Hola, hola gente bonita. ¨¿Como les ha ido en la vida? Uff, si vieran, estoy contente de estar estudiando medicina, pero a la vez cansada. Me di el lujo de publicar una historia más que se me ocurrio hace unas semanas y me ha estado dando vueltas en la cabeza. Por atemano, una disculpa por no publicar copreterito, tendran que entender que es dificil para mí, siendo que mi carrera es exigente.
Muchas gracias por el apoyo que me han dado. Saludos y un feliz dia
-1-
La joven de los ojos tristes.
Ardían las llamas esa noche. El fuego cantaba victorioso mientras que la sangre de las inocentes almas vagaba desesperadas en un ambiente de caos y destrucción. Ella corría sin poder evitarlo… el miedo carcomía solemne las vivas fantasías de paz. El final se acercaba, ella moriría si se quedaba.
Entonces sucedió. Un enorme camión cayó enfrente de ella, el estruendo la tumbó de espaldas. El piso helado de la noche le dio la bienvenida, mas el miedo que sentía la carcomía hasta el punto de no importarle el más ligero pensamiento de curiosidad.
Se levantó, asustada y con los ojos bien abiertos, la luz de la luna descubrió una figura masculina encapuchada. Retrocedió un paso, luego otro y otro… El ente que se encontraba entre las llamas, la miró fijamente, así pudo observarlo.
Tenía una mascara blanca de rayas naranjas contorneándola. Los orificios para los ojos ya brillaban de muerte amenaza. Sintió un desagradable escalofrió en la espalda y cuando se dio media vuelta para correr, escuchó sus pasos detrás de ella.
La figura saltó sobre los aires y aterrizó justamente enfrente de ella. Se quitó la mascara y las pesadillas se desataron en el paraíso. Sus ojos, tan macabros como la sangre le recordaron los viejos poemas del apocalipsis.
- No. – pidió presa del miedo. – Por favor… no me mates… - comenzó a suplicar.
De entre los labios de aquel hombre, una sonrisa sanguinaria y sin pena se esbozó.
- No digas tonterías… - la pastosidad de su presencia le hizo temblar. – Eres mi musa, jamás te iras, quieras o no. – sacó entonces de las sobras de su capa una katana larga. La elevó sobre la silueta de la joven y esta, con una triste mirada le suplicó intrínseca que no le condenara a la fría muerte.
- Yo te amaba…
- También yo…- y la espada bajó rápidamente, cortando carne y hueso.
Como era de esperarse, la alarma intranquila del despertador le dijo que tenía que levantarse. Era muy alentador el pensamiento de reposar cinco minutos más en la cama, estirarse los pensamientos malos y acariciar con apaciguamiento el buen día que venía por delante.
Desgraciadamente para ella, eso no podría ser posible. Tenía una semana soñando lo mismo. La intranquilidad de esas pesadillas la ponían de mal humor, le quitaban el hambre y la sed de licor la atormentaba día y noche. Desafortunadamente, no podía darse el lujo de irse de parranda a algún bar cercano, y la razón de esta era…
- Buenos días…- acaricio su vientre con ternura. Estaba embarazada. Tenía aproximadamente cinco meses y su vida no podía ser más tormentosa.
Sakura Haruno, ese era su nombre. Una chica de 24 años de edad, recién egresada de la universidad tenía que sufrir tales cosas sólo por que se enamoró de la persona equivocada. Vivía sola, la familia que una vez la acompaño en las buenas y en las malas yacía muerta en el cementerio local. Había podido estudiar gracias a una tía que le daba cierta pensión. Claro, eso fue hasta que se hizo mayor de edad, hasta entonces, todas las comodidades que podía darse provenían de su bolsillo.
Sakura había estudiado medicina, y aunque todavía no tenía un trabajo estable, hacía lo que podía en una clínica genérica no muy lejos de su apartamento. Su hogar no era lujoso, pero tampoco pobre, vivía en un piso y tenía todo lo que quería. Eso y la compañía que le otorgaba su hijo aun no nacido.
