelente.
–Les agradezco mucho, ¿cuándo podré empezar? –acepté emocionada poniéndome de pie y paseando por la habitación.
–En cuanto puedas querida, todo depende de ti. Dejaremos en tus manos que le des la noticia a Inuyasha, de seguro estará encantando. Buena suerte, adiós –se despidió Izayoi apresuradamente.
Alcancé a despedirme antes de que la mujer cortara la comunicación, dejé el teléfono sobre la mesa y me giré en dirección a la cama, contemplando al inmenso hombre dormir como un oso. Me mordí el labio impaciente por decírselo, dudando si despertarlo o dejarlo dormir hasta más tarde.
Caminé hasta su lado, agachándome lo suficiente hasta que su profunda respiración chocara contra mi rostro, acomodé algunos de sus rebeldes cabellos que caían sobre su rostro y besé la comisura de sus labios con cuidado. Abrió los ojos lentamente, al parecer no había sido tan cuidadosa como debería.
–Siento haberte despertado –me disculpé acariciando su mejilla.
Inuyasha sonrió adormilado, tomándome inesperadamente del brazo para levantarme sobre su cuerpo con total facilidad.
–No importa, ser despertado de ésta forma es maravilloso –dijo con la voz ronca por el sueño.
Apoyé el mentón sobre su pecho desnudo, observándolo atentamente, perdida en la intensidad de sus ojos grisáceos, su nariz algo respingada y esos labios finos y tiernos apenas entreabiertos.
–Tengo muy buenas noticias –le dije delineado la curva de su hombro con la yema de los dedos.
–¿A sí? –preguntó suspirando por mis caricias.
–Llamó tu madre y…
–¿Mi madre? –interrumpió poniéndose serio de repente, comprendía que no estaba del todo superada la pelea del día anterior, pero Izayoi no había llamado para empeorar las cosas.
–Sí –continué obviando su ceño fruncido–. Pero tranquilo, tengo una propuesta que seguro te agradará.
Guardé silencio esperando alguna reacción por su parte, él sólo se limitó a observarme expectante. Suspiré acomodándome mejor sobre su cuerpo, entrelazando mis piernas contra las suyas.
–Tu padre me ha conseguido un puesto en la empresa…
–¡¿Qué?!
–…como tu secretaria –agregué molesta por su grito, ¿por qué no podía dejarme terminar de hablar?
Un silencio sepulcral nos invadió por completo, yo cerré los ojos aguardando cualquier cosa, desde un enojo bestial hasta un arranque de pasión. Los segundos pasaron mortalmente lentos, llegué a pensar que había vuelto a dormirse pero su irregular respiración me convencía de lo contrario.
–¿Inu? –me atreví a preguntar sin mover un músculo.
–¿Trabajarías conmigo? –preguntó en un bajo murmullo que escuché a duras penas, levanté la mirada encontrándolo algo sorprendido, con los ojos entornados.
–Técnicamente trabajaría para ti –expliqué agradecida de que la conversación fuera por buen camino.
–No parece mala idea –opinó finalmente, sonriendo.
–¡Sabía que no ibas a negarte! –reí abrazándome con fuerza a su cuello, sin ánimos de alejarlo de mí.
–Pero… –musitó deteniendo mi efusivo agarre –No es tan simple, todavía debes ir al instituto, no podrás ser mi secretaria por las mañanas.
–Está bien, no lo seré a tiempo completo –bufé enojada, siempre debía encontrarle alguna falla al plan que minutos antes parecía perfecto –Al menos trabajaré por las tardes en algo que tú estás de acuerdo.
–No quiero que te enojes Kagome –dijo colocándome delicadamente a su lado, ambos de costado –Haremos una prueba a partir de la semana que viene y veremos si funciona.
Asentí con la cabeza cerrando los ojos y apegándome a él, al menos agradecía que considerara la idea y no se negara rotundamente.
