Título: Atrévete
Personajes: Masaomi Kida + Mikado Ryugamine
Género: Amistad
Clasificación
: G / K
Advertencias
: -
Palabras: 340
Beta: Papaveri y Halfwolf


Como no podían encontrarse físicamente y el hablar vía mensajería instantánea se había vuelto monótono, Masaomi y Mikado habían decidido pasar su tiempo (virtual) juntos en un juego de red. No era uno de esos famosos y enormes MMORPG, sino que era uno más pequeño y simple. La idea no era compenetrarse en ese mundo de magia y gráficos de calidad, sino que nada más querían compartir algo nuevo ya que en la realidad palpable era imposible.

Level up! —se oyó la voz alegre del falso rubio, a lo que Mikado se preguntó por qué a su mejor amigo le gustaba tanto decir frases en inglés.

—Felicidades, Masaomi —le dijo amable y contento, haciendo voltear a su personaje. El del otro muchacho, una arquera elfa, bastante voluptuosa y escasamente vestida, saltó en respuesta, haciendo que sus senos de píxeles brincaran también. Mikado rió—. ¿Era necesario crear un personaje de este estilo?

—¡Claro que sí! ¡A esta clase de juegos hay que sacarles el jugo, Ryugamine-kun! —pronunció su nombre imitando la voz de una idol y saltando nuevamente.

Detrás del monitor, el susodicho negó con la cabeza pero sonriente. Continuaron jugando, completando algunas misiones como derrotar cierta cantidad de monstruos o encontrar ítems raros. Charlaron de cosas triviales, hasta que Masaomi preguntó algo un tanto serio, infiel a su típica personalidad.

—Oye, Mikado. De verdad te gustan los juegos que se salen de lo común, ¿no es así?

—¿Eh? Oh, sí.

—¿Crees que tienes las agallas para jugar un juego mayor?

Se hizo una pausa en la que Mikado hizo una mueca de extrañeza con su rostro.

—¿A qué te refieres? —recibió una suave risa a través de sus auriculares como respuesta.

Esa misma noche, mediante retos, desafíos y metáforas de la vida como un juego, Masaomi logró convencerlo de empezar el primer año de bachillerato en la ciudad donde él residía.

Los bosques de píxeles y repletos de monstruos de todo tipo del MMORPG que habían estado disfrutando no eran nada comparados con la selva de concreto llamada Ikebukuro.