- Mmm. – estiró los brazos. – Hoy desayunaremos… ¿Qué te parece algo de cereal con leche? – preguntó acariciando su barriga. Como respuesta recibió una leve patadita. Ella abrió los ojos sorprendida y luego sonrió.
Se levantó y se colocó un suéter, hacía frio y no quería exponer al bebé. Caminó a la cocina y al abrir el refrigerador se llevó una decepción.
- Lo siento, bebé, no hay leche. – cuidadosamente se retiró del frigorífico y buscó en la alacena. Nada, no había ido por la despensa. Suspirando decepcionada y hambrienta, tomó sus cosas y se decidió a ir a comprar. Salió de ahí con un abrigo bien proporcionado y pantalón. Se cubrió la cara con una bufanda y tomó un paraguas, estaba nevando.
Cuidadosamente bajó las escaleras, ella vivía en segundo piso. Cuando sus pies tocaron la calle comenzó a dirigirse a la tienda. Camino lentamente y se dio cuenta que estaba cerrado. Suspiró. Bien, tendría que ir a un supermercado y no una tiendita cercana. Revisó su cartera y sacó cambio para el camión.
Estaba contando el dinero cuando sintió que alguien la empujaba, haciéndole tirar las monedas que había sacado. Suspiró frustrada, no quería agacharse y el tonto que la empujó no había sido cortes como para ayudarle. Lentamente comenzó a bajar, su panza no la dejaba hacer muchas maniobras.
- Permíteme.- la voz de alguien la distrajo. Elevó el rostro para ver a un rubio de ojos azules que le sonreía.
- ¡Naruto! – se sorprendió de verlo ahí. - ¿Qué haces por aquí?
- Iba a pasar a saludarte, pero me di cuenta que no estabas en casa. – le dio el dinero. - ¿A dónde ibas?
- Al supermercado… Gracias por tu consideración. – sonrió agradecida.
- De nada, Sakura-chan, es un placer…- el muchacho volvió a responderle cálidamente. – Hace frio hoy, ¿no?
- Sí, mucho. – caminaron hasta una banca. - ¿Qué cuentas de ti? ¿Cómo está Hinata?
- Oh, ella se fue de viaje con su familia.
- ¿Todavía tienes disgustos con Hiashi-san?
- Sí… - respondió con pesimismo. – Hace todo lo posible por separarme de ella. Tuvimos que recurrir a vernos a escondidas para que Hinata no tuviera problemas.
- Debe ser frustrante.
- Lo es… ¿Por cierto, cómo amaneciste? – acaricio su barriguita de cinco meses.
- Muy bien, es sólo que no tenía desayuno.
- ¡Por ahí hubieras empezado! – se levantó entusiasmado. –Anda, te invitó a comer, para que veas que no soy malo. – estiró su mano contento.
- Gracias, pero…
- ¡No digas no!- la tomó por los hombros. – Estoy seguro que mi sobrinito estará muy contento. – le dijo entusiasmado. - ¿No es verdad? – le hizo mimos a su panza.
Naruto, sí, ese muchacho era su hermano mayor. Bueno, aunque no sanguíneos, Naruto era el hijo de Tsunade, su tía. Ella no pudo tener hijos, por lo que adoptó. Naruto se crió con ella y eran tan buenos amigos que casi eran hermanos. Cuando quedó embarazada, él le ayudo fervientemente. No había ningún día en el que tanto él, como su tía la apoyaran.
- Esta bien, vayamos.
Esa mañana Sakura despertó con mucha hambre, ahora, estaba en un buen restaurante gozando de la compañía de su hermano y mejor amigo, mientras desayunaban un ramen calientito, que realmente se antojaba en estas fechas.
Los dos chicos charlaron. Naruto le contaba de sus pesares a Sakura y la aludida lo escuchaba atentamente. Le contaba sobre el hecho de querer casarse con la chica Hyuuga y las peripecias que su futuro suegro se empeñaba en ponerle a cada paso.
