Robotech y sus personajes son una propiedad de Harmony Gold USA Inc., Mass Effect y sus personajes son propiedad de Bioware. No se obtiene beneficio económico alguno de esta historia.


Y como lo prometido es deuda, aquí esta el nuevo capítulo.

For the ones waiting for the english version, it'll take me a little. I'll probably be posting it around midnight or so. You better check every once in a while.

¡Adelante con la función!.


Capitulo Once:
Vacíos que vinculan, parte 2

Estación Espacial Omega, Sistema Sahrabarik,
Nebulosa Omega, Sistemas Terminus,
Brazo Galáctico Norma

Pedazos de una vida. Pequeños pedacitos de metal, roca y polímeros saltando a su alrededor. El aire maloliente y sucio que se filtra través de los reservorios del casco, infestando la atmósfera con el olor de la muerte.

"¡No los dejen escapar!. ¡Aria recompensará con creces a quien traiga a esos desgraciados!..."

La voz detrás de él grita en tono despótico, comandando a la jauría extraterrestre a sus espaldas. No quiere voltear a ver que tan cerca están, pero la curiosidad lo está matando más efectivamente que los cientos de tiros que hay a su alrededor. El equipo de evacuación está cerca. El transporte que espera para llevarlos de regreso a casa esta a menos de cien metros. Puede ver las caras de sus compañeros, mientras huyen hacia allá, llevando la carga preciosa que les fue encargada para recuperar. La población se muestra hostil. Nunca pensó que el poder y la tentación del dinero fácil en Omega fuera tan grande.

Un error de juicio que ha resultado muy costoso...

Ya casi están allí. La rampa de la nave de descenso se abre para dejarlos entrar. De pronto una explosión a su lado los saca de curso, arrojándolos violentamente sobre un techo derruido que de milagro se sostiene. Puede oír las armas del transporte lanzando muerte bermellón y púrpura sobre la población armada. Oye los gritos de varios al caer, mientras chorros de calor pasan, como caudas de cometas infernales, prestos a estrellarse contra un muro de carne que resiste a pesar de los embates. Se levanta como puede, el rojo de su sangre manando intensamente de su entrepierna. No siente nada, mas que la imperiosa necesidad de seguir avanzando. Reprime el impulso de detenerse a ver a sus compañeros. Soldados duros y correosos como son, alguno no se ha levantado, indicativo terrible de que puede quedarse solo en el ultimo trayecto del camino.

Su conciencia lo aguijonea:

"¡Los infantes de marina de la Alianza no dejan a nadie atrás!", el acicate de su instructor de básico taladra sus oídos. Pero no tiene tiempo de regresar por ellos ni por sus placas de identificación. No se detiene a averiguar si aún están con vida.

"¡Si alguno de nosotros queda vivo, debe llevar esta información de vuelta a casa!", le hicieron jurar sobre lo que consideraba mas sagrado. No se llevaba bien con ellos, pero eran seres conscientes, con sus múltiples defectos y virtudes.

Teme que como muchos otros, ya nunca volverán a casa.

Corre mientras los disparos rebotan en su barrera biotica. Esta exhausto y no siente su cuerpo, debido al enorme esfuerzo que ha hecho esta noche, pero saca fuerzas de quien sabe donde para invocar su escudo de nuevo y correr el ultimo trecho. El transporte de evacuación esta a unos pasos de él. Dos soldados bajan por la rampa y lo toman de los brazos, mientras un tercero dispara fuego de cobertura. Ya no puede moverse. Oye los ladridos de los perros de la guerra tan cerca, que el escalofrío recorre su espalda como un aguijón envenenado que va paralizando cada parte de su ser. Al sentir la presión sobre sus brazos, arrastrando su cuerpo magullado y sucio, se desvanece. Ya no puede seguir.

Ya no quiere hacerlo...

"Alenko... ¡Alenko!, ¡levántese Alenko!..."

– ...¡Teniente Alenko!, ¡despierte de una vez, teniente! – una voz de mujer lo devolvió a la pesadilla.

– ¿Qué?, ¿quién?...

Kaidan Alenko abrió los ojos, confundido y sin recordar como era que había llegado a la posición en que estaba. Se puso en pie, tratando de combatir el sobresalto. Recordó inmediatamente sus circunstancias, aunque por un momento desconoció el lugar. Algún viejo cuarto abandonado, que después identificó, era un accesoria escondida. Mientras observaba en derredor, reconociendo los cacharros arrumbados, a pesar de la oscuridad que lo rodeaba, le llegó la noción de como había arribado hasta allí. Por su mente pasaron breves secuencias de imágenes:

La peligrosa travesía por uno de los distritos más traicioneros de Omega. Zaeed fulminando un grupo de avanzada, sin más ayuda que el viejo rifle al que llamaba "Jessie", que habían recuperado junto con sus armas, a toda prisa. Las veces que habían tenido que esconderse de las varias naves de asalto Mantis que patrullaban el distrito. Las suplicas del salariano Haalaka, pidiendo que lo dejaran ir, prometiendo que no volvería a cruzarse en su camino. Y la negativa férrea de la chica Janice.

Después de una hora, habían llegado cerca del punto de extracción convenido previamente. Tuvieron que echar mano de todo el poder de fuego que la armadura "Ciclón" del Capitán Dante traía consigo para lograrlo. Se había dado el lujo inclusive, de tirar una nave de asalto Mantis, con las cargas de micro-misiles de las que disponían. Eso les había enseñado a las bandas de mercenarios que estaban cazando una presa peligrosa. Pero los recursos de los que podían echar mano, sumados al excedente de personal que Aria T'Ĺok estaba proveyendo, eran sin duda una fuerza para no tomarse a la ligera. Abrumados por la superioridad numérica del enemigo, poco les había ayudado la tecnología avanzada.

Estaban huyendo, perseguidos por robots de seguridad y más naves, cuando el Beta de reconocimiento que debía esperarlos en el punto de extracción los alcanzó, reduciendo a chatarra a varios de sus perseguidores con el armamento de a bordo y dándoles segundos de valioso respiro:

– [Señorita Janice: ¡Hay un claro entre edificios a un kilómetro, en la dirección en que van!. ¡Allí los encontraremos!...] – llegó la comunicación por ultralinea, directamente al auricular de la robot – [...Pero necesitan apresurarse. Detectamos un gigantesco contingente enemigo a unos quinientos metros de su posición y acercándose rápida... ¡espere!. Comunicación entrante de la "Arcángel". Prioridad Alfa. Redirigiendo y re-encriptando...] – oyeron a uno de los gemelos Valverde, mientras el transporte se alejaba hacia el área de recogida.

Janice hizo señas de que vigilaran, mientras ella se alejaba un poco y recibía el mensaje encriptado. Sus facciones no solían alterarse al recibir información o evaluar las situaciones, pero Alenko alcanzó a atisbar una mueca, que no podía decir a ciencia cierta si representaba molestia o preocupación. Una vez regresó al contingente, ordeno que siguieran por la calle principal del distrito. Era la manera más rápida de salir, aunque la más insegura. Corrieron sin descansar, arrastrando sus miserias para dar el último extra. A trescientos metros, sin embargo, bajo un grupo de construcciones derruidas, los mercenarios los alcanzaron:

"¡Maldita sea!...", la cabeza de Alenko se llenaba de sensaciones familiares en ese preciso instante. Las de los tiros incrustándose en las paredes, el calor generado por su cuerpo en tensión y el sonido de los aullidos de los varren entrenados de la Manada Sangrienta, ganando terreno rápidamente.