–¿Quieres hacer algo hoy? –inquirió luego de un tiempo en silencio.
Me removí en sus brazos antes de contestar.
–Es domingo –dije pensativa acariciando su hombro –Creo que iré a visitar a Sango por la tarde.
–Miroku y yo iremos a ver el partido de fútbol americano a las dos, tendrán varias horas para estar solas –anunció mientras nos poníamos de pie.
–Perfecto –sonreí caminando descalza hasta el ropero, elegí unos jeans claros y una blusa blanca junto a unas sandalias plateadas, cómoda y casual.
Una vez lista bajé a la cocina con toda la intención de preparar el almuerzo, no habíamos desayunado y el hambre me mataba. Abrí el refrigerador en busca de algo que pudiera preparar en poco tiempo, barajando mis posibilidades dependiendo de nuestros víveres.
Inuyasha apareció por el comedor unos minutos más tarde mientras yo metía la carne en el horno y cortaba verduras, era una comida fácil y rica que no requería mucho cuidado. Me abrazó por detrás apoyando el mentón sobre mi cabeza.
–¿Qué quieres? –pregunté después de un largo silencio.
–Pues nada, sólo estar así contigo.
Sonreí disfrutando de lo espléndido que se sentía tenerlo tan cerca de mí, intente no distraerme de mi labor para evitar accidentes, lo que menos quería era cortarme con aquel cuchillo tan afilado.
Unos veinte minutos después la comida estuvo lista, ambos almorzamos tranquilamente en el comedor conversando sobre trivialidades; una vez terminados lavé toda la vajilla que había usado y me preparé para visitar a Sango.
–Me iré ya ¿necesitas algo? –le pregunté dirigiéndome a la salida.
–Estaré bien, sólo dile a Miroku que se apresure, no quiero llegar tarde.
–Como tú digas, nos veremos más tarde –me despedí saliendo al exterior.
–¡Te amo! –gritó antes de que cerrara la puerta por completo.
Caminé el corto trayecto hasta la casa de mi vecina con una enorme sonrisa en mi rostro, completamente feliz con la vida, nada podía ser mejor. Toqué un par de veces la pequeña campana que funcionaba como timbre, aguardando a que me atendieran.
–Ya era hora –saludó la castaña recibiéndome con alegría.
–Siento la demora –me disculpé riendo–. Nos despertamos un poco tarde y no habíamos almorzado.
–Sin problemas –dijo guiándome a la tan conocida sala. Kirara, su peluda y cariñosa gata, se acercó a mí refregándose entre mis piernas.
–Inuyasha dice que Miroku vaya cuánto antes, está muy apresurado –comenté dejándome caer cómodamente sobre el sofá.
–Iré a decírselo y a preparar algo de té, espera aquí unos minutos –dijo la castaña desapareciendo escaleras arriba hacia su habitación.
Me relajé en el asiento contemplando distraída mí alrededor, acariciando la parte trasera de las orejas de la gata que ronroneaba feliz a mi lado.
La sala de Sango no difería mucho de la mía, nuestros respectivos novios se habían puesto de acuerdo en conseguirnos dos casas bastante parecidas entre sí situadas una al lado de la otra y claramente tenían muy buen gusto.
La muchacha reapareció con una bandeja que ayudé a acomodar en la pequeña mesa de café. Un plato de exquisitas galletas y dos tasas de humeante infusión descansaban sobre el metal.
Se sentó a mi lado ofreciéndome mi té y dándole sorbitos cortos al suyo.
–¿Has tenido una buena semana? –me preguntó.
–Digamos que sí, Inuyasha y yo peleamos un par de veces como de costumbre. Por otro lado, he conseguido un trabajo.
–¿De verdad? ¡Eso es fantástico! –chilló emocionada abrazándome–. ¿Cuál es?
–Voy a ser la secretaria a medio tiempo de Inuyasha –respondí sonriente.
–Me alegro mucho por ti Kagome, será un cambio muy favorable.