- ¿Puedes entender eso? – finalizó su historia con la cara levemente sonrojada.
- Je, supongo… ¿Pero sabes algo, Hiashi-san va a terminar adorándote?
- ¿Si verdad? – sonrió complacido.
- Sí, seguro.
- Je, gracias Sakura-chan, como siempre, me apoyas incondicionalmente. – la terminó abrazando con cuidado, la panza de la chica le estorbaba un poco. En ese momento, Naruto dejo salir algo imprudente de su boca…
- Nee, Sakura-chan… - acaricio levemente su vientre con la palma de su mano. – Tsunade ha estado preguntando por ti… - el rostro de Sakura entristeció. – Sabes… está preocupada. Se la pasa preguntando por el bebé.
Sakura sólo guardaba silencio.
- ¿Ah sí?
- Sí… - Naruto se apartó de ella y le encaró. – Sakura. – nunca la llamaba así si o fuera por que quería decirle algo importante. - ¿Qué le dirás a tu hijo cuando pregunte por su padre?
El rostro de Sakura se ensombreció. Ciertamente, ella no quería mencionarlo, se guardaba el nombre de aquella persona que había dejado su semilla dentro de ella. Pero, por otro lado, sabía que tarde que temprano tendría que decir su nombre. Ya que, tanto Naruto como Tsunade, no lo sabían.
- No lo sé… - confesó por lo bajo.
- Ya veo. – Naruto se mordió el labio. - ¿A que le temes, Sakura-chan? Siempre que llegamos al tema guardas un silencio lúgubre.
- Yo… - tragó saliva. – No tengo miedo. – mintió. – Solamente… me causa…
- Está bien, no tienes que decir nada más… - colocó su mano en la frente de ella. – Pero sabes… que cuando necesites de alguien, yo estaré cerca. ¿Lo sabes, verdad?
- Sí, Naruto… gracias. – y le abrazó enternecida. Naruto, como siempre, era su ángel guardián.
- Así me gusta… - sonrio. – Lo siento, pero tengo que irme. – checó su reloj de pulsera. – Quedé con unos amigos… Lamento no poder acompañarte a tu casa, Sakura-chan. ¿Me perdonas?
- Claro, no te preocupes… - ella le respondió tranquila.
- Bien, gracias… - le dio otro beso en la frente. – Vete con cuidado. – y salió del restaurante apresurado. Sakura sólo lo vio alejarse. Una vez que lo hizo acabó su ramen, que ya estaba un poco frio y luego pagó.
Nunca se dio cuenta que mientras ella platicaba tranquilamente con Naruto, era observaba desde cerca.
Cuando salió del local, comenzó a caminar con paso tranquilo. Eso fue, hasta que escuchó pasos detrás de ella. Ese le alteró… comenzó a caminar más rápido, pero aun así, los pasos seguían tras ella. Comenzó a respirar fuerte y aceleró más. Casi al grado de trotar. No quiso parar por ningún motivo, pues lo pasos comenzaron a apresurarse junto con los de ella.
Presa de la paranoia corrió. Sin mirar atrás, dio rodeos por calles innecesarias y cuando pensó que había dejado atrás a quien sea que la perseguía, cuando vio la ultima esquina por cruzar…
Chocó con alguien.
- Disculpe yo no…- calló inmediatamente cuando lo vio a la cara. Sus rodillas comenzaron a temblar en el acto, sus manos se pusieron frías al instante y un sudor frio comenzó a caer por tu mejilla.
La persona que estaba enfrente de ella no era ningún desconocido. Ella lo conocía bien, sabía quien era.
El padre de su hijo. Aquel al que le tenía mucho miedo.
- Sasuke… - musitó. Entonces, lo vio, vio la sangre en su mirada y todo se volvió negro.
Continuara…
Bien, sé que es corto, pero decidi subirlo así, para que me dieran sus opiniones y ver si esto funciona. Una vez mas, gracias por su apoyo y cuidense mucho.
¿Merece un comentario?
Yume no Kaze.