"¡Aquí estoy de nuevo!. ¡Justo como hace ocho años!"...

– ¡Capitán Dante!... – la voz de la chica del cabello lila, por encima del sonido de los disparos y los gritos de frenesí de sus perseguidores, le sonó tan clara como otra que había oído en ese entonces:

– ...¡Sus ordenes son llevarse al salariano Haalaka y al Teniente Alenko al "Arcángel". También ofrezco apoyo al señor Massani, para salir de aquí...

¡Voy a entretener al enemigo y a comprarles tiempo suficiente para que lleguen al punto de evacuación! – mencionó, señalando a la lejanía, donde la nave esperaba. Ante la protesta de Angelo, que empezaba a surgir de sus labios, ella agregó:

– ¡Si no lo hacemos así, ninguno de nosotros saldrá con vida! – enseguida revisó la carga del rifle Gallant y ajustó la correa del arma a su cuerpo.

– ¡Por mi esta bien!, ¡las cosas aquí van a ponerse feas! – agrego Zaeed, lanzando una granada incendiaria hacia un grupo de soldados que trataban de escurrirse por la izquierda.

– ¿Porque separarnos?, ¡podemos llegar todos a la nave!. Solo tenemos que... – empezó a decir Kaidan, pero la chica lo atajó:

– Negativo. Nos alcanzarán antes de recorrer cien metros si no se queda alguien para dilatarlos – gritó, mientras salía de la cobertura y abría fuego contra el grupo principal. Un batariano y un humano cayeron fulminados por el rifle, cargas eléctricas brotando de sus armaduras arruinadas, antes de que el resto de sus oponentes tomaran cobertura.

– ¡No puede quedarse usted sola a enfrentarlos! – vociferó el centinela, disparando a ciegas por encima de la cobertura, mientras trataba a todas luces de hacerla cambiar de opinión. Estaba plenamente consciente de como podía acabar todo aquello y no quería pasar por ello una segunda vez.

– La chiquilla tiene razón... – masculló Zaeed, mientras llenaba de tiros del rifle de precisión el cuerpo de un Krogan que se precipitó, suicida, hacia ellos. Enseguida agarro al centinela del brazo, para jalarlo. Angelo ya estaba saliendo, usando los últimos cohetes de la "Ciclón" y moviéndose al frente, tomando al cobarde Haalaka del brazo, cobijados por el fuego de cobertura de los otros.

– ¡No voy a abandonarla! – insistió el de la Alianza, soltándose del viejo.

– Mis ordenes han cambiado, Teniente Alenko. Usted ha cumplido con su misión y no hay ninguna necesidad de que me acompañe en esta nueva encomienda – la voz de la mujer le llegó fría y paciente. Le ponía al joven los pelos de punta.

– ¡Me quedaré de todas formas!. ¡No creo que sea capaz de enfrentar a toda esa horda por si misma!...

Zaeed iba a intervenir, pero desistió, cuando vio a Janice asentir, haciéndoles una seña para que se fueran. Nadie mencionó nada más. Dante solo se alzo de hombros y arrojó un paquete de pertrechos, que la fémina no rehusó.

Un segundo después ambos señuelos empezaron a disparar, mientras sus compañeros se alejaban hacia el área de extracción. La avanzada de Eclipse y el resto de la de la Manada Sangrienta, cayeron ambas rápidamente sobre ellos, pero Alenko hizo uso de sus habilidades bióticas y de sabotaje. En cuestión de minutos ya los habían repelido. A lo lejos, oyeron las turbinas del Beta encenderse, signo inequívoco de que estaba despegando:

– Teniente Rush: Me pondré en contacto por frecuencia segura para evacuación, cuando haya cumplido mis ordenes – mencionó la ginoide hacia su comunicador.

– [Entendido. Buena Suerte. Cambio y fuera...]

El asedio subió de intensidad, cuando el enemigo empezó a usar lanzacohetes para destrozar la cobertura en la que estaban pertrechados. Decidieron una retirada táctica. Mientras Janice usaba su arma de partículas, con la misma maestría que Zaeed usaba el rifle de precisión, Kaidan corrió hacia otros edificios. Los otros utilizaron granadas, lanzallamas y otras armas pesadas para darles caza, varias de ellas neutralizadas, merced de la endemoniada puntería de la chica. Luego Alenko dio cobertura a su compañera con algunas descargas de estásis y se alejaron más. Así pasaron diez minutos que al joven biótico le parecieron eternos, mientras escapaban. Finalmente la fortuna les favoreció, cuando lograron despistar a sus perseguidores, encontrando su actual refugio.

Después de escudriñar el lugar y asegurarse que no los encontrarían fácilmente, Janice decidió que debían descansar un poco.

"Y ahora estamos aquí..."

– Salvedad de la quemadura de hace rato en su costado, que está sanando con rapidez gracias a la medicina que le he aplicado, usted se encuentra en buen estado – dijo la chica, parándose a su lado y auscultando ligeramente la herida a la que se refería, cosa que provocó en el joven cierta incomodidad.

"A pesar de todo...", pensó el soldado y agrego, esta vez en voz alta:

– ¿No sabía que tuviera conocimientos médicos, mas allá de los primeros auxilios?.

– Puedo ser una caja de sorpresas, teniente. Creo que agradecerá esto... – ella le extendió una cantimplora metálica, con el símbolo de la Alianza de Sistemas grabado en un costado.

– ¡Mi bebida energética! – comentó abriendo el recipiente raudamente, para tomar un trago. Era una mezcla de diferentes reconstituyentes, de lo mas avanzado en tecnología alimenticia que la Tierra podía ofrecer. El esfuerzo de crear campos de efecto de masa exigía al cuerpo humano como solo una prueba de resistencia podía hacerlo y los bióticos lo sabían de sobra. Era una broma común, decir que eran los deportistas de alto rendimiento mas infravalorados de toda la galaxia.

Dio un segundo sorbo de la potente bebida energética. Janice le comentó que la Fuerza Expedicionaria había analizado el contenido de la cantimplora que siempre llevaba consigo, replicando la bebida después de un análisis exhaustivo y agregando un par de componentes alienígenas que ayudaban a su cuerpo a acelerar la descomposición metabólica, proporcionando una asimilación mas rápida, aunque aún podía presentarse alguna reacción adversa. El joven decidió que ese riesgo valía la pena, con tal de volver a rehidratarse y recuperar los nutrientes y proteínas perdidas. La fuerza volvió notablemente a su cuerpo, mientras veía a Janice levantarse y mirar a los alrededores. Parecía que habían despistado a sus perseguidores, pero con las corporaciones mercenarias de Omega nunca se podía estar seguro.

– ¿Aún nos estarán buscando? – pregunto el joven soldado. Los caza-fortunas, y en especial los Soles Azules, podían ser muy persistentes. Casi como los viejos sabuesos de caza de la Tierra. Si caían en sus manos, era mejor pensar en resistir la invariable tortura de la que iban a hacer gala.

– Sí. Aunque hasta el momento no se les ha ocurrido buscarnos aquí. Pero estoy interceptando sus comunicaciones y se acerca un contingente grande de búsqueda y destrucción. Así que vamos a tener que movernos pronto – dijo ella, recargándose en un viejo sillón, sonriendo.