Y de verdad lo era, Sango entendía lo que yo sentía ya que había pasado por lo mismo con Miroku, aunque finalmente ella siguió con la idea de conseguir un trabajo a pesar de la negativa de su novio y ahora era una camarera en un moderno restaurant.
–Empezaré mañana mismo a la salida del instituto –comenté entusiasmada, cayendo en la cuenta de lo poco que faltaba para el momento dicho.
–Todo estará bien Kagome –me alentó con una sonrisa–. Tengo un buen presentimiento.
A la mañana siguiente
Los primeros rayos de sol del amanecer me dieron de lleno en el rostro, minutos después el despertador de Inuyasha sonó, avisándonos que era hora de comenzar el día.
Me restregué los ojos mientras me ponía de pie, el frío aire que se colaba por la ventana erizó los bellos de mi piel desnuda. Me apresuré al vestidor buscando mi ropa interior con prisas, necesitaba ponerme algo de ropa rápidamente.
Una vez lista crucé la habitación hacia el baño, debía lavarme los dientes y peinar mí desordenado cabello, Inuyasha daba vueltas a mí alrededor imitándome.
–Voy a preparar el desayuno –dije en un bostezo recogiendo la mochila del instituto del suelo y comprobando que no me faltara nada.
–Bajaré en un segundo –avisó acomodándose el nudo de la corbata frente al espejo de cuerpo entero.
Asentí con la cabeza bajando las escaleras rumbo a la cocina, la corta falda se balanceaba a mí alrededor mostrando mis piernas más de lo necesario. Mientras se hacía el café y se tostaban las rodajas de pan chequeé por última vez que todas las cosas que necesitaba estuvieran en su lugar, debía irme a la oficina luego de la escuela y estaba claro que no usaría el uniforme.
Inuyasha bajó un rato después, todo ya estaba servido en la mesa y nos sentamos uno frente al otro a desayunar en un tranquilo silencio, disfrutando de la calma de la mañana aunque fuera un tedioso lunes.
El comienzo del día pasó demasiado veloz frente a mis nerviosos ojos, caí en la cuenta de lo poco que faltaba para comenzar mi nuevo trabajo cuando la campana que indicaba la hora del almuerzo sonó estridentemente.
–El tiempo vuela cuando esperas algo con ansias ¿no? –preguntó Ayame acomodándose a mi lado con su bandeja repleta de comida.
–Ni que lo digas –murmuré jugueteando con una manzana entre mis manos.
–Estoy segura de que te irá bien Kag, no tienes de qué preocuparte –me alentó con una cálida sonrisa
Asentí absorta en mis pensamientos, si bien era un día de prueba no podía sacarme de la mente la enorme responsabilidad que el trabajo acarreaba, sin mencionar que mi propio novio era mi jefe y su padre el dueño de la empresa. No podía equivocarme ni en lo más mínimo.
Los pocos minutos de receso finalizaron dando comienzo a una nueva ronda de aburridas clases, las cuáles se esfumaron más rápido de lo que pensaba.
Finalmente había llegado la hora de marcharme al enorme edificio de oficinas de la compañía "Taisho e Hijos" especializados en la venta automotora, de gran reconocimiento mundial debo agregar.
Salí del instituto a paso apresurado, debía tomar el autobús hasta una determinada calle y luego caminar otras tantas, además de pasar por un autoservicio para cambiarme de ropa.
Me bajé en el lugar indicado y entré en el primer comercio que me pareció apropiado. El pequeño cubículo de baño en la tienda estaba sucio y poco iluminado, pero era lo único que tenía lo suficientemente cerca.
Saqué de mi mochila una falda lisa color crema y una camisa blanca junto con unos tacones negros bastante formales. Dejé la ropa sobre el lavamanos luego de limpiarlo con algo de papel y me despojé del uniforme del instituto guardándolo en el bolso.