Alenko la miró un momento y solo acertó a reírse. Su mente había sido invadida por el súbito recuerdo de otra hembra que había conocido en circunstancias parecidas, y ahora esa memoria se traslapaba con la realidad. Pero cual súbita aparición, fue solo cosa de un momento. Un fantasma que se desvanecía en la niebla de los tiempos.

– ¿De que se ríe? – pregunto la del cabello lila con ninguna agresión, pero sin comprender exactamente lo que le parecía gracioso a su compañero. Kaidan siguió sonriendo.

– De un recuerdo – mencionó y no dijo nada más. La ginoide anoto su reacción e hizo una nota mental de que debía estudiar las reacciones de su compañero más a conciencia.

Se levantaron y verificaron sus pertrechos y municiones. Alenko se atrevió a preguntar:

– ¿Y que son esas nuevas órdenes que la obligan a quedarse aquí en un momento tan malo, si es que puedo saber?

– Eso es clasificado – fue toda la respuesta que obtuvo.

– ¡Oh vamos!, ¿usted también va a jugar al juego de los secretos?.

La chica le sonrió, sus ojos brillando como los de una amante complacida:

– No tiene idea, Sr. Alenko. ¡Además si le dijera, probablemente tendría que matarlo!... – para después reírse con descaro. Kaidan pensó que a pesar de todo, las cosas seguían dentro de esa "normalidad" un poco torcida, que era el comportamiento de su compañera.

Reunieron todos los pertrechos a su alcance. Janice sacó de la bolsa que Angelo le había dejado, una especie de vehículo pequeño en color plateado, cruza de una moto de control remoto y un dron de combate. Programó un par de cosas y luego lo soltó. Así esperaron unos minutos, hasta que oyeron detonaciones y gritos de alarma. Unos minutos después estas se fueron alejando. La chica decidió que era un buen momento para alejarse de la guarida y asomó la cabeza con cuidado, a través de una de las ventanas. Cuando comprobó que no había nadie en las inmediaciones del lugar, hizo una seña al de la Alianza y ambos salieron a la calle, cuidándose de permanecer parados por mucho tiempo.

Kaidan consultó su omniherramienta y utilizando el ladar incorporado, vio las señales del enemigo alejarse. Rascó su cabeza en señal de incomprensión.

– Parece sorprendido, Teniente. ¿Creía que se nos iban a echar encima, tan pronto saliéramos?

– Sí... ¿ese juguete que puso a trabajar tuvo que ver en eso?

La ginoide no dijo nada y sonrió. Hizo una seña al confundido terrestre, que solo acertó a seguirla dando tumbos.

Diez minutos después habían puesto distancia entre ellos y las patrullas de búsqueda. Kaidan la miraba con recelo y extrañeza. El joven biótico estaba intrigado por el hecho de que su amiga parecía intensamente concentrada, como si su mente estuviera a mil kilómetros de su cuerpo.

Llegaron hasta una de las paredes de roca, de las que pertenecían al cuerpo asteroidal original de la estación. Mientras el hombre vigilaba, ella buscó entre las paredes hasta encontrar lo que había esperado. Una serie de tubos de ventilación que corrían hacia otra área de la estación. Penetraron rápidamente en los ductos, siendo asaltados por el olor nauseabundo de combustible quemado, porquería y gases que circulaba por allí. No era letal, pero sí definitivamente poco amigable.

Durante los siguientes veinte minutos, la situación continuo igual, con la chica del cabello lila encerrada en su mutismo, respirando con ayuda de una máscara osmótica y con el semblante de intensa concentración. Cosa que ponía a su compañero los pelos de punta. Hastiado de semejante proceder, decidió que no daría un paso más hasta obtener algunas respuestas:

– Bueno, bueno, ¡ya!... – el biótico se detuvo en una conjunción de tubos bastante amplia, suficiente seca y poco maloliente como para poder detenerse y descansar su espalda sobre una de las paredes:

– ¿Que sucede Janice?.

La chica se detuvo y se sentó en la pared opuesta, cerca de otra conjunción en "T". Desconocido para su interlocutor, la robot estaba ponderando internamente cual era el mejor camino a seguir, verificando rutas entre los mapas de Omega, que había encontrado entre las archivos de Haalaka.

– ¡Oiga!... – insistió el de la Alianza – ...¡de acuerdo!. El truco para distraer a los guardias fue muy bueno, ¡lo admito!. ¡Y la manera en que intimidó al Capitán Dante hace rato...! – lanzó un silbido – ...Ya no hablemos de lo que le dijo a la quariana. Me queda claro que es una mujer de muchos recursos... pero ahora parece que todo el peso del mundo se le viniera encima de súbito. ¡A lo mejor no es de mi incumbencia, pero parece distinta de la chica con la que he pasado los últimas ocho horas!. ¡Además, si no le importa, me encantaría saber en que clase de lío nos estamos metiendo!.

El simulacro de mujer volteo a verlo con expresión neutral:

– No tendría que estar pasando por esto para empezar, Teniente Alenko. Le dije que se fuera con los otros y no arriesgara su vida más de lo necesario. Como ya habrá podido comprobar, se cuidarme sola... – su imagen de chica bonita tuvo un parpadeo, muy ligero, de menos de un segundo. Una mente mas embotada no lo habría percibido jamás. A Kaidan le pareció que los vapores le estaban jugando una mala pasada a través de los filtros de su casco. Se debatió entre levantar su visera para frotarse los ojos y permanecer impasible. Se decidió por esto último.

– Con perdón suyo señorita, ¿pero siempre es así de perra? – contraatacó con rencor. Janice tenía sus secretos, muchos a decir verdad. Y además se mostraba inescrutable. No había dado a conocer más que la mínima información necesaria acerca de ella y la misión, para funcionar con eficacia. Pero eso no le sentaba bien al soldado. Estaba acostumbrado a la reserva con la que se trataba las ordenes, pero podía llevar a cabo los objetivos de su misión mientras confiara en las personas con las que iba a trabajar. Y toda la misión había arrojado muy poca luz acerca de quien era realmente la persona que iba con él y si podía confiar en ella.

– Si fuera una ingrata y malintencionada, Kaidan... una "perra", como usted menciona... le diría que se quedó a ayudarme, debido a un obsoleto sentido de la caballerosidad. Un resabio de un anticuado comportamiento machista, que no pensaba que existiera aún en este tiempo. Aprecio la ayuda sin embargo y que no le quede la menor duda. No soy la "perra" que usted cree...

Sin embargo, por mucho que agradezca la compañía y la ayuda, no tengo ninguna deuda de carácter moral que me obligue o siquiera sugiera que debo revelarle mi objetivo.

– ¡Sin embargo me dejó quedarme, en lugar de insistir al viejo Massani y al Capitán Dante que me llevaran de regreso a la nave por la fuerza!. ¿Por qué?.

La chica no respondió inmediatamente. Se acomodó el pelo y cerró los ojos, en una mueca que revelaba su claro disgusto. Un minuto después, respondió:

– Contra toda lógica, debo decir que usted me "cae bien", Teniente. A pesar de sus atavismos, puedo apreciar que usted hace y dice las cosas con honestidad. Y eso me gusta. Es usted un soldado en toda la regla, y para mí, acostumbrada a usar una máscara aquí y otra allá, su personalidad me es... refrescante.

Eso desarmó al Centinela. Sin duda no estaba esperando esa respuesta.

– Normalmente suelo trabajar con el Dr. Nichols, un tipo serio y enfocado en su trabajo, cuyas interacciones sociales son pocas y más bien torpes. De vez en cuando voy al área de oficiales de la nave y tengo conversaciones con el Capitán o la Doctora Grant. Pero en general pocos de los soldados se me acercan. Mis oportunidades de confraternizar con mis compañeros son pocas y están plagadas de un tinte sexista que desprecio en lo absoluto. No obstante usted y su respeto a toda prueba, me gustan. Creo que puedo confiarle algunas cosas y se que no defraudará mi confianza.

Kaidan bajó el semblante, avergonzado:

– Yo me... extralimite. Siento haberla presionado de esa forma. Entiendo que es su trabajo y que no puedo decirle como hacerlo. Si no quiere contarme nada, esta bien. De todas formas la ayudaré a cumplir su misión en la medida de lo...

Ella lo atajó:

– De acuerdo, Teniente. Le contaré lo poco que no está clasificado y que puede saber. De todas formas, ya ha estudiado muchas cosas de nosotros y en cuanto regresemos al Arcángel tendrá tiempo para poner en orden las piezas del rompecabezas:

Los sensores de la nave han detectado una pequeña fuente de radiación, concurrente con lo que llamamos protocultura. Apareció cerca de aquí, en una de las bodegas, dos niveles mas arriba, a unos cientos de metros del lugar adonde estamos – la chica invocó un mapa tridimensional que salió de los pertrechos que había traído consigo:

Debido a que sabemos que la SDF-3, la nave del Almirante Hunter, llegó aquí por accidente, suponemos que esa señal pertenece a alguna tecnología nuestra. También es posible que alguien más de nuestro universo haya llegado por equivocación, y haya dejado pertrechos en poder de los locales.

Mi labor es evaluar la fuente de dicha señal y, en caso de venir de recursos de la Fuerza Expedicionaria, debo rescatarla o destruirla. Entenderá que no podemos permitir que dichos adelantos caigan en manos de posibles fuerzas hostiles.

– Para evitar que esas armas o desarrollos posteriores puedan ser usados contra ustedes...

– Así es. Como verá, su amigo Rankar ha sido muy amable al proporcionarme mapas de mantenimiento y rutas alternas, que poca gente en Omega conoce. Además encontré información importante acerca del paradero del Almirante y su nave, que he enviado junto con el salariano a nuestra nave. Debo decir que su ex-compañero me ha dado una manera provechosa de sacarle partido a nuestra compartida afinidad por la tecnología... – la mujer hizo un ligero gesto y el destello anaranjado típico de una omniherramienta le cubrió el brazo – ...por lo tanto ya no necesito al señor Massani para guiarme... ni a usted para esos efectos. Sin embargo y como dije, aprecio el gesto, por fútil que este sea.

Kaidan se quedó callado un momento y después de ponderar todo lo que la chica frente a sí había dicho, sonrió de nuevo:

– ¡Tenía razón!. ¡Usted si que es una caja de sorpresas!. ¿Todas las chicas de la FER son así? – inquirió el Centinela, divertido.

– No. Eso es parte de lo que me hace única... – mencionó la apócrifa mujer. Y enseguida se levantó:

– Es hora de seguir. No quiero permanecer más tiempo del necesario en este lugar... ¡huele horrible! – la chica arrugó el gesto en un mohín, que a Alenko le pareció de pronto adorable.

Siguieron arrastrándose por los túneles de ventilación, por otros treinta minutos, subiendo por algunas escaleras de mantenimiento que parecían tener años de no ser visitadas. Algo en la conversación de hacía rato molestaba al soldado. No podía poner el dedo sobre lo que era exactamente, pero ahí estaba. De pronto empezó a elucubrar en su mente, hasta que pudo poner palabras a sus pensamientos:

– Mas humano que lo humano... – masculló

– ¿Decía algo, teniente?

– No... nada... creo que ya llegamos a la salida.

Y era verdad. El túnel por el que iban llegaba hasta un pasillo gigantesco, que franquearon para salir a una explanada no vigilada, en otro nivel y distrito de Omega. Avanzaron a toda prisa, escudriñando cada esquina y tomaron refugio en lo que parecía un edificio de departamentos abandonado con prisa, sus habitantes temerosos de verse involucrados en otra posible guerra entre bandas a punto de estallar.

Janice consultó el mapa. Trescientos metros al sureste, hasta llegar a lo que parecía una bodega abandonada. Había pocas señales de que los secuaces de Aria u otras bandas mercenarias estuvieran haciendo guardia en esa zona, pero era mejor no confiarse. Avanzaron de poco en poco, verificando los rincones con cautela, hasta que estuvieron frente a la bodega. El vecindario estaba demasiado tranquilo. Algo disparó el instinto de Kaidan:

– Hay algo sospechoso en todo esto, ¿no lo cree, señorita Em?

– Si se refiere a la falta de vigilancia, estoy de acuerdo. Pero la señal de protocultura esta detrás de esos muros... – señaló la bodega, cuyos muros de acero y polímeros se alzaban unos veinte metros por encima de ellos – ...O estamos por caer en una trampa bien planeada o los nativos no tienen verdadera idea de lo que tienen ahí guardado – la robot sentenció.

– Es posible, pero el Comandante Shepard solía decir algo respecto de esta clase de situaciones... – Alenko preparó sus armas.

– ¿Que solía decir?- preguntó la chica, mientras revisaba la carga de su arma.

– "Estas cosas nunca se vuelven mas sencillas"... – el tipo sonrió y "corto cartucho" figurativamente.

– Un hombre sabio ese Shepard...

Buscaron una entrada y pronto la encontraron, en forma de un ducto que, después de botar la rejilla a golpes y acuclillarse para arrastrarse unos segundos, les dio acceso al interior.

La bodega estaba a oscuras, la única luz que penetraba al recinto, se filtraba a través de las ventanas altas de la construcción. El interior estaba plagado de cajas de lamina compuesta y fibro-plástico, que contenían distintas partes electrónicas y otros recursos. Janice sin embargo, invoco la omniherramienta que le había sido dada y buscó la señal que le interesaba, haciendo algunos cálculos y ajustes, mientras Alenko vigilaba las entradas y pasillos que tenía a la vista.

Penetraron más y más en la bodega, hasta que llegaron a una estantería en la cual solo había un artefacto. Parecía una especie de caja plateada, con instrumentos y un indicador de oscilación eléctrica, de la cual sobresalía una pequeña antena. El humano vio la cara de su compañera descomponerse en un rictus de sorpresa:

– Un bio-emulador... – la voz de la chica había tomado un tono ominoso, que puso los pelos de punta al soldado.

– ¿Un que?...

– Bio-emulador. Tecnología que la FER desarrolló para engañar a los Invid, ¿como es que llegó aquí?...

– ¿Los Invid?

– Una raza alienigena con la cual no estamos en muy buenos términos... Hay algo raro. Este aparato está modificado para imitar a la perfección la señal energética de la protocultura. Los bio-emuladores de la FER no pueden hacer eso... – la robot se detuvo un segundo y casi enseguida volteo hacia todos lados escudriñando el área. Después se dirigió al soldado:

– Tenemos que irnos de aquí...

– ¿Por qué?, ¿que hay de su misión?.

Janice iba a contestarle, pero la vista de un personaje enfundado en una capa de un tono rojo oscuro, saliendo de las sombras, la hizo detenerse:

– Vendrás con nosotros, Híbrido...

Alenko observo la figura encapuchada avanzar hacia ellos. De primera instancia era mas alta que su compañera, pero no podía determinar su físico, debido a una ropa roja, holgada que le caía de los hombros como una especie de túnica. Lo que si era inconfundible era la fuente de luz situada en el centro de la cara. Su primera reacción fue inmediata:

– ¡Geth!