En pocos minutos ya estaba arreglada y con el aspecto de una seria secretaria, (aunque la camisa apretara mi busto un poco y la falda fuera algo corta seguía estando presentable). Recogí mi cabello en una coleta alta luchando contra los rebeldes cabellos que no querían quedarse en su sitio hasta que finalmente conseguí un peinado más que aceptable.
Salí del pequeño cubículo intentando caminar lo más recta posible para que no se viera demasiado mis delgadas y blancas piernas; dejé el local rumbo a la atestada calle y caminé unas pocas cuadras, encontrándome de frente con un enorme edificio vidriado que se alzaba imponente en una esquina. Mantuve la expresión serena mientras me adentraba en la recepción de la compañía, aunque por dentro estuviera muriéndome de nervios.
A un costado del hall principal se ubicaba un escritorio tras el cual una mujer esbelta y hermosa se concentraba en la pantalla de un ordenador, me acerqué con pasos lentos y tímidos, contemplando maravillada sus movimientos y aquel semblante totalmente profesional.
–Disculpa… –balbuceé cruzando las manos que sudaban frío– Soy la nueva secretaria de Inuyasha Taisho.
Detuvo su labor para observarme con sus intensos ojos negros, haciéndome sentir muchas más incómoda.
–Tú debes ser Kagome –dijo segundos después con una brillante voz de soprano, sonriendo apenas dejando entrever sus perfectos y blanquecinos dientes–. El señor Taisho avisó que vendrías, su oficina se encuentra en el piso dieciséis.
Le agradecí con un gesto de cabeza, dirigiéndome luego al lujoso elevador empotrado en la pared del fondo. El cubículo metálico estaba muy bien iluminado y una suave música se escuchaba en el interior, presioné el botón indicado y esperé mientras subía metros y metros de ese colosal edificio.
Al llegar al sitio correspondiente me topé con dos chicas, muy probablemente secretarias, que esperaban el ascensor dónde yo debía bajarme, al pasar por su lado atisbé a escuchar un fragmento de su conversación:
–Inuyasha está cada día más apuesto, en cualquier momento alguna de nosotras tiene que atraparlo.
Rechiné los dientes intentando que no me afectara, era un estúpido comentario de niñas tontas que no conocían ni pizca a MI novio, me sentí muy aliviada cuando las puertas dobles se cerraron, evitando que me lanzara al cuello de esas entrometidas.
Caminé por un alargado pasillo repleto de puertas, salas de conferencias, oficinas y demás, intentando concentrarme en el acompasado repiqueteo de mis zapatos de tacón para calmar mi respiración y el pulso embravecido en mis venas.
Finalmente, algo más calmada, llegué a la última habitación, tenía un cartel ubicado en el centro de la madera que rezaba: "Inuyasha Taisho – Subjefe y Director de Ventas".
Sonreí para mis adentros, consciente de que aquel cargo era un puesto demasiado importante en la compañía, solamente su padre estaba por encima de él.
Llené de aire mis pulmones una vez más y di tres ligeros toques en la entrada, sosteniendo el picaporte con manos temblorosas, adentrándome en la sala luego de recibir permiso.
–Por fin –sonrió con sus grisáceos ojos brillantes de emoción, se apartó de la hermosa vista de un gran ventanal para cogerme en sus brazos con firmeza, besando mi coronilla.
–No creo que debas mostrarte tan cariñoso Inu. Alguien puede entrar –murmuré contra su pecho, no debía olvidar que este era mi trabajo ahora, él y yo no podíamos demostrarnos tanto afecto.
–Nadie entre sin llamar Kagome, deja que te abrace un poco más –ronroneó contra mi oído, encendiendo inevitablemente una enorme llama en mi interior, que se propagó por todo mi cuerpo en cuestión de segundos, dejándome encendida por completo.
Conté hasta diez y luego me alejé, a sabiendas de que mi autocontrol no era mejor que el suyo, no podía pasarme de la raya y arruinar todo en el primer día. Inuyasha suspiró y se dio la vuelta hacia su escritorio, dejando ver una sonrisa de lado que me dio mala espina.