Empero, algo no cuadraba con todo lo que había visto hasta ese entonces, de esos sintéticos que se habían vuelto sus enemigos. Eso no lo detuvo, sin embargo, de avanzar hacia la figura encuadrando la mira de su arma en ella. Apretó el botón de los módulos de munición hasta que se detuvo en "tungsteno" y jaló el gatillo, antes de que su compañera pudiera detenerlo:

– ¡Teniente Alenko!

Las postas de munición reforzada no llegaron a hacer blanco. Atrás de la figura, una especie de escudo metálico que salía de la oscuridad de la bodega a sus espaldas, bloqueo todos los tiros. La mano de Janice reposó en el cañón de su escopeta, forzándolo a bajarla:

– No es un Geth, teniente, aunque comparte con ellos la calidad de sintético. Es un Haydonita. Nuestro actual enemigo. Las cosas pueden complicarse muy rápidamente. No haga nada sin que se lo pida... – menciono ella con una voz tranquila que le inspiró muy poca confianza al Centinela. Kaidan bajó su arma.

– Vendrás con nosotros para una reprogramación – habló el encapuchado con una voz de cualidad electrónica y que estaba exenta de toda emoción.

– ¿Esto también lo previo la Conciencia?. La última vez que intentaron eso, las cosas salieron mal para ustedes... – para mayor desconcierto de Kaidan, la voz de su compañera se igualó a la de su interlocutor. El Centinela volteo un segundo:

– ¿Que sucede, Janice? – preguntó, sintiendo que la situación estaba evolucionando muy rápidamente para su gusto.

– Un contratiempo menor te salvó la ocasión previa. Pero ya no tienes a tus mascotas orgánicas para que te defiendan – mencionó el otro, sin inflexión, pero con toda la malicia posible.

Janice no dijo nada, pero Kaidan se quedo anonadado un momento. La sospecha que había surgido en su mente, y que había acallado en aras de su salud mental, resurgió de pronto, Lo que implicaba, le parecía aterrador:

– ¿Mascotas orgánicas... reprogramación? – fue lo único que alcanzó a mencionar. Janice no contestó inmediatamente.

– Teniente Alenko: Míreme... ¡míreme! – ella alzó la voz, despabilándolo y volteando para tomarlo del rostro, observando su faz distorsionada por un súbito miedo:

– No importa lo que suceda de aquí en adelante. No permitiré que le hagan daño. ¿Me oye?... saldremos de aquí... juntos – el tono de la mujer revelaba... ¿ansiedad?, ¿miedo?, ¿como saberlo con certeza?. Ella volteo hacia el enemigo y alzo su pistola Gallant, en gesto desafiante:

– ¡No voy a ir a ningún lado!. La Conciencia se ha equivocado de nuevo en sus cálculos y al crearme, ha provocado una situación que no puede detener.

– Entonces la única respuesta posible es removerte de la ecuación...

Un segundo sintético apareció junto al primero, saliendo de la obscuridad de la bodega. Un temblor sacudió la estructura. Alenko vio el escudo que había protegido a la criatura, levantarse. Era parte de algo enorme, tan grande como los robots que había visto en el "Arcángel". Levantó su arma y abrió fuego contra lo que adivinó era una cabina de pilotaje, pero los disparos rebotaron en el blindaje, de lo que era una cruza entre un gorila metálico gigantesco y una mantis religiosa. Era de mayor talla que cualquier Destructor, Nodo Neural o Coloso Geth que jamás hubiera visto.

– ¡Huya teniente!, ¡sus armas son obsoletas contra esta cosa!... – Oyó a sus espaldas. El sonido de un disparo y supo que su compañera había empezado su propia batalla – … ¡debe regresar al "Arcángel" y advertirles!. ¡Váyase!...

Kaidan ya no dijo nada. Invoco su barrera biotica y corrió, apartándose del centro de la edificación. Justo a tiempo. El sonido de cajas metálicas siendo aplastadas invadió sus oídos. Esa cosa estaba tratando de alcanzarlo y en el proceso derribaba el techo de la bodega. Se alejó varios metros, usando su biotica para abrir un hueco en las paredes del almacén y saliendo del edificio. Se alejó del polvo y esquirlas metálicas, mientras su barrera lo protegía de la caída de los trozos de fibroplástico de la edificación. Perdió de vista a Janice mientras corría. Un disparo rebotó sobre sus escudos, sobrepasando su capacidad. Chispas saltaron de su armadura, signo inequívoco de que las barreras habían sido sobrecargadas. Se revisó el torso y encontró que su armadura de polímeros había perdido un pedazo que tenía unas dos veces el tamaño de su puño. La herida sin embargo era superficial. De puro milagro seguía en pie. De haberlo hecho, ni todo el medigel del mundo hubiera podido salvarlo.

El ruido del arma energética de la chica le dio conciencia de su posición relativa. Estaba a su izquierda, cerca de lo que habían sido las paredes del recinto, enfrascada en un duelo de poder a poder con el primero de aquellos entes, que había llamado "Haydonitas". En ese momento el agresor no era mas que un torso cibernético que se movía a gran velocidad. La capa había escondido que la construcción no poseía extremidades inferiores de ninguna clase, sino que levitaba. Los brazos habían sido sustituidos por armas energéticas de gran potencia. Sus disparos, que iluminaban la penumbra con fulgores rojos, eran tan poderosos como las descargas de los sistemas GARDIAN de una fragata, y su compañera los esquivaba con movimientos acrobáticos que un humano jamás habría podido realizar.

"Mas humano que lo humano... ella no es humana...".

Silenció sus pensamientos, enfocándose en el peligroso ahora. El súbito ruido de metal contra metal le informó que el robot enemigo se había liberado de los restos del techo que le habían caído encima. El joven evaluó sus posibilidades en un santiamén: Si trataba de acabar con esa cosa desde lejos, el arma montada en el chasis lo haría pedazos, sin importar cuantos escudos o barreras bióticas fuera capaz de invocar. Atacarlo de cerca era arriesgarse a perecer aplastado por la enorme fuerza que el artilugio desplegaba. Al menos no se movía demasiado rápido, pero eso era un magro consuelo.

Se alejó de él, escondiéndose detrás de una barda. Invocó su omniherramienta y trató de inutilizar los sensores de su enemigo. Pronto descubrió que era más fácil decirlo que hacerlo: Al tratar de irrumpir en la arquitectura de software de su oponente, se quedo estupefacto. No se parecía ni remotamente a la de los Geth o a cualquier cosa que hubiera visto antes. Un pedazo de pared cayó hacia su posición, despabilándolo, y se dio cuenta de que el segundo sintético lo estaba rastreando, a pie, con uno de esas poderosas armas de sus brazos. Salió disparado hacia su izquierda, tratando de ganar tiempo y alejándose hacia una bocacalle contigua. Al par de demonios mecánicos que lo perseguían no parecían importarle las construcciones de las que estaban rodeados, pasando igualmente por encima de ellas, que derrumbándolas como si fueran de papel.

Oyó ruidos y gritos a su derecha y observó que los mercenarios que normalmente cuidaban el área, y que habían brillado por su ausencia, empezaron a llegar armas en mano y dispuestos a acabar con los hostiles que estaban aterrorizando el vecindario. La vista de ese monstruo de casi ocho metros de alto no podía pasar desapercibida. Abrieron fuego contra el artilugio, apenas alcanzando a mellar ligeramente su estructura interna. Uno de ellos le apuntó, pero el Centinela uso un empujón biótico para derribarlo. No necesitaba otro oponente más aparte de los que ya le tocaban.

Decidió que la distracción que los otros proporcionaban era bienvenida y corrió tanto como pudo, alejándose del área mientras pensaba en como hacerle frente a sus oponentes, con el poco poder de fuego que cargaba. Si sus habilidades bióticas fueran mas fuertes podría hacer algo más...

"Mas fuertes."

La luz se hizo en sus ojos de súbito. Dejó de correr y se escondió en un callejón pequeño. Revisó la carga de sus armas y cambió rápidamente la munición a modo explosivo. Respiró profundamente y salió de nuevo hacia la calle. La potencia de fuego de su escopeta y las otras armas portátiles no iban a ser suficiente para detener al robot, pero aún tenía algunos trucos bajo la manga. Invoco su barrera de nuevo, con un gesto mnemotécnico, justo a tiempo para ver que su perseguidor más pequeño aún le seguía la pista, mientras el mas grande arrasaba con paredes, barricadas y cuantos mercenarios y obstáculos se le ponían enfrente.

Se escabulló hacia su derecha, esquivando los trozos de otras construcciones que el artefacto mecánico enemigo producía al perseguirlo. Se metió rápidamente en el recibidor de un edificio en apariencia abandonado, de varios pisos, del cual habían tratado de bloquear el acceso a la carrera, apilando caja tras caja de posesiones para reforzar la puerta. Kaidan utilizó la munición explosiva de la escopeta y la puerta se fracturó, abriéndose lo suficiente para permitirle escurrirse dentro. Semejante aduana no iba a detener a sus perseguidores, pero el biótico contaba con eso.

Subió a toda velocidad por las escaleras del edificio. Esquivaba civiles asaltados por el pánico, que trataban de huir al ver acercarse por las ventanas al robot mas grande. Otros más se atrincheraron en sus departamentos y echando mano de armas conseguidas en el ubicuo mercado negro de Omega, dispararon sobre él, acostumbrados como estaban a lidiar con los ladrones y pendencieros que eran parte inseparable de la estación espacial. El miedo motivaba sus acciones y en esa situación los vecinos y conocidos se convertían en enemigos, o al menos sospechosos. Los gritos y el pánico estaban por doquier, reflejados en forma de gritos, lloriqueos y desconfianza. Algunos de los locales trataron de detener al joven, dándose cuenta de la invasión que su cubil estaba sufriendo, pero poco pudieron hacer. Varios disparos y el uso de sus poderes en los momentos precisos les enseñaron el calibre del soldado de la Alianza.

Una vez llego al tercer piso, situado ya por encima de la altura del robot atacante, penetró en el pasillo principal, disparando a varios hostiles sin dar ni pedir cuartel. Los mercenarios -algunos turianos, muchos mas humanos y la ocasional asari- retrocedieron, dando prioridad al blanco mas grande, y dejando al invasor moverse a sus anchas. Cuando Alenko se aseguró de que nadie iba a molestarlo, oteó un poco, tratando de distinguir un olor familiar en medio del marasmo de sudor, humo y polvo. Un aroma dulzón un poco repulsivo, a medio camino entre un perfume de mujer y el olor del mar. Solo le costó un momento ubicarlo y cuando lo hizo, penetró en uno de los apartamentos cerrados, derribando la puerta con una patada. En un rincón, acurrucado contra una de las paredes interior estaba un Hanar, que esgrimía sin convicción una pistola. El Centinela lo despojó del arma antes de que el otro pudiera reaccionar y enseguida le preguntó:

– ¿Donde tienes la "Arena Roja"? – le apunto sin miramientos. La enorme medusa voladora palideció visiblemente.

– ¿D-de q-que l-le ha-hablas a este?, este no ve-vende...

– ¡Maldita sea!, ¡¿donde está?!

Kaidan lo ignoró, y procedió a abrir armarios, revisando cajas y buscando frenéticamente:

"¡¿Donde está?!, ¡tiene que haber por aquí!"

Un temblor sacudió la estructura y lo hizo tambalearse, producto del robot enemigo sacudiendo el edificio. Se sujeto fuertemente de una de las paredes, para no ir al suelo. Cajas y otros pertrechos cayeron, desparramando sus contenidos por el lugar. El Hanar, una rareza en los sistemas Terminus, aprovechó para salir flotando aterrorizado, tan rápido como sus repulsores se lo permitían. Fue entonces que vio lo que estaba buscando, atrás de donde el extraterrestre había flotado. Un grupo de bolsitas de un polvo rojo sangre, finamente molido. Tomó inmediatamente una de ellas y se apresuró a salir de allí, rumbo a la escalera de nuevo, esquivando los derrumbes que la ya asediada estructura estaba sufriendo.

Al llegar a la puerta del cubo de la escalera una explosión lo propulso hacia atrás. Cayó de espaldas y rodó un poco aturdido, pero la adrenalina lo puso en pie casi inmediatamente. Escudriñó hacia la puerta, que ahora estaba doblada y en mal estado. Algo pasó a través de ella, volando a toda velocidad y estrellándose en una de las paredes a su lado. Kaidan apuntó hacia allá la escopeta y volteo de reojo a ver lo que había caído cerca de él. Era un Krogan, tan muerto como el Hanar que lo había recibido en el cuarto, a quien descubrió inerte al lado. Tanto él como el resto de los ocupantes del piso, que había despachado hacía unos momentos atrás, como algunos otros, estaban muertos. La cara del lagarto estaba destrozada -aunque desfigurada por la mitad era mas exacto-. Un boquete enorme, que abarcaba casi un treinta por ciento de su cuerpo y que despedía calor residual, lo adornaba. Muy pocas cosas podían hacerle tal daño a una de las razas mas resistentes de la galaxia.

Oyó ruidos provenientes de la puerta, que se impusieron al sonido maquinal de la batalla de afuera. Kaidan afinó la puntería.

Y entonces aquello penetró.

Era su perseguidor, pero a la vez no lo era. El torso sin brazos ni piernas que había empezado a dispararle en las calles, se había transformado. Había adquirido piernas y brazos de acero, titanio o algún material a todas luces hiper-reforzado, de figura vagamente humanoide y que el joven no alcanzaba a identificar. Brillaba con grecas de luz rojiza, que le delineaban el contorno y le daban al humo que venía de atrás de él, un aire infernal. Tenía la apariencia de una armadura personal ergonómica, ajustada al cuerpo del combatiente. Pero esa era toda la semejanza que había adquirido con los orgánicos. La cabeza se había reforzado hasta conformar un casco semi-circular, en el cual las mismas vetas de luz se apreciaban corriendo perpendiculares a la longitud del casco. No había indicación de ojos o boca, mas allá del visor de luz roja que había visto la primera vez y que tanto lo hacía parecerse a los Geth, ahora enmarcado por una máscara reforzada. Las manos y brazos del torso aparecían y desaparecían, como si los ojos humanos no alcanzaran a reconocerlas bien.

Kaidan vaciló un momento, y eso fue suficiente para que su oponente tomara conciencia de su presencia. Tal parecía que pudiera verlo a través del humo del cuarto. Apuntó un brazo que raudamente se reformó, como si miles de pequeñas partes en él se desdoblaran y rehicieran en el cañón de un arma de aspecto temible. De atrás de la nueva amenaza, salió una Asari envuelta en el aura azul de poder que las caracterizaba, sin duda tratando de golpearlo. El sintético reaccionó a la velocidad el rayo, fulminándola de frente con un disparo de energía al rostro que le envolvió la cabeza y la hizo desaparecer. El cuerpo cayó al suelo, flácido y sin vida.