¡El muy canalla lo había hecho a propósito!
Sin duda era más que obvio que estaba poniéndome a prueba, analizando mi comportamiento y mi formalidad ante el deber y el deseo.
Maldito tramposo.
Sacudí la cabeza hacia los lados volviendo a concentrarme, había cosas más importantes en las que pensar.
–¿Cuál es mi escritorio? –le pregunté repentinamente seria e inexpresiva.
–Es la oficina a la derecha de la mía. Dejé unos cuantos papeles para ti, necesito que los acomodes en los archiveros y controles que no falte ninguno –ordenó jugando muy bien su papel de jefe autoritario.
Asentí en silencio y me retiré del cuarto con una corta reverencia, con la sensación de que no serían solo unos cuantos papeles. Entré en la puerta indicada, encontrándome con una hermosa decoración y un pequeño escritorio con un ordenador de última tecnología que ya estaba encendido. Mi nueva oficina tenía una preciosa vista al centro de la cuidad, el sol daba de lleno consiguiendo una luminosidad natural sorprendente.
Me senté en una comodísima silla de cuero mullida y examiné la enorme pila de carpetas amarillas que Inuyasha había dejado sobre la mesa, suspiré derrotada estipulando el largo tiempo que me tomaría clasificar todo eso y guardarlo en los cajones correspondientes, sin mencionar que debía contarlos y asegurarme de que no faltara ninguno.
Menudo comienzo…
Tres horas después
Sequé una gota de sudor que bajaba por mi frente con el dorso de la camisa, observando agotada pero satisfecha mi trabajo terminado, lo había hecho demasiado bien para mi primer día. Tomé una hoja con un par de anotaciones y salí rumbo a la oficina de Inuyasha, con la intensión de comunicárselas.
Llamé dos veces y entré con cuidado, notando que no estaba solo; desde mi lugar en la puerta contemplé a una bien formada señorita, con una falda cortísima revelando sus piernas más de lo necesario, y una blusa blanca dejando ver su sostén negro. Estaba apoyada sobre el escritorio conversando con Inuyasha, el cual parecía no prestarle mucha atención, concentrado en un documento que leía atentamente.
–¿Qué dices de salir conmigo? Tú y yo en algún lujoso restaurant –preguntó ella con vos sensual, moviendo las caderas sugerentemente.
Al parecer no habían oído mi llamado por lo que carraspeé sonoramente un par de veces, logrando captar su atención.
–¿Necesitas algo Kagome? –inquirió Inuyasha claramente disfrutando de mi expresión celosa. La muchachita frunció el ceño mirándome desconfiada, tenía la ligera impresión de que él no llamaba nunca a las secretarias por su nombre.
–Tengo unas cuantas cosas que decirte –afirmé mostrándole el papel en mi mano.
–Por supuesto, la señorita Aizawa ya se iba –sonrió haciéndose el desentendido, miró a la chica que con un bufido se dio la vuelta y desapareció por la salida, lanzándome envenenadas miradas al pasar a mi lado.
Una vez solos, Inuyasha soltó una pequeña risita y me indicó que me acercara, caminé sin titubear hasta queda frente a él y le entregué la hoja, esperando pacientemente hasta que terminara de leerla
–Excelente trabajo –me felicitó minutos después, se puso de pie con las manos en los bolsillos y en dos zancadas estaba a mi lado, rozado la piel sensible de mi cuello con su aliento cálido–. ¿Qué te parece si nos vamos ya? Es suficiente por hoy.
Me perdí en la intensidad de sus pupilas mientras el ardor volvía a mi cuerpo dejándome en llamas, ansiosa por tenerlo entre mis brazos.
A pesar de todo, pensaba mientras lo atraía a mí con fiereza para estampar mis labios contra los suyos, nada había salido mal en mi primer día…