La duda desapareció de la mente del Centinela. Disparó varios tiros de la munición explosiva, sin tregua, acertando de lleno en el torso y la parte inferior de la cabeza. La figura se ladeó un momento, como sorprendido por la potencia de los disparos. Una parte de la armadura había volado en pedazos, pero el sintético seguía en pie. Alenko vio la armadura de su oponente autorepararse sin dilación, como si miles de arañas empezaran de pronto a tejer sus telas con filamentos plateados, y supo que tenía que moverse. Se levantó de un salto, justo a tiempo para esquivar el disparo del otro, pero no pudo evitar el golpe que vino después y que lo hizo precipitarse hacia el fondo del pasillo, donde se estrelló estrepitosamente.

La adrenalina en su cuerpo lo hizo recuperarse rápidamente, inyectándole bríos. Pero el puñetazo de su enemigo le había nublado la visión por fracciones de segundo y le había hecho soltar la escopeta. En lugar de buscar el arma perdida, invocó su barrera y se lanzó hacia él, propinándole una patada biotica, que consiguió desbalancearlo por un momento. El Haydonita se rehizo, dándole un empellón, seguido de una patada que lo mando lejos, por la ventana mas cercana, fuera del edificio. El joven aterrizó de cabeza en el suelo, nueve metros mas abajo, a poca distancia de donde el robot de asalto desgarraba el edificio. Se levantó por reflejo y se alejo varios pasos, pero de pronto se detuvo. La cabeza le daba vueltas y no podía enfocar su vista. De no haber sido por su barrera, su casco y su intensa concentración, se habría partido el cráneo. Estaba aturdido y desorientado. Y ya no podía huir efectivamente, pero acabar con las amenazas que lo perseguían se veía como una opción cada vez mas remota.

Su oponente salió de entre el humo que empezaba a invadir ese nivel de la estación espacial, su amenazante figura impulsándose de un salto y bajando del edificio con terrible estruendo, dispuesto a terminar su faena. En las cercanías, los mercenarios enemigos trataban de equilibrar la balanza, disparando al robot mas grande con cohetes, granadas y otros explosivos, tratando de hacerlo desviarse de otras zonas menos afectadas y evidenciando lo poco que podían hacer para detenerlo.

Alenko se puso en cuclillas, dispuesto a vender cara su vida. El otro ya avanzaba sobre él, cuando un disparo le hizo ladear la cabeza. Un segundo poder biótico lo abatió, dándole al joven Centinela unos segundos de valioso tiempo. Atrás de él habían llegado nuevos mercenarios -probablemente de Eclipse, a juzgar por las armaduras de color amarillo y el acompañamiento de droides de seguridad-, disparando a matar sobre el sintético. La defensa corporal de aquel, sin embargo, resultaba todavía superior al poder de fuego usado en su contra. Descarga tras descarga de biotica lo empujaban hacia atrás, y varios tiros, ráfagas de incineración, granadas y drones cayeron sobre él, en un intento de debilitar su armadura. Pasados unos segundos, el guerrero determinó que ya era suficiente de juegos y empezó a devolver el ataque. Algunos disparos a la derecha y a la izquierda, de esa maldita arma de energía y los cazadores ya estaban corriendo a tomar refugio atrás de algunas barricadas y paredes.

Kaidan se escabulló sin llamar mucho la atención, mientras veía al otro retroceder un poco, merced de los cohetes de un par de novísimos robots de seguridad "Ymir", que lo atacaban a distancia. Al tiempo que el robot mas grande identificaba la amenaza y saltaba sobre ellos, reduciéndolos a chatarra, el joven Centinela recordó el paquete que había encontrado en el edificio y sin mas dudas lo rompió, vertiendo una buena parte del contenido en su mano derecha, levantando la visera de su casco y aspirando fuertemente el fino polvo rojo.

Ya conocía la droga ilegal conocida como "Arena Roja". Había experimentado sus efectos, durante uno de sus varios trabajos en Omega, cuando era parte del equipo del Comandante Dietler, algo que había terminado con una jaqueca espantosa y vómito durante tres días. La sustancia era altamente popular en los Sistemas Terminus, porque era capaz de incrementar por unas horas el potencial biótico, haciendo que inclusive los sujetos de potencial nulo pudieran manifestar poderes, aunque en menor escala. Para los usuarios probados, que llevaban los poderosos -aunque altamente nocivos- implantes L2 como los suyos, su potencial se incrementaba exponencialmente según la dosis. Pero una cantidad excesiva podía afectar sus sistemas nervioso y circulatorio. Podía morir de una embolia al aumentar la presión sanguínea de su cuerpo, convirtiéndolo en una masa sanguinolenta e informe. Eso si los estertores y el intenso dolor no lo aniquilaban primero. Tomar la droga era como blandir una espada de doble filo.

Pero esa circunstancia no le dejaba opciones.

Conforme el químico entró en su organismo, un espasmo lo hizo sacudirse. Las reacciones podían variar según el receptor, pero eran en general, notoriamente violentas. Su percepción de pronto se alteró, empezando a notar como si las cosas se dilataran a su alrededor. La euforia no tardaría en llegar, pero Alenko confiaba en terminar la batalla antes de que el efecto de embotamiento mental lo afectara. Se levantó rápidamente, adrenalina y un súbito torrente de energía en su cuerpo impulsándolo. Notó además un breve hilillo de sangre en su nariz, que se enjugó con el dorso de la mano. Hasta el momento la construcción artificial no lo había notado o lo había dado por derrotado, pero en cuanto se levantó, aquella apuntó de nuevo una de sus manos hacia él, mientras con la otra disparaba una ráfaga de láser que frió a un mercenario descuidado. Kaidan no lo pensó dos veces y atacó.

Primero un levantón biótico que hizo estrellar a su oponente contra el suelo, seguido de un empujón que lo hizo salir disparado contra el edificio del cual había bajado y provocando que varias paredes se derrumbaran. Al ver su renovada fuerza, un rayo de esperanza pasó por su mente:

"¡Puedo ganar esta batalla!..."

El otro sin embargo, no se iba a dar por vencido tan fácilmente. Salió de entre los escombros donde había caído y con la velocidad de un rayo disparó hacia Kaidan, quien se movió a los lados para esquivar los disparos. El sintético corrió hacia el Centinela, quien lo recibió atrapándolo con ambos brazos. Hombre y maquina forcejearon por un segundo, poniendo todo de sí y sin ceder el menor terreno. La paridad de fuerzas hacia que ninguno se moviera un centímetro de su lugar. La máquina sin embargo, todavía podía desplegar mas fuerza y poco a poco el de la Alianza se dio cuenta que estaba cediendo terreno. Uso la fuerza que su oponente estaba proyectando y lo lanzó de espaldas cual si fuera una catapulta. El robot voló por los aires y cayó de espaldas, el de la Alianza activando su poder para estrellarlo contra el piso. Pero al tocar tierra el robot se rehizo, usando uno de sus brazos para girar como un trompo y el otro para lanzar una descarga que Alenko esquivó por muy poco.

"¡Maldición!"

Kaidan se concentró e hizo el gesto mnemotécnico para invocar la "estásis" y contraatacó. Lanzó el campo de efecto de masa apenas a tiempo, pues su oponente estaba por disparar una segunda vez. El robot se quedó quieto, paralizado por el efecto que el joven había invocado. Enseguida el soldado sintió una profunda punzada en su cabeza...

"¡Maldita sea!, ¡no ahora!"

Parte de los problemas de ser biótico en el tiempo en que la Alianza había establecido el programa de adiestramiento, era que los receptores L2 que se les implantaban, provocaban daños terribles a sus portadores. El era de los mas afortunados en ese aspecto, pues solo lo asediaban algunas jaquecas, pocas de ellas incapacitantes. La mayoría de los bióticos L2 sufrían de dolor paralizante y trastornos mentales. Sus carreras en la milicia duraban poco. Y ahora, con el efecto de la "Arena Roja" en su organismo, el dolor iba a aumentar exponencialmente. El joven apretó los dientes y se concentró.

"¡Aguanta!..." masculló para si mismo, batallando con el dolor de cabeza, el cual empezaba a sentirse como si le hubieran hendido el cráneo a golpes de espada.

"Si la armadura de tu oponente es un estorbo, ¡destrózala!", fue lo que le pareció oír en su mente, en boca de su finado instructor. Kaidan se concentró, a pesar del paralizante dolor e invocó la técnica de Alteración que le habían enseñado, lanzándola hacia el pecho de su oponente.

Al momento de impactar, sucedió una reacción sin embargo, que el de la Alianza no esperaba. Quizá fue la energía residual de todos los impactos bióticos acumulados en la armadura de su oponente, quizá fue una reacción en cadena de los campos de efecto de masa con algún elemento compositivo del extraterrestre. Nunca podría decirlo con certeza. Una explosión de un azul intenso se desató y el cuerpo de su oponente se torció, como quien tuerce un trapo en sentidos opuestos por ambos lados. El sintético cayó al suelo, con la armadura destrozada, y un brazo y piernas destruidos. La luz que salia de las vetas luminosas que le recorrían el cuerpo empezó a fallar. Parte de lo que era el casco estaba destrozado y en el interior se podían apreciar circuitos electrónicos de enorme complejidad, lanzando chispas y quemándose. El Haydonita trató de moverse, solo para encontrar que sus sistemas ya no funcionaban bien. Curiosamente ya no se oían los gritos de los civiles, ni los disparos de los mercenarios, ni el paso destructivo del robot mas grande. Con la vista medio desenfocada, el joven Centinela vio a alguien acercarse al sintético caído. El otro iba a levantar el único brazo operativo que aún tenía para atacar, pero el agresor se lo pisó rápidamente, reteniéndolo firmemente contra el suelo. Después dio otro pisotón y su casco maltrecho quedo aplastado y se apagó. Todo el cuerpo quedó rígido y sin señales de voluntad.

Kaidan ya no podía hacer más. El dolor en su cabeza lo estaba matando, no podía enfocar su vista y las fuentes de luz le provocaban más dolor. Con gusto habría dejado que alguien le aplastara el cerebro, con tal de acabar con ese intenso infierno en el que estaba. Se dejó caer de rodillas y cayó a suelo en posición ventral, rogando en voz baja que alguien le trajera un analgésico.

Algo lo hizo cambiar de posición y abrió los ojos. Junto a él estaba Janice.

– Pulso acelerado, pupilas dilatadas, reacciones intensas en diversas partes del córtex cerebral, daño en algunos sistemas menores, dolor, sangrado nasal... ¡Teniente Alenko!, ¿que es lo que ha hecho?...

Kaidan sonrió un momento, maltrecho como estaba.

– ¿Que pasó... con el robot... gigante?

– Dejo de funcionar, cuando la explosión azul... – señaló el cuerpo de lo que había sido su enemigo.

De pronto el joven de la Alianza cayó en la cuenta. Sus ojos no lo engañaban -y la Arena Roja podía provocar euforia, pero no alucinaciones-. La cara de su compañera estaba apareciendo y desapareciendo, sustituida por un rostro raro, metálico... similar al de su enemigo caído.

En una palabra: ¡Sintético!.

El pánico se volvió de pronto una emoción poderosa, casi tan poderosa como el dolor que experimentaba:

– Teniente... – comento ella, mientras pensaba en la manera de aliviar el sufrimiento que su compañero experimentaba.

– Aléjate... de mi... – masculló el otro, mientras reunía fuerzas lentamente:

– No te me... acerques...

Janice vio a su compañero invocar un poco de su poder y tratar de golpearla, sin lograrlo. Cuando la robot esquivó el golpe, alejándose un poco de él, lo vio moverse a rastras, lenta y trabajosamente. ¿Y quien podía culparlo, después de la destrucción que había visto a los Haydonitas realizar?. La ginoide observó el rostro pálido de su compañero y sus procesos mentales fueron asaltados por algo. La sensación extraña de que hubiera perdido algo muy importante.

Había oído al Dr. Lang hablar de algo que llamaba "fantasmas en la máquina", en relación a como su nuevo cuerpo con tecnología Haydonita, tenía la capacidad de reformar su programación para volverse más adaptable, a veces creando estructuras de código que lo asombraban por lo insólito de sus efectos en su comportamiento. No había comprendido a cabalidad cual era el origen de semejante asombro. Pero ahora, al ver a su compañero arrastrarse lejos de ella, presa de una emoción que ella estaba diseñada para imitar con gran veracidad, aunque nunca para comprender realmente, cayó en la cuenta de lo que significaba. Era esa programación nueva, esos "fantasmas en la máquina", los que le habían permitido sentir la fuerza de esa emoción.

Probablemente Kaidan había visto su vera apariencia, y eso significaba que el soldado no iba a confiar en ella de nuevo. Los años de desconfianza contra las inteligencias sintéticas previniéndolo. Era un riesgo que había decidido tomar. El Capitán Grant y los otros mandos sabían de la desconfianza del hombre hacia los sintéticos, por la información que habían recuperado de su omniherramienta. Pero las posibilidades de análisis de comportamiento e información que podía lograr al venir en esa misión, eran mayores que cualquier contratiempo de esa índole. Solo esperaba -y añoraba secretamente, si es que las inteligencias artificiales podían darse el lujo de añorar- que no hubiera alienado a su compañero para siempre.

Camino hacia el teniente para levantarlo, dado que el joven se había desmayado por el esfuerzo. Estaba acuclillándose junto a él, cuando un ruido de pasos la hizo levantar el rostro. Un disparo de alta potencia le cimbró la cabeza, haciéndola girar y caer estrepitosamente al suelo. Trató de levantarse infructuosamente, y sus programas de diagnóstico le dieron consciencia de la inutilidad de sus esfuerzos. Lo último que percibió antes de que sus sistemas entraran en modo de espera y auto-reparación, fue su reflejo en los cuatro ojos negros de un batariano, ataviado en armadura azul y blanca, con el distintivo de los Soles Azules en sus hombreras:

– ¡Acabo de ganarme la Lotería!... – vociferó el mercenario y encendiendo su omniherramienta, ladró al micrófono:

– Central... ¡Avisale a Tarrak y a Aria, que Bashar Cathka acaba de atrapar a los fugitivos que estaba buscando!...


En el próximo capitulo:

Volvemos con Jenny Sparks. ¡Y el asedio combinado de Saren, los Geth y los Haydonitas está por desatar el infierno en la Ciudadela!.

Ya saben: Se aceptan comentarios y sugerencias.

¡Hasta la vista!